Partida Rol por web

Quince hombres en el cofre del muerto.

2 de Marzo. Año 1622.

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05/10/2013, 18:43
Ernesto Elvira Santos

Sin ni siquiera pararse a buscar a sus seres queridos, sólo con el tiempo justo para ponerse digna una capa nueva de buen porte, Inés subió a cubierta para responder a la llamada de parlamento. El panorama era desolador, la fragata española estaba enganchada con la extraño barca transparente inglés, y ambos habían sufrido graves desperfectos. Respecto a la tropa, la Grande de España apenas podía esquivar la mirada a un lugar donde no hubiera heridos, de tantos perjudicados que había (quizás los españoles hubiera perdido a un tercio de los suyos). Los muertos estaban siendo preparados con respeto para su entierro marítimo.

Eran todos hombres a su mando, pues ingleses a la vista quedaban pocos, al menos vivos,  y los que lo estaban se encontraban en un rincón  teniendo buen cuidado de aparentar tranquilidad y sin armas a la vista, que era malo para salud provocar a un español en este momento. La niebla había cesado.

Ernesto se encontraba en el centro del barco con sus oficiales, ignorando un corte superficial en la cara de poca cosa, pero que le hacía sangrar como un cochino de manera que apenas las gasas podían contener el desperfecto. Como todos allí, se encontraba cansado pero feliz, mostrando una sonrisa de saber que lo peor ha pasado y que ya solo queda beber para enterrar el recuerdo.

Hizo un ademán para que Inés se adelantara, olvidándose bastante de los formalismos.

- He mandado al Lindo a buscaros pero habéis sido más rápida, bien que lo celebro. Los hemos aviado, vuesamerced, los hemos aviado pero bien. Andan escondidos en su barco, con el jefe a bordo. Han sacado bandera blanca y ese de allí.- Señaló a un inglés.- Va a llevar el mensaje de que si trae a su capitán para hablar con su excelencia, yo que se, nos dejamos de formalismos y les quemamos el barco con ellos dentro.

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05/10/2013, 19:20
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Inés ascendió a la luz del ocaso envuelta en túnica esmeralda bordada en oro que resplandecía bajo el sol, y cuyos bajos enseguida se tiñeron de la sangre derramada por los que valientemente habían caído. Procuraba no mirar, pero resultaba imposible en tales circunstancias resistir ante esa flaqueza, ya que la muerte reinaba en cada rincón dejando un olor metálico y penetrante que ni las ventoladas disipaban del todo. Se detuvo un breve instante frente a la tripulación, paseando los ojos por los oficiales, deteniéndose en los ingleses que había a un lado y ocultando un escalofrío muy humano que reptó por su espalda hasta las mejillas, pálidas de la emoción. Sostenía el corazón en un puño, y en este todo aquello que habría sido incapaz de expresar con palabras. Se acercó un poco más a Ernesto, la vista el frente y los labios prietos, observando con cautela la barcaza encallada junto a la suya.

-Excelente trabajo, mi señor Capitán –celebró tan seria que no lo parecía, en verdad. Tenía la mente en otro lugar-. Traedme al inglés a mi camarote en media hora, y cuando escuche lo que deseo veremos cómo disponemos del resto. Hasta entonces mi prisionero, y deseo que sea tratado con gentileza en lo posible. Desarmadlo y que alguien nos lleve viandas más tarde. Además, requiero del Lindo y algún otro soldado que plante bien, pues he perdido a mi escolta ahí abajo. ¿Precisan vuestras mercedes de algo más?

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08/10/2013, 00:00
Ernesto Elvira Santos

El capitán escupió al suelo, mirando despectivamente a los ingleses. 

- Un par de estos cabrones en sendos espetones, mi señora. Pero de política se encarga usted.- La miró con confianza y sinceridad.- No quiero que mis malos modales le den mala impresión, que aquí cada uno de mis hombres y yo mismo ha sangrado gustosamente por defender a tan alta personalidad. Y a gusto ¿eh?

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08/10/2013, 00:03
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Inés esbozó una sonrisa, también de las que se agradecen.

-Quedan excusados de formalismos tanto usted como sus hombres. Pero dado que yo no he sangrado, permítame entonces conservar los míos.

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08/10/2013, 00:10
Felipe García

Inés se condujo hacia sus aposentos ya pasando entre soldados atareados en los reparos, tanto del barco como de propios camaradas (que al ver el conjunto no se sabía quién había sufrido más, navío o tropa). Si hubo alguna mirada de rencor o desapruebo no la encontró entre el mar de orgullo que era la tropa española en esos instantes.

Ya abajo se encontró, sin necesidad de llamarlo, con el Lindo, que para alegría de Inés venía dando vino y charlando tranquilo con Marcos y con otro soldado de su escolta. Todos estaban pálidos y cenicientos, pero su galán se llevaba la palma de lo calabérico que estaba, que entre ojeras y unas sorprendentes canas en su perilla bien parecía que hubiera envejecido una década. Su mirar era ausente y aunque cuando vio a Inés le hizo un gallardo saludo, este pareció frío y artificioso, como si su ejecutante se encontrase a muchas leguas de aquí, en un lugar reservado para los españoles hideputas que habían ya sufrido mucho en su perra vida.

Fue Felipe, sobreponiéndose a la incomodidad que el momento parecía darle, quien abrió la conversación.

- Buenas tenga usted, vuesa merced, que me alegro de que haya sobrevivido. Me encontré a estos dos gallardos soldados cuando fuí a socorrerla ¿gesto en demasiado tardío eh?.- Portaba una sonrisa amarga, como de querer justificarse por una falta que se había tomado muy a pecho.- Ojala hubiera llegado antes… ha de saber usted que son los únicos que han sobrevivido en la sala donde los encontré, me parta un rayo si lo entiendo.

Pero Inés vio en sus ojos que lo entendía, que uno de los dos, si no ambos, se lo había contado. Y que tenía miedo.

Notas de juego

Por cierto, te voy aplicando el mérito y la capacidad que tienes de calar a las personas de vez en cuando, que no se me olvida ^^

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08/10/2013, 00:17
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Un gran peso se desvaneció de sus hombros al cerciorarse del estado de su galán, aunque bien intentó disimularlo respondiendo al saludo escuetamente y centrando la vista en el Lindo. No le costó mucho el disimulo, no obstante, al recaer en la ausencia del tal Íñigo, que no había gozado de tal suerte. Uno, como otros tantos, que habían sido encomendados para una tarea desempeñándola valerosamente hasta la muerte. Sólo esperaba que su peregrinaje les llevase a buen puerto y pudieran descansar en paz, no como las almas en pena que los habían azuzado allí abajo.

Pareció dudar un instante, paseando los ojos claros por los alrededores como en pos de alguien más.

-No se preocupen tanto vuestras mercedes, que he sabido despachar al corsario que quedaba de un tiro limpio en la testa. Alguien debería pasarle un agua al Camarote del capitán, que olía a podredumbre como si acabara de levantarse del ataúd –respondió muy ágil, dándose vítores de más y unos aires de soberbia que faltaban bastante al trabajo de sus guardias. Y es que podía haber muerto, si se consideraba con detenimiento-. Tengo vista con el cabecilla inglés, y necesito alguien que lo entienda y gente que me respalde, por si se le ocurre alguna majadería. Pero antes quisiera encontrar a mi dueña, si no les importa.

Hablaba con rigidez, como si algo le disgustase tremendamente y no supiese decir el qué. Apenas había sonreído, y eso que se hallaba en presencia de Marcos y otro con muy buena planta.

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09/10/2013, 20:57
Marcos de Tolosa

Apretándose la sien izquierda para contener el dolor de cabeza y con la puñeta boca sabiéndole a sangre aun, Marcos asintió, perezoso de decir nada más, muy al contrario de la disponibilidad que había mostrado El Lindo, que si había detectado pulla alguna había decido no procesarla y seguir para adelante. 

- Tenéis a vuestra dueña dentro. Yo voy a buscar dos hombres más de los de más confianza por si las moscas. 

No espero a nada más y se fue, a paso doloroso y con tortura, con toda la fortaleza que pudo. 

 

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09/10/2013, 21:31
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Inés asintió, firme.

-Gracias -dijo, y acto seguido, sin esperar más, fue donde le habían indicado deseando más que nada poder ver a Elvira.

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09/10/2013, 21:39
Elvira Prados.

Elvira saltó como un resorte cuando vio aparecer a Inés y un peso fue quitado de su alma al comprobar que estaba sana e ilesa. Su dueña no tenía mal aspecto, obviando el natural cansancio y la tensión de su voz. Pero había algo extraño en su forma de moverse, algo artificiosa, que hacía pensar que tenía parte de si en otro lugar.

- Vivan los santos que os encontráis ilesa Inés, vivan los santos. 

 

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09/10/2013, 21:41
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Inés sonrió con ganas, que el momento lo merecía.

-Una tiene un estatus que guardar, no puedo ir faltando a mi palabra tal que así -dijo con energía renovada, abrazando brevemente a su dueña. Solo entonces, aliviado ese peso, sintió una punzada agria por la actitud hacia los soldados-. He de pediros, ahora que sé que estáis bien, que organicéis esta cuadra. Tengo que atender a un invitado inglés y arreglar cuentas con los de afuera, que no sé qué voy a hacer con ellos -confesó presa de cierta angustia en voz bajita, como un secreto-. Y dichosos los ojos, que os veo bien y se me renueva el alma, querida. ¿Puedo hacer algo por vos antes de irme?

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10/10/2013, 19:31
Elvira Prados.

Elvira fijó su mirada en Inés por un momento, y después la desvió más allá, quien sabrá donde. Tardo unos segundos en contestar, pero lo hizo sonriendo.

- No, todo bien, podemos considerarnos dichosos de haber ganado. Me pongo a organizar.- Señaló a la puerta.- ¿Hago pasar al soldado?

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11/10/2013, 10:15
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

La grande ignoró la pregunta, los ojos bien fijos en su dueña con una incipiente preocupación por su ausencia.

-Os noto ausente. ¿Os encontráis bien, querida?

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13/10/2013, 17:53
Elvira Prados.

Claro que estaba bien, asintió brevemente y con aplomo, y después se puso a llorar y sollozar de manera incontrolable. Llevó sus manos a su pañuelo, con intención de ocultar su cara, pero éstas estaban demasiado nerviosas y fallaron al cogerlo, haciendo que se callera. Elvira se arrojó a los brazos de Inés, a punto de sostenerse en ella, mientras intentaba dejar de llorar.

- Marcos… Marcos ha…

No recordaba la última vez que había llorado. Ojala pudiera cambiar ese recuerdo por borrar los de la última hora.

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13/10/2013, 20:03
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

El súbito llanto que se apoderó de su dueña la pilló desprevenida, y en primera instancia no supo qué hacer más allá de sostenerla como mil veces había ocurrido al revés. Dudó al escuchar el nombre de su galán, a quien apenas había despedido hacía medio minuto. Rectificó entonces, suponiendo que aludía al médico francés, en cuyo caso se le antojaba contradictorio todo aquello. ¿A qué venía tanta pesadumbre por el hereje?

Trató de apaciguar su congoja con palabras suaves y ánimos, para después acompañarla hasta una silla cercana.

-Serenaos, querida... -decía con tristeza, que ver a aquella mujer, siempre tan firme, vacilar, hacía que a uno se le encogiese el corazón-. Explicaros... por favor, os lo ruego.

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14/10/2013, 22:55
Elvira Prados.

Elvira se secó el rostro con su pañuelo, suspiró con fuerza y cesó totalmente el llanto. Españoles así había muchos, que en un instante te bramaban por furia o tristeza y al siguiente volvían a ser fríos y corteses, temerosos de mostrar algo más allá de la dureza. Algo parecido le pasó a la dueña de Inés, que recuperando las formas se reprimió con todas sus ganas pues no era decoroso dedicarse a los llantos.

Su voz, aunque triste, sonó clara.

- Fue el infierno en la tierra Doña Inés, si eso puede darse. Debéis excusarme os lo suplico, me han fallado las fuerzas y no he podido retenerlo en mi cabeza.- Le dedicó una sonrisa.- Menos mal que esta su merced para ser el baluarte de todos.

Había orgullo y cariño en su rostro.

- Unas criaturas del infierno asaltaron el lugar, eran dos y a saber que escabechina hubieran montado si el señor Founier no se hubiera interpuesto. Ha redimido su alma Inés, dió la vida por nosotros.

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14/10/2013, 23:05
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

Inés le estrechó las manos con firmeza, recibiendo halagos con la medida justa de orgullo y la noticia con largas arrugas en la frente que parecían poner en entredicho las palabras de su dueña, que ya serenada parecía otra.

-De esos enfrentamos nosotros también, y damos gracias a que tragan plomo como los demás. Pero la batalla ya terminó, querida -Se puso en pie, planchando los pliegues de la túnica que lucía con porte-. No me consta que profesara nuestra fe, pero dado que luchó por nuestra causa agradecería en extremo darle digna despedida. Reservad su cuerpo y buscadme un hombre de fe para más tarde, y haced pasar a los soldados, que tengo que recibir al inglés. ¿Podréis disponer algo de vino y demás viandas para la ocasión?

Le sonrió brevemente tras un apretón suave y buscó asiento en su butaca, que se le antojaba más confortable que de costumbre. Respiró un segundo, todavía con la idea del francés muerto rondando la cabeza. Quizá sí, quizá no. El cansancio acusaba en ella, pero todavía quedaban cosas por arreglar y un buen trago de vino caliente le iba a templar tanto el ánimo como las ganas para batallar un poco más.

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15/10/2013, 15:04
Elvira Prados.

Elvira sonrió, ya tranquila, ante el firme mando de Inés y se dispuso a retirarse con presteza, porque si había que velar el cuerpo de Fournier, dado que era hereje y francés, mejor sería no perder un segundo para evitar que estuviera ya tirado al mar, que era una posibilidad razonable teniendo en cuenta el tiempo transcurrido y lo poco dado a protocolos que era la situación tras una batalla de navíos.

 

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15/10/2013, 15:08
Felipe García

Entró Felipe a la habitación, aseado, limpio y con ropa nueva. Se había quitado toda la mugre de la batalla, respetando la mugre original de la vida marítima, todo hay que decirlo, y parecía estar muy contento consigo mismo y su supervivencia. Entraba con la comida y la bebida pedidas y, de idea propia, puñal y pistola sujetos al cinto. Hizo un saludo militar y respetuoso a Inés.

- Su capitán está preparado ya y bajará en brevés. Hay tres soldados más fuera, aunque yo me basto para clavarle un balazo en las rodillas, que no queremos que se muera, si se pone rebotón. – Se dibujó una sonrisa en su rostro.- Aquí se ha ganado a todos vuesamerced, así que tiene carta blanca para olvidarse de reglas y directrices que no vienen al cuento, que todos a chitón y hacer lo mandado.

Vamos, que a los soldados se les daba una higa que el capitán ese llegase a ver la tierra de nuevo, ya por muerto o por ciego.

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15/10/2013, 15:35
Doña Inés Mª de Osuna, grande de España

La grande se adecentaba frente a un espejo de pie, ojo avizor a lo que hacía el medio inglés a través del reflejo mientras arreglaba apariencia e indumentaria, que estaban moteadas de escarlata aquí y allá. Le despertaba no poca curiosidad el muy gañán, que parecía dárselas de mucho, con sobrenombre al uso y esas sonrisas tan bien pintadas que acompañaban las roncerías. Y como consecuencia, amaneció casi sin quererlo y con mucha doble intención una media sonrisa en los labios de Inés, que se volvió con lentitud, una mano en la cintura, para mirar de frente al tal Lindo con la plena claridad de aquellos ojos zarcos.

-Se agradece el ofrecimiento y la compañía, señor Lindo Bravo -comentó como casual, haciéndose de notar. Hablaba con pausa pero sin dárselas de más, evitando sonar suntuosa, con una nota de sinceridad palpable además de la seguridad que más se destacaba en varones que en doncellas-. No obstante le recuerdo que soy del género opuesto. Y además de los que tienden a esgrimir pluma con fineza. Espero que eso me baste y no requerir socorro de ningún hombre de armas -añadió tomando asiento y colocando sobre la mesa cuidadosamente, como si de frágil porcelana estuviese hecha, una pistola que aun descargada (cosa que no tenía por qué saberse) dejaba bien claras las intenciones.

Alcanzó el vino y sirvió en copa de cristal tallado dos dedos que apuró enseguida. Cuando una se sabía en sitio seguro resultaba fácil encomiar ese tipo de tareas. Y aun con esas, Inés no sentía que las tuviera todas consigo y le costaba demás desembarazarse del leve temor que le recorría el cuerpo.

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16/10/2013, 14:28
Tomás Lemoine.

Felipe y Marcos se encontraban en la habitación, lo que significa que cualquiera que se pusiera brabucón en esa sala tenía pocas posibilidades de que la jugada le saliera pareja, teniendo más que elegir si morir por espada o por bala. Para mayor seguridad cuatro hombres más custodiaban el pasillo por lo que pudiera pasar y siempre estaban el centenar y medio de españoles cabreados que poco les importaba ya un cadáver más o menos. Inés podía sentirse segura en ese momento.

Aunque con todo cuando vio que entraba aquél francés demoniaco, que ya le había tocado morir pero a saber porque perro pacto no lo había hecho, no pudo evitar sentirse turbada. El ahora capitán Tomás Lemoine portaba sus manos esposadas ,pero fingía no darse por aludido en tal afrenta, a esperas de que se las quitarán en pos del decoro y el buen hacer. Su sonrisa era tranquila, con quizás un deje de nerviosismo, pero poco más.

- Vuesamerced, presento la total rendición de mi nave a la gloria española. Con lamento de haber elegido a vos como enemigo, y no a otro.