Partida Rol por web

Vargo habla segundos después que Elisabeth sin pensarselo dos vezes; - Perdona querida, pero nosotros, SOMOS piratas. Te recojimos porque nos pareció bien a todos pués "casi" - esta última palabra la acentúa con los dedos - nunca atacamos a nadie si no és por necesidad, falta de respeto y/o defensa própia..

Me creo que a la mayoría de aquí nos hace falta movernos, almenos a mí. ¿Qué me dicís? hace ya mucho tiempo que no tenemos guerra JuJu - dice mirándo a todos mientras se levanta del borde del barco y cierra el puño delante de él pensando en ese grandioso momento.

Luego lo baja ya un poco más calmado.
En cuanto a los trozos de mapa que tenemos y el apestoso - mira sonriente a Rodrigo - ya nos encontraremos con él tarde o temprano si es que va detrás de lo que se dibuja en este.

La desconocida, que permanecía en un rincón, apartada de los demás. Se encontraba mirando al cielo, sentada en una posición poco femenina mientras que con una mano acariciaba al lobo negro. Sus carícias eran despreocupadas, pero al parecer al animal le gustaban.

Cuando sus compañeros empiezan a hablar, su vista cambia de dirección hacia los respectivos interlocutores. No abre la boca, no opina. Aunque no recuerde que era lo que hacía antes de ser rescatada, sabía que no solía quedarse mucho tiempo en un mismo sitio. A pesar de ello, era cierto que la habían salvado de una muerte segura, y el honor y la dignidad eran valores que ella respetaba. No se movería del barco sin devolverles el favor.

La capitana llevaba varios dias indispuesta, pero uno de los hombres había dicho que él estaba ahora al mando, así que lo mejor sería ir a hablar con él cuando la reunión finalizase.

Todos os giráis cuando un sonido resuena en toda la cubierta...

La puerta se abrió dejando paso a la capitana. Su aspecto era cansado, se le veía aún algo indispuesta. Con rostro serio abanzó hacia el grupo, en silencio. Sus pasos resonaban. Miró a Vargo y murmuró con voz grave.

¿Qué trozos de mapa? Frunció el entrecejo Los trozos de mapa se encuentran ahora bajo miles de escombros, junto al cadáver de Jack Crow.

No parecía de humor. La frustración de reconocer que habían cometido tal descuido...era un tanto humillante. Suspiró y miró a Rodrigo. Navegaremos hacia Port-Au-Prince. Es un puerto importante, con un poco de suerte podremos asaltar algun barco de por medio. Miró a la chica del lobo.

Esperemos que ése lobo no se coma a la cabrita. Pasa a mi camarote, hablaremos. Oficial Rodrigo...Miró al español Te encargo el barco, debo arreglar asuntos. Confío en tu experiancia y habilidad.

Dicho esto volvió a adentrarse a su camarote.

Vargo se queda con cara de (Ò.o) tras las palabras de la capitana hacia él. No dice nada y bajan sus ánimos hasta el suelo dejando ir un suspiro y volviéndose a sentar..

¡Bueno!
Digo yo de un humor inmejorable tras la intervención de la capitana.
Pues ya tenemos destino y, además, permiso oficial para apresar a cualquiera que se nos cruce. Si. Me parece un plan excelente.
Miro a Rodrigo ahora y añado.
Pues a Puerto Príncipe. Como ya te dije, yo no tengo problema alguno con el destino de nuestra singladura.
Finalmente, me aproximo hasta Stan el cual, no es que haya intervenido demasiado en la conversacion.
Permanece vigilante en tu puesto. Y no dudes de avisarnos en cuanto logres distinguir alguna vela en el horizonte.

La desconocida se queda con cara asombrada, pero no dice nada. Se levanta, dedicando una sonrisa al lobo quién se tumba de nuevo como siguiendo una orden, para luego cerrar los ojos tranquilo.

La chica camina en dirección al camarote de la capitana, con las manos en la espalda, y con pasos que parecen casi saltos.

Tras varias horas de calma chica en la mar, el Berenice flota tranquilo en el medio del oceano, bamboleandose de un lado a otro con cada una de las olas que golpean su costado.

Stanley no ha bajado del puesto de vigía y continúa "vigilando" entre trago y trago de ron el horizonte, buscando cualquier signo de enemigos.

Los demás, pasean por la cubierta tranquilamente, realizando sus quehaceres.

Hace unas horas la capitana dió una orden, poner rumbo a Port-Au-Prince, a varias millas de Tortuga, y también dejó a cargo del Berenice a su Primer Oficial, el Señor Rodrigo.

Rodrigo de Luna impartió las órdenes correspondientes para que el barco comience a avanzar tranquilo por la mar, mientras que pidió a Stanley que se mantenga ojo avizor sobre el carajo por si hay problemas en cualquier momento.

Elisabeth se encuentra en la cocina... ya ha preparado algo para la próxima comida y ahora mismo está... afilando los cuchillos. No es una tarea que una señorita noble debería saber hacer, pero parece que tiene mucha práctica en ello. Cuando ha acabado con los de cocina, empieza a pasar la piedra rítmicamente por sus cuchillos de lanzar, sacándolos de rincones insospechados de su cuerpo y colocándolos uno al lado del otro, con cuidado, encima de la mesa.

El suave rozar de la piedra de afilar contra el filo de los cuchillos provoca un sonido que parece que acompaña al movimiento del barco, rítmico y tranquilo.

La rubia se lleva de vez en cuando el cuchillo que afila cerca de los rojos y carnosos labios y lo sopla con cuidado, para volver a pasar la piedra después. Una y otra vez, tarareando una suave y tranquila melodía, recordando quizá la última vez que la escuchó, en la fiesta de cumpleaños de alguna jovencita de la nobleza... o quizá en la suya propia.

Camino pausadamente por la cubierta del castillo de popa desde una borda a la otra. Y, de vez en cuando, entrecierro los ojos para observar, a pesar del sol cegador, el horizonte a la búsqueda de una vela que pueda ser una bonita presa.
Pero, de momento, no se distingue nada de nada.
Ahora me giro y atisbo las velas. Y he aquí que cuelgan bastante flácidas de sus respectivas vergas.
Tras soltar un taco entre dientes a la salud del dios del viento, continuo mi lento paseo.
Aunque si que logro encontrar cierto consuelo. Pues mi mano acaricia, de vez en cuando, la empuñadura de Galm.
Y también, de vez en cuando, me asomo a la cubierta principal desde el castillo para contemplar como nuestros nuevos cañones de retrocarga relucen bajo la luz del sol.
Y entretanto, el Berenice se abre paso perezosamente rumbo a Puerto Principe.

Vargo esta sentado en las cuerdas en forma de telaraña que se encuentra a los dos costados de la nave y suben hasta lo más alto del Berenice. - Tsk.. esto es una mierda. - suelta para sí mismo mirándo hacia el orizonte entre suspiros de aburrimiento.

Stan sigue en el el puesto del vigia sin quitar ojo del horizonte... bueno, a ratos, en un momento dado mira a cubierta y localiza al doctor, que pasea pensativo después de una de sus incursiones al camarote de la capitana.

Stan lanza directo a la cabezo del doctor una bola hecha con miga de pan de las que lleva en el bolsillo para estos casos. Cuando el otro inglés mira Stan le hace un gesto para que suba por la escala hasta su puesto.

La Capitana se sentó en su asiento de siempre e invitó a sentarse a la chica.

¿Y bien? ¿Que puedes decirme de ti? Se la notaba cansada, sin muchas ganas de dar guerra. Se pasó las manos por el pelo, asegurándose que la rosa estaba donde debía estar. No solo quiero saber si puedo fiarme de ti, sino también si me sirves de algo o puedo tirarte por la borda como una simple víscera de pescado pudrido. Con la mirada la analizaba, cualquier gesto, cualquier mirada. Ése era el escáner que habían pasado todos, tarde o temprano.

Así que dime, qué puedes ofrecerme, qué puedo obtener de ti. No somos una casa de acogida, somos piratas. Lo dijo con orgullo pero con dureza.

A pesar del tono que utiliza la capitana, la chica se mantiene serena. Acepta su ofrecimiento de sentarse y cruza las piernas.

Pues...el caso es que no recuerdo nada. Ni siquiera mi nombre. Lo primero que recuerdo es a vosotros rescatándome. Dice encogiéndose de hombros. No le tenía miedo a la capitana, era respeto lo que sentía por ella. Era una mujer con carácter sin duda, y podría aprender mucho de ella.

La miró fijamente.

Ya veo. Pero no me respondiste a todas las preguntas. Estoy esperando. Algo que no le gustaba a Mery era que su tripulacion no cumpliese lo ordenado. No te lo preguntaré una tercera vez, ¿qué puedes ofrecerme? ¿Sabes hacer algo? ¿O puedo destriparte y tirarte al mar?

La chica no se asusta. Sonríe. Tampoco necesitaría un cuchillo para partirla en dos, casi con un soplido podría, a causa de sus heridas de tortura.

Mm... medita. No sé si le servirá, capitana, pero tengo esto. Le dice tirándole una cartera encima del escritorio. De repente, lo he tenido entre las manos, como si fuese algo innato. Dice sin darle mucha importancia.

Cuando la capitana coge la cartera, puede ver que en ella pone: Stanley.

Mery Red se encuentra sonriente de pie, esperando que la Desconocida le demuestre sus habilidades.

Nadie sabe como pasó, ni cuando, ni por qué...

Solamente la Capitana ve que la Desconocida se mete la mano en el bolsillo de sus raidas ropas y comienza a sacar cosas sobre la mesa...

La foto de su difunto marido...

¿No estaba sobre la mesa de noche de su dormitorio hace un momento?

Un cuchillo arrojadizo...

¿No lo tenía la capitana en el escote hace un momento?

Y por ultimo, a Piratilla... el cual sale revoloteando por la habitación gritando como un loco...

Ja, pero si quitarle algo a ese cabeza de chorlito es... Pero de pronto empezó a ver todas las pertenencias ahí encima. Corrió a coger la foto y tras comprobarla de cerca miró a la chica. ¿Cómo...?

Estaba sorprendida. ¿Como podía haberlo hecho? Al ver a Piratilla se quedó alucinada. Miró a la chica sorprendida. Se había ganado quedarse en el barco sin duda.

Está bien, te quedarás. Si ayudas al barco te ganarás la comida y la estancia. Miró la foto, la acarició con la punta de los dedos y se la guardó. Eres buena, chica. Sin duda. Creo que vas a ser útil... El problema es cómo vamos a llamarte...

Miró al mar y luego a la chica. ¿Te parece bien Coraline?

Tras unos segundos de reflexionar, la miró ¿Sabes luchar?

La chica sonrió satisfecha, al ver lo bien que le habían salido los tiros. Estaba claro que fuese lo que fuese lo que hiciera antes de perder la memória, tenía algo que ver con el robo.

¿Coraline? Repite pensando. Bueno, no era un mal nombre y tampoco se acordaba del suyo. Asiente haciendo una mueca con la boca y levanta las cejas, en plan "me parece bien".

Pues la verdad... no lo sé. Pero algo me dice, que estas manos - dice mirándose las palmas- han cogido pocas armas. Creo que el lobo quiere protegerme. Propone indirectamente a la capitana.

La Capitana se levantó. Siento decirte que en una lucha el que más posibilidades tiene de salir herido es tu lobo. Por eso te recomiendo que aprendas a luchar con algún arma. No te dejarán de lado pero no podrán cubrirte las espaldas, el resto de mi tripulación. En Puerto Príncipe si quieres podrás bajar a puerto a ver si ves alguna arma que te sea interesante. Hasta entonces... La capitana se cruzó de brazos Será mejor que aprendas con lo que haya por el barco. Espadas o lo que sea. Puede que antes de llegar a puerto nos encontremos algun barco, y si no pues mejor para nosotros.

Respiró hondo. ¿Alguna cosa más?