Partida Rol por web

- ¿Para mañana?

El hombre pasa su mano enguantada sobre la barra y recoge las monedas como si de un hábil trilero se tratase.

- Servirá para mantenerte vivo hasta el anochecer, aunque mis servicios comenzaron en cuanto me acerqué a ti.

Hace un sutil gesto hacia uno de los reservados, puedes ver el brillo de los ojos de dos personas tras sendas aberturas en la cortina.
Cuando regresas tu mirada al frente tu nuevo guardaespaldas finalmente se gira revelando el rostro marcado por arrugas y heridas de un hombre veterano pero con mucho que ofrecer todavía.

- Seguramente hubieran esperado a que durmieses plácidamente en tu cama o a que abandonases este lugar para asaltarte en cualquier callejón. Eres un mago, piensan que seguramente lleves objetos mágicos por lo que obtener abundante oro. Y si no, siempre pueden llevarse esa espada. Es raro ver a un mago con acero, pero también lo es aparecer y alojarse en un lugar como este.

El camarero regresa a la barra y se acerca a vosotros cuando ve que tienes un acompañante. El veterano hace un gesto con la mano y el tabernero comprende perfectamente que sus servicios, al igual que su presencia, no son necesarios para vosotros.

- Si has usado esa espada sabrás que no puedes fiarte de nadie. Te preguntas como saber si no soy otro vulgar ratero que te robará en cuanto tenga oportunidad. Bueno, no lo puedes saber. Pero yo estoy en tu misma situación, no serías el primer señuelo humano disfrazado de mago que visita esta ciudad.

Enzo suspiró. Añoraba su vida pasada. Era un pensamiento cruel, pero si esto le hubiese pasado a alguien con una vida miserable la perdida no sería tan terrible. Él en cambio tenía una vida cómoda desde la infancia. Aun siendo el hijo menor, descender de uno de los patricios de Gran Mercado te garantizaba una vida cómoda, o debiera garantizártela.

-¿Y qué sugieres? Supongo que el tabernero no se tomara a bien que los haga estallar en llamas ahí mismo. Quizá debiera salir a dar un paseo a ver si se animan y me dan una escusa. Aunque prefería no llamar la atención.

Pensó la situación -No eres un ratero, te has quedado incluso cuando has visto que, después de pagarte, no me ha quedado mucho. Quizá si conoces la ciudad puedas encontrar gente dispuesta a pagar unas monedas a cambio de librarse o librar a alguien querido de una enfermedad. Esa suele ser mi forma de ganarme la vida lejos de la supervisión de… mis parientes del colegio. Y procurando no llamar la atención de los matasanos locales, tampoco. ¿Crees que podrías conseguirme algunos pacientes de los que quedándote la mitad de lo que paguen, te salga a cuenta mantenerme vivo?- El joven apuro su vaso. No le molestaba que el otro no tomase nada. Estaba cansado y parecía que no iba a disponer de tranquilidad: pesadillas en la mente, asaltantes en la realidad. ¿No iba a darle un poco de tregua el mundo? -¿Y que se espera cazar de un señuelo de aspecto de mago? ¿Qué necesitas de nosotros?

Se apoya con los codos en la barra y sostiene su barbilla con los pulgares mientras tapa su boca con el resto de su mano.

- Todo el mundo sabe que los magos sois una presa fácil si se dan las condiciones adecuadas. No sois diestros y vuestra dependencia de la magia os limita en el combate. Ademas, no soléis llevar armadura y eso facilita que un buen golpe os derribe. No sois rival para cobardes, y los ladrones no son precisamente valientes. A todo esto se debe sumar los posibles objetos mágicos que portáis, nadie quiere un hacha oxidada o una espada sin filo, pero un talismán o un anillo con cualquier poder se paga realmente bien.

Se de la vuelta nuevamente para pegar su espalda a la barra, mirando directamente al lugar donde están los dos hombres.

- Cuando Tribunal quiere limpiar una ciudad envían a sus mejores hombres a los peores callejones. Se disfrazan de magos para atraer a los mas estúpidos y cuando los intentan robar acaban con ellos. Con sangre el rumor se convierte en verdad y, al menos durante una temporada, todos los amigos de lo ajeno se buscan otros quehaceres u otros destinos.

Al mencionar tu nuevo oficio, curandero, el hombre no puede evitar hacer una mueca que no llegas a interpretar. No sabes si es decepción por tus habilidades o satisfacción por darle la razón en cuanto a la debilidad combativa de los magos.
Sin embargo no dice nada, cuando terminas dedica unos segundos a pensar y responde.

- Hay un par de personas que necesitan ayuda, pero no pueden permitirse un pago elevado. De hecho dudo que puedan permitirse un pago en metálico, sin embargo sus servicios te serán útiles. Uno de ellos te permitirá alojarte en su casa, así que esta noche al menos no tendrás que preocuparte de visitas no deseadas.

Con la última frase hace un gesto con la cabeza hacia el rincón, después señala la puerta con la mano invitándote a abandonar el lugar cuando quieras.

¿Cómo saber si se tenía que fiar de este hombre? Quizá aquellos dos parroquianos solo eran eso: dos tipos malencarados tomando vino. Quizá ahora se estaba dirigiendo hacia la verdadera trampa.

Lo cierto es que le importaba un pimiento ya. Si le atacaban se defendería con fuego y acero. Y si perdía, bueno, mala suerte. Ahora de lo que más alerta tenía que estar era de aquellos poderosos seres antiguos. -Antes de irme de esta ciudad me haré con ropa que no grite “hechicero”. Los próximos meses o años tengo que investigar, reunir información, manteniéndome fuera de la vista de todos. Y cuando sepa de qué va todo esto… Bueno… quizá la araña intente picar al rey.- Pensó conforme se levantaba del taburete tras apurar su copa.

-Detrás de usted. Eres quien sabe a dónde vamos.- No estaba de más ser un poco paranoico y no andar ofreciendo la espalda a un desconocido tan "amable".

Sigues al hombre a través de la puerta de esa oscura taberna. En cuanto estáis fuera hace un gesto para que camines mas rápido, casi te cuesta seguir su paso por las calles de Costa Rota. Una mezcla de olores desagradables te golpea cada vez que giras una esquina.

Sin saber muy bien qué camino habéis seguido llegas a una casa destartalada. La puerta apenas se sostiene por una oxidada bisagra y rechina cuando tu guardaespaldas la abre.
La planta baja de la casa alberga seis camas, todas ocupadas por diversas personas en condiciones físicas no muy buenas. No parece tratarse de un albergue, sencillamente da la impresión de que un grupo de pobres comparte una vivienda.
Es posible que tengan trabajos, pero desde luego no son muy lucrativos.

Sin mediar palabra con ninguno de los presentes subís al primer piso, allí hay un par de habitaciones. En una de ellas una mujer reza a Ada, murmurando y pidiendo salud para sus hijos. Ambos vástagos yacen en dos camas, tienen evidentes síntomas de fiebre y posiblemente anemia.
Podrás curar algunos de sus males, pero sin un cambio no podrán mejorar en su estado.

- Esta mujer es Elate, su marido se embarcó hace meses y todavía no ha vuelto. Sus hijos están enfermos, si puedes hacer algo por ellos te aseguro que te permitirá dormir aquí. Es un lugar seguro, a nadie se le ocurriría buscarte aquí.

La mujer continúa rezando, no sabes si ignora vuestra presencia o no le da importancia.
El hombre se acerca a ti para evitar que ella os oiga.

- Su otro hijo es mas mayor, se dedica a actividades... poco legales. Tiene buenos ojos y mejores oídos por toda la ciudad, apuesto a que si algo te espera o te persigue lo sabrá.

La miseria en todo su esplendor recibió a Enzo cuando llegaron a esa casa. La pobreza no le era desconocida, pero si ajena. Era hijo de uno de los patricios de Gran Mercado, y había crecido en cuna de oro y estudiado en la ciudad de los magos. Pero ahora todo había cambiado. Las viejas entidades cargadas de poder, no solo le acechaban con pesadillas y la posibilidad de ser asesinado, sino que además le hacían esconderse entre los más bajos estratos de la sociedad para escapar de ellas. Era un pensamiento egoísta, pero no lo pudo reprimir.

La buena noticia es que quizá pudiera hacer algo por la salud de todos ellos, empezando por aquellos dos chavales. Si se ganaba el favor de su anfitriona y del hermano mayor podría terminar muy rápido su misión en esta ciudad y partir. No quería permanecer en el mismo sitio mucho tiempo.

Se acercó despacio a uno, tomándole el pulso en la muñeca. -¿Desde cuándo están así? ¿Qué ocurrió?- El mago se acerco un poco más y entono algunas viejas rimas. Con un soplido, las palabras y su energía mágica abandonaron su mente y cuerpo y llegaron al de su paciente. La respiración de este se volvió más tranquila a la vez que algunas heridas y llagas fruto del encamamiento prolongado desaparecían. Los puntitos que delataban pulgas y chinches desaparecieron en una oleada curativa. –Fue una buena idea cambiarme a la escuela de curación. Somos más útiles en el mundo.

Los dos niños aparentemente muestran una mejoría, el color de su piel va recuperando el color y los temblores que no podían controlar también se están apaciguando.
Sin embargo sabes que es una solución temporal, dentro de días o incluso horas volverán a estar igual. Es algo que explicaban en el colegio de magia, se debe reparar la gotera para no tener que estar cambiando el cubo constantemente.
Y sin embargo hay veces en que ni los mejores médicos logran encontrar el origen de la enfermedad. Si el paciente es adinerado puede permitirse un mago que le cure a diario, muchos magos viven así y algunos incluso disfrutan de su vida en una mansión. El Colegio solo pide una donación por ceder al mago y un subsidio para este.

Las dos personas que tienes delante, y todas las que has visto bajo este techo, no pueden ni alimentarse a si mismos. Sería imposible para ellos costearse un mago interino.

La madre de los dos niños detiene sus rezos al ver que has mejora el estado de sus hijos, corre hacia ellos y abraza y besa a cada uno. Tras unas palabras de cariño y animo se gira hacia ti.

- No tenemos nada con qué pagar su ayuda, ni siquiera puedo ofrecerle una cena. - cuando se da cuenta de que has hecho una pregunta vuelve a girarse hacia sus hijos - Llevan así casi tres semanas. Es la comida, sin monedas no podemos comprar alimentos y los que se consiguen en el bosque están malditos. Incluso el agua del río tiene veneno. Pero no tenemos otra cosa que llevarnos a la boca, los adultos resistimos mejor, pero ellos...

Los niños continúan dormidos, pese a no sufrir como antes su debilidad les impide realizar cualquier actividad física.

Parpadeó, perplejo por lo que estaba escuchando. -¿Y los magos de la ciudad no están haciendo nada para evitar esa maldición? O los sacerdotes al menos.- ¿Qué clase de incompetentes había en aquel lugar. ¿Es que no tenían acaso un poco de amor propio? ¿Una pizca de respeto por el oficio? –Me gustaría saber más sobre esa maldición, ¿hay alguna leyenda sobre en qué consiste o sobre su origen?- Miró tanto a la madre como a su “escolta”, esperando información.

En otra época habría propuesto formar un comité de expertos magos que estudiasen viejos mapas y subcontratara a unos exploradores para que les llevasen muestras al cómodo y seguro laboratorio alquímico de la torre (todo lo seguro que puede ser un laboratorio alquímico). Pero ni se consideraba ya miembro de la orden, había renunciado hasta a emplear su nombre real, ni era el mismo chico que había estudiado en “Ocho Torres”. Todo lo vivido y su supuesto destino como cazador de entidades peligrosísimas le daban un nuevo empuje. –Total me persiguen unos seres milenarios  que podían mover montañas con chasquear los dedos antes de que se fundara nuestra civilización (Basada mayormente en ignorarlos y olvidarlos) ¿Qué daño puede hacer un bosque maldito?

-Aunque no podais invitarme a cenar, ¿podriais consegirme algo de comida del bosque? quiza estudiandola pueda ver a que nos enfretamos. Tal vez mañana podriamos comprar alguna liebre o similar del bosque. Y evidentemente deberia visitar el lugar en persona.

La madre continúa su explicación mientras vigila el descanso de sus hijos.

- Se dice que alguien maldijo a los animales del bosque, muchos aparecen muertos o están enfermos. No podemos cazar, ni pagar por la caza, así que recogemos los animales débiles.

Para alguien con tu conocimiento es evidente que no hay maldición alguna. Por algún motivo que desconoces se ha propagado una enfermedad por el bosque, puede que haya una bacteria en el agua o en los alimentos de los herbívoros. Está claro que no afecta al ser humano a no ser que consuma la carne de un animal infectado.
No tienen especímenes que mostrarte, no les queda comida y el hambre no les permite desperdiciar nada del animal.

La mejor opción parece ser esperar al día siguiente para analizar en el terreno, y eso es lo que haces. Duermes en el suelo, sobre una esterilla apestosa y rodeado de personas que no paran de toser y roncar. Aun así el cansancio termina por vencer y duermes.
Al despertar casi te sorprende no haber tenido ningún tipo de pesadilla, te levantas y sacudes tus ropas llenas de polvo.
Tu guardaespaldas ha cumplido su contrato y se ha marchado, el pago era hasta media noche y parece ser estricto con ello. Del mismo modo ha respetado el acuerdo y ante ti se presenta un muchacho de unos dieciocho años, su parecido con los dos niños enfermos es evidente, deduces que se trata del tercer hijo de la mujer, ese que se dedicaba a otras actividades.

- Me han dicho que nos vas a ayudar. Te llevaré al bosque para buscar el origen de la maldición, si mi familia se cura me encargaré de saber si hay alguien buscándote en esta ciudad.

El chico coge una pequeña mochila, puedes ver como esconde un puñal bajo su ropa y otro en una de sus maltrechas botas. Intenta que su madre no lo vea, sin embargo no parece ocultártelo a ti.

- Cuando quieras nos podemos marchar. Tardaremos un buen rato en encontrar algún animal, pero volveremos antes del mediodía.

Enzo torció el gesto. Sus sospechas se dispararon cuando escucho que esta gente solo comía animales que aparecían muertos o débiles. No era una actitud muy higienica ni la mejor de las ideas. Esperaba que la comida que había ido consumiendo desde que llegó fuera importada o la hubiesen cocinado a una temperatura altísima. Ya lo decía una de las criadas de la casa de su padre: “La miseria no trae más que miseria”.

Se durmió recordando sus clases de magia de sanación y medicina. Creía que todos los tipos de tos se encontraban en aquella habitación. Como si todas las enfermedades estuviesen a su acecho, esperando a que cerrara los ojos para saltar de sus portadores moribundos a su cuerpo sano.  Pero al final se durmió igualmente, su vida era un carrusel de emociones y esfuerzo.

Y el día siguiente lo recibió con trabajo, trabajo que el mismo se había impuesto pero no por ello menos trabajo. Su escolta no le regalaba ni un minuto más del contrato y él perdía su tiempo ayudando a los muertos de hambre de la ciudad. Por lo visto era mejor persona de lo que nunca había imaginado o simplemente tenía esa costumbre de posponer los desenlaces tomando caminos cada vez más largos y secundarios.

El mago no pudo evitar sonreír por dentro al ver al muchacho orgulloso de su arma y de hacerse valer como hombre a la vez que lo ocultaba a su madre. Lo cual le llevaba a pensar que, cuando llamas a alguien muchacho y te hacen gracia sus cosas juveniles, es que tú ya no eres un jovencito precisamente.

Con 21 años alguien normal ya tendría dos o tres hijos, y un mago de bien habría terminado su carrera y llevaría varios trabajando por su cuenta. Pero lo suyo no era estudiar un ramal de la magia sin saltar a otro a mitad de formación, ni pasar de largo ignorando a los que necesitaban ayuda o dejar lo de convertirse en la reencarnación de un cazador para otra vida.

-Es un placer conocerte, si no te importa que te trate de tú.- Le ofreció la mano para estrechársela, tratándole como se suponía que dos adultos deberían hacer las cosas. Suponía que al otro le haría ilusión ser tratado como un hombre y él, bueno, se había hecho uno en algún momento de sus andanzas. Aunque él mismo era el primer sorprendido. –Bien, pongámonos en marcha.  

Abandonáis la casa en dirección al bosque. A medida que te alejas de la costa compruebas que la pobreza aumenta, la pesca es limitada y la agricultura no es precisamente próspera en esta zona.
Mucho has oído sobre el Bosque de Mol, un lugar sin civilizar que esconde tesoros y secretos tan valiosos como peligroso es adentrarse en él. Por suerte la zona norte del bosque, cuya extensión es de cientos de kilómetros de lado a lado, alberga menos riesgo debido a su proximidad a los que muchos consideran civilización.

Durante el camino el muchacho te explica el motivo de su peculiar sistema de caza. Sencillamente no tienen fuerzas ni medios para cazar, de modo que se comportan como carroñeros y llevan a casa las piezas en mejor estado que encuentran. Evidentemente, pese a su relativo buen estado, son animales muertos que además no han sido devorados por la fauna local.

El bosque no es nada acogedor, la humedad es elevada y parece haber bastantes animales ocultándose por todas partes.
Sigues al joven confiando en que sepa por donde anda, no ves senderos ni referencias que seguir.
Cuando estáis a punto de llegar a un pequeño riachuelo un ruido llama vuestra atención, el ruido provocado por un caballo ha delatado la presencia de personas a una docena de metros de vosotros. Ellos os han visto y no tardan en acercarse.

A la cabeza va un hombre bastante bien vestido, pese a que sus ropas son de caza se nota una buena manufactura y unos detalles que no se aplica cualquier sastre.
Porta una ballesta mientras monta un caballo cuya pose es tan altiva como la de su presunto dueño. A su lado, a píe, va lo que parece ser un sirviente. Lleva en sus manos otra ballesta y de su cinto cuelgan varios virotes.
Por detrás, completando el grupo, llegan otros tres hombres a caballo. Parecen ser cazadores mas que sirvientes, pero algo te dice que trabajan para el primero.

- ¿No es un extraño lugar para pasear cuando apenas ha salido el Sol? - dice el hombre, que debe rondar la cincuentena - ¿O acaso tengo competencia en la caza?

Su tono, refinado e irónico, solo puede atribuirse a su estatus económico y, seguramente, social.

El mago respondió  siguiendo la vieja máxima "si no sabes que decir, no pares de hablar": -¿Un lugar extraño para pasear? No podría estar más en desacuerdo. No es que sea un hermoso robledal, pero sigue siendo naturaleza. Un lugar donde las preocupaciones de la mal llamada civilización no pueden penetrar y uno puede dejar su mente volver a un estadio más simple y sencillo, donde las preocupaciones se disuelvan.

-Y respecto a la caza, difícilmente vamos a cazar sin arcos o trampas. No tendréis competencia contra la que apostar. El bosque es todo vuestro, sire. Por cierto permitirme que me presente, soy Abnel, aventurero de paso. A vuestro servicio.- Le hizo una sencilla reverencia-saludo, preguntándose ante qué clase de picatoste local estaba. Tal vez un conde o duque. En cualquier caso eran varios hombres armados contra un pobre muchacho y un mago al que no le gustaba invocar el fuego rodeado de madera.

El hombre te mira impasible desde su montura, puedes ver sus aires de superioridad en la forma de mirarte y casi puedes leer en su mente que para él tú no eres nada.

- Las preocupaciones no pueden penetrar, pero un virote al confundiros con una presa sí que es posible. De ahí que no sea el lugar mas adecuado para rondar, pero no es mi vida la que está en juego.

Se da la vuelta tras tu presentación, no pareces digno de saber con quien estás hablando o presupone que lo sabes. Mientras cabalga gira la cabeza para gritaros.

- Salid de mis tierras, espantaréis a las presas.

Uno de los hombres montados se queda rezagado esperando que cumpláis las ordenes de su señor. Por su gesto parece que tampoco le caéis bien.
El muchacho se acerca a ti y baja el volumen de su voz para que nadie mas pueda oírlo.

- Si nos alejamos un poco creerán que nos hemos ido. No cazan donde hay animales muertos.

-Muchas gracias por su aviso, señor. Que tengáis buena caza- Dijo mientras por dentro pensaba más bien algo del estilo: –Así te pegues un virotazo en tu propio pie, so bastardo.

-Si claro vayámonos, no quiero que nos confundan con un ciervo y nos cacen, nos desuellen y nos cocinen con patatas y ajos tiernos- respondió al muchacho con tono amigable y quitando hierro al asunto. Bastantes enemigos tenia con los malvados primeros como para preocuparse por alguien que no se le mostrara como tal. -¿Qué voy a hacer el dia que sienta a uno de ellos en vivo? Me voy a cagar encima. ¿Me sentiran ellos a mi también? A lo mejor este asunto del cazador es una superchería y no es real del todo.

–¿Así que no cazan animales en la zona muerta? Eso es interesante. Háblame de la zona. ¿Hay algo que marque los límites? ¿Un cambio de color en el suelo o un olor particular?- Lo preocupante no era averiguar la enfermedad o la sustancia responsable, sino saber si los pobres podrían fabricarse un remedio barato.

Regresáis sobre vuestros pasos durante un par de cientos de metros antes de girar para seguir investigando el lugar.
El muchacho no parece contento con el encuentro, después de todo nadie soporta a la nobleza.

- Antes era un lugar de caza habitual de los mas pobres de la ciudad. Aquellos que no se dedicaban a la caza y no podían pagar por la carne venían e intentaban llevarse algo con los pocos medios que disponían. Pero poco a poco los animales empezaron a aparecer muertos sin que nadie los matase, al principio fue una bendición pero ya has visto lo que conlleva.

Al hablar de limites el chico niega con la cabeza rápidamente.

- Nunca he visto que nada cambie, pero es una zona extensa. Si la cruzas empezarás a ver animales sanos, pero ya estarás en una parte peligrosa del bosque. Por los alrededores hay tierras con dueño que no padecen la misma maldición, incluso hay alguna granja y nadie sabe de problemas con los animales.

En cuanto el muchacho termina la frase os encontráis con una ardilla muerta a los píes de un árbol. En un examen rápido no se ven heridas ni síntomas de enfermedad prolongada, el pelaje es sano y no hay órganos hinchados. Tampoco se aprecian mordeduras de algún animal venenoso.
Sencillamente el cerebro o el corazón de la ardilla se han detenido repentinamente.

Los datos se iban apilando en su mente. Y eran inquietantes: las intoxicaciones por elementos y sustancias (o su ausencia) no venían y se iban. Por ejemplo, las aguas de una región o son sulfurosas o no son sulfurosas, eso no cambia así de repente. Y ocurría lo mismo con todas las explicaciones que le venían a la mente: gases manando del subsuelo, minerales en suelo y agua, etc. Las enfermedades no se contenían en una zona geográfica, tendían a contagiar a todo lo que podían.

Había otra explicación. Un motivo que hasta el encuentro con el noble y su “fuera de mis tierras, basura humana”  no se le habría ocurrido. Requería gastarse mucho dinero en veneno, solo para no compartir la caza o para que no hubiera pobres en tu bosque y por encima de todo, una maldad que al bonachón de Enzo se le antojaba sobrehumana.

-Si es lo que se me acaba de pasar por la cabeza, juro por todos los dioses del cielo que alguien va a morir, y de manera horrible.- Casi le temblaba el labio y el pulso. Mientras sacaba la daga de cortar el pan y con toda la precisión que podía, abría a la pobre ardilla muerta en busca de su estomago y la comida que contuviese. Rezando porque hubiera restos de unas bayas toxicas o una seta extraña. Porque como hubiera un trozo de pan o algún otro alimento humano… Bueno había dicho que Abnel podía ser compasivo o terrible… y resulta que era verdad.

La improvisada autopsia a la ardilla no desvela ningún síntoma de enfermedad en sus órganos.
El contenido del estomago se basa en la dieta común del animal, algunos frutos secos y lo que parecen ser insectos.
Nada venosos o toxico para el roedor, al menos en apariencia y a falta de un estudio mas a fondo y con mejores medios que un examen visual.

El muchacho no deja de fijarse en todo lo que haces, intentando comprender que buscas o que esperas encontrar.

- Hemos cocinado y despiezado muchos animales y ninguno parecía enfermo. Es una maldición invisible, puede que sea la tierra, el aire o el agua. Solo sabemos que no se ve, como cualquier maldición.

Se quito un poco de sudor de la frente con la manga, con cuidado de no tocarse con la mano y de limpiar bien la sangre de la pequeña daga antes de guardarla. -Te va a resultar extraño en boca de un mago, pero estaba intentando descartar la maldición por todos los medios posibles. La magia rara vez resulta ser la explicación más acertada. En fin supongo que al final sí que me tocara conjurar, aunque no sé cuánto me llevara encontrar el origen de esto… Unas últimas preguntas, al menos de momento. ¿Hubo fuertes lluvias o un temblor antes de que comenzara la maldición? ¿Hay alguna mina, cantera o cuevas naturales cerca?- Lo único que se le ocurría ya al pobre mago era que por accidente o explotación del suelo alguien hubiese encontrado unas ruinas con magia antigua, como le pasó a la pobre mujer insomne del barco. Esperaba que a base de exprimirse el cerebro se le ocurriera algo o que simplemente encontraran una pista por accidente a base de caminar.

Tu joven compañero niega ante todas tus preguntas.

- No recuerdo grandes lluvias, ni temblores en esta zona. Tampoco hay cerca cuevas o minas, o se encuentran muy dentro del bosque o en las montañas, lejos de aquí.

Las opciones biológicas parecen no existir o, al menos, no ser visibles. Unas ruinas de los Antiguos podría explicar este extraño fenómeno, sin embargo tampoco parece ser el caso.
Mientras piensas como actuar escuchas una carcajada, parece ser parte de una conversación que no has podido oír.
De entre unos matorrales salen varios hombres, por su aspecto son claramente cazadores. Es más, vuelve de cacería a juzgar por los conejos y ardillas que cuelgan de sus hombros.
Proceden del interior del bosque, la zona mas peligrosa, aunque no sabes cuan profundo han llegado.

- Y entonces ella me dijo que era su primera vez. ¡Su primera vez!

Las risas generalizadas se apagan cuando, al acercarse a vosotros, os ven en mitad del bosque. Sus miradas expresan extrañeza, no debe ser muy normal encontrar a un par de personas como vosotros en este lugar.
Parece que van a pasar de largo cuando uno de ellos se detiene y se acerca unos pasos a vosotros.

- Saludos. No se que hacéis en esta zona del bosque, pero no os aconsejo cazar ni comer nada de lo que ofrecen estas tierras. Todo lo que se arrastra por este lugar muere y causa la muerte. Fue una traición al señor de estas tierras, por ser el único que permitía la caza sin cobrar por tal derecho.

Enzo comenzaba a desesperarse. Había hecho todo cuanto se le ocurría. Para seguir profundizando en ese misterio necesitaba estudiar más a fondo o darle credibilidad a la teoría de la maldición. Lo primero le requería un laboratorio alquímico del que no disponía y dedicar tiempo a un muestreo concienzudo. Lo segundo horas y horas de rituales por el bosque en busca de alguna pizca de magia que le pudiese orientar sobre qué tipo de ritual se había empleado. Aunque para maldecir un bosque entero haría falta ser poco menos que uno de los antiguos. Quizá era parte de su misión de cazador estar aquí.

Lo que le fastidiaba era el tener que gastar tiempo. El ya tenía otras misiones: encontrar al viejo del libro e investigar las ruinas. No quería malgastar ni un día más del necesario en esta tarea. Por no hablar del dinero para adquirir el laboratorio alquímico.

Por suerte el destino vino en su ayuda, una vez más. Esta vez en forma de dos furtivos que hablaban  sobre una falsa virgen. –Una traición. Interesante información. ¿Podría apelar a vuestra misericordia en busca de un poco más de ayuda? Hay personas que han enfermado por comer estos animales y no consigo identificar el veneno empleado. La ausencia de espuma en la boca de los animales muertos me ha permitido descartar unos cincuenta, y la sensación de muerte en reposo otros cien. Tampoco les explotan las venas ni se corroe el sistema nervioso, ni se coagula la sangre. Así que la sustancia empleada para llevar esta traición es un pequeño misterio. Y por favor, no me digáis que es cosa de magia.