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Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Liberar al Condenado - Escena Cinco.

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15/09/2013, 03:14
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Escena 5 - Liberar al Condenado

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15/09/2013, 03:14
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Alice... sabe. Cosas. Es. El futuro.  El Verdugo y el Ario. Son... el Mal. El tiempo... ¿es inevitable? La Historia. Siempre Nazis. Una y otra vez. La Historia. Como un... motor. Funciona. Siempre hacia adelante. Hasta que buscas una pieza. Crucial. Una pieza crucial. Y la quitas. Y se para. Tengo que... encontrarla. 

El caballo y los dos alfiles entraron en el callejón a la espera de los tres peones. Arjen, uno de los alfiles, no dudó en sacar su armamento de contacto más preciado y hacer brillar el metal bajo los reflejos del sol. Un sol eclipsado por un humo espeso que hacía toser de tanto en cuando a la alfil andrógina y el caballo intelectivo. Hablando en plata, nuestros tres protagonistas entraron en el callejón a petición de Arjen, y a este le costó matar que, en fin, fue irrisorio.

No hizo ni falta calcular la potencia de sus golpes. No hizo ni falta intentar valorar aquellos tres tipos se podían defender. Ni siquiera merecía la pena ver si su cuerpo absorbía los golpes en zonas no vitales. Arjen sencillamente desenfundó el machete y barrió tres golpes. Uno, dos, y tres. Su cuerpo silbó con el viento y antes de que Novák terminase de pestañear los tres cuerpos caían como robots desactivados al suelo. Tres golpes de precisión quirúrgica. Tres golpes limpios, perfectos, sin salpicadura roja de Tarantino en las paredes. Un gruñido animal escapó de la garganta de Arjen como recompensa.

Novák no pudo sentirse inquieto ante aquello. Quizás había tenido suerte, o había estado particularmente inspirado, pero si siempre combatía así, Arjen podía convertirse en el general de un ejército con más medallas de las que pudiera colgarse en el pecho. Eso, y que podía matar al científico y a su familia en un pestañeo. No había tardado ni dos segundos en quitar la vida de aquellos tres, que ni de desenfundar nada tuvieron tiempo.

Sin embargo, mientras Arjen Wolfzahn se convertía en una máquina de muerte y Eugenius y Gretchen hablaban, este segundo rebuscó entre sus dotes. Lo que vio le molestó, pues efectivamente detectó un pequeño localizador alojado bajo la piel. Pero no bajo su piel, sino bajo la piel de la funda del ordenador. Quiso pedirle a Arjen que la rajase para sacar el dispositivo, quizás pegárselo a algún ciudadano o tirarlo a algún sumidero, a alguna alcantarilla, pero ni eso. Nervioso como estaba, sólo pudo escuchar literalmente un chisporroteo en su cerebro.

Al hacerlo, como si hubiese fundido el dispositivo de rastreo, dejó de localizarlo, seguro de que y no existía. Enfadado por ver si había sido Eichmann, Knochenmann o algún don nadie mientras declaraba en el cuartelillo o se cambiaba de ropa en el campo de golf, no pudo sino dejar que sus poderes se les fuesen de las manos hasta destruir el dispositivo. A su vez, el sonido de un equipo de música a toda castaña comenzó a sonar desde el primer piso del edificio junto al que estaban, concretamente desde la ventana abierta, como si Novák tuviese un mando a distancia universal.

El semáforo del callejón, apagado por naturaleza por estar vetada la circulación en aquel tramo angosto de la ciudad, se encendió con un pulso errático y comenzó, cual discoteca, a mostrar sus tres colores, verde, naranja y rojo de forma aleatoria y rápida antes de que las tres luces estallasen volviendo a apagarlo. Sendas chispas doradas salieron del mismo como colofón final, pero después Novák sólo pudo intentar apagar su poder. Escuchó cómo el móvil desechable de Arjen comenzaba a hacer sonar Helloween, pero no duró más de unos parcos segundos.

No se volvió a escuchar más, al menos por el momento, el sonido de la megafonía, y no parecía haber más nacionalsocialistas que reconociesen a Novák cerca. Debía de haber varios por el vario, pero no dejarían de resultar inocuos si Arjen no lucía armas ensangrentadas y Novák no gritaba a los cuatro vientos "¡Soy la puta llave para que Europa no se convierta en un hongo nuclear!". El caso es que, o se movían deprisa, o más nazis llegarían a la zona. En aquel momento tenían la balanza a su favor y la sartén por el mango, pero todo dependía de su presteza.

Podían usar los subterráneos como Arjen quería, o el puente como Novák estaba seguro de si mismo. Ya no había localizadores que les fuesen a preocupar, aunque eso sólo el científico lo sabía, y tampoco germanos. Bueno, estaban las cámaras de seguridad, pero si Novák las inutilizaba con un gesto de la mano no supondrían ningún problema. Sino, muy probablemente, y más si veían a Arjen y Gretchen con él y ataban cabos. Llamaban a Diéter, asociaban a Arjen con Novák y con Ruth. Se liaba parda. Comenzaba la verdadera sinfonía. No, las cámaras mejor fuera.

Doblando la esquina, todo seguía tal cual lo habían dejado, sólo que con otras personas corriendo de aquí para allá. Al fin y al cabo, no había dado tiempo a mucho más. Tres cuchilladas se podían pegar muy rápido, y rebuscar un simple dispositivo de rastreo en tu persona, también. ¿Siguiente movimiento de ajedrez?


Arjen ha sacado 8 Éxitos, Absurdo, en Destreza combativa Cuerpo a Cuerpo. Puede narrar lo que quiera.
Eugenius Novák pierde 2 puntos de Alma adicionales por el descontrol de sus facultades sobrenaturales.

- Tiradas (1)
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15/09/2013, 03:15
Stille

- ¿Marca Alemana?- preguntó extrañado Stille en referencia a Diéter-. Imposible, tío. Esos tienen su propio mercado, el resto les hacen el vacío- explicó queriendo decir algo así como "ningún puto Merc ayudaría a un alemán, tío". Pero se lo pensó mejor-. Bueno, el dinero es el dinero- reconoció con pesar-. Si el pago es justo, quizás.

Lo cual es una puta mierda.

- ¿Chinos?- preguntó nuevamente extrañado en referencia a las japonesas-. No tienen nada, tío, era sólo ropa para tirar a un contenedor- "en una fosa común están las niñas, Ambroos, no sé qué coño pretendes con eso, ¿apadrinarlas a todas?"-. No hay nada útil en su mercado. Sólo saben hacer zapatillas- lógicamente, no pudo hacer mención a los residuos a falta de que Ambroos encontrase forma de decírselo. Aún así, las crías tenían que valer para algo, aunque sólo fuesen como material fungible para tantear todas las razas sobre la mesa de operaciones.

Por supuesto, Stille no sabría una mierda sobre eso, ni sobre nada. Sólo que las crías estaban todas muy muertas y bajo tierra. Bueno, entre tierra, pues las fosas comunes de los barrios bajos seguían abiertas hasta que se llenaban, y cabían muchos huesos y pellejos en agujeros de tres metros de profundidad por cincuenta de anchura.

- Ah, ¿es ese viejo?- preguntó por tercera vez, aunque esta vez sorprendido-. Pues ha estado dándole por el culo a nuestra médico de empresa, macho, menudo pieza te has buscado- obviamente, el sexo anal era algo metafórico. Costaba mucho imaginarse a Jürguen sodomizando literalmente a ninguna mujer que trabajase para los Anarquistas, para Stille. No si quería conservar sus testículos-. Mandaré a otro colega para que le haga compañía, entonces, pero no te puedo prometer nada- tiró ceniza de su cigarro al suelo-. Le tenemos muchas ganas a ese cabrón.

Era obvio que Liselot había hablado a Stille de su visita a El Boulevard. Lo suficiente para asociar "el viejo" a Jürguen a vuelapluma. Stille no era lo bastante tonto como para no sumar dos y dos de forma sencilla.

Mientras Ambroos procesaba aquello y hacía sus planes de futuro. Mientras miraba a un Novák que también le había mirado a él, vio cómo Arjen Wolfzahn se metía la mano en un bolsillo. Instantes después, el espectáculo de fuegos artificiales dio comienzo. Los chicos de Arjen habían preparado un espectáculo de humo y ruido para sembrar el pánico y confundir a los nazis de la zona. Para sacar a Eugenius Novák fácilmente. Ahora daba comienzo.

Novák compuso una mueca de ego insultado al oír algo dicho por Wolfzahn, pero Ambroos no pudo ver mucho más. Antes de que quisiese darse cuenta, el sonido de un estruendo cual explosivo en una habitación vacía, con eco, sacudió el aire. Giró el rostro ceñudo y vio cómo una columna de humo ascendía en géiser por detrás de un edificio al otro lado del río. Seguidamente, cual espectáculo de fuegos artificiales sincronizado, una serie de columnas iguales lo secundaron sumiendo la zona en una vorágine de ruido, humo, y caos. Sorprendentemente, no parecía haber cosas en llamas ni miembros humanos volando por los aires. Los daños materiales eran mínimos, no letales.

Aquello era una distracción "pacífica", entre comillas, para los posibles nazis que debían de estar vigilando a Novák. El estruendo de la gente gritando se hizo eco en el lugar y Arjen y Gretchen comenzaron a moverse esperando que Novák hiciese lo propio. Un tanto anónito, este se movió en tercer lugar para emprender la marcha con ellos. Un sonido bajo, de aspersión, sacudió el puesto 17 mientras la dependienta huía despavorida. De las faldas del estanco comenzó a salir humo gris de igual modo en forma de racimo. Rápidamente, una Gretchen poco estoica comenzó a toser mientras se le humedecían los ojos. Novák, después, la siguió intentando mantener la compostura con una mano delante. A Arjen no parecía afectarle demasiado, y lo más que hizo fue taparse con el cuello de la camisa y un pañuelo.

Tras ello el trío desapareció en una esquina. Stille, con cara de pocos amigos, miró a Ambroos con cara de "un poco teatrales y excesivos tus amigos, ¿no".  Se levantó poniendo las manos en el asiento y comenzó a andar instando a Ambroos a levantarse. Juntos, ambos avanzaron ordenadamente para largarse de allí. Lo hicieron sin problema alguno, al menos durante tres puestos florales, antes de que la cosa comenzase a torcerse.

Entonces, entre el humo y el sonido de petardazos sumiendo el lugar en el caos, voces en las alturas. Bueno, más bien en las farolas. Estábamos hablando del sistema de megafonía en construcción, todavía sin implantar pero llegado el caso en algunos lugares y momentos, funcional. La voz era mecánica y distorsionada, pero aún así pertenecía a un hombre y tenía acento alemán. Era la voz de su Gran Hermano particular.

Ciudadanos, mantengan la calma. Los explosivos son sensorialmente alarmantes, pero no letales.
Esto no es un simulacro, es un ataque ecoterrorista para intentar sembrar el pánico en la ciudad.
La Regencia ha enviado refuerzos a la zona para restaurar el orden y capturar a los responsables.
Hasta entonces, se ruega permanezcan en sus hogares o actúen de forma pacífica y ordenada.
Cualquier acto bélico, delictivo o incoherente será castigado. Mantenga, la, calma. Es una orden.

La voz del sistema de megafonía comenzó a repetir el mensaje en alemán, y mientras tanto podía verse cómo en algunas farolas aleatorias las cámaras de seguridad instalaban comenzaban a encenderse por control remoto. No deberían estar así, y menos con el grave problema de energía tenían. Sin lugar a dudas, bien supuso Ambroos que aquello estaba así por Novák. No querían perderle, y daba igual si tenían que inventarse que habían sido los ecoterroristas, pues les costaba muy poco aunque no tuviesen pruebas.

Aquello merecía salir de allí cagando leches.

Entre el humo, el ruido y los gritos, Ambroos, junto a Stille, buscaron por Gretchen, Novák y Arjen, pero no encontraron nada en un primer barrido visual. El problema adicional era que los puentes levadizos que conectaban el distrito sur con la zona centro, y por tanto, con Begijnhof y el barrio rojo, con El Boulevard, amenazaban en aquel instante entre pitidos de luces rojas con levantarse. Y con ello, prohibiendo la salida y entrada de nadie. Estaban sitiando la zona en lo que llegaban los refuerzos y, por tanto, estaban sitiando a Novák y sus dos acompañantes. Algo que no beneficiaba ni a Stille ni a Ambroos. Algún oficial de policía neerlandés se acercaba al extremo centro del puente, para evitar que nadie intentase saltar en lo que se terminaba de levantar, y para mantener el punto de extracción controlado, pero poco más. Apenas habían, por el momento, fuerzas de seguridad, y entre tanto caos era imposible organizarse.

Como diría Arjen, "la jodida fiesta va a empezar".


Ruta de Huída: El camino más corto andando entre el Barrio Floral, Begijnhof y El Boulevard.

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15/09/2013, 03:16
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Los lobos resultaban ser corderos y los corderos, lobos. Esa era la conclusión que sacó Niki. Ningún recuerdo venía a su mente. Nada. Sólo recuerdos del armamento, quizás porque era lo único que le era familiar. Si había estado en Ámsterdam, ni si vieja identidad recordaba nada de aquello. La amnésica ataba cabos para descubrir su pasado, o más bien, intentaba valorar qué conocidos podían reportarle algún tipo de utilidad. Incluso Izan se contemplaba como algo utilizable desde esa perspectiva, dispuesto a ponerlo en peligro por la causa. Eso parecía.

Ya centrada y en modo de infiltración, con mentalidad lógica, la mujer avanzó fatal hacia su objetivo. No encontró cámaras de seguridad funcionales. Bueno, sí, las encontró, en farolas y fachadas, pero estaban todas apagadas. No había energía alimentándolas, por lo que eran inútiles. Eran nuevas, pero nada las encendía. Sí, definitivamente había problemas con la electricidad, y no pocos precisamente. No encontró tampoco ningún tipo de arco magnético o sensor. Nada parecía funcionar. Simplemente, aquello parecía un cementerio inútil y en desuso. Quizá lo fuese.

Estudió el recinto, pero siguió sin ver más que cristales tintados y un interior ignoto. Pese a todo, era fácil adivinar por el volumen que la estación de trenes era grande, con probablemente unas cuatro líneas. Algún pasillo angosto, una sala principal, y probablemente varios lugares auxiliares. Tiendas pequeñas, baños, y una bóveda en el techo. Había puertas de emergencia selladas por dentro, y las principales estaban precintadas.

No había nadie en los alrededores. Ni rata, ni vagabundo, ni nazi. Gabriel era el único que había estado allí junto a Niki, y se había marchado con el sonido del tubo de escape por detrás para dejar hacer a la chica su vida. Sus asuntos personales. Todos tenían, qué demonios. Desde luego, efectivamente, aquello era un cementerio. Gretchen no se tendría que preocupar por nadie mirándola sin que se diese cuenta. Ni vecinos parecía tener el vecindario. Quizás algún okupa, pero nadie mirando por la ventana. Visto lo visto, siguiendo su modus operandi, tocaba entrar.

Tras analizar el entorno, lo más fácil sería entrar por una de las puertas auxiliares, preferiblemente, por si acaso, del segundo piso. Subió con sigilo una escalera de emergencia y jugó con el pomo usando una horquilla del pelo. Joder, no, no se le daba mal. Cedió con suma facilidad, y aunque realizó un poco de ruido, sólo el aire viciado salió del exterior cuando empujó la puerta con un pequeño chirrido. Con las ideas agolpándose en su mente, el corazón saliendo por la boca y un regusto dulce en los labios, entró. Sí, estaba dentro de "aquel siniestro lugar"

Le costó veinte metros avanzar antes de tener que cubrirse el rostro con las manos. Vale, el interior era muy distinto al exterior. Aquel lugar no estaba del todo abandonado. Un tren, viejo pero blindado y funcional, permanecía aparcado sin combustible pero cargado con suficiente electricidad como para mantener encendidas las luces de emergencia. El resto estaba sumido en la penumbra salvo por la luz que se filtraba por los agujeros del lugar y el fondo de la estación abierta a los carriles. Sólo la luz blanca se destilaba en ese final.

Y había gente. Pero menuda gente. Enfundados en trajes términos, con máscaras de gas cubriendo todo el rostro, caminaban deambulando de un lado para otro. Debía de haber unos tres, y Niki aún no pudo determinar si tenían una ruta o simplemente paseaban sumidos en sus pensamientos. Le llamó la atención cómo el interior de la estancia más cocido, con un calor mas soporífero y seco. En Ámsterdam solía hacer frío. Además, el aire era asfixiante, sin humedad, y provocaba sed a Niki. La secaba la lengua y la hacía sentir la boca pastosa. Si seguía así mucho tiempo iba a necesitar una de las máscaras de gas o largarse de allí.

No escuchó a nadie hablar, sólo los pasos amortiguados con su eco respectivo. Había dos carriles en total visibles, uno con el tren y otro vacío. Los otros dos debían estar en otra zona. Aparte de los tres caminantes, a todas luces con un comportamiento humano normal, no parecía haber nada más reseñable salvando las circunstancias ambientales y el mentado tren con las luces de emergencia. O al menos, así pintaba todo de forma preliminar.

Niki no podía dejar de sentirse muy incómoda. Se sentía a gusto y en su ambiente con lo que estaba haciendo, pero sin lugar a dudas, como ella bien pensó, la mejor definición para el sitio era "aquel siniestro lugar". Algo, y no terminaba de saber qué, daba escalofríos. Como si un fantasma inundase el aire de forma etérea e invisible.

Bueno, vale, al final sí que había algo interesante en aquel lugar. Inquietante pero interesante, sí.

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15/09/2013, 03:16
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Jürguen golpeó la ventana de Panama. Lo que llevaba en las manos era un hinchador de bicicleta, o más bien, efectivamente, el cilindro metálico del interior. Aunque con cristales sucios, comprobó la dureza de los mismos. Eran duros, bastante duros, y sólo una pequeña y despreciable marca blanca y opaca quedó grabada en la superficie golpeada. Tenían cristales reforzados. Fibra de vidrio reforzado, concretamente, impregnada de resina epoxi¹ con capas de aluminio intercalado. Era lo que se utilizaba en aviones, cárceles, comisarías y acuartelamientos. Desde luego, aquello era algo posterior a Panama, y a todas luces quedaba más que patente que aquello era un nido de Mercenarios.

Siguió un rato más intentándolo, al final más intentando hacer palanca que romperlo, y de pronto, cedió. No se rompió, pero sí que se abrió el ventanal un tanto. Vio la luz celestial entrando por la cristalera circular de la iglesia y, mientras se regodeaba en su propio fallo técnico y sus cábalas sobre las conspiraciones divinas, pues no poco irónico era el emplazamiento del cuartelillo, metió el brazo para colarse dentro. Pero no, no había cedido al parecer.

Alguien había abierto la ventana desde dentro. Algo tiró del sacerdote para sumirlo en la penumbra, y un sonido seco cerró el ventanal. Se escucharon voces en un idioma desconocido para Jürguen, pero que sonaba bastante a ruso o algún idioma menor hablado en los países del este. Sobre las mangas de su cuello notaba dos manos gruesas, fuertes y curtidas que le asían como un militar veterano podía asir a un sacerdote viejo y físicamente débil. Con violencia.

Vale, quizás a Dieter no lo había encontrado, pero a los Mercs, sí, no me jodas. Eso era un Mercenario sí o sí. Hablaba como uno, actuaba como uno y se movía como uno. Hasta olía como uno aunque Jürguen no pudiese verlo. Tenía toda la pinta de militar retirado y corrupto que se ganaba la vida como podía en plena guerra mundial.

Unas palabras en el idioma mentado y se hizo la luz. Génesis.

Ante si tenía, efectivamente, a un militar retirado. Tenía una senda marca de arañazo cicatrizado en lado derecho del cráneo. A juzgar por el tamaño, de un animal de gran envergadura o algún arma experimental afilada y poco profunda. A juzgar por el estado de la cicatriz, tendría unos seis meses. Su rostro era duro, con papada, envejecido, de unos cincuenta años mal llevados, y aún así era fuerte, rudo, un superviviente y luchador nato. Un trabajador físico. Vestía con un uniforme militar verde oscuro, de camuflaje, y llevaba un blindaje de kevlar sobre el pecho, un machete en la cadera y un cuchillo en la bota de goma gruesa. Asía a Jürguen por las solapas con cara de pocos amigos. No es que pareciese tener de eso.

 Otro de los hombres, alumbrado bajo un foco rojo de la discoteca, saltó de un sofá destartalado apoyado contra una pared. Sacó dos pistolas de las caderas cruzando los brazos de forma teatral y sonó un seguro automático mientras apuntaba a Jürguen acercándose con cara de asesino hambriento. Sonreía marcando varios dientes de oro o plata. Un sádico. Lucía varios piercings en cejas, nariz y orejas. De hecho, lucía calaveras con cuernos, como las del ganado en el desierto. Si ese tío no tenía un tatuaje también en el glande, no tenía ninguno. Parecía fumar un puro bajo un cabello negro tintado de rojo. Sombrero a juego. Un capullo integral que venía inmigrante a hacer negocio de vete a saber qué continente.

- ¡Ie, ye!- saltó un tercero con voz cascada haciendo bajar las armas al segundo-, si le matas no sabremos cómo coño a averiguado dónde estamos- golpeó en la sien con la palma de la mano al inconsciente de antes y le hizo retroceder-. Piensa con la cabeza por una puta vez, imbécil- hablaba en neerlandés, y no se le daba mal el idioma, aunque tenía una mezcla de acentos considerable.

Vestía con mucha más sencillez, como un matón alternativo cualquiera, con un sombrero y una cazadora de cuero. Pintas de independiente y barba recortada, sin patillas, sólo con un pequeño bigote y perilla, no más de dos días. Se quedó donde estaba dejando al primero de los tres hacer.

El cuarto fue el que cerró la ventana con un golpe seco. Miró a través de la misma antes de hacerlo, para ver si alguien había visto algo, y al ver que no, la cerró. Una simple palabra en Inglés, "Despejado", fue lo que dijo antes de cerrar. Fue entonces cuando se giró hacia Jürguen. Gruñó de forma molesta y avanzó hacia él a zancadas. El hombre de la cicatriz en la cara, al verle, levantó en vilo al sacerdote y lo arrojó a brazos del otro mercenario como quien pasa una pelota.

A Jürguen no le dio tiempo a ver quién más había en aquella sala. Oía más voces, más pasos, más actividad, más mercenarios, pero no vio a nadiemás. No le doy tiempo con un tío asiéndole por las solapas y pintas de haber matado a cincuenta nazis para matar a cincuenta más. La pista de baile, donde se encontraba a todas luces Jürguen, o en una de ellas en realidad, estaba parcialmente iluminada por algunas luces de la discoteca, pero eran sólo focos que venían del techo y estaban enfocados, lo cual hacía todo bastante peor si cabe, dándole un aire teatral. Tenían luz y electricidad, probablemente con generadores auxiliares independientes.

Aquello era una iglesia convertida en discoteca, convertida a su vez en un refugio paramilitar clandestino. Había sofás contra las paredes, bidones de metal oxidados apelotonados, bancos de trabajo con armamento, y al fondo podían verse sombras bajo mantas que por su forma debían ser vehículos en mucha penumbra. Había barandillas y tarimas de baile, pero de las barandillas pendían fundas de armas y de las tarimas de baile botiquines médicos.

La mezcla de los individuos ya mostrados era cuanto menos notoria, revelando entre si una variedad de idiomas, actitudes, historias y orígenes muy dispares. Eran hombres sueltos agrupados entre si para hacer fuerza. Solos, como mercenarios independientes, no eran nada. Como facción podían esconderse en casa del enemigo. No tenían cámaras de seguridad en el exterior ni nada, pero nadie quería entrar allí. Viendo a Jürguen golpear sus cristales habían tardado poco o nada en adoptar una actitud de supervivencia. Le trataban como una hiena que iba a por sus huesos.

La ventaja era que, si moría, Jürguen no tenía nada que perder. Al fin y al cabo, esos no eran mafiosos, ni ocultistas, ni nazis. Ellos le meterían dos balas en el pecho y una en la cabeza y lo tirarían a una fosa común abierta para los nazis en algún descampado. No se molestarían en hacerle zapatos de cemento o cavar una tumba y taparla. Como mucho, cogerían el cuerpo de Jürguen y se lo darían de comer a algunos cerdos, pero, quizás, incluso de eso se recuperaría el sacerdote. Había muerto ya varias veces, y le preocupaba más una explosión nuclear que cualquier desmembramiento. Al fin y al cabo, tenía poderes sobrenaturales. Vitalismo, lo llamaban. No podía caer tan fácilmente.

Aún así, aún a sabiendas de que resucitaría, el miedo era real. Joder, lo que tenía ahora delante, el tipo de la ventana, era... ostia puta, era muy difícil de describir. Aquello era simplemente abominable. Ahora, bajo las luces del local, se veía de otro modo. Su cabello castaño claro, canoso, encrepado y lacio iba en sintonía con su aspecto de fumador, bebedor y drogadicto. Quizás a la heroína, o la MET², ambas drogas utilizadas en la guerra para mejorar el rendimiento de los soldados. Por su aspecto, Jürguen diría que consumía las dos. Para colmo, también sufría de ictericia como Caelum, aunque de forma mucho más leve y atenuada. En general, estaba hecho un puto desastre.

Pero podía ser peor. Mucho peor. Con una mano, concretamente con la derecha, el hombre sacó una granada de mano. No una estándar, ni una adhesiva, ni una de racimo fragmentado. No, a juzgar por las marcas a su largo y ancho, era una con detector capilar y temporizador. Una cuenta atrás que se activaba cuando dejabas de imprimir huellas dactilares.

Así pues, quitó la anilla de seguridad con la mano izquierda y, mientras enseñaba la misma colgando del dedo corazón, insultando a Jürguen de forma muda mientras avanzaba a él con una cara de "te voy a sacar la lengua por la garganta" que no podía con ella. Aferró el cuello de Jürguen con la misma mano un segundo después y le levantó al vuelo con un solo brazo.

En el otro lucía pegada la granada, y le costó muy poco con un movimiento de los nudillos meter la mano bajo los pantalones del sacerdote. Podía sentir la granada en contacto con los genitales sobre la ropa interior. Joder, definitivamente ese hombre no se andaba con tonterías.

- ¡¡¡CÁLLATE!!!- bramó en tono sumamente autoritario. A Jürguen se le heló la sangre-. Media respuesta equivocada y te convierto los huevos en sopa para ratas- le amenazó, y tenía pinta de que lo haría-. Tócame los míos y te abro las tripas, meto la granada dentro y te coso, a ver cuanto aguantas.

Técnicamente, si la granada reconocía huellas, detonaría. Si reconocía tejidos en realidad, Jürguen se convertiría en una bomba de relojería andante. Ese puto soldado no se andaba con gilipolleces, y no era para menos. No había más que mirarle bien. Era humano, pero ni de coña podría integrarse en la sociedad. No era ya que fuese un drogadicto completamente trastornado mentalmente y quimerizado por la guerra, sino que todo él era un arma experimental en regla. Saltaba a simple vista.

Llevaba implantes, Jürguen. Implantes cibernéticos. Podía levantar al sacerdote con su mano no hábil porque llevaba literalmente anexada al cuerpo una servoarmadura de combate. Un modelo funcional pero esquelético, con los pistones a la vista y sin blindajes defensivos más que en los puntos vitales, como el corazón, donde llevaba una plaza de acero de dos o cuatro centímetros de grosor. Probablemente dentro llevaría parte del sistema mecánico.

Desde luego, ese hombre tenía una servoarmadura completa³. Era vieja, pero sin lugar a dudas el cuerpo de aquel animal la había asimilado. Jürguen podía ver en ambas mejillas las dos placas de control que transmitían pulsos cerebrales al resto del cuerpo. Era incapaz de comprender la parte Mecánica o Cibernética de aquel prodigio de la Tecnología, pero la parte de aquella aberración asociada a la Medicina, sí. Debía de estar conectado neuronalmente, reaccionando a las órdenes del cerebro y el cuerpo como si fuese una extensión más de este. Aquel hombre ya no era totalmente humano, sino que había evolucionado o se había degradado, según se mirase, a algo que tenía también un componente androide a nivel físico. Su mente era la de un soldado sometido a cirugía experimental militar, pero su cuerpo la de un experimento militar que combinaba el cuerpo de un soldado de élite venido a menos con una máquina de guerra.

Aquel cacharro, así a primeras, le daba una fuerza claramente sobrehumana. Si él tenía de eso, no quería Jürguen ni pensar qué podían llegar a tener escondidos los Americanos, los Nazis y los putos Japoneses. Un dron4 de combate era un cuento de miedo para niños al lado de soldados evolucionados a través de piezas robóticas. Si a eso le sumábamos el Vitalismo, el resultado era; Corre. Bienvenidos a la Tercera Guerra Mundial.

Sólo esperaba Jürguen que, si aquello era lo primero que veía que unía al hombre con La Máquina, no lo viese mucho más, por no decir nunca más. Tenía bastante con el Vitalsimo, con poderes sobrenaturales, como para tener que preocuparse también por androides. Sí, vale, en la WW2 experimentaron con siameses, intentaron reemplazar testículos por esferas de metal, e intentaron implantar componentes de aleación a los presos. En el año 2000 se sustituían por huesos prótesis inoxidables. En el año 2010 los Japoneses habían diseñado drones y robots inteligentes. Si eso era lo que la población mundana podía saber viendo las noticias, lo que el gobierno debía tener en sus proyectos secretos en bases secretas como el Área 515 no lo quería saber nadie. Nadie. Ni alienígenas, ni robots ni treinta metros, ni leches.

Todo eso, en aquel momento y lugar, quedaba eclipsado por un yonkie sádico y amoral que disponía de arsenal militar reservado. Si las balas de punta6 hueca estaban prohibidas incluso en la guerra por su brutalidad, aquello... bueno, no dejaba de ser mejor que una bomba nuclear, pero, joder, Jürguen tenía muchas ganas de ir al baño.

- Cuéntame cómo has llegado aquí, a través de quién o qué y qué coño quieres- zarandeó en el aire al sacerdote, con los pies colgando como un títere, y le presionó ligeramente el cuello. Si seguía, le asfixiaría. Si aumentaba, lo partiría-. Y como no me guste la respuesta, viejo- acercó ligeramente más la granada a las partes pudientes del hombre-, te vuelo lo que ya no necesites- aunque visto lo visto, a ese paso le mataría igual por accidente.

No medía su fuerza.


1* Resina epoxi: Uno de los adhesivos estructurales más resistentes del mundo a comienzos de la WW3.
2* MET: Metanfetamina. Droga devastadora usada en la WW2 y WW3. Muy adictiva y estimulante y adversa.
3* Servoarmadura: Exoesqueleto mecánico o robótico controlado a través de sensores biométricos.
4* Dron: Caza de combate no tripulado capaz de fijar múltiples blancos con precisión milimétrica.
5* Área 51: Base militar secreta estadounidense de investigación aislada en el desierto de Neveda. 
6* Balas de punta hueca: Munición extremadamente dolorosa y letal que provoca desgarros internos.

Tirada necesaria de Serenidad (13 - Cordura) para mantener el control del Alma. 6 Éxitos necesarios.
Tirada opcional de Entereza (13 - Valentía) para mantenerse estoico. 7 Éxitos necesarios.

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15/09/2013, 17:00
Gretchen

http://www.youtube.com/watch?v=V6FUBTIqWUA

Cuando Novak levantó los ojos hacia Gretchen, la mirada que encontró distaba mucho del tímido gesto que había visto en ella minutos antes. Los iris, siempre del mismo azul, eran antes acuosos y translúcidos como el mar del norte, y ahora se mostraban dos icebergs de cortante frialdad. 

El rostro de la niña, conservando los rasgos, parecía el de otra persona. Aparentaba estar más cerca de los quince que de los diez; no llegaba a ser su edad real pero podría llegar a pasar por ella. En cualquier caso, la malicia perversa que había en esos ojos de hielo no estaba cuando Gretchen hablaba. Eso era perturbador, la expresión de gemela maligna, como si fuera otra persona completamente diferente. Quizá lo era. Una modelada por Viktor.

Lo peor no era eso, no obstante. No era la mirada fría, el rostro inexpresivamente desdeñoso. Era el puñetero uniforme militar. Era el perfil de un águila en el pecho, el de una esvástica en el brazo, el de una calavera en la correspondiente gorra de la Totenkopf. 

Lo que era, era una jodida nazi. Con una flor en la mano. 

-  Alice Eichmann - se presentó, con la misma voz segura de sí, fría e indiferente. Una voz que hablaba con mucha más soltura que Gretchen-. Un placer conocerte al fin, Novak -continuó, aunque era evidente que solo era una fórmula de cortesía. A Alice le proporcionaban placer muy pocas cosas; una vez Viktor Eichmann obraba en ti el mundo se volvía translúcido en su ausencia-.  Mi pequeño grupo de colaboradores -Alice sabía perfectamente que de ser amigos, lo eran de Gretchen y no de ella- se ha tomado muchas molestias para encontrarte. Aún es pronto para considerarnos a salvo, así que ya tendremos tiempo de hablar de exactamente para qué te queremos.

Lanzó una mirada a Arjen, quien evidentemente llevaría todo el peso de la acción violenta llegado el caso. Ni se presentó, ni le saludó: supuso que el hombre no se sorprendería de encontrarla. O quizá no le importaba.

- Tenemos la posibilidad de encontrar problemas igualmente por las alcantarillas que por la superficie. Pero en la superficie conocemos el terreno. Novak cree que puede encargarse de las cámaras. Me consta que tú puedes encargarte de cualquier cosa viviente con la que nos encontremos. ¿Objecciones a ir por la superficie? Si no, pongámonos en marcha ya -indicó, autoritaria como sus galones.

Iba a ser sarcástica, pero Gretchen se revolvió, inquieta, y Alice cerró la boca.  Normalmente, la übercabrona era bastante más perra, sutil y maliciosa; pero ahora no tenían tiempo para tonterías. Gretchen podría volver en cualquier momento.

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15/09/2013, 19:46
Arjen Wolfzahn

"La loca y el cerebrín conociéndose al fin, ja. Arjen, tu sentido del humor va cuesta abajo y sin frenos. No lo sigas intentando..."

Agazapado tras el contenedor, dejó que sus acompañantes se le adelantaran. En un momento iba a empezar su pequeño baile, y el ecoterrorista no estaba para la charla deshilachada de Gretchen, la superioridad demandante de Alice o la soberbia descarada de Novák. El hombre tenía que concentrarse en cada uno de sus movimientos. Debían ser golpes precisos y letales además de silenciosos.

"¿¡Dónde cojones me he dejado los cascos!?"

La adrenalina se esparció por el torrente sanguíneo de Arjen ejerciendo su magia bioquímica. Cada segundo duraba lo que un año en ese estado, con una ancha midriasis por mirada y un hormigueo en la boca del estómago, preparado para saltar y con el tiempo suficiente como para entretenerse en analizar a su presa. A sus presas. Ya doblaban la esquina con sus voces lanzando órdenes, sacando sus armas y exigiendo... ¿qué exigen los nazis? Ah, sí: sumisión. Un alfa no se somete.

 

Un salto para ponerse en su camino, atacar rápidamente al enemigo del medio con una puñalada certera. Hoja para arriba y filo horizontal hacia adentro, inserción justo sobre la nuez en un ángulo de 5º con respecto a la vertical. El acero cortando faringe, impidiendo gritos y llegando hasta la médula espinal y el bulbo raquídeo. Extraer el arma.

"Are you metal!?"

 

En el mismo sitio, un giro de caderas de 45º hacia la izquierda, dejando el costado del enemigo en cabeza justo delante. Cambio de mano y giro de la empuñadura para tener la hoja hacia abajo, el filo manteniéndose horizontal y hacia adentro. Deslizar el acero por la axila izquierda, apuntando levemente hacia abajo, cortando piel, carne y pulmón hasta llegar al corazón, seccionando la inserción de las arterias pulmonares y la aorta.

"Heavy metal!"

 

Sin girar el arma, extraerla y con el mismo movimiento golpear hacia atrás, justo bajo la mandíbula del tercero y último para atontar. Cambio de manos, juego de piernas, 180º y encaramiento. Antes de que caiga, girar la hoja con el filo hacia arriba y cortar hacia arriba a la altura de las ingles. Seccionar la femoral, girar el filo para agrandar la herida. Dejar desangrar.

"Kill!!"

 

Los tres cuerpos cayeron en rápida sucesión. El ecoterrorista acabó el último movimiento sacudiendo su machete del ejército para limpiarlo del exceso de sangre. Entonces Gretchen y Novák salieron, éste último con un rictus extraño en la cara que Arjen no supo explicar. La adrenalina le abandonaba, y en esos segundos posteriores al combate uno no podía fiarse de sus propios sentidos. Limpió la hoja del arma en la ropa de uno de los muertos y después la enfundó en su lugar.

-De cualquier cosa, fräulein soldat1 -replicó el ecoterrorista. Su sonrisa de lobo volvió a aparecerle en la cara... junto con el brillo de los caninos superiores e inferiores-. No lo olvides.

El resto del plan de la Alice-del-Otro-Lado no sólo era factible... sino que era exactamente lo que Arjen pensaba hacer. No estaban para discusiones democráticas, por mucho que el suizo y la tísica así lo pensaran. Era él quien dirigía el grupo y quien les llevaría por donde considerara. Por mucho que uno fuera un puto genio y la otra tuviese conocimiento del futuro, ninguno era un superviviente, ninguno era un guerrero y ninguno era un cazador.

-Iremos por la superficie -asintió, de acuerdo con las palabras de la niña-, pero no creo que tengamos más problemas que ese jodido puente levadizo -señaló en esa dirección. Después se volvió hacia el científico-. Novák, ¿estás bien, muchacho? Si puedes hacer bajar eso, terminamos con el rescate y nos vamos con tu familia. Un par de cafés bien cargaditos para ti y para mí, un tazón de chocolate calentito para Gret y un jodido cáliz de sangre para la Otra -gruñó sin paciencia-. Mejor plan no vais a tener, eso ya os lo digo. Pero antes...

Se agachó otra vez, levantó la tapa de una alcantarilla y tiró los tres cuerpos al agujero empujándoles con el pie. Sangre seguía habiendo, claro... pero una mancha de líquido oscuro en un callejón llamaba mucho menos la atención que un montón de cadáveres.

-El policía que está redirigiendo el tráfico e impidiendo el paso de los peatones no será problema -repitió-. Parece el típico padre de familia que sólo trabaja en lo que le dejan para poder llevar comida a su mujer y sus hijos -sonrió de nuevo y le brillaron los ojos-. Un hombre así seguro que prefiere seguir viviendo como holandés a ser un mártir de la causa nazi...

Dicho eso, Arjen comenzó a andar hacia el puente, seguro de que Novák haría que lo que había dicho que haría. Uno no duraba en el mando si no sabía valorar las aptitudes de sus subordinados. Aunque fueran temporales.

1: señorita soldado.

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16/09/2013, 11:36
Eugenius Novák

Eugenius sintió una ira cómo hacía tiempo no sentía. Tenía varios sospechos de haber puesto aquel maldito localizador en su portátil y el número uno de la lista era su odiado Eichmann. Casi rugió de rabia y apretó los puños con fuerza. Cómo odiaba a los alemanes. Parpadeó confuso cuando se dio cuenta de que había frito sin querer el dispositivo, y se forzó a controlarse cuando vio parpadear el semáforo. No era el momento para causar el caos en la ciudad.

Luego la eficacia de Arjen en combate lo asombró… pero no esperaba menos. Al menos Silk Shade había enviado a alguien competente, muy competente. Eugenius había visto a Knochenmann en acción y ahora a Arjen. Por un momento se imaginó una lucha entre ambos portentos… debía ser algo magnífico de ver si no fuera porque implicaba muerte sí o sí. Y si no fuera porque uno de los dos tendría que perder. De todas formas si tenía que elegir Eugenius prefería de lejos que fuera Arjen quien ganara en ese hipotético combate.

Pero lo que más sorprendió al genio, lo que casi le desarmó y le dejó fuera de lugar… fue el cambio que se operó en Gretchen. ¿Alice Eichmann? ¿Eichmann? ¿Pero qué cojones? Osea que ésta era la Alice de la que hablaba la cría. La maldita cría tenía un trastorno disociativo de la identidad… o eso o era esquizofrénica. En cualquier caso un peligro ambulante y Novák no entendía por qué la habrían enviado ahí a supuestamente rescatarle. Una segunda personalidad nazi con sus propios planes para Avalon. Eugenius creía haber salido de Guatemala para meterse en Guatepeor. Comenzó a mirar a la niña con otros ojos. Encima ahora se había erigido en la líder del grupo dando órdenes con el aire altivo típico de todos aquellos prepotentes y estúpidos nazis. Y el apellido… ¿Tendría algo que ver con Viktor Eichmann? ¿Acaso aquel hombre estaba en todas partes? Era una maldita pesadilla, y Eugenius juraría que no era capaz de escapar.

Por un momento Eugenius se imaginó a sí mismo en Avalon de nuevo… con el control absoluto de la situación y decidiendo que botón pulsar… si el que salvara a Ámsterdam y Europa… o el que presagiara el fin del mundo… aunque sólo fuera por librar al resto del mundo de gente como Knochenmann, Eichmann y la nueva Eichmann… Definitivamente el mudno sería un lugar mejor sin ellos. Agitó la cabeza y desechó esos pensamientos… la balanza era negativa. El mundo perdería más si se perdía su inteligencia de lo que ganaría si eliminaba a todos aquellos nazis. No, Eugenius no debía morir… o no de esa forma. Un intelecto tan prodigioso como el suyo estaba destinado a cosas más grandes.

Miró hacia Arjen y luego hacia el puente. – Estoy bien. No será un problema. – confirmó de forma rotunda. Ya fuera de una forma u otra, natural o sobrenatural, aquel puente caería bajo la voluntad de Eugenius. Novák echó a andar tras los pasos de Arjen, dispuesto a alcanzar el dispositivo de control del puente y abrir el camino de la huida de aquel extraño grupo.

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16/09/2013, 12:23
Ruth Karsten

Después de la conversación con Arjen, Ruth decidió ir a la sala donde antes cuidaban de ella... Después iría a buscar a Olga la mujer que había cuidado de ella mientras la muchacha no era más que una bolsa vacía de carne y huesos, cuando ella también hubiese descansado, por supuesto, parecía no haber dormido en mucho tiempo. Le debía mucho, al igual que Arjen... aunque quisieran usarla como arma contra los malditos nazis. Ella ni siquiera se quejó, por su culpa, ahora Ruth se encontraba en esa base ecoterrorista, sin saber dónde coño podría estar su hermana ni cómo. Cierto era que la pelirrosa intentaba echarle la mierda encima a los nazis en un esfuerzo por no verse a sí misma como la auténtica culpable... Pensar así la destrozaba aún más. No sólo había acabado con su vida, si no con la de otras personas.

Si no hubiera subido a la azotea...-pensó mientras suspiraba amargamente. Desde luego, era cierto lo que decían: "Si algo puede salir mal, saldrá mal." Era la frase que definía por completo la vida de esta muchacha teñida y agujereada. 

Anduvo por los pasillos de la base mientras regresaba. Se distrajo mirando el entrenamiento de la enorme rubia, que seguro que era capaz de levantar a tres más como Ruth a pulso. En el fondo, le gustaría ser como ella, alta y fuerte, seguro que su personalidad y su vida hubiese cambiado muchísimo. Nadie se hubiese atrevido a hacerle daño y no necesitaría hacerse invisible para evadir los problemas. La pelirrosa sonrió con amargura mientras esos pensamientos cruzaban por su mente cansada y frágil. 

Después de mirar el entrenamiento una vez más, siguió andando por los pasillos blancos de la base con su mano derecha pasando por las frías paredes, por si le fallaban las fuerzas ya que aún no estaba del todo recuperada. Cuando finalmente llegó a la habitación, se sentó en el escritorio y sacó papel y lápiz para poder dibujar y dejar su mente libre. Mas sólo pudo dibujar el rostro de su hermana, que no el suyo... Eran muy distintas, a pesar de lo que la gente pudiera pensar, Ágatha era muy linda y brillaba con luz propia, la de Ruth hacía tiempo que se había apagado. 
La desesperaba no saber dónde se encontraba ella y no poder hacer nada para poder encontrarla, no sabía si aún podía usar su poder y en caso afirmativo... No estaba segura de querer ver lo que le estuviera sucediendo o lo que le podían estar haciendo, enloquecería si algo malo le sucediese a su gemela. Pero tampoco podía dar todo por perdido... tal vez Ágatha estuviese bien y haya sido capaz de escapar de las garras de las águilas. Incluso es posible que ya hubiese podido mirar a través de sus ojos, tal vez ya supiese donde está Ruth o que por lo menos, tuviese la certeza de que está a salvo. 

La pelirrosa no aguantaba más la incertidumbre, esa quemazón que ardía en su corazón la consumía por dentro. No sabía si era capaz de hacerlo, pero... debía intentarlo, debía saber dónde estaba ella...necesitaba saber que estaba bien. Tenía que encontrarla fuera como fuera. 

Apartó con suavidad el retrato que había hecho de ella y cogió una hoja en blanco nueva, preparando el lápiz para poder dibujar con la mayor precisión posible el lugar que pudiese ver. Respiró hondo y relajó sus músculos, intentando sumergirse y navegar entre la oscuridad hasta encontrar las ventanas que eran los ojos de su hermana, rezando porque estuviera bien. 

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16/09/2013, 13:42
Administrador

Al paso de Alice, que no Gretchen, Arjen y Novák, las cámaras fueron apagándose. Intentaban fijar blancos para localizar el rostro del científico, pero no llegaban a terminar de rotar y enfocar de pasada cercana su posición cuando sencillamente dejaban de moverse y perdían contacto con su fuente de energía. Pasó con absolutamente todas las que amenazaron con mirar a Eugenius, aunque algunas soltaron alguna chispa errática muestra de algún cortocircuito interno.

Desde luego, así era imposible que reconociesen su rostro. Era imposible que de forma manual El Gobernador en su sala de control o algún vigilante cualquiera le señalasen con el dedo. Sin embargo, el tiempo seguía pasando y, con ello, las fuerzas de El Gobernador se acercaban a la zona para capturar a Novák vivo. O debían de estar haciéndolo, vaya, si los nazis tenían dos dedos de frente. No en vano era su mejor solución para Ávalon. El Gobernador tenía que estar insultando de todas las formas que sabía desde las catacumbas de su mansión, y Novák no podía evitar sentir cierta satisfacción al respecto. Una suerte que fuese a encargarse de ese problema de todos modos, la verdad.

Pero claro, es que era ayudar a los nazis o matar Europa.

Sin problema alguno, Novák pudo apoderarse de la garita de seguridad. A Arjen le costó muy poco hacer palanca y abrir la puerta con un empujón limpio y seco. Dentro había un operario con su uniforme y cara de circunstancias mirando con cara de tensión el puente, por aquel entonces ya bastante levantado y sin posibilidad de cruzar. No le dio tiempo ni a terminar de girarse para gritar algo a los que irrumpían en su puesto de trabajo cuando un puñetazo lo tiró de la silla y le hizo perder el sentido. Eh, era mejor que matar a un ciudadano, y que pudiese describir al tío que acompañaba a Novák no era buena idea. Había que hacerlo. Arjen miró a Novák y, con un cabeceo, este se puso a los mandos.

El sistema estaba bloqueado desde fuera, de tal forma que era imposible controlarlo desde dentro por métodos normales. Con un par de comandos Novák abrió el código fuente y tocó no más de tres líneas. Guardó los cambios y, con una senda sonrisa de satisfacción, reincidió el sistema en un abrir y cerrar de ojos. Comenzó a bajar el puente, pero no se inclinó ni diez grados cuando se escuchó el sonido de engranajes atascándose. Tras él, otro ruido, el de todo perdiendo su fuente de alimentación. El leve rumor del ventilador del procesador en la garita dejó de sonar, y la pantalla dejó de iluminarse. Con un golpe seco al lado del panel de control, sobre el meta, Novák descargó su frustración.

FATAL ERROR

Un pitido de alarma general en el sistema, como un último estertor, y el mensaje en letras rojas apareció para desaparecer casi al instante. Un parpadeo. Habían cortado todo el suministro de energía de raíz, del tirón, sin sistema de apagado seguro ni leches. Pulsando el botón rojo, la palanca de emergencias, o arrancando el fusible. Era la única forma que tenían de que Novák no pudiese, pese a todo, cumplir su objetivo. Y si para ello tenían que contradecirse y apagar el sistema de megafonía, las cámaras, y sumir el sector en el caos, lo harían. Era cuestión de prioridades, sus prioridades.

A través del cristal blindado, atónitos, los tres Vitalistas pudieron ver cómo habían cortado el suministro de energía en la zona. Era lo que pretendían hacer para acabar con Heller, y era lo que se habían atrevido a intentar para evitar que El Hacker escapase. No le habían visto, no habían tenido noticias de él, pero no necesitaban más pruebas que esas para saber que estaba intentando escapar. Si las cámaras se apagaban y alguien manejaba el puente, debía de ser él. Y eso sólo significaba que a partir de ahora Eugenius Novák era un objetivo prioritario para el gobierno germano.

El problema era que Novák no podía hacer nada sin energía. Podía comunicarse con las máquinas, comandarlas, y controlarlas, fuese de forma natural o sobrenatural, pero si no había máquinas encendidas, lo único que podía hacer era acceder a la fuente de alimentación más cercana e intentar encenderlas desde ahí, de hecho, ya lo había hecho antes, pies sobre la cabeza y secuestrado, pero ahora la fuente debía estar mucho más lejos. En otro distrito de la ciudad, y eso le ponía contra las cuerdas. Vale, ir sobre tierra parecía descartado, aunque Alice, bueno, Alice...

Alice ya sabía cómo podía arreglar aquel estropicio.

Por su parte, Arjen pudo ver cómo un par de soldados alemanes, sin rango, de los que patrullaban la ciudad de día para mantener el orden y, porqué no decirlo, el miedo, corrían hacia la garita de seguridad. ¿La razón? Que alguien había entrado y se había hecho con su control, básicamente, nada del otro mundo. No suponían una verdadera amenaza frente a Arjen, y menos si este tenía a Alice detrás, pero eran un zumbido molesto, cuales moscas.

Un mensaje instantáneo sacudió el teléfono desechable de Arjen.

De: Número oculto.

¿Necesitas compañía? Dicen que se ha ido la luz en tu barrio, y mi ojo está mucho mejor.

La última frase era totalmente superflua, y una forma de decir que se trataba de Erik. Desde luego, o había sido Silk Shade quien se había dado cuenta de los problemas de energía en aquel sector de la ciudad, o Erik no estaba bajo tierra en el refugio, una de dos. Y teniendo en cuenta que debía de estar con la familia de Novák, sería lo primero. Por supuesto, no era sino una forma de preguntar si necesitaban refuerzos, entre ellos un veterinario, una amazona, una segunda hacker y un, bueno, dejémoslo en Mark. Nótese el lenguaje usado por Erik para evitar dar ningún tipo de información que haga saltar ninguna alarma, incluyendo palabras clave, como, qué te diré yo, "Eugenius Novák".


Novák pierde 4 puntos de Alma para evitar que las cámaras le localicen a él... y sus acompañantes.
Gretchen pierde 1 punto de Alma por turno para mantener a Alice en el control de su cuerpo.

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17/09/2013, 23:09
Ambroos Janssen

Se acabó la conversación. Ni más nazis, ni más Jurguen ni hostias. El humo invadió el puesto floral y la conversación sin antes llamar a la puerta, haciendo huir a la dependienta e irritando la garganta del impertérrito serbio. Al menos tenía algo. Niñas en fosas comunes que analizar y una promesa de vigilancia. ¿Qué habría hecho el sacerdote hijo de puta con la médico? ¿Tendría que ver con Irina? Fuera como fuere, ya tenía una excusa para ir a visitar a la tal Nikki de calibre 45 y ojos tristes.

Amsterdam se había convertido en una ciudad en simulacro de bombardeo. Columnas de humo y explosiones aparecían por doquier, murmullos y gritos camuflados entre el ruido general del puro caos. Pero para Ambroos no significaba nada. Un estúpido espectáculo de pirotécnia, el manual del anarquista para dummies. No había bombas que cayesen sobre ellos ni explosiones reales, y aún no había nazis de los que huir. Su única preocupación consistía en encontrar a Arjen y Gretchen junto al capullo de Novak antes de que lo hiciese alguien más preocupante.

Corriendo con lágrimas cayendo de los ojos por el humo pero con la respiración asombrosamente intacta, Ambros salió corriendo junto con el anarquista en busca del trío calatrava. A la mierda las voces alemanas de megafonía, instando a la calma mientras gritaba sobre un ataque terrorista.

La empatía de esa gente siempre había sido irónica.

Por supuesto, ni Stille ni Ambroos escucharon, siguiendo en su marcha. El serbio se sumió allá donde el humo era más grueso aún a riesgo de no ver, camuflándose de las cámaras nacionalsocialistas. Esos hijos de puta de verdad querían a Novak o no gastarían su preciada electricidad en algo tan costoso energéticamente como las cámaras de vigilancia.

Y eso solo le hacía desear más dar dos hostias a ese cabrón. Pero para eso tendría que encontrar a Arjen y Gretchen…estuviesen donde estuviesen.

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19/09/2013, 00:15
Niki Neill

Vaya, vaya... Esperaba encontrarme ratas y unos cuantos cubos de basura, y parecía haber encontrado algo mucho más interesante. Por desgracia la situación era precaria y mi cuerpo me daba indicaciones de que eso no era seguro. La lógica me decía que era mejor estudiar el lugar y luego trazar un plan, con tiempo, con clama, contrastar turnos y seguir toda una táctica, pero... Había otra parte de mí que era mucho más impaciente, y dentro de mí parecía haber un reloj con una cuenta atrás que me ponía de los nervios. Así que eche un rápida ojeada mientras trataba de mantenerme oculta. Me tomé medio segundo para coger aire, mi respiración iba entrecortada, y sentía los nervios a flor de piel, pero una extraña sensación me acompañaba: me sentía "en mi salsa".

Apreté los labios y me dispuse para entrar en acción. El plan era simple. Esperar escondida a que alguno de aquellos extraños tipos con un traje amarillo se alejara. Dejarlo K.O. y ponerme su traje y su máscara. No sabía hasta que punto sería capaz de aquello, mi forma física parecía ser buena, y lo cierto es que si sabía disparar así... Sabría defenderme de algún otro modo, o eso esperaba. Mi plan fallaba ante la perspectiva de que alguno no se alejara, no podía perder mucho tiempo, si pasados unos segundos ninguno de los presentes se alejaba, debía provocar alguna distracción, algún ruido o algo similar que hiciera que alguno se alejara. 

La siguiente parte era la difícil. Mis ojos se posaban en el tren, con una irrefrenable curiosidad por saber qué habría dentro. Con suerte en aquel monstruoso lugar estarían mis respuestas. Así que, una vez tuviera un traje y una máscara debía tratar de pasar desapercibida, intentar que no me vieran, y acercarme al tren a echar un vistazo. Sería conveniente tratar de fijarse en alguna alarma, aunque no tenía ni idea de si habría alguna o de cómo reconocerla.

Era curioso, la manera en la que funcionaba mi cabeza en estas situaciones. Una parte de mí presa del pánico y el estrés y otra cómoda y tranquila. La parte nerviosa trataba de localizar las salidas y solía optar por la prudencia, mientras que su parte opuesta buscaba la acción. No pude evitar pensar que esto era demasiado complicado, el mundo era demasiado grande, pero desde luego agravar las decisiones con el interrogante de si sabría o no hacer lo que me proponía , era una putada... sobretodo cuando últimamente me proponía cosas como matar a gente, asaltar un tren, o hacer de espía en una estación supuestamente "abandonada". Si... definitivamente... esto era demasiado complicado. Conté hasta tres para relajarme... 1... 2... 3... acción.

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19/09/2013, 02:39
Padre Jürguen

Jürguen agarra inconcientemente con ambas manos el brazo cibernético que le ha levantado del cuello, pero no sirve de mucho. Patalea como un loco en el aire, mientras la angustia inunda su mente.

Cada vez le llega menos sangre al cerebro y empieza a entrar en pánico. Ser inmortal no le exime del dolor y del miedo a caer en ese estado. Cuanto más le cuesta respirar, más le cuesta pensar, y aunque su mente privilegiada le ayudaría en otro tipo de circunstancias, en esta se encuentra dominada por las emociones.

Así que, es el cobarde instinto de supervivencia el que prevalece, cuando a duras penas, dificultado por la estranguladora garra, canta todo:

-¡He venido sólo... en bicicleta! ¡Recibi una nota... (gasp) ... indicándome la direc... ción! ¡Enviada seguramente por...- Dudó un segundo, no demasiado porque empezaba a nublársele la vista. -...Ambroos Janssen! ¡Un proxen...neta, dueño del Boulevard, y el hombre que me ha enviado aquí con un mensaje para Dieter!  ¡Tiene a la hija de Dieter y quiere ... hacer un intercambio con... él! ¡Su hija por un hombre! -

A continuación sigue cantando, explicando que se supone que si Dieter quiere volver a ver a su hija, debe llevar a ese hombre misteroso a un callejón de la zona arrasada por los bombardeos, de noche. Sólo Dieter y el hombre misterioso.

-¡Yo sólo soy un correo! ¡Me han obligado! ¡Me han obligado! ¡No sé más de este tema! ¡Lo juro por Dios!-

Patético, cierto, pero es lo que ocurre cuando la gente entra en pánico y lucha por sobrevivir. A pesar de que Ambroos le había torturado y amedrentado, aquél engendro biomecánico le había aterrorizado más en unos segundos que Janssen en toda la noche.

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20/09/2013, 22:38
Stille

Les vio. Sí, les vio. Pero menuda forma de verlos, la verdad. Salieron por una esquina desde un callejón. Con el humo a su alrededor y cara de buscar nazis en todas partes. Arjen en cabeza, con cara de adrenalina, como si acabase de vivir una experiencia victoriosa pero no por ello menos excitante. Justo después Novák, con cara de muy pocos amigos. Tenía pinta de frustrado y molesto, como si algo acabase de torcérsele. A él no le habían salido tan bien las cosas, parecía. Y la tercera, joder, Gretchen. Era Alice. A-LI-CE. Iba vestida de nazi, con la gorra de las Totenkopf y cara de diva soberbia que se sabe mejor que sus dos acompañantes. Irradiaba belleza, suficiencia, y no dejaba de despertar en Ambroos una extraña mezcla de empatía y odio por su condición. No dejaba de ser la puta esposa futurista de Viktor Eichmann.

La verdad, ver aquello era un auténtico dolor de cabeza, y Ambroos no pudo dejar de fruncir el ceño ante tal surrealismo. Por si fuera poco, el sonido de un equipo de música a todo volumen salía del callejón de forma amortiguada, todo a espaldas del varipiopinto. Fueron corriendo hasta la garita de seguridad donde alguien debía de estar levantando el puente. Arjen forzó la puerta de una ostia e hizo que entrasen con él sus dos acompañantes. No vieron a Ambroos, pero su acompañante, Stille, sí que vio algo, y no fue a Alice, sino a Gretchen. No dejaba de ser una ilusión, y eso ya lo sabía Ambroos y su atormentada mente. No dejaba de ser sólo una Gretchen con ilusionismo sobrenatural.

Bueno, iusionismo y un trastorno de la personalidad bastante serio y corrupto, la verdad sea dicha.

El caso es que hasta llegar allí, al paso del trío las cámaras fueron apagándose. Intentaban fijar blancos para localizar el rostro del científico, pero no llegaban a terminar de rotar y enfocar de pasada cercana su posición cuando sencillamente dejaban de moverse y perdían contacto con su fuente de energía. Pasó con absolutamente todas las que amenazaron con mirar a Eugenius, aunque algunas soltaron alguna chispa errática muestra de algún cortocircuito interno.

Desde luego, así era imposible que reconociesen su rostro. Era imposible que de forma manual El Gobernador en su sala de control o algún vigilante cualquiera le señalasen con el dedo. Sin embargo, el tiempo seguía pasando y, con ello, las fuerzas de El Gobernador se acercaban a la zona para capturar a Novák vivo. O debían de estar haciéndolo, vaya, si los nazis tenían dos dedos de frente. El Gobernador tenía que estar insultando de todas las formas que sabía desde las catacumbas de su mansión, y con Novák, los tres peligraban. Querían al científico, Ambroos.

- ¿¡Eso era Gretchen!?- gritó Stille con una airada mezcla de indignación y tolerancia-. Mira, Ambroos, no sé a qué coño estáis jugando, y me importa una mierda, y podéis seguir haciéndolo, pero Gretchen está fuera- su tono era dual. Por un lado, el servicio que Ambroos prestaba a la ciudad le gustaba. Por otro, Gretchen no era negociable-. No la vais a vestir como una puta nazi para que termine como las demás- realmente, hablaba de su pasado, porque Ambroos no creyó que "las demás" fuesen las japonesas, sino personitas de su vida. Hijas, quizás-. Llévate a tu puto científico con el ecoterrorista, pero yo me llevo a la cría. No tiene edad ni capacidad para jugar a esto.

Por supuesto, no lo hacía a mala fe. Simplemente, él quería a Gretchen como un padre. ¿No hubiese hecho cualquiera lo mismo? Él no sabía que Gretchen tenía fenomenales poderes cósmicos concentrados en aquel espacio tan chiquitín para vivir. No sabía que esa maldita cría era mucho más útil de lo que parecía, y probablemente no le diese ninguna credibilidad. Él no había estado en campos de concentración ni había sido puesto en manos de hombres como Jürguen. Él era un Anarquista, no un prodigio ocultista. Por desgracia, en aquel momento Stille era una carga.

Por un momento, el puente levadizo dejó de alzarse. Se quedó suspendido durante unos segundos y, después, comenzó a bajar tal como había comenzado a subir. Cosa de Novák con casi total seguridad.  El problema fue que no se inclinó ni diez grados cuando se escuchó el sonido de engranajes atascándose. Tras él, otro ruido, el de todo perdiendo su fuente de alimentación. Todo en la maldita zona. Habían cortado todo el suministro de energía de raíz, del tirón, sin sistema de apagado seguro ni leches. Pulsando el botón rojo, la palanca de emergencias, o arrancando el fusible. Era la única forma que tenían de que Novák no pudiese, pese a todo, cumplir su objetivo. Y si para ello tenían que contradecirse y apagar el sistema de megafonía, las cámaras, y sumir el sector en el caos, lo harían. Prioridades. Todo era culpa de Novák.

Lo único que separaba a Ambroos, y por desgracia a Stille, de Arjen, Novák y Gretchen en la garita de seguridad al lado del puente y el río, eran un par de soldados alemanes, sin rango, de los que patrullaban la ciudad de día para mantener el orden y, porqué no decirlo, el miedo, corrían hacia la garita de seguridad. ¿La razón? Que alguien había entrado y se había hecho con su control, básicamente, nada del otro mundo. No suponían una verdadera amenaza frente a Arjen, y menos si este tenía a Alice detrás, pero eran un zumbido molesto, cuales moscas, y el caso era que habían comenzado a correr hacia la garita. A diez metros de la misma, a diez metros a su vez de Ambroos. Eso hacían veinte metros.


En este caso, las distancias son algo puramente interpretativo. No hacen falta tiradas para superarlas.
Stille, ahora mismo, en su buena intención, supone algo potencialmente negativo para el futuro de Gretchen.

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20/09/2013, 23:00
Administrador

Esos nazis debían de estar a unos diez metros. No sería difícil matarlos, pero hacerlo en público podía, o no, suponer algo contraproducente. Matarlos justo delante del puente y en plena calle, aún con todas las cámaras desconectadas, suponía dejar muchísimos testigos. Era más fácil matarlos dentro, en un espacio reducido. No iban fuertemente armados, y la verdad, ni siquiera llevaban armas de fuego. Sólo un cuchillo militar, un par de granadas y su propia pericia desarmados. Por cabeza. Era eso o arriesgarse a darles armas a los ciudadanos. Deja que uno les quite la pistola y tendrás un par de nazis muertos. Eso, en un lugar como el barrio floral. Si te ibas a otros, la cosa cambiaba y mucho.

El caso era ese, pero había algo más. A otros diez metros en la misma dirección, a veinte en total, estaban Ambroos y Stille. Ambos habían visto a los nazis y al variopinto trío formado por Novak, Gretchen y el propio Arjen. El proxeneta se mantenía estoico entre las explosiones, el humo, el ruido y el caos, para variar, pero Stille parecía muy enfadado. Teniendo en cuenta que su hijastra postiza estaba vestida de nazi al lado de Eugenius Novák y de un hombre de las características de Arjen, era normal. Él sólo quería protegerla, pero era muy difícil explaciarle que la querida hija tenía poderes sobrenaturales y estaba a todas luces fuera de cualquier tipo de protección anarquista.

Cómo proceder con él, ya, era cosa libre del futuro. Del futuro inminente, Arjen. Iba a ir a la garita.

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20/09/2013, 23:07
Administrador

Un hombre apareció por el lateral de Jürguen fumando un cigarrillo. Llevaba una poblada barba y un cigarrillo incandescente en los labios. Una cazadora de cuero, bastante similar a la que llevó Liselot en el bar de Ambroos, amaneció al lado del mentado sacerdote. Quizás era un refuerzo del mismo.

- A ver, lo de la granada es eficaz, pero si te va de las manos lo vas a limpiar tú- dijo sin más al androide que sostenía a Jürguen por el cuello. La Entereza del interlocutor era sorprendente. Allí, al lado de una granada biosensible, y sin imutarse-. Ya está lo bastante acojonado. Nos dirá lo que sea, ¿a que sí?- dijo mirando a Jurguen y componiendo una sonrisa cínica pero cansada.

El bioandroide soltó el cuello de Jürguen y lo dejó caer al suelo de rodillas. Se soltó sin esfuerzo de la mano del mismo que le aferraba un brazo cibernético, y retrocedió con un retumbar de sus pisadas. Pareció sentirse muy tentado de reventarle la cabeza al sacerdote de una patada, y probablemente le hubiese hendido el hueso en el cerebro, pero se comedió por la cuenta que le traía. Volvió a colocarle el seguro a la granada y la guardó en un compartimento metálico tras desplegar una pequeña tapadera. No, si aún tendría bolsillos y todo el hijo de puta.

- En bicicleta- murmuró para si el del garrazo con voz de incredulidad, como si le costase imaginar que hubiese ido hasta ellos en bicicleta-. Tiene cojones. ¿Y qué coño sabe de ese tal Ambroos? ¿Quién se cree que es para enviar aquí a su puta?- se acercó a pasos lentos hacia el sacerdote hasta animarle a levantarse y quedar a su altura. Era un hombre alto-. ¿Qué hombre?- preguntó en referencia al intercambio por la hija de Diéter, el Alemán-. Asumiendo que podamos contactar con ese tal Diéter. A mí me dice "hombre misterioso" y pienso que es usted gilipollas a secas, sinceramente- rió de forma nasal, casi hipando-. Por otro lado, aunque no voy a disculpar la actitud de mi amigo- señaló al hombre de ojalata-, ya me estás contando quién coño eres tú también. No me gustan los testigos.

Una forma de pedirle al sacerdote un buen motivo para no matarle. No en vano, aquel hombre no parecía ir sobrado de conciencia. Sin lugar a dudas, a ver, visitar abiertamente la sede de los mercenarios era algo un tanto suicida. Jürguen tenía mucha, pero que mucha suerte de ser inmortal, porque sino, en aquel momento tenía más posibilidades de despedirse de que esperar para vivir un día más. Aquellos eran miembros de toda etnia y condición reunidos precisamente por su motivación por el dinero, su falta de escrúpulos, y su capacidad en el arte de la guerra.

Todos, por separado, serían capaces de matar a un intelectual. Juntos lo trituraban en un pestañeo. Estaba jugando en casa del enemigo, y eso era malo lo mirases por donde lo mirases. De hecho, si moría y resucitaba, más le valía no volver a ninguno de aquellos hombres, porque en caso contrario, las repercusiones serían impredecibles.

Era el momento para que Jürguen pusiese todas sus cartas sobre la mesa.

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20/09/2013, 23:07
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A Niki le costó excesivamente poco llevar a término su plan. Estaba más que claro cuales eran sus talentos destacados. Esos. Serpenteó agachada y en sigilo por el segundo piso, desértico, y aguardó hasta dejar que uno de aquellos guardias se sumiese en la penumbra. Cuando llego el momento se descolgó del piso y se mantuvo aferrada al techo con las manos. No le costó demasiado estrangularlo con las piernas hasta que la falta de oxígeno le dejase inconsciente sin llegar a matarlo. Lo subió como pudo y, una vez arriba, le arrancó el uniforme para ponérselo ella misma.

Reseñar aquí que, proezas de acróbata aparte, pues nada desdeñable fue su expresión de agilidad y talento combativo, había algo macabro en aquello. Muy macabro. No le resultaba extraño, sino excesivamente familiar, pero no dejaba de ser algo francamente escalofriante. Mientras asfixiaba al hombre, este se debatió sin dar muestras de dolor, sólo de sorpresa , frustración y rebeldía, pero al quitarle el casco lo que pudo ver distaba mucho de ser una persona normal. Aquello parecía algo carcomido por una grave enfermedad, y el lado humano de Niki se estremecía al verlo.

Su rostro estaba sumamente envejecido y deteriorado, como si llevase años muerto. Respiraba y latía, pero tenía los ojos inyectados en sangre, como los dientes. Sus cuencas oculares estaban ligeramente apagadas, con el iris difuminado y borroso. Pese a todo, un cierto aire melancólico manaba de aquel cráneo cetrino. Su cabello era excesivamente corto, con ausencia de cabello en algunas zonas, como si sufriese una alopecia incipiente. Sus marcadas arrugas y el aspecto pálido y frágil de su piel, con una consistencia de papel mojado más que terso, no ayudaba a cambiar de parecer. Sin lugar a dudas, aquel ser estaba vivo, pero muy enfermo, en fase terminal de alguna enfermedad degenerativa. A todas luces, no dejaba de recordar a un muerto viviente, aunque había claras diferencias, como la humanidad aún latiendo en sus rasgos faciales.

Alejando de su mente aquello, que si bien la daba asco y repulsa no parecía resultarle ajeno, intentó limpiar como pudo el casco y la ropa, acolchados por dentro pero blindados por fuera. Sorprendentemente, tampoco estaban sucios o llenos de exudado. A pesar de su apariencia corrupta, frágil y degenerada, esos hombres no se iban descomponiendo dentro de sus trajes, que no eran más que armaduras y uniformes normales y corrientes.

Se armó de valor, aferró el arma del hombre y fingió ser él. Nadie pareció percatarse de que arriba había un hombre escondido contra una esquina, y en que en su lugar ahora estaba Niki. La mujer avanzó con ese andar desvitalizado que resultaba casi contagioso, y pasó por el lado de otro hombre que, enfundado en su propia armadura, ni se dignó a mirarla. Joder, era una situación bastante tensa, eso había que reconocerlo. Estaba bailando con aquello.

Sin embargo, cuando llegó a la altura del tren y abrió la puerta para entrar, con el cierre de seguridad desconectado para permitir la entrada libre, lo que vio dentro sí que la pareció bastante más extraño. El interior estaba inmaculado por dentro, con paredes de un blanco aséptico y halógenos fluorescentes bajo el techo. Un leve rumor de un generador de energía sacudía los oídos de Niki como el zumbido constante de una molesta avispa.

Ante ella, lo que vio fue cómo el siguiente vagón del tren estaba sellado por lo que parecía ser una cabina de bioseguridad. Sellado, aquel tren era un auténtico laboratorio portátil, probablemente aterrizado en Ámsterdam hacía muy poco, y conociendo a los nazis, traído de alemania precisamente para generar a aquellos soldados que distaban mucho de asemejarse a un proyecto exitoso para incrementar sus capacidades bélicas. Bueno, quizás no sintiesen dolor, eso había que concedérselo, pero el precio, aun en ese caso, era excesivo, y por mucho.

No vio cámaras de seguridad ni necesitó más artimañas que las lucidas para llegar hasta allí. Con tales capacidades no le hacía falta nada más, al menos para algo relativamente sencillo como lo que había conseguido.

- ¿Va todo bien?- preguntó una voz a espaldas de Niki. Una voz rota, cascada, débil. Hubo una tos después. Al girarse, vio a otro de los centinelas-. Todavía es pronto, ¿necesitas otra dosis ya?- desvitalizada y mortecina, su voz no dejaba de ser incluso ligeramente soñolienta. A Niki, la verdad, le daba escalofríos.

Sí, era otro de los hombres que deambulaba por allí. Por dentro todos parecían afectados por lo mismo, aunque por fuera sí que eran idénticos. Llevaban todos la misma armadura y el mismo armamento. Llevaban todos un filtro de aire para evitar la inhalación de más gases tóxicos. Eso empobrecía el oxígeno que Niki respiraba, llenándola de mas CO2 del que sería normal y saludable, pero le hubiese hecho falta meses así para notar algún cambio. La toxicidad del aire, en cambio, la hubiese mermado rápidamente. Vapores del tren.

Por otro lado, aunque llevaban blindaje y armas pesadas, todo palidecía en comparación con la esvástica del brazo y el pequeño depósito de algún tipo de gas. Un tubo conectaba aquello, en la espalda, con el interior del casco, pero Niki lo había desconectado pues bueno, lo que sería bueno, no podía ser. Aún así, sí, aquel fusil pesado que requería ser empuñado a dos manos, y que pesaba como un plomo en brazos de Niki, era también aterrador. Sobretodo porque llevaba un dispensador conectado en el lateral que la mujer no supo identificar, pero parecía ser su munición.


Para más datos concretos sobre el escenario y sus elementos, si se precisan, consultar con el Director.

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22/09/2013, 01:43
Administrador

Olga no pareció en absoluto preocupada o interesada en agradecimientos o cosas así. A ver, le gustaba, pero no los creía necesarios. Estaba en la naturaleza de la hacker ese comportamiento maternal y altruista, por lo que se limitó a recibir con cortesía la concesión de Ruth y a mostrarse casi maternal con ello. En realidad, era incluso mejor madre que la biológica, porque no hacía preguntas y daba bastante libertad. No la forzaba a responder a nada, pero estaba ahí cuando la necesitabas. Naturalmente, ella también esperaba lo mismo de los demás. Al final, cuando Ruth se cansó, la hacker también se retiró a dormir, exhausta como estaba tras veinticuatro horas de trabajo sin descanso.

Por su parte, la rubia en cambio era toda una amazona. Fuerte, musculada, y con una cara de mala leche que no podía con ella. Era, efectivamente, capaz de levantar a tres más como Ruth a pulso. De una en una, claro, pero sin mucho problema. Sí, quizás era bueno mirarse en el espejo y pensar que tener sus capacidades físicas era útil. No, nNadie se hubiese atrevido a hacerle daño y no necesitaría hacerse invisible para evadir los problemas, pero por otro lado, aquella mujer se había vuelto así por algo, y toda esa aura de venganza y rabia que la consumía no podía ser algo que Ruth envidiase, sino todo lo contrario. Esa mujer estaba consumida por su odio a los nazis. A saber el porqué. Mejor no saberlo.

Y ya, tras desechar en su cuarto el dibujo de su hermana, intentó ponerse en sus ojos. Le costó bastante tiempo y algo de angustia, pues sentía que estaba arañando el fondo de sus energías y forzando su cuerpo demasiado. El corazón latía con punzadas un tanto dolorosas, pero más pesaba la incertidumbre. Finalmente, con la boca pastosa y aferrándose al lápiz, consiguió desaparecer el papel mientras comenzaba a dibujar. Ante ella apareció lo que los ojos de su joven hermana veían.

Era otro hombre, aunque no se veía bien. La visión estaba desenfocada, como si ni de ver bien fuesen los ojos de Ruth a través de los de Ágatha. Sin lugar a dudas, su estado crítico la impedía funcionar con normalidad. No atinó a adivinar sus rasgos concretos, pero parecía un hombre ¿caucásico? de mediana edad. Parecía llevar el pelo muy corto y vestía con lo que parecía ser un ¿chandal? Ropa deportiva, sí, lo cual cuadraba peligrosamente con el dibujo de antes donde Axel estaba tumbado con el pie de alguien enfundado en ropa deportiva sobre el pecho. Y un rayo de fondo. Todo comenzaba a hilvanarse, y si eso era bueno o malo, sólo tenía que decidirlo Ruth, pues afectaba a su ex-pareja.

Por otro lado, no parecía una visión preocupante. El hombre simplemente parecía estar hablando con Ágatha. Movía las manos para explicarse, y estaba sentado sobre lo que parecía un bidón de gasolina, con una etiqueta de identificación que Ruth no pudo leer por la difuminación del escenario. Bueno, al menos estaba a salvo. Pero por otro lado, estaba a salvo con el hombre que iba a freír a Axel. La "tostadora humana". Otro tío con poderes sobrenaturales. O eso, o era una coincidencia muy, pero que muy infame. Tras unos segundos, Ruth terminó de dibujar y agachó la cabeza sobre la mesa con un bostezo mientras la visión se desenfocaba más hasta volverse negra. Dulces sueños, Ruth.

A la mañana siguiente, Ruth despertó entre bostezos cerca del mediodía. Había recuperado parte de su fuerza, pero todavía se sentía muy débil. Sin lugar a dudas, iba a necesitar descansar bastante más tras semejante paliza física y espiritual. Pero estaba sana y a salvo, como todos allí, como su hermana, y como Arjen. Espérate a que este volviese con Ambroos Janssen. Cuando Ruth le conociese y escuchase el apellido veríamos qué tal le sentaba.

Fue a ver a Olga en su sala de ordenadores, su trono, y la encontró hablando con Erik.

- "¿Necesitas compañía? Dicen que se ha ido la luz en tu barrio, y mi ojo está mucho mejor"- dijo el hombre mirando el móvil mientras tecleaba, como diciendo en voz alta lo que escribía-. Enviar- dijo para si, y para informar a Olga de su avance-. Espero que sirva, chica. No creo que Arjen sea tan orgulloso como para hacerse el héroe si necesita ayuda. Todo irá bien- puso una mano sobre el hombro de la Hacker y esperó, hasta que vio a Ruth con su ojo bueno y sonrió con tranquilidad-. Pasa, ¿mejor? ¿desayuno o comida?- se permitió bromear-. Arjen y algunos de sus contactos están recogiendo a Novák. Los nazis acaban de cortar la luz de todo el barrio, supongo que para evitar que el hacker haga nada- bufó, revelando así cierta preocupación, pero se comedió-. Estarán bien.

Más les valía. Sin ellos, Ruth sí que estaría jodida.

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23/09/2013, 16:01
Ruth Karsten

La muchacha se despertó en el mismo lugar que ayer y que todos estos días atrás. Antes se sorprendía nada más abrir los ojos y no reconocer su cuarto, pero ya parece que se ha hecho a la idea de que permanecerá aquí una larga temporada. No sabía si era bueno o malo acostumbrarse ya a ese sitio. En parte sentía como si hubiese olvidado ya parte de su vida anterior, aunque la sigue recordando, a veces le cueste distinguir de si era un sueño y la ligera fantasía de poder tener una vida normal o si realmente había podido vivir algo así. 

Se lleva la mano al bolsillo, donde tiene guardado el dibujo de la "tostadora humana". Con todo el revuelo, se había olvidado completamente de contarle algo así a Arjen, puesto que parecía importarle la existencia de gente como ellos... con habilidades especiales. Entonces, si a él le interesaba encontrar a ese hombre, por consiguiente tendrían que buscar a su hermana puesto que Ágatha está con él. También estaba el asunto de... Axel. Ese mismo hombre sería el que agrediría a su ex-pareja en un futuro... Si no lo había hecho ya. La última vez que lo vio, estaba en su taller, tan tranquilo después de haber matado a un hombre... Con el plan de luchar o morir. Pero han pasado unos días desde aquéllo. Es posible que ya haya ocurrido lo que la muchacha vio. Sin embargo, el futuro es incierto y cambiante, cualquier acción puede sorprender al destino. Eso siempre animó a Ruth, solía pensar que algún día haría algo que cambiaría el sentido de la rueda de su fortuna y entonces todo su mundo dejaría de ser un ciclo de miedo y soledad. Comenzó a reafirmarse en esa idea cuando se reencontró con Ágatha... pero ahora... 

Sacudió su cabeza pelirrosa y se levantó de la cama, no quería pensar más en ello. Encontrarían a su hermana y estará bien, después de eso, nunca volverían a separarse así. La echaba mucho de menos, sentía como si le hubiesen arrancado la mitad de sí misma... Aunque al menos podía tranquilizarla el hecho de que estaba segura. 

Anduvo por los pasillos blancos tan monótonos de la base, hasta toparse en la sala donde fue el día anterior. Allí estaban Olga y Erik, el hombre que tenía unos rasgos muy interesantes a ojos del lado artístico de Ruth. Estuvo a punto de golpear con suavidad con los nudillos cuando él la vio, acto seguido la invitó a pasar. 

La muchacha sonrió de medio lado con algo de timidez cuando bromeó. 

-Sí... estoy mejor. Gracias...-responde con voz suave y a un volumen bajo. Ruth no era muy amiga de las relaciones sociales.-Anoche me quedé despierta hasta tarde, pensé que podría aguantarlo, pero no.-le dedicó una sonrisa de disculpa a Olga, quien había cuidado de ella y seguro que no le haría mucha gracia que la muchacha trasnochara estando convaleciente.-Esta noche tendré que dormir antes.-completa con una sonrisa. 

Sabía que iba a pasar mucho tiempo allí dentro, por lo que intentó hacer acopio de todas sus fuerzas para socializar con los allí presentes, además, en estos casos nunca estaba de más llevarse bien con la gente puesto que así luego te podrían proporcionar más ayuda a que si fueras prácticamente un desconocido. Aún así, a Ruth le daba la sensación de que, tal y como Arjen había explicado: Todos cuidaban de todos, independientemente de si caías mal o bien. Aunque si no caes mal, te ayudarán con más gusto. 

Arrugó la nariz y el ceño al escuchar sobre el corte de luz en el barrio. Desde luego, se habrían dado cuenta de las acciones de la hacker. 

-Sí. Seguro que están bien.-reafirma las palabras de Erik. Estaba segura de que así sería. Después se dirige a Olga:-Y... ¿no hay ninguna fuente de electricidad de la que puedas abastecerte? 

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24/09/2013, 19:59
Gretchen

Que fuera Alice en ese momento y no la asustadiza, tímida y pequeña Gretchen quien ocupara el cuerpo semiandrógino, era una suerte. Alice sabía perfectamente qué era capaz y qué no de hacer ese organismo que ambas compartían, y a diferencia de la niña, no tenía miedo.

Alzó la mano como un mesías malévolo, pérfido; tocó la maquinaria y dejó que el flujo de electricidad naciera, despertando a las máquinas de su sueño. Novak podría trabajar con ellas si estaban encendidas. Sonrió con los ojos cerrados, sintiendo la sensación casi placentera de la electricidad generada por su organismo fluyendo por las sinapsis y goteando gentilmente por cables y placas de datos.

- Vamos, genio -susurró en un tono de voz inquietantemente melifluo, animando a Novak para que terminase sus juegos de hacker-. Haz tu abracadabra.

El poder. Puede que otras capacidades fueran más útiles, más llamativas o más increíbles -la misma existencia de Alice era una extraña anormalidad, un yo suicida venido del futuro capaz de caminar entre espejos o de construir su propio refugio espaciotemporal-, pero ninguno de ellos era tan deliciosamente magnífico como el control de la electricidad.  El suave chisporroteo azul se generó en las yemas de sus dedos y saltó al material conductor con casi gentileza, dulcemente. Ojalá pudiera matar a Diéter así. Quizá lo acabaría haciendo. Sería maravilloso.

Los nazis podrían apagar el mundo, si querían. Alice tenía otros planes. Y mientras tuviera el cuerpo de Gretchen, se aseguraría de que las cosas fueran exactamente como ella quería.

 

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