Una vidente bruja o que se hacía pasar por bruja. Justo lo que necesitaba aquella tarde.

"..."

Si no hubiera sido por las órdenes del que era el Sargento aunque fuera de paisano, ni lo hubiera considerado. El Tarot del Emperador era una cosa muy seria que debía estar en manos custodiadas y sancionadas; cualquier otra cosa apestaba a cortejar con la heterodoxia, la superchería y el multiculturalismo. Y en especial no se fiaba de que la mujer quisiera que cogieran todos las cartas, que ya sabía lo obsesivas que eran las brujas con todo lo de tener rastros de uno. Aquello le parecía la más horrible de las ideas, pero, órdenes son órdenes, y el que no obedece por buenas que le parezcan sus intenciones está conducido a la herejía. 

-Hmph. Tome -tendió el dinero y cogió una carta- Gracias.

Al menos le consoló intuir que muchos de los miembros de su escuadra guardaban recelos. Espiritualmente sano.

Fuere como fuere, todos fueron cogiendo su carta y observando lo que le había tocado. Algunas pictografias resultaban extrañas, inverosímiles o que carecían de sentido. El más reticente fue el sacerdote, como cabría de esperar, por ello la anciana sonrió aún más cuando Ollanius cogió su carta, hasta llegó a reírse con una risilla por lo bajo que denotaba que aquello le divertía ¿realmente era peligroso el lugar donde se habían metido? por el momento era difícil saberlo, pero salvo la risilla, la anciana se estaba comportando de una manera muy tranquila.

Cuando todos hubieron dejado su carta sobre la mesa, la mujer cogió la baraja, la juntó, barajó, cortó ocho veces distintas y se dispuso a hacer una tirada nueva mirando con cierto divertimento - podéis estar tranquilos... soy de fiar - dijo con calma mientras sus ojos se abrían de par en par al ver la tirada que acababa de hacer y un "oh oh" se le escapó - pensaba que no estaba todo tan mal... vais tarde, todos tarde, tarde tarde tarde - repitió de manera visiblemente nerviosa, era como si acabara de interpretar a su modo, su propia muerte - ya no se puede hacer nada drovelianos, no... - parecía algo agobiada, apunto de romper a llorar y se quedó callada un largo minuto, releyendo las cartas, reinterpretando a su manera - estamos muertos - sentenció de manera tajante, pero entonces sacó una carta que había quedado medio oculta - pero... vosotros tenéis dos caminos... no se ve claro, pero estaréis en una encrucijada... - miró al techo conteniendo las lagrimas - recuperar vuestro legado... o afrontar la oscuridad - miró a todos y las lagrimas recorrieron sus mejillas infestadas de arrugas - os podré responder a una pregunta a cada uno... no hay más que pueda hacer.

Grigory miró su carta como si mirara a una pared, aunque al menos de la pared podría entender su función y motivo de ser de esa forma, esa carta era un naipe elaborado, pero sin nada más para él. Decidió no darle importancia a si era una mentira como un templo o si era una gran verdad, pero sí que escuchó sus palabras como si fueran las más ciertas del universe.

Tarde, otra vez tarde. Como con su familia, como con su clan. Siempre tarde.

-¿Qué son las criaturas que atacaron por esta zona el día que desaparecieron nuestros compañeros? -preguntó el tecnoadepto- lo que fuera que provocara el rugido que tengo en un archivo de audio.

Si ella era críptica, él también. Nadie podía ganar a crípticos a los adeptos de Marte.

- ¿Cuáles son los planes del Inquisidor Khalid Orr con respecto a éste mundo y a nosotros? - preguntó el Sargento Karl, sin pensarlo demasiado. Desde el principio tenía al Inquisidor entre ceja y ceja, que fuera un psíquico no ayudaba en nada, y moría por saber cuáles eran los planes del Inquisidor.

"Ninguna buena acción quedará sin castigo" pensó el sanitario ante la sensación que le recorrió la espina dorsal cuando cogió la primera carta. No debió pagar, y desde luego no ser generoso con una anciana a la que poco debía quedarle en aquel nivel de la colmena. No podía evitar sentir que había cometido un error, aunque su naturaleza concreta le resultaba imprecisa. Sin embargo, cuando llegó la hora de las preguntas, miró extrañado al resto. ¿De verdad iban a dar por cierto lo que aquella mujer les dijera?

Sin duda había gente bendecida por el Emperador con el don de la profecía... Y brujos que habían sido marcados por poderes oscuros y podían arrancar mentiras y verdades del futuro. Cual de los dos era, si es que era alguno, no estaba nada claro. Pero parecía que la tónica general iba a ser plantear sus dudas, así que finalmente suspiró, no muy convencido, y preguntó.

-Hemos oído que hay una hambruna y grandes problemas, ¿qué es lo que está pasando en esta colmena?

Siento un escalofrío recorriendo mi espalda cuando recibo la carta de manos de la "bruja", y aunque al fin y al cabo la pictografía gravada en ella no me llegaba a decir nada, sabía que algo había sido cambiado. Entre sus palabras entrecortadas y sus frases a medias, la verdad era que no entendía lo que esperaba el sargento en sacar en claro de esta visita. - El Emperador nos pille confesados. No acababa de susurrar esta frase cuando la "vidente" nos dio la oportunidad de hacerla preguntas directas era una oportunidad única para conseguir información, fuese o no fiable por mucho que ella nos dijese. Levanto la mano cuando es mi turno, al igual que lo hacía en la escuela imperial.  - Buena señora, ¿podría decirnos si los compañeros a los que buscamos están vivos?. Lo hacemos por ellos mas que nada, así que sería un alivio que siguiesen vivos.   

Se quedó observando su carta sin ver más allá de la figura que en ella había representada, así que la devolvió a la mesa sin sentirse nada más que unos tronos más pobre. Aquello le parecía una pérdida de tiempo... hasta que la anciana empezó a tirar las cartas y a hablar de aquella manera, parecía realmente afectada por lo que había "visto", y la sensación de incomodidad de Ulrich aumentó. No confiaba ni mucho menos en gente que tuviera aquella capacidad, pero aun así sentía un respeto inducido por el miedo a todo lo que implicara brujería psíquica.

Más aun cuando la predicción parecía ser tan funesta. ¿Por qué los adivinos nunca hablaban con claridad? Al menos les permitía hacerle preguntas, conocía de otros mercachifles similares que una vez tenían el dinero soltaban cuatro mamarrachadas y si te he visto no me acuerdo después. Sus compañeros alzaron las primeras cuestiones. Después de ver como aquellas criaturas le arrancaban los brazos a Jean con sus manos desnudas, no era optimista respecto al destino que pudiera haber corrido el resto de la escuadra desaparecida, pero sí que le llamó la atención algo de lo que había dicho la vieja.

— ¿A qué se refiere con recuperar nuestro legado? — a su mente vinieron imágenes de la defensa final de Drovelia. ¿Acaso había algo en aquél mundo que pudiera devolverles lo que habían perdido?

No sintió gran cosa cuando la anciana le entregó la carta, pero lo que vino después fue... Extraño. Tenía que ser brujería psíquica.

- ​​​​​​Dice, buena mujer, que llegamos tarde. ¿A qué llegamos tarde? - dijo con cierto temor.

Parecía ir en serio. Nada les garantizaba que dijese la verdad, pero sus lágrimas en los ojos y las palabras usadas por la anciana no podían evitar que Darya Gólubev estuviese bastante inquieta. 

Las preguntas se fueron sucediendo y la anciana comenzó a respirar con calma aunque sin mirar a ningún punto en concreto. En cierto momento colocó las manos sobre la mesa, miró la puerta y su respiración, que había ido en descenso paró, paró tan subitamente como la temperatura empezó a descender drásticamente hasta que la propia humedad condenasada en el ambiente crujió por la congelación. Las luces se apagaron y parecía que el único foco de luz provenía de la anciana, pues un brillo azulado dominó la estancia siendo ella el foco central.

Algo no estaba yendo bien y lo que pareció ser una simple anciana, amable y con cierta gracia, resultó no ser lo que era. Sin duda anunciaba su tirada del tarot imperial, pero, con tanta presencia de arbite en la zona ¿cómo era posible que hubieran permitido su trabajo? ¿el ordo hereticus hacía mal su trabajo? ¿acababa de despertar? esas preguntas se agolpaban en la mente de todos, y mientras lo prudente hubiera sido huir, atacar o lo que fuera, no pudieron.

La puerta estaba bloqueada, los cuchillos con la hoja congelada no permitian ser desenfundados y los contadores de munición estaban vacios. Puede que alguno tratara de arrojar un objeto, pero una fuerza invisible impedía acercarse. Estaban condenados y solo les quedaba rezar. Sin embargo, la anciana levitó y la voz de Grigory resonó, aunque este no habló.

¿Qué son las criaturas que atacaron por esta zona el día que desaparecieron nuestros compañeros?

Gritos y caos, hambre y odio, ansia y desenfreno... - fue la respuesta de la anciana, cuya voz sonó etérea, lejana y cercana al mismo tiempo, emitida sin gesticular; probablemente directamente en el interior de cada uno.

¿Cuáles son los planes del Inquisidor Khalid Orr con respecto a éste mundo y a nosotros? 

Ahora fue la voz de Karl la que resonó, y la respuesta de la anciana no tardó en darse - radicalradicalradicalradicalradicalradicalradicalradicalradicalradicalradicalradical traidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidortraidor - repitió con estridencia, como si fuera la locura hablando por ella.

Hemos oído que hay una hambruna y grandes problemas, ¿qué es lo que está pasando en esta colmena?

El doctor, el querido Ibn sonó esta vez - La muerte, el cáncer, todo llegó, los avisos se negaron... el traidor lo tapó, el traidor planeó... el traidor condenó... - contestó la mujer.

¿Podría decirnos si los compañeros a los que buscamos están vivos?

No, devorados, en miles de estómagos - dijo a la pregunta de Safwan.

¿A qué se refiere con recuperar nuestro legado? 

La cabeza de la anciana se movió con tanta rapidez que pareció tener docenas de cabezas. Cuando el espasmo terminó, los ojos estallaron y la sangre manó con fuerza de las cuencas vacías, comenzando a formar un charco de sangre a sus pies, un charco que se fue congelando - ¡EL LEGADO! ¡EL CONTROL! ¡VOLVER A SER SUYOS! ¡PERROS SIN AMO! ¡PERROS SIN AMO! - gritó con tanta agudeza que el cráneo dolió; una sensación de que la bomba iba a estallar dominó los instintos de todos.

¿A qué llegamos tarde?

Se calmó a la pregunta de la mujer, aunque giró en el aire y apuntó con su cabeza al suelo, sus brazos se extendieron, su boca se abrió de par en par y emitió un poderoso y gutural rugido que quebraría el espíritu de hasta los más firmes y devotos. Sin previo aviso, la mujer comenzó a convulsionarse, a jadear hasta que su cuerpo estalló en trillones de partículas que no mancharon nada, que atravesaron a los drovelianos sin dejar macula alguna sobre sus ropas ni paredes. 

La anciana acababa de desaparecer sin dejar rastro, consumida por las fuerzas de la disformidad, dejando su aviso en el aire y las mentes de los veteranos soldados que pudieron salir del lugar. Uno a uno, fueron saliendo a la calle para darse de bruces con la realidad, como si todo el mundo fuera ajeno a lo que acababa de ocurrir ¿nadie había escuchado semejante rugido? sonó tan fuerte que se podría haber escuchado.

En frente de uno de los talleres del mechanicum de aquella calle, se encontraba un rostro familiar para los drovelianos. 

 El capitán comisario estaba hablando con el adepto del taller, el hermano de marte de Grigory; parecía estar informándole de algo y de pronto, su brazo derecho se extendió y señaló a Záitsev con dedo acusador. La confusión se cernió sobre la escuadra de Karl que no comprendía que estaba ocurriendo, pues cuando Sir Algheran se giró para seguir la dirección del dedo, no tardó ni un instante en gritar - ¡Apresad a los traidores! - rugió a la nutrida escolta de arbites que lo acompañaban y rodeaban la limusina cuyo motor seguía en marcha. El problema fue que, tras la orden del Capitán Comisario, una serie de gritos en señal de protesta se dieron por toda la calle haciendo que las fuerzas de seguridad dudaran tanto, que se quedaron mirando a un lado y a otro. La calle había protestado y demasiadas personas se removieron inquietas, furiosas, como entrando en trance, y dos gritos idénticos resonaron con tal fuerza que el silencio se hizo durante un segundo, dos gritos que provinieron justo al lado de los drovelianos y enfrente del templo, dos gritos que alzaron en armas a mas de una docena de individuos que se bajaron capuchas, descubrieron sus cuerpos plagadas de tatuajes infernales - ¡SANGRE PARA EL DIOS DE LA SANGRE! - gritaron en respuesta un coro de voces.

Los arbites fueron tomados por sorpresa, la patrulla que había en el templo fue masacrada por los cuchillos sierras que unos portaban y los rifles automáticos de otros, mientras que en la zona de los drovelianos, que también fueron tomados por sorpresa, fueron testigos de como los herejes de verdad acababan con varios arbites del mismo modo que en el otro lado de la calle. El Capitán Comisario fue el único que reaccionó, pero unicamente para meterse en su limusina y salir de la zona acelerando a la vez que estaba siendo acribillada, el blindaje soportó los impactos de bala.

La escaramuza daba comienzo y los pandilleros acababan de ser avisados. Los civiles huyeron despavoridos en todas direcciones, aunque muchos de ellos fueron asesinados mientras huían mientras que los talleres se cerraban a cal y canto cuando sus medidas de seguridad entraron en acción y varias puertas blindadas cerraron el lugar.

El miedo corre por mi espalda mas rápido que prometium ardiendo, estaba claro que no me había confundido, era una bruja y ahora íbamos a pagar por ello. Acerco mi mano al cuchillo de combate, cuando la retiro una marca a fuego se impone en mi mano pues el mango estaba frío como el hielo, dentro del terror en mi mirada, empieza a crecer la ira hacia la anciana que teníamos enfrente. - Brujaaa ... Si la mera presencia de la anciana y los artificios que crea ante nuestros ojos, no es suficiente para acongojar al mas valiente de entre nosotros, sus palabras deberían ser suficiente como para hacerlo, unas palabras que marcan al inquisidor como un traidor, y nos dan respuesta al temor de que lleguemos tarde a ayudar a la compañía desaparecida. - Maldita sea. Con sus últimas palabras, la vidente desapareció en una deflagración de luz, sin mas que hacer en esa atestada habitación, uno a uno salimos para encontrarnos cara cara al horror. - Sargento de esta no salimos sin combatir. Un comisario acompañado de arbites nos tenía en su punto de mira, y si esto no fuese suficiente, cultistas de los poderes ruinosos, esperaban su turno para hacerse con lo que quedase de nosotros. Pongo la mano en la empuñadura de la pistola láser y me preparo para el inminente combate.

Las preguntas desataron los poderes de aquella bruja psíquica, pero Karl se mantuvo quieto, desafiante ante aquella demostración de la vieja señora. Se enfrentaba valiente a su destino, y los que le rodeaban podían verlo en su porte y mirada. Tenía claro desde que había entrado allí que los poderes psíquicos iban a tener mucho que ver en todo esto, pues el mismo Inquisidor ya había demostrado ser uno de esos brujos, y que ésta vieja se hubiera cruzado con ellos no podía ser casualidad. 

En su casa, desde pequeño, había escuchado a su madre creer en la predestinación, en que el destino ya estaba escrito y que uno sólo podía limitarse a recorrer la senda que le esperaba de la mejor forma, alabado fuera el sagrado emperador que tenía el destino de cada uno de ellos escrito a fuego...pero Karl pensaba que eso no podía ser posible, que uno debía poder mejorar su destino, o empeorarlo, dependiendo de las decisiones que tomara en vida, para acabar al lado del Sagrado Dios Emperador o muy alejado de su vera. Estoico, presenció las adivinaciones y predestinaciones que la señora hizo antes de estallar en mil motas de luz. - Ha tenido su castigo, por jugar demasiado con los poderes que no comprendemos, vámonos. - pero nada más salir de allí estaba el Capitán-Comisario que les tenía ganas, llamándolos herejes tras ser señalados por uno de los compañeros de marte de Záitsev. Mirando al Capitán-Comisario con odio mal disimulado, Karl fue a desenfundar la pistola claramente convencido que aquel hijo de perra era un enviado del Inquisidor, cuando la calle estalló en un tumulto. 

Lo que más sorprendió a Karl fue el grito de batalla de los "manifestantes". - ¡SON MALDITOS HEREJES SEGUIDORES DEL CAOS! ¡MASACRADLOS!* - gritó alto y claro por el vox, para que todos los que estaban a su alrededor al alcance del aparato pudieran escucharle sin problemas. 

Vio como los acólitos del caos cargaban contra los arbitres y los asesinaban, así que intentó organizar a los pocos supervivientes para formar una línea de defensa conjunta. - ¡ARBITRES LEALES AL IMPERIO Y AL DIOS EMPERADOR, OS AYUDAREMOS A ACABAR CON ÉSTA ESCORIA, COMO MIEMBROS LEALES DE LA GUARDIA IMPERIAL QUE SOMOS, NO OS DEJÉIS ENGAÑAR POR MANIPULACIONES INFUNDADAS! ¡SOLDADOS, A POR LOS HEREJES CAÓTICOS DE MIERDA! ¡QUE NO QUEDE NI UNO!¡POR DROVELIA!¡POR LOS DRAGONES!¡POR EL EMPERADOR! - al parecer, los titubeos iniciales de los arbitres habían cesado, pues varios de ellos asintieron hacia Karl y sus hombres, encarando a los herejes más cercanos. La noble, fuerte y sin duda, leal voz de Karl había convencido a aquellos hombres que estaban de su parte...o al menos, durante la pelea serían aliados. No había mejor ejemplo en ése momento de aquello tan mánido de "el enemigo de mi enemigo..." 

Con todo, Karl desenfundó su pistola y apuntó al cultista más cercano. 

Grigory dio dos pasos atrás cuando escuchó su propia voz haciendo la misma pregunta que había hecho, pero se quedó quieto cuando recibió esa respuesta que no era una respuesta. No sabía por qué se sorprendía cuando siempre se había dicho que ningún vidente hablaba claro, pero al menos había quedado claro que no era una charlatana, aunque sí una bruja.

No sabía que prefería en ese momento.

Todo fue muy confuso, respuestas y preguntas, escarcha por todos lados, rugidos y después estaban fuera. El tecnosacerdote se miró las manos y comprobó su cuerpo justo en el momento en que escuchaba la voz del oficial imperial llamarle traidor.

Otra vez no -pensó mientras veía como el adepto de Marte que había facilitado el sonido de lo que había ocurrido les señalaba, por lo que supuso que él mismo había sido el que había delatado la posición de sus compañeros; pero eso no fue lo peor. El grito hereje que ocurrió en ese momento y todo lo que se desató después, todo fue demasiado rápido; pero algo en su interior hirvió. Él no era un traidor, él no era como su familia; pero esos bastardos de delante sí.

-Por Drovelia -dijo con su voz mecánica mientras desenfundaba su pistola laser y disparaba sin detenerla al hereje que tenía delante, haciendo que el disparo silbara. Si eran tan estúpidos como parecían se acercarían a él.

La visión de la anciana a la que le estallaban los globos oculares impactó profundamente a Darya. Tanto que, si en ese momento hubiese podido moverse, se habría tocado los ojos con horror para saber si seguían allí y, sobre todo, huir. Huir como siempre le habían enseñado a no hacer.

Por si eso fuese poco, la mujer desapareció. La mujer sabía que nunca podría entender bien lo que había ocurrido. De lo que sí estaba segura era de que no podría ser la misma. Jamás.

Junto a los demás y, como movida por una fuerza invisible, pues no estaba segura de que ella misma tuviese las energías necesarias para desplazarse.

Después, todo fue rápido. No entendía del todo qué ocurría, tardó en reaccionar y, en realidad, no supo qué hacer.

Aquello había sido horrible. Horrible más allá de cualquier explicación coherente. Mientras veía aquello, Ibn había intentado echar mano del cuchillo, aunque ni él mismo tenía del todo claro si era para matar a la bruja o para matarse a sí mismo, sintiéndose asqueado y sucio por todo aquello. La parte racional de sí mismo, acurrucada en el fondo de su mente, no dejó pasar aquel retazo de información útil, pero el resto de sí mismo estaba demasiado ocupado recitando una y otra vez los salmos y oraciones, casi a voz en grito, entre risas histéricas. Quizás el medicae no daba demasiada confianza en aquel momento. 

Cuando salieron y toda aquella mierda se desató, aún seguía ocupado con sus menesteres, lo que no quiere decir que se le escapara lo que ocurría... Y que debían luchar o morir. Por eso cuando aquellos malnacidos gritaron sus impías palabras, replicó con una carcajada histérica, echando mano de su pistola.

-¿¡SANGRE!? NONONO, LA SANGRE ES EL SACRAMENTO DEL IMPERIO... ¡EL SACRAMENTO DEL IMPERIO!-replicó, muy lejos de la calma, descerrajando dos tiros contra uno de aquellos canallas. 

Era una bruja.

"..."

Había hablado con una bruja.

"..."

Había CONSORTADO CON UNA BRUJA.

La revulsión que sintió el reverendo De Sanguiny en lo profundo de su alma inmortal le hacía arder la sangre: el deber era sagrado, pero nada había allí de sagrado. Adonde había seguido a su sargento, al que debía obediencia, nada se lo perdonaría, y arrastraría aquel pecado el resto de sus días, por no haber intervenido a tiempo y permitido a su superior que la necesidad de vengarse de quien era un hombre santo le llevara a revolcarse con la peor de las infamias. No, pensaba el sacerdote sin apenas darse cuenta de lo que sucedía, mientras sus pies lo sacaban de aquel antro de satanás. Habrá que repasar lecciones necesarias. Rigurosamente. Puede que sea un senior, pero me debo a Dios además de a la Guardia. Y...

La traición apenas registró un ápice en su mente devastada por la perversión a la que se había sometido, acaso por su falta de celo o sus muchos pecados. Pero entonces llegaron los gritos, y las amenazas, y el olor de la sangre y sus *cánticos blasfemos*, y el corazón del cura se regocijó.

En verdad que Dios nunca da castigo sin recompensa. En verdad que jamás a nadie que pecó se le negó la oportunidad de expiar sus muchos pecados en libre y glorioso sacrificio. Porque Tanto Amó Dios Al Hombre Que Lo Hizo Perfecto Como Él. Empezó correr hacia el enemigo mientras trataba de separar la distancia que los cubría.

-¡BENDITO EL QUE VIENE, EN NOMBRE DEL SEÑOR, DIOS DEL UNIVERSO!

Estaba tan contento por aquella oportunidad que de su pecho empezó a elevarse el ritmo de la canción. Todos la necesitarían, después de todo. El amor del Creador debía reconfortar a aquellos pecadores después de su insana arrogancia y nefando pecado de hacía unos momentos.

-¡LLENOS ESTÁN, EL CIELO Y LA TIEEEEEERRRAAAAAAA, DE TU GLOOOOOORIAAAA! 

Sonrió, sin poder contener su entusiasmo, y volvió a levantar la pistola láser mientras trataba de esgtrechar su camino entre él y todos los dementados herejes, poniendo el firme del arma a la máxima potencia. Sin, embargo, lo que llegó al alcance de aquel pandillero fue el cuchillo en su mano.

Un cuchillo que trazó un arco perfecto, el canto de una cuchilla hacia un cuello desnudo. Una garganta que se vio desgarrada en unos momentos, sus desafíos y promesas a dioses malditos perdidas en un gorgoteo mientras el hombre se llevaba las manos al cuello, tratando de mantenela dentro, de prevenir su ahogamiento, de hacer cualquier cosa. Infructuosamente. El hombre murió en cuestión de unos segundos.

-HOSSAANNAA EN SU TROOOOOO-OOOOOOO-NOOOOOO

El ambiente dentro de la tienda empezó a enfriarse, síntoma de que allí se estaba reuniendo un poder mayor del que tendría una vieja adivina corriente. Ulrich trató de desenfundar su pistola, pero descubrió que no podía moverse. Solo podía observar como la vidente empezaba a responder sus preguntas una por una mientras el poder que canalizaba de la Disformidad se volvía cada vez mayor. Este llegó a ser demasiado para la anciana, hasta que esta no pudo más y empezó a convulsionar para finalmente estallar en pedazos.

La ilusión acabó, la habitación recuperó su aspecto habitual, pero sin rastro alguno de lo que acababa de ocurrir, era como si la anciana nunca hubiera existido. Turbado por lo que había presenciado, Ulrich hizo el signo del Aquila una y otra vez y murmuró una pregaria al Emperador mientras se apresuraba a salir de allí junto a los demás.

Pero fuera les esperaba otra sorpresa, aunque no tan desagradable. Que los acusaran de traidores lo hería en lo más hondo, y descubrir que en la subcolmena existían siervos del archienemigo lo enervó sobremanera, pero prefería mil veces lidiar con aquello que con brujería. Uno sabía qué esperar de ese tipo de problemas, y que se podían solucionar disparando.

— ¡AH NO! ¡NO EN MI PUTA GUARDIA! — devolvió el grito antes de desenfundar la pistola como una exhalación y pegarle dos tiros a máxima potencia al primero que vio y que apenas había tenido tiempo de empuñar sus armas.

Y la violencia se desató. Como cabría de esperar, las fuerzas de élite del imperio iniciaron la respuesta con contundencia. A pesar de estar con problemas personales o de índole psicológica. El recuerdo de la ultima batalla por salvar Drovelia, dejando el planeta a merced del caos, retirándose in extremis con su comandante pereciendo en una heroica defensa... todos esas remembranzas dejaron a muchos de ellos desquiciados, coléricos o alterados, e incluso en el caso de Vera, bloqueada, con la mirada perdida y su mente en otro lugar.

A pesar del pobre equipo que llevaban, Ulrich, que fue quien inició el contraataque, demostró que no hacía mucha falta en cuanto al armamento, sino que ellos mismos eran maquinas de matar. Su disparo sobrecargado fue directo, y aunque el cultista demostró que era capaz de evadirlo, la habilidad del droveliano superó con creces cualquier intento de evadirse y el disparo lo reventó por completo, dejando que su cabeza acabara vaporizada. Ibn, el bueno de "doc", estaba igual que su camarada, y demostró que a pesar de ser un excelente medicae, también era un excelente combatiente. Sus disparos dieron de lleno en el pecho de uno de los cultistas y el boquete que le abrió no dejo duda de que había muerto en el acto, aunque su cuerpo se quedó de pie por el rictus.

En el otro lado de la calle, los pandilleros se alzaron en armas y salieron en tropel. Los que portaban enormes martillos lo enarbolaron sobre sus cabezas saliendo a la carrera completamente idos, las drogas que inundaban sus torrentes sanguíneos los hacían gritar y vociferar, aún a pesar de llevar máscaras de gas, los ininteligibles gritos se llegaban a escuchar. Con sus cuerpos bloquearon a varios de los cultistas que iban con armas a distancia mientras que los otros tomaban posiciones para disparar. Uno de ellos, con una ametralladora pesada, la embrazó y se preparó para disparar, mientras su líder y el resto abrían fuego con sus pistolas. Su líder logró acribillar a uno de ellos, dejándolo hecho un colador con su rifle automático a la par que sus pistoleros errando todos los disparos.

El sargento Karl se dirigió a las fuerzas del orden destinadas a apresarlos con un discurso breve, intenso, pero ¿convincente? Safwan se quedó donde estaba, solo había desenfundado la pistola desaprovechando la oportunidad de haber disparado, en cambio el sacerdote, Ollanius, demostró que su fervor estaba por encima de todos esos traidores y se lanzó en una alocada carrera en pos de uno de los herejes. Cuando llegó hasta él, le clavó el puñal hasta la guarda de la empuñadura, el cultista le palmeó la cara mientras su boca se anegaba de sangre y sus ojos impíos miraban al cielo como esperando ayuda de sus dioses. Grigory, por desgracia, erró su disparo, y tanto Darya como Vera se quedaron bloqueadas, una por la indecisión y la otra por evocadores recuerdos del pasado.

Los arbites, entre furiosos y asustados por lo ocurrido no terminaron por amilanarse. Quizás fueron las palabras de Karl, o la actuación de los drovelianos, o una mezcla de ambas, pero fuere como fuere, los arbites asintieron entre ellos - ¡Por Novantis! ¡Destrozad a esa escoria! - no había un líder claro entre ellos, pero todos parecieron estar de acuerdo - ¡Sargento! ¡Ocupese de los de la otra zona! ¡Estos hijos de puta son nuestros! - dijo uno de ellos destripando a otro cultista  con su escopeta mientras a su compañero se le encasquillaba la suya. Otro de ellos también destrozaba a uno de los herejes con su arma. Los arbites fueron demostrando que eran mejores de lo que parecía aparentar, y tras sobreponerse, devolvieron en forma de sangre y postas el golpe. Al final dejaron al líder herido levemente y a otro cultista en las ultimas. 

Ahora era el turno de los herejes, y estos, lejos de acobardarse, empezaron a gritar dementados, alabando a sus dioses oscuros, pidiéndoles poder y fuerza. Por el lado de los drovelianos, el líder y el otro superviviente cargaron contra los arbites. La espada sierra del líder zumbó con fuerza, pero solamente hendió el aire con cierta torpeza, lo mismo le ocurrió a su camarada. En la otra parte de la calle, los cultistas se fueron centrando en los pandilleros, aunque no uno de los que llevaban un rifle automático, al salir de la licorería, abrió fuego contra Ibn, si este no esquivaba, sería un duro ataque que soportar.

Los que llevaban rifles, y que fueron bloqueados por los pandilleros se destrabaron con habilidad evitando cualquier ataque, aunque solo pudieron retroceder unos metros sin abrir fuego con sus armas. El líder de aquella zona fue esquivado de manera insultante a la vez que uno de los fanáticos lograba herir a uno de los pandilleros.

Ibn apenas vio por el rabillo del ojo al cultista que intentaba acabar con él, pero fue suficiente para que pudiera echarse a un lado, evitando los disparos sobradamente. Quizás aquel ramalazo de locura le había conferido cierto frenesí, a juzgar por aquel movimiento. Lo que estaba claro es que no estaba dispuesto a ser cosido a tiros con tanta facilidad. Por ello, cambió de su difunto objetivo a aquel bastardo, apuntando y disparando de nuevo, aunque esta vez bajando la intensidad del haz... Parecía que aquellos mierdas aguantaban menos de lo que prometían, de todos modos. Sin embargo, fue un fallo, que le hizo reír histéricamente.

-¡NO NO NO, NO TENDRÉIS SANGRE, SOLO LA VUESTRA!-replicó mientras el láser volaba con escasa puntería.