Partida Rol por web

Otro día en la oficina.

Soportando el hilo musical que se suponia relajante y ayudaba a la concentración.

Los jefazos de arriba estaban ultimando una fusión con otra compañía que al parecer les haría mas competitivos pero por el momento solo habías visto el despido de varios compañeros. No eran nadie que te importara realmente pero su trabajo era ahora repartido entre el resto y las pilas de papel se amontonaban en cada mesa.

Aquello habría sido soportable de no ser por el maldito Abel. Un gilipollas de supervisor nuevo que quería imponer un nuevo modelo de trabajo, basado en la sumisión total de la plantilla. Su primera idea para mejorar el rendimiento había sido cambiar el modelo de los seguros de vida, convirtiendolos en una estafa sutilmente encubierta.

Te recordaba bastante a Norman.

La puerta se abrío de un empujón feroz y Abel entro en la oficina, de mal humor y dos horas tarde. Con una carpeta de papeles en la mano y en la otra un café humeante.

- ¡Godspeed, a mi despacho!.- Bramo sin dignarse siquiera a dirigirte la palabra.

Anne, la chica de las fotocopias, llevaba una pila de carpetas enorme en dirección al archivo. Abel pudo esquivarla pero decidió apartarla de su camino con un empujón. La mujer termino con las posaderas en el suelo y sus papeles tirados por todos lados. -¡Maldita inútil, mira por donde andas, estúpida, casi me tiras el café!.- espeto arrogante antes de entrar en su despacho, cerrando la puerta con un rotundo golpe.

Simon siguió con la mirada al puto engreído que era su nuevo supervisor. Si alguien miraba la expresión del rostro de Godspeed, habría quedado intranquilo. No obstante, reprimió lo que el corazón le decía, y se acercó a Anne. La ayudó a recoger varios de los papeles tirados por el suelo y, no queriendo demorarse más no fuese que ese cretino se lo echase en cara aún más de lo habitual, apoyó la mano sobre el hombro de la chica y le dedicó una media sonrisa de comprensión. Dejó que ella acabara de recoger el estropicio, mientras, con un suspiro, se dirigió al despacho de "el capullo", como llamaba en su mente a Abel.

- ¿Quería verme? -preguntó con educación, aunque no pudo evitar que el ceño fruncido permaneciese en su rostro.

Abel estaba sentado tras su escritorio. Lo habían traído para él desde muy lejos y costaba el equivalente al salario de la mitad de la plantilla de esa sección. Aquel capullo debía ser un experto besador de culos, o el sobrino de alguien.

El tipo te miro mascullando una mueca irónica.- ¡No, que va!¡ Solo te he llamado para ver si sabias tu nombre!

-¡Claro que quería verte, te he llamado yo, estúpido!.- termino por gritar. Saco un papel y te lo enseño.- Este es el informe del ultimo mes, estas admitiendo demasiadas reclamaciones ¿Quíen te crees que somos una jodida O.N.G?

Simon le miró a los ojos, evaluando su contestación. No tardó en darse cuenta de que poco importaba la respuesta que diese.

- Sólo intento hacer mi trabajo de la forma correcta. ¿He hecho algo que sea ilegal?

Trató de respirar profundamente. No quería alterarse. No debía alterarse. Observó los objetos en la mesa y tras Abel, en el despacho en general. Si conseguía que nada comenzase a temblar, su autocontención estaba funcionando. Por suerte parecía que podía controlarse. No en vano las enseñanzas de Shepard le habían valido para algo.

- ¿Ilegal? ¿Quien esta hablando de leyes? ¡Hablamos de margen de beneficios, chico! ¿Quieres que os despidan a todos?.- argumento Abel. Sabías que no habías hecho nada malo. Las reclamaciones estaban bien tramitadas pero no se trataba de eso. Aquella empresa estaba empezando a convertirse en otro de esos negocios corruptos.

Abel te miro y respiro, intento relajarse un poco. Se aflojo el nudo de la corbata.- Veras Simon.- dijo tomándose la libertad de usar tu nombre de pila, con un tono mas suave.- Los negocios son así, para conseguir beneficios tienes que ser un tigre, aprovechar la oportunidad, ser astuto. ¿Me entiendes?. En este mundo soló hay dos clases de seres, los depredadores y las presas. ¿En cual de los dos grupos quieres estar?

Tú no tienes ni puta idea de lo que es un depredador. -pensó Simon, haciendo un verdadero esfuerzo por contenerse.

- Pues... supongo que con los depredadores, que es donde me imagino que usted también desearía estar.

Una sonrisa de tiburón hambriento aparecío en la cara de Abel. Miro por encima de tu hombro para asegurarse de que la puerta estaba cerrada.

- Buena respuesta, chico. Creo que vamos a llegar a entendernos.- aseguro.

Pulso el botón de su escritorio para hablar con su secretaria.- Señorita Howers, no me pase llamadas.

Abel se puso en pie y se acerco a ti haciéndote sentir incomodo, como un trozo de carne en un expositor de alimentos.

- Muy bien Simons ¿Y que estarias dispuesto a hacer para conseguirlo?. Pronto quedara vacante un puesto de supervisor de zona. Estoy buscando a un joven listo, con quien me lleve bien, ya que vamos a pasar bastante tiempo a solas.

Por si sus insinuaciones verbales no fueran suficientes, Abel paso detrás de ti y coloco sus manos en tus hombros.

- Podrías ser tu esa persona, si tu quisieras.

- Y... ¿qué es lo que tendría que hacer?

No sé muy bien por dónde está llendo esto, pero lo mismo consigo hundir a este cabrón usando su propia mierda.

Estaba entrado en su juego, Abel se relamía pensando que aceptarías cualquier cosa.

- Nada especial, Simón, ser... cariñoso conmigo. Dejarte querer...agacharte cuando se me caiga el jabón de la ducha.- bromeo, cada vez mas cómodo con su acoso.- Sabes a que me refiero Simón, tu quieres un ascenso, dinero, un coche nuevo tal vez. Yo solo quiero tu culo. Podemos llegar a un acuerdo.

En las paredes hay cuadros, diplonas con cristal grueso protegiendo el preciado papel. Tambien esta el aparato del techo, uno de eso grandes con aspas.

Simon trató de centrarse en dos cosas.

Primero, en evitar intentar sacarle los globos oculares a ese capullo pervertido y corrupto.

Segundo, en hacer que uno de los diplomas acristalados, uno de los más vistosos y que sin duda Abel más disfrutaba de tener bien a la vista, se... deslizase accidentalmente fuera de la alcayata. Sería una pena que se cayese al suelo y montase un estropicio.

Abel esperaba tu respuesta seguro de que no te negarias, impaciente. Tu atención se desvio al marco que contenia uno de sus diplomas mas grandes. Tardaste un segundo en hacer que este se desplomara contra el suelo. El cristal se hizo añicos y Abel se sobresalto olvidandose de ti por un momento.

- ¡Mi diploma!.- exclamo con un gritito histerico. Corrio a su mesa y pulso el boton de nuevo.- ¡Que venga alguien a limpiar mi despacho y quiero que suba el responsable de mantenimiento ahora mismo!

El responsable de mantenimiento iba a pasar las navidades en el paro.

Abel ya no tenia ganas de fiesta, por el momento. Anoto algo en un pedacito de papel y te lo dio.- Ya conoces la oferta, si no estas aqui antes de media noche entendere que no te interesa. Puedes irte.- dijo pero antes de que salieras añadio.- Si no te interesa la oferta no te molestes en volver mañana.

Por un segundo se planteó cortarle el cuello allí mismo con uno de los trozos de cristal. Pero acababa de mandar que alguin viniese. No, sería demasiado difícil de explicar. Demasiado incriminatorio. Decidió seguirle el juego. Ese imbécil  no sabía que estaba jugando con fuego.

Se levantó, se giró despacio, y le dedicó una media sonrisa.

- Supongo... que serás lo bastante discreto como para que esto quede entre nosotros...

Estaba decidido. Acudiría a la cita. Aunque ésta no se desarrollaría exactamente como Abel tenía en mente.

- Lo mismo te dijo, muchacho.- dijo Abel a modo de despedida.

En el papel estaba escrito el nombre de un motel de carretera apartado de la ciudad. Si conocia la dirección tan bien era porque habría estado allí mas de una vez. Seguro que ese dato le encantaría a su distinguida mujer, su rico suegro y su circulo de amigos conservadores.

Volviste a tu mesa. Cada cinco minutos alguien aparecía y se llevaba alguno de tus informes. Abel se propuso descargarte de trabajo para que llegaras a la cita lo mas fresco posible.

Cuando acabó de trabajar, Simon decidió pasar por su pequeño piso antes de acudir a la cita. Y allí, cogió un par de cosas que guardaba de sus días como Troublemaker. Nada exagerado. Un pasamontañas que se guardó, por si debía cubrir su identidad más adelante, y una grabadora en la que introdujo un cassette en blanco. Guardó ambos en bolsillos de su gabardina y se dirigió al motel que Abel le había indicado en la nota.

Las enseñanzas de Shepard habían conseguido algo: Simon había decidido no hacer lo que más le apetecía: matar a Abel y librarse del problema. Pero no. Como el general le había enseñado, todos merecían al menos la oportunidad de demostrar arrepentimiento, o hacer algo positivo por muy cucarachas humanas que fuesen. Y eso iba a hacer.

En lugar de matar a Abel aprovechando la "discrección", le chantajearía y de paso haría que hiciese algo positivo, aunque sólo fuera por miedo. Y si las cosas se ponían feas... bueno. No tendría más remedio que despedirle Simon a él. De la vida.

Entre semana el motel solo acogia algunos viajeros de paso, hubiera sido diferente si tu cita hubiera tenido lugar en fin de semana, cuando las parejas alquilaban las habitaciones para algo mas que dormir.

Ese día el motel estaba tranquilo. Un par de coches aparcados, el de Abel justo delante de una de las puertas, en el ala mas solitaria del motel. Atraves de la ventana viste su silueta, sentado en un sofá, con un cigarrillo humeante en su mano y una copa de licor sobre la mesita. Había puesto unas telas sobre la lampara para hacer que la luz fuera mas tenue, mas "romántica".

  La puerta estaba abierta, valía con girar el pomo para entrar. Podías entrar y tomarle por sorpresa, decir todas las cosas que no pudiste decir en la oficina.

Simon encendió la grabadora , la dejó bien escondida en el bolsillo de la gabardina, y entró en la habitación.

- ¿Este sitio es seguro? -preguntó como saludo.

Abel no respondió, debió pensar que era una pregunta estúpida ya que el se jugaba mucho mas que tú. El estaba casado, de no ser un sitio con sobrada intimidad no te habría llevado allí.

Ese cabrón engreído estaba disfrutando viéndote incomodo. Su cara estaba oculta en las sombras de la habitación pero habrías jurado que el bastardo sonreía expectante de tu reacción.