Partida Rol por web

Taberna de Sam

Washington D.C

10:31 a.m
 

El bar estaba ligeramente cambiado. Para empezar no solía estar tan concurrido por las mañanas y menos contar con un par de decenas de sujetadores como parte de la decoración. Reconociste a Luck, un viejo policía retirado, hablando con un par de viejos amigos mientras tomaban café sentados en la barra. Uno de ellos había sido bombero en su juventud y el otro conductor de ambulancias.

Al fondo una pareja que pasaba los treinta coqueteaba y hacía manitas, se les veía un poco inseguros, puede que desesperados por encontrar esa pareja ideal que la presión social y familiar te obliga a tener. Al fondo un grupo de cuatro personas parecia estar celebrando algo.

Viste una camarera nueva, te costo reconocer a la hija de Sam en la preciosa mujer en la que se había convertido en los últimos cinco años.

La zona de los billares estaba mucho más tranquila. Un par de mujeres jugaban mientras Sam recogía en una bandeja varios vasos vacíos de una mesa.

No sabía si hacía lo correcto, pero tenía claro que no podía estar en la casa perdiendo el tiempo mientras los demás decidían qué hacer. Además, aún no había decidido si quería seguir con todo aquello o si quería trabajar con un grupo de superhéroes como aquel. Ya lo había hecho en el pasado, sí, pero ahora no estaba Shepard, y Max había demostrado que no tenía una correa suficientemente fuerte como para tenerlos atados a todos. 

Inspiró profundamente para llenarse los pulmones de aquel aroma tan familiar que le trajo recuerdos de tiempos más sencillos y observó alrededor. Ir directamente a por Sam no era la mejor forma de afrontar todo aquello - aunque no tenía muy claro de cómo lo iba a hacer - y aún no estaba muy seguro de si estaba metido en el ajo de empresa-internacional-con-ejército-de-mutantes en que se había visto envuelto. Así que primero vería si le reconocían, y luego, improvisaría. Eso se le daba bien.

Se acercó a la barra, se sentó en uno de esos incómodos taburetes con pequeño respaldo donde dejar la chaqueta y alzó un dedo a la joven - aunque ya no lo era tanto - Dayana. ¿Quién de entre ellos habría sido quien se la llevó a la cama?

Dayana se acerco con mil cosas en la cabeza, estaba mirando por debajo de la barra, buscando algo mientras te hablaba.

- Bienvenido a la taberna de Sam, soy Dayana, su camarera. ¿Que quiere...¡Oh, santo cielo!.- exclamo entre dientes al verte y reconocerte, se puso pálida. Miro a todos lados, seguramente buscando al resto del grupo.

- ¿Que haces aqui, Edgar?¿Es que quieres que te maten?.- te susurro acercandote un periódico. Tu cara salia en la portada, junto con la de varios de tus compañeros.- Tapate la cara con esto, cuando no mire nadie metete en el almacén.- te ordeno la muchacha.

- Claro señor, un café bien cargado, marchando.- dijo en voz alta como si te estuviera atendiendo a un cliente mas. En ese momento sono la musica del avance informativo y alguien pidió que se subiera la voz del televisor.

- Me cago en la mierda - dijo, metiendo la nariz en el periódico. Esa gentuza de WRG había hecho su trabajo a conciencia. Lo de John no le sorprendió - él mismo ya había vaticinado lo que iba a suceder - pero no sabía que podían inventarse algo tan grave con él y Simon, si es que lo de éste último era mentira. Las buenas noticias eran que James seguía vivo y en buen estado de salud. ¿Cómo podrían contactar con él?

Aprovechando el revuelo que habían ocasionado las noticias, se dirigió a paso rápido hacia el baño como si tuviera una urgencia y en el último momento giró hacia la puerta de madera con el cartel de Sólo Empleados. No era el mismo que tenían hace cinco años, pero la información era la misma. Giró el picaporte sin pensar en que estaría cerrada y se coló de un salto en el interior. Inmediatamente, cogió el arma que llevaba en la cintura y comprobó el seguro - no iba a disparar allí dentro, y no quería que se accionara el percutor en una refriega - para luego ponerse tras la puerta.

El almacén contaba con muy poco espacio para moverse, cajas, botellas... En el altillo viste asomar una caja de la cual sobresalian un cable con varias bombillitas pequeñas, luces de la decoración navideña que aun no se habían colocado.

Te preparaste por lo que pudiera suceder. Desde allí dentro oíste como el viejo Policía se quejaba de que tanto criminal se les hubiera escapado en las narices y comentaba que en sus tiempos eso no habría pasado. Decía convencido que la policía actual era un escandalo y un nido ineptos o corruptos.

En unos minutos alguien giro el pomo lentamente y abrió la puerta diciendo.- Dayana, voy a comprobar los albaranes, avísame si me necesitas.

El hombre entro en el almacén ignorando que fueras armado y cerro la puerta tras el.- Bien, nadie te ha visto entrar y voy a ayudarte a salir de aqui pero puedes explicarme ¿que cojones esta pasando?.- susurro.- Desaparecéis cinco años y de repente todos salis en las noticias, para guinda te presentas aqui como si no supieras que te están buscando.

Quizás es porque NO SÉ que me están buscando de esta forma tan desproporcionada, pensó en responderle, pero se quedó mirando a Sam sin saber bien qué decirle. Ahí estaba aquel hombre que tantas copas les había servido y tantas noches les había aguantado. Y ahora que lo tenía tan cerca, estaba completamente seguro de que su parecido con esos dos que le perseguían en el aeropuerto eran exactamente iguales. Se contuvo de sacar el arma y apuntarle a la cara con ella, se guardaría esa baza por ahora.

- Te veo bien, Sam - fue la única respuesta que pudo darle sin ser incisivo y cortante. Le había sentado muy mal lo que había visto en la televisión, pero aún había cosas que debía saber. Clavó sus ojos en los del camarero - Han pasado muchas cosas, pero he venido a hablar contigo. Como habrás visto, no tengo demasiado tiempo. Dime, ¿qué sabes de WRG?

Sam puso cara de no entender absolutamente nada.- ¿Que?¿WRG?...¿A que viene esa pregunta?.- Vio tu cara y se dio cuenta de que por algún motivo era importante para ti saber.

- WRG es una gran compañía, tiene muchas empresas pequeñas que le pertenecen... no se que quieres que te diga Edgar.- dijo pensando en algún detalle por ínfimo que fuera.- Cuando volví de la guerra pase una cuarentena junto con toda mi unidad en unas instalaciones de una de sus filiales. Dijeron que la zona donde habíamos estado tenia una infestación de no sé que mosquito que portaba una enfermedad rara. Pasamos mas de un mes en una planta estéril de un hospital, nos hicieron análisis y pruebas, nada fuera de lo común. Cuando se aseguraron que estábamos bien nos dejaron ir. Eso es todo lo que sé, Edgar y ahora dime que coño esta pasando porque estas empezando a comportarte como un enfermo mental y me estas asustando.

O Sam mentía de puta madre - y de eso Edgar sabía un rato - o le habían sacado muestras biológicas sin que él lo supiera. Eso simplificaba las cosas, al menos de momento. Podían seguir confiando en Sam. Podían tener un ancla que evitara que el barco de su vida se perdiera en la tormenta que se cernía sobre ellos. El español dejó escapar un largo suspiro y se sentó sobre una caja de madera que contenía vino. La cabeza le daba vueltas.

- Las cosas están jodidas, Sam - dijo, mirando al suelo. Sacó el arrugado paquete de cigarrillos que tenía en el bolsillo interior y sacó uno, no sin antes ofrecer otro al dueño del bar. Podría contarle todo, darle un sinnúmero de detalles sobre lo que era en realidad WRG y sus intentos de controlar el mundo entero. Pero Sam tenía una vida sencilla, un negocio que atender, una hija que vigilar y una jubilación que recibir con los brazos abiertos. Meterle en todo eso sería una putada de las gordas - Pero te diré que ahora mismo estar cerca de cualquiera de nosotros es una muy mala idea. Perdona por haber venido aquí. Ya me largo.

Se incorporó con el cigarrillo aún sin encender. Necesitaba aire fresco.

Sam te miro y asintió.- Si, están jodidas para todos, son malos tiempos, menos mal que aun nos quedan amigos.- Sam te sonrió.- ¿Tienes donde ir, donde quedarte?.- pregunto con interés.

No tuviste tiempo a responder, la puerta del bar literalmente exploto y varios hombres entraron dentro del local sobre sus motos.

- ¡Venimos a por Sam!.- grito uno de ellos.

Sam enseño los dientes.- ¡Mierda! ¿Ha que cojones han venido estos ahora?.- gruño estirando la mano y sacando de entre las cosas del almacen un bate polvoriento.- Quedate aquí, no te metas en mas problemas.- pidió saliendo del alamacen.

Conocía a esos tipos, por su reacción no era la primera vez que se cruzaba con ellos.

Así estaban las cosas, bien jodidas. Había acudido allí a por respuestas, y claro que las había recibido, pero la situación se había complicado de una forma exagerada. Si aprovechaba el tumulto para escapar, ni Sam, ni su hija, y por supuesto, él mismo, se lo perdonarían nunca. Pero si se involucraba en la pelea no tardaría en venir la policía, le detendrían y sería un blanco fácil para esa maldita corporación.

Con un suspiro, guardó nuevamente el cigarrillo sin encender y devolvió el paquete a su bolsillo interior. Tenía que desentumecer los músculos.

- Metiendome en más problemas de los que ahora necesito en tres… dos…  - dijo, corriendo tras Sam y golpeando con fuerza a uno de aquellos matones en pleno rostro - ¡Uno!

Sam te vio salir detrás de él y golpear al hombre que estaba mas cerca de la puerta del almacén.

 Era un tipo rubio que a pesar del frió invierno iba con el pecho al descubierto, con aspecto de haber pasado media vida en un gimnasio y otra media tiñéndose el pelo de un tono rubio que destacaba demasiado para ser natural.

 El puño de Edgar le impacto en plena cara y trastabillo, tropezó con su propia motocicleta y cayo de espaldas junto a esta.

Sam supo de inmediato que aquello no se resolvería por la vía diplomática, así que aprovechando la confusión del momento agarro un botellin de cerveza vació y lo exploto sobre la dura cabeza de un hombre negro, enorme y con cara de perro rabioso.

El negro se tambaleo ligeramente pero reacciono con rapidez, solto una patada al vientre de Sam que le dejo doblado sobre el suelo.

De detrás de la barra salio un niño a toda prisa, pese a que Dayana intento evitarlo. Era un niño rubio, de unos cinco años, que por alguna razón te recordo a Simon.

-¡No le peges a mi abuelo, TONTO!.- grito el pequeño levantando su pequeño puño contra aquel gigante de ebano.-¡Vete de aqui, eres malo, eres malo y TONTO!

Dayana corrió para apartar a su hijo de la pelea pero el tercer hombre la agarro por el pelo y tiro de ella colocandole una navaja en el cuello.

De los tres era el de musculos mas impresionantes, sobre trabajados hasta el punto que pensaste que le explotarian si hacia algun esfuerzo más.

- ¿Que tenemos aqui? Si es la zorrita hija del valiente soldadito.- murmuro jugando con el cuchillo en su garganta.

John llego a la puerta del bar, o mejor dicho, donde debía estar la puerta ya que tres motores la había echado a bajo y entrado con sus motos al interior.

Dentro se escucho jaleo y puñetazos mientras dos moteros mas se encontraban fuera, vigilando las inmediaciones para que nadie interrumpiera la que fuera que estaba pasando dentro.

No reconociste a la banda a la que debían pertenecer, todos eran musculosos y jovenes, como un anuncio de un gimnasio de moda.

Tanteo el revolver que había cogido de la armeria antes de salir y se acerco decidido a los custodios de la puerta.

- Buenas noches caballeros.- dijo con medio tono sarcastico.- ¿Podrian apartarse? Quiero entrar a ese bar.

Estaba deseando que le dijeran que no y se le pusieran chulitos para empezar a partirles la cara. Solo sacaria el arma si ellos lo hacian. Les meteria un tiro en una pierna o un brazo, intentaria no ser letal. Penso que el pobre Ruiseñor iba a tener mas de un dolor de cabeza, sobretodo si esperaba que mantuvieran un perfil bajo.
 

No se lo esperaban, pero estaba claro que iban a por todas. Esos moteros estaba acostumbrados a hacer y deshacer a su antojo. ¿Cómo había aguantado Sam todos estos años con gentuza así? ¿O era algo más reciente?

Algo se agitó dentro de Edgar cuando sus nudillos, curtidos a lo largo de los años, impactaron en el rostro del melenudo rubio y lo derribaron. Una descarga eléctrica, algo familiar. La excitación de la lucha, la adrenalina. Algo que no podía experimentar sirviendo copas o huyendo de clones malvados de la WRG. Antes siquiera de que el rubio hubiera tocado suelo, su rostro había girado en busca de otro objetivo, pero fue el nieto de Sam quien lo localizó. Así que Dayana tenía un hijo. La pregunta sobre quién era el padre pasó de largo en su mente. No era momento para pensar en ello.

Con un movimiento rápido, cogió una botella de cerveza y la lanzó contra el rostro del tipo con la intención de aturdirle y bombardearle a puñetazos desde cerca.

Edgar lanzo una botella que impacto en uno de sus enemigos. Los años de inactividad no habían logrado que su cuerpo olvidara el combate.

Una de las ventanas del bar exploto en pedazos cuando un cuerpo la atravesó. Un hombre con aspecto de motero quedo en el suelo dolorido y soltando lastimosos quejidos. Por el marco de la ventana, ya sin cristal, apareció John con el semblante serio.

Detrás de él, en mitad de la calle, visteis a otro hombre tirado en el suelo con una motocicleta sobre su espalda. Debía tratarse de miembros de la misma banda que estaban fuera vigilando.

En el interior se estaba llevando a cabo una pelea. Edgar intentaba contener a puñetazos a un hombre enorme mientras otro amenazaba a la camarera con un cuchillo en el cuello. Un niño pequeño se encontraba dentro del bar, intentando defender a la camarera mientras el resto de clientes se apelotonaban incrédulos a lo que veían, temiendo resultar heridos.

John se asomo por la ventana. Una buena pelea era justo lo que necesitaba. Esperaba que los de dentro fueran mejores luchando que los dos idiotas de la entrada.

- ¡Joder Edgar, montas una fiesta y no avisas!.- gruñio.

No le gusto que uno de ellos amenazara a la camarera. Le apunto con la pistola.- Como le hagas un rasguño vas a salir de aqui en una caja de pino.- aviso.- Sueltala, ahora.

El español no respondió a su compañero. Parecía estar centrado en el combate, como si fuera un boxeador compitiendo por el título mundial. No había terminado de golpear con la botella a uno de aquellos matones que se había girado para patear las costillas de otro que intentaba incorporarse tras su primer puñetazo. Sin embargo, cuando John apuntó con el arma a quien tenía a Dayana, se puso tenso, como si temiera que su compañera pudiera fallar. Lentamente, intentó buscar un punto ciego del matón para retorcerle el brazo.

El hombre que retenia a la camarera decidio soltarla empujandola contra Sam.

- Esta vez habeis ganado pero habra consecuencias.- dijo haciendo una seña a su hombres para que se retirasen. Miro a Sam y le amenazo diciendo.- El payaso sabra de esto y no le gustara, Sam. Teniamos un trato y lo has jodido todo.

  El hombre al que Edgar estaba golpeando emitio un gruñido animal. De algun lugar saco fuerzas para ver un resquicio en las defensas de Edgar y logro encajarle un par de bueno golpes, desaciendose de él.

- La proxima vez no tendras tanta suerte.- dijo jurando una permanente enemistad.

¿El payaso? ¿Qué clase de nombre de combate es ese? Edgar se quedó ahí en medio con el ceño fruncido, molesto por haber permitido que uno de esos matones de pacotilla hubiera podido encajarle un par de puñetazos. Se había vuelto demasiado lento. Inmediatamente se acercó a Dayana para comprobar si su estado de salud era bueno, y luego desvió la atención a su hijo. No se podría perdonar si hubiera salido lastimado durante la refriega.

- ¿Estáis todos bien? ¿Sam? - dijo en voz alta.

La chica asintió.- Estoy bien, gracias.

Abrazo al pequeño que lloraba por los nervios.

Sam levanto la mano mostrando un pulgar hacia arriba, aunque seguia doblado y casi no podía hablar por el tremendo golpe recibido.

Los asaltantes salieron del local y los clientes hicieron lo mismo unos segundos despues dejandoos solos en el bar.

Sam bajo la persiana, antes de volver a abrir tendria que limpiar cristales y recomponerse a si mismo.

- Son la nueva mafia local.- explico Dayana.- Han estado intentando estorsionarnos durante semanas, incluso amenzaron con llevarse a mi hijo de la guarderia. Mi padre hizo un trato con ellos, les dijo que les daria una parte de las ganancias pero últimamente el negocio no va como antes y su parte es cada vez menor.