Partida Rol por web

Niego con la cabeza ante la pregunta del teniente y con incredulidad en la mirada. - Tuve que suplicar por el rifle de marras, apenas me han dado unos cargadores y la mira. Lo que si que pienso es, a ver si con el nuevo rango del sargento, se estiran estos del monitorum. 

El arrebol en las mejillas del sacerdote, escondido por el yelmo, no parecía terminar. Tampoco las lágrimas de felicidad que de vez en cuando escapaban. Había sido salvado del martirio... lo que era de agradecer, pero irrelevante para esta discusión... y había sido elevado. Elevado para un simple, noble y glorioso propósito. En olor de santidad y con el perdón de los pecados concedido para él y para su equipo, se sentía cautamente optimista y hasta tranquilo, lo que jamás hubiera pensado que pudiera ser el destino de un simple atendiente de iglesia.

"..."

¡I-Inaudito! ¡Aquel hombre estaba violando su Sagrado Oficio! ¡Abiertamente, y con malicia! 

Aquello debía llegar al pabellón de los Ordos. Cualquier ciudadano decente, creyese que podría caer víctima o no, debería hacerlo llegar al pabellón de los Ordos. ¿Consortar con el enemigo? ¿Traición al Santo Oficio? ¿Regodearse en la iniquitud? Por Dios que está en el Cielo que cualquiera de esos pecados debería dar para una muy linda eternidad en las calderas del infierno.

-...

Miró a su ahora nuevo teniente, aferrando el arma con las manos apretadas hasta el blancor. Sólo una orden, parecía decir ese gesto. Sólo una orden, mi Teniente.

Sabía por supuesto a lo que conducía semejante mentalidad... sería declarado traidor excommunicatus en cuanto se descubrirera que había albergado siquiera aquella idea. Pero en aquel momento, la decisión de purgar toda posibilidad de un destino como precio por erradicar a una lacra así de la Inquisición le parecía un precio más que justo. ¿Acaso fuera la verdadera forma de martirio que para él había elegido el Emperador?

"Los más sigilosos... Aquello sin duda era más fácil decirlo que hacerlo, ¿quienes eran los más sutiles de entre ellos?" pensó Ibn, sin tener nada clara la respuesta. Desde luego, no se consideraba como el más hábil en aquella materia, pero no sabía tampoco por quienes debían apostar... ¿Safwan y Ulrich, quizás?

-¿Y quienes se consideran más sigilosos entre nosotros?-preguntó agazapado. 

Mientras se decidían o no, la disputa parecía no tener fin. Los gritos airados de uno eran ininteligibles, parecía que estuviera a punto de darle un infarto cerebral ante tamaño enfado y diarrea verbal, que no parecía ser otra cosa que un chorro de insultos que el Inquisidor asumía con total tranquilidad tras adaptarse a las malas nuevas que dio el guarda de palacio.

Estaban atascados. Grigory había expuesto un plan pero ahora parecía que todos dudaran en llevarlo a cabo. Además parecía que esa conversación que tenían sus objetivos estaba llegando a su fin.

Tenían que moverse ya, y así lo hizo.

Sin avisar a nadie y controlando hacia donde miraban sua rivales, el tecnosacerdote se acuclilló y avanzó por el lado más alejado del lugar donde estaban los nobles para llegar al guardia de la puerta de acceso a la sala de control.

Si llegaba en sigilo, le arrancaría la cabeza con el servobrazo, si no, el tiroteo empezaría y tenía armas para poder defenderse en su camino hacia la sala.

La suerte estaba echada.

Allí se estaba cociendo algo muy gordo. El Inquisidor no solo había asesinado a su comandante, sino que además parecía estar detrás del apocalipsis que se estaba cerniendo sobre la colmena sin previo aviso, y que a todas luces estaba fuera de cualquier tipo de control. Descubrir que aquello estaba sucediendo en todo el planeta no hacía más que reforzar la idea de que habían elegido bien, y de que tenían que pararle los pies a cualquier precio.

Antes de que empezaran a moverse, el tecnosacerdote logró descubrir la sorpresa que guardaba aquél salón. Las armas centinela sin duda serían un grave problema, si contaban con armamento muy pesado desequilibrarían totalmente la balanza. Los guardias no serían un problema, pero la escolta del Inquisidor seguramente sería un hueso duro de roer. Si podían desactivar las armas o incluso volverlas de su lado...

Grigory empezó a moverse para ello, y Ulrich aprovechó su iniciativa para hacer lo mismo, listo para cubrir al tecnosacerdote ante cualquier eventualidad. Por desgracia, llevar el equipo más pesado de la escuadra no era precisamente una ayuda, y el silencio se rompió en los breves instantes en los que su mochila daba algún bandazo. Esperaba que fuera insuficiente para alertar a los guardias, si no... la fiesta empezaría antes de tiempo.

Pues al final nadie daba el paso... Y Grigory decidió que era ahora o nunca, lanzándose hacia el objetivo con sorprendente sigilo. Seguido de un no tan sigiloso Ulrich. Ibn paseó la mirada entre el resto, y encontró una deprimente escasez de voluntarios. Sabía que no era el mejor en esto, pero no estaba dispuesto a dejar tirados a los suyos, así que hizo de tripas corazón y, tras encomendarse brevemente al Emperador, se intentó escurrir tras ellos. 

Karl vio el tecnosacerdote fue el primero en moverse. Sorprendido por ello, pues esperaba que sus hombres fueran los primeros en reaccionar, colocó la mano en el hombro de Safwan y dirigió al Pater una mirada que le decía que se pusiera en marcha. Cogió aire y habló por el canal interno de la escuadra para todos. - Les seguimos hasta la primera columna, si les descubren, saldremos el Pater y yo, ustedes sigan hasta la puerta oigan lo que oigan. Si al llegar nos han descubierto, esperen mis órdenes, si no nos han descubierto, ya saben qué hacer, intenten no hacer ruido. Si salgo, déjenme hablar antes de empezar a disparar, no atacaremos primero a menos que yo lo diga. Safwan, su blanco es el inquisidor. Recuerden que aunque el inquisidor haya confesado y sus hombres serán traidores como él, el gobernador, el comisario y el resto de personal en teoría son aún fieles...hasta que demuestren lo contrario. - dijo por el canal interno del casco en voz baja. 

Dicho y hecho. Salió detrás de Sina y se acercó a la columna, separándose poco a poco de los tres que iban por delante, pues aquellos tres se movían hacia  el fondo de la sala y ellos tres hacia la columna, buscando una mejor posición de disparo. Rezó al emperador para que su Dataslate lo estuviera grabando todo. 

Mientras avanzaba, con un movimiento de su mano ordenó a uno de sus pardillos que siguiera y apoyara a Safwan, el otro con el vox seguía pegado a su cola. 

Las ordenes del teniente estaban claras, buscar un punto de disparo y una vez tuviese la oportunidad, acabar con el inquisidor. Por muy buenas intenciones que tuviese el bueno del teniente, nunca tendría buena distancia de ataque quedándome junto a el y al pater, eran demasiado obvios, tenía que buscar un lugar perfecto para disparar. 

- Dita sea ... vamos pues. 

Acabar con todo a sangre y fuego hubiera sido redentor. Y productivo. Pero entendía que no era el movimiento a seguir, tentador como podía resultar en aquel momento.

No hizo ningún comentario mientras sus pies se movían en dirección a su nuevo Teniente.

El cruce de acusaciones siguió mientras los dragones se movían por la zona, unos con mejor habilidad que otros. En cualquier caso, el personal de palacio y los técnicos seguían atentos, sin hacer ningún ademán para mirar a sus espaldas. Tanto el gobernador, como el Capitán comisario no percibieron movimiento alguno, demasiado que echarse en cara, y lo mismo ocurrió con el inquisidor, que todo pasó desapercibido para él; sin embargo, no era así como a los escoltas, varios de ellos, de los strom troopers inquisitoriales si vieron algo o escucharon, y en cuanto lo detectaron, se comunicaron con los demás, compartiendo información rápidamente a través de sus micro comunicadores. 

Sus armas pasaron a estar listas y el zumbido de carga se hizo perceptible para todos mientras se movían, de manera disciplinada, buscando cobertura para iniciar el combate si así se lo ordenaban.

Ante el movimiento de la escolta, la discusión se cortó de manera abrupta y los técnicos y miembros del personal de palacio se miraron de manera confusa entre ellos sin reaccionar si quiera.

¿tenemos ratas? - preguntó con clara señal de disgusto en su rostro mientras miraba a un lado y a otro sin ser capaz de hacer contacto visual con los dragones y lo mismo le pasó al inquisidor que se mantuvo en silencio. Solamente el gobernador, que se conectó rápidamente con los voco emisores de palacio gritó con fuerza.

¡¿QUIEN OSA IRRUMPIR DE ESA MANERA SIN INVITACIÓN OFICIAL?! ¡QUE SALGA DE INMEDIATO DE SU ESCONDITE PARA QUE PUEDA SER SENTENCIADO Y CASTIGADO COMO DICTAN LAS LEYES DE LA SIEMPRE PODEROSA NOVANTIS! - bramó, siguiendo cabreado por la discusión, cabreo que llegó a aumentar por aquella intromisión.

Por el momento nadie había abierto fuego ni las defensas que comentó Grigory se habían activado.

Grigory soltó unas cuantas increpaciones en forma de un chorro de techna-lingua y no lo dudó ni un instante. Se agazapó ligeramente y empezó a correr todo lo que pudo en línea recta hacia la sala de control o lo que a él le parecía la sala de control. Iba a recibir muchos disparos, iba a ser algo difícil llegar ahora, pero tenía que acercarse todo lo que podía a la sala de control para inhabilitar cuanto antes las armas y, con suerte, ese campo de vacío que protegía a los interlocutores.

Como esperaba, no habían pasado lo suficientemente desapercibidos, pero sorprendentemente, no los habían detectado aún. A pesar de ello, ahora los guardias  del gobernador y los soldados del Inquisidor estaban alerta, por lo que era cuestión de tiempo que el enfrentamiento empezara. Todo cuanto necesitaban era atraer la atención hacia ellos y permitir que el tecnosacerdote pudiera obrar su magia con las armas centinela y los escudos que protegían a Khalid Orr.

— Teniente, estoy en posición, solo tiene quedar la orden — dijo por el comunicador mientras apuntaba con su arma hacia uno de los guardias del Inquisidor, que trababa de ocultarse tras su cobertura sin saber que sería en vano.

Pues hasta allí habían llegado. Y todavía estaban dolorosamente lejos de las armas. Por si fuera poco, si mucho no se equivocaba, sus compañeros no estaban ni cerca de cubrir su avance, puede que ni siquiera por la labor... Así que habría que hacer aquello a puro huevo. O, más probablemente, morir por hacerlo a puro huevo. Pero ya era tarde para cualquier corrección, así que les tocaba trabajar con esto y rezar porque el Emperador no les hubiera abandonado. Una carrera, tal vez dos... Y si Grigory era rápido, y no les habían matado antes, las armas centinela podrían ser suyas. 

Y era demasiado tarde para todo ello.

*Espero su orden, teniente*

Comunicó por el micro incorporado al casco. Les habían detectado, como intuía que tenía que suceder, pero parecía estar en precaución en lugar de haberlos detectado a todos. Esto podía ser en verdad conveniente: después de todo él tenía en aquel momento un eviscerador enorme, un lanzallamas portátil y una enorme cantidad de tensión no resuelta que descargar, lo que le parecía una excelente receta para convertirse en el foco de atención que desviase la vista del de los demás.

*Sólo una palabra, y saldré al estrado*
 

- Páter, nos toca, sígame, pero no salga aún, apoye mis palabras. Vamos. El resto, ocupad posiciones donde mejor creáis y elegid objetivos. Grigory, Ibn, consigan entrar a esa puerta y hackeen las defensas y todo lo que puedan.  - dijo, mientras corría con la cabeza agachada rodeando la columna y pasando por al lado de Safwan hasta llegar a una especie de caja que parecía bastante robusta. 

Al teniente le hubiera gustado contar con Ibn cerca de ellos y que Morgensten apoyara al tecno-sacerdote, pues éste último tendría que centrar su atención en los cogitadores y no podría disparar, pero era lo que tenían ahora mismo. 

- Podemos con ellos, centraos, somos la élite, y han asesinado al Comandante Hadyn. Usad vuestra furia en nuestro beneficio, pero no dejéis que os consuma, apuntad bien y dadles donde más les duela. - *

Al llegar a la caja, se posicionó detrás de ella con el rifle hot-shot asomando por un lateral. - ¡Orr, maldito hijo de la gran puta!¡Tenemos todo grabado, y en breve vamos a enviarlo a los estamentos superiores de los Dragones, pronto sabrán de su traición y actuarán en consecuencia!¡¿En nuestro mundo hizo lo mismo, bastardo?!¡¿También fue un experimento social?! - comenzó diciendo, para poner las cartas directamente sobre la mesa. Allí no habrían medias tintas. - ¡Gobernador, Capitán-Comisario!¡Les he escuchado! ¡Su planeta está siendo masacrado por miles de esas criaturas, la colmena están en llamas, y miles de personas están siendo asesinadas, masacradas...devoradas vivas! ¡Ustedes son hombres de honor, y fieles al Sagrado Emperador, no escuchen a ése hombre que infecta todo lo que toca, ayúdennos a acabar con su asqueroso plan e infecta existencia! - **

- Una vez posicionados, abran fuego y abatan al inquisidor. - dijo por el canal interno de la escuadra. 

La cosa se había puesto tensa, por un lado, nuestro nada sutil manera de salir a descubierto, había hecho que nos pillaran en medio de nuestro movimiento y por el otro, aun no habíamos dado ni un paso para lograr nuestros objetivos. Con el nuevo plan del teniente, en principio tendríamos la oportunidad de acercarnos antes de que nos acribillasen, aunque yo ya me temía que eso no iba a pasar ni por todo del Sagrado Palacio Imperial. - Que el Emperador acoja nuestras almas mortales ... Llevando el rifle lo mejor acunado posible, corro hacia la siguiente posición que me había propuesto, pues si todo salía mal como me temía, debía estar preparado para cubrir al resto de la unidad. 

Grigory salió a la carrera para la atónita mirada de algunos técnicos y personal de palacio. Nadie pareció hacer un ademán de detenerle, sino que lo miraron, unos con miedo y otros con admiración. Los técnicos eran adeptos del adeptus mechanicum del nivel más bajo, pero reconocer a un adalid carmesí no era algo difícil para ellos.

Mientras tanto Fray como Ulrich parecían plantearse sus opciones, el Inquisidor se mantuvo donde estaba a priori, pues a los pocos segundos, los ojos se le pusieron en blanco y comenzó a andar con lentitud, como fuera de si; saber que le estaba ocurriendo era algo imposible para el resto, pero ahí estaba, avanzando y con aún más sangre manando de sus labios y ahora, de sus orejas. Había salido del estrado donde se encontraban discutiendo, donde Grigory había informado que se encontraba la pantalla de vacío que los protegía.

El doctor también salió a la carrera siguiendo a Grigory, adivinando sus pasos pero adelantándole en última instancia. El capitán comisario se quedó mirando extrañado el anadeo del Inquisidor; aquello fue suficiente como para dejarle algo alterado y que no hiciera nada más. 

El teniente, al abrigo de la columna, enalteció a sus hombres para luego soltar un discurso tratando de ganarse al capitán comisario y al gobernador, pero los primeros en hablar fueron los storm troopers de la inquisición, que alzaron las armas apuntando contra los que habían pasado corriendo de una columna a otra mientras otros tomaban mejores posiciones - ¡ALTO! ¡EN NOMBRE DE LOS SAGRADOS ORDOS! ¡ALTO! - dijeron un par de ellos, quienes seguramente ostentarían un rango más elevado en su unidad.

¿Pero qué...? - fue la primera intervención del Gobernador al ver la extraña actitud de Khalid Orr, sin embargo, no dejó que aquello lo distrajera - ¡COBARDES! - bramó de repente refiriéndose a los dragones - ¡¿TIENES LA GRABACIÓN DONDE SALGO ADMITIENDO QUE DI PERMISO PARA QUE SE INVESTIGARA BAJO EL AUSPICIO DE UN REPRESENTANTE DE LOS SAGRADOS ORDOS?! - preguntó de manera retórica, pues Karl, había aseverado que tenía dichas grabaciones, era imposible que pudiera implicar solo al inquisidor, aquello lo culpaba a él también - ¡EXTERMINAAAAAAAADLOS! - gritó nuevamente completamente enrojecido por la ira.

Los técnicos parecieron mantener al margen, algo asustados; pero los miembros de palacio si intervinieron, aunque no todos. Lo que si hicieron, fue activar los sistemas de armas, y del techo se desplegaron una serie de armas centinela, modelo tarántula. Una por cada columna. La primera hilera eran todas armas multi láser y la segunda bolter pesado. El arranque era algo lento, y necesitaban calentarse, pero era evidente que en breves entrarían en acción descargando una salva tras otra contra los dragones.

Los soldados inquisitoriales los acabaron descubriendo antes siquiera de que el sargento pudiera decir nada, y por supuesto mucho antes de que estuvieran en posiciones óptimas para el inevitable enfrentamiento. Los escoltas de Khalid Orr, al que parecía que le había dado un ictus de los suyos, corrieron a redesplegarse, mientras el tecnosacerdote y el medicae de su escuadra se lanzaban a la carrera hacia la sala en la que debía estar el mecanismo de control del campo de vacío y las torretas.

Para cuando el gobernador se puso a gritar, estaba claro que la cosa solo podía acabar de una manera. Y para entonces, Ulrich ya había entrado en faena.

El potente aullido de su rifle repetidor barrió la estancia, llenándola por un momento de potentes rayos de color rojo rubí. El especialista aferró el arma con fuerza mientras el potente retroceso iba en aumento a medida que el calor aumentaba con el escape de gases. Había empezado su ráfaga sobre el arma centinela del lado contrario, la que iba a ametrallar a Grigory y a Sina si seguían con su carrera.

Pensó en seguir disparando y barrer la sala para acabar con algún que otro enemigo, pero el arma que se había desplegado justo delante de él no auguraba nada nuevo, por lo que, maldiciendo por lo bajo, dejó de apretar el gatillo y junto a Magrund echó a correr hasta quedar debajo de la torreta, donde su ángulo le impedía alcanzarle.

Con las armas automáticas desplegándose al mismo tiempo que los guardias presentes en el palacio tomaban posiciones, quedaba claro que las palabras del teniente habían caído en saco roto. Los disparos que salen del arma de Ulrich, nos indican que el piensa lo mismo, y que es hora de repartir fuego láser sobre el hereje.

- Tengo que seguir avanzando, sigo demasiado lejos.

Mi plan, si se le podía llamar así era llegar hasta una de las cajas que plagaban la habitación y una vez allí, quizás pasar a otra cobertura y empezar a repartir fuego a discreción, pues nuestras acciones ya muy discretas no eran.