Partida Rol por web

El Don Capuleto desciende de su lujoso vehículo negro colocándose sus gafas oscuras y extiende la mano de su amada Gloria para ayudarle a bajar del coche.

Hace la señal de la cruz en su rostro y tomado de la mano de su esposa se dirige al interior de la iglesia, siempre le ha gustado llamar la atención por lo que avanza hasta el frente de la primera fila de asientos, antes de tomar lugar hace un breve reverencia al ataúd demostrando respeto al caído patriarca Montesco, luego se dirige al padre Lorenzo.

-Padre Lorenzo hace tiempo que no le saludaba, que desafortunado momento para volverlo a ver...-

Tomé la mano que me ofrecía Fulgencio, mis manos enguantadas en delicados guantes de cuero negro, y bajé del coche. Con expresión de sobria tristeza, tomé el brazo de mi esposo y me adentré a la Iglesia a su lado, haciendo la santa seña frente a la Iglesia al igual que había hecho mi marido.

Atravesamos la isla hasta llegar al ataúd, y desvié la mirada, apenada por tan triste evento. Tomé asiento junto a Fulgencio y miré un momento hacia atrás, esperando ver a Julieta y mis sobrinos, esperaba que no se les ocurriera llegar tarde en un momento tan íntimo y triste para ambas familias. Luego me dirigí al Padre Lorenzo.

-Padre.- Saludé, bajando mi cabeza en señal de respeto.

Luciendo un conjunto parecido al de mi madre, donde mis piernas apenas se dejan ver gracias al largo de la falda, camino junto a Christine con la intención de asistir al funeral del Padre de Romeo. No llevo sombrero, ni tan glamour como Gloria, pero si mi cabello bien oscuro cae libre sobre mis hombros y espalda mientras que el maquillaje solo resalta mis ojos azules. 

Sin hacer más que seguir los pasos de aquella mujer, saludo al Padre Lorenzo con un gesto de cabeza y continúo avanzando hacia el interior de la Iglesia. Por un momento me quedo observando cada detalle del lugar mientras recuerdo la última conversación que tuve con mi amado. 

Pronto. 

Sólo pensé en ello y aguardo a la llegada de los Montesco. 

Entro en la iglesia sin mediar palabra con nadie, pendiente de mi tía y mi primo y de lo que ellos puedan necesitar. Sabía que me tía no tendrías fuerzas para soportarlo, y trataba de servirle de apoyo, por si sus fuerzas flaqueaban. Todavía me costaba asimilar lo que estaba sucediendo y todo me parecía confuso y surrealista.

Miro al Padre Lorenzo y le hago un gesto de agradecimiento. Después me quedo parado frente al ataúd de mi tío, hago la señal de la cruz en mi rostro y me despido de él en silencio, durante unos segundos. Unas lágrimas me recorren el rostro, lágrimas que rápidamente seco. Ted había sido como padre para mí y me dolía mucho.

La vista de los Capuleto en primera fila, con su fingida preocupación, me molesta mucho, ¿Cómo podían ser tan hipócritas?, ¡y encima tenían la puta cara de sentarse en primera fila! Torcí el gesto con desaprobación y me senté en primera fila, pero en los bancos del otro lado.

El capitán y un par de sus hombres, vestidos para la ocasión, se hicieron presentes, tras devolver el cuerpo a su familia. Estaba preocupado de que las cosas se desmadraran si no había presencia policial, y al no haber llegado aún el gobernador, el es la máxima autoridad, y poner orden era lo indicado, al menos delante de sus ojos, nadie trataría de hacer una estúpida locura.

-Riposa in pace, Ted Montesco-

La señal de la Cruz fue hecha frente al feretro del jefe Montesco, haciendo un gesto con la cabeza, para que él padre entendiera y recordará sus palabras, dichas durante aquel almuerzo. 

Al contrario que mi prima y mi tía yo he decidido ponerme unos pantalones. Eso, junto con la americana negra y la camisa blanca, me da un aspecto respetuoso pero no tan eclesiástico como el resto de la concurrencia. Me he recogido el largo cabello rubio en un moño bajo y apenas me he maquillado para no parecer vana. Mis dedos hacen la señal de la cruz en un ritual que he repetido millones de veces.

Al entrar junto a mi prima saludo al sacerdote con otra inclinación de cabeza y una sonrisa. Haciendo caso de un gesto de mi tía tomo asiento en la misma fila que el resto de mis primos y al lado de Julieta y cruzo las piernas con recato, mirando con curiosidad al resto de la gente que ha acudido a darle el último adiós al patriarca de la familia Montesco.

En silencio espero la llegada de los Montesco, quizás la generación más joven sea más...accesible para darles el pésame. Estoy también pendiente de mi prima, de la que estoy segura lo está pasando mal debido a la situación.

Llegué pronto al entierro. No quería mostrar una falta de respeto entrando sin esperar a mi padre, así que me mantuve a las puertas de la Iglesia, saludándo con discrección a los que iban llegando.

 Vestía de negro, como mandaba el protocolo, pero con una americana violeta. También había recogido mi cabello, ya que deseaba ser respetuoso con todo tipo de creencias y tipos de fe en un momento como aquel. Se trataba de dar el adiós a un amigo muy querido y eso requería cierta sintonía con el universo.

 Miraba el reloj del móbil, nervioso. ¿Acaso papá le dejaría cargar a él con todo el protocolo? Había visto entrar al capitán y le había preguntado por él, pero Dave no sabía dónde se había metido su padre aquella mañana...

Padre Lorenzo asintio ligeramente al ver como la gente empezaba a llegar, saludando tácitamente cada uno de los miembros de ambas familias. Como esperaba, ambas estarían sentadas en diferentes zonas sin mezclarse y de mayor a menor importancia, le sorprendió que fueran los Capuleto los primeros en llegar. Sin duda por orden del cabeza de familia, para mostrar respeto ante la otra familia y tal vez poder, pero eso no era algo que el Padre debía juzgar.

Poco a poco los asientos fueron ocupándose por muchas caras conocidas en la ciudad, algunos el mismo había bautizado o casado o ambas cosas, otros eran mas desconocidos, seguramente gente que no estaba tan cerca del señor como para atreverse a visitar la casa del señor y aun así estaban allí para rendir respetos o al menos eso esperaba aquel hombre.

Cuando por fin empezó la ceremonia lo hizo en soledad, una iglesia como la suya solía tener uno o dos monaguillos que le ayudaran, pero en esa ocasión prefirió dejar a los niños fuera, por lo que todo el trabajo recayó en sus hombros.

El Padre tuvo unas palabras para el fallecido, así como para su familia y recordó a los congregados un pasaje que hablaba de humildad y unión, de como la gente debe aprender a seguir adelante, como en momentos tristes de necesidad debían mantenerse unidos y no dejarse tentar por el diablo que susurraba en las sombras para comenzar su propio festín de odio. Concluyo con una estrofa que hablaba de no hacer juicios precipitados y recalcar la necesidad de no juzgar si no quieres ser juzgado.

Poco después bajo el atril saco el cuerpo y sangre de cristo, hizo la simple ceremonia del pan y del vino y bajo los tres escalones que lo separaban de sus feligreses para que pudiera comenzar ha comulgar con quien quisiera. Tras terminar, ofrecería el atril para quien gustara de dedicar unas palabras al difunto.

En medio de un impresionante protocolo de seguridad hace su aparición el mismo gobernador Paris, todo su equipo de guardias se distribuyen estratégicamente en los alrededores de la iglesia del padre Lorenzo. El gobernador Paris alcanza a ver a su hijo Dave esperándolo en la entrada de la iglesia, lo saluda y le invita a pasar extendiendo la mano para señalar el camino. Haciendo una breve señal de la cruz en el rostro ingresa al lugar,  levemente va saludando con un breve asentimiento de cabeza a todas las personalidades allí reunidas.

El gobernador se da cuenta perfectamente de la amplia división que por generaciones ha definido la enemistad Montesco-Capuleto bien representada en aquel triste acontecimiento, y aunque tiene una buena amistad con la familia Capuleto, decide sentarse del lado Montesco, en primera fila dándole el pésame en primera instancia a la viuda Carolina Montesco y buscando con la mirada a Romeo quién no ha a logrado encontrar, y ahí permanece junto a Carolina supliendo en aquel instante el lugar del finado Ted Montesco.

Destrozada como mujer y herida en mi orgullo como Montesco, no puedo dejar de mirar el féretro de Ted. Mi querido Ted, siempre tan buen esposo... ahora yacía en medio de esta iglesia llena de hienas. Muchas hubieran querido verlo muerto antes, así que estarían contentas.

Averiguaré quién ha sido, Ted

Camino despacio y dignamente hacia el altar, apoyada por mi familia. Qué momento de dolor... Y pensar que el asesino o asesinos aún están sueltos. Y quizás aquí mismo... qué rabia.

Me senté esperando a la dolorosa ceremonia. Tras ella, comenzaría otra nueva era.

Otro Capuleto hizo acto de presencia en la Iglesia, a unos cuantos pasos detrás del Patriarca de la familia se encontraba Teobaldo, el mismo que había salido por la televisión como sospechoso de traer drogas al lugar. Por fortuna para todos, -o quizás no- este se encontraba libre. Echando una mirada furtiva se posó sobre Romeo Montesco, no dijo nada, tampoco hacía falta que dijera nada para dar a entender que quería tener algunas palabras con el Montesco en privado... y probablemente no fueran demasiado bonitas; pese a ello, ni se acercó ni hizo nada, pues respetaba las normas del funeral.

-. . .

Volviendo su rostro hacia el resto de los presentes, este tan solo siguió al Patriarca unos pasos detrás e imitó lo que este estaba haciendo, a fin de cuentas, ya había causado suficientes problemas entre ambas familias, como para hacer algún gesto o acto sin querer que pudiera incomodar a la otra familia.

 Dave secundó a su padre. Entró con él a la Iglesia y se santiguó a su lado, aunque no era especialmente devoto.

 Siguiendo los pasos del gran hombre, se situó junto a los Montesco y, una vez su padre hubo saludado a la viuda, él mismo besó la mano de Caroline. Al levantar la mirada se avanzó para susurrar en su oído.

 Mi más sentido pésame, Caroline. Deseámos la paz pero no la hay sin justícia. le confío en un tono suave Encontraremos a los culpables de esto, te doy mi palabra.

 Se sentó junto a su padre, el gobernador París. Le hubiese gustado sentarse junto a la desconsolada mujer de Ted, su amigo. Sin embargo, entendía que aquel era el asiento de Romeo, su hijo y nuevo patriarca del clan.

Romeo se había preparado para aquel día y su cara ya no reflejaba apenas ninguna emoción. De por sí Romeo era un joven muy expresivo, es por ello que necesitaba mentalizarse antes de cualquier acto, pues ahora se exigiría de él que tomase el cargo de su padre…

Había prestado atención a todos y cada uno de los presentes, agradeciendo como estaba estipulado, con una inclinación de cabeza, todos los gestos que se hacían en señal de duelo o de respeto hacia su padre.

No sería la última vez que pisaría aquella iglesia, pero esperaba que la siguiente ocasión fuese para hacer otro tipo de ceremonia…

Cuando llegó junto al cuerpo de su padre lo observó largo rato. Aquello le ponía en una difícil situación y complicaba todo lo que había planeado con su amada.

-Ojalá siguieses aquí padre… -ya que ahora tengo sobre mis hombros una carga que no deseaba.

Tras hacerle un gesto al padre Lorenzo indicando que ya había terminado se sentó junto al resto de su familia.

Al llegar a la iglesia justo detrás de Romeo, discretamente elijo un lugar donde pueda vigilar de cerca a la matriarca y al heredero de la familia Montesco, espero que Baltasar recupere la eficiencia que había demostrado antes de que asesinaran en su guardia a Ted Montesco, últimamente ha estado algo disperso y en este trabajo eso te puede costar la vida.

Terminada la eucaristía, decidió obviar el momento de pedir a sus feligreses que se dieran la paz mutuamente, pues sabia de la tensión que reinaba en su iglesia y aunque agradecía que ello solo se tradujera en miradas airadas, prefirió no agitar mucho mas el avispero, después de todo los humanos tienen un limite de paciencia.

Por lo que tras subir de nuevo los tres escalones y dejan en el atril lo que quedara del cuerpo y sangre de cristo, se acerco al atril y encendió el micro una vez mas para ofrecérselo a aquellos que quisieran dedicarle unas palabras al fallecido.

-Estamos llegando al final del camino y es ahora que tal vez alguien desee hablar en nombre del fallecido o dedicarle una ultima oración, el micro esta abierto para quien lo desee, pero les pido respeto y seriedad. -Se hizo aun lado y cruzo las manos a la espalda esperando a alguno de los presentes se acercara. Tal vez su su hijo o su mujer les gustaría dedicar unas palabras al difunto.