Partida Rol por web

Valle de las colinas Kron , una semana desde la partida desde el campamento a las afueras de Verbobonc.

Llevaba muchos días caminando a solas. Sin duda, el desprecio con el que había tratado a Akona le había servido para replantearse la idea de viajar a su lado. Algo normal, pues ¿quién en su sano juicio viajaría junto a alguien que le rechazaba de tal forma y le amenazaba con la mirada de forma tan evidente? Desde luego Akona no. Chica lista.

Eso había provocado que Acheron viajara en soledad y a decir verdad, no era un hombre al que se le diera especialmente bien seguir una dirección, pues su orientación aunque no era mala, tampoco era la mejor. Eso sin duda le retrasaría. Además, sus dotes de supervivencia eran también escasas y de no ser porque pudo robar a unos comerciantes y rellenar su odre en arroyos y fuentes en el camino, estaría pasándolo todavía mucho peor.

Además, marchar con aquella pesada armadura, aún estando acostumbrado a portarla a todas horas, se hacía muy, muy pesado y sus ampollados pies en carne viva, eran la viva imagen del dolor que estaba padeciendo. Aunque eso a Acheron, le traía sin cuidado. Acostumbrado de sobra estaba a sufrimiento y no iba a desfallecer por nada del mundo. Tenía una misión, un objetivo y no iba a defraudar a nadie, ni a Bayne, ni a Gáragos y mucho menos a él mismo. Eso era algo que tenía más que claro.

Lo cierto era que no sabía exactamente que era lo que estaba buscando, pero si tenía clara una cosa, lo primero que debía hacer era llegar a un lugar mínimamente civilizado, descansar, comer bien, aprovisionares y sobre todo, reunir información de la zona, algo de lo que en esos momentos carecía por completo. Por suerte, aunque no se había cruzado con demasiada gente, con la poca que había hablado en su camino, le habían informado de que existía una villa en a confluencia de los tres reinos.

Hommlet era una villa pequeña, con una población escasa, pero tenía los servicios que necesitaba. Una posada, tiendas de suministros y seguramente, también lograría obtener cierta información importante para la misión que se le había encomendado. Sólo tenía que llegar aunque por desgracia, empezaba a dudar de que ese día llegase. Al menos dudaba de que llegase pronto.

Valle de las colinas Kron, una semana desde la partida desde el campamento a las afueras de del Bosque Azul.

Llevaba muchos días caminando a solas. No sabía porque el comandante le había enviado en solitario a cumplir tan importante misión. ¿Y si quería simplemente deshacerse de él? ¿Habría visto en él una amenaza a su liderazgo? No lo creía posible, al fin y al cabo siempre le había tratado con el decoro debido y con un férreo respeto a la jerarquía. Aunque podía ser que simplemente hubiera interpretado lo más lógico, que Bane quería que su Herlado, viajara en solitario.

Aunque Vrock viajaba en soledad, era un hombre al que se le daba razonablemente bien seguir una dirección, pues su orientación no era mala, aunque tampoco era la mejor. Eso sin duda le estaba ayudando a avanzar sin demasiadas complicaciones. Sus dotes de supervivencia le habían proporcionado caza para saciar su hambre, agua para clamar su sed y refugio durante las noches cuando caía la serena y refrescaba bastante. 

Lo que si era cierto era que, marchar con aquella pesada armadura, aún estando acostumbrado a portarla a todas horas, se hacía muy, muy pesado y sus ampollados pies en carne viva, eran la viva imagen del dolor que estaba padeciendo. Aunque eso a Vrock, le traía sin cuidado. Acostumbrado de sobra estaba a sufrimiento y no iba a desfallecer por nada del mundo. Tenía una misión, un objetivo y no iba a defraudar a nadie, ni a Teldorn, ni a Bane y mucho menos a él mismo. Eso era algo que tenía más que claro.

Lo cierto era que no sabía exactamente que era lo que estaba buscando, pero si tenía clara una cosa, lo primero que debía hacer era llegar a un lugar mínimamente civilizado, descansar, comer bien, aprovisionares y sobre todo, reunir información de la zona, algo de lo que en esos momentos carecía por completo. Por suerte, aunque no se había cruzado con demasiada gente, con la poca que había hablado en su camino, le habían informado de que existía una villa en a confluencia de los tres reinos.

Hommlet era una villa pequeña, con una población escasa, pero tenía los servicios que necesitaba. Una posada, tiendas de suministros y seguramente, también lograría obtener cierta información importante para la misión que se le había encomendado. Sólo tenía que llegar y lo cierto era que estaba bastante seguro de que el momento de poner sus pies en una buena posada estaba próximo a llegar.

El sol inclemente por el día y el crudo frío por la noche ya estaban haciendo mella en su resistencia y aunque estaba acostumbrado a acampar a la intemperie, hacerlo con la armadura era otra cosa muy diferente. Pasaron los días en los cuales su mente empezaba a jugarle una mala pasada al hacerle dudar del capitán - siendo algo tan importante, ¿por qué mandarme a mi solamente? - sea como sea él tenía claro que debía continuar y cumplir las expectativas de su capitán y mucho más importante la de su Dios.

El cansancio acumulado, las llagas en sus pies y las ganas de una jarra de agua miel le hizo buscar algún asentamiento para pasar unos días en buenas condiciones, así que se dispuso a conseguir información a su manera. En la noche del séptimo día un gnomo con los años de toda una vida encima merodeaba algo lejos del camino principal, al parecer era mercader de hierbas  ya que llevaba en su espalda una cesta con diferentes plantas, no le resultó difícil derribarlo y amarrarlo a un árbol sujetándole con fuerza manos y pies, a los minutos despierta despavorido al darse cuenta cómo se encontraba, Vrock con una de sus garras empieza a cortarle el rostro sin siquiera pregúntale nada, disfrutaba del aroma característico que exhalaban los humanoides cuando el terror los abrumaba, sólo cuando su víctima entendió que era inevitable lo que estaba por ocurrirle empezó a preguntarle, el gnomo entre sollozos le contó todo lo qué quiso saber para que acabara rápido su sufrimiento, lo que no sabía era que apenas estaba empezando. Midiendo su fuerza para matarle o dejarle inconsciente le fracturó una a una las costillas, una vez terminado con su garra le hizo un círculo en el abdomen en donde clavó ligeramente sus cinco garras, era su marca característica y hacia alusión al símbolo de su dios, lo mira a lo ojos y le dice - siéntete afortunado, no muchos tienen el privilegio de dar su vida para el agrado de mi dios - con sus manos ensangrentadas pasa dos de sus dedos por sus ojos cerrados y los desliza hasta llegar al mentón y dice - Bane mi señor y protector, tú siervo te ofrece esta vida para enaltecer tu sagrado nombre. Todos te temerán, venerarán y respetarán de lo contrario no tendrán una muerte no tan piadosa cómo está - sus palabra carecían de sarcasmo o burla, lo decía muy en serio pese a la brutalidad de la escena, juntando sus manos pero al revés, clava sus garras con fuerza rompiendo el esternón y después jalando con fuerza hacia afuera le abre el pecho pecho en dos, los gritos de dolor eran música para sus oídos llegando hasta el punto de la excitación, la vida de la pobre criatura se iba apagando y Vrock se quedaba ensimismado viendo como cerraba los ojos, pero antes que exhalara su último aliento le arrancó el corazón y bebió la sangre caliente que derramaba este.

Con la luna de compañera avanzó en dirección a Hommlet, pese a estar muy cansado se encontraba con sus energías renovadas ya que hacía tiempo no le dedicaba un sacrificio a su señor, se sentía en paz consigo mismo, pleno, dichoso de ser bendecido por su dios. 

Al final, perdió de vista a Akona.

O bien decidió no seguirle, o bien lo hacía en la espesura. No sería la primera vez. En cualquier caso, tanto daba. Acheron caminaba una vez más sin rumbo fijo, sin objetivo concreto, a salvo de para el Maligno Narrador, que sabía a dónde conducían sus pesados pasos. Motivo por el cual, Acheron se sentía completamente despreocupado de su destino.

Y es que uno puede servir a Bayne el Destructor, a Gáragos el Señor de la Conquista y si uno se aplica puede incluso hacer las pases con todo el panteón, pero eso no enmascara una aterradora verdad: Si no estás en armonía con el Maligno Narrador, la fatalidad cae con ávidas alas sobre ti.

Acheron intuía este ominoso dato, oculto para todos los habitantes de Faerun menos para él, pues sus sueños, aunque indescifrables, sí que encerraban una inquietante verdad de la que el bárbaro era plenamente consciente: sus pasos no eran suyos, oh, no; sus pasos eran de alguien que le guiaba, incluso aunque el sendero que transitase, como era el caso, careciese de toda sombra de sentido racional.

Alguien movía los hilos.

Alguien mecía la cuna.

A Acheron le gustaría saber quién.

Y tener un saludable diálogo de hombre... a martillo.

Al cabo de una larga caminata, divisó una población. Trataría de descansar, confiando en que la travesía le hubiese agotado lo suficiente para conciliar el sueño. En todo caso, se pondría en marcha al amanecer. No sabría explicar por qué, pero algo parecía estar a punto de pasar.

¿Bueno? ¿Malo? Difícil de decir.

Pero, como había aprendido con el paso de los años, son muchos los problemas que encuentran rápida solución aplicando una violencia descarnada. Justo la especialidad de Acheron.

Había empezado a llover y las gotas repiqueteaban contra su armadura. El frío era también intenso y pronto iba a anochecer. Aquel cambio de tiempo repentino no era raro en aquella zona del mundo, aunque no por ello dejaba de ser molesto. El camino estaba embarrado y a medida que el aguacero iba bañando la llanura, se hacía más y más difícil seguir avanzando. 

Fuera como fuera, estaba allí por aquellas malditas pesadillas que se repetían una y otra vez en sus sueños, aunque, por suerte, desde que había partido en dirección Hommlet, habían cesado, lo que además de un alivio, era una confirmación de que su Dios patrón Gáragos, estaba contento con su decisión y lo más importante, estaba en la dirección correcta. Al menos esa era una buena noticia. 

Fue mientras estaba pensando en aquello y decidiendo si se detenía allí mismo a pasar la noche o buscaba un lugar mejor donde guarecerse del frío y de la lluvia cuando vio a alguien que avanzaba en su misma dirección. El camino por el que estaba avanzando se unía a otro unos cuantos cientos de metros más adelante y desde el otro camino se acercaba una figura acorazada que bien podría ser su doble.

¿Qué posibilidades había de que dos guerreros acorazados se encontraran en un cruce de caminos hacia una villa tan pequeña y sin importancia? Dos solitarios soldados enfundados en relucientes y oscuras armaduras, allí, en aquella carretera y a pocos metros de un puente. Inequívocamente se cruzarían dentro de pocos minutos, sino menos, pero... tampoco tenían porqué cruzar una sola palabra pese a ir en la misma dirección. ¿O si?

Había empezado a llover y las gotas repiqueteaban contra su armadura. El frío era también intenso y pronto iba a anochecer. Aquel cambio de tiempo repentino no era raro en aquella zona del mundo, aunque no por ello dejaba de ser molesto. El camino estaba embarrado y a medida que el aguacero iba bañando la llanura, se hacía más y más difícil seguir avanzando. 

Fuera como fuera, estaba allí por aquellas malditas pesadillas que se repetían una y otra vez en sus sueños, aunque, por suerte, desde que había partido en dirección Hommlet, habían cesado, lo que además de un alivio, era una confirmación de que su Dios patrón Bane, estaba contento con su decisión y lo más importante, estaba en la dirección correcta. Al menos esa era una buena noticia. 

Fue mientras estaba pensando en aquello y decidiendo si se detenía allí mismo a pasar la noche o buscaba un lugar mejor donde guarecerse del frío y de la lluvia cuando vio a alguien que avanzaba en su misma dirección. El camino por el que estaba avanzando se unía a otro unos cuantos cientos de metros más adelante y desde el otro camino se acercaba una figura acorazada que bien podría ser su doble.

¿Qué posibilidades había de que dos guerreros acorazados se encontraran en un cruce de caminos hacia una villa tan pequeña y sin importancia? Dos solitarios soldados enfundados en relucientes y oscuras armaduras, allí, en aquella carretera y a pocos metros de un puente. Inequívocamente se cruzarían dentro de pocos minutos, sino menos, pero... tampoco tenían porqué cruzar una sola palabra pese a ir en la misma dirección. ¿O si?

Lo que había empezado como un simple rocío se fue convirtiendo en una lluvia insecable, cayendo sin clemencia hasta donde alcanzaba la vista. El lodo entrando en su botas, la sangre seca retomando su liquidez desapareciendo así de su rostro y manos, el tintineo de las gotas colapsando contra su armadura y el marchitamiento del sol dando paso a una luna tapada por las nubes, era el previo aviso de una noche larga y agobiante como los días de hambre.

Con paso lento y firme avanza arrastrando lodo y grava pero aliviado aliviado, pese a la lluvia, por sentir que al fin iba en la dirección designada, las desaparición de esas malditas pesadillas debían ser una señal de su dios y su forma de hacerle saber a Vrock que debía continuar por dicho camino.

En medio de su divagación entre buscar refugio de la lluvia o continuar avanzando, se percata de una figura acorazada que se encontraba a unos cientos de metros y que avanzaba hacia su mismo destino, los dos caminos coincidían en uno mas grande que llegaba hasta Hommlet. - ¿Algún centinela de la villa? - pensó pero negó casi al mismo tiempo puesto que era una villa demasiado pequeña y sin importancia como para tener centinelas tan lejos de esta, - ha de ser algún mercenario pero ¿qué estará buscando en Hommlet o vendrá solo de paso? - esta y muchas más preguntas se aglutinaban en su mente sin ofrecer alguna respuesta que lo complaciese, se dio cuenta que no tenía mayor importancia seguir pensando en ello ya que en pocos minutos lo tendría cara a cara y podría discernir si acabar con su vida o no.

Ajusta bien su casco a su armadura, a simple vista se notaba que no era como cualquier otra, parecía más una pieza de relojería andante que otra cosa; con cada paso que daba se movían y giraban múltiples engranajes de todo tipo, cosa que daba la impresión de una autonomía independiente de la de su portador, pero solo era un efecto visual, lo que si se podía afirmar era que pesaba y era mucho más incomoda que una full plate. 

Aquel al que llamaban el Asolador, un hombre de constitución hercúlea y considerable altura, detuvo un instante su avance para contemplar con detenimiento la figura metálica que con rechinante caminar se aproximaba hacia él en la bifurcación.

Con el rostro oculto tras un siniestro yelmo decorado con una cuchilla con forma de media luna, el colosal guerrero lucía los atavíos propios de un peligroso asaltante de las llanuras. Su armadura era escasa en comparación con la del extraño individuo que le salía al paso. Su pecho estaba cubierto por una coraza que dejaba descubiertos sus musculosos y cetrinos brazos. Sus piernas estaban protegidas por unas grebas, que abrazaban con acero sus tobillos y muslos. Finalmente, una lúgubre capa negra, ondeante por efecto de la brisa nocturna, se agitaba a su espalda otorgándole un aura sobrenatural, fantasmagórica incluso.

Dejó caer el cabezal de acero negro de su pesado martillo al suelo al tiempo que apoyaba sus manos en la empuñadura. Si se trataba de una advertencia, no consideró necesario especificarlo.

Ahí permaneció, inmutable, unos instantes. 

Observante.

Recordó un consejo del viejo. No supo por qué, pero le pareció adecuado compartirlo con el desconocido.

-Más te vale lavar tu armadura. Y rápido. De lo contrario, esa sangre la oxidará-, dijo al fin, al tiempo que una vaharada de vapor escapaba de sus labios agrietados.

Su voz resonó gravísima, como emergida del interior de una caverna cuyo interior estuviese recubierto con papel de lija.

No sonreía.

Ni siquiera se apreciaba una sombra de sarcasmo en su forma de hablar.

-¿Camino de Hommlet?-, inquirió el lúgubre titán sin alterar una pizca su pose.

No dejaba de observar aquel amasijo de metal andante.

Aquel imponente guerrero deja caer su pesado martillo para apoyarse sobre el, salpicando así agua y lodo por doquier, quedándose quieto en aquella bifurcación a la espera del pequeño (a comparación con el guerrero) caballero acorazado.

Le tomo menos de un minuto llegar hasta él deteniendo su andar a escasos cinco pies de este, varias cosas hicieron que Vrock bajara la guardia empezando por al hecho que lo esperara con su martillo en tierra, por su apariencia pudo deducir que no se tratara de un servidor del bien, pero lo que más lo tranquilizó (por así decirlo) fue su comentario por la sangre en su armadura, no le pregunto a quien pertenecía y no parecía importarle, tampoco esquivo el tema, ni se alteró o se puso a la defensiva.

A lo mejor no era casualidad haberse encontrado con ese guerrero de camino a Hommlet y ya que no parecía tener intención de atacarle le contesta - la lluvia ya está encargándose de las manchas - no sabía si era cierto lo que decía puesto que su subordinado era el que se encargaba de asearla y demás, es más ni siquiera sabía si era una broma de mal gusto o sarcasmo porque no lograba verle bien el rostro gracias al yelmo que portaba.

Lo observaba de arriba abajo sin lograr determinar qué tan fuerte era así que de momento prefiero seguir la conversación y evitar un enfrentamiento innecesario - si voy camino a esa villa, es raro encontrarse a alguien de tu porte deambulando por este sendero - le continuó hablando pero sin detener el paso, si resultaba ser alguien con los principios y creencias parecidas a las de él, podría convertirse en un aliado potencial, - ¿acaso eres un mercenario o asesino a sueldo? - tal vez fue por confianza o por su buen juicio, pero continuó hablándole ya dándole la espalda, no tenía intención de detenerse a tener una charla bajo la lluvia cuando seguramente él también iría de camino a Hommlet.

En Capítulos anteriores...

@Vrock - si voy camino a esa villa, es raro encontrarse a alguien de tu porte deambulando por este sendero -

-No menos raro que encontrar un amasijo de metal caminando bajo la lluvia-, replicó el titán manteniendo su tono neutro. Sus ojos parecieron destellar con un efímero fulgor rojizo.

-El oro no justifica mis actos. Así pues, ni soy mercenario ni asesino a sueldo. De momento, puedes permanecer tranquilo porque no he venido a cobrarme tu cabeza... A menos que así lo desees. Sé, además, que no vienes siguiéndome...-, aclaró a su acorazado interlocutor introduciendo un sutil y enigmático giro a la conversación. -Un tipo como tú no es difícil de olvidar... Y menos lo será con su llamativa armadura regada de sangre ajena-, sentenció el gigante de piel cetrina, cuestionando el juicio del armazón andante.

-Por estos lares no gustan los alborotadores. De igual modo, los forasteros son vistos con recelo. Especialmente los tipos como tú... O como yo-, concedió ante la evidencia de que si uno solo de ellos ya era intimidante, ambos podrían pasar por cobradores de deudas para algún usurero. -No deseo llamar la atención. No demasiado, al menos. Así que dime, desconocido... ¿Tienes nombre? Y en caso de que quieras compartirlo, ¿Qué encamina tus pasos hacia esa villa?-.

Alzó el martillo como si fuese una hoja mecida por una corriente de viento ululante y lo depositó sobre su hombrera espinada, aguardando una respuesta mientras la lluvia rebotaba con un metálico eco en su aterrador yelmo.

No preguntó si se hallaba ante un mercenario o un asesino.

Habría sido una pregunta retórica.

El sabía que atraía las miradas aunque por lo general nunca se demoraba mucho en lugares concurridos con muchos humanoides, a menos que su presa se encontrarse en este. Detiene su andar al ver que su interlocutor le continuó hablando pero sin mover un solo ápice de su colosal cuerpo, gira su tronco levemente detallándolo más detenidamente, era cierto lo que decía - llamaremos mucho la atención - afirma mentalmente sin saber si eso le convendría o no.

Con su tono característico entre gutural y gruñidos le contesta - me llamo Vrock - sentenció a secas, era un ser de pocas palabras y poco sentido común, - mi Dios me envió a estas tierras pero aún no se bien que estoy buscando - el musculoso guerrero parecía tener muchas preguntas y un tanto conversador, cosa a la que no estaba acostumbrado ya que él era más de recibir órdenes o darlas, dependiendo de con quien de la orden estuviese hablando.

Viendo que no pretendía moverse le dijo - aunque no se que busco me urge llegar hasta allá, así que bien puedes acompañarme o esperar acá bajo la lluvia - suponía  que iba en la misma dirección que él porque entre otras cosas el destino más próximo de ese camino era Hommlet, después continuó avanzando mientras seguía hablando - y si vas conmigo, ¿cómo he de llamarte? -.

Su mente aún estaba dudando si buscar refugio o continuar avanzando, pero lo que si estaba seguro era que en aquella bifurcación no encontraría lo uno ni lo otro. La lluvia y la noche avanzaban sin cuartel dejando muy poco margen para pensar en que hacer.

El Asolador entornó sus ojos, curioso ante la mención del extraño a su deidad.

¿Casualidad...?

-Acheron-, replicó el bárbaro, el retumbar del trueno acompañando su voz. Al parecer, estaba satisfecho con las respuestas del enano acorazado a juzgar por su regreso a su conversación lacónica.

El Martillo Negro alzó la mirada al cielo, recibiendo la fría y húmeda caricia de la lluvia en su rostro cetrino.

Rio. Era una risa sombría y de todo punto anticlimática. Rio con ganas, como hacía tiempo que no hacía.

¿Qué le había hecho reír con tal intensidad?

Al fin, encaró al que se hacía llamar Vrock.

-Esta noche los dioses tienen un retorcido sentido del humor...-, comentó para sí mismo. -De acuerdo. En marcha-.

La lluvia caía de forma incesante sobre sus cabezas. El camino estaba embarrado y avanzar se complicaba por momentos. De hecho, la cortina de agua que caía desde el cielo, borraba el horizonte a pocos metros de distancia por delante de sus narices. Eso no les amedrentó y siguieron caminando, pues tampoco habían encontrado un solo lugar donde refugiarse. Ni sola granja, construcción o una malita cueva donde cobijarse de aquel aguacero. 

El camino les llevó hasta un torrente con un curso de agua procedente de las montañas. Discurría con una bastante fuerza, aunque nada que no se pudiera pasar a nada. Claro estaba que cruzarlo con aquellas pesadas armaduras era un suicidio. Pero ese no iba a ser problema, pues un precioso puente lo sorteaba de lado a lado. Cruzar sobre el mismo parecía cosa fácil.

No sabía que había provocado aquella risa desmedida pero un esbozo de sonrisa complaciente se dibuja en su rostro peludo y mojado - si que lo tienen - murmura casi que para si mismo recordando cómo su dios le comunicaba las cosa por medio de pesadillas.

¿acaso no era más fácil explicarle las cosas?

Bueno a todas estas era Bane y seguramente sentía placer al torturar hasta a sus propios seguidores.

Avanzaban en una marcha marcial con sus botas enlodadas, en una noche entrada en horas, luchando contra el frío que helaba hasta los huesos, pese a eso no le costaba seguir caminado el tiempo que fuese necesario ya que para empezar no necesitaba dormir y podía cazar algo de camino, mira de reojo a su acompañante y al ver que no aminora el paso decide continuar, - ¿qué te hace ir a Hommlet? - le dice con algo de curiosidad. Entre tanto un acaudalado torrente de agua les irrumpía el paso y de no ser por aquel puente estarían en graves aprietos, la oscuridad no era un problema para la aguda vista de Vrock quien ve con detalle cada tramo del puente.

Acheron se tomó un instante en dar respuesta al interrogante de su inesperado compañero de viaje.

-¿Has pensado alguna vez que no eres dueño de tus propios pasos?-, inquirió el bárbaro deteniendo la vista en el puente, deleitándose en el murmullo del río. Nacido salvaje, apreciaba los sonidos de la naturaleza más que las voces de sus propios congéneres.

Al cabo, el Asolador dedicó una tétrica mirada a Vrock, ese ser de hojalata que había aparecido de la nada con evidentes signos de haber extinguido un brote psicótico gracias a algún infeliz.

-No sé por qué voy hacia Hommlet. Solo sé que debía ponerme en marcha, dejar atrás el pasado. No sé cómo ni por qué, pero se avecina un cambio. Puedo sentirlo-.

Vrock detectó algo bajo el puente. Un ser que acechaba oculto y tratando de no ser visto. Se trataba de una criatura que estaba parcialmente dentro del río. Un ser monstruoso, que parecía ser un crustáceo, pero de gran tamaño.  Era obvio que Acheron no se había percatado de ello, pero de lo que si se percató fue que su compañero miraba fijamente debajo del puente y entonces, el también se fijó. 

Se trataba de un ser acuático, similar a un gran insecto acorazado. Tenía unas garras enormes como las de una langosta. Su rostro era también similar a uno crustáceo. Unos ojos pequeños y oscuros que se fijaban en ellos hambrientos. Unos largos tentáculos que se retorcían de forma excitada, colgaban de sus fauces que se abrían y cerraban mientras la criatura emergía del agua.