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Polvo de Escorpión

Nekaua - Prólogo: El Custodio

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29/01/2018, 15:49
Narrador

Allí estaba Puerto del Amanecer. Esa ciudad marcaba el primer paso en su redención. Era la primera vez que Nekaua veía la ciudad y ya desde la lejanía le pareció que era muy grande. Más que los dos lugares que con anterioridad había considerado hogar. La goliath se dirigía a la capital de la República para reunirse con Earl Ostimer, uno de los últimos miembros de la Orden de los Custodios Celestes. Él la ayudaría, eso era lo que él mismo le había asegurado Clavilda, después de que la ex-paladina se pusiera en contacto con él por carta. 

Cuando Nekaua llegó a las puertas de la amurallada ciudad, preparó la carta que el Custodio le había remitido a Clavilda. También se aseguró de hacer más que visible que no llevaba ningún arma encima, exceptuando su pesado escudo y mostrarse lo más civilizada posible. Y aun así no tenía muy claro que pudiera entrar en la ciudad. La tribu del Martillo de Hueso había hecho mucho daño a los rhovesianos.

Por suerte (o quizás fuera la mediación de Beltegueuse) nadie la detuvo al entrar en la ciudad y pudo seguir su camino. Lo que si notó desde el momento en el que puso un pie en Puerto del Amanecer, es que en ningún momento dejó de ser el foco de las miradas. Y eso podía ser malo. Nekaua llegó hasta el Palacio de la Dogaresa, no fue difícil siguiendo las instrucciones de Clavilda. Allí se encontraba el Custodio.

El Palacio era un lugar magnífico, estaba dividido en tres alas, tenía cuatro alturas y los tejados acababan en pináculos. La fachada era nueva, pues el edificio fue reformado tras la caída de Korven y la Iglesia de Kurnah. Pero para Nekaua, que había visto las ruinas enanas de Ark Durandor, las obras humanas le resultaban una sombra. Un quiero y no puedo.

Tras haber contemplado el edificio unos segundos, la goliath se acercó hasta la puerta del palacio. Tal y como la vieron, los guardias se pusieron en guardia, como si se temieran que en algún momento se lanzara al ataque. Sólo uno de ellos, un fornido humano de más de cuarenta años se dirigió a su encuentro, quizás para evitar que se acercase mucho al palacio.

Nekaua entregó la carta y eso pareció dejar al guardia descolocado. Lo suficiente como para pensar que la goliath no fuese un peligro. Se giró y ordenó a otro de sus hombres que fuera a buscar al Custodio. No mucho después, éste último volvió acompañado de otro hombre.

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29/01/2018, 17:21
Earl Ostimer

Earl tendría cuarenta años. Tenía el cabello corto de color negro azabache y una barba del mismo color. Tenía varias pequeñas cicatrices en el rostro, siendo la más relevante la que tenía en la nariz. Vestía una armadura completa y llevaba los ropajes celeste de los siervos Nihal. El Custodio era historia viva de Rhovesia, en la maltrecha orden sólo quedaban tres miembros. Uno estaba loco, el otro estaba del lado del Conde Farias y luego estaba él.

Cuando estuvo frente a Nekaua, Earl le sonrió y le tendió la mano.

Nekaua, ¿verdad?—dijo con voz grave—Llevaba días esperándote. ¿Como está Clavilda? Me alegró mucho tener noticias de ella.

El hombre miró el reloj que había en el frontal derecho del palacio.

—No tengo mucho tiempo ahora, el consejo va a reunirse, pero si quieres comer algo puedo acompañarte al Cerdo Especiado para asegurarme que no haya ningún problema.

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01/02/2018, 12:26
Nekaua

Los dos estaban despiertos antes del amanecer, como cada día durante las temporadas de siembra y cosecha. Como casi cada día, salvo cuando dejaban que pasaran las horas de la noche entre la conversación y el silencio relajado, bebiendo vino. Ella le entregó la capa, del color de las montañas en primavera, sin adornos; la capa que había llevado la primera vez que la había visto. Él le dio un escudo de acero, mucho más pesado que el de madera que llevaba a la espalda, con el martillo de Beltegueuse grabado y pintado en su centro. Apretó el paso tras despedirse de ellos; si no se alejaba lo suficiente, si echaba la vista atrás y veía la granja, no estaba segura de ser capaz de contener las ganas de dar media vuelta.

Había dejado atrás su segundo hogar, con la mochila ligera y la conciencia pesada.

El camino más rápido hacia Puerto del Amanecer discurría campo a través, una jornada de viaje si establecía un buen ritmo, incluso si el terreno era desfavorable; lo que para los humanos era terreno abrupto, poco apto para el tránsito, para una goliath era un obstáculo menor. Pero no tenía prisa. Prefirió usar los caminos, como hacían los humanos —dando un buen susto a casi todos los que encontraba a su paso—, y dormir a las afueras de Bastión Celeste, observando las ruinas que, bajo la luz de la Luna, realmente parecían pobladas por los fantasmas de los custodios muertos.

Pensaba, mientras el sueño iba apoderándose de sus miembros fatigados, en el sentido de su propósito. Hacía ya meses que había tenido la conversación con Doña Clavilda. Había contraído una deuda que no sabía cómo pagar, que ni siquiera creía que fuera capaz de pagar. No podía deshacer lo que había hecho, ni dar la vuelta a sus consecuencias. Había matado a hombres y mujeres como quien aplasta insectos entre las manos. Y había disfrutado haciéndolo.

Había hablado largo y tendido con Doña Clavilda, y la paladina le restaba importancia: “Lo hecho, hecho está. Preocúpate de lo que vas a hacer a partir de ahora”. También había hablado con Garo. El hombre era mucho menos optimista, como la propia Nekaua. Pero lo que tenía claro era que no podía quedarse más tiempo de brazos cruzados, por cómodo que fuera. Cuando trabajaba de sol a sol, no tenía tiempo de pensar.

“No vas a borrar esas muertes de tu cabezota, pero aprenderás a que te sirvan para andar más ligera y levantar los brazos más alto, en lugar de ir por la vida con los hombros echados para adelante”.

 

Puerto del Amanecer no era la primera ciudad humana que veía. No solían alejarse tanto de Ark Durandor, ni atravesar el Paso de los Espíritus, pero en una ocasión, siendo aún una niña, había contemplado Mena de Oro, desde lo alto de las montañas. Garo la había llevado a Destino de Leñador, en busca de madera, pero aquello solo era un poblado en el regazo del bosque. La capital de Rhovesia era inmensa; cuántos miles —¡decenas de miles, incluso!— debían vivir entre sus murallas, y más allá, y el mar.

Una vez se hubo resignado a su condición efectiva de prisionera, no le costó demasiado acostumbrarse a la vida en la granja. No era tan diferente a la que había conocido: despertar temprano y pasar el día asegurándose el sustento. En la granja, simplemente, se trabajaba a un plazo más largo; no importaba el día siguiente, sino la cosecha siguiente. Incluso el número de personas que tenía siempre alrededor era similar: en las montañas, eran una veintena de goliaths; en la granja, una docena de humanos y una familia de cinco medianos. Dudaba que adaptarse a la ciudad fuera tan natural para ella.

Entrar sin problemas a la ciudad fue toda una sorpresa. Los guardias de las puertas tenían bastante trabajo inspeccionando los carros de los mercaderes.  En cuanto comprobaron que no llevaba armas encima, la dejaron pasar sin prestarle más atención.

Los porteños le prestaron bastante más atención. Su estatura y el tono de su piel la marcaban como una rareza. Sabía que algunos goliaths dejaban las montañas para vivir entre los humanos, y sospechaba que algunos de los adultos de su clan habían estado en esa ciudad, pero dudaba que la mayor parte de las miradas que se posaban en ella reconocieran lo que era. No le gustaba ser el centro de las miradas, pero lo único que podía hacer al respecto era rezar a Beltegueuse para que ninguna patrulla de guardias se cruzara en su camino.

 

La mano del hombre era más pequeña que la suya, pero los dedos eran más gruesos. El apretón, firme. Había tenido que contener su fuerza para no romper la mayor parte de las escasas manos que había apretado en ese extraño gesto de saludo. Dudaba que hubiera sido capaz de romper la mano de ese hombre.

No se le daba bien juzgar las edades de los humanos. Aunque los goliaths no vivían mucho más que los humanos, sus cuerpos no mostraban los signos de la edad de forma tan llamativa. Pero estaba segura de que Ostimer era más joven que Doña Casilda, diez años, quizás veinte. Llevaba puesta una de esas armaduras de placas de metal. Los humanos disputaban y peleaban, pero no era consciente de que necesitaran protegerse de amenazas letales en el interior del mismo edificio desde el que supuestamente se gobernaba la ciudad. Más que la ciudad, rectificó, todo el territorio desde el mar hasta las montañas. De alguna manera difícil de comprender.

Fuerte como un buey y sana como un roble, respondió, parafraseando a Fabundo, uno de sus amigos medianos. Los jóvenes hermanos medianos eran los únicos que la habían aceptado con facilidad de entre todos los trabajadores de la granja. Estaban bastante acostumbrados a tratar con gente más grande que ellos; un poco más grande no debía suponer una diferencia considerable. No era muy diferente entre los miembros de la Tribu. Soy Nekaua, sí, añadió; los humanos siempre pronunciaban mal su nombre. Es un placer conocerle.

El custodio miró un relieve de la fachada antes de seguir hablando. Se dio cuenta de que la saeta larga había cambiado de posición desde que lo había visto por primera vez, al llegar al palacio y entregar la carta. Supuso que servía para medir el tiempo, pero no fue capaz de descifrar cómo.

¿Cerdo especiado? preguntó, enarcando una ceja antes de darse cuenta de lo que estaba hablando. Oh, es el nombre de un lugar donde se dan comidas y bebidas, a cambio de monedas… Una venta, ¿no? Y sirven cerdo especiado. Me gustaría.

Que no hubiera tenido problemas hasta el momento no implicaba que no los fuera a tener más adelante.

Por favor, añadió. La educación es una parte esencial de la civilización, le habían dicho a menudo. Y fuera o no fuese cierto, había comprobado que ayudaba a suavizar la primera impresión que provocaba a los humanos. Gracias.

Quería preguntarle si iba a dejarla sola allí, cuánto tendría que esperar, dónde podía pasar la noche si tardaba demasiado tiempo, y qué planes tenía para ella, pero tenía la boca seca y un nudo en la garganta. Todavía se sentía cohibida con los humanos desconocidos, por mucho que Doña Clavilda le hubiera hablado sobre aquel hombre. La buena mujer era honesta, pero las personas, de cualquier raza o especie, no eran palabras.

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01/02/2018, 13:41
Earl Ostimer

Sígueme entonces—le indicó.

Earl la llevó hasta un local que estaba cerca del Palacio. Nekaua vio un cartel con el dibujo de un cerdo y unas letras que no entendió. En su interior había un mostrador a la derecho y el resto  de la sala estaba lleno de mesas y sillas. La mayoría de las mesas estaban vacías, sólo había dos ocupadas. Habría capacidad para una treintena de personas. Como era de esperar, al entrar, las pocas miradas fueron directas a la goliath y también al custodio. Como era de esperar, era alguien conocido.

Viendo la vestimenta de los clientes, Nekaua pensó que debían ser comerciantes o algo parecido. Que ella supiera sólo los comerciantes vestían ropas de colores con numerosos adornos. Al menos los únicos que se veían así en los caminos. Si se dedicaban a otra cosa, era algo desconocido para ella.

Mick—saludó el custodio a un hombre de más de cincuenta años que estaba tras un mostrador—. Encárgate de ella, ¿quieres? Dale de comer y beber, yo me hago cargo. Y tranquilo, es de confianza. 

Earl le habló al tabernero con un tono duro y directo, pero no parecía que fuera producto del desagrado, sino de la costumbre. Seguramente el custodio, acostumbrado a tantos años de lucha había tomado como habitual esa forma de comunicarse. Por eso a Nekaua le sorprendió que al volverse para hablar con ella sus palabras fueran más amables.

Mandaré a alguien para que te acompañe. En una hora o dos vendré y hablaremos, ¿de acuerdo?

Entonces dio media vuelta y salió del local.

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01/02/2018, 15:01
Narrador

Nekaua se sentó en una mesa y el tal Mick no tardó en servirle carne y cerveza. Curiosamente no se trataba de cerdo, sino de gallina al romero. Aunque no era la comida de Fabundo estaba rica, así que no había motivos para quejarse. Seguía siendo el centro de atención, pero parecía que el tabernero se dedicaba rápidamente a acallar cualquier queja porque escuchó en un par de ocasiones como decía "el custodio".

La goliath estaba terminando el plato cuando entró una chica humana con un largo cabello rubio y los ojos claros. Llevaba un vestido rojo ceñido al torso, con la parte inferior anchas para facilitar el andar. Las mangas eran de gasa y también anchas. Muchos hombres se quedaron mirando a la chica, a la vez que ella recorría con su mirada la sala. Y para sorpresa de todos los presentes, cuando su vista se posó en Nekaua se dirigió hacia ella.

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01/02/2018, 15:17
Clea Stenon

Que aproveche—dijo a modo de saludo—Sois Nekaua, ¿verdad? Yo soy Clea Stenon, aunque puedes llamarme Clea.

La joven hablaba de forma educada y algo distante.

—El custodio Ostimer me ha pedido que os acompañase hasta que terminase la reunión del consejo. ¿Puedo sentarme?

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02/02/2018, 00:45
Nekaua

Las sillas humanas no estaban pensadas para alguien de su tamaño, a pesar de que, como le habían asegurado Garo y Clavilda, unos pocos humanos y aún más mestizos eran tan altos como ella. Pero podía sentarse si estiraba las piernas por debajo o plegaba las rodillas. Hubiera preferido sentarse en el suelo, o sobre una roca, pero no quería llamar la atención más de lo que ya lo hacía. Tampoco había rocas en aquel lugar, así que iba alternando entre las dos posturas.

Earl se había marchado a su reunión con el consejo. Una hora o dos; esperaba tener que esperar mucho más. No era necesario que mandara a nadie para que la acompañara, ya no era una niña que no podía estar sin supervisión, pero no protestó. Suponía que el objetivo de la compañía no era tenerla entretenida, sino vigilada, o al menos evitar que se metiera en los problemas que había evitado desde que llegó al a ciudad, a Beltegueuse gracias.

Concentrarse en la comida ayudaba a ignorar las miradas y comentarios de los parroquianos. Lo que probablemente era mera curiosidad, con una piza de miedo, se convertía en acusación si soltaba las riendas de la imaginación. No era cerdo, pero estaba rico y era abundante: O bien Mick era generoso con las raciones, o bien había asumido correctamente que necesitaba más alimento que un humano. El hombre que la había traído tenía autoridad, lo sabía por lo que le había dicho Doña Clavilda, y lo había comprobado al escucharle hablar con otros hombres. No con ella, el tono que usaba cuando hablaba con ella era diferente, por alguna razón que no era capaz de descifrar.

Centrada como estaba en el plato, no se percató de la llegada de la chica hasta que dijo su nombre. Joven, aunque no tanto como Nekaua, y bien vestida.

¿Sois, os? Nekaua miró a un lado y otro, confusa. Soy Nekaua, pero soy solo yo, no hay nadie más conmigo. ¿Era simplemente una forma de hablar que desconocía?

Recogió las piernas de bajo la mesa y señaló la silla frente a ella. Cuando había una mesa, era la forma apropiada de sentarse dos personas. Puedes.

¿Quieres eh… carraspeó antes de continuar, comer algo?

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02/02/2018, 11:28
Clea Stenon

Clea se sentó y miró a Nekaua con curiosidad. Para la mayoría de los rhovesianos poder mirar a un goliath con detenimiento era algo único. Cuando tienes a uno de los suyos cerca, la mayor preocupación era evitar que te arrancara la cabeza.

Sí, sé que sois una—dijo para después asentir al ofrecimiento de la bárbara con una sonrisa cortés—. Y sí, gracias, tomaré algo.

Poco después Mick le servía una copa de vino y un plato con pan y queso, que la chica comenzó a tomar con recato. La estampa que hacían las dos mujeres era realmente llamativa. Dos antítesis frente a frente.

Así que habéis venido a ver la custodio—dijo un poco incómoda pero intentando romper el hielo—. ¿Puedo preguntaros por qué?

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02/02/2018, 13:12
Nekaua

Definitivamente, era una afectación del lenguaje que desconocía. Como las letras. Su pueblo no registraba las palabras, no tenían necesidad. Algunos de los miembros del Martillo de Hueso sí podían hacerlo, pero eran escasos. Si había cien caballos en el redil, dibujaban un caballo en una tabla y trazaban diez rayas, una por cada diez animales, los que podían contar de una sola vez con los dedos de ambas manos. Los trasgos, tan espabilados como debiluchos, solían aprovecharse de los defectos del sistema para escamotear lo que podían.

Aun así, estaba intentando aprender. Doña Clavilda había insistido. Y también a hablar como los humanos, mientras viviera entre ellos.

Me envía Doña Clavilda, replicó. Una pregunta a la que no sabía cómo contestar. Tenía miedo de ser demasiado honesta, pero tampoco deseaba mentir. No iba llegar a ninguna parte ocultándose. He vivido varios años con ella y su marido, en su granja, por allí. Me gusta trabajar en el campo, pero quiero hacer algo más. Hacer crecer plantas para comer, y forzar a los animales a dar leche, y huevos, y a aparearse es útil, pero cualquiera puede hacerlo. Doña Clavilda y yo hablamos mucho tiempo, y decidimos que podía ayudar mejor de otras maneras. Había apoyado los dedos en el gran escudo que reposaba contra la mesa. Me dijo que viniera a ver al custodio.

Se tragó un suspiro. Al fin y al cabo, se había ocultado.

La forma de comer de la joven confundía a Nekaua tanto como su forma de referirse a ella como si fueran varias personas. Pedacito a pedacito, como si estuviese forzándose a comer, o todo lo contrario, como si supiera que esa iba a ser la última comida en mucho tiempo y deseara prolongar el disfrute.

Y tú… ¿qué haces en la ciudad? Para vivir.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Tiro Averiguar Intenciones para dejar que el azar decida, para próximos mensajes, si Nekaua sigue confusa con la forma de comportarse y hablar de Clea, o se entera de algo XD.

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03/02/2018, 10:37
Clea Stenon

Clea escuchó atentamente las palabras de la goliath. Cuando Nekaua habló de ayudar, la mujer esbozó una sonrisa. Cuando le respondió a su pregunta, siguió haciéndolo con esa extraña manera de hablar que no terminaba de entender.

Soy asistente del ministro principal. Él forma parte del gobierno, se encarga de los asuntos más importantes y yo le ayudo en todo lo que necesita. A veces me encargo de su documentación, otras de recogerle libros, asisto a reuniones en su nombre. Es una tarea agotadora pero reconfortante. La República que quieren construir es un bonito objetivo. No sé si lo sabéis, pero Ryvianne y sus compañeros no recuperaron Rhovesia para acaparar el poder. Quieren dárselo al pueblo.

Seguramente muchos que hablasen con Nekaua, habrían sido cuidadosos al mencionar la figura de Ryvianne y sus compañeros. Ellos rompieron el bloqueo del Paso de los Espíritus y entre esa hazaña y la posterior reconquista, segaron la vida de muchos miembros de la Tribu del Martillo de Hueso. Pero a Clea eso no pareció importarle.

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03/02/2018, 14:41
Nekaua

Nekaua se metió un pedazo de pollo, el último del plato, en la boca para mantenerla ocupada. Ministros, documentación, libros, república. Había entendido muy poco, y temía que una explicación más detallada solo serviría para confundirla más. La labor de una herrera, una sastre, una cervecera, podía reconocerla. Aquello se le escapaba.

La incomprensión procedía el fundamento; lo que sabía sobre los humanos era poco más que lo que había visto en la granja. Las ciudades, sin embargo, eran algo extraño, alienígena prácticamente para una nómada. Así que se centró en lo que sí reconocía: el nombre.

Ryvianne era infame en la Tribu del Martillo de Hueso, y llevaba camino de convertirse en la mujer del saco. Se había plantado en el Paso de los Espíritus hacía unos años, con un puñado de compañeros, y había barrido a los clanes que se asentaban en toda la zona como una avalancha. Desde entonces, las patrullas de soldados humanos eran constantes, y la zona era una trampa mortal. Solo lo más osados se atrevían a organizar asaltos contra las caravanas que la atravesaban. Y los menos espabilados.

En la granja, Ryvianne y esa República eran un tema de conversación ocasional. Garo estaba encantado, pero aseguraba que las cosas no cambiaban mucho fuera de la ciudad; los hombres que vendrían a llevarse parte de la cosecha llevarían uniformes de otro color, y si Nihal era piadosa, no colgarían del pescuezo frente a su propia casa a quien se guardara una pizca de grano para pasar un invierno tras una mala cosecha. Clavilda creía que el cambio era para bien, y solo se lamentaba de que hubieran sido los fieles de Alcor, y no los de Beltegueuse, los primeros en haber respondido a la llamada de socorro de Ryvianne.

Nekaua no entendía cómo podía gobernar el pueblo, si a la mayor parte de la gente nadie les consultaba. Quizás, en la ciudad, las cosas eran diferentes.

Me gustaría conocer a Ryvianne, afirmó. He oído hablar mucho de ella, hace años en las montañas, y también en la granja. De lo que había hecho, y de lo que quería hacer, pero no puedo hacerme una imagen de quién es ella.

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04/02/2018, 17:28
Clea Stenon

Ryvianne—dijo Clea buscando las palabras adecuadas—, Ryvianne es una mujer excepcional. Y no sólo como luchadora. Es una líder nata. Si pensáis en sus acciones, ella sólo ha hecho más de lo que muchos rhovesianos juntos jamás harán. El mundo necesita más personas como ella.

Aunque las palabras de la asistente denotaban admiración por la leñadora, su tono no compartía esa admiración. Parecía ser más un análisis objetivo que una opinión personal.

Aunque la verdad es que todos los asuntos de la gobernanza no son algo por lo que Ryvianne tenga un gran interés—añadió con preocupación—. No me extrañaría que pronto abandonase su puesto como dogaresa. 

Clea dio un trago más a su copa de vino.

Quizás el custodio pueda presentárosla algún día. Seguro que si dispone del tiempo no le importará conoceros.

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04/02/2018, 18:16
Nekaua

No tengo prisa, aseguró, rascándose el costado de la cabeza. Se lo afeitaba cada amanecer, pero había decidido no traer objetos afilados con ella a la ciudad, así que el cabello había empezado a nacer de nuevo, duro y puntiagudo, y le irritaba el cuero cabelludo. Es ah... curiosidad.

Clea no añadió más preguntas, y se hizo un silencio que a Nekaua se le hizo casi tan pesado como un arado dentado después de una mañana tirando. Así que lo rompió con las primeras ideas que le vinieron a la mente.

Tiene que ser difícil, dijo. Ser excepcional, y luchadora, y una líder, y... todo lo que dices. Que piensen eso de una. Que seas un ejemplo.

O una némesis, como era para la Tribu del Martillo de Hueso. Aunque no vivía rodeada por ellos.

Aquello le hacía pensar en Doña Clavilda. Lo que había descrito Clea era casi palabra por palabra la enumeración de los ideales —aunque sinmención de los principios y valores fundamentales— que le había explicado. ¿Era Ryvianne también una paladina?

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05/02/2018, 13:25
Clea Stenon

Sí, lo es—asintió Clea—. Aunque quizás lo más excepcional de Ryvianne es que ella no intenta ser un ejemplo para los demás. Le da absolutamente igual lo que piensen de ella. Simplemente es como es. Y eso es aún más llamativo. Si lo que cuentan es cierto, creo que sólo cuando asumió el cargo de dogaresa hizo lo que se esperaba de ella.

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05/02/2018, 15:21
Earl Ostimer

En ese momento la puerta del local se abrió y Earl Ostimer entró. El Custodio se dirigió hacia la mesa dónde estaban Nekaua y Clea.

Veo que ya habéis comido—dijo mirando los platos vacíos de la mesa, después añadió mirando a la asistente—. Veiner quiere verte, gracias por hacerle compañía.

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05/02/2018, 15:25
Clea Stenon

No tenéis que darlas—le respondió Clea mientras se levantaba de la silla. La asistente se mostraba igual de distante con el custodio—. Me marcho ya. Un honor conoceros Nekaua.

Tras despedirse, la mujer salió de la taberna.

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05/02/2018, 15:33
Earl Ostimer

El custodio se sentó en el asiento que había dejado libre Cea. No tardó mucho Mick en traerle el mismo menú que había comido Nekaua, pollo al romero y cerveza.

Tráele otra a ella—le dijo al tabernero antes de que se marchara, después miró a la goliath—. Por lo que veo todo bien, ¿no?

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06/02/2018, 01:04
Nekaua

Cuando el custodio volvió al Cerdo Especiado —donde servían carne especiada, pero era de pollo—, Nekaua advirtió que Clea no usaba esa afectación en el hablar, ni ese tono, solo con ella. Debía tener alguna razón de ser, pero no era aquel el momento de preguntar por algo tan trivial.

Un honor, alcanzó a despedirse de la joven. La mayor parte de humanos, y no humanos, que había conocido viviendo en la granja eran gente abierta y sencilla. Al menos, de piel para fuera. Clea era diferente. Esperaba que no fuera lo habitual en la ciudad, no porque le desagradara la joven, sino porque la perspectiva de sentirse incómoda durante cada conversación que tuviera desinflaba su determinación como una vejiga pinchada.

El custodio ocupó el asiento que la asistente había dejado libre.

Bien, confirmó. La gente me mira; eso ya lo esperaba. Pero creía que iba a ser más que eso. No estaba segura de que me dejaran entrar a la ciudad, y me preocupaba encontrarme una patrulla de la guardia de camino al palacio.

El tal Mick se acercaba ya con las cervezas. Había probado varias bebidas humanas, y seguía prefiriendo el agua, sola o hervida con algunas hierbas. Al menos, la cerveza solo le resultaba indiferente, y no la hacía pasarse el día con los calzones alrededor de las rodillas, como la leche.

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06/02/2018, 10:57
Earl Ostimer

Earl sonrió, si a aquello se le podía llamar sonrisa. No parecía que el custodio lo hiciera con frecuencia.

Es normal que te miren, eres de los pocos goliaths que han cruzado las puertas de la ciudad. De todas formas con la carta, cualquier alto no habría pasado de un mero registro. Por suerte se han hecho esfuerzos en fomentar una cultura de tolerancia en la guardia. Cosa que también ayuda para controlar el abuso de autoridad.

El custodio hizo un pausa para comer algo de su plato antes de seguir hablando.

Clavilda me habló de tu nuevo camino, y tengo la tarea adecuada para que empieces a recorrerlo—Earl hizo una pausa para mirar a Nekaua a los ojos—. ¿Has oído hablar del polvo de escorpión?

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06/02/2018, 14:07
Nekaua

A menos que hubieran echado mano de las armas en cuanto me hubieran visto aparecer, y me hubieran acribillado a virotazos. Por eso no llevaba encima armas, y procuraba no resultar amenazante.

No llevaba armas, pero sí el escudo, que en sus manos era más que una simple protección. Aunque Clavilda le había leído lacarta, y la mujer no mentía nunca, era desazonador que su seguridad pudiera depender solo de algo que apenas podía descifrar.

Has visto antes a alguno de los míos, afirmó, aunque era una pregunta. Solo un puñado de goliaths vivían en las Zyfad, y era raro verles en las tierras bajas durante las estaciones cálidas. Puede que solo hubiera escuchado historias.

Apartó el plato y se acodó en la mesa, haciendo crujir los tablones. No le importaba seguir hablando con aquel hombre, aprendiendo sobre el lugar en el que se encontraba y las gentes que iba a conocer en él, pero deseaba saber qué había preparado para ella. Miraba con interés, pero sacudió la cabeza cuando habló del “polvo de escorpión”.

Sé qué es un escorpión. Gaaban en su lengua natal, un prosaico “pinchatobillos”.