Partida Rol por web

- Claro que tengo los juguetes. - Dieter miró en ambas direcciones y finalmente se levantó y se dirigió a un lateral del local. Abrió el primer contenedor del callejón y sacó una bolsa de basura negra, con la que se acercó de nuevo a ti y te entregó.

Echaste un rápido vistazo y comprobaste que estaba todo lo que habías pedido: una escopeta y tres cajas de munición, una que contenía munición normal, otra con balas incendiarias y una última con balas de plata.

- Las balas de plata han sido difíciles de conseguir, no es un material barato precisamente. - comentó Dieter. - Me debes una. - sonrió y luego miró en dirección a tu vehículo. - Guárdalo todo y conduce. Tienes tres opciones: esconderte, huir, o apechugar e ir a ver a los Príncipes. La Camarilla ha enviado a un Justicar con todo su séquito de arcontes. Va a liarse parda. Todo aquél que haya cometido el más mínimo delito o falta, por leve que sea, será ajusticiado por esos locos fanáticos - dice refiriéndose al Justicar y a los suyos. - Dicen que llegaron ayer por la noche, y en lo poco que estuvieron aquí ya capturaron a varios y ejecutaron a otros cuantos. Wilhelm me ha llamado y debo acudir. Erika y el resto se han escondido. ¿Qué harás tú? -

William abrió el maletero y guardo la escopeta y los cargadores. Cuando cerró el maletero se volvió a Dierter. – Yo me quedare aquí, al no ser que quieras que haga otra cosa, pero yo por el momento no he cometido ningún crimen, al menos que yo recuerde. – William miro al vampiro de arriba abajo. – Lo que no estoy seguro es si deberías ir tú. ¿Estás seguro de que estas limpio? A ver si vas a ir y quieren ejecutarte.

- Depende de qué busquen... Puede que estén demasiado liados con todo lo de Caín como para preocuparse por alguien como yo. Además, si eres habitual en la ciudad, y de repente desapareces... eso es más sospechoso. Y tengo curiosidad por ver cómo es un Justicar... No entiendo por qué la gente les teme tanto. - Dieter sonrió, luego te hizo un gesto con la mano a modo de despedida, antes de ponerse el casco y largarse en la moto a toda velocidad y haciendo el mayor ruido posible.

Te quedaste momentáneamente sólo a las puertas del local, con el maletero de tu coche cargado de munición y con una escopeta, y sin noticias de tus compañeros, por el momento.

Debería ir al lugar de reunión… a ver que saben ellos. William monto en su coche, sabía que tenía que reunirse con ellos, y cuanto antes fuera mejor. Cuando arranco su coche se dirigía hacia el lugar donde había quedado con los otros vástagos.

A medida que te acercabas al castillo de Charlottenburg* el presentimiento de que algo malo se acercaba estuvo rondándote todo el viaje. Sombras funestas aparecían y desaparecían en la neblinosa noche de Berlín.

Aparcaste y bajaste de tu vehículo. El vigilante de seguridad seguía en su sitio y te dejó pasar al reconocerte.

Pero en cuanto entraste en el primer pasillo notaste que algo no iba bien. Una figura apareció de la nada ante ti cortándote el paso:

- Identifíquese. -

El hombre de pelo rubio vestía camisa y corbata, tapadas por un elegante jersey fino y encima un chaquetón largo.

William se detuvo y observo al hombre, su mano fue instintivamente a su espalda, no le gustaba que la gente apareciese de la nada.

- ¿Sabes que es de mala educación pedir el nombre sin presentarse antes? – William miro fijamente al desconocido. – Asique… ¿Por qué no me das tu nombre?

El tipo sonrió. - Puedes llamarme Jules. Soy arconte del Justicar del clan Tremere. Te lo repetiré una última vez: identifícate. -

William miro por un momento al vampiro, había oído hablar de ellos y solían ser peligrosos, el hecho de que estuvieran en la ciudad no era bueno. – Mi nombre es William. Estoy como invitado a la ciudad. Por cierto, tendría que decirte algo. Vinieron dos amigos conmigo a la ciudad, y ayer solo encontré sus ropas, resulta que muchos vampiros parece que están practicando la diablere. Juraría que eran Grangels. – Soltarle algo así no era algo normal, pero a William eso no le importaba.

El hombre frunció el ceño pero no pareció sorprenderle tu comentario.

- Ven, acompáñame. Schrekt querrá hablar contigo. - indicó. Sin más se dio la vuelta y comenzó a andar por el pasillo guiándote hacia el gran salón donde os reunísteis con ambos Príncipes la noche anterior.

El tal Jules no se giró ni una sóla vez para comprobar si le seguías.

William siguió a Jules, no sabía quien quería verle, pero tenía curiosidad. Parecía que el otro vástago al igual que William confiaba mucho en sí mismo, ya que no se volvió ni una vez. Cuando vio que se dirigían a la sala donde habían quedado sus compañeros, no le preocupo demasiado. Bueno, aquí tenía que llegar por un motivo o por otro.

Algunos de tus disparos impactaron en alguno de los vástagos pero sin causarles el menor efecto aparente.

La idea de intentar abrirte camino por la fuerza parecía buena, pero no salió como esperabas. Luchaste con ahínco pero tus enemigos eran demasiados y al final dos de ellos acabaron inmovilizándote ambos brazos, y otros dos las piernas.

A pesar de toda tu fuerza y de la rabia que sentías no conseguías moverte...

Uno de aquellos vástagos se acercó lentamente a ti, tenía los ojos inyectados en sangre y una estaca en la mano. En ningún momento ninguno de aquellos seres pronunció algo parecido a una palabra, sólamente gruñidos guturales.

El ser levantó el brazo, era evidente que pretendía estacarte.

Un hombre bajito, de 1,60m esperaba en la sala de reuniones. Lleva un traje con camisa y corbata, a juego con una chaqueta. No estaba sentado como encontrásteis a los Príncipes la noche anterior.

El tipo de semblante serio esperaba de pie, con las manos a la espalda. Su poblado bigote le daba un aire autoritario y su mirada atravesó tu corazón de lado a lado.

Jules te presentó y luego se hizo a un lado dejándote paso: - Señor, el vástago William. Tiene noticias que contar, y al parecer está aquí como invitado, supongo que  de alguno de los Príncipes. -

Cuando acabó, Jules se retiró por la misma puerta por la que entrásteis.

La mirada fría e impasible de aquél hombre no se apartó ni por un instante de tus ojos. Parecía estar controlando todos y cada uno de tus movimientos.

- William... Soy Karl Schrekt, Justicar del clan Tremere. Cuéntame primero de qué habla Jules. Luego responderás a mis preguntas. - el tono del Justicar no admite discusión, no está sugiriendo o pidiendo que colabores, sencillamente no te deja alternativa. - Y más te vale no mentirme, lo sabré. -

- No soy una persona que le guste mentir la verdad, asique no me importara responderte sinceramente lo que preguntes. – William observo de arriba abajo al hombre, parecía que estuviera estudiándolo. – En cuanto a lo que te tengo que contar es muy sencillo, cuando viene a la ciudad llegaron otros vástagos, a los cuales me uní, para conocer a los otros clanes, y sin alargar demasiado la historia te diré que dos de ellos están muertos, un nosferatu, y creo que la chica era una de vuestro clan, aunque no estoy seguro, algo eso me suena cuando la presentación. Creo que lo que los mato fueron Grangels, al menos usaban algo parecido a sus disciplinas. – William hizo una pausa y saco su tabaco, cogió un cigarrillo y lo encendió, después ofreció al vampiro. - ¿Quieres?

Mientras el hombre se acercaba notaba como la bestia queria salir y tomar el control, aunque trate de frenarla se desvoco por completo... todo lo que sucederia ahora escapaba a mi control, para mi angustia.

Una neblina oscureció tus ojos y todo se volvió del color rojo de la sangre... Ya no eras tú... la bestia tomó el control y no recuerdas más que el dolor y la rabia... y sobretodo la sangre.

No tienes conciencia del paso del tiempo, lo único que sabes es que despiertas sólo, en una habitación cerrada. Tus manos están sujetas firmemente con grilletes, así como tu cuello. De todos los grilletes salen unas cadenas que están engachadas en el techo y paredes de la habitación manteniéndote en pie. Puedes moverte pero apenas unos centímetros.

Una figura bajita, de 1,60m esperaba de pie frente a ti. Lleva un traje con camisa y corbata, a juego con una chaqueta. Su poblado bigote le daba un aire autoritario y su mirada atravesó tu corazón de lado a lado.

- Frank Martin Giovanni, ¿correcto? - preguntó la figura. Y casi sin darte tiempo a responder ordenó: - Cuéntame qué sucedió la noche anterior, cuando dejaste salir a la bestia y entablaste combate contra aquellos que te atacaban. -

- No eran gangrels. - te corrije el hombre de improviso. El hombre declina con un gesto de la cabeza el cigarro y empieza a deambular por la habitación sumido en sus pensamientos, como si no estuvieras. - El nosferatu y la tremere no han sido las únicas víctimas ayer por la noche. -

El hombre para enseco de repente y sus ojos se posan en los tuyos: - ¿Qué hacías en esa zona cuando encontraste a tus compañeros muertos? -

- Lo que hacía era curiosear, ya que había pasado algo muy raro esa noche, y quería saber que estupidez era. Pues me imagino que sabéis lo del supuesto Caín ¿no? Yo no me fio un pelo de él, creo que es un poco impostor. – William hizo una pequeña pausa para darle un par de caladas al cigarrillo. – En cuanto a lo de que no son grangels… no te lo discuto, pero parecía que usaban sus disciplinas.

- El que dice ser Caín es efectivamente un impostor como bien dices. Lo probaremos a su debido tiempo, y será castigado por hereje. - el hombre habla con una voz firme y autoritaria. Está absolutamente convencido de hacer lo que dice.

Con la cabeza niega querer un cigarrillo pero no parece preocuparle que tú quieras fumar.

- Usted lleva poco tiempo en Berlín... ¿qué ha venido a hacer a la ciudad? - el repentino cambio te pilla un poco de sorpresa. Pero parece que van a investigar a todos los nuevos por el tema de Caín... no sabes si sería sensato mentirle, decir la verdad, o divagar y tratar de llevar la conversación a otro punto. El tipo parece tranquilo pero tiene un aire peligroso y amenazador. - ¿Conoce a un tal Frank? -

William negó con la cabeza. – No, no me suena el nombre de ningún Frank, ¿Alguien conocido en la ciudad? no me suena su nombre de nada, ni siquiera rumores, aunque es obvio, no he hablado demasiado con la gente de la ciudad. – William hizo otra pausa para seguir fumando. – En cuanto a lo de por qué vine…  es algo sencillo, quería volver a ver a mi sire, y había escuchado que llevaba un tiempo por aquí, aunque parece que la información fue equivocada. – William era un gran mentiroso, por ello no le preocupaba hablar con el tremeré, sabía que era difícil pillar sus engaños, asique hablaba sin miedo.