Partida Rol por web

Aquel gnoll y sus gritos me sacaban de quicio y opté por acabar o intentar acabar con él cuanto antes, pues la herida que me hizo el otro malnacido con su lanza me dolía horrores. La verdad era que no me apetecía morir desangrada por meterme en un sitio que ni me iba ni me venía.

La misión de Mitil se había cumplido. No sé porqué tuve que seguir al paladín y sus locuras...

Pero ahí estaba, con aquella herida en mi costado y asestándole un buen golpe al gnoll, esperando que fuese el definitivo.

La gigantesca osa, sumida en su ímpetu depredador sobre el sarnso Gnoll que tanto dolor le había infligido con su apestoso acero.

Tras gruñir con tal intensidad que hizo vibrar toda la estancia, volvió a sutuarse sobre sus patas traseras y descargó un potente zarpazo desprovisto de piedad alguna, con la clara intención de sesgra la vida de aquella miserable criatura.

Desde la distancia, aún convertido en un gran murciélago, su maestro y dueño observaba el devenir del combate, dispuesto a intervenir en cualquier momento de ser realmente necesario.

Akta se deshizo finalmente del molesto y resistente gnoll de sarnoso. Su golpe acabó con su vida ayudado por un tajo fantasmal de su espada espiritual. Aquel ser se desplomó sobre el frío suelo del templo y lo hizo con un angustioso gruñido que finalizó con un estertor cundo finalmente dejó de respirar.

No obstante, aquel ser había logrado su objetivo al alzar la voz. Había estado pidiendo refuerzos y finalmente llegaron. Seis enormes y musculosas criaturas de más de siete pies de alto llegaron a la carrera, capitaneados por una de ellas cuyo pelaje era rojizo y que parecía estar dando instrucciones al resto. El pelaje de estos seres era de apariencia áspera y sus bocas estaban plagadas de afilados colmillos. El rostro de estas criaturas recordaba al de un oso.

Fue entonces cuando Redrick se decidió finalmente a disparar su ballesta y el proyectil salió disparado hacia uno de los recién llegados. Impactó en su pantorrilla abriendo una pequeña brecha, pero nada demasiado molesto o incapacitante para el combate.

- ¡Tienen que estar más juntos para que mi magia sea efectiva! - Gritó en voz alta.

El oso convocado, habiéndose librado de su primera presa simplemente se lanzó al trote contra el Gnoll acorazado, lanzando un zarpazo poderoso pero poco certero.

Por su parte Ruru, buscando una buena posición, revoloteó sonóramente hasta una viga que estaba justo encima de él, colgándose boca a bajo con sus patas .

Desde allí, frunciendo su murcielagoso ceño lanzó un chillido cargado de magia, el cual desembocó en que las comisuras de las piedras del pavimento empezasen a brillar con una luz azulada, la cual dibujó  un círculo que se extendió desde el fondo de la habitación  hasta los pies del Gnoll acorazado, preludio inmediato de que estas empezasen primero a vibrar, para luego empezar a temblar con fuerza, impidiendo el mantener el pie fierme a los que se encontraban sobre el área afectada.

El suelo bajo los pies de aquellas criaturas híbridas se empezó a mover debido al conjuro que el druida acababa de lanzar. El suelo se empezó a deformar y los adoquines se crujieron y saltaron de su posición inicial haciendo que mantenerse erguido en aquella zona fuera una misión bastante complicada. Por fortuna para estas criaturas, sólo uno de los osgos cayó al suelo e incluso el oso negro y el gnoll acorazado, pudieron seguir en pie.

Fue entonces cuando el último de los gnolls en liza, dio un paso atrás y asestó dos lanzadas contra Questin Himmble, alcanzándole dolorosamente con la primera y fallando por poco la segunda. El mediano, gruñó dolorido y miró desafiante al gnoll a quien le juró venganza con la mirada.

Ahora que casi habíamos conseguido acabar con los hombres-hiena, aparecen un montón de feos osgos para asegurarse de que no se nos acabe la diversión.

A mí me parece estupendo porque tengo todo el tiempo del mundo y he desayunado bien esta mañana, pero no sé si a los demás les hará la misma gracia y cuántos osos puede sacar todavía el viejo gnomo de su chistera.

La aparición de los osgos cambia el panorama del combate y pese a que podría llegar al último gnoll, para salir de este y enfocarse en los nuevos enemigos, decide esperar ya que el suelo de dónde venían los osgos empezó a moverse, como un terremoto focalizado.

Se queda justo ahí donde se encontraba y espera a ver cómo se iba desenvolviendo el combate.

- ¡Auuch! - Exclamó el osgo al que alcanzó el rayo lanzado por Glÿn a la vez que lanzaba un respingo. Para desesperación del pixi oscuro, no pareció que si conjuro llegara a causarle más que una leve, pero molesta quemadura.

Mientras tanto, Questin al ver que el suelo se movía, se lo pensó dos veces antes de adentrarse en una zona en la que Dávila podía acabar con el culo sobre el suelo. Dejó caer si espada, sacó una honda, cargó una bala hondeó en alto y lanzó el pedrusco contra el cabeza del gnoll que seguía amenazándole con la lanza. 

No cayó en la cuenta de ello, por lo que se llevó una nueva lanzada que se coló entre las rendijas de su armadura penetrando en su piel de forma dolorosa.

- ¡Te voy a rajar el alma! - Le amenazó el mediano visiblemente enfadado.

La situación requería de una nueva táctica. Con los gnolls fuera de combate, la aparición de los osgos añadía una nueva dificultad, pues  eran enormes y el conjuro de Ruru no solo les dificultaba a ellos avanzar, sino también a nosotros. Así que saqué de nuevo el arco y apunté con cuidado.

Ahora el objetivo era acabar con ellos a distancia, lejos del conjuro y también de sus armas.

Seguramente no tardarían demasiado en ponerse en movimiento, por lo que me convenía ser rápida y lograr disparos certeros. Disparé así mi primera flecha y me apresuré a coger otra y continuar disparando, una detrás de otra.

¡El templo y sus habitantes sin duda estaban malditos! Primero, las plantas cobraban vida y apresaban a amigos y enemigos por igual. Obviamente no a él y su divina hechura paldinesca.

Y ahora, ante la llegada de otros seres diferentes a los gnolls pero que a juzgar por su aspecto debían ser igual de malvados, resultaba que el suelo se movía con vida propia y las baldosas saltaban casi a sus pies.

Pero por si no fuera suficiente, el gnoll acorazado retrocedía manteniendo el equilibrio y lanceando con gran tino al asilvestrado enano lampiño que era Questin.

— ¡Pero Questin! ¡Deja de ladrar y retrocede con esos pies peludos que tienes, que te lancean! ¡Mi ballesta! ¿Dónde está mi ballesta? — dijo buscando de pronto, recordando que la había dejado caer en las cajas de atrás. Demonios, debía ser más cuidadoso con sus cosas.

Con los gnolls casi acabados, aparecieron los refuerzos, pero esta vez teníamos algo de ventaja. El druida hizo temblar la tierra y frenar su avance, eso me dio tiempo a preparar y lanzar el conjuro divino con el cual el arco de Lerissa ganaría algo más de poder.

Susurré las palabras invocando el poder de Seyran sobre el arco de mi compañera, para poder así sacar un poco más de ventaja en todo aquello mientras se acercaban.

Luego me di la vuelta y me agaché un poco en lo alto de la mesa. La herida de mi costado gritó en mi cuerpo. - Coged la mía mi buen paladín. Ya buscaremos la vuestra luego.

Al agacharme vi como mi armadura estaba teñida de sangre y pensé en si llegaría a volver a ver a mi amado o no después de aquello. - No debimos venir, se lo avisé... la misión había concluído... pero no... había que investigar lo que Mitil no nos pidió...

Viendo que los enemigos se encontraban con ciertas dificultades para avanzar hacia ellos, los asaltantes decidieron seguir combatiendo a distancia siguiendo el ejemplo del mediano. 

Crodos dejó su arma a mano, mientras se hacía con la ballesta de Akta, la cual portaba ya cargada y lista para disparar. El paladín apuntó y fue entonces cuando sintió como el asta ensangrentada se incrustó en su coraza agujereandola y clavándose en su abdomen de forma dolorosa.

No obstante, aquella dolorosa herida provocó que Crodos cerrara los puños y por ello apretó el disparador de la ballesta. El virote salió silbando hasta impactar contra el cuello del gnoll. El proyectil se quedó alojado en su garganta y el gnoll dejó caer su lanza mientras sus ojos se llenaban de sangre. En ese mismo momento el arma espiritual de Akta acabó con su sufrimiento tras asestarle un nuevo tajo que la abrió el vientre de lado a lado. El gnoll cayó al suelo inconsciente. 

Mientras eso sucedía, Lerissa ya estaba armada con su arco. Apuntó a uno de los pagos, el que tenía justo delante de ella y disparó. Su flecha impactó contra el hombro de la criatura, y si bien no le incapacitó para el combate, si que le causó una buena herida. 

Tan solo el osgo del pelaje rojo y uno de sus subordinados lograron mantenerse en pie, pues el resto ya se encontraban tirados en el suelo, algunos panza arriba, otros de espaldas y otros sentados sin conseguir ponerse en pie debido a aquellos juguetones adoquines malditos. No obstante, aquel terreno difícil, dificultó el avance de ambos osgos. Uno de ellos logró salir del área afectada por el conjuro lanzado por Ruru y se colocó frente a Lerissa Y Krath-Tk dispuesto a plantar combate, en cambio el osgo del pelaje rojo, ni tan solo tuvo tiempo de escapar de la trampa.

Mientras eso sucedía, Redrick alzó la mano y apuntó hacia uno de los osgos. Sonreía pues lo que tenía preparado sin duda le iba a chamuscar el culo cuanto menos. 

- ¡Mi bruligos vian azenon! - Alzó la voz y cuando parecía que algo increíble podía suceder, de la punta de su dedo índice, salió un hilo de humo que se esparció en el ambiente y nada más.

- Mierda... qué ridículo... - Murmuró.

El intenso dolor de la sucia lanza abriéndose paso en su armadura y abdomen bien torneado fue como la visita de un viejo conocido. ¡Ah, cuánto hacía que no le habían herido en combate! Ni siquiera en la escaramuza de Encrucijada Vieja habían dañado su santa piel, aunque sí su orgullo.

Pero esta gesta, que ya se había mostrado como digna de verter su sangre, era mucho más extraordinaria. Apretó los dientes. Peores heridas había sufrido. Accionó la palanca de la ballesta de la sacerdotisa, acabando con tan formidable enemigo de un certero virotazo.

— ¡Ajá! ¡La justicia se ha hecho, Xaod ha sido vengado! — exclamó triunfal alzando la ballesta — ¡La victoria será nuestra, amigos! ¡Hasta el final!

De los seis osgos tan solo uno llegó hasta donde ellos, aquel conjuro del druida sin duda alguna había girado las tornas a su favor, no como el patético de Redrick que solo echaba humo por sus dedos, de tener tiempo se habria burlado del ridículo que había hecho.

Krath-tk no sabía que tan fuertes podrían llegar a ser aquellas bestias, así que sin pensarlo dos veces atacó con todo lo que tenía al primero que tuvo a su alcance.

La mantis ensarta sus cuatro garras casi que al mismo tiempo contra el desprevenido osgo, una a una entraban perforando la dura piel de su enemigo pero, salían desgarrando y quemando dejando un cráter chamuscado por dónde emanaba a borbotones la sangre de su enemigo, no satisfecho aún con esto, apunta sus colmillos en la yugular del osgo sin embargo por suerte para este no logra su cometido, por lo que termina mordiendo y arrancando un bocado cerca del cuello.

Por cada golpe que asestaba, una pequeña porción de la vitalidad de su enemigo abandonaba su cuerpo, para llegar donde el sr. Pinckles cerrando así poco a poco la herida sufrida por aquella gnoll que yacía muerto.

Krath-Tk se abalanzó sobre el osgo en una tormenta de violen sin parangón. Trozos de pelo, sangre y vísceras volaron por doquier, mientras el insectoide desgarraba sin piedad a aquel ser desgraciado que gritaba de pavor y dolor extremo. En pocos segundos acabó su sufrimiento cuando se desparramó en el suelo sin vida.

El inooportuno temblor de tierra tiene de lo más entretenidos a los osgos, impidiéndolos avanzar hacia mis compañeros pero convirtiéndolos también en blancos difíciles de apuntar. No hacen más que surfear sobre la roca, perder el equilibro, recuperar la verticalidad... Así es muy complicado que mis mortales rayos consigan impactar en ninguno de ellos.

Ruru miró al osgo rojo, era el que más cerca se encontraba y además, el que más peligroso parecía. Realizó unos pases con sus diminutas manos de murciélago, mientras recitaba unos extraños chillidos. De forma inmediata, el osgo sintió un frío repentino, aunque nada que le detuviera en su intención de acabar con sus enemigos.

La terrible osa de Ruru avanzó parsimoniosa hacia el oso que su amo había intentado congelar sin demasiado éxito. No tuvo demasiados problemas en llegar hasta él pese a los adoquines traviesos que se movían arriba y abajo y cuando fue a golpear con su garra, esta vez sí resbaló cayendo al suelo.

El oso negro convocado por Ruru tuvo una suerte similar, aunque en su caso, ni tan solo logró moverse de donde se encontraba. Ese combate estaba siendo desastroso para los úrsidos.

Questin Himmble se acercó también hasta el osgo de pelaje rojo, logró evitar caer pese a que el firme se movía bajos sus pies. Sin embargo, cuando fue a lanzar su ataque, falló de forma evidente.

- ¡Maldición! - Exclamó al ver que perdía la iniciativa en el combate.

Mientras eso sucedía, Glÿnmaer se golpeó contra el techo de la estancia, pues no había calculado bien su vuelo. Lo cierto es que se quedó un momento algo mareado, pero no fue nada grave, por suerte.