Partida Rol por web

Ulrich no encontró nada de valor en el edificio que entró, mucha mugre, algún roedor muerto paro nada más allá de herramientas y enseres de diversa índole. El tecnosacerdote se afanaba en despejar la barricada, pero el ritmo era lento dado que nadie le estaba ayudando, pero lejos de importarle, estaba comprometido con su tarea eliminando las barreras una a una.

El ambiente en las calles era mortecino y calmado, lejos quedó la muchedumbre de ciudadanos que se dispersaron con el primer disparo. Habían repelido la amenaza ya juzgar por la situación, no tenía pinta de que se volvieran para intentarlo de nuevo, menos después de haber sido vapuleados en los primeros segundos de la escaramuza.

-¿Qué te espere? Más vale que aligeres el paso si no quieres dedicarte a ver mi brillante culo.- Salió hecha puro nervio, dispuesta a poner distancia con ella con cada amplia zancada y que pudiera hacer justamente eso tal y como Vera quería.

Una vez en el edificio la esperó para hacer el barrido de rigor, porque podía tener un carácter difícil, pero le gustaba hacer bien su trabajo. Todo había parecido normal al principio, hasta que se percató de la disposición del mobiliario, debajo de lo que se suponía debía ser una mesa, había una ligera variación de luz. Aquella mesa sin patas ocultaba una trampilla que debía dar dar acceso a un sótano

Le hizo señas a Darya para indicarle el lugar y con un gesto de la mano que guardara silencio para intentar acercarse con sigilo a la trampilla y entrar. Si, la palabra era intentar, pero no siempre querer es poder.

Cuando Vera bajó por la trampilla se dio de bruces con un cañón de pistola láser apuntando directamente a su cabeza, la mujer, que no tardó en reconocer como el objetivo que él inquisidor había mandado capturar, le hizo el universal gesto de "guarda silencio o te pego un tiro". El arma era de excelente manufactura, bien cuidada y la firmeza con la que era empuñada denotaba que aquella líder de rebeldes era alguien veterano, lo suficientemente veterana como para no amilanarse ante una soldado de élite como era Vera; el problema fue cuando la ayudante, Svetlana, bajó la corta escalerilla. 

La anónima mujer, al verse superada pero con la iniciativa del momento a su favor, le descerrajó su arma a quemarropa a Svetlana dejándola sin aire en los pulmones y cayendo inconsciente en el acto. El arma disparada no había emitido ruido alguno y el haz de energía fue preciso y eficaz, pues la municiadora había sido herida de manera contundente pero no de gravedad. Sus ojos se volvieron peligrosos y sin dejar de apuntar a Vera le hizo señas para que se echara a un lado. El sótano en el que se encontraba tenía diversas pantallas y cogitadores, cables de alimentación y un potente equipo de transmisiones y refrigeración, como poco parecía un centro de mando.

Como abras la boca, tú amiga muere y luego vas tú - amenazó con una voz afilada, como si fuera un cuchillo cortando limpiamente una hoja de papel. Solo Darya estaba lo suficientemente cerca como para salvar la situación.

Vera desaparece de la vista de Darya al internarse en la obertura que acababa de descubrir, una trampilla en el suelo que daba a un sótano oculto. Después de que Svetlana, la ayudante de Vera bajara, Darya quedó sola con el bueno de Petrov, que miraba la situación con cierta sorpresa y esperando a que la especialista decidiera el próximo movimiento.

A pesar de que Vera intentó hacer el mínimo ruido, Darya observó cómo su empeño se quedó en eso, en un intento. La especialista, por su parte, tuvo algo más de éxito. Silenciosamente se acercó a la apertura por donde su compatriota había desaparecido unos segundos antes. Se metió, curvando su cuerpo cual sierpe con la intención de no hacer más ruido abriendo la trampilla y sujetándola para que Petrov bajase con su habitual cara de sorpresa, como si nunca se esperase lo que se encontraba y veía a su paso.

Era silencioso, pero un agradable compañero. La droveriana bajó tras él bajando la trampilla, sin cerrarla. De este modo, la sala enmudeció y se sumió de nuevo en la oscuridad que había antes de la aparición de las tres mujeres y el hombre.

Cuando Darya bajó las escaleras seguida de Petrov, lo hizo en total y absoluto silencio, síntoma de que la soldado era más que capaz. El lugar estaba bien iluminado, con luces blancas y una media docena de pantallas con diversa información, cogitadores y un sistema de transmisión de gran potencia todo ello refrigerado eliminando cualquier marca de calor, hasta daba la sensación de que hacía frío. Lo siguiente que llamó la atención, fue el cuerpo inconsciente y herido de Svetlana, la ayudante de Vera y a esta, siendo encañonada por una mujer, la mujer que el Inquisidor los advirtió que debían capturar.

Fuere como fuere, la mujer no percibió a Darya, estaba ofreciéndole el flanco a la recién llegada mientras miraba a Vera con la pistola, de exquisita manufactura, apuntando a su rostro.

"Daño cerebral" diagnosticó rápidamente cuando aquel hombre insistió en seguir cavándose su propia tumba. No era algo raro entre los soldados, precisamente, y aquel pobre diablo debía haber sido herido en la cabeza en algún lugar y retirado del servicio. O eso, o directamente tenía tan poco aprecio por su vida como para tensar la cuerda de aquel modo. De un modo u otro, ya no era problema suyo, sino del sargento. 

Con un leve asentimiento a su superior, y una última mirada a los hombres, partió a la posición donde debía estar.

-Ni que decir tiene que todo aquel que esté herido hará bien en pasar por mis manos. A veces las heridas del cuerpo se transforman en heridas del alma si no son tratadas a tiempo...

Golpeo un poco la pierna de Omaima. - Atenta a lo que ha dicho el sargento. Mientras tanto, yo tamborileo con los dedos sobre los mandos de chimera, mientras veía como el brazo mecánico de Grigory despejaba el camino de la barricada improvisada. Ahora sin enemigos, podía ver el infecto lugar donde esta pobre gente tenía que vivir, y que por ende nuestros congéneres tendrían que compartir con ellos algún día. - Jodido inquisidor .... mascullo entre dientes. 

Ulrich iba en camino a la posición indicada por el sargento, cuando escuchó el mensaje del medicae de la escuadra. Ahora que lo decía, si que parecía buena idea que le echaran ojo al tiro de escopeta que le había alcanzado. No era muy doloroso y ni de lejos serviría para incapacitarlo, pero alguna de las postas se había metido entre las juntas de la armadura y era mejor aprovechar y quitarlas ahora que tenían un momento de calma, que a saber si luego se encontrarían con más problemas y no habría oportunidad de que lo parchearan un poco.

— Sargento, si no tiene inconveniente, voy a acercarme primero hacia la posición de Sina, uno de esos cabrones consiguió darme con su escopeta, nada serio — adviritó antes de encaminarse hacia el lugar que le habían designado al macsiagiano.

El Sargento negó al escuchar la respuesta del soldado rebelde. No parecía que supieran nada. - Si sabe lo que le conviene, mantendrá sus opiniones dentro de su cabeza. -

Se levantó tras atarles las manos con unos cables cogidos de entre la basura de aquel lugar y amordazarlos. - Operadora, informe de que hemos sufrido una emboscada al llegar al lugar pero que hemos derrotado al enemigo. Ninguna baja aliada. Confirme que el lugar está asegurado y que esperamos nuevas órdenes. Dos soldados enemigos capturados. - le dijo a Helga, su operadora del vox.

Asintió ante la petición de Morgensten. - Si alguien más ha sido herido, que le vea el Sr. Sina. -

Tras eso, se reunió con el pater. - Bien, hemos asegurado el lugar, ahora a esperar hasta que tengamos nuevas órdenes. ¿Qué opina de lo que han dicho? -

Cuando bajaba las escaleras Darya vio el cuerpo de Svetlana, inconsciente.

- Me preocuparé de eso más tarde. - Se dijo.

Después, vio a la mujer a quien se suponía que debían capturar, según las órdenes del Inquisidor encañonando a su compatriota. Sin dejar que pasase más tiempo, sacó la pistola que llevaba encima; con un gesto ágil recortó la distancia que las separaba y encañonó, a su vez, a la misteriosa mujer.

- No te muevas, o lo último que verás serán tus sesos saliéndote por los ojos. - Le dijo con frialdad a la rebelde.

Cuando fue interpelado, después de limpiar su arma y depositar en ella un beso delicado después de haber sido purificada con la unción adecuada, el sacerdote, bajo el yelmo de la armadura militar más poderosa conocida por el Hombre, asintió lentamente. 

-Mienten. O son estúpidos -sentenció- "No hay líderes, todos nosotros actuamos como un hombre". La herejía no tiene más poder que el que le dan los hombres, y en todo hay líderes. Esta gente sólo ha renunciado a la verdad imperial por una propaganda estúpida y barata... -sacudió la cabeza- Las maldiciones gemelas de la desesperación y la herejía.

Aquellos soldados le recordaban tanto a la propia gente de su planeta. Las mismas estúpidas ideas, cortedad de miras, venganza espuria contra el que no era el verdadero culpable, y por supuesto las certeza de que suyo era el centro de todo hasta que estaban demasiado dentro como para no dejarse llevar por los hilos del Gran Enemigo. Ya había sido leniente una vez con ello en lo que, en su ceguera, creyó un momento que podía haber sido virtud.

Tan ciego había estado al universo que le rodeaba, para hacer uso de la segunda cuando fue más daño que nobleza.

-Están convencidos a la vez de su propósito, de que son una célula independiente que actúa por arte de magia sin cortapisas contra un mundo que los odia y que acapara sus recursos y por supuesto que el Imperio y el Inquisidor son los villanos de esta historia. Y parece que ninguno de ellos se ha percatado de lo disparatado de estas ideas -musitó- Unas jornadas en las celdas y unos interrogatorios a manos de profesionales para saber hasta qué punto esto es un recurso natural de sus mentes o algo convenientemente implantado por villanos podrían ser de utilidad... demás de que les permitiría purgar sus pecados y muchos y nocivos humores.

La mujer chasqueó la lengua y ni intentó desenfundar la segunda pistola que llevaba en el cinto. Miró a Vera tensando la mandíbula y luego, de reojo, a Darya. Una profunda exhalación de aire surgió de sus pulmones y la mujer se rindió entregando la pistola con la que apuntaba a Vera dejando que esta resbalara por la empuñadura quedando colgada del gatillo hasta que Vera la recogió mientras el ayudante de Darya le arrebataba la pistola de plasma que llevaba en la funda del cinto. 

Fue cacheada y sacaron, aparte de la pistola láser de exquisita manufactura y la pistola de plasma, seis cuchillos arrojadizos y una porra eléctrica. Sin más dilación, apuntada por Darya, subieron todos las escaleras mientras Vera y Petrov cargaban con el cuerpo inconsciente de Svetlana. Era el momento de informar.

Mientras debatían, después de amordazar y maniatar a los prisioneros, Darya apareció con el premio gordo del día. La líder rebelde estaba ante todos, manos sobre la nuca y la pistola de una de sus captoras practicamente incrustada sobre la nuca de la anónima mujer. Vera y Petrov (el ayudante de Darya) iban justo detrás de ella; ambos cargaban el cuerpo inconsciente de Svetlana, la municiadora. Tenía una fea herida de arma láser en el torso, por la parte inferior de su pecho izquierdo. La mujer se sabía perdida, pero se mantuvo firme, impasible e incluso desafiante. Había algo en ella que no encajaba pero era imposible de discernir que podría ser, sencillamente, había algo extraño.

La mujer miró al sargento y se quedó a la espera, en silencio, observando primero al líder y luego al resto, blindados por sus armaduras de caparazón que los aislaban de todo. 

Karl asintió ante la respuesta del pater. Aquellos hombres o eran inútiles o mentirosos.

Y si habían sido soldados de la G.I. no debían ser tan inútiles.

- Sin duda tiene razón pater. - dijo a modo de respuesta, sin confirmar, adrede, si era con una cosa o la otra, para dejar sufrir a los dos soldados que tenía delante.

Una algarabía fuera llamó su atención y, tras comprobar que los soldados estaban bien atados, ahora ya tanto de pies como de manos, pues ya no iban a escapar, salió a comprobar qué sucedía.

El lho se le cayó al suelo desde los labios cuando vio a una de sus mujeres acercándose con la líder rebelde encañonada con su pistola. - ¿Qué coj...? Magnífico, buen trabajo. ¿Qué ha sucedido, estaba escondida? - preguntó, aún sin creerse la buena suerte que habían tenido.

No, definitivamente algo no iba bien allí. Al mirar a aquella mujer había algo que no encajaba.

- Atadla. Quiero que todo el mundo, excepto el pater, vigile los alrededores. Posicionaos como mejor creáis, pero quiero que estéis cerca y todos los ángulos cubiertos. Al que oiga discutir hará instrucción doble en los próximos ejercicios. Venga gente, terminemos esto bien y la próxima ronda de matarratas la pago yo. Assad, que la torreta no deje de vigilar y preparese para moverse a la mínima. Sina, atienda a Svetlana. -

Sacó su pistola y apuntó firmemente a la mujer.

- Bienvenida. ¿Hemos tenido suerte o quería darnos algún mensaje? Anímese, Está hablando conmigo y no con el inquisidor. Tengo a dos de sus hombres, que le han sido leales, ahí atrás. Prometí que les daría oportunidad de redimirse y así ha sido. Dígame, le escucho atentamente. -

Sin quitar la vista de la mujer, le dijo a su operadora - Greta, comunique con el centro de mando y comunique lo siguiente "Hemos atrapado al objetivo principal, repito, hemos atrapado al objetivo principal. Solicitamos órdenes urgentes." -

La gente pasaba ante el chimera, primero a un lado y luego al otro, pero sin haber disparos la cosa parecía controlada. Tan controlada estaba la situación que durante un segundo juraría haber dado una cabezada en mi posición, justo cuando colocaban a los dos prisioneros capturados. - Bueno, parece que ya hemos cumplido con parte de nuestro trabajo. No justo había dicho esto, cuando el sargento volvió a ordenarnos que estuviésemos atentos a la calle y edificios que nos rodeaban. - Recibido, sargento.

Grigory se mantenía ligeramente ajeno a lo que ocurría fuera de su posición mientras que continuaba arrancando esa barricada para que el vehículo del regimiento pudiera pasar. El pater, en su fe, no veía la lógica de ese alzamiento. Morir o Morir intentando conseguir comida, tenían todo por ganar y nada que perder, era lógica de cualquier ser humano. Escuchó las órdenes del sargento y mientras continuaba arrancando trozos de metal con el servobrazo, el tecnosacerdote empuñó el rifle y mantuvo una vigilancia por si eso era una emboscada, y parecía que ahí estaba la mujer que tenían que apresar.

Demasiado fácil -pensó el tecnosacerdote durante un instante antes de volver a su tarea.

Vera estaba agradecida por la intervención de Darya, de lo contrario habría acabado peor que Svetlana, pero la situación de alivio no evitó que volviera con el morro torcido. Una mala sorpresa tras la puerta equivocada y había estado a punto de convertirse en la batallita que nunca contaría. Aunque la puerta había sido la correcta, habían encontrado a su objetivo y ella podría contar como Darya le salvó el peinado. Menuda patada para su gigantesco ego.

-Sí, Señor.- Se mostró más cooperativa y menos altanera que de costumbre. Lo cierto era que ahora mismo no podía chulear acerca de nada, así que lo mejor era callar y ponerse al trabajo, ocupando su puesto en la vigilancia.

Casi cuando había llegado al punto indicado, recordó el arma que aquella mujer había dejado caer. Un arma que había sido hecha con gran esmero, sin duda un arma cara, como pocas, pues no había visto ninguna igual. Regresó sobre sus pasos para informar al Sargento.

-Sargento, aquí la amiga,…- Hizo un gesto con la cabeza apuntando a la prisionera. - Llevaba este arma encima.- le mostró el arma a su superior con el cañón apuntando hacia abajo. 

Cuando Grigory ve el arma, no le queda ni la menor de las dudas, ante todos se encuentra una archeo pistola láser, un arma prácticamente única en toda la galaxia.