Partida Rol por web

Pancho intentó valerosamente emplear toda su fuerza bruta en arrojar más cubas de agua hacia las llamas, pero entre el tercer y cuarto viaje comenzó a fatigarse, hasta que no fue capaz de acudir a por el sexto cubo. Al fin y al cabo era un solo hombre, dolorido y magullado.

Tan pronto como McReady atravesó las llamas por el hueco que debería haber ocupado la puerta principal, no fuisteis capaces de verle más. Hubo algunos gritos, muchos instándole a volver y tildándolo de loco, y solo unos pocos aislados de sincero ánimo que esperaban verle de vuelta con los Stark.

Desde el exterior había poco que hacer más que mirar como los habitantes arrojaban cubaladas de agua organizados por el sheriff y sus hombres, aunque al rodear el edificio Maverick pudo ver como el fuego ya se extendía por toda la primera planta hasta el almacén contiguo, y de allí ya comenzaba a provocar algunas pequeñas llamas en los edificios más cercanos. Sin embargo, algo percibísteis en la conducta del sheriff que no parecía normal. Aunque organizaba a los habitantes en la cadena humana, ni él ni sus ayudantes parecían realmente implicados en la tarea, sin dar importancia si un cubo se caía o se perdía, y dando instrucciones contradictorias o poco claras sobre en que parte del edificio se suponía que debía arrojarse la siguiente cuba de agua; y si Pancho no estuviera concentrado en otra cosa mientras emprendía su propia carrera a por agua, habría percibido una mueca de desagrado en el rostro del sheriff.

James se subió el cuello del poncho hasta ponérselo por encima de la nariz, de forma que al respirar, la tela empapada filtrase el aire en la medida de lo posible. En cualquier caso, el aire caliente le ardía en los pulmones y la proximidad de las llamas hacía que la cara y todo el cuerpo en realidad, se le enrrojeciese.

Al ver la barra de hierro cruzada, no se lo pensó dos veces. Usando de nuevo el poncho para protegerse las manos, agarró la barra de metal e intentó moverla del sitio. Con gran esfuerzo consiguió moverla lo suficiente para liberar el acceso a la alcoba de los dueños. Sin perder tiempo, James intentó abrir la puerta que había detrás.

Pancho hizo todo lo que pudo pero al rato tuvo que tomar asiento en un porche cercano para coger aire. Estaba exhausto, y sus pies le dolían horrores, por lo que aprovechó para acercarse uno de los pies a la cara y "soplarlo" con intención de aliviarse, cosa que, naturalmente, no funciono.

Hubiera llorado como una niña si no fuera porque se sentía muy "machooo" y no quería mostrar debilidad.

Como era un poco zote, no pareció llamarle la atención la actitud del sheriff y sus ayudantes. Sus compañeros deberían explicarle que algo raro pasaba para enterarse de que iba la cosa.

A pesar de su intentona, seguía sintiéndose decepcionado con sigo mismo. Seguía siendo el mismo cobarde que abandonó al buen padre después de que este le salvara la vida. No como Mc Ready, que se había arrojado a las llamas para salvar a alguien, a pesar de su edad.

Sin embargo, no creía que el ex-soldado saliese con visa de esta. Era una locura.

Jack Y Juanita hablaban entre ellos mientars observaban el edificio. Sin saber que más hacer, se fue acercando a ellos para curiosear qué comentaban. Sin prisa.

Maverick debía andar por allí, por algún sitio. Acababa de verlo hace nada, pero ahora mismo no estaba muy al tanto de qué hacía o donde se había metido.

Michael había esperado al rodear el edificio que el fuego no se hubiera extendido por completo y esperaba encontrar algún sitio por el que entrar en el hotel, incluso, en un momento de heroicidad y desapego por el yo, nada propio de él, habría rescatado al señor Stark, pues alguien gritaba algo de que éste podía estar aún en el edificio.

Casi había dado la vuelta completa al edifico cuando vió un almacén también en llamas. Se dirigió a éste. Quizás el hotelero había conseguido llegar hasta él y refugiarse o quizás Michael podía encontrar algo útil... e incluso la causa del incendio, tan imprevisto como conveniente para el misterioso francés.

Además, aunque no fuera así, al menos saldría de la vista del sheriff y de sus ayudantes, de quienes había oido del propio Stark, comían en la palma del magnate y que tenían pinta de haber sido ellos mismos los causantes de aquella catástrofe.

Cuando los gritos de la Sra Johnson son atendidos, su atención se desvía de nosotros, lo que aprovecho para observar la escena. Es impresionante la manera en que el fuego se está apoderando del edificio, abrazándolo y consumiéndolo. Una figura sale de entre la multitud y entra en las llamas con la clara intención de hacer alguna heroicidad. Reconozco el poncho con el que se envuelve. "James..." pienso mientras niego con la cabeza. Ser buena persona no le ha traido nada bueno, pero ahí sigue, dispuesto a dar lo único que le queda, su vida, por los demás. "Pues no me vas a hacer sentir culpable por no entrar ahí, viejo cabezota" pienso, enfadada, ante la idea de que le pueda pasar algo.

Jack y yo observamos en silencio el fuego, esperando a que James salga. Quizás para no pensar en ello, Jack me pregunta qué creo que ha pasado. Pesimista, me encojo de hombros  -Creo que alguien le ha prendido fuego a este sitio...- no estoy segura de porqué lo digo. Quizás por el comentario de la Sra. Johnson sobre los problemas de Stark, quizás por los propios comentarios de Stark, quizás por la actitud dejada con que el sheriff está actuando

-Mírales...- le digo a Jack, señalando discretamente con la cabeza hacia donde están el sheriff y sus chicos  -¿Has visto a alguien hacer algo con menos ganas?-

Vuelvo de nuevo la cabeza hacia el fuego y empiezo a estrujarme los dedos nerviosa -Va a salir ¿verdad Jack?... ¿tú crees que va a salir?-

Ni siquiera me he dado cuenta que Pancho se ha acercado hasta donde estamos.

La situación sigue igual ante los ojos de Lonegan: El hotel consumiéndose irremediablemente entre las llamas, la cadena de cubos de agua que parecía cada vez menos efectiva, el extraño comportamiento del sheriff y sus hombres... Pancho parecía haber llegado a la conclusión de que sus esfuerzos tampoco arreglarían mucho la situación, y daba la impresión de que el resto de la gente congregada alrededor del incendio estaba expectante por saber si la incursión de McReady tendría éxito o no.
Jack escuchó las teorías de Juanita sobre el incendio, y no pudo si no compartir sus sensaciones:

-Es cierto, si no hubiera escuchado las palabras de ese pobre diablo de Stark cuando entramos en su hotel tal vez no me llamara la atención el comportamiento del sheriff y los suyos. Pero sabiendo eso, no puedo pensar que sea una coincidencia. Pero me temo que eso es algo en lo que no deberíamos meternos, debemos tratar de pasar lo más ajenos posibles a los problemas del propio pueblo, nuestro principal objetivo es el francés.-Escuchó las palabras de preocupación de su compañera sobre McReady, debían mantener la calma.-James es un perro viejo, le he visto salir de cosas peores. Si no puede dar con los Stark, saldrá antes de poner su propio pellejo en peligro. Es cuestión de tiempo.

Pero el forajido mentiría si dijera que no le preocupaba la incursión de James al interior del hotel.
Una viga que termina de partirse por el fuego, demasiado tiempo respirando entre el humo, un enganchón inoportuno del poncho en algún saliente... Por Dios James, sal de ese infierno, y hazlo ya.

Haciendo un esfuerzo titanico para tu edad, consigues desencajar la barra de su posición y apartarla, o sería más exacto decir que gracias al calor fuiste capaz de doblarla hasta que dejo de entorpecer la apertura de la puerta. El Poncho había quedado quemado y ennegrecido allí donde lo usaste para aferrar la barra al rojo con fuerza, pero gracias al agua no se había prendido, aunque a causa de tu apresuramiento y de que todo olía a humo no te diste cuenta en ese momento.

La puerta cayó por si sola al suelo al intentar abrirla, y desde donde te encontrabas pudiste ver a Anton Stark y su familia se encontraban agazapados en una esquina de la habitación, intentando evitar las llamas hasta el fatídico momento final. Anton Stark estaba inclinado sobre un niño de no más de 5 o 6 años que se agarraba a su camisa con fuerza presa del miedo, el propio Anton se agarraba su hombro izquierdo mientras que ese brazo le colgaba en una postura extraña, inerte; la que era evidentemente la mujer de Stark estaba pegada espalda con espalda a su marido, protegiendo con su cuerpo un bulto gimoteante que revelaba que tenía en sus brazos a una criatura de menos de un año de vida.

Al escuchar como la puerta caía, marido y mujer giraron la cabeza con miedo, como si esperasen que todo se viniera abajo, sin embargo, al verte en el umbral, ambos se agitaron en su incredulidad. Anton iba a decir algo, pero súbitamente parte de una viga de madera se desprendió y cayó a un lado de la habitación. No había mucho tiempo.

El tiempo pasaba lentamente mientras esperabais expectantes a que McReady saliera del edificio, con o sin los Stark. La cadena humana continuaba incansablemente trayendo y arrojando cubos desordenadamente sobre el edificio en llamas, pero no parecían ganarle terreno al fuego. El segundo piso ya comenzaba a arder con fuerza y aunque consiguieran apagar las llamas, probablemente el edificio entero ya estuviera condenado. Por otro lado, se redoblaban los esfuerzos por apagar los nuevos fuegos en los edificios cercanos, intentando impedir que se propagase más por el pueblo.

Apenas habría pasado un minuto, pero parecía que hiciera una eternidad que McReady hubiera atravesado las llamas.

Aúnque rodeaste el hotel casi por completo, no encontraste ninguna entrada segura. Toda la primera planta estaba ahora cubierta de llamas danzantes que amenazaban con devorar el edificio entero en cuestión de minutos, Intentar entrar por una de las ventanas en aquella situación era suicida; entrar por la puerta principal como había hecho McReady, aunque seguía siendo una locura, era el único modo que prometía alguna posibilidad de éxito.

Al terminar casi el recorrido tu atención se dirigió al almacén en llamas. Por la separación de los demás edificios suponías que no era simplemente un almacén junto al hotel Stark, sino que el almacén debía de formar parte de éste. Al igual que el edificio principal, el almacén había sido tomado por el fuego; algunos de los ciudadanos que habían llegado más pronto a intentar apagar las llamas habían conseguido rescatar algunos sacos de tasajo y heno medio quemado y un par de cubas cenicientas de aguardiente y zarzaparrilla, pero a aquellas alturas el resto de su contenido se encontraba ardiendo en el interior, sin ninguna esperanza de poder recuperarlo. Las llamas eran tales que a aquellas alturas ni siquiera se arrojaban cubos al almacén, sino que concentraban los esfuerzos en los nuevos fuegos en los edificios de alrededor, y en el propio hotel.

El aire caliente que le llegaba filtrado a través de su pañuelo, inundaba los pulmones de James abrasándole por dentro. Los ojos le picaban a horrores por efecto del humo. Apenas era capaz de abrirlos lo suficiente como para poder ver por donde iba. Se abrió paso como pudo hasta donde estaban los Stark mientras les apremiaba para que saliesen.

-¡Vamos, acompáñenme!¡Esto se va a venir abajo en cualquier momento ¿Pueden caminar? Yo llevaré al niño-.

El exmilitar se acercó para coger al niño en brazos y una vez lo tuvo, se dirigió hacia la salida. 

-Vamos, pequeño. Te sacaré de aquí ¡Vamos, no hay tiempo que perder!¡Síganme y pisen por donde yo pise!.

El camino de vuelta debería ser más fácil. Intentó volver siguiendo exactamente el mismo camino por el que llegó hasta ellos. Si la cosa no empeoraba, deberían llegar afuera sanos y salvos. Solo eran unos metros.

La falta de entusiasmo del Sheriff y sus ayudantes me resulta irritante y más ahora que la vida de James está en juego. Recuerdo la manera en que los hombres del pueblo se habían enfadado esta mañana con Stark y también los comentarios de la Sra Johnson, de nuevo.

Entonces me giro y empiezo a observar a la gente que participa en apagar el fuego buscando comportamientos como los del sheriff, intentando encontrar quién de aquí quiere hacer daño a otras personas sólo por seguirle la corriente a El Frances.

"Nosotros puede que seamos delincuentes pero no somos unos miserables que hacen sufrir a otros que no se pueden defender..."

Michael acabó de rodear el edifio por completo y contempló la calle principal y pudo ver la creciente muchedumbre, la hilera de cubos mal dirigida, a Pancho agotado y cojeando y a Juanita junto al jefe que miraban hacia la puerta del hotel a la espera de un heroico e ignífugo James.

Por un instante pensó en unirse a aquella pareja, pero era un hombre acostumbrado a no perder el tiempo el acciones gratuitas o a conquistar damas inconquistables. Como tampoco era Michael alguien dado a poner el hombro y menos aún en labores extenuantes se quedó donde estaba.

Desde la oscuridad del callejón que gracias a las sombras proyectadas por las llamas era aún más profunda que en cualquier otra noche, miró con el ceño fruncido al sheriff y a sus ayudantes, sin duda responsables del incidencio o al menos de evitar su propagación y se dió cuenta de algo. Si aquellos individuos estaban allí... no estarían en la oficina del sheriff. Michael tomó una decisión que acabaría siendo la más brillante o la más estúpida de su corta vida. Caminando oculto por las sombras y a cubierto fue a echarle un vistazo a la oficina del sheriff...

Lonegan observa con calma, atento ante una posible reacción de Juanita. Sabe que la mexicana es una mujer de reacciones viscerales, y no deja de temer que un arranque suyo les busque alguna complicación con los agentes de la ley de St. Elmo. Sin embargo parece que todo se quedará en su mirada de reproche, que dirige descaradamente hacia aquellos hombres para posteriormente echar una mirada inquisidora alrededor del resto de la gente que participa en la extinción del fuego.
¿Busca otro tipo de señales entre la gente, o tal vez más cómplices contra los intereses de los Stark?

Jack recuerda que antes de volver con ellos al hotel, su compañera estuvo hablando con la mujer que hace unos instantes se había acercado a ellos para preguntar por los Stark. Seguramente Juanita sepa más cosas sobre los enfrentamientos internos en este pueblo que él.

Por otra parte, observa que Pancho ha venido hacia ellos tras abandonar sus intentos de colaborar en la extinción de fuego. Se gira un momento hacia él para comentarle:

-No te preocupes Pancho, creo que ese hotel ya está irremediablemente condenado a consumirse hasta no quedar más que cenizas. Ahora deberías hacer lo posible por recuperarte y descansar ese pie, necesitamos estar todos lo mejor posible si queremos terminar con nuestros asuntos aquí lo antes posible.

Tras decir estas palabras, volvió a centrar su mirada en las llamas, que parecían tener un efecto hipnótico sobre él.

Pancho escuchó las palabras de Juanita y Jack. Y por su pueril actitud no parecía estar al tanto del pasotismo y sospechosa actitud del sheriff y sus ayudantes respecto al incendio.

Asintió cuando Lonegan se dirigió hacia él: -Gracias jefe. No se preocupe, estaré bien...- Podía tener los pies enrojecidos o sangrantes, pero Pancho nunca reconocería que algo le dolía o que se encontraba cansado. podías ser un cobarde pero no un quejica. - ...aunque no creo que podamos decir lo mismo sobre Mc Ready. Usted tiene razóoooon. El hotel está condenado, como todos los que se encuentran en su interior.-

Quitándose el sombrero de la cabeza para ponerlo frente as u pecho, añadió: -Tal vez deberíamos rezar una plegaria por Mc Ready y los Stark.-

Anton Stark asiente y te sigue sin mediar palabra, dejando su destino y el de su familia en tus manos. A vuestro alrededor comienzan a caer trozos de leños del techo y fragmentos de suelo; la mujer de Anton Stark tose con angustia al atravesar el denso humo y el niño al que llevas en brazos gimotea mientras camináis entre las llamas.

En ese preciso instante se escucharon varios crujidos súbitos de la madera y una pared se hundió varias pulgadas de golpe en el suelo. Los gritos de los lugareños se escucharon por todo el pueblo, pero con cierta confusión, ya que se mezclaban los gritos de tristeza y de socorro con otros de alegría. Al fijaros bien os disteis cuenta de que McReady estaba de vuelta; llevaba a un niño en brazos, y tras él le seguía el resto de la familia Stark; Anton con el brazo dislocado y su esposa con un bebé de pocos meses en brazos que berreó casi tan fuerte como la multitud que les recibía.

A ojos del pueblo McReady era un auténtico héroe. La mayoría de habitantes de St. Elmo que estaban presentes se acercaron para atender a los Stark, y no faltó nadie por estrechar la mano al viejo ex-confederado, abrazarlo o apoyar la mano sobre su hombro en señal de respeto. Los pocos que no participaban abiertamente en la celebración eran el sheriff y sus hombres, que intentaban calmar el alboroto para que la gente volviera a la cadena humana y continuase arrojando cubos de agua sobre las llamas. A pesar de todo, el edificio se vino abajo en pocos minutos, aún ardiente.

Mientras todos prestaban su atención al hotél en llamas, tu te alejaste por la calle principal hacia las oficinas del sheriff. Por supuesto, no había nadie en las calles; todos estaban prestando ayuda con el incendio. En un momento dado creístes escuchar más alboroto del habitual, pero al girar la cabeza no llegaste a distinguir nada diferente.

La oficina del sheriff estaba casi en el centro del pueblo, en el cruce que unía la calle principal con la que conectaba a la estación de trenes. A causa del alboroto de aquella noche la puerta estaba abierta, y tras asomarte con cuidado tardastes poco en descubrir que tampoco había nadie en su interior; aquél parecía tu día de suerte (incluyendo el hecho de haber escapado con vida de un incendio), aunque no había modo de saber cuanto tiempo tardaría el sheriff o alguno de sus hombres en volver. Probablemente lo mejor sería no tomárselo con excesiva calma.

Cuando al fin estuvieron fuera, James dejó al niño en el suelo y se dejó caer de rodillas, tosiendo. Estaba completamente exausto. El cuerpo le dolía a horrores en aquellos puntos donde el fuego había acariciado su cuerpo. Por fortuna, la idea de mojar el poncho había funcionado bastante bien.

Recibió con humildad las felicitaciones de la gente del pueblo que se acercaba. Lo había logrado. Hacía tanto tiempo que no hacía algo desinteresado por alguien, que ya no recordaba cómo se sentía uno. Estaba satisfecho consigo mismo y en ese momento para él, tan solo sentirse bien consigo mismo merecía el esfuerzo y el peligro al que se había visto sometido.

Pero además había conseguido ganarse al pueblo y sabía, o al menos esperaba, que eso les ayudaría a acabar con la influencia que el francés ejercía sobre el pueblo. Levantó la mirada hacia Jack y Juanita y sonrió.
 

Estoy pendiente, observando a la gente, así que en cuanto empiezan los murmullos, giro la cabeza. Ni siquiera tengo tiempo de preocuparme por la pared que se ha caido, porque ya estoy viendo, entre el humo a James.

Todo el mundo se acerca a felicitarle y yo sólo me quedo esperando, sonriendo feliz porque lo ha conseguido. Cuando, por fin, se despeja un poco el espacio a su alrededor y nos mira, me acerco para darle un abrazo. Creo que nunca se lo había dado. ¡Me alegro tanto que haya salido!

-Maldito viejo asqueroso, si me vuelves a dar un susto así, te lleno de plomo cuando salgas- le digo, por lo bajo, sonriendo

Ni siquiera soy consciente de la actitud del pueblo para con James.