Partida Rol por web

Pierre no tenía ni idea de medicina, pero cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta que Mc Ready estaba bien jodido. Podría recuperarse, pero en estos momentos no podrían contar con él como ayuda para continuar con el atraco.

Arrodillándose junto a Mc Ready, el Francés se quitó el pañuelo que hasta hace poco tapaba su rostro para ofrecérselo a Mc Ready, tal como este le había pedido: -Toma-

Al hacerlo sugirió: -James ¿Qué tal si J.J. se adelanta mientras te echo una mano, oui? No creo que esos cobardes le ofrezcan mucha resistencia.-

No le gustaba la idea de enviar sólo al muchacho sólo ante el peligro*. Pero se las había arreglado bien hasta ahora, y visto lo visto seguramente debería preocuparse más por la salud de aquellos con los que J.J. se encontrara que por la del muchacho en sí.

Miró al chico a los ojos y le dijo:

-Te alcanzaremos enseguida. Ya estamos cerca de nuestro objetivo, la locomotora.-

Pierre seguía aún interesado en ver esos extraños objetos indios de los que el hombre del banco había hablado. Su curiosidad le corroía. Sin embargo, no quería abandonar a Mc Ready en ese estado. Aún así, el Francés lanzaba continuas miradas interrogantes a la compuerta tras la cual seguramente se encontraba el compartimento donde esos objetos indios aguardaban.

Esperó a que Mc Ready tomara el aliento antes de agarrarle por el hombro y ayudarle a incorporarse (cuando Mc Ready se sintiera preparado) para hacer de muleta del ex soldado.

J.J. no se había dado cuenta hasta ese momento, pero la cosa le había ido de un pelo. Había sido un inconsciente al quedarse delante del marshall y más después de vaciar el revólver. Si ahora mismo no yacía muerto era porque James, el veterano de la Gran Guerra¹ había acabado con él aún estando herido y en el suelo - ese hombre es un héroe - pensó el muchacho, limitándose a dirigirle un saludo con la cabeza. Se quedó como un pasmarote viéndole desangrarse en el suelo, mientras Pierre hacía lo posible por apretarle la barriga con un pañuelo, algo, que por el momento tan sólo conseguía que la sange se esparciera por el suelo más deprisa ². Sólo cuando el francés le azuzó para que se marchara se puso en movimiento aunque echando miradas por el encima de hombro hacia aquellos dos. Iba a avanzar hacia el siguiente vagón, cuando, al pasar por el departamento que habían empleado los guardias para emboscarse, cambió de idea.

Pierre y James escucharon tres disparos a intervalos regulares y luego el tintineo de unos casquillos al caer al suelo. Sonó como si el chico hubiera decidido rematar a aquellos desgraciados ya muertos o moribundos. Segundos después el chico salía de aquel departamento luciendo la estrella de marshall en el pecho y el revólver de éste al cinto. Seguramente había registrado a aquellos hombres, como atestiguaban sus nuevas pertenencias. Se acercó a la puerta del siguiente vagón y desenfundó el segundo revólver. Así, con un arma cargada en cada mano se disponía a entrar en el siguiente vagón.

James asiente con la cabeza a la sugerencia del Francés mientras acepta el pañuelo que éste le da y lo utiliza para taponar la herida mientras se esfuerza por levantarse. El dolor se le hace casi insoportable. Apoyándose sobre su compañero y apenas capaz de arrastrar el rifle con la mano libre, comienza a avanzar despacio, siempre detrás del Chico, que abre camino.

Ambos siguieron avanzando por los vagones de cafetería y restaurante, comprobando con sus propios ojos los resultados del ataque de los asaltantes que comentaban los pasajeros heridos que habían visto anteriormente. La cafetería no parecía especialmente afectada, solo era remarcable el silencio y la total ausencia de gente. Pero el restaurante se había llevado la peor parte: Balazos, sangre, dos cadáveres... Quedaba claro que las cosas se les habían complicado a los chicos al llegar allí.
Cerca del hombre ejecutado con un disparo en la cabeza, Jack observó una serie de papeles ensangrentados desparramados a su alrededor. Cogiendo uno de los menos manchados, respondió a la pregunta de Juanita.

-Una agradable sorpresa Juanita, la guinda de nuestro botín, eso es lo que es. Bonos estatales expedidos por un banco. Papeles que cualquiera puede cambiar por dinero en el banco.-Lonegan sonrió, ya que por fin algo bueno aparecía en su camino después de tantos imprevistos y complicaciones. Observando el rastro de papeles en dirección a la puerta, añadió.-Los chicos no pueden estar lejos, ni la plata tampoco. Si aquel guardia moribundo no nos engañó, la plata debe estar tras esa puerta, en algún rincón de la zona de carga de primera clase. Y seguro que James, el francés y el chico están también ahí dentro. ¡Vamos allá!

"El chico" se adelantó rápidamente en persecución del huidizo hombre de negocios y el agente del First Bank. Sin embargo, cuando intentó abrir la puerta del vagón esta no se abrió. Lo intentó de nuevo pero estaba completamente bloqueada, vuestras presas habían cerrado el camino para que no les persiguiérais.

En ese momento escuchásteis claramente como la puerta trasera del vagón, por la que habíais entrado, se abría y se cerraba. Todos retrocedisteis al pasillo por impulso, temiendo que más agentes se hubieran adelantado desde los vagones traseros para perseguiros...

Emocionados por el hallazgo de los bonos del banco, avanzásteis sin miedo al siguiente vagón. Como ya sabíais, era el vagón de carga de primera clase, y el primero de todos los vagones justo por detrás de la locomotora. Lo primero que notásteis al entrar fue un intenso olor a pólvora, y antes de doblar la esquina observásteis un charco de sangre fresca, tanto que ni tan siquiera se había filtrado por completo a través de la madera; pero no había ningún cuerpo cerca.

Avanzando un poco más llegásteis al pasillo del vagón de carga, entonces fue cuando descubrísteis el porqué del olor a pólvora. En mitad del pasillo que daba a los compartimentos de carga y al acceso a la locomotora se hallaban tirados por el suelo varios agentes del first bank como muñecas de trapo a las que hubieran abandonado allí. Todos ellos se encontraban sobre un gigantesco charco de sangre que ocupaba todo el centro del vagón y habían recibido varios disparos al cuerpo y a la cabeza; más que de sobra para matárles varias veces a cada uno...

Entonces, del extremo del tren que daba acceso a la locomotora se escucharon unos pasos que se acercaban hacia vosotros y 3 figuras doblaron la esquina hasta entrar al mismo pasillo que vosotros...

El momento de tensión solo duró un instante, porque allí mismo, delante de vosotros se encontraban vuestros compañeros. Juanita y Lonegan aparecían con leves salpicaduras de sangre, pero indemnes e imponentes como le correspondía al líder de la banda; sin embargo, en contra, los demás presentaban una escena escabrosa.

"El chico" estaba cubierto de pies a cabeza con salpicaduras de sangre, como si hubiera salido de la matanza del pueblo, llevaba al cinto un nuevo cinturón con munición y se había puesto al pecho una estrella de marshall que brillaba de de un granate intenso. McReady estaba herido, la sangre manaba lenta pero constante desde su vientre, y el pañuelo con el que había intentado contener la hemorragia, así como sus pantalones estaban completamente húmedos y teñidos con sus sangre. El único que parecía ileso era Pierre, pero gastaba sus esfuerzos cargando con McReady apoyándolo en su hombro.

Estaba claro que ellos tres habían pasado por mucho... y aún no habíais visto la plata.

Observo con algo de sorpresa el montón de cuerpos que forman los agentes. Y durante un momento dudo. Es cierto que Jack y yo hemos matado a casi todos los que hemos encontrado, pero me sorprende que tengan tantos disparos. Entonces oímos unos pasos y me giro con el revolver desenfundado... lo que es innecesario porque, como en seguida vemos, son nuestros compañeros

-¡Por la Virgen! ¿Qué te ha pasado James?- pregunto muy preocupada cuando veo toda la sangre que empapa la ropa de mi amigo.

"Seguramente han alcanzado a James y, ese ensañamiento de ahí afuera es producto de la rabia" pienso para mí, pero no lo digo en voz alta. Pienso en preguntar por la plata, pero Jack es el jefe, así que le dejo que hable él.

James levantó el rifle con su emblorosa mano derecha al ver que la puerta se movía. Entonces vio aparecer a Jack y a Juanita y se relajó, dejando caer el rifle.

-Fue...todo muy rápido. La cosa estaba...llendo bien. Lo teníamos todo...todo controlado pero ese Marshall...no lo vi. Debía estar escondido en algún lado. Nos cogió...por sorpresa.

El chico empuñaba dos revólveres y levantó uno de ellos y se lo llevó al ala del sombrero a modo de saludo. Sonrió de oreja a oreja. Era bueno volver a ver a Jack... y a Juanita, claro.

- Jack, hemos encontrado un dineral - dijo con tono jovial, refiriéndose a los bonos estatales que habían encontrado y que más tarde le mostraría - los llevaba el banquero gordinflón. Ha huido por ahí. Ahora ibamos a por él.

Estaba feliz por cómo se habían desarrollado las cosas¹ y esperaba que Jack se sintiera orgulloso de él.

-Es cierto...- Confirmó el francés, respecto a las palabras de J.J. -Pero también deberíamos echar un vistazo a este vagón, mon ami.- Aún servía de muleta de James.

-Por si la plata anda cerca- Sentenció.

- Quizás esté en uno de los compartimentos. Al fin y al cabo es un vagón de carga. Puede que al lado de las reilquias indias esas que encontraron los hombres del banco.- El francés mencionó aquél pequeño detalle casi sin darse cuenta. Seguramente ni Jack Lonegan ni Juanita Rosales sabían de qué demonios estaba hablando Pierre.

Entraron en el vagón de equipajes de primera clase, y lo primero que encontraron fue más rastros de sangre y un grupo de hombres amontonados y con unas buenas raciones de plomo aplicadas a cada uno de ellos en su cuerpo.

Qué desperdicio de munición...

Jack estaba pensando en comenzar la busqueda de la plata por los distintos compartimentos cuando oyeron ruidos de pasos provenientes del otro extremo del vagón. Instintivamente, desenfundo uno de sus revólveres por si era alguno de los maquinistas alertados por el jaleo, pero relajó el brazo al comprobar que eran sus compañeros.

-Me alegro de encontraros chicos.-Observando el estado de McReady, torció un poco el gesto.-James, espero que eso no sea más que un contratiempo que con un par de días de reposo y una botella de whisky se pueda arreglar.

Sus compañeros pusieron al día a ambos de su incursión desde la zona de pasajeros. Hubiera hecho lo respectivo explicando sus pasos hasta este punto, pero el francés sacó el tema realmente importante, y Jack fue directo al grano. No tenían mucho tiempo.

-Si uno de los guardias no nos engañó, la plata debería estar aquí, en la zona de equipajes de primera clase. Así que como ha sugerido Pierre, vamos a registrar cada compartimento y cada rincón de este vagón hasta dar con esa maldita plata. Luego podrás encargarte del gordinflón si quieres,-añadió mirando a Thomas-pero esto es más importante ahora.

A pesar de que McReady necesitaría más tarde que le cosieran aquella herida, ahora mismo el tren no se detendría para nadie; con lo que a sabiendas de que este debía ser el vagón correcto, os dispersásteis unos metros en busca del compartimento de la plata.

No os costó encontrarlo. De hecho se podría decir que os lo habían marcado, ya que se encontraba en el mismo de donde habían salido el marshall que había herido a McReady, y sus agentes. Allí estaban, 2 enormes cajas de madera llenas hasta arriba de lingotes de plata que producían un levisimo tintineo a causa del traqueteo del tren, cerca de ellas estaba el arcón claveteado de madera, que sabíais que habían subido al tren a última hora.

La plata sería pesada de transportar, con toda probabilidad necesitaríais la fuerza de dos de vosotros para mover cada contenedor. Incluso descartando a McReady, aún seríais capaces de cargar con la plata. Ya solo faltaría detener el tren en un lugar seguro donde descargar la mercancía y escapar... 

James se hizo un apaño bastante rudimentario con el pañuelo y una tira de tela que sacó de una camisa de uno de los muertos. De esa forma taponó el agujero intentando que dejase de sangrar. Obviamente necesitaría ser intervenido pronto, pero ahora no había tiempo.

Dedicó tan solo un instante a contemplar su recién hallado botín. El brillo de la plata hacía que sus heridas fueran más llevaderas.

-Bien,...sigamos con el plan. Vamos a la máquina. No ha de faltar mucho hasta el punto donde tenemos los caballos-.

El viejo exmilitar parecía cansado y dolorido, pero parecía que se podía valer por si mismo después de todo.

-Un momento... Yo no me voy de aquí sin antes echar un buen vistazo a esto.- Pierre había estudiado de joven en La Sorbona. A pesar de que se fugó siendo aún joven, aún retenía cierta curiosidad intelectual por las reliquias del pasado y las primitivas culturas indįgenas. En un par de zancadas se situó frente al enorne arcón cerrado, donde probablemente se hallaban los artefactos indios de los que habló el hombre del banco: -¿Qué tendremos aquí? ¿Arnas antiguas? ¿Ornamentos rituales? ¿Herramientas de caza? Un.. ?- Antes de que sus compañeros pudieran hacer nada, el Francés ya había abierto el misterioso arcón.

Observo a James con preocupación mientras se tapa la herida. Le tengo mucho aprecio. No tengo mucha gente en la que confiar, así que los pocos que tengo los valoro mucho. Pero luego desviamos la atención hacia la plata. Sopeso la fuerza que será necesaria y, a la vista de que James no podrá, asumo que yo tendré que cargar con una parte. No soy especialmente fuerte, pero tendré que conseguirlo, me niego a dejar nada aquí. -Esperad, antes hay que soltar los vagones de detrás, para dejar a toda esta gente y que no puedan estorbarnos mientras nos tomamos el tiempo necesario. Jack y yo no hemos querido hacerlo porque no teníamos seguridad sobre dónde estaba la plata- Salgo hacia el punto donde se junta el vagón en el que estamos con el siguiente. Busco el anclaje y valoro qué necesito para soltarlo*

El muchacho miró anonadado los enormes cajones rellenos de lingotes de plata. Aquello sí que era una fortuna. Sin duda los bonos estatales también lo eran, pero hacía falta mucho papel para dar a un hombre la sensación de poseer tanto como al sostener una sola de aquellas barras de metal precioso.

Juanita iba a separar el vagón en el que estaban de los demás. En cuanto lo hiciera seguirían su camino hacia la locomotora. Más les valía darse prisa o acabarían llegando a la próxima estación antes de darse cuenta.

Sin nada útil que hacer, el muchacho tomó asiento y se repantingó comodamente dejando los revólveres a mano vigilando la puerta por la que banquero y guardia huyeran. El muchacho comenzó a juguetear con las armas, como hacía cuando estaba nervioso o aburrido y ahora parecía estar entre ambas cosas. Examinó con interés el arma del marshall. Aquella máquina parecía buena - que se lo digan al pobre James - bien construida y bien cuidada.

La sonrisa lobuna volvió a aparecer en el rostro de Lonegan cuando, en un rápido registro del vagón, aparecieron las cajas de madera que contenían los lingotes de plata.

-Hemos tenido que atravesar todo el maldito tren de parte a parte, pero al final ha merecido la pena.-Reflexionó el forajido en voz alta, mientras cogía uno de los lingotes entre sus manos.
Inmediatamente después, tras escuchar los comentarios del resto de sus compañeros, fue dirigiendo los siguientes pasos a dar para terminar aquel golpe de la mejor manera posible.

-Muy bien Juanita, desengánchanos del resto de vagones. No creo que haga falta, pero si necesitas ayuda avisa. En cuanto estemos solos con la máquina, nos encargamos de los que quedan y la paramos a ser posible en un lugar tranquilo del que huir sin problema. Pierre, tu mismo, yo con este regalito-mostró la reciente cicatriz hecha por aquel viejo indio moribundo en el dorso de su mano-tengo bastante de recuerdos indios por una temporada.

Observó como el chico se relajaba un momento en uno de los asientos, así que se acercó a James para comprobar como iba con los remiendos improvisados para su herida.
-Ya nos queda poco, solo un último esfuerzo para acabar con este asunto y podrás recuperarte.-Un tipo duro como Lonegan jamás lo reconocería, pero estaba preocupado por las complicaciones que pudiera provocar aquel desafortunado balazo que había recibido McReady.