Partida Rol por web

- Salve, Valeria - tan ensimismado estoy que no había notado la presencia de la prima de Helena. - Veo que han salido juntas, para deleite de los romanos - por un momento me quedo sin palabras ante mi descortesía, al no haber notado su presencia. - Vuestros prometidos deberían estar celosos. - Supuse que no están casadas, o vivirían con sus maridos y no en la villa familiar, pero en Roma nunca se sabe.

- Así es: algo ocupaba mi mente, y es lo único que puede rivalizar con tan espléndida belleza. Pero otros pueden ocuparse de ese asunto, mientras me deleito con la creación de la divina Venus. - desvío un poco la mirada, como incluyendo también a Valeria.

- Y sí ... Supuso bien, Helena ... supuso bien: basta un recaudo para que acuda.

- ¿Cual es el problema? Espero que me pidan elegir la más bella ... ni el propio Júpiter Óptimo Máximo se animaría a ello. - sonrío recordando a otra Helena.

Temo que mi prima y yo no sabemos qué escoger. La tentación de la vanidad es grande.. Quizá podáis hacer de árbitro. ¿Que pensáis que favorece más a Valeria? Y no os olvidéis de mí.. Cuando algo me gusta caigo en la tentación.. 

Muestro a Lucio las joyas expuestas. Los collares y adornos de ámbar y plata que el mercader numida nos ofrece. ¿Que le pasará al senador?, parece preocupado.. Debo admitir que encuentro agradable su compañia. Quizá no es momento para tanto coqueteo... 

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Sonreí de forma calida ante el el halago lanzado por el senador. De igual manera, ante las palabras de este, establecí contacto visual con mis ojos en su mirada. Deseaba hacerle ver que había acercamiento gracias a esas pequeñas ayudas corporales.

-​​​​He de señalar que me parece sublime el tener tal poder para aliviar vuestras inquietudes, querido Lucio.

Miré a mi prima brevemente y volví a hacerlo al senador.

-​​​​​​O ser parte de ello -​​​​​​mencioné con un pequeño puchero de boca antes de volver a adoptar cara feliz, indicativo de que bromeaba.

La última parte de la intervención de Helena, me hizo abrir ampliamente mis ojos y también adoptar un rostro de sorpresa que cambió nuevamente para señalar diversión.

-​​​​​​¡Oh, maravillosa tentación! -​​​​​​bromeé -¿Qué sería de nosotros sin ella, amada prima? 

Acaricié el brazo de Helena suavemente con mis dedos, para mostrar mi acercamiento a ella cuando le mostró la joyería del numida que nos tenía en vilo.

-​​​​​​Por favor, ya que así lo ha pedido una parte de mi corazón, decid: ¿Qué os tienta a un senador como sois vos, querido? -​​​​​jugué con las palabras y la situación del momento, igual que hacía mi prima.

Cneo se encontraba de camino al centro del Foro en compañía de un par de sirvientes cuando divisó a aquellas dos mujeres comprando joyas y que, por sus vestiduras, no parecían ser simples ciudadanas, sino más bien patricias. El general divisa a un hombre joven y también de porte adinerado que se aproxima a ambas y las saluda.

Escuchando la conversación entre los tres jóvenes, Cneo llegó fácilmente a la conclusión de que los tres debían ser patricios bien asentados, quizá de alguna de las familias más importantes de Roma y que había cierta complicidad entre el joven Lucio y la tal Helena. El general veía en aquella oportunidad la posibilidad de adquirir aliados. Quizá muy pronto los necesitaría.

Por ello, Cneo no desaprovechó la oportunidad de aproximarse al trío, saludándoles en neutro mientras escrutaba a ambas mujeres Diberna con la mirada.

-Salve, Helena -saludó a la joven-. Supongo que debéis ser Helena Diberna. Imaginaba que los rumores de que descendíais de la mismísima Venus no eran infundados, aunque desconocía que no érais la única belleza de la familia. -Los ojos de Cneo pasaron rápidamente a fijarse en Valeria-. Salve... -El general dejó en el aire el nombre de Valeria, puesto que no lo conocía-, ¿sois hermanas? Mi nombre es Cneo Julio, general de los ejércitos de Roma.

Helena se gira al escuchar que la saludaban.. Un General.. Marte, que bien sabes escoger a tus hijos.. ¿Como me ha reconocido?

- Salve Cneo Julio, General de Roma.. Un halago más y causareis mi sonrojo. Si usáis la espada con tanta maestría como las palabras debéis ser el primer general de Roma.. Decididamente el día de hoy ha amanecido bajo los auspicios de Fortuna. Permitidme que os presente.. 

Hago un pequeño gesto con la mano hacia Lucio y Valeria -Mi querido amigo Lucio Cornelio y mi prima por sangre, aunque hermana en mi estima, Valeria. 

- Ninguna de estas baratijas me tientan, dama Valeria ... solo son artilugios que tratan de realzar aún más, si ello fuese posible, vuestra ciertamente tentadora belleza - le respondo, siguiéndole el juego.

Justo en ese momento, nos aborda un hombre con un inconfundible porte marcial, saludando a Helena como si se conocieran, aunque solo de oídas. Se presenta como Cneo Julio, 'general de los ejércitos de Roma' ... un poco pomposo, pero prefiero que esa impresión inicial no se exprese en mi rostro; no al menos hasta saber qué relación tiene con las primas Diberna, ni quién es realmente. Un militar experimentado puede ser precisamente lo que necesito en este momento.

- Salve, Cneo Julio. Te advierto que te cuides de Helena: tiene la apariencia de una gacela, pero es peligrosa como una leona - les dedico un guiño - Y Valeria puede ser aún más atemorizante ... como las legendarias matronas romanas, son capaces de desarmar ejércitos con solo sonreír.

Luego, me fijo en las joyas del númida.

- Veamos, Valeria: vuestra piel es como el raro marfil, de manera que resaltaría más el oro y el rubí. Helena, con tu cabello y, en especial, con el encanto de tus ojos, además del oro creo que resaltarían las esmeraldas verdes y el lapislazúli.

-¿Rubí para Valeria? Si. Resaltara con sus ojos. En cuanto a las esmeraldas.. ¿Como sabeis que mi vestido favorito es verde, Lucio? ¿No me habréis estado siguiendo? Añado una pequeña risa a mi comentario.. Si, además la esmeralda verde me protejera.. Hago una seña al numida para que se acerque. 

-Otra vez me habéis derrotado. Empiezo a pensar que sois invencible como Aquiles.. Me esforzaré para encontrar vuestro talón.. 

Mantuve la mejor de mis caras, llena de alegría por medio de la boca sonriendo y con mis ojos muy abiertos, ante la aparición más presentación de un dirigente de los cuerpos defensores de Roma.

Bailando suavemente mi mirada entre militar, senador y familiar sin dejar de mostrar jovial gesto para mostrar el acercamiento ante ellos, seguía atenta y receptiva a cada una de las palabras de los que estaban allí conmigo.

Volví a rozar la piel de mi prima mientras realizaba nuestra presentación al Julio. Seguidamente, realicé una suave bajada de cabeza a forma de saludo.

-​​​​​Gracias, amada Helena por tu dulce introducción. He de añadir que es un honor unido a un placer el conocer a un defensor de Roma de vuestro rango.

El representante de los Cornelio había seguido mi broma iniciada por Helena, lo cual me llenaba de genuina diversión por mantenerla y dar su opinión como se le había solicitado. La opinión lanzada por él sobre mí, también me había gustado.

-¿Os conocéis entre vos? -​​​​​​pregunté al senador con respecto al general.

Llevé un dedo a mi boca para morderlo ligeramente pensativa antes de recibir respuesta.

-¿Oro y rubí para mí y esmeraldas y lapislázuli para mi prima? -​​​​​dije en voz alta al ver que Helena concordaba -. Sea entonces, querido Lucio. Si vos y mi dulce prima lo sustentáis, he de hacer lo mismo.

Sonreí dejando mi apariencia pensativa. Consideré apropiado hacer saber al Julio el motivo de nuestra charla para no alinearlo.

-​​​Buen general, habíamos pedido opinión al amable senador sobre cuál tentación de las de este puesto era la apropiada para nosotras dos.

Al parecer, sea por coquetería, sea verdad, a Helena le agrada mi sugerencia, añadiendo algunos comentarios sobre sus gustos. "Lastima que por tradición sigo a los Azules" (*) pienso para mí. En realidad, no me desespero por las actividades circenses.

- Me alegra saber que no estoy descaminado ... solo trato de imaginar cómo realzar vuestra natural elegancia. - replico a los comentarios de Valeria.

Me acerco un poco más a las primas, mientras Valeria le explicaba a Julio el motivo de nuestra charla.

- Juro que no la estoy espiando, Helena ... todavía no - continuando las bromas de la joven, y luego, casi susurrándole - Por supuesto, puedes buscar mi talón, y todo el resto de mi cuerpo. - al tiempo que, con un fugaz gesto de jocosidad, evito cruzar la línea de lo decoroso.

Helena le responde con una queda risa, acercándose y bajando el tono de voz en un susurro

-Lucio Cornelio, ¿acabamos de empezar a cenar y ya queréis el postre? Los dulces son para el final.. No seáis goloso

- De ninguna manera, querida Helena ... son solo los entremeses - le respondo divertido, para luego alejarme un poco.

- Te pido perdón, Julio, como habrás visto, estas dos gemas de la misma Venus tienen el don de acaparar toda mi atención - apenas si había cruzado palabras con el general desde que nos presentaran - ¿Formás parte de la Guardia Pretoriana? - pregunto por cortesía, dado que, pese a que no conozco a todos sus mandos, su nombre no me resulta familiar - ¿O estás al mando de alguna legión estacionada en las provincias?. -

Tampoco esta situación me parece probable, dado que a los militares con mando les está prohibido ingresar en la ciudad de Roma. Tal vez se trate de un oficial a punto de recibir una nueva asignación, o uno que está buscando mover influencias para conseguir su propia legión.

El mercader empieza a organizar las joyas según le vais pidiendo.

-Si bien es cierto que la espada es uno de mis grandes talentos, Helena, la verdadera fuerza de un hijo de Marte está en otra parte -expuso el general Cneo, con orgullo-. Una de esas hordas bárbaras que hostigan al Imperio ha podido dar buena cuenta de ello recientemente.

El militar escuchó cómo la joven le presentaba a sus dos compañeros, un joven de la gens Cornelia y la propia prima de Helena, cuyo nombre era Valeria.

-Agradezco sus palabras, Valeria -dijo el general, al escuchar que la joven consideraba un honor conocer a un defensor de Roma de su rango-. Aunque el honor es mío. No todos los días se conoce a alguien de su belleza. Si me lo permite, creo que el oro os favorecería -indicó, señalando las joyas que exponía el mercader-, aunque yo apostaría más por el verde de las esmeraldas que por el rojo de los rubíes. El verde haría juego con vuestros ojos, ¿no os parece?

Cneo hizo un gesto de negación a la pregunta de si él y Cornelio se conocían.

-Si no me equivoco, es la primera vez que le veo y que oigo hablar de él -indicó, pues pese a que el apellido Cornelio le era familiar, no conocía a ningún Lucio-. Imagino que no lleváis mucho tiempo ejerciendo como senador, ¿no? -El general no le calculaba mucha edad al muchacho, rondando la segunda mitad de la veintena-. En mi caso, formo parte de una de las legiones apostada en las provincias. Hace nada, acabo de asestar una aplastante victoria a las hordas bárbaras.

Escucho a Cneo mientras escogo.. Nada ostentoso, prefiero la delicadeza a la ostentación. Un Rubí...bellamente facetado con una fina cadena de oro... Y un colgante con una pequeña esmeralda, engarzado con algo que parecen unas ¿alas? de plata. Parece egipcio.

Interrogó al mercader con la mirada.. 

-La vida de un soldado es dura, Cneo Julio, la mayoría ignora cuanto.. Hace poco hice ofrendas a Venus Victrix  para que concediera la victoria a los soldados de Roma. Me alegra saber de vuestro triunfo. 

Había permanecido sonriente ante los dos nobles hombres y mi prima solo para brindar una buena cara al numida que nos mostraba su mercancía. Debía alternar entre mercader y compañía para evitar molestar a cualquiera de las partes, cosa que no deseaba.

Regalaba sonrisas a todos para no perder ni un detalle de nada, pues charla y lo mostrado eran joyas iguales cada una en su estilo.

-​​​​​​Oh, gentiles palabras me regaláis ambos. Mas veo que la apuesta segura es el oro entonces, algo que ambos me aconsejáis.

Paseé una mirada calida de simpatía por Cornelio y Julio para, finalmente, acabar con mis ojos en Helena antes de volver a las joyas.

-​​​​​​Ardua labor la vuestra, general, al igual que la de vos, senador. Puede que sea menester que nosotras debamos consideraros gemas a ambos y no al revés. ¿No crees, mi querida Helena? -​​​​​​-bromeé con tono jocoso, divertida por ello.

Observé a los hombres.

-​​​​​​-Porque sois vosotros los que realmente hacéis brillar a nuestra querida Roma. Y sois un gran valor para nuestra patria amada.

-Pues parece que sin duda vuestras ofrendas dieron buen resultado -le dijo el general a Helena, con cordialidad-. Pocas veces Roma ha obtenido una victoria tan aplastante en tiempos recientes. -Aquella afirmación podía sonar soberbia y muy orgullosa, pero Cneo sabía que buena parte de su éxito en combate se había debido al buen adiestramiento de sus legionarios, por lo que se dispuso a añadir-. Aunque mi talento estratégico no hubiera servido de mucho de no ser por el buen hacer de nuestros hombres en batalla. El de Roma continúa siendo el ejército más bravo conocido.

Las palabras de Valeria hacen que Cneo sonría ampliamente.

-Vuestras palabras me halagan, Valeria, aunque reconozco que esta es la primera vez que me consideran una gema -indicó el general, en tono divertido-. Dentro de poco, realizaré un festín en la Villa Julia para celebrar mi victoria sobre los bárbaros. Creo que sería agradable contar con la presencia de ambas.

- Mis felicitaciones, Julio - me sumo al coro de homenaje al general, aunque esta vez trato que mi expresión risueña no se exprese en mi rostro.  "Bueno ... todos tenemos derecho a nuestra cuota de vanidad, en especial delante de mujeres atractivas" me digo a mí mismo.

- Nuestro ejército no solo es el más bravo, general. Aunque mi cohorte no entró en combate, serví poco más de un año durante la campaña de Vettio Pansa contra las tribus más allá del Danubio. - restándole, objetivamente, importancia a mi intervención - Gran parte de mis tareas fueron colaborar en la organización y, ciertamente, la logística de nuestros ejércitos es formidable.

Luego, cambiando de tema:

- Ya te acostumbrarás a los halagos ... Valeria es una de las jóvenes más lisonjera que conozco - mientras le guiño el ojo a la chica, para agregar - Excepto, tal vez, su prima. - y le dedico a Helena otro guiño.

-Nos halaga con su invitación Cneo Julio. Y aceptamos, por supuesto- Busco una mirada de Valeria, esperando que este de acuerdo. 

-Aunque debo advertirle que solo creer que seremos una presencia agradable, nos obligará a esforzarnos por demostrarle que se equivoca. Y creo que en las legiones, no les adiestran para soportar semejante asalto.

Respondo al guiño de Lucio con una sonrisa.. 

- Empiezo a pensar que no pasáis vuestras noches leyendo a Capiton, noble Lucio-