Partida Rol por web

De los pocos hombres que lograron salvarse del ataque pulkriano, varios se sentían muy agotados, y el largo viaje en medio del poderoso invierno tampoco era una condición muy sencilla.

Harald había actuado de forma muy impulsiva al emprender viaje hacia su reino, y la realidad es que su hueste no estaba demasiado bien preparado para tal emprendimiento.

Por supuesto, no significa que fueran a caer en la adversidad de un simple viaje, ya que tienen el mejor entrenamiento que podría darse a un guerrero y un soldado de campaña militar.

Si existen personas que realmente estarían calificadas para la guerra que se avecina, esos son sin dudas los guerreros de Harald.

En medio de tu viaje, ya estabas atravesando el feudo de Berman, perteneciente a los terrenos de Torreblanca. Claramente esto solo te remite a la idea de la muerte de Connor, y tu disgusto al saber que el rey es un idiota que dará esos terrenos y – mucho poder – a la hermana que es una vil serpiente.

Eres demasiado sabio para estas tierras, Harald. El tiempo te ha hecho estragos en tu cuerpo, y las cicatrices y esas marcas jamás se olvidarán. Lo sabes, y te duele cuando lo piensas, ya que tu cuerpo ha sido testigo de todo lo que tuviste que vivir y todo por lo que tuviste que pelear.

A veces te dan esos arrebatos donde te gustaría entrar a golpes a todos sitios, y demostrar que aún tienes las llamas ardientes de un joven viking que necesita saqueos y sangre para disfrutar la vida. A veces recuerdas tu pasado, y te genera cierta gracia y vergüenza al pensar que has hecho muchas cosas que ahora consideras que eran propias de un tonto joven que buscaba mostrar su acero y sus cojones.

Pero aun así, y con todo el desagrado que pudieras llegar a tener a las decisiones que Harlock tomaba, jamás olvidarías ese día que el pulkriano logró arrebatarte al menor de tus hijos. Nunca podrías olvidar la cara de Kyle cuando logró matar a Ecbert, y la sensación de gloria y poder que sintió en ese momento.

Jamás podrías olvidarlo. Jamás.

Lo único que piensas es que si los dioses solo son la mitad de justos y honorables, y tú solo eres la mitad de digno como todo el mundo cree que eres, se te recompensará en su debido momento, y tendrás esa oportunidad de cruzarte con él. No sabes que pasará, y eres consciente de que Kyle es un guerrero formidable. Pero poco te importa, ya que lo harás pagar. De una manera u otra. No podrías irte de este mundo hasta no tener esa certeza.

Estás cerca de Brunstrack, y la ansiedad comienza a moverte. Pero el silencio se hace enorme dentro del bosque que cruzas, y sabes en demasía que es una señal de que algo mal se avecina. Alertas a tus hombres, y lo peor se vuelve realidad.

Te ves rodeado por una hueste de 15 caballeros montados, tanto por delante como por detrás, y un hombre se acerca a ti.

Hoy es mi día de suerte. El maldito vikingo Harald. Ni más ni menos.

Este se acercaba con su caballo, manteniendo igualmente una distancia prudencial.

Me presento, yo soy Geruntuis Fraunk. Señor de Visiex.

Es probable que tras mencionar su nombre, ya pudiera sonarte de algo. Lo cierto es que igual apenas sabes que es un pulkriano, y nada más.

Supongo que ya te esperabas que tus tierras hubieran sido invadidas. Lo cierto es que tomamos el paso porque, bueno, era solo cuestión de tiempo para que regresaras por aquí.

Este comenzaba a reírse unos instantes.

Kyle me ha contado que asesinó a uno de tus hijos. La verdad es que Kyle es un maldito desquiciado que blande su espada en servicio de su hermano mayor, y toda oportunidad que tenga para demostrarse como el más fuerte, simplemente la toma sin pensar.

Desde que ganó el torneo de Banderlei, anda diciendo por allí que es el guerrero más letal de los 6 reinos.

Personalmente aborrezco eso – este escupe a un lado, en una clara señal de irrespeto.

Como sea, no tengo dudas de que tu hijo habrá hecho una buena pelea.

Durante el viaje Harald había ordenado a sus hombres que portaran arcos y ballestas por si la situación se descontrolaba. De los ocho guerreros, tres llevaban las ballestas como arma principal, y los otros cinco andaban con su respectiva espada o hacha.

Uno de los guardia había escuchado un ruido en los alrededores, y rápidamente alertó a los demás. Harald les dijo que siguieran el camino como si no hubieran escuchado nada, pero que se mantuvieran alerta.

Harald bajó del carruaje al ser rodeado por los guardias del Conde pulkriano, con su ballesta cargada en mano. Le miró de frente mientras este hablaba. Su mirada era fría y calmada, no parecía importarle lo que el Conde le dijera.

¿Qué quieres?

Mantuvo su ballesta en posición, más no apuntando al Conde de Visiex. Le miraba de frente, con aquella mirada fría que ocultaba un odio inenarrable.

Este le observaba con detenimiento, se sentía muy molesto frente a la respuesta hecha con tanta frialdad. Realmente Geruntuis era un sujeto parlanchín, y disfrutaba de hablar con personajes que eran inclusive sus enemigos.

¡Ja! – esbozo una risa corta frente a la respuesta de Harald – realmente no estas de ánimo hoy, ¿eh?

Bueno, igual que casi puedo entenderlo. No es que lo haya vivido de cerca, pero puedo darme una idea. Tienes mi pésame.

Después de todo, la espada de Kyle habrá sido un oponente versátil para tu hijo. No creo que ni tuviera chance alguna de salir vivo de eso, ¿no?

Las palabras amargas de Geruntuis se hacían sonar, y sin dudas buscaba alguna provocación de parte de este.

Supongo que puedes preguntarle al brazo de Kyle. Creo que le creció una boca ahí.

Repetiré una vez más: ¿Qué quieres?

Harald no se había inmutado ante las palabras del Conde. Mantenía la frialdad en sus gestos y voz.

Pronto estas tierras serán parte del reino de Pulkria, vikingo.

He venido a observar, pues, lo que pronto podría llegar a pertenecerme a mí.

Espero que no te moleste, quería dar un vistazo a mis nuevas tierras.

Este empezaba a reír lentamente mientras tomaba un escudo que ponía en protección de su cuerpo, ya que la ballesta de Harald en cualquier momento lanzaría su flecha.

En fin, me hubiera gustado hablar un poco, pero te encuentras reacio de ello. Acaben con estos pobres hombres agotados.

La caballería de Geruntuis, que tenía rodeado por adelante y atrás a la hueste de Harald, empezó a acercarse con la intención de atacar.

Eran 15 jinetes con espada o lanza, contra 8 soldados de Harald de los cuales 3 tienen ballesta.

Antes de que los hombres del Earl se acercaran más, Harald hizo una seña a todos sus arqueros, así como luego apunto al caballo de este. Rápidamente, disparó al caballo de Geruntius mientras que sus hombres acabaron con la vida de otros tres jinetes. El caballo de Geruntius cayó herido puesto que no tendría tiempo de hacer mover el caballo por la velocidad y la dirección en la que se dirigía, el caballo haría que el pulkriano perdiera el balance.

¡Tomarlo!

Con una simple frase, cuatro de sus hombres con espada y escudo corrieron hacia el Earl para capturarlo como rehén. Esquivaron a los jinetes que tenían de frente realizando un salto hacia adelante por lo que apenas pasarían en una mínima línea entre los jinetes. Sin embargo uno de los hombres no tuvo tanta suerte y fue herido con una lanza en el hombro, cosa que distrajo a los jinetes de lo que pasaba a sus espaldas. Así fue como los hombres de Harald capturaron al Earl.

¡Si os movéis solo un centimetro más, vuestro Earl muere. Todos, bajense de sus caballos y tiren las armas y escudos dentro del carruaje. Si intentáis alguna tontería, se muere! ¡¿Entendido?!

No malentendáis, aquí no tenemos miedo de morir. Pero no vamos a permitir que una vil basura como vos se salga con la suya para agarrar fama. Vuestra casa es la desgracia de Pulkria, y siempre lo ha sido, y no permitiré que vuestra fama crezca a coste de embocadas infantiles.

Ballesteros, recargad. Si alguno hace algo estúpido, asesinarlos. Torkel, Wallace, Otto. Si ese cabrón intenta escapar, o alguno de los nuestros es asesinado, o estos se resisten, no duden en asesinar al Earl.

La táctica fue maestría pura, ahora Fraunk estaba capturado y ya no había nada más que pudiera hacerse.

Este se mostraba muy irritado, y sus hombres estaban desconcertados.

En medio de la trifulca, pudiste oír mucho más galopes de caballos que se aproximaban.

Y así aparecieron unos nuevos 40 hombres portando un estandarte blanco que tenía un Ave Fenix en el medio, de color azul.

Un hombre que portaba un escudo muy llamativo se acerca. Este tenía una armadura muy bella y se veía ciertamente muy fuerte. Su cabello recogido, de color negro, y una barba prominente que mostraba una muy fuerte presencia y autoridad.

Travor observó la situación detenidamente, y levantó el brazo para detener a sus hombres que parecían que estaban al borde de atacar a Harald.

¡Harald Bjornsson, Lord de Brunstrack y Pramia! – alzó la voz marcando mucha presencia -.

¡Le ruego que usted detenga su acero! El Earl Fraunk es un idiota sin razón, capaz de atacar a un desdichado hombre que ni siquiera ha podido hacer los ritos funerarios de su difunto hijo.

Usted tiene mi más sincera disculpa por ello, y también mis condolencias.

Nos retiraremos de inmediato, si usted goza del perdón suficiente para dejarle con vida. De cualquier manera, si en dicha acción usted cree que podría darse satisfacción acabando con su vida, como una retribución justa por la muerte de su hijo, hágalo y complazca su mayor deseo. Puesto que Fraunk se lo ha buscado, y provocar a la muerte no es algo digno de nuestro señor Jesucristo.

Fraunk se demostraba muy enfurecido tras las palabras de Travor, que parecía que lo estaba prácticamente entregando a su muerte, y no parecía que fuera a ayudarle.

¡Palabras muy valientes, idiota! ¡Después de todo ha sido tu hermano quien acabó con la vida de ese vikingo!

¡Con qué espíritu vienes aquí a tratar de pedir perdón por lo que hizo Kyle!

Kyle es mi sangre. – asiente lentamente -.

Pero eso no significa que sus asuntos involucren a toda nuestra casa. Las acciones de mis hermanos poco tienen que ver conmigo, y solo compartimos estandarte en esta guerra. Mientras ellos luchan internamente en Pulkria, yo comando un ejército en el reino de Roland.

Ahora vengo aquí por petición de nuestra majestad, el rey Aelfred. Quiere que sea testigo y confirme lo que está pasando en estos lares.

Me avergüenza que hayas aprovechado estas acciones para tu beneficio propio, Earl Geruntuis.

Observaba la entrada de Travor, aún manteniendo su guardia alta, pero un poco más relajado. No sonaba como que el hombre estuviera mintiendo, pero antes debía saber algo que le intrigaba desde el momento que entabló batalla con Geruntius.

¿Habéis invadido mis tierras como este tipejo lo sugiere? Porque, que sepáis, que si es así, no importa si me muero acá, me llevaré la cabeza de ambos al infierno.

Una mirada que deseaba sangre, que representaba toda la maldad que escondió Harald con tanto empeño desde el fin de la guerra con Pulkria. Era una mezcla entre la adrenalina, el miedo, la ira, el odio. Todo se había convertido en una sola emoción y esa emoción se reflejaba en su rostro. Aquella fría pero molesta mirada que sin dudas, te haría creer que este hombre cumpliría con su promesa. Aquél ojo roto y ciego pareciera que se fuera a salir y te arrancaría la piel. Es como si la crueldad de Satanás se hubiera mezclado con la ira de Jehova. Sin dudas, nada placentero para tus nervios ante tan delicada situación.

Sonreía levemente mientras escuchaba a este. Travor se demostraba muy relajado, quizás era debido a su gran superioridad numérica o porque simplemente la vida de Fraunk le importaba poco y nada.

Harald, jamás subestimaría tu palabra. Eres bien reconocido por mis tierras como la persona más fuerte y sabio que ha existido.

Si bien es la primera vez que nos conocemos, estoy bastante seguro de que eres lejano ahora de la persona de la que tanto se habla en vuestro nombre. Entiendo por qué estás así, y me parece razonable.

No importa, no estoy aquí para luchar y no tengo intención de ello. No podrías acabar con mi vida ni aunque te dispusieras a hacerlo. He oído el jaleo desde el rumbo que estaba tomando, y por eso vine contra premura.

Haz con el Earl Geruntuis lo que consideres pertinente. Yo me niego a enfrentarme a un hombre que ni siquiera ha podido despedir previamente a su hijo, según sus costumbres.

De por mientras, llevaré a la luz los acontecimientos ocurridos aquí. El rey Aelfred no está deseoso de tener una guerra en ambos frentes, pero evidentemente están ocurriendo hechos que se escapan de nuestras más honorables intenciones. Él aborrece esta estúpida incursión de estos hombres que dicen ser pulkrianos, a las tierras de un reino donde no se ha declarado ninguna guerra.

Ten cuidado, Harald, hay gente en Pulkria que está fomentando esta guerra desde adentro, pero sin dudas también están siendo ayudados por alguien dentro de Illiandor. Mantén los ojos abiertos.

Travor alzaba su escudo mostrándolo hacia todos sus hombres y así daba la orden a todos sus hombres de marchar.

¡NOOO! ¡TRAIDOR! ¡NO PUEDES DEJARME AQUÍ CON ESTOS PAGANOS!

¡Travor! ¡Si salgo con vida te buscaré, me las pagarás! ¡ME LAS PAGARÁS!

Este gritaba con enorme desesperación, mientras que los hombres de Harald lo mantenían a fuerza bruta contra el suelo y uno de ellos le proporcionaba un gran golpe en la mandíbula para acallarlo.

Me subestimáis, joven. La edad es un factor, los números también...pero no lo son todo. Así como vencí a este idiota en tres movimientos, a vos podría derrotaros en cinco. No contaría que saldría vivo de aquí, pero sin dudas, me llevaría un par de premios antes de morir.

Largó un suspiro para tratar de calmar sus ánimos, aunque sin mucho éxito, pero pudo continuar con más calma.

Tomaré ojo a vuestro aviso, más yo os advierto que si una guerra estalla Pulkria no será tan suertuda como lo ha sido hasta ahora. El fuerte en la frontera con Roland es lo único que ha mantenido que vuestra nación no se redujera a la mitad para el momento. Sin contar las bajas y la pérdida de dinero en campañas militares durante diez años consecutivos. Si una guerra estalla entre Pulkria e Illiandor, creedme que Pulkria no lo contará. Podéis decirle esto a vuestro Rey si así lo deseáis.

Observaba como Travor se iba del lugar. No parecía importarle en lo más mínimo las palabras del mismo. Sin dudas algún dia clavaría a toda la familia De Vincenzo en un arbol mientras les abriría las entrañas. Al menos, ese era su deseo en ese momento.

Una vez este hombre se fue con su hueste, devolvió su mirada a los hombres del lugar.

El plan original sigue. Los hombres de Geruntius soltar vuestras armas y armaduras y tirarlas dentro del carruaje. Una vez hecho esto quiero que se reunan todos arrodillados junto a este árbol -señalandolo-. Cualquier movimiento estúpido y me encargaré de la vida de este tipo. ¿Os queda claro?

Realizó una pausa mientras esperaba la contestación de los nueve jinetes restantes, incluso si no decían nada prosiguió

Soldados, echen a los caballos.

Prosiguiendo con la orden, uno de los soldados se acercó a cada caballo dándole una fuerte nalgada a cada uno, a lo que estos respondieron corriendo del lugar.

Ahora los hombres de Geruntius deberían estar arrodillados desarmados y desnudos, siendo custodiados por los tres ballesteros desde cierta distancia. Estos notarían que los ballesteros también llevaban hachas en sus cinturones, asi que si lanzaban sus virotes, podían dejar de lado la ballesta y matar a los restantes con hachas.

¡No! ¡No se rindan! ¡No me importa nada, maten a esos perros, no se rindan jamás!

Los hombres de Fraunk tomaron sus armas (nunca se arrodillaron ni soltaron las armas, pero sí bajaron de sus caballos para atacar a pie) y lucharon contra ellos.

¡Mi vida ya está perdida! ¡No te daré la satisfacción de nada, idiota!

Idiota...

Harald lanzó una flecha hacia la rodilla del Earl, derrotandolo de inmediato y haciendo que este cayera al suelo. Sus ballesteros habían acabado con la vida de otros tres hombres y habían tomado sus hachas para acabar con los demás. Los que custodiaban a Geruntius se unieron a la batalla.

Harald cargó su ballesta una vez más y le clavó una flecha en la cabeza a uno de los soldados pulkrianos. Después de esto soltó la ballesta dentro del carruaje, pues este apenas y había salido del carruaje, en ningún momento se movió por el lugar por su propia seguridad. Era consciente de que su edad le jodería bastante cuando se refería a una batalla y evitaba tomar riesgos.

Sus hombres estaban atacando enloquecido a los soldados pulkrianos, a quienes acabaron con una cruda facilidad. Incluso, uno de estos hombres fue decapitado.

Una vez que el peligro cesó, Harald se acercó al Earl lentamente.

¡Ja! Si hoy me hubieran dicho, antes de levantarme de la cama, que iba a morir, seguramente lo hubiera insultado.

Maldita ironía. En fin... acaba de una vez con esto Harald. 

No es la muerte la que debes evitar. Sino la vida.

Hizo una seña a sus hombres para que tomaran al hombre por los brazos y piernas y lo estiraran completamente, para luego mantenerlo sujetado. Mientras era sujetado por cuatro hombres, los otros dos vigilaban los alrededores.

Se retiró su hábito negro y lo dejó en el suelo. Tomó un cuchillo de su cinturón y se acercó a Geruntius.

Pasó el cuchillo por el brazo de este inflingiendole un gran daño, pero superficial. Para que no se desangrara, pero que le causara el dolor suficiente como para hacerlo gritar y sufrir.

¿Ves? Es el dolor a lo que de verdad deberías temer. El dolor pasa, dicen. Pero, ¿qué pasa cuándo el dolor es constante? No pasa, es constante y enloquece tus sentidos...verás, hay un par de cosas que quisiera saber, y me gustaría que tu contestaras a mis preguntas. Si lo haces, te prometo una muerte rápida y digna de un Cristiano. Si no lo haces...bueno digamos que el infierno te parecerá el Paraíso frente a lo que planeo hacerte.

¡NOOO! ¡Basta! ¡AAARGH! ¡Basta! ¡Qué coño quieres saber!