Partida Rol por web

Los ojos de Layla brillaron igualmente ante el comentario de Wisteria, y no pudo evitar dibujar una media sonrisa en su rostro. Asintió con la cabeza, como dando entender que se lo diría a su padre, y observó su figura salir de la habitación, sólo para dar entrada al hijo del profesor... aquel estaba siendo un día de presentaciones, no había duda.

-Encantada -murmuró, algo cortada, al tiempo que extendía la mano y la estrechaba- Tú... ¿también la has conseguido hoy? -preguntó, sin saber si estaba metiendo la pata o no.

Green negó con la cabeza.
—No, qué va. Yo completé ya mi viaje. Sólo que no sé qué haré a continuación, estoy de año sabático, y así también ayudo a mi padre. Hummm, te... —se paró dudoso durante unos segundos—, ¿te apetece ver las medallas? Sonaba mejor en mi cabeza... Las tengo en el salón, la casa está pegada al Laboratorio.
Ves que se sonroja levemente, se lleva la mano a la cabeza y se rasca la cabeza. Está nervioso.
—S-si no, te puedo acompañar a por tus pokemon y equipo. Están ya listos —añadió, como si acabara de recordar que había ido para eso.

Sonrió de oreja a oreja mirándole a los ojos. Era realmente peculiar, tal y como su padre le había descrito al que ahora sabía que el padre de quien tenía enfrente.

-¿Por qué no hacemos las dos cosas? -propuso, antes de rodar los ojos y notar encendidas sus mejillas- Me refiero a coger a mi pokemon, mis cosas y... bueno, ver las medallas. Me puedes contar alguna buena anécdota, alguna batallita -comentó, riéndose levemente al tiempo que se ponía en pie y ladeaba el rostro para mirarle, ya frente a frente.

Cruzado de brazos, escucho las palabras de James. Asiento a sus razonamientos, que sirven para corroborar los míos propios. Cuando habla de testigos, levanto una ceja y miro hacia atrás, a la zona acordonada. Según tengo entendido, todos los afectados por el gas y la explosión fueron evacuados al Centro Pokémon, e incluso...Al laboratorio Oak.

Miro a James a los ojos intentando contener una sonrisa picaresca. ¿Ese comentario era para poner a prueba mi memoria? ¿O tal vez al Doctor no se le había ocurrido examinar a los pacientes que pudieran haberse evacuado al laboratorio? Pero es su comentario acerca de la brújula lo que me deja sorprendido. ¿En serio me acaba de preguntar si tengo una brújula?

-Sí, Doctor. Hablamos de una brújula figurada -aún algo sorprendido por eso, retomo la conversación donde se había quedado-. De todas formas, estoy de acuerdo con usted en lo relacionado con testigos. Según escuché mientras estaba en el laboratorio, el profesor dijo que les enviarían afectados. ¿Ha podido hablar con alguno? ¿"Tratar" a alguno?

Green sonrió al escucharte decir aquello. Se rascó la cabeza cuando mencionaste las anécdotas. 

—Bueno, para ser francos, las anécdotas más locas se las lleva mi primo, Blue. Es el hijo menor de Wisteria —añadió para que te ubicaras—. Fuimos juntos en nuestro viaje. Es algo menor que yo, pero retrasé mi viaje para ir en compañía. 

Dicho esto, abrió la puerta. 

—Vamos, mejor te lo cuento mientras nos movemos. 

Así, te empezó a guiar por la casa y te llevó hasta donde estaba tu equipo y tus pokemon, ambos en sus pokeballs. Los chequeos estaban listos y podías llevartelos ya. 

Después, te llevó por una puerta que comunicaba con el edificio de al lado que era, como podías esperar, una casa. Llegasteis derechos al salón. 

La decoración era bonita. Clásica, podías decir. Había chimenea y varias fotos encima de a repisa. Una de ellas te llamaba especialmente la atención. Parecía muy antigua: 

Te sorprendiste observando con extraña atracción la foto. Esos entrenadores, ¡eran los abuelos de Green! Al menos, dos de ellos... Podías reconocer los rasgos de Sunny en la chica rubia de la foto. 

Los cuatro entrenadores legendarios, hacía casi 50 años. Algunos con una historia mejor que otras. 

Green se detuvo a tu lado. 

—Es bonita, ¿verdad? Es de mis favoritas —comentó, con cierto orgullo, al ver la foto a tu lado—. A veces es difícil saber que... ellos son los que nos precedieron. Dejaron el listón bastante alto... 

Sacudió la cabeza y levantó la mano hacia un marco doble cerrado. 

—Aquí están —dijo mientras abría el marco y te las enseñaba. 

Te sorprendiste que todas eran las medallas clásicas. Ninguna pertenecía a las nuevas disciplinas. 

—Estoy especialmente orgulloso de ésta —dijo señalando a la Medalla Tierra—. Vencer a mi prima no es tarea sencilla. Para Blue fue incluso peor, porque es su hermana mayor. Ya lo conocerás, se llama Siena.

La comida con Ace fue mejor de lo que esperaba, con el caos no había muchos sitios abiertos así que nos decantamos por un puesto de bocadillos que encontramos a un par de manzanas del incidente. Como siempre no dijo mucho de su trabajo pero al menos parecía interesado en mi y en mi madre. Le conté qué pokemon había elegido y le presenté a Chisp, más calmado esta vez.

La conversación no tardó en decaer cuando nos quedamos sin novedades y todo se volvió incómodo. Una llamada fortuita nos salvó de nosotros mismos y mi padre se despidió de mi para volver a trabajar. Mire el reloj, tal vez era hora de ir al Persian Palace.

Estaba realmente contenta de poder recoger sus cosas, especialmente la pokeball con Fulgor, que lucía perfecta después de las decoraciones que había conseguido en el Pet Paradise: un amargo recuerdo. Guardó la pokeball junto a la de Opaco y caminó junto a Green.

Descubrir aquellos detalles sobre su familia era increíble: todos ellos eran verdaderas leyendas de su país, incluso de su mundo. Sus ojos brillaron levemente mientras escuchaba aquellas historias y, en su mente, añadía retazos de los relatos de su padre. Aquellos entrenadores tenían un nivel muy superior al que su padre había visto en nadie más... y había visto muchos. Después, el propio Green le llevó hasta sus medallas, sólo las 8 originales.

-¿Siena, eh? -repitió, con una media sonrisa en sus labios y aquella chispa heredada en sus ojos. Siena. Acarició levemente las medallas antes de girarse hacia él- ¿Y no te has planteado probar suerte en otros países? -preguntó, encogiéndose de hombros- No digo que tengas que demostrar nada, pero... bueno, creo que en vuestra familia estáis destinados a grandes cosas -expuso en un susurro.

Casi sin darse cuenta, se acercó a ti tratando de escuchar qué estabas diciendo en susurros. Cuando acabaste, sonrió y, de repente, viste que sus mejillas se ruborizaban. Carraspeó y se alejó de ti, estabais demasiado cerca. 

Se metió las manos en los bolsillos y dio un par de pasos hasta poder sentarse en el brazo de una bonita butaca. Se poyó en ella, aunque aún podías ver cierto rubor en sus mejillas. Parecía un chico bastante tímido, al menos en lo que se refería con chicas. 

—La verdad es que no sé qué quiero hacer. Todo el mundo dice que se me da bien el combate pero... —negó con la cabeza—. Es como luchar contra su reflejo, ¿sabes? —dijo, señalando con la cabeza la foto una vez más—. Mis padres encontraron su camino fuera de los combates. Sólo tengo que descubrir qué quiero hacer yo. 

Así que bueno con el combate. Eso te llamó levemente la atención. 

—Oye —dijo entonces—, ¿te apetece ir al jardín? Tengo que ir a sacar a los pokemon ya, ahora que el humo se ha disipado. 

Sonrió ante su propuesta y siguió su figura con la mirada mientras iba camino del jardín. Estaba clara cual iba a ser la respuesta de Layla. Negó con la cabeza mordiéndose levemente el labio. Parecía tan seguro a pesar de parecer tan inseguro hacía sólo unos segundos, cuando los dos... movió rápidamente la cabeza como tratando de sacar aquella idea de su mente y se puso a la par que él con un par de rápidos pasos.

-Acepto, señor bueno en los combates -comentó con sorna, mirándole de reojo, antes de añadir- . A mi me gusta pensar que he heredado la capacidad analítica de mi madre y la rapidez de toma de decisiones de mi padre, así que... tengo una idea mejor que sólo ir al jardín -comentó, acercándose levemente a él hasta que sus brazos (o al menos sus ropas) se pegaron- . Podemos ver cuánto de bueno eres... o cuánto de mala soy yo -dijo en voz baja, como si fuera una propuesta secreta que nadie habría pensado.

Mientras caminaban, pensaba en qué haría y como trataría de plantear el combate, y se sintió un poco estúpida. ¿Realmente iba a poder competir contra alguien que había completado el viaje? Volvió a mirarlo de reojo. Además, no sabía que pokemons tendría, pensar en cualquier estrategia carecía de sentido de momento. Se pasó la mano por la nuca de forma despistada y se revolvió levemente el pelo cuando recordó otro de sus problemas: Fulgor acababa de salir de un estado peligroso, y Opaco... bueno, no sabía muy bien qué esperar de Opaco, aunque tenía buenas vibraciones a ese respecto, no sabía muy bien por qué. 

-Bueno, y... Green -dijo, como tratando de romper la tensión del momento- ¿A qué te dedicas actualmente? Quiero decir... no sé, ¿trabajas en el laboratorio, estás intentando conseguir una licencia superior, o...? No sé, igual tienes a alguien y estás esperando a que os juntéis de nuevo... No sé, algo -dijo, antes de reír levemente de forma nerviosa.

"Brillante, Layla, simplemente brillante" pensó para sí. Lo cierto es que su padre siempre le había dicho que el estado psicológico del entrenador era muy importante en los combates, y en Isla Canela había puesto en práctica esa enseñanza muchas veces... Pero en aquel momento parecía que se estaba intentando despistar a sí misma.

Green te miró y levantó una ceja. 

—Uhmm, ¿un combate? Pero... —dudó—, ¿estás segura? Quiero decir, acabas de conseguir la licencia. Y acabas de recoger a tu pokemon de la clínica. Puedo prestarte uno de los míos si quieres seguir con el reto, o puedo coger prestado a uno de los nuevos que tenemos atrás... Aunque, la verdad, no era combatir lo que tenía pensado —dijo con sinceridad. 

Te llevó hasta la parte de atrás, donde había un extenso jardín bien cuidado. Se podían ver ya ahí distintas casetas para pokemon de mayor y menor tamaño, hasta una pajarera. La mayoría de los animales que podías ver tenían vendas o alguna lesión. 

Así, empezó a abrir a los pokemon, y estos fueron saliendo. Había de todo un poco, hasta bebés que estaban dormidos y los volvió a cerrar dentro. El último que sacó de su sitio te hizo dar un par de pasos hacia atrás. Era un enorme pokemon caballo que no habías visto nunca, un Mudsdale. 

—Tranquila, es muy manso. Se llama Musy. Aún no se le puede montar, tiene una pata herida. Es de mi prima Leela. La conocerás pronto, empieza su viaje... 

En ese momento, mientras acariciaba a Musy, escuchó lo que le preguntaste. Empezó a ponerse rojo de nuevo. 

—Ehm, no, no... No me espera nadie —dijo, haciendo esfuerzos por mantenerse sereno—. ¿Y a ti?  

Después, respiró hondo y siguió contestando: 

—Me gusta... esto —dicho esto, abrió los brazos y señaló a los pokemon a su alrededor—. Pero no hay nada parecido de momento. Así que, pensaré en ello con calma —añadió sonriente. 

Después, se acercó a la puerta de la casa, la abrió y cogió algo colgado de la puerta. Era un cinturón de entrenador con todas las pokeball completas. 

—¿Segura que quieres combatir? —preguntó de nuevo mientras se lo ponía—. De ser así, te propongo un trato —viste que una sonrisita apareció en sus labios. 

De repente, esa mirada, con el cinturón puesto, te recordó muchísimo a Wisteria Oak. Por un instante, no sabías si le estabas viendo a él o a su abuelo. 

—Si te gano... ¿vendrás conmigo esta noche al Persial Palace? Me han invitado a una fiesta y... aún no tengo con quien ir. 

Dicho esto, te dejó escoger una pokeball. 

-¿A mi? -repitió, encogiéndose de hombros- Acabo de iniciar el viaje, eso es toda mi vida ahora mismo -respondió, con una sonrisa pícara. 

Observó como se colocaba el cinturón, como si hubiera nacido para eso y estuviera deseando cualquier instante para tener esa conexión. Y entonces... aquella mirada. Layla se ruborizó levemente, pero no apartó la mirada de las pupilas del joven, e incluso sonrió de medio lado, al tiempo que caminaba lentamente hacia él. Bajó la mirada hasta el cinturón con las pokeball y tomó una.

-¿Una invitación a una fiesta en el Persian Palace, eh? -dijo, al tiempo que se pasaba la pokeball de una mano a otra, hasta que levantó la mirada para volver a mirarle a los ojos, allí, a unos centímetros de ella- Está bien, siempre está bien ir acompañada a una fiesta -comentó, encogiéndose de hombros, como si no le apeteciera especialmente el plan. Se dio la vuelta y caminó en línea recta alejándose poco a poco de él, pero se giró un instante para mirarle mientras caminaba de espaldas- . Vale, pero... si gano... -argumentó, mirándole con el rostro ladeado y todavía la media sonrisa en su rostro- Me buscarás en la fiesta -dijo, encogiéndose de hombros y dándose la vuelta de nuevo. Beso la pokeball* mientras caminaba de espaldas a él y, cuando se había alejado el espacio suficiente le miró, desfiante- . Cuando quieras, Green

Cuando os mirasteis a los ojos, por unos instantes se te olvidó respirar. Pero enseguida notaste, cuando te separaste, que a él también. Tragó saliva de la forma más disimulada que pudo. 

Se quedó dudoso con tu respuesta, hasta que escuchó tu contraoferta. Sonrió de oreja a oreja mientras ampliaba la pokeball a punto de lanzarla. 

—Reto aceptado —concluyó mientras la lanzaba, ésta se abría y salía un Golduck esbelto y de piel brillante.  

Hecho esto, esperó a tú estuvieras lista. 

Asintió en silencio después de que Green aceptara. Cuando el Golduck salió de la pokeball, Layla ladeó el rostro. En Isla Canela había visto algunos, así que ya sabía, a grandes rasgos, de qué eran capaces, pero verlos en las aparentes expertas manos de Green la cosa podría cambiar mucho. Acercó su pokeball de nuevo a su boca y depositó otro pequeño beso al tiempo que la agrandaba.

-Vamos, pequeñín -susurró a la pokeball antes de lanzarla frente a sí y que saliera un enorme Scizor de ella. Abrió los ojos como platos, porque no era algo que conociera, sino que había visto en algunas enciclopedias, revistas y vídeos, pero con lo que no estaba familiarizada. Además, ¿pequeñín?

"Concéntrate, tienes que ganar esto" se dijo a sí misma tratando de mantener la calma.

-Cuando quieras... -murmuró.

En ese momento, con los dos pokemon en el campo, ambos mirando a Green, el chico les dio instrucciones. 

—Chicos, esto es un entrenamiento de batalla. Scizor, haz caso de Layla, ¿vale? A todos los efectos, durante la batalla ella es tu entrenadora. Golduck, ya sabes, es un combate, no es nada personal, no hay amigos, sólo aliados y rivales, ¿de acuerdo? 

Después, volvió a dirigirse a ti: 

—Layla, usa el módulo de pokegear para mirar los stats de Scizor. Cuando estés lista, comienza con el primer ataque. Yo responderé desde ahí. 

Dicho esto, te sonrió de nuevo. El fuego ardía en sus ojos verdes. Parecía otra persona diferente, más seria, más mayor, más pasional, más dura y con una chispa de audacia. 

Tal y como Green había dicho, Layla comenzó a buscar en el Pokegear toda la información acerca del Scizor, y asintió con la cabeza cuando su rival le dijo que podía empezar.

-¡Scizor, Garra metal! -dijo apenas un segundo más tarde, a lo que Scizor se lanzó impulsándose con sus alas, generando un gran zumbido.

Green alza la mano al frente. 

—¡Golduck, usa hidropulso! —dijo justo después que tú. 

Aunque Golduck se llevó el impacto del garra metal, Szisor también se llevó el ataque del pokemon de Green. La diferencia fue que Golduck apenas lo notó, pero Szisor se llevó un buen remojón de pleno. 

-¿Qué? -se quejó sonoramente Layla, antes de darse cuenta y darse una sonora palmada en la frente.

Su padre le había dicho muchas veces que era más importante conocer a los pokemon a los que se enfrenta uno que conocer al propio pokemon en sí, Layla había pasado por alto las debilidades y resistencias de los pokemon... en un claro ejemplo de que necesitaba aquel viaje más de lo que pensaba.

-¡Está bien, está bien! ¡Cuchillada Scizor! -bramó, señalando al Golduck.