Partida Rol por web

Dejo la copa y cojo un cuenco de uvas, las remuevo un poco con el dedo, buscando una especialmente golosa. Bajo el tono, lo suficiente para hablar con quien tengo al lado; una conversación entre comensales. 

-dime Alio, ¿va todo bien?. Lamento que nuestros negocios no hayan tenido la fortuna que esperaba.- 

Encuentro la uva ideal y me la meto en la boca. 

-Mis hombres rastrearon a un pequeño grupo de bárbaros hasta su asentamiento -les comunicó el general Cneo Julio, a ambas patricias, dándole algunos detalles de cómo se había producido la batalla-. Su número era bastante elevado, pero nuestras fuerzas, aunque menores en número, poseen un gran adiestramiento. Nuestra superioridad táctica hizo que esos bárbaros no tuvieran ninguna posibilidad. Caímos sobre ellos en su propio asentamiento, rodeando a sus guerreros entre dos flancos -expuso el general, con orgullo-. Ahora dispongo de algunos esclavos y esclavas germánicos. Cuando acudan a la villa Julia, podrán oír el testimonio de los propios bárbaros.

El general arqueó una ceja al ver llegar a Alio Cabeo, un adinerado comerciante a quien no conocía. Es Helena quien realiza las presentaciones pertinentes.

-Es un placer conocerle, Alio -dice, dedicándole al comerciante una sonrisa.

Escucho al general con atención. -¿ Germanos?. ¿ Son apropiados para trabajar en una casa? Pensaba que solo servían para trabajos pesados o el circo. 

Indicó a un esclavo para que acerque la jarra de Mulsum al general. 

- Yo no me atrevería a dormir en una casa con  Germanos recién capturados. Tenéis mucho valor. ¿Las mujeres son tan salvajes también?. ¿Copulan cómo seres civilizados o es más parecido a una pelea tabernaría? 

Atendí a la hazaña expuesta por el general en pleno silencio para no dejar escapar detalle de su historia. Incluso fantasee con mi imaginación creando un espejismo visual de esa batalla.

Cuando Helena preguntó sobre las costumbres de los germanos, sonreí a mi prima, luego volví a observar al representante de los Julios y, finalmente, al senador que tenía próximo.

Sonreí una nueva vez con respeto y calidez al de la familia Cornelio.

-¿Os imagináis, mi buen Lucio? -​​​​​susurré.

Entusiasmada, miré al militar.

-​​​​​​-Ardo en deseos de acudir a la villa Julia, querido. Será un honor el ir allí. 

-A los hombres germanos los tengo destinados a las labores más duras de la casa. Esos bárbaros son realmente fieros -El general sabía que aquellos germanos no dejaban de ser un trofeo, un recuerdo vivo de su victoria-. Las mujeres también son fieras, aunque conservan cierta belleza salvaje.

La pregunta de Helena hace que se dibuje una sonrisa en los labios de Cneo. Lo cierto es que a él también le llenaba de curiosidad saber cómo copulaban aquellos bárbaros, aunque por el momento, derrotados y desanimados como estaban, sus nuevos esclavos no daban muestras de tener mucho interés por el sexo.

-Buena pregunta, Helena. Tal vez quieran comprobar la respuesta por sí mismas cuando acudan a la villa Julia. Prepararé a un esclavo y a una esclava para que podamos presenciarlo -comentó, con malicia. Obligar a una pareja de germanos a que tuvieran sexo delante de un grupo de romanos podía ser humillante para los bárbaros, aunque saciaría la curiosidad de las jóvenes patricias-. Viendo lo salvajes que pueden ser esos bárbaros en combate, apostaría que copulan como animales -declaró, con una sonrisa-. Dentro de cuatro días, realizaré una pequeña fiesta en la villa. Por supuesto están invitadas a asistir.

La idea de presenciar un espectáculo entre dos germanos, lejos de asustarme, me atraía. Incluso mucho más a la hora de conocer la opinión del general sobre su bestialismo en todos los campos, incluido en el fornicar.

Me mordí el labio inferior jugueteando con una apariencia entre atrevida y vergonzosa para enfatizar el agradecimiento por prepararnos tal entretenimiento. Seguro que habría de ser interesante al igual que el resto de lo preparado por el Julio.

-​​​​​​-Os lo agradezco, buen Cneo. Habrá de ser una fiesta a la que deberemos presentarnos. Vos nos habéis regalado vuestro tiempo en la maravillosa reunión preparada por nuestra bella Helena, así que de igual manera responderemos con sumo placer.

En la palabra final marqué un tono diferente al resto de mi alocución, tratando de sonar algo traviesa.

Acompaño a Valeria del brazo hasta donde se encuentran Helena y el recién llegado, justo para escuchar a media cierta referencia a una falta de fortuna. No es mi asunto y apenas si dirijo un saludo cortés al ampuloso individuo.

En ese momento Cneo decide contar parte de su experiencia con los germanos; probablemente sean de las riberas del Rin, mucho más indisciplinados que los del Danubio contra los que nos enfrentamos con mi tío.

Trato de evitar una sonrisa ante la pregunta de Helena sobre las costumbres sexuales de los germanos, e intento no mirar sorprendido al general cuando realiza su extravagante sugerencia de brindar un espectáculo orgiástico para no quedar como un mojigato; hay mecanismos mucho más placenteros para averiguar los hábitos eróticos de otros pueblos que someterlos a violaciones.

- Gracias por la invitación, Julio. Y si se generalizan los banquetes de celebración, pronto yo también tendré que realizar uno - digo, pensando en el éxito de la votación del Senado.