Partida Rol por web

Precariedad

.Jueves 25 Abril 1996

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29/07/2010, 01:23
Ywen Roth

Lo había advertido en sus nudillos que se habían crispado, que la habían retado, mientras la tanteaba desde sus pupilas. Un mensaje subliminal no apto para todos los públicos, cuya comprensión podía escapar a algunos ojos, pero no a los de ella para los cuales era tan familiar. Con una vez bastaba para recordarlo siempre. No lo toleraba, ni siquiera en la forma de aquel entredicho yacente entre líneas… y, como si de doce años atrás se tratara, con ese mero apunte estalló la chispa de nuevo en su interior sin posibilidad de marcha atrás.

- Verás, Mirsad… - ¡Pedazo de Neandertal!... Un par de pasos al frente la situaron demasiado cerca, a un palmo escaso de él, ambos rostros próximos en exceso, largo tiempo atrás perdido el miedo. La ira estallándole por dentro, prendiendo fuego a la figura del escultor de manera transparente – como bien sabrás, lo importante de una promesa no es ser capaz de hacerla… sino de cumplirla – una pausa larga, sopesando la dimensión de los gestos recientes del hombre, aquel puño apretado, aquella expresión bajo el verde intenso, aquel segundo escaso de inflexión del todo inconfundible para ella, hiriente por todo lo que rememoraba – y no sé tú… pero al menos yo puedo afirmar que así lo hago y además sin necesidad de hacer tanto aspaviento, de manera que por mí puedes largarte por ahí a amenazar a quién más te plazca - alzó la mano, sosteniendo la llave, pero sin retirarla aún, sin eludir el contacto, y al contrario que en el caso del serbio resultó que a Ywen le ardían las manos. Un agujero negro procedente de su pasado se había regenerado de pronto y la estaba devastando no sólo por dentro, sino externamente también – y, a poder ser, a partir de este momento hagámonos el favor mutuo de ahorrarnos nuestra presencia el uno al otro…- Ahora sí, dio un tirón y se la arrebató con fuerza.

¡Lástima de pistola!... Se lamentó, aunque en el fondo se alegrara de no disponer de una. ¿En verdad le hubiera bastado tan poco para usarla? Quiso creer que no, que aquel pensamiento era fruto de la rabia que la devoraba. Sencillamente no lo soportaba, ni siquiera en forma de leve atisbo como aquel.

Se giró, dándole la espalda, y descendió tan sólo un par de escalones antes de frenarse con brusquedad y encararlo de nuevo: - Permíteme una cosa más… - su expresión y su tono emanaban calor – tú no tienes ni la más remota idea de lo que yo busco, ni siquiera de si en realidad busco algo, para afirmar algo semejante sobre alguien primero hay que conocerlo y para ello uno ha de tener la capacidad de mirar más allá de su propio ombligo - cuestión para la que él hasta el momento le parecía incapacitado. Descendió el resto de escalones, atravesando un estrecho pasillo y la última puerta hasta la fecha, carente en este caso de códigos o cerraduras, y se plantó en medio de la sala siguiente sin darse tiempo a sí misma a pensarlo y menos aún a digerirlo. Esta vez era ella la que lo había dejado plantado atrás.

La sangre le bullía con fuerza y, sin embargo, su pulso era firme, inquebrantable, igual que en aquella otra ocasión. Empezaba a entender que había cosas que por mucho que se llegaran a asumir jamás se terminaban de superar.

Al frente, dos grandes vitrinas que abarcaban de lado a lado la pared mostraban de manera rigurosa monedas únicas de diversos siglos ordenadas cronológicamente desde Anastasio I a la caída de Constantinopla, amén de otros objetos de carácter laico, como una colección de cofrecillos de marfil decorados con recuadros de figuras en actitudes cotidianas que parecían huir de la obsesión religiosa tan propia del arte bizantino. Había también objetos de uso doméstico como candelabros, cubiertos, cerámica, calzado o joyas bellamente ornamentadas. A la izquierda un tapiz, cuyo colorido era casi inadmisible para la época, cubría la pared representando de forma grandilocuente el bautismo de Cristo en el río Jordán, aunque lo que más le llamó la atención en aquel rápido repaso fueron el techo y el suelo de la sala en la que se hallaba. Caminaba bajo una representación en mosaico de la transfiguración de Cristo y sobre otra de la emperatriz Teodora con su séquito, dos mundos y dos dimensiones, mientras que allí al fondo a mano derecha se distinguía algo imposible. Durante el periodo iconoclasta se creía que habían sido destruidos los mosaicos figurativos de los monumentos religiosos en Constantinopla y, sin embargo, ¿qué se suponía que era aquella gran cruz sobre fondo de oro, enmarcada en cenefas de hojas? ¿No estaba descrita como perdida?

Respiró hondo, no podía proseguir ni analizar todo aquello como se merecía, aún con el corazón bombeándole a despecho por culpa de un pasado arrastrado de los pelos hasta el presente. Cerró los ojos durante un instante, los necesitaba para centrarse con la misma intensidad que necesitaba recuperarse a sí misma.

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02/08/2010, 11:18
Director

Cerró los ojos, pero no dejo de ver, simplemente el lugar cambió.

 La misma bóveda de piedra en forma circular, las mismas paredes de roca pulida, de eso no había ninguna duda, pero el suelo y el techo estaban completamente libres de adornos, y los preciados tesoros bizantinos había desaparecido como por arte de magia, siendo sustituidos por dos figuras.

La primera le ofrecía un perfil alto e imponente. Pelo oscuro y largo, enmarañado, cubriendo casi totalmente su cara, Vestía con una túnica abierta sin mangas de color parduzco que le llegaba hasta la rodilla, adornada con unos ribetes de seda negra como único rasgo destacable. Cubría unos pantalones del mismo tono y una camisa de color negro. Como calzado usaba unas pesadas botas de cuero con algunos tachones plateados, más como adorno que prácticos y para complementar el vestuario, llevaba una pesada capaz de color negro, abierta por el lado zurdo, de cuyo costado colgaba una sencilla vaina  de la que asomaba una pesada empuñadora de acero y cuero con dos pequeñas piedras de color verde engarzadas en la parte superior.

La otra estaba sentada en el suelo, apoyada contra una de las paredes laterales, ojos oscuros y apagados, prácticamente calvo, más joven de lo que a primera vista podía parecer. Vestía con harapos, desgarrados en su mayor parte, y con los restos aún sangrantes de algunas heridas. Miraba a su interlocutor con pavor, y sus pies y manos se movían para apretarlo aún más contra el muro, si es que esto podía ser posible.

Has  fectaji a la Iglesia su tono de voz era autoritario a pesar de hablar bajo, a Ywen le costaba entenderlo, Has fectaji a Dios, gravaj musulmán echó mano a la empuñadura de su espada, que desenvainó unos centímetros, y lo más importante, fectaji Mäizhimovich.

El harapiento se abrazó a sí mismo, y empezó a murmurar unas palabras que a la doctora le sonaron como a una especie de mantra religiosa, tal vez algunos versos del Corán, pero no podría asegurarlo.

Con la espada ya libre de su funda, refulgiendo pálidamente a la luz de los hachones que iluminaban la estancia, el hombre que había hablado se adelantó para agarrar por el cuello al otro, alzándolo con una insultante facilidad. Al moverse había dejado al descubierto una especie de altar de piedra lisa, que fue al que arrojó el cuerpo del desgraciado, que chocó con un crujir de huesos al caer sobre la piedra. Pero no le dio tiempo siquiera a dolerse Wozciaj dha Sharek  la espada voló rápida y certera, cercenando su cabeza de un solo tajo. La sangre salpicó a su alrededor, manchando al verdugo, la piedra, y el elegante conjunto de la británica. El hombre armado se giró entonces para quedar por primera vez frente a ella, y una expresión de sorpresa se instaló en aquellos salvajes ojos de color verde que la miraron.

El sonido de una pesada puerta cerrándose trajo a Ywen la oscuridad que había estado anhelando, y fue entonces cuando volvió a abrir los ojos. Todas las obras de arte permanecían allí, Ywen pudo distinguir con claridad como el lugar donde acaban de cercenar el cuello a un hombre. Se encontraba recubierto con una suave manta de terciopelo y sobre ella descansaba la perdida cruz, tal y como la había visto en el primer vistazo. Todo parecía estar exactamente igual, salvo por la sangre que aún manchaba las ropas de la inglesa.

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05/08/2010, 10:38
Ywen Roth

Paralizada y manchada de sangre.
Un hecho este último que la obligaba a sujetarse a la realidad.
De nuevo no podía ser, pero una vez más “era”.
No, no era una fantasía ni una alucinación.
Más allá de cualquier explicación coherente, hallaba una prueba tangible.
Apenas se distinguía visualmente, pero allí estaba.
Y olía a óxido, la piel reaccionando ante el hierro.
Ese olor, sí…, acompañado del otro.
De ese otro aroma dulzón de la muerte. Igual de penetrante.
Granate sobre granate. Granate sobre negro.
Una pequeña salpicadura sobre un obstáculo en un trayecto.
La imagen aún revolviéndole el estómago.
¿Qué era todo aquello? ¿Hasta qué punto coexistían?
¿Hasta qué punto podrían interactuar?
Recordó la espada en alto y un escalofrío le recorrió la espalda.
Hacer las maletas y largarse.
¿Ese era el orden de acontecimientos más cuerdo?
¿Sí? ¿Y cuál iba a ser su justificación?
¿Estaba en peligro? Por alguna razón no se sentía así.
Aterrada, así era como hubiera debido hallarse.
Y, sin embargo, estaba atónita.

Siempre había pensado que el punto donde la bala hiciera contacto, por el que penetrara, tomaría la forma de un ojal, pero no, había resultado una incisión estrellada debido quizás a la cercanía…
Él había dejado de respirar sin aspavientos ni estertores, mientras que a ella le ardía el pecho, le estallaba la cabeza, las rodillas no parecían tener intención de seguir sosteniéndola y el suelo se le antojaba cercano en exceso…
Salpicaduras de sangre que daban paso a un charco…

Era la segunda vez que presenciaba la ejecución de una sentencia privada. Parpadeó despacio, apretando fuertemente los labios para amordazar el grito de dolor contenido que amenazaba con brotar de su garganta, y revisó el suelo con mirada perdida en un intento de controlar el espacio y encontrar las fuerzas necesarias para no salir corriendo. Curiosamente lo que acabó hallando fue un motivo para permanecer allí.

¿Qué significaba aquella escena? Y lo que era aún más importante, ¿qué diantres implicaba? Ese par de preguntas fueron las que la sostuvieron allí. De pronto, necesitaba saberlo y el ansia de conocimiento asumía el control de su consciencia de una manera imperiosa e inusitada, obligándola a moverse con rapidez, mientras trataba de controlar la respiración, que bregaba bajo su pecho al libre albedrío. Se acercó al altar y levantó la tela que lo cubría de forma súbita, comprobando toda la piedra desde el pie a la losa, mientras simultáneamente repasaba centímetro a centímetro el resto de la estancia, sin saber muy bien qué era concretamente lo que buscaba. ¿Estaba en una antigua mazmorra o en realidad era una Capilla? ¿Cuál era el lenguaje oculto de aquellas piedras?

“Has fectaji a la Iglesia, Has fectaji a Dios, gravaj musulmán y lo más importante, fectaji Mäizhimovich… Wozciaj dha Sharek…” toda aquella retahíla rebotándole en la pared craneal irremediablemente, junto a la precaución que suponía el hecho de que parecía ser ella la ajena en aquellas escenas y no ellas ni él los que interrumpieran el presente. ¿Por qué era ella la intrusa cuando no lo deseaba? Buscaba un sentido más allá de algo que en sí mismo lo carecía, porque la investigadora que habitaba en ella le avisaba de que, aún no estando loca, cualquiera vería que aquello era imposible.

Se frenó un segundo e incomprensiblemente recordó a Alicia, ella al menos se había despertado y había descubierto que todo había sido un sueño. Aunque, una vez llegado hasta tal punto, Ywen se preguntó si ella en su lugar se habría sentido aliviada o defraudada. Agitó la cabeza… divagaba y no se lo podía permitir, ya que el asunto era que en este caso concreto a ella no le cabía duda, ni alivio ni fraude, y había una cuestión que quedaba bien clara, la de que no le podía contar aquello a nadie, porque ése sería aproximadamente el número de personas que la creerían cuerda.

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09/08/2010, 10:05
Director

La británica rebuscó minuciosamente en la antigua piedra con la esperanza de encontrar una confirmación a lo que allí había sucedido. La tela dejó al descubierto varios hechos. El primero fue un tajo que la marcaba, de unos ocho centímetros, no demasiado profundo, encontrado más bien al tacto que a la vista. Aunque esta última si que le reveló el segundo detalle, un ligero oscurecimiento irregular de la roca, principalmente en el centro de la misma.

La revisión de la estancia no le dijo mucho más de su primera impresión inicial. No era excesivamente grande, de forma circular, aunque algo irregular, era difícil saber si era una cueva natural o echa por la mano humana, aunque también cabía la posibilidad de que fuera natural y posteriormente modificada por aplicados trabajadores.

Ywen se movió por toda ella, entre objetos valiosos, moviendo alguno de ellos, esquivando otros, pero no vio nada más que le mereciera una especial atención. El techo abovedado no presentaba tampoco nada digno de mención.

Lo único que notó la doctora fue el intenso frío que comenzaba a hacer en aquel lugar.

- Tiradas (1)
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12/08/2010, 19:41
Ywen Roth

De pronto, se dio cuenta de que tenía las extremidades ateridas de frío. Heladas…

Y eso fue sorprendentemente lo que la obligó a frenarse y a plantearse que por más que siguiera tocando, rebuscando o devanándose los sesos todo lo que quisiera dentro de aquella estancia, no hallaría nada más allá de aquella hendidura en la piedra y de aquella zona oscurecida sobre la cual acababa de pasear la yema de sus dedos. Nada. Incluso era incapaz de discernir qué había sido exactamente aquella habitación. Quizá fuera imposible de lograr o tal vez simplemente aquel no era el momento, el caso era que no tenía sentido seguir dándole vueltas.

No podía afirmar que aquellas evidencias fueran suficientes para reforzar lo que había vivido, pero… ¿en realidad era eso lo que buscaba? No. Ella deseaba saber más, porque no podía soportar el hecho de no entender lo que sucedía o más bien lo que le estaba sucediendo. Cubrió de nuevo aquella especie de altar profano con el terciopelo y dejó la cruz reposando sobre él. Era curioso admitirlo, pero Ywen Roth no estaba en aquellos instantes en disposición de admirarla. La realidad, su realidad, superaba por enésima vez al arte.

Notaba la respiración acelerada, su pecho ascendía y descendía con rapidez debido al movimiento frenético de los últimos minutos. Se plantó entonces en mitad de la estancia y echando un último vistazo global a la misma, se despidió mentalmente de ella por el momento y se aventuró escaleras arriba de nuevo. La mente centrada tan sólo en un objeto: la caja fuerte abierta, los papeles esparcidos por el suelo, su interior. Necesitaba arrodillarse allí y plantarles cara. Antes no había habido ninguno que le llamara la atención, pero ahora necesitaba leer de qué versaban, era obvio que nadie en su sano juicio pondría situaciones como aquella por escrito, pero quizás, sólo quizás, encontrase algo… casi cualquier cosa le bastaba. Eso sí, no tenía la más mínima intención de variar nada de su posición actual no fuera a ser que al final acabara siendo tratada otra vez como una delincuente. Había escuchado un portazo, mejor así, teniendo la llave, no la molestaría nadie. ¿Y aquella caja, la que había sido despedida junto al relicario? Apenas podía recordar sus formas.

La cabeza aún le daba vueltas mientras ascendía.
¿Por qué hacía tanto frío allí abajo?
Aquellas obras de arte no se lo merecían.
Lo había colocado sobre la piedra, como si se tratara de un gesto habitual.
…Y luego le había cercenado el cuello.
No se había defendido.
No tenía sentido hacerlo.
Aquella expresión en su rostro.
Aterrado, estaba aterrado.

Pero… ¿qué importancia tenía aquella escena? Lo verdaderamente importante era cómo podía haberlo visto y, por añadidura, el porqué. Maldijo el momento en que había aceptado aquel trabajo y la hora en que había partido de Londres y no maldijo a toda la estirpe Misimovic de milagro. Ya eran dos las personas dentro de aquella fortaleza a las que no deseaba volver a ver y… ¿ambas portaban el mismo apellido?

¿Qué hacía uno cuando algo no tenía cabida, pero todas sus piezas encajaban? Su sentido de supervivencia le decía que en el caso concreto que le compelía… huir, pero no encontraba forma humana de sacar su cabeza de aquel antro.

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16/08/2010, 10:11
Director

Ywen volvió a aquellos escalones que la habían conducido a la cámara, le parecieron bastante más altos que al bajar, estrechos y antiguos, no eran de sencillo ascenso, más bien todo lo contrario. Procedió a ello.

Una inquietante sensación se apoderó de ella al cruzar el umbral de la puerta sin cerradura, cada paso suponía un notable esfuerzo para las repentinamente cansadas piernas, que protestaron con las exigencias que la doctora les pedía, acomodadas en la insensibilidad que otorgaba la temperatura, aparentemente mucho más fría que cuando entró. Una pequeña bocanada de vaho confirmó este hecho.

Aún así llegó arriba sin más complicaciones. La puerta estaba cerrada, el portazo había sido producido sin duda producido por ella. En la parte izquierda se encontraba el pequeño panel que permitía la apertura de la pesada hoja. Introdujo la contraseña que Mirsad le había proporcionado, pero la puerta permaneció cerrada.

“Contraseña incorrecta”

Esas eran las palabras que brillaban en un discreto color rojo en la pequeña pantalla que estaba manipulando.

Lo intentó una vez más, pero el resultado fue el mismo.

“Contraseña incorrecta”

 

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19/08/2010, 15:11
Ywen Roth

Brancja abre la primera puerta, Wozciaj la segunda…” Esas habían sido las palabras exactas de Mirsad. Sin más explicación al respecto. Un cabrón como la copa de un pino, eso es lo que era, a parte de un desequilibrado de primera, por no hablar de un amargado, aunque, para ser francos, a Ywen le daban exactamente igual las razones que tuviera para cualquiera de aquellos logros.

Resopló en silencio, estaba agotada física y mentalmente y tenía que reconocer que ascender por aquellas escaleras le había supuesto un verdadero esfuerzo en ambos sentidos. Repasó sus posibilidades y, ya que al menos de momento no tenía la más mínima intención de ponerse a gritar como una histérica, eso lo reservaba para el final, se dedicó a rememorar las palabras y gestos exactos de aquellos con los que se había relacionado desde que había llegado allí.

Empezó por el escultor, frunciendo el ceño e intentando que el cabreo monumental que sentía no la inutilizase más allá incluso del cansancio y las apariciones. Aquella sonrisa… Sí, justamente después de darle las contraseñas. ¿Qué diantres significaba exactamente? Alzó ambas cejas y torció ligeramente la comisura de los labios.

No tenía muy claro lo que el término Wozciaj encerraba en sí mismo, ni si era un nombre propio, una nomenclatura, un título o no albergaba parentesco alguno con lo anteriormente mencionado, pero sí que recordó entonces otra conversación, una que había tenido lugar delante de un retrato y que para su desgracia había entendido a medias por culpa de la eterna barrera idiomática: “Un antepasado de la --------- Misimovic, Gracjiel Misimovic… una vez el señor Misimovic me dijo quien era… un gran señor y un gran --------, que defendió a su pueblo durante mucho tiempo… Wozciaj…

De nuevo, un escalofrío le recorrió la espina dorsal, pero esta vez fue fruto de la baja temperatura circundante, más que del recuerdo de la escena dantesca que acababa de presenciar. Era curioso como el hecho de apartarte del lugar en el que se han producido unos acontecimientos, parecía revestirlos con otra perspectiva que les confería cierta dosis de irrealidad.

“Brancja”, esa sería la siguiente entrada que registraría en el teclado, al fin y al cabo aquella era ahora la primera puerta, y, de no funcionar, lo intentaría con “Gracjiel” por si acaso existía alguna relación o alegoría, y después incluso con “Mäizhimovich”, y con el nombre del anterior propietario y del actual si hacía falta, pasando por cualquier término que se le ocurriese de camino que tuviera que ver con títulos, señores, fortalezas, emplazamientos y asuntos artísticos hasta que se abriese o saltase la alarma. Y si aún así no conseguía ni una cosa ni otra, la emprendería zapato en mano o descendería de nuevo y utilizaría muy a su pesar alguno de los utensilios u objetos metálicos que había observado en las vitrinas, probablemente sin éxito alguno. Durante unos instantes, se vio a sí misma al final aporreando la puerta a gritos sin que nadie la oyera allá abajo, resignándose en última instancia a pillar una pulmonía sentada en los escalones, mientras esperaba a que su actual carcelero le diera acceso.

Frenó en seco aquella cascada de pensamientos, apretó la mandíbula, conteniendo así el aliento, y comenzó a teclear.

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24/08/2010, 17:03
Mirsad Misimovic

Tecleó únicamente dos veces más, al cuarto intento ocurrió lo que ya preveía Ywen, la pantalla parpadeó y la palabra bloqueado fue lo único que la pantalla ofrecía por mucho que los botones fueran manipulados. La búsqueda de un sistema alternativo de provocar la apertura de la puerta resulto un fracaso de lo más cantado, pero por lo menos la tensión y el movimiento aligeraron un poco el frío de la estancia.

De todas formas, no tuvo que esperar demasiado, ya que al cabo de unos cuantos minutos, el sonido del mecanismo que activaba la pesada puerta se escuchó a través de la pared, y cuando definitivamente se abrió, el ya familiar rostro del nuevo señor de la fortaleza, con una media sonrisa satisfecha.

Parece que mi padre cambió el método de funcionamiento del sistema, por suerte he podido solucionarlo

Se puso más serio al ver la cara de la doctora, presa inconfundible del frio.

Lo siento era complicado saber hasta que punto era sincero en sus palabras creo que debería aceptar mi invitación a tomar un buen trago de algo caliente su mano estaba aún junto al panel de control, la otra la había apoyado en la pared, como si necesitara descansar olvidaré tú anterior salida de tono se mostró condescendiente con la británica.

Ha sido un día largo para ambos.

Demasiado para él, la traición de su padre le había afectado mucho más profundamente de lo que jamás admitiría, y la irritante y atractiva presencia de la oportunista historiadora no había contribuido a mejorar un humor ya de por si díficil.

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27/08/2010, 00:11
Ywen Roth

… Y, en efecto, allí estaba su carcelero, lo que inevitablemente la llevó a lamentar el hecho de no poder echarle un vistazo en condiciones a la caja fuerte, aunque la verdad, después de la espera, la humedad que le había entumecido los huesos y el frío que aún le atenazaba las articulaciones, estaba tan aterida que no restaba espacio ni para lamentaciones.

Se tocó el cuello, moviendo a su vez la cabeza a un lado y atrás sin reparos. La tensión, el cansancio y la saturación de la atmósfera se le habían acumulado como siempre sobre la parte derecha, alcanzando su hombro y descendiendo por él en un latigazo continuo hasta el antebrazo.

Atravesó el umbral, pasando delante de él sin mirarle, escuchando el ruido de su voz y silenciando deliberadamente las palabras que se formaban en su entorno, y avanzó por la estancia hasta alcanzar la siguiente puerta que daba acceso a la sala anterior, desandando el camino previo y dejándolo atrás. No obstante, allí se frenó súbitamente, porque de toda la retahíla de términos que había recitado el artista, tan sólo hubo una frase que la hizo reaccionar.

Olvidaré tú anterior salida de tono…

- En realidad, Mirsad, preferiría que no la olvidaras… - le encaró y sostuvo su mirada, furiosa, en primer lugar consigo misma – así no te hallarás en desventaja, porque yo pienso recordar todas y cada una de las tuyas – gritos, aspavientos, insultos, agua resbalando por paredes y puños que se crispaban incluidos.

Justo entonces, el “¡Tu no deberías estar aquí!...” que había acompañado al vaso en su dormitorio se sumó en su memoria a la desconfianza que el escultor había manifestado unos minutos antes y se dio cuenta de que en realidad todo aquello era un sinsentido. ¿Se le estaba imponiendo al anfitrión la lista de invitados? Hasta tal punto Ywen le desagradaba al serbio que éste le había recomendado hasta bañarse. Bueno, pues no hacía falta que se lo insinuaran más, lo había pillado, de manera que decidió facilitarle las cosas.

- Lo entiendo, no es buen momento, acabas de perder a tu padre y mi presencia resulta inoportuna, de manera que… ¿quieres que me vaya? Pues, verás… es que es tan sencillo como responder sí, – ese era el paso que le restaba por dar al escultor – porque, de ser así, ni esto… - señaló las obras de arte en su entorno sin apartar la mirada de él – ni Cambridge, ni las disposiciones de tu padre…- Ivan Lazovic le había insinuado que su estancia allí y su trabajo habían sido fijados independientemente de lo que opinara Mirsad – son suficientes para que yo me quede aquí…

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31/08/2010, 10:58
Mirsad Misimovic

Mirsad soltó un pequeño bufido que se perdió en una sonrisa de suficiencia, no le importaba demasiado la muerte del viejo, era algo que tarde o temprano iba a suceder, y en los últimos años el contacto con su padre había sido prácticamente nulo, pero el regresar a aquel lugar había reabierto viejas heridas que creía cerradas para siempre.

Siempre había pensado que los ingleses eran los mejores captando las cosas miraba a la inglesa a los ojos, con aquel verde intenso y tan particular y que mis “sutiles” insinuaciones sobre tu presencia aquí no te había pasado desapercibidas rió por lo bajo, la doctora no pasaba de ser un mero entretenimiento más en la tormentosa noche que se aproximaba, pero era evidente que a todas luces estaba fuera de lugar.

¿Acaso necesitas que te lo diga directamente? ¿Qué ibas a pensar entonces de mi educación? Puso cara de fingida inocencia, le gustaba cabrearla.

Me gusta el color que adquiere tu cara cuando te enfadas te hace parecer mucho más… dudó unos instantes viva, sí, creo te vuelves mucho más atractiva sonreía tranquilo, de hecho parecía más tranquilo que en cualquier otro encuentro con él.

Frunció el ceño

¿Qué te ha sucedido?

Señaló la sangre que manchaba las ropas de Ywen, no se había fijado hasta ese momento.

¿Te encuentras bien?

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03/09/2010, 00:11
Ywen Roth

El serbio continuaba hablando con aquel tono displicente que le caracterizaba, crecido en su arrogancia, demostrando ser el perfecto cruce entre un pura sangre y un cretino. Algunas personas nunca conseguían madurar en su forma de relacionarse con el mundo, su respuesta hacia el entorno no pasaba de lo visceral e irracional, como un rumiante que no parara de mascar su propio yo. Era una verdadera lástima.

- Jamás perdería el tiempo pensando en algo que ya está demostrado que no posees – Por supuesto, se refería a su “educación”. Sin embargo, algo había cambiado en su forma de dirigirse a Mirsad. Era como si, habiendo superado una línea, ya no hubiera marcha atrás.

Le observó con detenimiento, como quién estudia las características de un cuadro, mientras el rostro de Ywen se transformaba en una máscara imperturbable que no parecía mostrar dato alguno acerca de lo que sentía o pensaba.

- ¿Me preguntas por esto? – Señaló hacia las manchas de sangre sobre su ropa - ¡Como si te importara lo más mínimo! – Exclamó convencida. A ratos y con aquellos cambios de carácter, se le antojaba un hipócrita y para ella la hipocresía era un cáncer. Justo entonces, el azul casi cristalino de los ojos de la británica se oscureció de repente, aunque curiosamente se tornara más brillante e intenso, y su mirada se afiló, dejando tendido entre el escultor y ella el canto aguzado de una espada. Antes de continuar, sonrió, segura y relajada – ¡Pregúntaselo a tus fantasmas! – Porque al fin y al cabo en cierta medida eso eran Gracjiel Misimovic y aquello en lo que se transformaba aquella casa, ¿no? Su antepasado y su fortaleza. ¿Acaso no acababa de heredar?

Sonreía, sí, pero obviamente su sonrisa no era en absoluto conciliadora. Todo el mundo tenía sus puntos débiles y desde la conversación que habían mantenido en su recámara ella sabía al menos cuál era uno de los de él.

Se giró sin más y lo dejó allí plantado por segunda vez, abandonando de esta forma la última de las salas dedicadas a la colección y encaminándose hacia las escaleras. Al día siguiente se acercaría al pueblo y se pondría en contacto con Ivan Lazovic y con Cambridge, ella no estaba dispuesta a aguantar que la encerrasen en un sótano, que le gritasen y la amenazasen por mucho valor que tuviera lo que había allí dentro, de manera que... o bien le garantizaban un respeto o se volvía por donde había venido en cuanto amainase el temporal. Había visto un hotel en el pueblo, trasladaría sus cosas allí. Claro estaba que ahora de momento se conformaba simplemente con llegar cuanto antes a su dormitorio y darse un buen baño de agua caliente. Seguía congelada, entumecida y dolorida.

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07/09/2010, 01:00
Director

Dacijaj. Jueves 25 - Abril - 1996, 21:57. Casa Misimovic. Habitación de Ywen Roth

La fortaleza era silenciosa, sus moradores habían aprendido a comulgar con ella, por eso los gritos de la británica se abrieron paso a través de la puerta, alertando a los poco acostumbrados sirvientes.

Dejan observó a la doctora salir del pasillo que daba acceso al despacho de su señor, una sombra entre las titilantes llamas que alumbraban perezosas las escaleras que daban acceso al segundo piso. Casi como un fantasma, la joven Dunja emergió de la puerta de que llevaba a las cocinas, casi parecía que la había atravesado en lugar de abrirla, sus ojos se posaron en la delgada figura de la mujer que se había enfrentado a Mirsad, los dos pasos fueron cortados por la gélida mirada que el mayordomo le regaló.

Aquella no era su guerra, una mucho más importante se avecinaba tras la muerte del viejo Misimovic, y a pesar de que le preocupó la mancha de sangre claramente visible en su ropa, no la detendría todavía, aún era demasiado pronto. Dunja se había retraído obediente, más tarde la enviaría a buscar a la señora si requería sus servicios.

Dejó que se perdiera de vista, y enfiló el camino inverso al que ella había seguido.

Una ráfaga de aire helado la recibió al entrar en su habitación, el amplio ventanal estaba abierto de par en par, y el viento soplaba con fuerza en el exterior, haciendo que los postigos golpearan contra la pared, en un inconstante repiqueteo que amenazaba con partirlos en dos.

La tormenta era poderosa, la nieve teñía de blanco toda la parte de la piedra que se encontraba bajo la ventana, y las luces que había próximas a ella habían terminado cediendo ante su empuje, dejando la estancia iluminada únicamente por el candelabro junto a la cabecera de la cama. Pero sus ojos se percataron de un detalle.

Unas huellas se dibujaban claramente sobre la nieve.

Pies descalzos, no más grandes que los suyos propios, dirigiéndose claramente hacia el exterior.  

 

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09/09/2010, 23:30
Ywen Roth

No te preocupes, todo saldrá bien…

Recuerdos hendidos en la memoria, cosidos a puñaladas sílaba a sílaba. Su voz le hablaba de nuevo en su interior irremediablemente, de manera suave, pero entrecortada, como aquella otra vez en que la había acompañado hasta la barandilla. Después, no había emitido un solo sonido más… hasta el crujir de sus huesos contra el suelo.

Primero dolor, después odio, ahora ya no sabría decir qué.

Paralizada nada más atravesar la puerta, así se hallaba. Transformada temporalmente en una estatua esculpida sobre un momento, sobre una pérdida. Su pérdida. Ni podía olvidarla, ni perdonarla. Tampoco lo quería. Un jadeo abandonó su garganta para fundirse con el gélido aire que dominaba el dormitorio. Sonó igual que un quejido. También suave, de nuevo entrecortado.

Ventanas abiertas de par en par, buscando espacio... huellas de pies... pisadas que se superponían en el pasado... entonces corría. Ahora no.

No te preocupes, todo saldrá bien…

Mentira, todo mentira. Una tras otra, le vida se hallaba entretejida con ellas, formando una red que te atrapaba y te asfixiaba, pudriéndolo todo. Su hedor resultaba insostenible.

Respiró hondo y se acercó con rapidez al alfeizar, decidida. Al llegar, sus dedos se transformaron en garras que se sujetaron fervorosamente al borde del mismo, mientras sus ojos observaban el exterior, el suelo, el bosque… sin perder detalle, fundiéndose ávidamente con el paisaje. ¿Qué esperaba encontrar?

Se apartó y cerró de golpe primero los postigos y posteriormente la ventana, cerciorándose a conciencia de hacerlo apropiadamente. Las yemas de los dedos ateridas, la piel casi transparente por la presión ejercida. Harta, estaba harta, enfada, confundida y asqueada.

De improviso y sin ella solicitarlo, sus pies la devolvieron a una de las esquinas de la estancia y vio su mano alzarse, tirando mecánicamente del cordón que la unía a los otros miembros de la casa, los mismos que la acababan de ver ascender las escaleras. Necesitaba muchas cosas, pero lamentablemente ninguna de las que importaban las podía pronunciar en voz alta. Aún así llamaba.

La presión de su mandíbula inferior sobre la superior comenzaba a resultar insostenible, pero no iba a consentir que se quebrase. El viejo surco se agitaba bajo la piel, amenazando con mellarla, pero no... no permitiría que se abriera nuevamente. No emitiría ni una sola palabra sobre aquello.

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12/09/2010, 19:25
Dunja

Su desesperado recorrido por el paisaje que se extendía tras la ventana resultó del todo infructuoso, ni siquiera era capaz de ver con claridad el suelo desde el primer piso debido a las continuas ráfagas de aire que agitaban la nieve convirtiéndola en una ventisca despiadada.

Contrario a su resultado anterior, y con bastante rapidez, aunque de nuevo con un silencio impecable, la figura de la joven sirvienta se detuvo frente a la puerta abierta, mirada baja y misma ropa que en su primer encuentro.

Sus ojos se fijaron en la nieve que se encontraba manchando el suelo, y que amenazaba en convertirse en agua sin demasiada demora, tenía orden de no entrar en la habitación de la invitada sin expresa autorización de Dejan, pero quizás debía haber supuesto que la elegante mujer no estuviera acostumbrada a que temporales azotasen los viejos cierres que tanto le costaba encajar algunas veces, y evitar que pasara aquello.

Se aseguraría que el resto de la casa no sufriera el mismo destino que la habitación de la mujer inglesa.

Pero ahora tendría que soportar la reprimenda, no sólo de ella, sino del mayordomo y quizás hasta del propio nuevo señor de la casa. Le resultaba complicado ocultar la angustia que le causaba la posibilidad de perder aquel trabajo, no conocía otra cosa, no tenía otra cosa.

¿De… Desea usted alguna cosa señora?

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15/09/2010, 23:48
Ywen Roth

Bailarinas de charol y suela plana... avanzando hasta unos barrotes a media altura…
para desprenderse al fin de unos pies en los que ya no había necesidad de encaje.
Entonces, no era invierno.
Ni había nieve.
Ahora… ya no podía volver a encararla al fondo.
Era inútil.

¿Qué si deseaba algo? Se hallaba al fin sentada sobre la cama y sonrió con tristeza, pensando en si el hecho de pedir que la línea espacio temporal no bailase a su antojo dentro de aquella casa y que a su actual propietario le diera un paro cardíaco, sería considerado excesivo. Buscó entonces la calma más allá del agotamiento, respiró hondo e intentó responder, evitando simultáneamente y con sumo cuidado pasear de nuevo la vista sobre las manchas que tiznaban su vestimenta.

Sangre de un muerto sobre su ropa…
No le era ajeno.
Sangre de otro muerto sobre su ropa…
No lo soportaba.

- Ywen… me llamo Ywen – su sonrisa se amplió, recuperando por completo el control y desprendiéndose de todo atisbo de pasado - y lamento de veras molestar a estas horas… - una realidad a esas alturas inevitable – pero he estado encerrada durante un rato en el último sótano de la colección y estoy helada, de manera que me preguntaba si podría tomar un vaso de leche caliente… – Ahora su gesto se tornó resignado, mientras se movía de su posición actual, alzándose del lecho, y avanzaba hasta el baño, adentrándose con decisión en él. Acto seguido, abrió el grifo del agua caliente y comenzó a dejarla correr por la bañera libremente, esperando con paciencia que el líquido se templara. Justo entonces, al girarse, un reflejo en el espejo le confirmó a ciencia cierta algo que ya conocía de antemano, que no podía dejar aquel residuo así. Necesitaba quitarlo o no conseguiría apartar el pensamiento de allí. Se acercó en consecuencia al marco de la puerta y apoyada en él continuó - ¿Me traerías también agua oxigenada, por favor?... No, no estoy herida. - Se adelantaba a la posible pregunta. Al menos yo aún conservo la cabeza… Apretó los labios y, centrando la mirada primero en las flores del vestido de la muchacha y después en su rostro, añadió – Mañana a primera hora necesito ir al pueblo para ver al señor Lazovic y hacer un par de llamadas, - asuntos ambos que a lo mejor conllevaban su abandono inmediato de la casa - ¿crees que la tormenta me lo permitirá? – Supuso que ella estaría más acostumbrada al clima de la zona.

Su mano jugueteaba en el bolsillo del pantalón con la llave que daba acceso a la colección Misimovic. Un gesto tan inútil como la posesión de la misma, ya que sin saber las contraseñas del sistema de seguridad no tenía ningún sentido poseerla. Las claves que el serbio le había dado no servían de nada y su trabajo allí abajo de pronto se le antojaba una soberana insensatez. Debiera habérsela devuelto a Mirsad.

Se aproximó de nuevo a la bañera para comprobar si ya podía ponerle el tapón. La mente en blanco al fin. Tan solo unos minutos más, un baño, un vaso de leche, un libro y a dormir. Cuanto antes pusiera fin a aquel maldito día, mejor que mejor. Sin embargo, de súbito, se vio a sí misma corriendo de regreso a la casa y resbalando en el intento… ¿O acaso se había caído? ¿Era ella en realidad? Trataba de rememorar un sueño en esa misma estancia aquella tarde, mientras se preguntaba cómo se desenchufaba el subconsciente.

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20/09/2010, 00:20
Dunja

Dunja sonrió tímidamente cuando la británica la reprendió por no llamarla por su nombre. Aunque mantuvo la mirada baja, se animó a fijarse en la sonrisa que Ywen portaba, le gustaba la forma en que lo hacía, y le gustaba que no le hubiera echado la bronca por haber permitido que la nieve entrara en la habitación.

Por supuesto señora contestó de manera mecánica  la pregunta sobre la leche y no es ninguna molestia debía comportarse con los modales que le había enseñado su madre y cumplir con las órdenes que le había dado Dejan.

Volvió a fijarse en la figura de la inglesa cuando se dirigió al baño, con una mezcla de curiosidad y respeto. No podía evitar preguntarse cómo se comportaría ella si estuviera en un país extraño rodeada de personas desconocidas, seguramente aterrada. Pero eso era algo que no iba a suceder, no tenía ningún motivo para abandonar aquella casa.

Bajó la mirada de inmediato en cuanto la doctora clavó sus ojos en ella, asintiendo también a la segunda de sus peticiones sin realizar pregunta alguna, eso era algo que estaba bastante lejos de su pensamiento siquiera. Si la invitada pedía algo que ella pudiera proporcionarle, lo haría, eran su cometido, de preguntar los motivos nadie le había dicho nada.

Levantó la vista hacia los cerrados ventanales cuando la palabra tormenta surgió de los labios de Ywen, no estaba segura de que iba a contestarle, ¿y si no le gustaba la respuesta que pensaba darle? ¿Por qué tenía que preguntarle cosas? Recordó entonces que estaba en un país extraño con gente desconocida, y soltó un suspiro, como si hubiera estado conteniendo la respiración.

Es raro ver una tormenta tan fuerte en esta época del año, pero si se tranquiliza un poco durante lo noche y con un vehículo apropiado seguramente sí que podrá

Ella sabía que el señor Misimovic poseía un todo terreno, y lo había visto usarlo en pleno invierno, así que entendió que no tenía porque ser diferente. Pidió permiso para abandonar la habitación de manera educada e ir a buscar las cosas que le había solicitado Ywen.

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23/09/2010, 12:39
Ywen Roth

Líquido…, de dos tipos distintos, pero ambos consiguiendo el mismo efecto reconstituyente, el uno externa y el otro internamente, cálidos ambos, transparente y blanco. La tensión muscular aflojándose junto al cuello, los nervios y el estómago templándose a su vez posteriormente.

Había retirado previamente las manchas. Ya no quedaba rastro externo que la vinculase al hombre descabezado, a aquel que parecía haber ofendido al Dios de la casa Misimovic, aunque real e históricamente en época de batallas los motivos sobraran.

Ahora yacía en la cama. Minutos antes había recibido un vaso de leche de Dunja, de la cual se había despedido con un buenas noches sumado a un gesto de agradecimiento que había llenado el espacio entre ambas mientras la puerta se había hallado abierta y hasta que ésta había sido cerrada con llave por parte de la propia británica. Un acontecimiento que había tenido lugar por vez primera desde que se había instalado en aquel dormitorio, ya que hasta entonces no había sentido necesidad alguna de encerrase, aunque de pronto se le antojara un hecho obligatorio. Después había llegado el baño.

Sola, que era como más cómoda se sentía en el interior de un dormitorio, y bendiciendo ese momento del día, no conseguía relajarse ni siquiera entre las sábanas, ni tampoco concentrarse en la lectura. El libro yacía inerte, abierto y bocabajo sobre su vientre, aparentemente abandonado sin ni siquiera ejercer presión alguna.

Tampoco iba a resultar fácil dormirse…, no.

Con el paso del tiempo todos y cada uno de los acontecimientos vividos en aquella taciturna fortaleza, aún asediada por tormentas, fantasmas del pasado y delirios del presente, cada vez le parecían más irreales. ¿En verdad había contemplado una ejecución? ¿En verdad se había topado cara a cara con el hombre del retrato colgado sobre la chimenea del acogedor salón de aquella misma planta? ¿Tan segura se encontraba de no haber perdido el juicio? Y lo que resultaba francamente más detestable… ¿para acercarse al pueblo al día siguiente iba a tener que pedirle asistencia a Mirsad Misimovic? Porque, de ser así, realmente casi prefería perderse andando. Las palabras de Dunja resonando en su cabeza: "con un vehículo apropiado seguramente sí que podrá"... ¿algún otro de los residentes en la casa dispondría de vehículo y manejo del mismo y podría acercarla?

Desvió entonces la mirada hacia la mesilla de noche. Ahí estaban, porque así ella misma lo había dispuesto... dos llaves dentro de un cajón, haciéndose insulsa compañía. Alzó inmediatamente la vista al frente. Grace, Grace, Grace… ¿qué estarás haciendo ahora?... De nuevo e irremediablemente rondándola, cerrando los ojos al fin.

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05/10/2010, 09:55
Director

El sueño de Ywen era inquieto, tras el cierre de la ventana el vetusto sistema de calefacción había ido poco a poco haciendo su trabajo, y la temperatura se había vuelvo agradable entre las pesadas mantas en las que se envolvió la inglesa. Revueltas por su continuo movimiento.

De eso se dio cuenta cuando abrió los ojos, sobresaltada por algún retazo de sueño que no alcanzaba a recordar. Aún era de noche, y la tormenta seguía imponiendo su fuerza en el exterior, golpeando de cuando en cuando los cristales, enfurecida por encontrar obstáculos que no puede derribar.

En ese extraño estado entre el sueño y la realidad, llegaron a esta los oídos de la doctora unos susurros que no alcanzó a comprender, parecían provenir de algún lugar de la habitación, pero no podía estar segura de ello.

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07/10/2010, 22:21
Ywen Roth

Si había algo que dotaba de carácter a una casa mucho más allá de su grandiosidad externa o su belleza, era la calidad de vida que uno albergaba dentro... e Ywen a esas alturas ya se iba percatando de que "vivir aquella mansión" en las propias carnes llegaba a ser en ocasiones hasta desagradable.

En aquel lugar ni siquiera le permitían a uno descansar apropiadamente, o lo que era lo mismo sólo que expresado en otros términos, no le dejaban a uno ni dormir hasta un extremo que resultaba del todo impertinente, ya que pocas cosas había más irrespetuosas que cuchichear de uno a sus espaldas.

En un principio creyó estar soñando y… mejor hubiera sido la verdad, porque aquel bisbiseo ininteligible que la trajo a la consciencia de forma sutil, pero uniforme y persistente, lo que consiguió de manera inmediata fue alertarla. Y ciertamente no era para menos, puesto que se hallaba en un emplazamiento en el cual las fronteras del tiempo y los límites de la realidad se diluían de forma alarmante y totalmente aleatoria.

De pronto, su mano izquierda se alzó instintivamente buscando un libro de lectura que con un poco de suerte pudiera servirle, llegado el caso, de elemento amenazante. Simultáneamente su mano derecha trató de encontrar la manera de iluminar apropiadamente la estancia, aunque fuera a base de elevar los ocres y las sombras de luz de gas, y por último intentó ponerse en pie con idea de tener un mayor ángulo visual. El simple hecho de hallarse tumbada en una cama la hacía sentirse indefensa... irremediablemente.

Pero… ¿En qué diantres estaba pensando? ¡Allí no podía haber nadie! Era imposible. Ella misma había cerrado la puerta con llave. Claro que… podía haber más copias, aunque francamente el hecho de que alguien hubiera irrumpido allí sin permiso ni previo aviso resultaba de muy mala educación. En realidad Lo que principalmente esperaba era no encontrarse de frente al iluminar con mayor intensidad la habitación a ningún miembro de la familia Misimovic. Había que reconocer que al menos una cuestión quedaba clara… el mudo, osease Dejan, no podía ser.

¡No!… se autoconvenció de súbito. Cuando sus ojos se acomodaran, allí no habría nadie, o eso esperaba, no ya porque no pudiera haberlo, sino porque empezaba a ser moderadamente consciente de que bajo aquellas piedras los libros abandonaban las estanterías a su antojo, las ventanas se abrían a placer, las huellas de pies se formaban sin consentimiento alguno y las personas aparecían y desaparecían a su aire, independientemente de si se hallaban muertas desde hacía varios siglos.

Lo único que no se le pasó ni por un instante por la cabeza fue abrir la boca… ¿Qué por qué? Porque lo último que deseaba era que alguien le respondiera. Entonces sí que el asunto pasaría directamente a mayores y, tal y como se encontraba, soñolienta y de mal humor, entre otra muchas cosas porque odiaba que la despertaran a destiempo, esa posibilidad no era un acontecimiento que estuviera en condiciones de afrontar en aquellos precisos instantes, al menos de una forma medianamente creativa.

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15/10/2010, 09:37
Director

Dacijaj. Jueves 25 - Abril - 1996, 23:39. Casa Misimovic. Habitación de Ywen Roth

La puerta seguía cerrada.

La iluminación que había logrado conseguir la doctora así lo confirmaba, las sombras bailaban al son de la titilante luz, macabras marionetas que acechaban en las paredes de la habitación, pero silenciosas.

Tenía frío allí de pie en su rincón al abandonar el abrigo de las pesadas mantas. Probablemente la calefacción se hubiera apagado, y fue cuando pensó en este hecho cuando aquellos susurros volvieron a escucharse, confirmando que no habían sido fruto de su imaginación.

Parecían provenir de la propia cama, o tal vez de debajo de ella, y centrándose un poco, la británica acertó a distinguir alguna que otra palabra suelta en serbio.

…estorbo… el viento ocultó los siguientes vocablos … ahora no … conciencia… la voz bajó de tono hasta hacerse casi inaudible matarla… un siseo que parecía reclamar silencio interrumpió una vez más la letanía …este no es lugar …

Y casi por arte de magia, los susurros cesaron, y justo en ese instante algo pesado se estrelló violentamente contra la ventana. Ywen se giró justo a tiempo para ver caer perdiéndose en la oscuridad del exterior, destrozado por el impacto, el cuerpo de pájaro de color negro.

- Tiradas (1)