Partida Rol por web

Muevo la cabeza con una sonrisa burlona ante la fanfarronería de Sansón, luego asiento a Baltasar con la barbilla dándole a entender que en caso de que se pongan las cosas feas el fortachón es mío.

Escucho a Romeo tratar de conciliar la situación con el Príncipe de los Gatos de manera suave y tranquila, no creo que sea la manera, no con la reputación que se carga Teobaldo Capuleto, de seguro algo se trae entre manos.

-El picante últimamente no sienta bien a mi corazón, ¿Que tal la clásica pasta siciliana? Hoy me apetece algo con ternera. -Dijo sin miedo a mostrar su interés por ser invitado a comer, después de todo era normal para él.

-Bueno bien sabe que yo poco se de la ciudad. -Siempre modesto. -Pero estaré honrado de escuchar lo que tenga que decir al respecto, como siempre. Pero continuemos hablando sentados a una mesa, sera mas cómodo para nosotros y para ellos. -Miro a las personas mas curiosas del mercado. -Supongo que ya tiene un lugar en mente, le sigo.

-Me a leído la mente padre, pues venga por aquí-

Se dispuso a guiar al hombre a un puesto de comida italiana, no era lujoso pero la comida era buena. 

-En verdad a mi tampoco me sienta bien la comida picante, pero a mis nietos les encanta-

Era muy cierto, los jóvenes de ahora comían cualquier cualquier cosa, y pese a que los ancianos peleábamos por seguirles el ritmo, ya no podíamos, nuestros cuerpos ya no podían aguantar tanto. 

-Dígame, ¿que le parece la ciudad padre Lorenzo? - 

-Vaya una pregunta un tanto genérica ¿No le parece? Es una buena ciudad, con sus cosas malas y sus cosas buenas. -Hacia movimientos con las manos unidas de derecha a izquierda. -Pero como todas, ese equilibrio siempre se puede romper, pero ahora creo que estamos en un buen momento. ¿No cree? La gente parece tranquila, al menos a mi me lo parece. -No termino la frase en una pregunta, pero fácilmente estaba devolviendo la pregunta a su compañero de mesa y esperar una respuesta.

-Realmente es como dice padre, es una ciudad aparentemente tranquila, pero en las calles, se gesta una guerra por el control y el dominio extraoficial de la ciudad-

El capitán de policía se sentó también mientras esperaba ser atendido, casi de forma inmediata se pudo decir.

­-Esta guerra lleva mucho tiempo llevándose a cabo, incluso en aquellos tiempos en los que mi padre no era más que un niño, con derramamiento de sangre incluso-

Respiró profundo para sentir el olor de la salsa en el aire, algo que recordaba mucho a la comida de su difunta esposa, haciendo que sonría levemente.

-A oído hablar de los Montesco y los Capuleto? Pues esta guerra es entre ellos

Por un momento salgo de aquella reunión entre capos herederos a los baños de aquel restaurante para realizar una llamada al capitán. Espero que pueda responder al móvil.

Escribo los siguiente rápidamente en un mensaje de Texto.

-CAPITÁN ESCALA, ME ENCUENTRO EN UNA REUNIÓN A PUERTA CERRADA QUE SE ESTÁ LLEVANDO A CABO EN EL RESTAURANTE MÁS LUJOSO DE VERONA BEACH, AL PARECER TEOBALDO CAPULETO TIENE INFORMACIÓN ESCRITA SOBRE EL DESEMBARCO DE METANFETAMINA EN EL PUERTO CONTROLADO POR LOS MONTESCO.-

Tomó su móvil con sutileza, leyendo el mensaje que en el había escrito. 

-BIEN HECHO MUCHACHO, AVERIGUA CUANTO PUEDAS, MANTENTE A SALVO, YO OBTENDRÉ UNA ORDEN DE CATEO-

Pesé a que es un hombre ya entrado en años, se le daba bien manejar la tecnología, esto sólo podía significar una cosa, el heredero de los Capuleto trataba de inculpar a los Montesco, treta bien conocida por el capitán, oliendo la trampa desde muy lejos, si no fuera por el muchacho, no podría haberlo sabido. 

Quizás había juzgado mal a Romeo Montesco, realmente no era como su padre, sino que parecía más dispuesto a hablar, algo que a Teobaldo se le daba especialmente bien, a fin de cuentas, no se le llama "El Príncipe de los Gatos" por nada, muy a pesar del pensar del resto de la gente, este tenía un lado más pasivo y pacífico.

-Brindemos. -Indicó alzando su copa- Nuestras desavenencias no son cosas "nuestras", sino la herencia de generaciones pasadas que quizás no comprendan las complicaciones y avances del mundo moderno; este no es el Siglo XVI como para andar con riñas entre familias, estamos en la Edad Contemporánea, en la sociedad de los negocios y las finanzas... y a eso hemos venido a hablar.

Doblando el sobre y metiéndolo en el interior de su chaqueta, Teobaldo continuó hablando. A fin de cuentas, esta era una oportunidad de oro para poner en marcha sus planes, lo cual era algo positivo.

-Me temo que algunos de los Capuleto están molestos con cierto incidente que hubo en nuestros territorios, según nos han informado, hombres de los Montesco han estado deambulando más de la cuenta y eso pone nervioso al Patriarca. -Antes de continuar se detuvo por un instante para que Romeo pueda pensar a qué se está refiriendo- Pero yo supongo que tan solo es turismo... A fin de cuenta nuestro "lado de la ciudad" tiene cosas más bonitas, las más bonitas obras de arte, los edificios más bonitos... las más bonitas mujeres...

Una mirada desafiante apareció de la nada en el rostro de Teobaldo, mirando fijamente a Romeo, sin ningún tipo de discreción el muchacho de los Capuleto quería dar a entender su punto... pero para fortuna de los presentes, este iba a continuar con un tono mucho más relajado y distendido.

-Pero supongo que eso es lo bueno de vivir en la Edad Contemporánea. ¿No?. La libertad. Libre acceso de circulación, de transacción, de amor... ¿No estas de acuerdo, Romeo?.

El Padre disfrutaba de la comida, así como de la tertulia, sin duda aquel hombre confiaba lo suficiente en él, como para hablar sobre el tema de las familias sin tapujos.

-Si, estoy mas o menos enterado capitán, después de todo gran parte de esas familias con feligreses míos, pero pensé que estaban en un buen momento, en una tregua, dicho feamente. -Hizo una pausa para comer.

-¿Que le hace pensar que esto se acabara pronto? Si esta hablando del tema es que ya sabe algo. ¿Acaso alguno esta cansado de esta agradable paz? -Alzo la mirada para ver a la familias que comían, hablaban y se reían a su alrededor.

-La paz no es otra cosa que una transición entre dos guerras, lamentablemente no puedo contarle sobre estos asuntos padre-

Dijo el capitán con calma, pues era una verdad, y una a la que nadie podía escapar, no importaba si uno era civil o no, iba a contestar la pregunta hasta que su teléfono sonó, vió el mensaje, mientra que se levantaba, se dispuso a pedir disculpas. 

-Discúlpeme Padre, debo hacer una llamada-

Se fue alejando un poco para hacer una llamada. 

Llamó a un juez, para pedir una orden de cateo, debía mover a su gente para anticiparse a lo que podría ocurrir en los muelles de los Montesco.

-Disculpe señor necesito una orden de cateo para ingresar a los Muelles de los Montesco, una treta de Teobaldo Capuleto al parecer ¿Necesita que llame al patriarca Montesco?-

Romeo asentía con tranquilidad a las palabras de Teobaldo, sabía que era un hombre astuto y todo aquello encerraba más significado que el que tenía en apariencia, pero Romeo ya había aprendido algo de aquel juego.

Aun teniendo todo aquello en cuenta, le gustaba lo que escuchaba, no parecía que Teobaldo se llevase por el odio, sino más bien con los beneficios. Y con eso se podía negociar.

Alzó ligeramente una ceja ante la mención del incidente y la belleza de las mujeres. Su sonrisa, que en ningún momento había desaparecido, se tornó más pícara- ¿Acaso sabía…?

-Estoy de acuerdo, sin duda los Capuleto sois muy afortunados en todo- Dijo con tranquilidad, dando un pequeño sorbo de su copa y dejándola sobre la mesa sin ninguna prisa- Ciertamente esta es la era de los negocios, no de los antiguos odios, por ello no veo sentido en interferir los unos en los negocios de los otros ¿No crees? Ya no tenemos que preocuparnos por andar molestando al otro, por ello cada uno debería limitarse a su zona de acción y ahí podrán tener la libertad que desean. Informaré sobre ese incidente, descuida. No queremos interferir en los negocios del otro...- Terminó dedicándole una mirada que claramente indicaba que esa última parte no hacía referencia solo a aquel incidente..

Se echó ligeramente hacia atrás en la silla, en una posición muy cómoda y habló de nuevo chasqueando los dedos.

-Cierto, casi se me olvida. Hablando de incidentes, hay que mencionar un trabajo que llevaron a cabo miembros de vuestra familia en territorio Montesco. Personalmente me parece absurdo, pues como bien has dicho ¿Qué tienen que envidiar los Capuleto de los territorios de los Montesco? En cuanto a belleza no podemos competir… -se encogió de hombros- Seguro que se trata de un malentendido que no volverá a suceder. Al fin y al cabo si hacemos negocios en la zona del otro, sería justo que ese negocio pasase a ser suyo.

Romeo se quedó mirando a Teobaldo esperando a que respondiese a aquella cuestión.

-El amor es distinto a los negocios – no pudo evitar añadir aquello de la que esperaba la respuesta del Capuleto- no necesita de cadenas o fronteras, al contrario que para los negocios, para los cuales creo que sí que es necesario que sean estipulados y delimitados perfectamente. El amor al contrario, si se limita se atrofia.

Alzo las cejas al escuchar el teléfono del capitán. -Claro, supongo que el deber nunca descansa. -Comento jocoso, antes de volver la mirada al plato y estar dispuesto a terminar con ello.

-Tómese el tiempo que necesite. -Termino, antes de alzar la mano hacia el camarero. -¿Podría traerme un poco mas de vino?

Teobaldo Capuleto escuchando esas palabras se cruzó de brazos, al parecer no había logrado llegar hasta donde este quería ir, pese a ello, el "Príncipe de los Gatos" no se había dado por vencido, al menos no tan facilmente. Por lo que en vez de soltar sutiles indirectas, decidió hablar alto y claro:

-Supongo que los Montesco como los Capuleto tienen algo en común, y es que ambas familias llegaron a sus respectivas posiciones en la sociedad por tener información privilegiada del entorno. Por lo que, si yo dijera "Lo sé", tu asumirías qué es lo que sé... y ninguno de los dos haría referencia a "eso".

Haciendo una leve pausa, miró con un rostro más serio a Romeo, poniendo en duda si el hombre que tenía delante iba a ser el adecuado; demostrando una inteligencia y perspicacia tal como para comprenderle en sus indirectas, o si por el contrario, tan solo era querido por su aspecto físico.

-Y tal y como yo "Sé eso", también lo sabe nuestro Patriarca... y si tuviera que asumir que ambas familias están igualadas, supongo que también lo sabe el vuestro... Lo cual, apostaría que si es igual que el nuestro, no le hace ninguna gracia...

Con esto dicho el Capuleto decidió esperar por una reacción en el rostro de su contraparte en la mesa.

-La "Nueva Generación" no piensa eso, y creo que sería una gran oportunidad de negocios para que esas "fronteras" desaparezcan, equiparándose al amor... Pues, este tiene mucho que ver con los negocios, ambos si se limitan... se atrofian, Romeo...

Con todo aquello no había duda de que había entendido bien la pulla anterior. Teobaldo estaba informado, sabía de su romance. ¿Habría sido Julieta? No… contarle algo a alguien les pondría a ambos en peligro. Lo que más le preocupaba a Romeo era que el señor Capuleto también lo supiese, eso complicaba las cosas, seguramente vigilarían mucho más a Julieta ahora.

Romeo no era tan hábil en los negocios como Teobaldo, le costaba actuar como alguien sin escrúpulos o engañar a otros- Ojalá se pudiese ir siempre con la verdad por delante…- Sin embargo no era ningún pusilánime ni un idiota.

Aquellas palabras sonaban claramente a amenaza. La sonrisa de Romeo desapareció, era el momento de ponerse serio, a él podían amenazarlo, pero aquello ponía en peligro a Julieta.

-Al  parecer ambas familias tienen una buena capacidad para recabar información sobre las personas y lo que hacen o dejan de hacer - no apartó su mirada, que ahora tenía una pizca de fiereza- No ganamos nada hablando de lo que ya todos al parecer saben ¿verdad? Y hablando de los patriarcas… quizás últimamente están demasiado susceptibles, aunque prestan más atención al hecho de que alguien tenga un negocio ilegal donde no le corresponde que a otras cosas- dijo mordaz, esperando que aquellas palabras le dejasen en claro por donde iba todo aquello. Él no se echaría atrás por amenazas, aun cuando fuesen dirigidas al punto débil del que claramente él mismo era consciente.

-La “Nueva Generación” tiene el deber de mantener la paz, no provocar a la otra familia, ni hacer nada que pudiese ofender o perjudicar. Esa es “nuestra” labor y de momento no nos has hecho mucho favor Teobaldo- Se había roto la máscara de la buena educación y las sutilezas por ambas partes. Romeo aún quería mantener aquella paz, pero aquel hombre había estado muy cerca de acabar con ella antes incluso de que empezase- La invasión del territorio del otro es precisamente una de estas ofensas y el uso de un negocio ilegal lo agrava aún más. Me aventuraré a decir que tu patriarca, al igual que el mío, no le ha hecho ninguna gracia esto y quiere que resuelvas este asunto cuanto antes- Se echó hacia delante, hablándole de nuevo con una voz más cálida- Por suerte me han enviado a mí, que estoy dispuesto a tenderte la mano y a olvidar el asunto sin que vaya a mayores siempre y cuando pares lo que has empezado, hay cosas que es mejor dejar que se atrofien. Al fin y al cabo tenemos que ser mejores que los que nos precedieron.

Y así era en verdad, si Teobaldo renegaba de aquel negocio del puerto, no habría problemas para ambas familias en continuar con la firma de la paz.

El volvió con el sacerdote, sentándose a la mesa nuevamente, trayendo una botella de vino, no era de lo mejor, pero tampoco era malo, ya estaba descorchado así que solo debía servirle, sirvió un poco en su copa, y luego en la suya, antes de cortar una porción pequeña de carne.

-Aaaafff, disculpe, asuntos de oficina, nada particular, solo puras trivialidades... ¿De que hablábamos padre?-

Nuevamente la charla entre el padre Lorenzo y el capitán Escala se ve interrumpida por el sonido de una llamada entrante al teléfono móvil del Capitán.

Una llamada de la asistente del capitán le informa que ha logrado obtener una orden de detención en contra de Teobaldo Capuleto.

Desde ese momento puede ser detenido con orden de fuerza pública.

La tarde transcurre totalmente tranquila en la reunión entre los herederos más poderosos de Verona Beach hasta que afuera del restaurante se escucha un escándalo de autos de policía y movimiento de agentes en la entrada.