Partida Rol por web

Conocía al entrenador apenas de vista, aún a pesar del tiempo que llevaba en el instituto. Por tanto, John se limitó a asistir actuando como autómata sin voluntad de principio a final, aburriéndose por dentro considerablemente. Debía además rechazar los constantes impulsos involuntarios que trataban de forzarle a trastear con el teléfono.

Cuando vio cómo David se iba, decidió seguirle. Además, empezaba a tener algo de hambre. Echó una rápida oejada alrededor suyo, y continuó por su mismo camino.

Noto la mano de Diana en mi rostro, con un escalofrío de sorpresa, parpadeando incesantemente. Ha visto mi lágrima y no ha dudado en secármela con un dedo, antes de apartarse unos instantes. Ni siquiera se a donde va, hasta que cojo la parte inferior de la camiseta y me la levanto para usarla a modo de pañuelo y secarme los ojos. Entonces veo a Diana despedirse de Amber, a la que ni había visto antes, y volver conmigo. La propia Amber se acerca a Morgan, a quien tampoco había visto. Tantos conocidos y todos desperdigados, y yo sintiéndome sólo en medio de una multitud.

Diana regresa y, con una mano en mi espalda, me invita a caminar hacia la parada del autobús. Me obligo a sonreír, una media sonrisa triste, agradeciendo su apoyo, que esté aquí, que esté conmigo en estos momentos. Siento un poco de vergüenza, también. No me gusta estar así, y no me gusta que me vean así. Y mucho menos, ella.

Cuando alcanzamos la parada, Diana se adelanta para mirar los horarios en la marquesina, mientras yo me quedo mirando la carretera. Bueno, tampoco la carretera, eso no me interesa, en realidad me quedo mirando a ninguna parte. Sólo quiero serenarme, que se pase este mal trago, volver a ser el que siempre he sido. Sonreír, hacer bromas, disfrutar de lo que tengo y olvidar lo que no. Quiero dejar atrás esta congoja sin sentido...

Un par de toques en mi hombro hacen que me gire hacia Diana. Con gesto inexpresivo, incapaz de reaccionar, asisto a una invitación a llorar libremente, como un consejo de alguien que sabe del tema. Pero no, no quiero llorar, no quiero derrumbarme. Da un paso más hacia mí, y me quedo mirando su rostro, sin saber qué decir, qué responder. No quiero, no, llorar no, más no. Un segundo paso, y al tercero me abraza, y comienzo a temblar sin poder evitarlo. Desahogarme con ella, eso dice, mientras siento sus brazos rodearme, y por mucho que me resista termino abrazándola yo también, hundiendo mi rostro en su hombro.

Y lloro. Las lágrimas brotan de mis ojos cerrados mientras lucho por controlar mi respiración entrecortada. Ya no puedo controlarme más, sólo me dejo llevar, me libero, apretando mis brazos en la espalda de Diana, aferrando los pliegues de su chaqueta con las manos.

Hundió su cara en mi hombro y terminó derrumbándose, mientras él también me abrazaba. Le estreché entre mis brazos, sintiendo su respiración entrecortada, y acaricié su cabello, tratando de que se calmara.

El autobús no tardó en pasar, pero dejé que se fuera, aquello ahora era secundario. Me mantuve callada, junto a él, hasta que noté que se relajaba un poco y me separé lentamente de él sosteniéndole por los hombros con suavidad.

-¿Estás mejor? – le pregunté mirando sus azules y errojecidos ojos. - ¿Quieres que vayamos tirando hacia el Sandy? Podemos escondernos en la cocina... – le sonreí, tratando de que se animara un poco.

No se ni el tiempo que pasamos así, abrazados. Al cabo de un rato, las lágrimas dejan de inundar mis ojos, y se ven sustituidos por un escozor salino muy molesto. No quiero soltar mis brazos, aferrados a Diana, aunque al menos ya he dejado de temblar. Me siento cansado, pero al menos mi cuerpo parece serenarse. Mi mente, en cambio, está como en blanco. Es como si todo eso que desbordaba mi mente hubiera quedado a un lado, se hubiera difuminado y apartado.

Lo malo es que no parece haber dejado ese espacio a nada más.

G-gracias... -Musito, aún pegado a su hombro, antes de que se separe de mi abrazo y me pregunte si estoy bien. Asiento con la cabeza, incapaz de hablar correctamente, avergonzado ante la posibilidad de atragantarme las palabras por el nudo que aún tengo en la garganta. Me obligo a sonreír, agachando la mirada. Diana está aquí, preocupándose por mí. Vaya manera de iniciar una relación con alguien, haciéndole pasar por esto. Ahora me siento un poco egoísta. Me pregunta si quiero ir al Sandy. En realidad, no. Preferiría ir a la cabaña de la playa y olvidarme de todo el resto del día. Pero no, ya basta de pensar en mí. Lo del club de teatro es importante. Para todos, pero en especial para ella- V-vamos, s-sí.

Si es contigo, me escondo en cualquier parte...

Ahí se acerca un autobús, y me suena que este pasa cerca del Sandy. Espero a que se detenga y saco el dinero para los billetes, dejando que Diana suba delante mío. Un paseo por la ciudad mirando las calles por la ventana también ayudará.

sale

Llegamos al Lincoln en el coche de Jayden y este aparcó donde costumbre. Ya llegaba tarde a clase, así que salí rápidamente del coche, sin tan siquiera darle tiempo a que él también lo hiciera; y es que de todas formas no sabía si se quedaría o pensaba irse.

-¡Hablamos luego! – le grité mientras corría hacia la puerta principal, agitando mi mano.

-Bueno, voy a ir a la cafetería ¿Te vienes?-La invito-Eso sí, a partir de ahora tiene que parecer que estamos hablando de cosas del teatro, así que no te asustes si ves que me pongo en "actitud"

-Ohh...-Replico-Con lo bien que estábamos en verano... Vamos... -Asiento- Deberías ir con cuidado. Este año me estoy juntando con gente especialmente impopular: Di, el grupo de Berta... Solo me falta ir también con los del top feos... Con los chicos, quiero decir.

-Ya se ve que te gusta destrozar mi fama-Sonrío porque evidentemente es una broma-Venga, vamos a la cafetería.

Llegamos al instituto apresuradamente, con el tiempo pegado. Diana le da mucha importancia a las clases, y no quiero que llegue tarde o se quede fuera por mi culpa. Aparco cerca de la entrada principal, el lugar más cercano al acceso y el más visible. Un lugar donde hacerle cualquier cosa al coche sea más descarado y con más posibilidades de que alguien lo vea. Diana sale del coche apresuradamente, en cuanto lo detengo, antes incluso de apagar el motor. Abro mi puerta y salgo fuera viendo cómo ya enfila el camino hacia el edificio principal, despidiéndose con la mano y una promesa.

¡¡Estaré en la cafetería!! -Le respondo agitando también mi mano en alto, antes de cerrar el coche poniéndome la chamarra, y dirigirme a la cafetería directamente.