Partida Rol por web

Últimamente, desde hacía ya unos cuantos meses, comenzaban a haber rumores por todas partes sobre cosas extrañas, problemas, monstruos y otras cosas horripilantes que venían desde los cuatro reinos. El reino del norte, el reino del sur, el del este y el del oeste. No llegaba a ser nada claro, pero todo el mundo sabe que, con todos aquellos rumores, algo tenía que pasar. Por lo que sucedió lo que tenía que suceder. La gente enloqueció por la calle, diciendo que era el fin del mundo, rompiendo escaparates y robando cosas porque sí. Porque aunque sea el fin del mundo, el resto de tiempo se puede vivir bien. Al final, las autoridades, debido a que al final el fin del mundo iba a llegar antes de tiempo con el caos que se estaba produciendo, decidió reunir a todos los héroes de la región para que, con su maestría, investigaran y acabaran con aquel mal que asolaba los cuatro reinos vecinos y evitara así que se esparciera. Así que mandaron emisarios a todos los héroes conocidos y, finalmente esas cartas llegaron a su destino.

Bueno, o tal vez no. Tal vez alguna se extravió, otro mensajero acabó devorado por una bestia salvaje, a otro no le apetecía trabajar así que quemo la carta... Y finalmente llegamos al momento presente. 5 héroes se habían presentado ante su majestad, el rey Daric, para prestarle sus servicios. Un muchacho al que parecía írsele la vista ante los cuadros y otras cosas valiosas. Un hombre, o un enano quizás, que desde la entrada ya había provocado que se cayeran y rompieran 5 jarrones. Un hombre que llevaba un libro que parecía oler un poco a podrido. Una gnoma que parecía estar muy segura de esta empresa, pues no paraba de responder ante cualquier pregunta "está todo bajo control". Y finalmente un hombre con una armadura de oro que atraía la mirada de todas las sirvientas e incluso algunos sirvientes. Tanto su espada, como su armadura, como su sonrisa, brillaban con gran fulgor ante las miradas de todo. Incluso un sirviente, cegado por la luz de sus dientes, acabó tropezándose y estampándose contra un pilar. Por suerte no se hizo más que un chichón, pero para evitar que ocurriera de nuevo, el caballero decidió no mostrar más su sonrisa.

El rey se sentaba en su trono, observando a sus héroes. A su vista, parecían bastante preparados todos ellos. Pero claro, el rey también había que decir que estaba un poco senil y en algunas ocasiones no es que tomara unas decisiones muy cuerdas. Observando a cada uno de ellos desde allí, sonrió y aplaudió.

-Muchas gracias, queridos héroes por haber respondido a mis misivas. Me alegro de que hayáis podido asistir. Después de todo sois los únicos que habéis venido. Por favor, presentaos. Pues a partir de ahora, ante vuestra misión, seréis todos compañeros. Contadnos, ¿qué hazañas habéis hecho para ser héroes?

En hombre de reluciente armadura fue el primero en dar un paso. Inmediatamente la atención se centró en él, si es que aún no lo estaba. Se llevó la mano al pecho e hizo una pequeña reverencia.

-Alteza. Soy Frid, un paladín enemigo del mal. Mis hazañas no son gran cosa, pero la gente parece considerarlo suficiente como para que me consideren un héroe. Mi primera hazaña fue acabar con un ejercito de no-muertos a las afueras de Ensbury, armado solo con mi fiel espada y esta armadura. Después de eso, acabé con el nigromante que los había resucitado en un combate encarnizado a puños. Poco tiempo después, decidí dar caza al dragón rojo de la montaña, que había raptado a una noble condesa. Logré engañarlo y atraerlo a una trampa con la que pude aprisionar y luego ejecutar a aquella bestia. Y por último, me libré de los salvajes invasores orcos del sur después de unas negociaciones con su líder. Acabaron retirándose a cambio de que no los masacraramos.

Después de aquella presentación, el caballero de nuevo mostró su brillante sonrisa, cosa que hizo que una de las sirvientas se desmayara sin poder remediarlo. Era un héroe de verdad.

Llego al lugar donde citaba esa misiva, esperanzado por un trabajo bien remunerado (y de paso trincar algunas cosas de valor). Y tanto que había cosas de valor, sí, pero por culpa de cierto capullo deslumbrante no he parado de rascarme por todo el cuerpo. ¡Y para colmo era un puñetero paladín de armadura dorada! (si pudiera le intentaba robar la armadura, FIJO).

Mientras me rasco sin piedad por todo el cuerpo veo a los otros presentes: una especie de guerrero... ¿enano? venido a menos, un mago con un libro que como poco apesta a podrido y una gnoma tan entusiasta como inocentona a la que no he perdido a oportunidad de observarla de arriba a abajo (más bien de abajo por lo pequeña que es) mientras... eso, me rascaba sin parar por culpa del paladín.

Tras presentarse el deslumbrante héroe (y descalabrar a dos personas con su sonrisa) hice un esfuerzo para soportar mis picores, dar un paso al frente y hacer una exagerada y sotisficada reverencia (no es lo mío la etiqueta).

- Majestad. Me llamo Héctor - (mentira) - y soy un experto en seguridad y discreción - (me descojono por dentro después de inventarse ese eufemismo de "soy un ladrón que te robaría hasta la corona y los gallumbos con mucho gusto") - Mis habilidades son tales que nadie sabe lo que hago o dejo de hacer, manteniendo el equilibrio del reino en las sombras. Estoy seguro de que no habéis oído hablar de mí, ¿verdad? Eso significa que he hecho muy bien mi trabajo.

Tras acabar con esa presentación miro hacia la gnoma y le guiño un ojo... antes de no soportarlo más y volver a rascarme.

Suelto un bufido imperceptible... Vaya por Dios... un mata-nigromantes... con la de gente que hay por el mundo, y me toca dar con un intransigente ignorante, que solo sabe aplastar cráneos sin plantearse mantener un diálogo con esos entes que han traspasado "la puerta sin retorno", y pueden contarnos qué pasa al otro lado de la misma... Mierda... un pedante, en resumen, uno que se tira media vida abrillantando la armadura, hasta que el reflejo del sol en la misma deslumbra a un ejército entero... y esto último lo sé, por mi tío Jeremías, que se enfrentó a uno de estos, con la suerte de que se puso a llover a cántaros, y el paladín se fué porque no quería que se le oxidase la armadura...

-Majestad, permitidme que me presente; soy Arnolfus, y recorro el camino de la magia que discurre entre las dos aguas, las del río de la vida, y el mar de la muerte. Os ruego que no me juzguéis por las artes que domino, sino por el uso que haga de ellos, pues del mismo modo que gentes de mi gremio usan seres retornados para fines malignos, también hay gentes de capa y espada que hacen lo mismo, o peor. -Miradita el brillante caballero... chavalote, también tarde o temprano estarás en lo profundo de un hoyo, y te reclutaremos....- Pongo mis artes al servicio del Reino y de la vida

Hago una reverencia, y.... bueno, otras veces me han echado de concilios como este

Miraba descaradamente a todas partes contemplando la grandeza del lugar hasta que nos plantaron frente al rey, allí me contuve así como lo hice de comenzar a aplaudir al escuchar la presentación del paladín y mirando a los compañeros que comenzaban a hacerlo también. Le siguió el un chico de pañuelo en la cabeza con picores quien al terminar me guiñó un ojo "Ahhh me está pasando turno" pensé devolviéndole un guiño exagerado en señal de que le había entendido pero justo cuando me dispuse a ello se me adelantó un nigromante lo que dibujó en mi cara una expresión que decía "¡ehhh era mi turno!" cuando terminó tuve la sensación de que se había tratado más de una forma de excusarse y un reproche al paladín que otra cosa; pero no importaba porque ahora sí ¡era mi turno!

Hice una reverencia desmesurada para que se notase bien pese a mi estatura -Kromi Atica a sus servicios, soy la vigente campeona de la carrera anual de dinosaurios pero no estoy aquí por ello, vengo en representación del gran mago Antonio Das como una de sus alumnas destacadas- expliqué orgullosa... al fin y al cabo todo era cierto... aunque quizá no de la forma en que lo imaginaban y seguidamente guiñé el ojo al compañero que faltaba para pasarle turno.

Tony seguía al chambelán y a otros cuatro personajes: un niña pequeña; un tipo con una túnica negra que no debía bañarse desde los inicios de los tiempos porque ya no olía a choto, el choto se había muerto hace eones y olía a muerto; otro tipo raro, este con pulgas y un flamante paladín de brillante armadura. Poco le iba a durar el brillo, pronto le caería un tonel de tinta o se tropezaría y caería en algún camino transitado por vacas.

En su trayecto a lo que sería la cámara real, Tony vio como un ratón y su gato perseguidor se subían a una mesita muy maja y tiraban un par de jarrones. Viendo que se encaminaban a un tercero, fue a cogerlo para que no lo tirasen; pero se le adelantó un mayordomo, el cual ante las palabras Se mira, pero no se toca lo cogió con mimo. Pero, el mayordomo no recordaba que se acababa de comer un bocadillo de chorizo del bueno, de ese que es grasiento a más no poder y dejó sus dedos marcados hasta la posteridad en el jarrón. Tony dejó al mayordomo lamentándose por su mejora artistica mientras mencionaba algo de un señor Ming.

Por fin llegaron a la sala del trono. Sus compañeros se presentaron con orgullo, no sabían donde se estaban metiendo. Pero en seguida les explicaría que corrían peligro si se quedaban cerca de él.

Llegó el turno de presentación del humano rechoncho, bajito y barbudo:

Saludos majestad, soy conocido por todo el reino como "Tony el ga...- Justo en ese momento cantó el gallo y no se oyó como terminaba el apelativo- En el pasado derroté a una poderosa bruja que había hechizado a una princesa, pero...-Ahora fueron unos perros los que interrumpieron en la sala del trono, algún crío había puesto unos huesos en la entrada y dos perros habían irrumpido en la sala peleándose por el ultimo hueso. Por fin consiguieron echarlos.- ... así que la princesa me despidió cerca de la ciudad.- Miró al Rey esperando que le dijera que mejor que se fuera, pero la paciencia nunca fue una virtud de Tony y no le dio tiempo ni a pensar, por lo que prosiguió- Además, hace unos días, detuve a una mujer que resultaba que había robado en un banco, pero fue todo un...-Otra vez el gato y el ratón tirando más jarrones. ¡Este castillo parece un zoológico!-... yo quería devolver el dinero a su propietario. Así que no creo que se necesite mi presencia, con estos buenos héroes que hay ya aquí.

Esta vez sí que terminó y esperó (y deseó) que el rey reconsiderase su presencia allí.

Aquellos que estuvieran cerca de Tony el gafe, habrían oído la historia sin interrupciones:

Saludos majestad, soy conocido por todo el reino como "Tony el gafe". En el pasado derroté a una poderosa bruja que había hechizado a una princesa, pero me maldijo con la mala suerte y al volver donde la princesa le sucedieron desgracia tras desgracia, así que la princesa me despidió antes de llegar a la ciudad.

Además, hace unos días, detuve a una mujer que resultaba que había robado en un banco, pero fue todo un error porque yo creía que se le había caído su bolsa de dinero y la seguí porque yo quería devolver el dinero a su propietario. Así que no creo que se necesite mi presencia, con estos buenos héroes que hay ya aquí.

El rey comenzó a aplaudir con alegría ante la presentación mientras se levantaba de su trono.

-¡Muy bien, muy bien! Me gusta lo modestos que sois. Seguro que seréis los mejores héroes que ha conocido este reino y el mundo entero*- El rey entonces volvió a acomodar su trasero en el asiento y llamó a un sirviente.- Por favor, lleva a estos héroes con el alquimista. Que se preparen para su viaje. Espero que investiguéis cada uno de los cuatro reinos y acabéis con aquello que hace peligrar nuestro reino.

El sirviente asintió y tras despedirse, guió a los 5 héroes por los pasillos de palacio. Comenzaron a recorrer pasillos y más pasillos y más pasillos. Tanto que parecía que el castillo no tuviera fin. Entonces el sirviente abrió finalmente una puerta y, detrás de ella, había unas escaleras que bajaban al sótano. Siguiendo al sirviente, volvieron a recorrer pasillos y más pasillos y más pasillos, esta vez en dirección contraria. Por los cálculos, posiblemente os encontrabais justo debajo de la sala del trono. Hasta que finalmente llegasteis a unas escaleras. Entonces el sirviente se puso la mano en la cabeza.

-¡Ay! Siempre se me olvidan estas escaleras... Bueno, da igual.

Pasasteis de largo y llegasteis a una nueva puerta.

Al abrir la puerta os encontrasteis en una sala que destacaba de lo que habíais visto por todo el castillo hasta ahora. Una sala desordenada, llena de frascos, libros desperdigados, cachivaches rotos tirados por el suelo, y un tipo que parecía estar enfrascado con lo que parecía dos matraces llenos de alguna sustancia que a saber que era. Entonces el sirviente le habló, sin importarle nada.

¡Señor Carsan! Aquí están los héroes que ha mandado el rey.

El hombre se sobresaltó por aquello, por lo que apretó un poco de más el cristal de uno de los matraces. Éste se rompió y el líquido acabó cayendo en la mesa, lo que hizo que comenzara a deshacerse y formarse un gran agujero. Ante aquello no pudo hacer más que suspirar.

-Ains... Gracias... Solo era el trabajo de dos meses... No importa...

-¡De nada!

Y con eso, el sirviente se marchó de la sala, dejándoos a los 5 con un alquimista deprimido.

Tras la reverencia de rigor para despedirse elegantemente del monarca.... les hacen un bonito recorrido turístico por el complejo palaciego; si, realmente interesante... "lo curioso sería saber como esta gente es capaz de encontrar rápidamente un lugar que necesiten, como el baño."

Finalmente, la comitiva es llevada ante un Alquimista... nada más entrar a su estudio, se puede apreciar las fragancias de los productos con los que trabaja.... ambrosía para el olfato del nigromante.... ¡que recuerdos le traen estas cosas, de cuando él pacticaba con pócimas! (.... y la pifiaba repetidamente... bueno, como si hiciese tanto tiempo de aquello, caray).

- Señor Carsan, es un placer. Siento que tengamos que interrumpir su trabajo... eso... ¿eso era una poción corrosiva? ¡Sería muy útil para abrir hueco para construir en él una escalera!, pues en este edificio, algunos atajos de tal tipo serían necesarios, creo.

-Por cierto,... por lo que nos ha dicho su Majestad... tiene algo para nosotros....

Esto mejora. Aparte de seguir con ese horrible picor que me provoca "El Reluciente" vamos a ver a un alquimista que a la mínima arruina meses de trabajo. Entre esto, el nigromante cuyo libro huele a muerto y tener que ir con un guerrero que allá donde va se avecinan desgracias, no augura que esto sea un buen negocio. Al menos la más normalita parece ser la gnoma, que es aprendiz de un gran mago al parecer.

Espera... si va a ser una gran maga, será capaz de convertir la piedra en oro. ¡Me gusta el oro, sobre todo si puedo conseguirlo sin dar un palo al agua!

Pasaría bastante del alquimista, pero siguen esos horribles picores.

- Disculpe, ¿tiene algo para la alergia? - pregunto mostrando interés cero en sus penas y en nuestra misión. ¿Qué se suponía que íbamos a hacer?

Tras una última inclinación a modo de despedida seguí al sirviente al igual que nuestros compañeros, parecía que quedaba alguna parada más por hacer en palacio aunque pronto comencé a dudar que estuviésemos avanzando algo, miré hacia atrás un par de veces -¿seguro que no hemos pasado ya por aquí?- murmuré tratando de trazar un mapa mental aunque antes de lograrlo llegamos a la puerta deseada, saludé con la mano viendo como mis compañeros comenzaban a entablar conversación -creo que sí habían unas escaleras...- dije señalando un poco más atrás ante la afirmación del nigromante antes de hablar con aquel alquimista deprimido -no se desanime señor Carsan, podría haber sido peor, podría haberle caído en la piel- expuse tratando de animarle -además supongo que recrearlo le tomará menos tiempo...- finalicé con una gran sonrisa.

No quieren entender- pensó Tony cuando les invitaron a seguir al mayordomo.

Con un encogimiento de hombros y sin hacer ninguna reverencia al rey, el barbudo siguió a la comitiva en último lugar y cabizbajo. Procuraba no mirar a nadie demasiado tiempo no fuera que le gafara durante los próximos 7 años.

No prestó mucha atención por donde les llevaban, tampoco es que le importara mucho; antes o después ocurriría algo malo, pero siempre cuando menos te lo esperabas.

Finalmente llegaron hasta una sala llena de matraces, líquidos y gases. Y fue precisamente uno de estos gases lo que se le metio a Tony hasta la pituitaria. Un olor molesto, picante, que le hacía llorar los ojos. Se palpaba la tragedia, un estornudo iba a hacer aparición, y este era de los gordos. Pero como todo estornudo gordo, tuvo anticipación: un par de bocanadas de aire.

Sabiamente y con rapidez Tony alejó la cabeza de cualquier objeto frágil, especialmente de aquellos que contuvieran líquidos. Una vez preparado, dejó que el estornudo explotara con toda su intensidad -¡¡ACHUAAAA!!- soltó el aire de golpe con un estornudo que dejó a todos los presentes con un pitido en los oídos que duró un par de segundos. Y menos mal, porque no oyeron el estruendo que provocaron las tres probetas que se cayeron de la mesa que estaba a la espalda de Tony. El estornudo fue con tanta intensidad que el humano regordete dio un paso atrás y empujó a la probe mesa que no se había metido con nadie.

Intentando disimular, Tony se colocó detrás del que olía a muerto y asintió al alquimista como si le interesase lo que iba a decir.
 

-Así, es, maese alquimista. Es tal y como dice mi compañero. El rey ha solicitado que le visitemos, puesto parece que tiene algo para nosotros.

El hombre de armadura dorada, después de aquellas palabras informándole sobre su deber, de nuevo sonrió de tal forma que sus dientes resplandecieron.

El alquimista pareció animarse un poco ante las palabras de la gnoma pero en cuanto el paladín le habló y le sonrió se quedó ensimismado mirando su sonrisa.

-¿Cómo coño lo hace...? Si aquí no hay más luz que la de las velas...- susurró para si mismo. Luego sacudió la cabeza para despejarse y se dirigió a Barret.- Sí, tengo algo, pero aún estoy probándolo. El último que se las di se le quitó la alergia pero estuvo cagando sangre hasta desangrarse. Gajes del oficio...- Por suerte el alquimista se dio la vuelta justo cuando Tony tiró todos los frascos dirigiéndose hacia una mesa donde parecía tener unos extraños aparatos. Entonces agarró uno y lo mostró. Era algo parecido a un cubo que prácticamente cabía en la mano, pero parecía tener extraños engranajes que parecían estar en funcionamiento.- Hace relativamente poco descubrimos en unas ruinas antiguas una extraña receta que aseguraba la immortalidad. Eso, combinado con la tecnología, sería capaz de devolver a la vida a cualquiera que muriera con ello en su poder. Pero sin efectos secundarios. Ya sabéis... Mal olor, falta de carne... Pero esos ingredientes eran muy difíciles de conseguir. Solo logramos suficientes para fabricar 6 de ellos. Uno está claro que me lo pido yo... Yo lo invento, yo me lo quedo. Pero los otros cinco supongo que serán para vosotros. No sabéis lo que me costó conseguir todo. Baba de unicornio retrasado, moco de morsa volcánica, pelo del sobaco de una monja embarazada... Solo con recordar eso se me eriza el cabello.- El alquimista entonces recogió todos y os lo fue entregando a todos, uno a uno.- No los perdáis ni los rompáis. Si lo hacéis, ya no quedan más.

Tony cogió el objeto y lo miró con extrañeza

¿Y dices que esto te vuelve inmortal? ¿Y como funciona? - Lo depositó con cuidado en una mesa, no fuera que se le cayera de las manos, mientras se apoyaba en la misma mesa para escuchar su funcionamiento. Pero nadie se esperaba que este año la carcoma se hubiera instalado en un lugar tan oscuro y húmedo como era el laboratorio de un alquimista. Una de las patas de la mesa donde se apoyó Tony se vio afectada por la plaga y el peso de un matraz burbujeante, el hornillo que lo calentaba, el objeto inmortalizador y junto con el peso del humano regordete, la pata cedió.

MADREEEEE....- Es lo único que le dio tiempo a decir a Tony antes de irse al suelo. Por suerte no le cayó nada encima y todo cayó a su alrededor... sí, una suerte terrible que el objeto único capaz de devolver a la vida a cualquiera se cayera delante de sus narices y se rompiera en varios pedazos... Y otra suerte terrible que el líquido hirviendo se llevara los trozos del objeto por uno de los sumideros.

Con un suspiro de resignación, Tony añadió- Ya da igual.

Cómo le odio, odio al tío reluciente y su sonrisa que parece un puto faro. El alquimista me informa de que tiene algo que puede curarme la alergia, pero sus efectos secundarios no me invita a probarlo precisamente.

- Eeeh... no, gracias, antes preferiría rascarme hasta arrancarme la piel a tiras - respondo antes de proceder a alejarme todo lo posible del paladín, en una esquina apoyado en la pared. Al menos ahora la urticaria es más llevadera.

Escucho con atención al alquimista, sobre todo cuando habla de una receta para la inmortalidad. ¡Eso tiene que valer una fortuna! Los ingredientes dan bastante asco, pero el hecho de que uno de esos artilugios de la inmortalidad va a ser para mí... hostias, sería tan fácil como dar esquinazo al grupo y venderlo por una fortuna a un ricachón de esos. Total, no creo que me fuesen a necesitar.

Entonces el gafe la lía y rompe el suyo además de varios frascos y la mesa.

- Que sepas que no pienso prestarte el mío - comento desde mi esquina cuando recibo el mío, con los brazos cruzados y lo suficientemente lejos como para que no me afecte su maldición... ni me provoquen demasiados picores el repugnante aura que emana el paladín reluciente.

Entonces me recorre una idea en la cabeza: ¿qué hay mejor que un objeto que vale una fortuna? 2 objetos. ¿Y hay algo mejor que eso? 5. Mi avaricia no tiene límites. Estoy seguro de que el paladín no necesitará el suyo... mierda, otra vez se intensifican las urticarias cuando me acerco un poco, hasta el punto de que se me quitan las ganas de robarle.

- Maldita sea...

-Mhhh- dejé escapar acercándome un poco al paladín para ver mejor aquel cubo con la luz que emanaba de él antes de guardarlo, escuchando como uno de mis compañeros preguntaba como funcionaba -pero... ¿te devuelve a la vida una vez tras morir o lo tomas y eres inmortal sin más?- pregunté mirando al alquimista antes de escuchar la mesa ceder y ver el contenido de esta y a un compañero a punto de irse al suelo así que lancé un hechizo rápido para tratar de salvar la situación.

-¡Vaya! algo para burlar la muerte... estas cosas me gustan... en el fondo, este tío no es solo un alquimista, sino que es de mi gremio... o casi

Sonrío y me guardo el artilugio en uno de mis bolsillos interiores; la ropa de cualquier variante de mago, suele tener provisión de escondrijos donde meter cosas, y que no se caigan o rompan por accidente, que la vida, es dura -y más si andas cerca del tipo este que viene con nosotros... algo raro le pasa, que atrae las desgracias... interesante-

-Bien, señor, gracias, intentaremos que no sea necesario su uso. Aparte de esto... alguna cosilla más que nos pueda servir en nuestra labor?... yo que se, comida, un mapa, algún rumor de por donde empezar...