Partida Rol por web

-No podría faltar a una cita real, alteza, es mi deber, y ¡vamos, que un banquete no se le niega a nadie!- Comentó Varion riendo con el rey, y, con otra reverencia, se acercó a la mesa de los Lords y tomó asiento.

El rey se había demostrado bastante complacido con las respuestas de ambos en sus respectivos momentos.

Cada uno ahora toma asiento en la mesa, y más allá de los platos frutales y algunos preparados de carne, los sirvientes empiezan en este momento a traerles platos más elaborados y coloridos, y por supuesto mucho más abundantes.

En la mesa solo se encuentran sentados los nobles del reino, y también Umberto. Todos saben que este último es solo un herrero, así que seguro a más de uno le inquieta su presencia en dicha mesa, y tal vez a más de uno le ocasione alguna molestia que será difícilmente disimulada.

Veo que entra uno de mis hombres, saluda al Rey respetuosamente y se dirije hacia mi, me susurra al oido que los hombres han encontrado alojamiento e indico a una de las camareras que indique al hombre donde estaba la cocina y cojiera comida para los otros hombres... la muchacha me mira inquisitoriamente, dirije la mirada hacia el Rey el cual con un gesto con la mano, le da paso...
Sentado con los demás en la mesa, me levanto con la copa en la mano y empiezo a decir... ¡¡Por el Rey y su suculento banquete!!... señalo al Rey con la copa y me vuelvo a sentar...

A mi derecha estaba Varion Stiler... le acerco la mano para saludarlo y comienzo a decirle... Creo que a usted no lo conozco... bueno... a muchos de los que hay por aquí no los veía desde hace mucho tiempo y a otros nunca los habia visto... ¿de donde es usted, señor Varion Stiler? 

Cambie la configuración del msj de umberto porque es una escena donde están todos,así pueden oír la conversación con varion.

Después de charlar con algunos de los Lords del Reino y degustar de la comida del Rey, estudié con la mirada la habitación, buscando a una persona en especifico. Divise a Jamel Terrel, de la Casa Terrel entre la multitud. Me levanté de mi silla y me dirigí hacia este, quien se encontraba con la supuesta guardaespaldas nórdica que su casa había críado. Me dio un sentimiento de nostalgia el observar los rasgos de alguien que venía del mismo lugar que yo, puesto que la gente de estas tierras poseían una piel blanca, pero un tanto más oscura que los hombres del norte. El pelaje también era, por lo general, castaño o negro, la gente de cabello claro no abundaba en estas tierras tan al sur.

Sois Jamel Terrel, de la Casa Terrel ¿cierto? Supongo que los rumores de que vuestra casa protege a una skjaldmö eran ciertos. Debo decir que es agradable ver a una figura de mi patria por estas tierras. De todas formas, un consejo de este viejo es que tenga mucho cuidado con algunos de los nobles. Hay quienes son sensibles a la presencia de extranjeros, y más si son paganos. Realice una pequeña pausa en este instante y rápidamente añadí -Pero me dejo de divagar. Nunca te conocí en persona, pero tuve el placer de compartir con vuestro padre en el pasado. A decir verdad venía aquí a daros mis tardías condolencias por el fallecimiento del antiguo Señor de la Casa Terrel. Le conocí años atrás y debo decir que era un hombre que hacía valer su palabra y su honor como noble de Illiandor. Me entristeció fuertemente su pérdida.

Harald mantuvo un balance entre seriedad en su rostro y un tono de voz amable al pronunciar estas palabras.

Cuando vio a Harald Björnsson acercarse sonrió alegre, cómodo. Le dio un leve codazo a Olympia e hizo un disimulado gesto con su cabeza hacia el viejo Harald. Nunca le había visto en persona, pero cualquiera había escuchado sus historias y Jamel no era una excepción. Su padre le había contado de todo, tantas cosas que de muchas ni se acordaba.

-El grandioso Björnsson, es un honor conocerle en persona después de tanto tiempo escuchando sobre vos. Le agradezco sus condolencias por la pérdida de mi padre. Ahora me toca a mi llevar su legado y la verdad es que... aun me queda mucho por aprender. Como dicen las verdaderas lecciones se dan en la práctica, no en la teoría. Sin embargo ardo en deseos y ganas de aprender, y por supuesto no fallaré. No pienso fallar. 

Escuchó atentamente las palabras del viejo mientras asentía, como un niño aprendiendo de su mentor.

-Vos tenéis razón. Aun así esa lección la tengo aprendida, se que debo ser cuidadoso. Aun así le agradezco su consejo. Y por favor, dejeme presentársela. La doncella guerra Olympia, el Fundador de la Casa Ynglingeætten. 

Al presentarla ante el fundador, lo hizo de manera discreta.

Varion tomó asiento, y comió en silencio... hasta donde pudo. Un hombre que no tenía pinta de Lord se acercó y le dirigió la palabra. Varion no sabía qué hacía aquí este hombre, realmente le sorprendió "¿Un herrero en un banquete real, previo a un torneo que, cuanto menos se perfila como histórico para el reino? El rey sabrá lo que hace..." Pensó Varion mientras terminaba de masticar para dar paso a la respuesta.

Era cierto que era el primer banquete al que asistía Varion, no conocía al resto de los Señores allí presentes mas que por palabras de su padre, por lo que quizá este hombre tenía alguna importancia que él desconocía, por lo que fue cauteloso al hablar.

-Saludos, Lord Varion de castillo de Hoz, para servirle ¿Y usted es...?- Las palabras de Varion quizás sonaran tajantes, pero era su forma de hablar.

Harald suelta una risa, silenciosa y gentil. Demostrando su agradecimiento por las palabras hacia su persona. Tras esto escucha a Terrel presentar a Olympia, a lo cual responde con una sonrisa y una muy leve reverencia, más por formalidad que respeto.

Es un placer conocerla, Olympia. Como ha dicho el joven Terrel, mi nombre es Harald Björnsson, Fundador de la Casa Ynglingeætten, o Yngling como le dicen los Illianos en su vagancia por una correcta pronunciación. Tras estas palabras, recité en lenguaje nórdico las siguientes palabras "Que tu fama dentro de la Casa Terrel se extienda como las ramas del Ygdrassil se extienden por los nueve mundos, y que tu hacha se llene con la sangre de los enemigos tuyos y de tu Señor". Llevé un dedo hacia mis labios e hice un siseo mirando hacia Olympia con una sonrisa, haciéndole entender que no debía repetir lo que le había dicho en el lenguaje de los hombres de piel fría.

Terminada mi presentación a la guardaespaldas de Jamel, dirigí mi mirada al mismo, y le dije Debo decir, joven Terrel, que me halagas más de lo que merezco. Ahora solo soy un viejo que pasa su tiempo paseando por los jardines, o sentado atendiendo asuntos de la nobleza o militares. Confío en que sereis tan buen líder para vuestra casa como su padre lo fue en los días de antaño. Si acaso, necesitais mi ayuda o consejo no dudeis en pedirlo, pues estoy en mucha deuda con vuestra casa, y mi amistad con su padre es algo que no muere en una generación.

Olympia era bastante desconfiada y más frente a los demás señores de este reino. Le han causado mucho dolor y en general siente un leve desprecio. Aún así confía pleno en Jamel y notando las alabanzas al viejo, se sintió levemente intrigada por él. Escucho así las palabras de Harald cuando se dio a presentar ante esta. Mostró bastante asombró y alivio ante el lenguaje nativo de su tierra, además de que sus palabras le llenaban de tranquilidad, pues eran palabras que solo un pagano diría.

Rió en complicidad por el siseo, y utilizando el mismo método de Harald, comenzó a hablar en la lengua de los nórdicos, diciéndole:

Me halagas, Harald Björnsson. Admitiré con todo respeto que no era consciente de tu fama, salvo por las historias que me ha contado mi Maestro. Historias dignas de fomar parte de las sagas. Me alegra saber que hay otro Iölkver en estas tierras, y mucho más si es un hombre tan importante.

Finalizado esto, dio un paso atrás, manteniéndose al margen de la conversación que Harald seguiría sosteniendo con Jamel.

Observando a los presentes que iban llegando, casi aburrido al ser el primero que se encontraba en la sala, Lacratos se había pasado un buen rato simplemente bebiendo y dando algunos pellizcasos a las comidas que estaban de entrada.

Así cuando vio a Umberto que se sentaba en la mesa con los demás señores, y conociendo a este y su rol de herrero, se sintió absolutamente indignado, pero simplemente retuvo su ira por simple hospitalidad. Aunque eso cambió al ver que se acercaba a Varion para hablarle, así que interrumpiendo luego la presentación de Varion…

-Saludos, Lord Varion de castillo de Hoz, para servirle ¿Y usted es...?

Yo te diré quién es. Es un simple y mundano herrero. Puedo comprender la cortesía de nuestra excelencia al invitar a este campesino a nuestro banquete, ¿pero hacerlo sentar en nuestra mesa? ¿Con los demás nobles de la corte? ¡Que insulto!
¡Deberías volver a tu fragua y revolcarte en la mugre de dónde has venido, herrero!

Las palabras de Lacratos fueron sumamente llenas de odio y desprecio por la figura de Umberto, y le observaba con una ira contenida que sino, simplemente hubiera desenvainado su espada y lo hubiera atravesado.

También puede que tanta furia proveniente de este, sea a causa de todo el alcohol ingerido.

Terrel sonrió mientras ambos hablaban en su idioma, aunque poco a poco su rostro se transformaba en la de una persona que no comprendía lo que decían. Cuando el viejo Harald se encaró de nuevo a él, escuchó atentamente sus palabras, como había hecho desde el principio de la conversación. Entonces respondió.

-Señor Björnsson mis halagos están totalmente infundados. Es usted un hombre que merece respeto. Y si alguna vez tengo... 

Entonces las palabras de Terrel se cortaron con el súbito grito de Lord Lacratos hacia aquel herrero de nombre desconocido. Sin duda muchos fueron los que miraron en aquella dirección, preguntándose que había sucedido. Jamel Terrel no fue una excepción y fijó su mirada en la situación.

Arthur se hace a un lado para abrirle paso al mensajero que me ofrece la carta del rey con una leve reverencia.

 Compruebo que el sello real sigue intacto y procedo a la lectura de su contenido con curiosidad. – Vaya. Parece que el rey Harlock tiene ganas de fiesta y diversión. Me invita a un torneo. – Miré a madre extrañado. - ¿No me habías dicho que no se celebraban torneos desde…?

- Desde tiempos del rey Daegon II, el abuelo de nuestro actual rey, mi señor. Hará al menos 40 años.– Me interrumpió Arthur.

- En fin. Haced los preparativos para asistir a tal evento. Partimos mañana al alba. – Ordené a Arthur. 

 La marcha hasta el castillo real fue fatigosa por la nieve y el frio invernal que azotaba el reino.

Al llegar a castillo nos escoltaron hasta el salón del banquete y fuimos presentados. Comprobé que ya habían llegado la mayoría de los demás señores del reino mientras me acercaba al trono.

- Majestad. Es un honor que os hayáis acordado de nos para este festejo. – Dije a mi rey haciendo una reverencia como muestra de respeto.

Pocas veces Umberto se le notaba cuando reía, esta vez seguramente provocado por las bebidas espirituosas se le notaban que sus labios hacian una mueca... mueca que no se quedó en ello, una gran carcajada la acompañó... ¿habeis visto ese hombre en el trono?, señalo con la cabeza al Rey, si... si... ese que lleba una corona en la cabeza, ese gran hombre... me adoptó como si fuera su hijo y daría la vida por el... cojo la copa de la mesa y le doy un gran trago el cual la dejo vacía... me adoptó cuando mis padres murieron, me dió una profesión la cual la llevo como ustedes su estandarte... vuelvo a rellenarme la copa otra vez, si... no soy noble... me levanto de mi silla...
Le pego otro trago a la copa y a viva voz, interrumpiendo la música que sonaba y haciendo que todos los presentes se giraran mirándome... ¡Si... si alguno de los presentes todavía no se ha enterado... si... soy un herrero y con mucha honrra!...

El rey observaba como entraba William, mientras se aclaraba la garganta y terminaba de beber una copa de vino que le habían servido apenas minutos antes.

¡William Bryce señor de Bajo Arzon! Honestamente temía no contar con vuestra presencia ya que el emisario que enviamos hacia tu castillo, nunca más regresó.

¿No habrás visto de casualidad a ese pobre chico, no? Espero que tampoco le hayas hecho nada.

El rey s reía unos instantes, pero luego se reincorporaba de manera más seria.

No, en serio, el chico no volvió más y era un buen sirviente. Temo que le hayan hecho algo.

De repente se hizo silencio en la sala cuando Lacratos había insultado a Umberto, y la respuesta también de este defendiéndose. El rey inmediatamente se levantó y observó a los presentes ya sentados en la mesa.

¡Qué vergüenza Lacratos! En una ocasión tan festiva como hoy y ya estas creando problemas y calumniando a uno de mis invitados. Umberto ha demostrado ser una persona de confianza y con lealtad incuestionable.

¡Espero una sincera disculpa de parte tuya hacia Umberto!

Lacratos observó con atención al rey y se sintió muy ofendido de que este defendiera el honor de un plebeyo por encima del de un noble.

No es mi intención ofender a vuestra excelencia, y menos en un día tan importante como hoy. Mas así me temo que no obtendrá este simple herrero con manos sucias y lastimadas, el perdón de un noble como yo.

Mi padre cabalgó al norte decenas de veces, con la intención de restaurar el equilibrio y el orden que prevaleció siempre desde el imperio Varkoglio, y aun así solo fue ejecutado de forma vil y por esos malditos vikingos. VIKINGOS QUE HOY SE SIENTAN DELIBERADAMENTE EN NUESTRA MESA.

Tras decir eso observaba a Harald y Olympia entre los presentes.

No tengo más palabras por hoy, y ya he saciado mi hambre y mi sed como nunca, puesto que fui el primero en llegar. Si eso no es una demostración de la alta estima que le tengo mi majestad, ¿Qué más lo es?

¡¿A dónde crees que vas?!

Las palabras amenazantes del rey fueron inútiles para detener a Lacratos de su acción. Este se había retirado y luego observo a todos los demás. Un poco apenado y con mucha furia aún en sus dientes, mientras que los tensionaba intentando contener una gran bronca insaciable.

Discúlpenlo, seguramente ha bebido de más. Dudo que sea realmente él quien haya querido decir todas esas cosas. No es propio de él.

William, por favor ponte cómodo. Espero que puedas pasarlo bien, a pesar de todo lo acontecido.

Antes de que Lord Lacratos saliese de la sala... me inclino hacia delante torsionando el cuerpo mirando de reojo a Lord Lacratos... miro al Rey y comento... Mi Rey, gracias... pero no hace falta que se tenga que disculpar porque estoy acostumbrado,  disculpeme por mis modales no tan refinados como otros que se van de la sala sin esperar que su propio Rey salga o le de permiso... mirando a los presentes y a Lord Lacratos... ese es quien me llama... ¿como ha sido...?... ahhh si... vikingo... jajajajaja creo que me confunde... señalo con la mano a Lord Lacratos... es mas quien se ha comportado como un bárbaro ha sido usted como he dicho antes... pero me es igual mañana nos veremos Lord Lacratos y veremos quien vale mas, un noble o un simple herrero...

Cabe aclarar que por lo de vikingo se refirió a Harald y Olympia, no a umberto.

Las palabras del rey me inquietaron nada más escucharlas. ¿El mensajero no había regresado? Rápidamente me giré buscando a Arthur y, al verle, le hice un gesto para que me diera alguna explicación al suceso del chico del rey. Arthur, tan descarado como de costumbre, se encogió de hombros y me miró como si no supiera de qué hablaba el rey.

- Lamento escuchar eso, majestad. No tengo conocimiento alguno de dónde se puede encontrar el chico. – Contesté al rey Harlock sinceramente.

Mis disculpas fueron interrumpidas por unas disputas de dos de los nobles que allí se encontraban. Aproveché la confusión para sentarme a la mesa después de hacer una nueva reverencia a su majestad.

HACE UNOS DÍAS.

Las cenas en el castillo de Torreblanca son un asunto frío. La gran sala nunca consigue caldearse del todo. Los sirvientes son viejos y avanzan arrastrando los pies. El mobiliario es propio de un convento y la comida parece la de la cárcel. Con todo Lady Lyset rara vez se queja. Sorbe la sopa de calabaza y mordisquea el estofado frío. Al otro lado de la larga mesa, a la luz vacilante de gastadas velas. Su marido Connor come maquinalmente. De vez en cuando hace algún comentario sobre las cosechas, las tierras o el tiempo. Lyset suele responder con monosílabos. Pero esta vez se esfuerza en responder e incluso en sonreír.

Eso, más que relajar a su marido, hace que la mire fijamente, con sospecha. Finalmente ella se decide a hablar:

- Mi señor, me han dicho que se prepara un gran torneo... Podríamos asistir...

Su marido la mira fijamente.

- Por supuesto que iremos.- responde al fin.- Hemos de demostrar nuestra lealtad a la Corona.

- Oh, ¿de veras?- Liset ríe y palmea sin poder contenerse. ¡Por fin una ocasión para salir de esa odiosa Torre Blanca! Habrá fiestas, banquetes, justas, juglares... Podrá ver a sus amigas, chismorrear y bailar y... Se da cuenta de algo.

- Cielos. ¡Necesito un vestido!

- ¿Qué tienen de malo los que ya tenéis?

- Son viejos. Necesito ir a la moda de la Corte.  Iré de compras...

- No es necesario. Mi hermana Anais se dejó mucha ropa cuando la eché. Coged alguna.

Por una vez la mirada de Liset es más terrible que la de Connor.

- Está bien. Vestido nuevo.

Liset se levanta de la mesa y corre. Por un momento Connor cree que va a darle un abrazo. Pero no. Corre a sus habitaciones a preparar el viaje. Oye como da órdenes a las criadas y se sirve una copa de vino aguado. Más allá de fiestas y derroches es una ocasión de buscar aliados. De prepararse para el futuro. Empieza a hacer planes...