Partida Rol por web

Edad media. Gran Bretaña está siendo asediada por bárbaros, algunos dicen que demonios, otros dicen que personas que pueden vivir en otros sitios y os quieren colonizar. Nadie sabe exactamente de dónde vienen esos hombres fuertes y sin misericordia alguna, que piensan en arrasar aldeas, violar mujeres y hacer ofrecimientos humanos a su dios. 

A parte de todo esto, los británicos están haciendo desde hace mucho tiempo quema de brujas, ya que según el criterio de la iglesia católica son enviados de satán y deben morir. El bien debe prevalecer. Por ello, vosotros y vuestras familias han tenido que ir a un lugar medianamente seguro, apartados de toda civilización "muggle". Si algún muggle se acercara extraviado sabéis que tenéis que actuar como ellos, nada de magia, o os descubrirían. Pero la comunidad mágica tiene varias esperanzas de perdurar en el tiempo. Cuatro magos están preparando a los jóvenes de estas pequeñas comunidades a defenderse de cualquier ataque muggle o bárbaro. Entre ellos el que más conocéis es Salazar Slytherin. Por unas causas u otras os ha elegido a vosotros y no a todos los chicos de la aldea. Habrá visto algo especial en vosotros, eso seguro, pues sabéis que es un mago muy exquisito y selectivo, y no acostumbra a tener pupilos de forma regular. Simplemente enseña a los jóvenes y sigue con su vida. Vosotros habéis aprendido a lo largo de unos años con él, y ahora conocéis más a este hombre, de unos treinta años, y sabéis de buena gana que tiene un poder asombroso. 

Su casa es muy grande comparado con la vuestra. Dicen que viene de una familia acomodada, pero él no cuenta detalles de su vida. Es muy serio y no deja pasar ningún fallo, ya que quiere que los jóvenes estén preparados para cualquier tipo de guerra contra los muggles. Gracias a él vuestra aldea sigue aún en pie, aún recordáis cuando abatió a un grupo de veinte soldados que iban a ejecutaros por ser "brujos" y entraron a arrasar vuestra aldea.

Se habla de que en las aldeas cercanas hay alguien llamado Godric Gryffindor que está preparando también a su aldea para cualquier tipo de asedio. De hecho Salazar os habla de él como un gran hombre. Aún no tenéis la oportunidad de conoceros.

Ahora os encontráis en su casa esperando su llegada, os ha citado a esa hora, cuando el sol cayera por el horizonte. Vais a practicar algunos hechizos. 

La sala donde practicáis los hechizos está muy bien hecha, no hay casi objetos, solo tres especie de estatuas de madera que sirven para que practiquéis vuestros hechizos. La sala está llena de antorchas, y es cuadrada. Aunque es de noche ya veis muy bien, cada rincón está iluminado.

Llegué la primera a la sala, no me gustaba llegar tarde nunca y menos con Salazar. Como aún no había nadie en la sala, me senté en una de las esquinas, junto a la puerta, y esperé, mientras me concentraba, repasando los hechizos que había aprendido últimamente. Esperaba que los demás no tardasen mucho más, tenía ganas de hablar con alguien aquel día. 

-Ya es de noche, aún nos queda un paseo por las montañas. - le digo a Sean cuando finalmente bajo de su escoba y acomodo mi larga falda. -Hoy será una noche especial, algo me dice que Salazar nos tendrá preparado un nuevo conjuro. ¿Tú que crees? - pregunto reflejando curiosidad. 

Una vez al llegar, justo en la entrada le doy un último beso en sus labios sonriendo, ahora era el momento de aprender y conociendo lo estricto que podría ser nuestro maestro no nos permitíamos ese tipo de manifestaciones en público porque nuestro objetivo en esta inmensa casa era otro, como por ejemplo: adquirir conocimientos. -Ya tendremos lo que resta de la noche para nosotros. -pienso al mirarlo.

 Cuando me dirijo hacia la entrada doy unos pequeños y delicados golpes en la puerta, esperamos unos breves minutos y nos conceden el ingreso. Realizo una reverencia a modo de saludo y continúo el camino hacia la sala de prácticas, así la llamaba a diario. 

-Buenas noches. - saludo a mi compañera con un gesto amable, recorro con la mirada aquella sala pensando en todo lo que teníamos por delante practicando delante de Salazar, de por sí no era fácil y siempre mis intenciones era ser prolija y eficaz. Sólo necesitaba más práctica y precisión en los hechizos, eso me dará el poder de controlar a los dragones, sin dudas ésta pequeña marca en mi hombro me recordaba cual era mi objetivo. Le dedico una mirada a Sean de complicidad, es probable que supiera lo que me estaba imaginando en este preciso momento ya que me conocía demasiado. 

-Hola chicos -sonrío al verlos llegar- ¿qué tal el día?

-Muy bien, hemos estado recorriendo algunos lugares como así también buscando información sobre algunas especies de dragones que debo estudiar. Hicimos de todo un poco. ¿Que tienes para contarnos? - le pregunto animada.

Sean había estado volando un rato antes del anochecer y había decidido ir a recoger a Sophie en su escoba. Llegaron a la casa de Salazar justo cuando se ponía el sol y aterrizaron tras un elegante planeo, justo delante de la puerta.

- ¿Un paseo? - preguntó Sean casi riendo. - Eso será si el maestro no nos tiene toda la noche practicando. Estoy casi seguro de que nos hará trabajar de lo lindo hoy.

Correspondió al beso de la chica y se echó la escoba al hombro.

- Buenas noches - saludó una vez que pasaron al interior.

Sean pudo ver que Devi ya se encontraba allí. Inmediatamente ambas chicas se pusieron a hablar lo que le permitió a él vagabundear por la sala y contemplar de cerca los tres muñecos que había en ella. Una vez satisfecha su curiosidad volvió junto a ellas.

- Muy bien. Estoy deseando que el maestro nos enseñe algo más sobre transformaciones - comentó esperando que su deseo pudiera hacerse realidad.

-Pues vengo hecha polvo, la verdad... -respondo, con aire cansado, pero ansiosa por hablar- ¿recordáis el juicio por brujería que hubo ayer en Castle Combe? Bueno pues eran inocentes, eran muggles que no tenían ni idea de magia pero, por supuesto, los condenaron por brujería, a todos, a la familia entera... así que anoche fuimos a sacarlos de ahí... me colé en las mazmorras de nuevo, luego no fue difícil sacarlos, pero se dieron cuenta antes de tiempo, un guardia muy pesado... así que nos tocó huir. Al final los sacamos y logramos que se escondieran. Lógicamente vieron todo lo que hacíamos así que tuvimos que explicárselo, pero ahora están sanos y salvos en el pueblo de al lado, muy cerca de donde está ese tal Griffindor... y han prometido ayudarnos a guardar el secreto. La niña pequeña me regaló esto -entones saqué de debajo de mi camiseta un cordón de cuero que llevaba atado al cuello, con una madera en su extremo que en su día había tenido forma de ángel, pero que ahora apenas se reconocía de lo manoseada que estaba- me dijo que me protegería igual que yo los había protegido a ellos. La hermandad me ha dado un par de días de descanso, pero no quiero dejar de venir a estudiar. No he dormido nada en toda la noche y me he pasado lo que me quedaba libre de día para llegar hasta aquí y no perderme la clase... pero estoy tan cansada ahora mismo que me echaría en este mismo sitio, en el suelo y me pondría a dormir... -sonreí, sin embargo, no con orgullo, sino con la sincera sensación del trabajo bien hecho. 

La observo complaciente. - Un gran trabajo haces, es por un bien mayor. Yo siempre he creído que de los esfuerzos se obtienen excelentes resultados, aquí salvas vidas lo cual te convierte en una buena persona. Estudiar dentro de este lugar nos brinda las herramientas para aplicarlas allí afuera. - señalo la puerta, haciendo alusión al diario vivir. - No todos entienden nuestro linaje de magos y tienen el derecho de juzgarnos, nada más indignante para mi saberlo. - bajo la mirada ante aquellas palabras. - Toma un pequeño descanso, no han llegado todos. - le sugiero amablemente.

Emmeline llegaba tarde a clase. Por más que lo intentaba, siempre había algo que surgía en el último momento y hacía que llegase de las últimas. Se apresuró mientras subía los escalones de la entrada y recorría a paso rápido la mansión de Salazar Slytherin, que conocía ya de memoria. Cuando llegó a la sala de entrenamientos, abrió la puerta de forma decidida y sin llamar. Como suponía, sus compañeros ya estaban allí.

La joven llevaba una túnica azul marino con bordados plateados, elegante y con pinta de ser cara. En el cuello llevaba el emblema de su familia colgando de una cadena. Aquel día, llevaba el pelo recogido en una larga trenza. Sonrió fugazmente a los demás y se acercó a ellos. 

Buenas noches, chicos. Les saludó con su voz tranquila. Perdón por llegar tarde. Menos mal que aún no ha llegado el maestro. Observó mientras miraba con ojo crítico la sala.

Adrian fue el último del grupo en llegar, con la vista pegada al suelo, como casi siempre, y sin molestarse en miraros a ninguno. Que no le caíais bien era evidente pero a esas alturas podíais imaginar que no se trataba de algo personal, simplemente no le gustaba la gente. Todo lo contrario que ocurría con Salazar, al que se le podía sorprender observando con una admiración que rozaba la devoción religiosa en algunas ocasiones.

Vestía ropas viejas de lana basta y desgastada que le quedaban algo grandes y todavía hacían más difícil de creer que ese niño escuálido y paliducho tuviera ya los quince.

Su familia no pertenecía a la aldea y su abuelo le había traído a casa de Salazar sólo un par de años atrás para que estudiara con él y, desde entonces, no había perdido el tiempo. Los momentos que no pasaba estudiando con el mago o por su cuenta los empleaba en ayudar en cualquier cosa que Salazar pudiera necesitar. Siempre que hacía falta ir a buscar cualquier cosa durante alguna de las clases de práctica o hacía falta un voluntario, era el primero en ofrecerse. El acuerdo al que hubiera llegado con abuelo era algo que ni conocía ni le importaba, seguía sintiendo que tenía el deber de pagar por todo lo que hacía por él.

Emmeline observó a sus compañeros en silencio, mientras esperaba con ganas a que Salazar llegase. Era muy poco frecuente en ella sentir admiración por alguien, y mucho menos expresarla con palabras, pero cuando el profesor hablaba, la joven escuchaba en un silencio respetuoso e interesado y parecía perder su aire altivo. Slytherin era de las pocas personas a las que consideraba dignas de su compañía en realidad. Un mago poderoso, con una ideología afín a la de su familia, y además amigo de su padre desde hacía bastante tiempo. De hecho, Emmeline recordaba vagamente haber visto a Salazar reunido con Lord Fulbertus Mortemer en más de una ocasión.

La joven permaneció sentada muy erguida. Sus compañeros le generaban opiniones encontradas. Menos aquel chico canijo y poca cosa, que siempre estaba callado, todos los demás eran habladores y animados. A Emmeline le divertía que pensaran que todos eran iguales. Sin embargo, los trataba con educación y cordialidad a pesar de que era una chica de naturaleza seria. Devi era la que más le gustaba de todos. Era una chica trabajadora y que ayudaba a la comunidad mágica, y eso le parecía respetable. También salvaba muggles y sangresucias, pero bueno, eso era un daño colateral.

Emmeline jugueteaba con el collar que llevaba al cuello y parecía absorta en sus pensamientos.

Entro apresurado a clase y cierro de un portazo la puerta.- Buenas noches, veo que todos sois puntuales. Eso me enorgullece.- Acto seguido saco un libro manuscrito que abro sobre una mesa, donde me coloco.- Hoy vamos a repasar los hechizos que sabíamos, sobre todo, los ofensivos.- Acto seguido saco una jaula con unos bichos voladores de un metro aproximadamente y que vuelan girando sobre sí mismos.- Estos son unos bichos provenientes de Australia, los Billywigs.- Acto seguido cojo uno y lo imnovilizo, para enseñarlos a mis estudiantes.- ¿Veis ese tremendo aguijón? ¡Más vale que no lo lleguéis a probar!.- digo seriamente. Suelto uno por cada estudiante.- ¡Vamos! ¡Atacadles antes de que se lancen por vosotros.- Los insectos comienzan a moverse muy muy rápido.

Sean saludó a Salazar Slytherin en cuanto éste entró por la puerta. Le gustó que siempre solía ir al grano, sin detenerse en parafernalias.

Escuchó sus palabras con atención, fijándose en que especificaba la posibilidad de practicar hechizos, en plural, por lo que optó por un hechizo más conservador en lugar de uno que pudiera reducir a aquellas criaturas a cenizas. Estudió a aquellos Blillywigs antes de que los soltara de forma que cuando el suyo se lanzó a atacarle Sean ya tenía decidido y preparado el hechizo que le lanzaría.

- ¡Religio! - exclamó con decisión.

Satisfecho, observó como aparecían unas cadenas que envolvían a la criatura, inmovilizándola y comprimiendo su pecho.

La presencia de Salazar nos indica el inicio de la clase que al parecer era de repaso, escucho atentamente su explicación mientras voy pensando en que hechizo utilizar, lo lógico sería uno de 6to curso ya que son de los últimos aprendidos y es uno de los que mas suelo usar a la hora de compenetrarme con los dragones y corresponde a mi elemento, el fuego demoníaco. 

Sabía que no iba a ser del todo fácil porque suelo compenetrarme demasiado con este hechizo al punto de perderme en él pero también era la ocasión perfecta para demostrarle a Salazar que puedo con ello a pesar de mis ansias de controlar todo con la magia.  

Una vez que tomo la decisión me coloco en un rincón alejado del resto, no era cuestión de hacerles daño. Saco mi varita mientras me arremango la túnica, muy concentrada en lo que haré de ahora en más digo con fuerza: - Fiendfire. - al instante una llamarada toma forma de un dragón, rodea mi cuerpo dando círculos sobre mi a medida que se vuelve más poderoso aunque no con la intensidad que hubiera deseado. Siento como el calor es abrumador pero extiendo la varita hacia delante indicando la dirección del ataque que era hacia el Billywig que viene hacia mi.

El dragón de fuego va al acecho y en cuestión de segundos cuando abre sus fauces para comerlo lo incinera de forma instántanea. - Genial... - pensé mientras guardaba la varita en mi túnica y esperaba a que todos finalizaran.

El mago había entrado con decisión ese día. Parecía tener ganas de comenzar y ver qué decidían hacer… o de quitarse pronto esa tarea de encima. Adrian había asentido en silencio un par de veces durante la explicación y empuñó su varita ante el bicho más próximo. El objetivo eran los hechizos ofensivos pero en un espacio reducido y con tanta gente a su alrededor, prefería asegurarse de no fallar.

- ¡Expulso! -dirigió hacia la criatura azul.

El hechizo fue ejecutado a la perfección pero salió acompañado de un estruendoso sonido similar al de una explosión. El chico, asustado por el ruido, terminó apuntando un poco más a arriba. Había acertado… pero había sido un acierto realmente patético. Detestaba cuando su varita hacía eso. Maldito cornejo. Evitó conscientemente cualquier tipo de contacto visual con el maestro, al menos hasta que terminara con ese bicho que había sido rechazado contra el suelo y perdido momentáneamente su ventaja del vuelo. Con algo de suerte podía hasta haber quedado aturdido el tiempo suficiente como para lanzar un nuevo hechizo.

Me levanté corriendo del suelo cuando el maestro entró, reprimiendo un bostezo. Estaba cansada, pero no me habría perdido una clase de Salazar bajo ninguna circunstancia, si estaba en mi mano acudir. 

Cuando el maestro explicó la clase de hoy, mi mente enseguida comenzó a pensar de forma práctica. En la Hermandad me habían enseñado varias cosas: no gastes más energía de la necesaria, asegúrate antes de evitar ataques peligrosos y luego acaba con tu enemigo. Así que eso hice. Era un hechizo de primero ¿y qué? Tenía la ventaja de que no gastaba mucha energía -y con el cansancio que llevaba encima aquello me venía muy bien- y además había pocas posibilidades de fallarlo, así que primero intenté inmovilizar al Billywig que vino directo hacia mí; eso cumplía también con lo de evitar ataques peligrosos -el aguijón- primero.

-¡Petrificus totalus! -grité, apuntando finamente hacia la criatura. 

Inmediatamente, el bicho dejó de moverse y cayó al suelo, inerte. Esperé un momento antes de ejecutar el siguiente movimiento. Miré inquisitivamente a nuestro maestro, dudando entre dos hechizos que tenía en mi cabeza. 

-Maestro, ¿queréis que lo matemos o sólo que lo dejemos fuera de combate? -pregunté, haciéndome oír por encima del barullo, mientras vigilaba por el rabillo del ojo a los Billywigs de los demás, por si a alguno se le ocurría venir hacia aquí. 

Miro satisfecho cómo cada uno realiza su hechizo. Voy paseando con las manos acariciando mi barbilla mientras cada uno hace lo posible por deshacerse de estos animales. Unos con hechizos para alejar, otros con hechizos para matar y otros con hechizos para inmovilizar.- Bien hecho Sean.- Dije al ver cómo su enemigo quedaba encadenado con diminutas cadenas hechas para su débil cuerpo de insecto.- No has optado por matar al enemigo, sino por crear una ventaja para poder ejecutarlo mejor luego.- Dije dejando claro que había dos formas de pelear, y él se decantaba por una más pacífica. Acto seguido miro a Sophie, que calcina directamente al enemigo.- Bien hecho, eso es lo que pedía.- Continúo con Adrián, que veo como manda al bicho lejos con un hechizo de expulso.- Ese es un buen hechizo para cuando no te esperas el ataque del enemigo, ahora remátalo.- Digo empujándole hacia el animal. 

Me pongo en frente de los otros dos estudiantes.- ¿Aún no sabéis que hechizo hacer? No tenéis mucho tiempo, tenéis suerte de que anden despistados vuestros enemigos, con tantos hechizos.- Digo buscando con la mirada sus bichos.- Están allí, atacadles, vamos.- Digo enfureciéndome.

- Sí, maestro - contestó Sean.

Salazar no había entendido que no había querido matarlo para probar más hechizos pero bueno, seguiría probando cosas hasta que llegase el momento de acabar con aquel billywig.

- ¡Sectum! - exclamó apuntando a aquella criatura esperando cortarle algún trozo pero dejándolo vivo para rematarlo con un tercer hechizo.