Partida Rol por web

RegenZy

Capítulo III - Vauban

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22/02/2013, 19:46
Georgina Templeton-Sedley

No le hizo falta escuchar a la criada para saber que había pasado, permaneció en silencio observando la escena como si se tratara de una especie de teatro, toda ella temblaba, se sentó junto al tocador temerosa de desmayarse pues un sudor frío recorría su espalda y no quería entorpecer la labor de los expertos. Que bien le hubiera venido en ese momento las manos de alguien, alguien que con un sencillo gesto le transmitiera su cariño y apoyo ¿Pero quién? Su madre tenía razón, estaba sola, abandonada en un mundo que se desmoronaba.

Al escuchar su nombre salió de su mutismo y corrió junto a la cama.

-Estoy aquí mamá...

Entrelazó las manos con la suya y trató de sonreir torpemente

-Eso no importa ahora...

Apretó los ojos y los dientes de rabia. El desenlace parecía inminente

-Tsss... Tranquila... se que me quieres, nunca lo he dudado... yo también te quiero, lo he hecho siempre... por eso... Lo siento... ojalá hubiera sido una hija más dulce...

Las palabras se atropellaban entre sollozos. La narración de lo sucedido se le clavó en el corazón como una puñalada y miró a los médicos haciendolos testigos de la ruindad de lord Butler, apretó la mano de su madre y la llenó de besos entre lágrimas. Sus ojos estaban llenos del amor de toda una vida, de recuerdos, de dolor, de culpabilidad, de perdón...

-No te preocupes... confía en tu pequeña tigresa

Era un apelativo cariñoso con el que su madre la llamaba de pequeña por que decía que los latidos de su corazón eran fuertes como el rugido de un tigre. De hecho colocó la mano sobre su pecho para que pudiera volver a sentir esos latidos. Los sentimientos le podían y no podía dejar de llorar, aunque lo hacía de un modo poco habitual en una mujer, contenido, silencioso... le dolían las sienes. Quería estirar cada segundo una eternidad, dar tiempo a los médicos, al universo, de obrar un milagro "Por favor Dios" suplicaba en su mente.

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22/02/2013, 20:15
Augustus Frederick

Como se temía, la herida se presentaba ante ellos como el mayor desafío de su carrera. El problema era que no estaban en la Universidad o un Hospital, sino en el hogar de alguien, con su familia a su alrededor. Era una situación distinta a la que estaba acostumbrado y notó cómo los nervios se apoderaban de su estómago. Se acercó y observó, con intensidad, como si su mirada fuera a atravesar la carne y diseccionarla allí mismo, pero no sirvió de nada. Con la cabeza todavía baja, miró de reojo a Barnabas y vio en su mirada la misma conclusión a la que había llegado él: no se podía hacer nada.

- Lo siento... - dijo con voz queda, casi ronca - Es tal y como nos temíamos... - no quería formular la respuesta delante de la enferma, a la que parecía que sólo le quedaban unos segundos de vida. Prefería que los pasara hablando con su hija, inconsciente - o tal vez muy consciente - de lo que venía.

Se apartó ligeramente de la cama y dejó que madre e hija tuvieran cierta intimidad. Aun así era inevitable escuchar ciertas cosas y la revelación sobre el verdadero carácter del señor Butler le horrorizó hasta límites que no creía capaz de sentir. Miró alarmado a su tío, sin saber si debían intervenir o buscar alguna explicación. No estarían seguros en esa casa con semejante elemento, ¿y si decidía hacer lo mismo con sus hijas? ¿Y qué no haría a desconocidos?

Un ligero movimiento de la mano de su tío llamándolo a la calma le hizo buscar paciencia donde ya no la había. Pero tenía razón, estaban en el lecho de muerte de alguien y tenían que brindar su apoyo en la mesura que pudieran. Odiaba no tener allí su instrumental ni sus medicinas básicas, tal vez habría podido darle algún calmante a Lady Marion o haber intentado algún tipo de cura. Pero de repente, sus manos, eran completamente inútiles. Las miró, impotente, y casi por impulso e intentando ser útil en algo, apoyó sus manos en los hombros de Georgina de forma afectuosa y le ofreció, por segunda vez, un pañuelo.

- Por favor, sé que no puedo ayudarle en lo que más necesita, pero no hace falta que pase por esto sola. - dijo con tono reconfortante y suave - Déjeme llamar a sus hermanas, o al caballero que la acompañaba. Necesita alguien en quien apoyarse y no sé si mi tío y yo somos los más indicados. - hablaba bajito, sólo para que le escuchar Georgina y no la enferma.

Mientras hablaba otra duda aparecía en su cabeza, ¿sería aquella jovencita capaz de tomar una decisión una vez su madre hubiera traspasado? En su opinión, ella no debería decidir algo horrendo, a pesar de que fuera necesario. Probablemente necesitarían de la colaboración de los soldados.

- Tiradas (1)
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22/02/2013, 21:13
Narcisus Strafford

Narcisus respondió a Evan diciéndola que estaba bien, que aquello no era sino actitud militar ante una situación muy parecida a la guerra civil. No quería incomodarla, y para ello debía de mentirle, aunque fuese parcialmente. Con Connor fue más simple si cabe. Quería moverse, pero no huiría de su país dejándolo a merced de los caminantes.

En aquella situación, no pudo sino mirar a los presentes, y hablar con su habitual parquedad y sencillez de trato.

- ¿Cómo está la señora?- preguntó a Sir Harold Butle con voz dolida y preocupada, a mirada afable.

Por dentro, no hacía sino evaluar si tendría o no que acabar separando su cabeza del cuerpo o viviría un día más. Todo apuntaba a lo segundo, pero aún no sabía a ciencia cierta cuál eran los requisitos para el contagio. En breves lo sabría, y no quitaría oído de la mujer.

- Secundo a Connor- añadió, dando su propia opinión al respecto-. Con su beneplácito sería un alivio poder disponer de lo que nos brinde, y es mi deseo desde el principio visitar el fuerte, como no podía ser de otra forma.

Siendo quien era, ¿adónde iba a ir en primer lugar? Esa era su casa. Había acompañado a la familia Butler y la había ayudado a reunirse, pero tendría que afrontar sus verdaderas obligaciones tarde o temprano, y encantado estaría de ello cuando se hubiera encargado de la madrastra.

No es que a Narcisus le gustara pegar mujeres. No era su padre. Y seguramente no podría asestar el golpe, y deseaba que nadie tuviese que hacerlo, pero se lo temía. Nunca había sido una persona intuitiva, pero las ratas le carcomían la médula con esa fúnebre impresión.

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22/02/2013, 21:42
Georgina Templeton-Sedley

Ambas sabían lo que estaba apunto de pasar y se miraron diciendose lo mucho que se querían.
Augustus se mostró magníficamente considerado, aceptó el pañuelo (con el que se secó las mejillas) y suavemente posó la mano sobre la del médico un momento como gesto de agradecimiento

-Muchas gracias por sus esfuerzos señores...

Parpadeó sopesando por un momento lo que debía hacer

-Digale a las chicas que entren, por favor...

Apenas fueron unos segundos, el murmullo mas allá de la puerta se hizo silencio y las dos entraron compungidas. Georgina hizo gesto de que se acercaran, se sentó a la cabecera, dejando así espacio para que ellas pudieran verla bien.

-Ha llegado la hora de la despedida, no nos demoremos

Musitó a las gemelas

(...)*

Cuando estas hubieron terminado les hizo un ruego

-Pedidle al doctor Morgan y a Kapoor que entren...

Mientras las gemelas salían y los dos hombres entraban respiró profundo, no podía temblarle el pulso. En ese trance, desde su posición, lanzó una mirada desolada al señor Templeton

-Cierren la puerta...


La agonía llegaba a su fin y sobreponiendose al dolor sacó voz de su quebrada garganta, le acarició la frente donde depositó un último beso

-Cuidaré de ellas, lord Butler no podrá hacernos nada, puedes irte tranquila. Dale un beso a papá... mamá, te quiero mucho...

Y con esas postreras palabras sintió como su madre estaba a punto d emorir. Los sollozos desgarrados rompieron aquel breve instante de silencio pero Georgina sabía que no había tiempo que perder soltó la mano de su progenitora colocandola suavemente sobre el pecho, luego su rostro se ensombrecio.
De entre las vendas del pecho desincrustó la larga y afilada aguja de turbante que había guardado junto con las otras joyas, era obvio lo que pretendía hacer con ella.

Necesitaba a su guardaespaldas para que sujetara el cuerpo y al doctor para que le indicara el punto exacto donde dar el golpe. Si alguien tenía que hacerlo tenía que ser ella y nadie más.

Notas de juego

*Imagino que las hermanas querrán decir una últimas palabras a su madrastra.

-Evangeline, corregido ;) / ¡Modificado por el máster ya que sino la escena subsiguiente no podría darse!

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22/02/2013, 23:34
Evangeline Frederick

Evangeline  estaba nerviosa e intranquila, y pasaba las miradas por unos y por otros. La respuesta de Strafford no la satisfizo, pero en esta situación, ¿qué podía hacerlo? Todos estaban bien, y eso era más de lo que se podía desear. Abrazó a su padre con fuerza, besándole después en la mejilla, sin importarle lo impropio de un gesto tan íntimo en presencia de extraños. No se percató de lo envarado de la actitud de Lord Butler. Y aunque se hubiera percatado, jamás habría sido capaz de pensar mal de su padre. 

- ¡Oh, papá! Creí que no volveríamos a veros nunca -gimoteó, casi al borde del sollozo- ¿Cómo está lady Marion? -preguntó, anhelante. El gesto de su padre era toda una respuesta.

Se mordió los nudillos. Tragó saliva y carraspeó.

- Padre, he mandado al jardinero a hacer recuento de quienes quedamos en la casa, y he dado orden de que todo el mundo se mueva por parejas. Creo, padre, que deberíamos ordenar a los criados que cerraran puertas y ventanas, y que las trancaran. Creo también que deberíamos aposentarnos en posiciones defendibles dentro de la casa y dejar reservas de comida y agua en varios lugares, sólo por si acaso. Todo el mundo debería ir armado. Desde mi dormitorio se tiene una buena vista de todo lo que se acerque a la casa por el norte; es un buen sitio para vigilar...

Y en esas, Georgina les pide que pasen. Su gesto es triste, acongojado. Ve en sus ojos lo que hay, que no se puede cambiar. No va a consolarla con palabras vacías, sencillamente le aprieta la mano para que sienta que no está sola. Evangeline también perdió a su madre. Sabe lo que se siente.

Se arrodilla junto a la pálida Lady Marion.

- Lady Marion... -le susurra, acariciándole el rostro con cuidado-. Debe usted estar muy orgullosa de su hija. Georgina ha sido valiente y capaz, y puede usted descansar con la satisfacción de saber que ha sido gracias a su cariño y sus cuidados -continúa murmurándole con amabilidad, tratando de calmarla en sus últimos minutos-. Le pido perdón por todas las riñas que hemos tenido, las pequeñas y las grandes. Ahora veo que han sido niñerías... papá y nosotras somos la familia de Georgina y de usted, y le prometo que cuidaremos los unos de los otros. Descanse tranquila.

Se levanta con el corazón hecho un puño. Georgina querrá despedirse de su madre... y el pensamiento de que tiene algo más que hacer con Lady Marion le araña el cerebro, pero no quiere enfrentarse a la terrible realidad de lo que su hermanastra va a hacer. Con los ojos llenos de lágrimas, le dedica una mirada triste a Georgina y sale por la puerta sin mirar atrás.

Cuando abandona la sala y la puerta se cierra tras ella, se echa a llorar desconsoladamente.

 

Notas de juego

Evangeline no se quedaría dentro de la habitación a mirar, en cuanto se despida dejará que Georgina tenga intimidad con su madre. Modifica eso de tu post, por favor.

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22/02/2013, 23:41
Katherine Connor

Escuchó las noticias, no se esperaba nada mejor. ¿Por qué la vida de pronto parecía una muy distinta a la que ella siempre había soñado? Siguió a su hermana con el corazón acongojado pero no pudo abrazar y besar a su padre como su hermana había hecho, ella no era tan dulce, no podía simplemente pasar por alto las cosas que estaba escuchando. No sabía ni siquiera cómo iba a despedirse de su madrastra. Se acercó pero pasó de largo ante su padre con el gesto adusto y en cambio se acercó a su hermanastra.

-Ya sé lo que es perder a tu madre, lo siento mucho...

No quiso decir más porque posiblemente ella no le creería y no la culpaba, siempre habían estado como perros y gatos, no parecía que eso fuera a cambiar pero realmente, aquellas palabras las decía desde el corazón. Se acercó al lecho de la mujer de su padre, esbozó una sonrisa amarga y la miró a los ojos.

-Lo que mi hermana ha dicho es verdad, prometo que lo que esté en mi mano se hará para mantenernos a salvo y unidas...

Se apartó de la cama y salió de la habitación, Georgina quería y tenía derecho a quedarse a solas con su madre. Se quedó en el pasillo, recargada de la pared, buscando consuelo en su hermana o en Connor o en quien fuese pero al que no quería ver a los ojos era a su padre.

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23/02/2013, 00:10
Evangeline Frederick

Evangeline abrazó a su gemela, llorando e intentando contener las lágrimas.  Los planes -no muy bien desarrollados, puesto que era una dama y no una táctica- sobre la defensa de la casa habían quedado olvidados, como olvidados estaban los peligros que tendrían que afrontar dentro de poco e incluso el baile. Ya no tenía tiempo de pensar en los problemas que les esperaban, en las dificultades que iba a tener que sufrir para siquiera encontrar un prometido -y ahora que la muerte estaba tan cerca suyo, la necesidad de asegurarse un hombre que la mantuviera y protegiera era acuciante para su propia supervivencia-, en las penurias que iban a acosarles durante las siguientes semanas. Ahora, en este momento, lo único que importa es la muerte de lady Marion.

 

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23/02/2013, 21:07
Augustus Frederick

Se alejó y se mantuvo en una esquina mientras las gemelas se despedían de su madrastra. Entendía que Georgina debía tener intimidad en aquel momento, pero dada la situación decidió que lo mejor era quedarse en todo momento en la habitación, como un críado más a la espera de órdenes. Sin saber cuál era el periodo de incubación la seguridad de todos los de la casa dependía de estar atentos a cualquier cambio.

Mecánicamente, se volvió a acercar al lecho una vez dedució que todo había terminado. Georgina ya tenía algo punzante en la mano, aunque no supo identificarlo. Parecía estar esperando algún tipo de indicación y tardó unos segundos en darse cuenta de qué era. Miró el cadáver, extremadamente fresco, y reflexionó sobre aquellos que habían atacado. Su tío decía que destruídas las conexiones cerebrales la infección no podía seguir su curso. Sin embargo, por mucho empezo que pusiera la muchacha, no podría atravesar el craneo con aquel punzón. Tal vez en un momento de máxima tensión y terror como el de hacía unos minutos, pero no ahora que acababa de perder a su madre.

- Tendrá que hacerlo con fuerza y de forma decidida. - dijo suavemente, intentando no perturbarla. Cogió con cuidado la mano de Georgina y posicionó el punzón encima del párpado izquierdo de Lady Marion. Era el mejor punto de entrada que se le ocurría, hacerlo a través de los orificios de la nariz, aunque también efectivo, habría sido extremadamente sucio. - Un golpe rápido y hasta el fondo.

Consideró si ayudarla con el golpe, pero decidió que si se necesitaba la fuerza bruta el aborígen era mejor opción que él. Así que, una vez dadas las indicaciones, se apartó y esperó por si se necesitaba más de él.

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24/02/2013, 01:50
Sir Barnabas Morgan

Parecía que lady Marion se había ido, aunque de repente volvió a toser un poco, apenas con un hilo de voz. Kapoor la sujetó, y luego miró en dirección a Augustus, comprendiendo sus palabras. Georgina miró los ojos de su madre, con los suyos llenos de lágrimas, sujetando la aguja del pelo. Recordó que en la India, los asesinos tugee mataban a sus víctimas clavándoles un clavo en la cabeza, únicamente con la fuerza de sus manos. Sir Barnabas pensó en algo más simple, y tomó un espejuelo de mano para usar el reverso a modo de maza o martillo, pues estaba realizado en bronce.

Georgina iba a bajar el brazo cuando lady Marion abrió los ojos, como siendo consciente de su destino. En su mirada no había rencor, sino compasión. Fue entonces cuando el viejo médico detuvo su mano.

-Un momento... -dijo.

Parpadeó, mirando sus ojos con renovado interés.

-Claro... ictericia. Augustus, no te vayas.

Georgina les miró sin comprender. No entendía la necesidad de alargar el sufrimiento de su madre y dejar que se convirtiera en una de esas cosas. Su corazón latía muy fuerte.

-Traeme un vaso y disuelve esto en una parte de alcohol y otra de agua -dijo, sacando algo de su chaqueta.

Augustus examinó que era. Se trataba de un estuche que contenía un tallo de hoja de quina. La había visto en un manual médico español del siglo pasado.

-¡Rápido muchacho! -dijo con cierta impaciencia.

Cuando se quedó a solas con los presentes incorporó un poco a lady Marion y miró a su hija.

-Vamos a curar a su madre, o intentarlo. Necesito que la mantenga despierta.

Luego se giró a mirar a la señora.

-Aguante.

Augustus bajó atropelladamente a la planta de abajo, y todos se lo quedaron mirando. Hizo una limadura de hoja de quina y la disolvió en alcohol y agua, movilizando a los criados. Lady Marion cabeceaba por la fiebre, resistiendo como si caminara sobre una cuerda floja. Cuando subió con el vaso, su tío se lo arrebató de la mano. Sus malas pulgas de siempre. Parecía mucho más su tío.

-Beba esto, despacio.

La ayudó a beber, aunque tosió un par de veces. No estuvo contento hasta que se lo bebió todo. Luego se quedó tumbada y en silencio, con los ojos cerrados. Georgina les miró, preparada para clavar la aguja si era menester. Kapoor tomó sus manos, como dándole fuerzas, o dispuesto a ayudarla. Pasaron cinco minutos, eternos como semanas, y ante el mutismo y la inmovilidad de su madre, la señorita Sedley acercó el punzón.

-¡Espere!

El médico se inclinó sobre su pecho, apoyando en él la oreja. Gruñó, y luego apoyó la trompetilla y la oreja encima.

-¡Ahá! -dijo, sin dar más explicaciones.

Todos le miraban, inquietos, parpadeando.

-Su corazón late, y está respirando. ¡Por Santa Catalina! Le he estado dando vueltas un buen rato. La lividez, la fiebre... la ictericia en las mucosas, que llegó a los ojos en la última fase. Es obvio. Los monos estaban en un entorno tropical, así que además de la bacteria que causa la enfermedad, el vehículo causante de la muerte es una cepa especialmente virulenta de la fiebre amarilla. Pero, como suele suceder en estos casos, una enfermedad que actúa tan rápido tiene un patrón de dispersión que aprovecha el propio sistema... er... sistema defensivo del cuerpo humano para propagarse. Según los estudios de los españoles, la fiebre amarilla y otras dolencias pueden tratarse con extracto de árbol de quina, un ingrediente muy codiciado en las boticas inglesas. Afortunadamente, nuestro comercio con la India lo convierte en algo relativamente asequible. Un tratamiento caro, sin duda, pero que puede salvar vidas. Creo que el virus que causa la reanimación solo puede actuar tras la muerte de una persona, con una bajada drástica de sus defensas. Es lo único a lo que le encuentro sentido. Así que evitando la muerte por la fiebre, transmitida por la mordedura, el bacilo tendría que detenerse y no cumplir su función última.

"Salvar vidas". Eso les hizo reflexionar. Miraron en dirección a lady Marion.

-Ahora se va a producir una batalla en su organismo. El virus de la fiebre contra la cura. Pero la reacción ha sido positiva, disminuyendo los síntomas de la fiebre. Me atrevo a pensar que funcionará. Por si acaso... átenla a la cama.

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24/02/2013, 01:52
Director

Los criados se afanaban en la planta inferior, tapiando puertas y ventanas. Dejaron, sin embargo, un grueso portón sin afianzar, el de la puerta trasera, pensando en tener una vía de escape. De cualquier modo, los militares tenían la intención de abandonar el edificio al alba. Sir Harold se mantuvo en la puerta de la estancia esperando a ver que sucedía con su mujer y los médicos.

Vieron entonces como Augustus bajaba atropelladamente a la planta de abajo y daba instrucciones a los criados. Eso les dejó pensativos, y se asomaron a la escalera. Connor estaba bajando a ver que pasaba cuando vió que el joven médico regresó dando zancadas por las escaleras, y llevando un vaso con una especie de bebida que, en realidad, parecía agua con azúcar.

Se metieron de nuevo en la habitación, y cerraron la puerta, dejandoles con un palmo de narices. Lord Butler picó a la puerta, pero nadie contestó.

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24/02/2013, 01:53
Narcisus Strafford

Narcisus no hizo nada, salvo soplar. Fue un soplo pesado, cansado, más de derrotismo que otra cosa. Pegó una pierna a la pared y cruzó los brazos, esperando. No sabía qué hacer. De haber estado solo, hubiese esperado sentado en una silla a pie de cama, con el mazo entre los dedos, esperando a ver qué sucedía. Eso suponiendo que médicamente no pudiese hacer nada. Y era lo que se temía.

Había visto infecciones. Gangrenas que harían arrancarse los ojos a Evan, y amputaciones que tanto sino más de lo mismo. Por ello había conseguido mantenerse entero frente a los caminantes la primera vez que los vio, y no por otra razón. Ahora sólo le quedaba la expectativa. Y es que la espera lo mataba, pero aquello parecía más que claro. Ojalá Frederick pudiese hacer algo, pero temía que el agua con azúcar no sería la solución a una herida que contuviese aquel virus.

- Si precisan algo, tan sólo díganlo- fue lo único que articuló, a voz rebajaba, el soldado.

No era ningún genio de la consolación, y seguía dolido. No encontraba palabras apropiadas para curar los corazones, así que no dijo nada, salvo lo único que podía ofrecer. Esperaba que ni respondiesen, pero se sentía con la necesidad de poder ofrecer su brazo, y no encontraba una forma apropiada de hacerlo.

Eso era todo lo que le quedaba. Pero al alba otro gallo cantaría. O no. Tal y como estaban las cosas, quizás gritaría de dolor ante una mandíbula no-muerta.

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24/02/2013, 04:36
Georgina Templeton-Sedley

La razón de obligarse a si misma a tan dolorosa tarea no respondía solo a una cuestión de deber familiar, si no también a podría decirse... decoro femenino. Deseaba entregar el cuerpo de su madre a la tierra sin desfigurar, un último gesto de amor madre e hija, de coquetería. Hubiera preferido, para clavar la aguja en otro lugar como la sien, el oído o la base del cráneo pero las delicadas manos de Frederick no dieron lugar a elección y no sería ella quien se atreviera a discutir a un médico.
Le pareció que la temperatura de la habitación descendía hasta casi la congelación, los latidos de su corazón la atronaban, apretó la aguja y alzó la mano derecha empuñando el espejo dispuesta a martillear.

De repente su madre abrió los ojos, creía que ya se había ido, y esa mirada llena de... compasión la paralizó. Posiblemente el momento mas terrorífico de su vida, que le perseguiría para siempre en sus pesadillas si es que sobrevivía a aquella locura. Algo quiso que se quedara congelada por que en ese lapso de tiempo sir Morgan tuvo tiempo de terminar de encajar las piezas del puzzle y quemar un último cartucho.

Tiró el punzón a un lado entre las sábanas y sin bacilar trató de mantener a su madre en vigilia, llamandola y palmeandole la cara cuando sus ojos parecían solo querer cerrarse. La sostuvo mientras la obligaban a beber y luego la volvió a dejar reposar espectante... "Vamos universo..." rezó interiormente

Pasaron los minutos como una eternidad en la que parpadeó entre incrédula, temerosa y vigilante, tensa como una cuerda.
Entonces el anciano gritó ese -ahá!- que la hizo sentir de un modo indescriptible, ya no podía llorar más, estaba deshidratada de tanto hacerlo, pero la alegría la inundó de un modo verdaderamente extraño e intenso

-El Karma Kapoor...

dejó escapar temblorosa con los ojos abiertos como platos mientras atendía a la explicación del doctor. Una ligera sonrisa irónica se dibujó en su cara

-La India le ha salvado la vida...

No podía creer el poder de los caminos del destino, tiró de la mano del doctor al que miró emocionada y le besó espontaneamente en la mejilla -Gracias- para luego abrazar el débil cuerpo de su madre, así se quedó unos momentos como intentando darle su calor y energía.

Pronto, queriendo hacer caso de las indicaciones de los médicos, recogió los objetos sobre la cama solo que, al levantarse,  de golpe, la tensión y los nervios le pasaron factura. Se sintió terriblemente agotada hasta el punto de reconocer los síntomas de un mareo. Con unas concisas palabras dio aviso de ello y justo le dio tiempo de reclinarse en el suelo para no caer desplomada, era una sensación muy desagradable: el sudor frío, la inmobilidad, el pitido ensordecedor... pero bien merecía la pena si era el precio a pagar por el milagro que acababa de contemplar.

-Gracias Dios, gracias...

Rezó su alma mientras ella yacía en el suelo

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25/02/2013, 18:35
Evangeline Frederick

Finalmente, Evangeline consigue tranquilizarse. Su padre está extraño, raro, pero es normal. La situación es terrible.

- Padre, debemos organizarnos, y cuanto antes -la joven intenta poner la sensatez al frente de la situación-. No estoy muy hecha a asedios, pero creo que deberíamos plantearnos nuestra actual situación en esos términos.  Tenemos que organizarnos en guardias, que creo que es lo habitual en esos casos -buscó la mirada de los militares.

Hizo venir a un criado -echándole una bronca si no aparecía en pareja- y le indicó:

- Lleva mi arco y carcaj -Evangeline, como casi todas las jóvenes, dedicaba algo de tiempo a ese tipo de deportes- a mi habitación. Lleva también aceite, y haz jirones una sábana y llévalos también. Estaré pendiente desde mi ventana de si algo se acerca a la casa. Después, haz recuento de víveres y material médico. Dale acceso al señor Augustus y al señor Barnabas a todo lo que deseen, cuando salgan del cuarto de Lady Marion.

Pensó, nerviosa.  ¿Qué más? Una dama debía ser capaz de manejar su casa, el dominio de las mujeres. Y ella ya tenía edad, o las circunstancias la habían forzado a tenerla.

- Después, que preparen dos dormitorios para los capitanes Strafford y Connors. Reunid armas, las espadas de esgrima y los mosquetes de papá, y traedlos al salón rosa. Y munición.  Y que todo el servicio vaya armado, con un cuchillo de carne o una maza  o algo así.

 

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26/02/2013, 00:59
Katherine Connor

Katherine se quedó de una pieza viendo cómo su hermana daba órdenes pero muy tranquila por ese lado, era lo mejor pues ella no tenía cabeza para nada. Miró a su hermana una vez más y le sonrió, no entendía bien qué sucedía en la habitación con Lady Marion pero no iba a preguntar en ese momento. Apartó la vista de la de su hermana y miró al capitán, distraído en lo que importaba de verdad. Se sintió orgullosa de ellos, de todos ellos, Georgina, Strafford, Connor, su hermana, de todos.

-Muchas gracias por habernos traído a casa sanas y salvas, no tenemos modo de pagar esto.

Sabía que sólo habían ganado unas horas de vida, que no todo estaba dicho pero era mejor que nada.

-Buenas noches...

Dijo con la voz temblorosa y la mirada clavada en la de Connor, luego la desvió, no era correcto. Aunque no pudiera dormir, necesitaba quitarse esa ropa e intentar descansar el cuerpo porque el alma era imposible.

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26/02/2013, 09:20
John Connor

Connor seguía observando a través de la ventana cuando la joven Katherine intervino. Las manos de John cogen las suyas en un gesto afectuoso pero con decoro - No debe agradecer nada señorita, no sólo es mi deber, realmente ha sido un acto de pura voluntad. Le deseo que pueda descansar. Pero recuerde las circunstancias, deberá estar preparada para poder evacuar la casa si fuera preciso - Los ojos del Capitán se marchan con la muchacha. En su casa y con la situación que les atormenta, Connor no puede resultar ofensivo a la familia, la cual le permite resguardarse hasta las luces del nuevo día. Con ganas hubiera seguido a Katherine. Se sorprende inmerso en pensamientos propios de un matrimonio. Y rápidamente sale de su estupor, su hermana está allí presente y seguro es capaz de ver más allá de la expresión de su rostro. Para romper el momento, John añade: -Señorita Evangeline, si disponen de víveres, no sería mala idea hacer acopio de los más duraderos por si tuviéramos que partir. Quizá el fuerte haya perdido su utilidad para mañana y si debemos movernos con frecuencia necesitaremos comer decentemente -  El estómago del militar le deja en evidencia de no haber recibido comida en varias horas y reclama su ración. - Le ruego que me disculpe. Ahora estaríamos cenando en el Britania. Si me disculpa, seguiré en mi puesto en aquella ventana. Si pudieran traerme una silla con una manta puedo pasar la noche de guardia aquí -

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26/02/2013, 15:44
Evangeline Frederick

Evangeline piensa que su padre está shockeado, demasiado  como para tomar las riendas de la situación como el hombre de la casa que es. Le toma amablemente del brazo y susurra con afecto auténtico:

- Padre, será mejor que intentes descansar. Ve a la cama, yo terminaré de asegurarme de que todo está como debe, y los consejos de los caballeros serán de ayuda. Tú no estás bien -dedica una mirada a la puerta cerrada de Lady Marion, ¿cómo va a estar bien si su mujer está agonizando?.

Ordena a otro criado que le acompañe a la alcoba y vele el sueño de su padre. Se gira, tensa como un resorte, hacia Connors: no le ha pasado por alto la mirada que le ha dedicado a Kate, y los avisos de lady Marion todavía perduran en su mente.

- Kate, será mejor que duermas en mi cuarto, conmigo. Nadie debe quedarse solo en ningún momento -no era tanto por las intenciones íntimas de Connors como por propia seguridad-.  Sus instrucciones serán seguidas, capitán Connors -añadió, indicando a la señora Spooner que se encargara del asunto y que además, prepara una cena apropiada.  Una cosa es dar órdenes cuando estás acostumbrada a que las dé tu padre, pero de ahí a meter las manos... va un trecho.

Se inclina hacia Strafford. El hombre, de nuevo, la desconcierta. Frío, amable, frío, despegado, frío, inquietante... una personalidad tan oscuramente caleidoscópica que le ponía los pelos de punta, pero ahora no tenía tiempo para tonterías.

- Discúlpeme lo que le voy a pedir, capitán -le tomó del brazo y le apartó ligeramente de su hermana y su compañero de armas-. Lamento sobre todas las cosas tener que estar manteniendo esta conversación en este momento, pero las circunstancias son espantosamente terribles y no tengo a nadie más a quien suplicarle esto. En esa habitación, mi madrastra agoniza, o quizá esté muerta ya. Georgina es su única hija, y temo que le falte el valor para -tragó saliva, intentando evitar los pensamientos más vívidos- hacer lo más sensato. Usted ha demostrado -y bien que lo había demostrado, para disgusto de Evangeline- ser capaz de mantener la sangre fría en cualquier situación.  Necesito que se asegure de que Lady Marion está descansando en paz.

Hizo una pausa. Estaba pálida, pensaba que era capaz de tomar las riendas de una casa, pues para eso la habían educado, pero esta casa no se conducía con riendas normales.  Su padre estaba a punto de convertirse en viuda, su hermana estaba agotada, Georgina tenía al orfandad a un paso. Estaba sola. Por primera vez en la vida, a Evangeline le tocaba enfrentarse, mano sobre mano, a la realidad. Y era una realidad para la cual nadie la había educado.
Deseaba echar a correr, despertar de esa pesadilla, chillar hasta que todo pasara. Pero no podía hacerlo.
La necesidad de un matrimonio, de tener un hombre que se encargara de todas las cosas de hombres, como tener responsabilidades y tomar decisiones, se hizo más vívida para ella.  Por lo pronto, trataría de asegurarse de que Kate estaba protegida. Connors podría protegerla. Sólo necesitaba ponerle un anillo en el dedo.
Maldita sea, ¿dónde demonios encontraba una un sacerdote a estas horas del apocalipsis zombie?

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26/02/2013, 21:26
Director

 

Los criados iban por partes. Primero, fortificaban la casa. Luego, hacían acopio de armas y municiones. Lord Butler fue hasta su habitación, y Connor se quedó en la que le habían asignado a él, examinando el paisaje por la ventana. Unas sombras se movían en la linde del bosque, lentamente. Se trataba de los muertos en vida, que caminaban como vagando. Algunos se vieron atraídos por la luz de la casa y el ruido de los martillos y los clavos.

Kate se retiró a su habitación, pensando en que lady Marion ya estaría muerta. Mientras, les estaban subiendo sus arcos y flechas. Parecía que su afición por la arquería tradicional les sería útil al fin y al cabo. Pero, realmente, no lo estaba. Solo dormía, en realidad. Los doctores certificaron este hecho, y que estaba estable. Su remedio con hoja de quina parecía que había obrado su efecto, aunque todavía restaba que la mujer despertara. Narcisus comprendió que sus servicios como "mano ejecutora" no serían necesarios.

A los caballeros les subieron varias armas del señor. Estas eran dos escopetas de caza, realmente dos fusiles alemanes estriados del tipo jäeger, como los que llevaban los francotiradores prusianos en Waterloo, armas que les resultarían muy útiles. Junto a estos fusiles, una pistola de chispa y un pistolete, un espadín afilado para duelistas y cuatro floretes con punta abotonada. El resto eran armas improvisadas, aunque alguna de ella bastante útil, como una guadaña o las tijeras que empleaba el jardinero en su oficio.

Comenzaron la guardia de la siguiente manera: en la habitación de lord Butler, él con uno de los criados. Las dos hermanas en su habitación, turnándose para dormir y vigilar. Los militares en la otra, la habitación de Eva, cuya ventana dominaba sobre el paisaje circundante. En la habitación de invitados, los Morgan y Templeton, y en la de lady Marion, esta junto a su hija velándola (con la condición de que sería relevada por el señor Templeton dentro de unas horas). Kapoor se quedó en la planta baja con algunos criados de guardia, formando la "primera línea de defensa".

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26/02/2013, 21:37
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Pronto comprendieron que las criaturas eran atraidas por el sonido y la luz. Los primeros no-muertos se acercaron a las ventanas tapiadas e intentaron zarandear los tablones, o mejor dicho, colar las manos a través de ellos. Connor ordenó a los criados que apagaran las luces y se mantuvieran en silencio. Desde ese momento, solo se alumbrarían con algunos candiles.

El efecto se hizo notar casi de inmediato. Al no escuchar ni oir nada, los caminantes se quedaron por allí, pero no aporrearon las puertas. Daban vueltas alrededor de la casa, como desorientados. Quizá les atraía el olor de la carne humana. Pero frente a eso poco podían hacer.

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26/02/2013, 21:39
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Las hermanas estaban inquietas. Kath no podía dormir muy bien, escuchando a aquellos seres rondar. Primero intentaron aporrear puertas y ventanas, y los militares ordenaron apagar las luces y mantenerse en silencio. Eso hizo que dejaran de insistir en asaltar las puertas, pero los no-muertos siguieron rondando. El sonido de su respiración era muy particular, y helaba la sangre.

Asomadas con curiosidad, vieron que algunos de los cadáveres eran vecinos de la zona, campesinos a los que habían visto alguna vez trabajando en sus tierras, o paseando por Colchestershire. Eso les dio en que pensar. Escucharon unos pasos por el pasillo, y Evan se asomó un momento. Era su padre, que iba a visitar a lady Marion. Entró en su habitación con mucho sigilo, y se fijó en que llevaba un arma en la mano. Uno de esos revólveres collier. No sabían que su padre tuviera uno de esos.

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26/02/2013, 21:47
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Hacía un buen rato que la situación se había estabilizado. Georgina se estaba quedando dormida en la silla. Entonces, escuchó un sonido procedente del pasillo. Abrió los ojos y vio que la puerta se abría un poco. Ella estaba en una esquina de la habitación, tapada con una manta que le hacía sombra. Vio que se trataba de lord Butler, y que este no había reparado en su presencia. Llevaba una pistola en la mano, bastante extraña.