Partida Rol por web

Llegas al poblado de Seahawl ya de noche en un barco pesquero. Al preguntar por un lugar donde pasar la noche, te indican la unica posada del poblado; el Pescado Oscuro, y te diriges hacia allí.

Entras y te sientas escuchando la conversacion de un brujo y otro personaje, cuando llega el posadero, Hola, desearía tomar algo y pasar la noche en mi humilde posada?

Despertó sola en su cama, vestía su ropa de cama -un entero de seda blanca-. Adrisa prefería que el viento nocturno refrescara su piel desnuda, pero mientras más al Norte se acercaban más difícil era encontrarle placer a ello. Se removió sobre sábanas empapadas de sudor, entre la vigilia y ese sueño que le obligaba a recordar a pesar de sus deseos. Desparramados por el suelo aún estaban sus ropajes de la noche anterior, unos pantalones gruesos, una chaqueta de cuero, botas con capas de lana en el interior y un abrigo tupido. Se hizo con una camisa blanca fina, unos calzones largos más ligeros y las mismas botas de antes, aunque les quitó el relleno en su interior. Se despidió de su camarote solitario y al salir una brisa suave y cálida la envolvió, llevándose consigo todas sus penas. Era una ventisca primaveral, aunque carecía del aroma de las flores de estación. Recorrió la nave de punta a punta embelesada, sin prestar atención a las miradas lascivas de los marineros, que habían sido privados de verla en ropas ligeras por varias semanas.

Adrisa divisó la figura del capitán del pesquero que la  había aceptado como pasajera oteando el horizonte, de brazos cruzados sobre la cubierta de proa. -Hoy tocamos puerto-  la dijo el capitán mostrando por primera vez en semana una amplia y sincera sonrisa.

-Andre- dijo llamando a su segundo al mando, que nunca estaba demasiado lejos. Éste contestó con un movimiento de cabeza, para luego salir disparado hacia la popa, anunciando las noticias a cuatro vientos, empujando tripulantes e incitándolos a preparar alpesquero para descansar de uno de sus viajes más largos. -Seguro que tienes tus propios asuntos que atender antes de atracar- dijo el capitan volviendo a girarse perdiendo su vista en la lejanía. Adrisa no necesitó mas,  se alejó lenta pero definitivamente, internándose en el camarote nuevamente donde comenzó a recoger las prendas del suelo. Al cabo de un rato se colgó unas fundas al cinturón y enfundó su espada y recogió el resto de sus pertrechos. Se cubrió la cabeza con una capucha carmesí, para mantener el cabello alejado de su rostro, y se retiró a la cubierta.

Su vista atrapó ese pueblo que parecía emanar un aire diferente al del resto de asentamientos que había conocido. El barco ya había enfilado hacia los muelles, que no se podía comparar con otros parecidos,  pero a Adrisa le parecía todo un logro para una población de ese tamaño haber mantenido el lugar en una región tan hostil y plagada de un mal como el que procedía de Rappan Athuk. Al tocar puerto, descendió de su pasajero hogar en busca de una buena comida.

-¡Mejor encierren a sus hijas! ¡Hace ya tiempo que el Celacanto no ve tierra!- gritó Andre, recibiendo respuestas acaloradas y gritos eufóricos de sus camaradas.

No podía decir que el puerto de aquella pequeña ciudad se le antojara grande y con mucha agitación, pero ciertamente le hizo recordar momentos felices y otros que prefería no traer consigo al presente. Su abuelo, probablemente el único hombre que la había amado incondicionalmente, pesaba en su memoria como un fantasma imposible de ignorar. Pero no dejó que le arruinara el día. Su sonrisa contrastaba con las miradas sospechosas de la guardia local, embutida en armaduras y con acero listo para reducir a cualquier alborotador. Seguramente les sospechaban piratas, o al menos borrachos indisciplinados, fuera cual fuera la diferencia, incluso ella sentía cierta incomidad al tener que relacionarse con según que tipo de personas. Dejó atrás el Celacanto, desde el cual el capitán pretendía supervisar la descarga de mercancías, cuando en realidad fijaba la mirada en la nada misma, como si no necesitara encontrar lo que buscaba con la vista.

La joven paladin se sumió en los olores portuarios, recorriendo el muelle hacia el gentío conformado por soldados, marinos y cobradores de impuestos. El fuerte olor a pescado habría sido suficiente para envenenar a un recién nacido, pero continuó caminando con aire de inocente hacia un joven guardia con aspecto de aburrido. Su sonrisa perfecta adornó un rostro de por sí adorable, había tomado al muchacho desprevenido pues sus mejillas acaloradas lo evidenciaban y entre tartamudeos le dió las indicaciones que precisaba.

Adrisa se dio cuenta de que no había mejor lugar para refrescarse la garganta que una buena taberna, y al parecer en el pueblo solo había una. Preguntando y observando un poco pudo notar que a unos cuantos pies erguidos ante ella estaba el edificio tan codiciado, y porque no serlo, al parecer era la única taberna de ese lugar asi que sin dilación se dirigió a paso normal y sintiendo en sus mejillas el cálido clima de aquel lugar, el olor a agua salada no podía ser más fuerte, a menos que se diera un baño en el mar.

Cuando entró observó con detenimiento el interior, no tenía sentido que aquel lugar que se suponía fuera un antro superara sus expectativas. Cada vez más la idea de que se encontraba en el sopor proveniente de alguna sustancia exótica le parecía la realidad. Nunca en los años de su existencia Adrisa había pisado una taberna como esa, y sin embargo allí había camareras bonitas y de dientes rectos. El ambiente colisionó contra sus sentidos como una ola irreal, una visión alimentada por quién sabía qué primitivo deseo de vivir en fantasiosa opulencia.

A pesar de todo estaba segura de que en un llugar como aquel no faltarían los oportunistas; dónde las bebidas debían ser menos que tres cuartos de agua y mucho más que un poco de cobre, asi que decidió actuar con cierta prudencia y moviéndose entre el gentío que atiborraba la taberna, tomó asiento en un hueco que quedaba libre. Antes de que pudiera darse cuenta, el posadero apareció ofreciéndole sus servicios.

- Parece que tenéis el lugar a rebosar posadero, pero si me gustaría una jarra de cerveza y una habitación para descansar- contestó complaciente.

El tabernero se te acerca y te dice: sé de buena tinta que algunos túneles del mausoleo hechos por ratas gigantes no tienen salida, pero algunos conducen a sitios muy interesantes.

Enseguida, joven dama, te dice el posadero. ¿Y qué le trae por estás solitarias y lejanas tierras a una paladín como vos? hace tiempo que nadie de tan alta estima se acerca por aquí. Los dioses bondadosos hace tiempo que se olvidaron de esta zona del mundo.

Un murmullo fue su respuesta mientras recibía con una sonrisa la cerveza. La cogió sedienta,  y lo hizo con tal presura que gran parte de la espuma se precipitó hacia el suelo, salpicando los pies del posadero. Ausente el arrepentimiento y una consiguiente disculpa, la muchacha dio un trago con ojos extrañados.

-No puedo creerlo- Su expresión de incredulidad rayaba en la locura y se fijó en el tabernero. -¡Esta cerveza es de hecho muy buena! Hace semanas que aguaron la bebida para que durara hasta atracar.!- Bebía con la emoción con la cual un niño jugaba con espadas de madera. Dos grandes tragos del preciado elixir y la jarra agonizaba.

- Veréis buen hombre, nunca mi orden os ha dejado de lado, pues fueron nuestros antepasados quien obligaron al mal a retirarse, y en cierta parte también somos culpables de no haberlo desterrado para siempre, asi que me han enviado a investigar las ruinas y los subterráneos - respondía mientras apuraba las últimas gotas de la cerveza - Un mal se remueve en las entrañas de Rappan Athuk, y es mi tarea aclarar que está pasando.- cerró clavando su mirada en su interlocutor, escudriñando hasta el mas leve gesto.

Buenos días, maestro.- Jarred se estiró mientras reprimía un bostezo. Hacía tiempo que no dormía tan profundamente y su cuerpo necesitaba unos minutos para poder ponerse en marcha de nuevo.

Estoy buscando a mi hermano y me dijeron que está con un grupo de aventureros que se dirigían en esta dirección. Es de piel negra, no tanto como un drow, pero llama la atención por estas tierras. ¿sabe si ha pasado en esta dirección?

No es de mi incumbencia pero eso mas que un trabajo es un suicidio. Casi todo el mundo que entra o merodea por esas tierras desaparece o bien cae en la locura, no sé que es peor. Hace mucho que nadie logra salir sano y salvo de allí.

Pero quizá tenga suerte si logra reunirse con otros valerosos que salieron hacia allí esta misma mañana. Iban a pie así que los podría alcanzar antes de llegar si consigue o dispone de una montura. En un lugar de esos, cuantos más sean mejor.

Te susurra también; y ese señor que llegó hace un rato creo que también está decidido a ir allí. Le escuché comentarselo al sacerdote Sartor hace un rato, señalando con la cabeza a Dhamon.

Hace algún tiempo que se dirigian hacia allí un grupo de guerreros, recuerdo alguno de piel negra y ... jajejiju, qué susto les dí con mi lobito!! Si hubierais visto sus caras, jajejijoju.

Aunque no recuerdo sus nombres, si es que me los dijeron. Eso fue hace muchas lunas, no creo que sigan con vida en ese lugar durante tanto tiempo.

Rockne se pone en pie  - Bueno, ya estoy cansado de tanta cháchara inútil, si alguien se quiere quedar con este anciano chocho, por mi estupendo, pero yo y el tesoro de Rappan Athuk tenemos una cita pendiente.

Se carga el martillo de guerra y sale fuera de la chabola. 

Gracias por su hospitalidad, si conseguimos encontrar alguna pista sobre el paradero de alguno de sus antiguos compañeros volveremos para decírselo.- el explorador tendió la mano al anciano.

Vamos Colmillo, es hora de partir

Jarred se volvió para seguir al simpático enano

me levanto con lentitud felina " maese druida, gracias por su hospitalidad, pero tenemos que irnos en busca de objetos perdidos, asi que nos veremos a la vuelta " y tras despedirme con un apreton de manos, sigo a mis compañeros...

Esperad un momento, no tengáis tanta prisa en buscar la muerte, os dice el viejo.

Podéis llevaros unas buenas raciones del venado para comer y dentro de un momento tendré lista mi masa de hierbas.

Al cabo de unos instantes el viejo hace una especie de amalgama con las hierbas y las divide en tres partes, ofreciendolas una a cada uno de vosotros; tomadlas de una vez cuando las fuerzas os abandonen o tengáis mucha hambre, os harán bien durante una jornada.

Lamento no poder daros más pero no me quedan hierbas para elaborarlas. Y no se os ocurra darselas al lobo, pues no las podría digerir y le haría más mal que bien. Hala! ya os podeís marchar, que aún os quedan unas cuantas millas que caminar.

Lo de las raciones de venado es la única cosa sensata que dice aquel viejo. Rockne las coge agradecido. Después el druida habla de las hierbas, y Rockne pone cara de disgusto, aun así no es tan grosero como para decirle por donde se puede meter el druida las hierbas, así que simplemente las coge y las guarda también en la mochila.

" gracias " recojo las raciones y las hierbas y nos vamos...

Gracias maestro.- Jarred se despidió del anciano y siguió a sus dos compañeros.

Avanzais a buen ritmo durante todo el dia. A partir de mediodia, tras parar a comer, una densa niebla se levanta en direccion a Rappan Athuk.

No se escuchan ni siquiera los cantos de los pájaros y un silencio escalofriante se apodera del resto del camino. Durante todo el dia no véis ningún peligro, a parte del miedo y soledad que reinan en los aledaños al mausoleo. Al fin de la tarde podéis distinguir un cartel que indica un sendero angosto y estrecho a media milla hasta el mausoleo. Está anocheciendo.

Muy bien, partiré mañana al alba con mi caballo hacia Rappan Athuk. Si como decís, queréis ir hacia allí, no tendría problema en compartir mi montura con vos, señora, dice dirigiendose a Adrisa. Si no le molesta compartir viaje con un brujo, los de su clase sois un poco... delicados cuanto menos.

Si salimos temprano prodremos alcanzar al grupo que salió esta mañana. Ahora me voy a descansar, y le lanza al posadero 5 piezas de plata en concepto de la comida y la habitacion.

Esta siendo una caminata de lo mas estimulante, el hecho de que no hubiese pajaritos por ahí molestando con sus ruidos era algo que a Rockne le daba exactamente igual, si bien sus compañeros parecían algo inquietos.

Tan de buen humor estaba Rockne tras haberse alejado de la casa del anacoreta, que comenzó a silbar alegremente, mientras en su mente se veía así mismo bañándose entre miles de monedas de oro y platino.