Partida Rol por web

- Muchas gracias - respondo a una mujer que nos habla de Stan y sus habilidades ...
- Elisabeth, ¿crees que se refieren a stan .. ¿stan? - pregunto mirándola
- quiero decir a nuestro stan, al de la cabra - murmuro
- Disculpe - pregunto a un hombre
- ¿Conoce a un tal Stanley que hace ataúdes? ¿sabe como se apellida? - pregunto esperando así la respuesta correcta

- Stan... ¿Stan? -, piensa el chino mesandose la barba. - Ah... ese Stan... sí... tiene una tienda muy cerca de aquí, hacia allí y después girar a la derecha, veréis los ataudes en la puerta. -

- Muchas gracias - agradezco a la persona y miro a Elisabeth
- pues no es nuestro stan, pero en este momento es el que buscamos - digo a la rubia mientras comenzamos a andar.

- ¡¡Smee!! ¡¡Smee!! ¡¡Que demonios estás haciendo maldito patán!! ¿No ves que mi vaso está vacío? ¡Trae más ron!

Mi estúpido contramaestre sale corriendo para cumplir una orden que jamás debería haber necesitado darle. ¿No es acaso obvio que el vaso de un buen pirata nunca debe quedarse sin ron? Mientras mi adlátere regresa, cojo otro dardo y lo lanzo contra una diana pintada sobre el retrato de una hermosa mujer de densa cabellera.

- ¡Mierda Mary Red! ¡Deja ya de moverte! - grito al ver como mi dardo se clava en la pared, aproximadamente a medio metro de la nariz de la piratilla insignificante que tantos problemas me está dando. No sé por qué, pero hoy la diana no parece querer estarse quieta en el mismo lugar. Debe ser que todavía no he bebido suficiente ron.

- Mary Red, Mary Red, no dejas de recoger mis despojos. Todavía no se si capitaneas un barco o diriges una guardería. Primero recogiste a esa poooobre gitana huérfanita, y luego a la rubita que dejé flotando agarradata de un cachito de madera a modo de flotador. Pero lo peor, Mary Red, es que te entretienes en ir recogiendo esos malditos trocitos de mapa, y eso sí que me molesta. Pero no te preocupes, cuando acabe contigo, será tus trocitos los que recojan los peces... en el fondo del mar... matarile, rile, rile... en el fondo del mar, matarile, rile, ron.

Mi malvada risa resuena y vibra en todo el maderamen del Navío Supremo. A bordo todos saben que el capitán no está contento, y eso no es bueno para nadie.

- Bueno amigos... ¿qué os tlae pol estos lales? ¿Deseais los selvicios de Cheng-Ghunái? -

Las chicas comienzan a recorrer las calles, siguiendo las indicaciones de Wu, hasta que llegan a un callejón donde pueden ver con claridad todos los ataudes apilados a un lado de una tienda bastante peculiar.

"Stan´s"

- Hola, hola, hola, hola, señoritas... -, os dice el tipo que no se queda quieto ni un momento. - Queréis un ataud para vosotras, para vuestros maridos, hijos, tios, sobrinos, nietos ( no nietos no Stan que son muy jóvenes ) Aquí está Stan para servirlas en lo que sea, pedid, pedid, Stan complacerá... -

Elisabeth se planta frente a la puerta, soltando la muñeca de María, pues ya no podían perderse. Traga saliva y con mirada decidida entra en la estáncia con el saco donde lleva la lámpara en la mano.

¿El señor Stan? Pregunta nada más entrar, mirando el local con curiosidad.

Al escuchar el discurso del que parece el propietario, Elisabeth sonríe con la mayor cortesía posible.

No es eso precisamente lo que venimos buscando, buen señor.

Levanta el saco con ambas manos y lo pone encima del mostrador.

Necesitamos una reparación y... Era momento de usar toda esa diplomacia que había estado practicando siempre... hemos oído hablar de sus extraordinarias manos. Termina, apoyando las manos en el mostrador y mostrando todo su encanto femenino.

Spade se queda mirando fijamente al pirata, ignorando completamente al obsequioso comerciante.

- Esto, no, no necesit5amos nada, chino. Westen, acompáñame...

Agarra a su amigo del brazo, impidiéndole entrar, y comienzan a seguir al pirata de extraño aspecto...

Stan se ve arrastrado lejos de la tienda de Ghun'ai por el Doctor.

-Pero... pero... ¡Zai jian!

Al principio se resiste, pero finalmente comienza a seguir a su compañero.

-Bien, nada de fumar por hoy, supongo... ¿Ahora me vas a contar quien es ese tipo al que estamos siguiendo?

No hacéis mas que dar dos pasos fuera del lugar, cuando una de las chicas de dentro del local sale corriendo gritando y sollozando, pidiendo ayuda a gritos.

Os dais un segundo la vuelta y veis como la chica está cubierta de sangre de arriba abajo, el camisón transparente se le pega a su piel completamente manchado de sangre, lo cual deja ver su excelente figura...

Intentando no perder de vista al hombre, Spade contesta en un susurro, mientras saca su pistola

- Ese hombre estaba muerto, Stanley. Lo mató la Peste en Boa Vista hace años... y aunque no hubiera sido así, tenía sesenta años cuando yo llegué al Caribe... ¡debería estar muerto, y sospecho que tiene algo que ver con esto!

El Doctor se lanza hacia los callejones de Tortuga, en pos del hombre demacrado...

Stan se detiene un momento cuando la mujer grita. Por un momento piensa que el doctor va ir a ayudarla, pero saca su arma y continúa andando.

Cuando abre la boca no es nada alentador.

Stan decide que no va a quedarse allí, en medio del barrio chino, con un psicópata suelto. Así que hace igual que el Doctor y saca su pistola mientras trota hasta alcanzarlo.

-¿Como que estaba muerto? Joder Doctor, ¡ya sabes que esas cosas no me gustan nada!

Spade intenta abrirse camino entre la multitud que se agolpa.

- Muerto, Stanley: Lo que suele suceder con la Peste. ¡Apartense, maldita sea!

El pirata sale caminando entre la gente tras hablar con Maria y con Elisabeth en la entrada del callejón. Veis como las chicas se van hacia un lado, mientras que vosotros comenzáis a perseguir al pirata.

En ese momento, tras unos minutos de perseguirlo, él ya les ha sacado bastante ventaja. Parece como si la gente lo evitara, y esto hace que caminar por el gentío sea mucho mas fácil para él.

En ese momento, veis como gira su cabeza hacia vosotros en un movimiento antinatural y se sonrie, pare después desaparecer entre la gente.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro al ver a mi viejo amigo Spade siguiéndome.

Iluso...

Stan avanza apartando a la gente a empujones, casi incapaz de seguir el ritmo del doctor.

Pronto queda claro que van a alcanzar a ese hombre, hace rato que se ha perdido entre la gente.

-Doctor...- grita Stan- Doctor...- el doctor parece obsesionado en seguir al hombre y no le escucha. Finalmente Stan le alcanza y le agarra del brazo.- ¡Spade! ¡Es inutil! ¡Le hemos perdido! Vamos, ¡tienes que volver a ayudar a esa muchacha!

Spade tuerce el gesto. No le gusta nada quedarse sin respuestas.

- Maldito Necros. Ya tendremos tiempo de hablar...

Inmediatamente, se vuelve hacia su compañero y asiente, lacónico, poniendo rumbo de nuevo al fumadero de opio.