Partida Rol por web

Salvadores Salvados

Salvadores Salvados - Puntero Láser - Escena Tres.

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27/06/2013, 08:18
Gemelas Suxx

Las dos enjutas prostiputas miraron a Ambroos ladeando lentamente la cabeza hacia el interior hasta hacerlas chocar la una con la otra. Parpadearon entonces y se quedaron así, mirando con cara inocente de jugadoras de poker hasta que terminó de hablar. Fue entonces cuando Tinna alzó un dedo pidiendo y dándose el turno de palabra.

- Sí, una carretera boscosa- aseguró al serbio con un fuerte cabeceo, separándose de su hermana y haciendo botar el cabello como si fuese una rockera-. ¿Y si no le hubiésemos dicho nada a Liria y no nos hubiese dejado ir? ¡Te hubieses quedado sin información top secret de nivel tres! ¿Eh? ¿Eh? ¡Ja!- se defendió como podía arrastrando con red las moscas que caían en su piscina.

Entre tanto se levantó y comenzó a pincharle el pecho al proxeneta con las uñas como si fuese a reventar un globo. Helghe movió la nariz de lado a lado y sonrió mirando a su hermana antes de sumarse a la réplica.

- Si en el fondo te alegras- añadió la morena en tono más reposado con una sonrisa, ladeando la cabeza para dejar la cascada de pelo caer ante los ojos-. Lamentablemente, jefe, no se nos ha perdido el tercer ángel de Charlie- bromeó con una antiquísima referencia cultural-. Habremos entrado en casa del Übercapullen más grande del país, pero seguimos siendo sólo dos mujeres sexualmente liberadas. Y Novák no parecía el tipo de hombre al que pudiésemos llegar. Parecía un tanto frígido- arrugó el ceño y asintió con una mueca fingidamente preocupada, como si la sexualidad del Doctor fuese cuanto menos triste-. No oí nada de ningún Dyrk, y si te digo la verdad, no pude atender demasiado durante el viaje.

Tinna soltó una carcajada sarcástica y abrió notoriamente la boca, descalificando a su hermana por aquel último comentario. Negó con la cabeza, miró alternativamente a Ambroos y a su hermana y la señaló acusadoramente mientras se decidía por el serbio.

- Que se pasó todo el viaje agachada en el asiento con la cabeza llena de carne- la acusó su morena hermana inflando al final un carrillo y moviendo la lengua por dentro, simulando una felación hipotética.

Helghe debiera haberse divertido, como era menester por no molestarse por ese tipo de aseveraciones, pero miró a Ambroos, abrió la boca y no salió nada. Sólo se filtró un poco de emoción y vergüenza, como si le importase de verdad lo que el serbio pensase de ella. Sus mejillas cobraron un ligero rubor.

- Y ella lleva aquí toda la vida y no se sabe ni el nombre de la calle de al lado, Ambroos- espetó Helghe reprimiendo una carcajada con los mofletes coloreados, defendiendo su valor como podía.

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27/06/2013, 12:51
Liria

Un rato después Ambroos abrió la puerta de la habitación mientras se abrochaba ligeramente la camisa. En su cabeza seguía gestándose la idea obsesa de quitar de en medio al padre de Gretchen, como obseso era él por norma general. O salía de caza de noche, o quería matar al centenario médico de su campo de concentración, o al pedófilo de turno. Algo tenía que llenar siempre la poco cuerda cabeza del asesino.

La idea de matar al empresario debiera haber estado deteriorándole, como un oscuro pasajero parasitario que le carcomía lentamente como un líder sectario a la espera de su sacrificio ritual. Cualquier hombre entendía lo que significaba tener la imperiosa necesidad acuciante de saciar una necesidad.

Por suerte, había paliado ese retraimiento social con el carmín que tapaba ahora con la ropa. Tenía una marca morada en el cuello, fruto de Helghe, ahora hablando tranquilamente con su hermana en la cama. Capear contra las dos insaciables y jóvenes expertas en el arte de la guerra sin armas le llegaba a cansar pese a su físico por encima de la media. Por contra, ese tipo de cosas le grababan una sonrisa en la cara gracias a la liberación hormonal que conllevaba el sexo. Aún se salvaba de caer en una espiral detestable de aislamiento social.

Estaba claro que las Suxx ya habían hecho todo lo que podían. Alegrar al proxeneta con los labios. Tanto atendiendo a su circuncisión como a sus necesidades de rondador nocturno. Destacar que a Helghe no le hizo ninguna gracia que se mostrase interesado en la casa del gobernador como tal, aunque era algo esperable si estaba adquiriendo un vínculo emocional con su jefe.

El hombre fue al baño para terminar de asearse y rato después le asaltó su hija en cuanto salió al pasillo.

Vestía la misma ropa de anoche. No tenía pinta de haber dormido mucho, y no estaba de muy buen humor. Quizás, en parte, porque no sabía, para variar, dónde se había metido su padre ni qué había estado haciendo toda la noche por ahí.

- Tus gemelas- comenzó en un tono neutro aunque ligeramente arisco- están abajo hablando con el sacerdote de anoche- Jürguen-. O estaban. Acaba de entrar un tío con pintas de motero- un anarquista, quizás, a juzgar por el patrón que llevaban Stille y sus hombres- y se ha puesto a chulearle. El portero está tirándoles del local. Te lo digo por si quieres hacer algo. Oh, por cierto- señaló el fondo del pasillo, una habitación-. Gretchen está ahí con Irina, hablando.

Estaba haciendo los deberes, vaya. Bien.


Ambroos pierde 1 de Aislamiento por el efecto mantenido de su fracaso en Cordura contra Gretchen, adquiriendo la Obsesión de eliminar a Diéter Strasburger como amenaza. Gana 1 de Aislamiento y pierde 1 de Fatiga por las actividades maritales con las Gemelas Suxx.

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27/06/2013, 12:54
Administrador

Ambroos apareció al borde de la escalera, mirando a la planta baja que hacía de bar. Las barras de streaptease seguían en penumbra al fondo, y sólo estaban allí las empleadas que tomaban un resopón antes de irse a dormir, dos clientes que miraban expectantes e impertérritos desde sus mesas, acostumbrados a bastante más con tanto nazi. Porque ciertamente, no era para tanto. Gretchen apareció cogida de la mano de Irina por detrás de Ambroos, aunque no las vio, sólo las oyó y las sintió, inconfundibles tras que Liria las mentase. No podía ser nadie más con las Suxx tiradas en la cama.

El portero del local miraba la televisión, como hacía el camarero y como hacían las chicas. Los dos clientes dejaron de mirar al sacerdote y se centraron también en el televisor. Y sí, aunque el camarero tenía el mando a distancia en la mano, había un hombre detrás de Jürguen, que estaba en la barra con un vaso ante si y al lado de las Suxx. Nadie parecía prestarse atención entre si ya, aunque el motorista llamaba bastante la atención.

Llevaba pantalones de cuero, con una cazadora vaquera sin mangas, con dos botones superiores abiertos, dejando ver parte del pecho y su fino vello. Una mata de pelo espesa, encrespada, más alta por arriba que por los lados. Barba cuidada de tres días unida a un pequeño bigote. Dos cejas separadas y espesas, como las patillas que salían de la barba.

Brazos fuertes y duros, de camionero, con una complexión notable. Varios tatuajes por todo el cuerpo, con una telaraña negra grabada en el codo que, sobre la mesa, se alargaba con un reloj hasta el cigarrillo que sostenía entre los labios.

El último detalle, una hebilla con calavera que lucía en el cinturón, como Stille a decir verdad. La policía no le haría nada con ese aspecto, y menos siendo la mayoría locales, pero los militares quizá si le detuviesen por vestir como un motorista rebelde y endurecido.

Nadie parecía haber visto a las tres personas de la escalera, aún.

La televisión, por supuesto, estaba controlada por el gobierno, y retransmitía sus noticias. En aquel momento el noticiario de media mañana interrumpía la programación habitual para, mira por dónde, retransmitir una ejecución en plena calle.

Jóvenes suburbanos no productivos para la sociedad se reunieron anoche en los barrios menos recomendables de la ciudad, valiéndose de una zona en obras para desatar una oda autodestructiva de consumo de alcohol, destrucción de propiedad y revelación abierta contra el régimen que cuida y vela por el buen funcionamiento de la ciudad y el bienestar de sus ciudadanos. Violando el toque de queda preventivo impuesto por cuestiones de seguridad, molestaron a los vecinos de la zona durante una intolerable cantidad de horas nocturnas, interrumpiendo el sueño necesario el buen rendimiento de los estimados ciudadanos, provocando serios daños materiales y atacando contra las arcas públicas de El Régimen.

Varios de los detenidos han sido encarcelados de forma preventiva, para evitar más altercados. Los más peligrosos, rebeldes y de difícil reinserción han sido procesados, y se les ha dado a escoger entre marchar al frente como primera línea de fuego, sirviendo al país y defendiendo nuestras fronteras, o ser ejecutados en mitad de la calle. Escogieron lo segundo a lo primero, demostrando su total desapego por la seguridad de la población y revelando un mayor aprecio por trazas de la personalidad como son la pereza, la desidia y el deshonor. Son, como comprenderán, la vergüenza del país.

En pantalla pueden ver la apariencia casual-punk que suelen lucir la mayoría de estos individuos nocivos para la comunidad, y cómo aún insultan a aquellos que se esfuerzan por sacar adelante a un país humilde en una época tan oscura y cruenta como la que estamos teniendo que vivir por el momento. Se ha apartado ya convenientemente a los menores de edad del escenario de ejecución, y les recomendamos a ustedes, espectadores, que hagan lo mismo a efecto inmediato.

Sin más dilación les dejamos con este ejemplo moral que revela qué esperamos de nuestros queridos y tan estimados ciudadanos, por lo que aquellos especialmente sensibles, por favor, desvíen la mirada o apaguen sus televisores. En nombre del partido nacionalsocialista obrero alemán les deseamos que tengan un día tranquilo, fructífero y grato.

Un pueblo, un imperio, un líder.

Ein Volk, ein. Reich, ein Führer.

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27/06/2013, 16:15
Ambroos Janssen

- Lo que me faltaba. Replicó a Liria, marchando hacia el piso de abajo para poner solución al altercado y evitando así con no demasiada sutileza hablar de los otros dos temas. No quería discutir de nuevo con el hecho de que la gemelas se le subían a las barbas ni dar demasiadas pistas de que algo pasaba con Irina...

No. Mejor que no lo supiese nadie. Liria era su hija y, precisamente por eso, no quería preocuparla con sus asuntos y diatribas.

Bajó las escaleras con su mejor cara de poker, especialmente al ver que todo el mundo estaba tranquilo. O algo parecido. ¿No se suponía que allí había una pelea a punto de explotar? Y, sin embargo, todo el mundo tenía la vista clavada en la televisión del local, que normalmente lucía eventos deportivos o vídeos musicales para ambientar. Ambroos miró el aparato con algo de incredulidad, en busca de ese mensaje pacifista capaz de cambiar los humos a un anarquista...hasta que se dio cuenta de que lo que estaba ocurriendo.

Su gesto pronto se torció, frunciendo el ceño y los labios. Una ejecución. La primera pública: ciudadanos viendo a otros de los suyos ser disparados por una estupidez enorme, por la rotura de una de las leyes más absurdas de su patria. Ya había visto eso. Sabía lo que desataba ese disparo, esa charco de sangre irreal y ese olor a pólvora. O Amsterdam era subyagada...o se alzaría como un perro rabioso a arrancar la yugular alemana que amartillaba las armas que la herían.

Y de lo único de lo que tenía miedo Janssen es que volviesen a escoger la primera opción.

- Apaga eso. Espetó Ambroos al camarero con una mirada que no dejaba duda de que era mejo obedecer o el sería el siguiente bajo un par de balas. No sería por que no había motivos. Ya era miserable enterarse de una ejecución por la presa o por el boca a boca, pero este asqueroso siglo XXI y sus medios de comunicación emitiendo en directo lo hacían todo aún más frío e impersonal. El que quiera verlo puede correr un par de calles y llegar a tiempo. Su voz estaba cargada de asco, dejando claro que no iba a cerrar los ojos pensando que no existía, pero no iba a tolerar propagandísmos nacionalsocialistas tan gratuitos en su local.

Unos crios. Por hacer botellón. Había mercenarios gaseando la ciudad, anarquistas traficando y ecoterristas dispuestos a volar cualquier pedazo contaminante que quedase en pie, pero las balas volaban hacía la juventud "causal-punk", porque de anarcos poca mierda tendrían. ¿A donde coño estaban llegando?

- Diría que me alegra verle aquí, Padre, pero me han dicho que estaba armando trifulca en mi local. El proxeneta se acercó hasta el sacerdote con los nervios y la ira a flor de piel, en un gesto que muchos concluirían levantando al susodicho del cuello y lanzándolo contra una pared. Si ha venido a hablar conmigo, puede esperarme en mi despacho. Con una seña de la cabeza indicó al hombre las escaleras. Sabía donde era, y si Janssen le ponía la mano encima no iba a ser para estrechársela.

Y aún quedaba lo mejor.

- Y tú.

Miró de arriba a abajo al hombre con pintas de motero. Tenía unos buenos brazos: suficiente para haberse cargado al anciano sacerdote con un poco de empeño y un par de buenos puñetazos. Y si no fuese porque ese hijo de puta ea su cadáver, Amrboos le hubiese aplaudido.

Tatuajes mezcla de tipo duro y mafioso ruso, luciendo pelo en el pecho como si quisiera ponerse la testosterona de medalla y no supiese como. Mamón. Pero a juzgar por su hebilla, un anarquista. Eso, o es que las calaveras estaban de moda y él no se había enterado. Dando por culo en su local. Desde luego el mundo se estaba volviendo loco a pasos agigantados...y el problema es que Janssen se volviese loco con él.

- Espero que tengas más motivos de visita que molestar a mis clientes, por que no estoy de humor para gilipolleces.-amenazó sin miedo alguno. Su local, sus normas. Y al que no le guste...podía irse por activa o por pasiva.

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27/06/2013, 17:18
Gretchen

Tras descender las escaleras, el escenario en la planta baja del burdel no era lo más deseable. Cierto era que no estaba Viktor, escenario peor posible, pero también cierto era que estaba el Verdugo ahí sentado, como si nada. ¿Porqué tenía ese hombre que estar cerca, rodeando su espacio vital? Se encogió. La aparición de Ambroos hizo que se relajara un poco. Solamente un poco.

Y la televisión, como un hiptnotizador, emitía imágenes de violencia y muerte, aderezadas por un discurso tan inquietantemente neutro que desesperaba pensar en cuántas personas habría filtrando y manipulando información para conseguir que un asesinato de civiles pareciera inevitable e incluso deseable.

Gretchen apretó la mano de Natasha, enlazando sus dedos huesudos y fríos en las suaves manos de la rubia.

...aquellos especialmente sensibles, por favor, desvíen la mirada o apaguen sus televisores...

No lo hizo. Dejó escapar un suspiro horrorizado, porque de alguna manera obviar a los muertos es matarles dos veces. Janssen jugaba a las machadas con sus dos invitados, pero ella sólo tenía ojos para la televisión, las imágenes y el horror inevitable. 

Tras la orden de Janssen, el camarero apagó la televisión y Gretchen parpadeó un par de veces, desconcentrada. Deslizó una mirada asustada, aterrorizada, hacia el sacerdote. Alice recordaba sus facciones... o Gretchen se lo imaginaba, pero en su mente la escena estaba clara, cristalina: el eco de las voces en la catedral, el susurro de las banderas, el olor del incienso, si alguien tiene algo que objetar que lo diga ahora o calle para siempre, los graves de su voz anciana reverberando como sentencias en la tenue oscuridad, la sonrisa de Viktor tan hipnótica y fascinante y magnífica e inevitable... Gretchen volvió a la realidad. Más o menos. Siempre tenía la sensación de no estar nunca del todo aquí.

El Verdugo tenía cosas que hacer, o eso parecía. Con Natasha. Miró a su amiga, preocupada, y le apretó la mano.

- Todo irá bien -le susurró.

 

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28/06/2013, 09:37
Eugenius Novák

Eugenius alzó las palmas de las manos y no hizo ademán de intentar evitar lo inevitable, o de intentar frenar a su atacante.

Físicamente no podía hacer mucho más... pero le daba igual la causa de aquellos tipos... los tres pagarían con sus vidas el haber perturbado la paz del hogar de Liselote. Nadie toreaba a Eugenius Nóvak... y nadie se metía con su familia. NADIE.

Sólo pronunció unas palabras más intentando seguir ganando tiempo... deseando que el inútil de Eichmann apareciera a tiempo con soldados alemanes o algo similar. 

Puedo ingresarles el dinero en sus cuentas sin pedir nada a cambio. - dijo mirando al hombre del pañuelo... - Como muestra de buena voluntad. - apostilló. - Y luego pueden dormirme y llevarme con ese Mesías suyo... -

Había visto la duda en los ojos de los otros dos hombres... si les ofrecía una suma millonaria gratis en sus cuentas particulares... y además no se resistía a que le llevaran con ellos... no estarían incumpliendo órdenes... Eugenius dudaba de que nadie pudiera resistirse a eso. Luego sólo tenía que hackear alguna cuenta bancaria y transferirles algo de dinero… nada demasiado gordo, pero sí suculento para aquellos hombres.

Ante su carencia de dotes sociales, Eugenius no podía hacer mucho más… era como intentar enseñar a unos cerebros primitivos… Como si en el pasado hubieran intentado enseñar a sumar a unos Homo Rudolfensis… la definición de inteligencia en ese caso era relativa.

Aunque claro, para Eugenius prácticamente todas las personas sobre la faz de la Tierra estaban en ese caso, aunque en el caso de sus tres secuestradores era algo exagerado.

Esperó la respuesta del hombre de la pistola, si aceptaba o si se sentía presionado por sus dos compañeros Eugenius ganaría tiempo hackeando alguna cuenta bancaria y realizando la transferencia… No le importaba regalar algo de dinero a esos ineptos… siempre podría arrebatárselo más tarde.

Que ese tiempo fuera suficiente o no, ya no estaba en sus manos… por un momento pensó que casi sería mejor que Eichmann no llegara a tiempo. Así podría restregarle más tarde sus fallos y su imperfección… aun cuando Eugenius le habría avisado con tiempo de sobra de su secuestro. Sí… Eugenius sonrió pensando en esa posibilidad.

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28/06/2013, 12:17
Niki Neill

No presté mucha atención al comentario de Drike sobre las armas. La información que obtuve después eclipsó cualquier otro pensamiento. Era mucha información. De algún modo Drike tenía respuestas y eso era relevante. Por mi cabeza pasó la idea de hablar con Drike sobre esto en algún momento futuro, pero era una idea mala... muy mala, y ¿Por que preguntar si podía ver las cosas por mi misma simplemente buceando en su cabeza? Mi capacidad era extraña, reconfortante y desconcertante al mismo tiempo, pero extraña.

Esto era importante. El AAK2 eran bidones de algo radiactivo, seguramente un arma, y en el pasado yo sabía dónde se encontraba y se la entregaba a alguien que me hablaba en holandés. Si era un arma, entonces definitivamente yo estaba metida en algo chungo, y sin duda había tomado partido por algún país... pero esto era aún peor, porque en mi visión había muchos muertos, y parecía que yo iba a llevar a ese hombre hasta el AAK2. ¿Y si en el futuro pudiera ser responsable de miles de muertes?

Drike no sabía qué era, eso era evidente. Parecía que solo estaban dando otro "golpe" como el de ahora. Obteniendo armas. ¿Cómo pudieron toparse con algo así? ¿Quién les dio la orden de conseguir esas armas? Seguramente el que movía los hilos sabía más de lo que decía, debía tratar de ver quién envió a Drike allí, tenía que estar en sus recuerdos por alguna parte. También pensé que debía sacar más información del sitio, y pese a estar agotándome quise continuar, Drike no sabía qué era aquello, pero sabía dónde encontró eso... Quizá en su cabeza, en algún sitio hubiera alguna buena pista de dónde debía empezar a buscar. Estuviera o no cansada, no podía parar... Para esto había venido a Amsterdam, para encontrar respuestas, y si yo había tenido algo que ver con arma radiactiva o algo así... Joder, tenía que saberlo.

Tomé nota del tema de que el tren era de tecnología superior. Eso era importante, y quizá limitara la búsqueda, y seguidamente dejé que el mundo se alejara, que el fuerte ruido del motor quedara cada vez más lejos, y que dejara de estar ahí, viviendo la velocidad, para sumergirme de nuevo en la mente de Drike, en aquella mente tan dolida que parecía tener muchas respuestas.

 

 

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28/06/2013, 13:06
Liselot

El camarero apagó el televisor y dejó el mando a distancia sobre la mesa. Alzó ligeramente las manos mientras componía un rictus inocente, dejándose hacer a los deseos del jefe del local. No sería él quien se opusiese, desde luego.

- Vengo de parte de Stille- replicó el anarquista ante el ataque de Ambroos, como si eso fuese respuesta más que suficiente-, por el sacerdote. Me dijo que no tendría problema.

Vale, eso sí que era una novedad. No sólo no estaba ahí por el serbio, sino que además era por el viejo nazi. Para más seña, el otro anarquista en discordia había asumido que no habría problemas al respecto. El proxeneta no era demasiado listo, ni tenía tamaña astucia como para desengranar en un pestañeo nada más allá de aquello obvio, pero desde luego, algo se había gestado ahí.

- Jürguen ya iba a acompañarme- señaló la puerta de la calle, a sus espaldas, con un tono que venía a decir que Júrguen no tenía por qué hacerlo precisamente por las buenas- afuera, pero por lo que veo usted igual le requiere antes.

Un deje en sus ojos cortaba el aire como si hubiese tensado demasiado la cuerda y tuviese que soltarla, de ahí que le cediese la pelota al serbio. Su plan parecía obvio. Llegar, coger a Jürguen, sacarlo de allí y llevárselo a un lugar discreto para vete a saber qué. La aparición del serbio lo complicaba todo bastante y lo sacaba a relucir delante de los dos clientes, que seguían allí, como buenos neerlandeses, con cara de que por ellos podían matarse todos in situ que no abrirían la boca. Total, estaban en guerra y Jürguen acababa de decir que era Alemán. Ningún ciudadano con dos dedos de frente haría algo que no fuese alegrarse por la presencia de problemas entre los germanos. Incluida Gretchen. Ya era una cuestión de odio racial.

Jürguen, lógicamente, prefería malo conocido que peor por conocer, así que asintió con parsimonia y un brillo cauto al serbio y comenzó a andar hacia las escaleras, poniendo rumbo a su despacho. Irina fue tras él, para no dejarle solo en la habitación de Ambroos con sus documentos y sus gatos. Total, ya se conocían, y desde luego, nadie mejor que ella para estar con él.

- Hay un par de cosas que debiera saber sobre ese alemán- añadió el anarquista mientras el sacerdote desaparecía por el fondo de la escalera.

No parecía comedido, ni molesto. Sólo parecía en tensión, como todos en una situación tan afilada. El hombre desde luego era duro de pelar, como cualquier anarquista.

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28/06/2013, 13:08
Ruth Karsten

Ruth decide seguir al perro, total, más perdida de lo que estaba ya era difícil. La chica, de estatura y complexión pequeña, se deslizó entre las callejuelas y atajos que el animal tomaba, teniendo siempre cuidado con no encontrarse a las patrullas que rondaban la ciudad en aquellas horas. Conforme avanzaba, se iba ciñendo un poco más el gorro de lana negro que llevaba, como si así pudiera esconderse mejor entre sus ropas. 

Cuanto más caminaba, el paisaje se iba tornando más gris y triste. Las calzadas estaban repletas de no-vida, comenzando por los árboles muertos que antaño adornaron la acera y terminando por las casas que algún día vieron momentos mejores... seguramente estuvieron habitadas por familias numerosas y felices, de las que tenían un jardín verde y podado, probablemente con columpios para que los hijos de los dueños jugasen y riesen. Pero en el silencio de la madrugada, ya no se oían voces que no fueran gritos y órdenes de los alemanes, ya no había risas, sólo dolor y miedo. Ruth no puede evitar preguntarse conforme se adentra en esa zona tan gris y lúgubre, qué habría sido de esa gente que vivía ahí... seguramente la mayoría huiría, ¿alguna vez imaginaron el futuro que ahora los estaba devorando? Probablemente no, nadie se espera que de golpe y porrazo (nunca mejor dicho) te corten las alas y te anclen los pies en la tierra.

Despertando de esos pensamientos, la chica y el perro llegan hasta una casa. El animal salta la vaya y comienza a hacer ruido, seguramente ese sea su hogar y esté avisando al dueño de su llegada. La chica pasa la vaya, lentamente y mirando a todos lados como si fuera un gato callejero y desconfiado (que dadas las pintas que llevaba la muchacha, se correspondía bastante bien a la comparación). Se sobresalta cuando el perro salta sobre ella, para acto seguido salir corriendo para bordear la vivienda.

Ruth lo mira sorprendida y después mira toda la vivenda con ojos curiosos y desconfiados. Al menos lo que era el exterior estaba bastante descuidado, pero no lo suficiente como para pensar que no vivía nadie allí. Se abraza a sí misma y anda por el porche con cuidado, procurando hacer el mínimo ruido posible. Durante esos momentos de espera  y silencio, Ruth aprovecha para sacar el móvil y escribir un mensaje a su hermana:

"Cambio de planes. Estoy bien, te mantendré informada. Pídele disculpas de mi parte a mamá y a Gerard, pero ni se os ocurra moveros de ahí." 

Suspira y se ciñe el gorro de lana, pensando en irse... toda esa caminata para nada. Bufa y le da la espalda a la casa cuando entonces la puerta se abre y la chica, sobresaltada, se gira para ver a su anfitrión. Un hombre de mediana edad y con gesto de pocos amigos, pero sin embargo era bastante atractivo, aunque sus rasgos no lo fueran especialmente. La invita a pasar y la chica lo mira con gesto serio y desconfiado, alzando una ceja. 

Con paso lento, la pelirrosa comienza a entrar dentro de la casa de aquel hombre. No se molesta en quitarse el gorro de lana, los buenos modales se los dejó en casa de su padre, hace bastante tiempo. 

-Ruth.-se presenta conforme entra. Una vez dentro, espera a que cierra la puerta y su cuerpo se tensa ligeramente, cruzando los brazos sobre el pecho.-Gracias.-dice en susurro cuando le ofrece comida y algo de descanso, sin embargo, su cuerpo no se relaja, se mantiene alerta a cualquier movimiento de aquel hombre tan extraño.

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28/06/2013, 13:50
Gemelas Suxx

El armario ropero que solía guardar la puerta, aquel que había estado apunto de sacar a sopapos al sacerdote y al anarquista, educadamente habló con los dos clientes, indicándoles que acababan de cerrar temporalmente y que estaban invitados a las consumiciones por las molestias. Los dos hombres se fueron tranquilamente sin andar escándalo, y el portero giró el cartel de abierto, dándole "Cerrado" de cara al exterior. Ahora estaban todos tranquilos y en familia, con el nazi atrapado en el despacho y el anarquista en el salón principal.

- Estaba interrogándonos- aseguró Helghe al fin, mentón altivo y mirada rapaz cuando el nazi desapareció-. Se cree que las Suxx somos tontas, pero se equivoca. Tenemos más en la cabeza que pájaros- aseguró con los ojos entrecerrados hacia la escalera, felina e inquisitiva, dudosa cuanto menos con respecto al hombre tras que dejó de estar cerca. Ya no teníá que hacer trabajo de compañía, sino de compañera-. Dijo que era sacerdote Calvinista y que te confesabas en su iglesia- bufó haciendo saltar briznas de pelo por los aires, como un gato molesto-. Los Calvinistas no tienen el sacramento de la confesión y tú no has pisado una iglesia en años. Lo segundo es obvio porque te conozco- qué encantador, Helghe-, lo primero lo sé porque porque me estuve tirando a un crío cuyo tío era el Prior de esa Iglesia. Martín D'... D' Courvous o algo parecido.

El nombre del Prior, claro, no el chaval que había estado recibiendo el amor de Dios de Helghe, como tantos otros en la ciudad probablemente si era tan casquivana y ligera de cascos como parecía. Una suerte que hubiese sabido eso, la verdad. De no ser por ello no hubiese sospechado tanto.

- Nos ha preguntado por ti. Así como quien no quiere la cosa- la relevó Tinna con bastante más distensión, sin tanta protección emocional para con el serbio-, si te conocíamos de hace mucho, si nos parecías guapo, si nos tratabas bien, si estábamos a gusto contigo. El tipo de preguntas que un tío no tendría por qué hacerle a nadie si no es un líder sindical- se rió, claro, a carcajada a limpia al decir aquello-. Cuando aún había líderes sindicales, claro. Que ahora el que no está en prisión está en el fondo del canal- carraspeó y puso cara de Jürguen, imitando su voz-. Vine a confesar los pecados de vuestro jefe. Hace tiempo que no le veo por la iglesia, y me sentía preocupado, siendo tan buen feligrés como es.

Terminó soltando un par de carcajadas más, al borde del llanto, como si la mera idea de ver a Ambroos pidiéndole perdón a Dios a través de un sacerdote se le antojase de lo más irrisoria. Ciertamente, imaginarse al hombre como un buen feligrés preocupado por el perdón divino era como ponerle un uniforme de nazi y... bueno, quizás esa no fuese la comparación más acertada.

- Lo dicho- continuó Helghe de nuevo con su gesto arisco, como un erizo o un gato al salir del agua. Probablemente, de no ser porque estaban en público, se hubiese echado a brazos del proxeneta para asegurarse de que estaba bien-. Justo estábamos diciéndole de forma velada que debía de haber algún tipo de error, porque tú tienes de católico lo que yo de monja- soltó una risilla de monja-, aunque dijo que la iglesia se ahorraría mucho ordenándonos. La cara que puso cuando le dije que haría un mal uso del hábito.

Una broma de Jürguen creyéndose gracioso, claro. Y un corte educado de Helghe diciendo que ella de monja sólo podría usar el traje, y no para lo que debiera.

- Entonces el señor Músculos de Acero y Corazón de Caimán- señaló al anarquista allí presente, que hizo una ligera reverencia teatral concediéndole el crédito de ingenio a las Suxx, pues una buena fiesta dialéctica tenían que haber montado con el sacerdote, y desde luego sus monólogos a duo eran dignos de verse a veces- apareció ahorrándole el trabajo a Rembrandt- el portero, nombre poco relevante, pero ella le conocía y denominaba por el mismo debido a la cercanía de trato- para sacar a Jürguen del local.

Es decir, que en el fondo el anarquista incluso le había estado haciendo un favor interviniendo en el momento oportuno y secundando los intereses del local.

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28/06/2013, 13:52
Liselot

Liselote dio un par de pasos lentos y se acercó a Ambroos. Confidente, habló en voz ligeramente baja, tal que sólo aquellos en la escalera pudieran oírle hablar. El propio serbio, la niña que no parecía tenerse sobre si misma y la obediente, sumisa y silenciosa prostituta embarazada. Las dos mujeres no parecían suponer un obstáculo para nada.

- Jürguen ha hecho que unos amigos de Stille se sintiesen incómodos- añadió con un matiz inquisitivo-. Por razones que no vienen al casocarraspeó de forma reveladora y chistó, como si quisiese decirle a Ambroos algo pero no pudiese por los presentes- me consta que es amigo suyo, así que seguí al sacerdote hasta aquí y observé. Cuando vi que Jürguen estaba meándose en sus plantas- una metáfora, claro, por el propio bien del calvinista- supuse que no habría problema en sacarlo yo mismo del local. Ya sabe, el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

Dejó ahí, en el aire, el resto. Levantó la frente y se quedó mirando expectante, a dos palmos, erguido y separando el rostro del serbio. Desde luego, Liselot era como todos. Un tío difícil de achantar, pero si cabe, un tío cauto en su medida justa, rozando quizás un exceso de confianza. No es que, por otro lado, los Anarquistas fuesen el colmo de la moderación, el subterfugio y la manipulación. No salvo que hablásemos de negocios, claro.

Estaba claro, cristalino, que ese hombre sabía algo de Ambroos. Lo justo y suficiente que Stille les hubiese contado a los de su organización sobre Jo Deng. El asunto era que, por supuesto, Liselot seguía en el límite en el cual Ambroos debía debatirse entre darle las gracias, parte el pómulo, mandarlo a la puta calle o invitarlo a su sótano para pegarle una paliza al nazi. Era cuestión de debatirse por qué le pesaba más.

- Tengo una cuenta pendiente con ese viejo alemán- añadió al final como lo que parecía ser un desafío. Una forma sencilla de decir que no iba a irse sin Jürguen y sin más. El problema era que Ambroos también lo quería para si.

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28/06/2013, 17:25
Arjen Wolfzahn

Arjen hizo pasar a Ruth, llevándola por el interior de su casa hasta la cocina. Ese interior era como un rompecabezas incompleto, un puzzle cuyos marco estaba entero pero al que le faltaban piezas clave del interior. Podía intuirse una figura, sí, un dibujo que hablaba de un familia en el paragüero de la entrada con un paraguas de Hello Kitty junto a otros más sobrios, en el mueble zapatero luciendo pegatinas sacadas de bollería infantil y en la rueda de bicicross en la esquina de las escaleras que llevaban al sótano. Tras el recibidor había un umbral doble, sin puertas, que debía dar al salón. Al pasar se podían ver los retratos de un hombre como Arjen junto a una mujer rubia muy guapa, de una niña sonriente con casco y rodilleras, de un chaval de gesto lánguido y levemente despectivo propio de la adolescencia, de una estampa navideña, de unas vacaciones en la playa, en un refugio de montaña, haciendo alpinismo, de paseo en bici por los campos de tulipanes... y a la vez se escuchaba el silencio, se intuía polvo en los estantes, se veían flores de plástico cuando no tiestos vacíos y se sentía la tristeza y la soledad que flotaban en el aire seco y sin vida. No había suciedad, no había desorden... no había vida.

Una casa familiar en la que sólo vivía un hombre, un hombre que a todas luces se afeitaba de cuando en cuando, que había instalado una barra fija en el umbral de la cocina allí donde debiera haber estado la puerta, que tenía una esterilla de hacer deporte donde debiera estar una alfombra, que no planchaba su ropa más por desidia que por convicción y en cuyo frigorífico, tan seguro como que los gatos maúllan, tenía que haber un limón fosilizado, un bote de bicarbonato y un tomate con una pelusilla verdeazulada junto a la inserción del tallo. Lo cual no quería decir que no hubiera otros alimentos almacenados, claro, pues cuando Arjen llevó a la chica a la cocina -amplia, bien equipada, con una mesa para cuatro o seis personas- y abrió el electrodoméstico, Ruth pudo ver que, aunque distaba mucho de estar lleno, bien era cierto que no se encontraba yermo.

Botella de leche, dos tazas, microondas, cucharas, cacao en polvo y café soluble de marca blanca a elegir. En menos de un minuto preparó un humilde desayuno para dos. Le ofreció una silla a su invitada y él se quedó de pie, mirando con intensidad y sin disimulo a la joven.

-Ruth -repitió el nombre, no como una invocación, sino como imprimiendo el nombre en su memoria-. Bien, ¿qué hacías por las calles a estas horas? ¿No temes a las patrullas de eimer-kopf, chica?

No un "¿por qué has venido a mi casa?" ni un "¿quién te ha traído aquí?", y la ausencia de esa cuestiones era muy palpable. O ya sabía las respuestas a esas preguntas no formuladas o no le importaban. También había que decir que no parecía un hombre acostumbrado a las sutilezas de la interacción social, ya fuera por desconocimiento o porque se la trajeran al pairo, porque estaba claro que había mejores formas de interrogar a una extraña a la que se ofrecía cobijo. El hombre bebió de su taza, apurándola y dejándola ya vacía sobre la encimera. Suspiró con gesto duro, enarcó una ceja -siempre sus ojos fijos en la chica-, hizo crujir sus nudillos y después cruzó los brazos sobre el pecho. Tamborileó con los dedos en unos bíceps fibrosos, marcados pero no voluminosos, como si estuviera indeciso. Finalmente habló:

-Espero que no hayas dejado preocupados a tus padres -dijo-. Joder, hay mucha basura paseando por ahí con perros y motos y con ganas de llevarse al cuartel un entretenimiento por horas -añadió. No hacía falta ser un retórico profesional para leer entre las líneas de su discurso y captar que lo quería era dejar caer lo que podría sucederle a una chica guapa que fuera pillada saltándose el toque de queda-. No sé si eres una inconsciente, Ruth, o si ha sido la necesidad la que ha hecho que deambularas sola de noche. Ni las ratas callejeras hacen eso, no si quieren sobrevivir otro día -sonrió sin humor, una mueca dura sin llegar a ser desagradable-. Y, si lo hicieran, no se dejarían ver cerca de lugares llenos de nazis, ¿no crees?

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28/06/2013, 18:34
Gretchen

El Verdugo rondaba el Boulevard, y visto lo visto, no le sobraban los amigos. Otro hombre más quería matarle... ¿qué es lo que hacía ese tipo para estar tan perseguido?

Por lo poco que Gretchen sabía, Janssen necesitaba vivo al calvinista. Una temporada, al menos. Menuda jodienda, porque tendría que protegerle... o hacer tratos para  postergar su muerte. Y si tenía que negociar el 50% del derecho de pernada sobre la muerte del sacerdote con Liselot... pues acabaría de una mala ostia antológica, que pagarían los habitantes de su entorno.

Vio la expresión de Ambroos, siempre al borde de la violencia. Y eso estaba muy bien si podías mantenerlo, pero se cazaban más moscas con miel que con vinagre. Lo sabía bien Gretchen, cuya defensa contra Diéter había sido menos ineficiente cuando aceptaba ser pequeña y no ofrecer resistencia. Eso de que los matones se achantan si les opones resistencia es mentira: muchas veces se calman antes si la víctima baja la cabeza y acepta su papel.

Janssen no era una víctima, o no en este caso; pero no sería buena idea si decidía partirle la cara A Liselot. A Liselot, que teniendo en mente el mismo objetivo que él - Jurguen-, podría ser útil. Claro que Gretchen podía pensar misa, si no era capaz de transmitir lo que tenía en la cabeza.

Y maldita la gana de acercarse a menos de medio metro de Liselot, pese a que ya le conocía de vista. Pero Gretchen, a cada hora que pasaba, tenía más clara una cosa: su miedo podría ser un combustible. El miedo a Diéter la empujaba hacia atrás, pero el miedo por Stille, si sabía usarlo, podía impulsarla hacia adelante.

Se soltó de Natasha y dio un paso. Pequeño, despreciable en términos de movimiento, pero importante porque la despegaba del fondo. La imagen de la foto de su boda en la cabeza era un feroz impulsor. El Verdugo era un nudo, uno de esos nudos que debían ser solucionados para cambiar el futuro. No podía permitir que la testosterona de Janssen les arrebatara una carta de su dudosa baza.

- Hola Liselot -dijo, sin comas. 

Contaba con que su aparición rompiera el ambiente de tensión para cambiarlo por uno de desconcierto, como solía. Ella era el punto rosa chillón en el fondo blanco y negro. Los que la rodeaban se veían conmovidos por su evidente locura o inquietados por ella. 

Inclinó la cabeza cuando Liselot habló de la cuenta pendiente con el alemán. ¿Ese tipo iba metiéndose en lío sí lio también?

- No tiene muchos amigos -señaló con la cabeza las escaleras por las que el sacerdote se había ido.

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29/06/2013, 15:57
Rayen

La moto se detuvo nuevamente en la periferia. A lo lejos sonaban tres pitidos intermitentes en los altavoces de las farolas en la urbe habitada, avisando de que comenzaba a imperar el toque de queda. Y cuando el sol se escondía, los Anarquistas salían. En aquella fábrica abandonada y tapiada a cal y canto, convertida en un pequeño y discreto bastión estaban todos.

Drike guardó la moto dentro de un improvisado garaje y acompañó a Niki a la sala principal. Los halógenos una vez más lo iluminaban todo, aunque la puerta de la despensa seguía cerrada, mientras que las dobles que daban acceso a la sala de reuniones estaban abiertas de par en par. La mesa se destilaba al fondo con las sillas rodeándola.

Se oía de fondo el murmullo apacible de un buen grupo de hombres conversando alrededor, todos sentados. Cuando Niki entró solo vio a un montón de motoristas armados, con un AK-47 sobre la mesa. Todos estaban dispuestos en la parte ancha de la superficie rectangular, salvando al presidente, Rayen según le había avisado Drike. El acompañante de Niki se sentó en una de las butacas libres y el presidente, en la cabecera, dejó de reírse en mitad de aquellas chanzas distendidas y alzó el rostro para mirar a Niki.

Tras de él había una caja fuerte. Vestía como un motorista, aunque parecía mayor. Se conservaba bien, fuerte, saludable y vigoroso, pero tenía marcadas arrugas de expresión en el rostro y un semblante sabio. Rayen, sin lugar a dudas. En el asiento sobre el que se sentaba había un uniforme militar del ejército germano, probablemente el que usaba para su tapadera como soldado en el cuerpo de infantería destinado a asegurar la ciudad.

- Tú debes de ser Niki Neil- saludo con voz clara levantándose del asiento. Caminó hasta Niki y, asiéndola por un hombro la dio un beso en cada mejilla-. Yo soy Rayen, el Presidente. Siéntate, por favor- añadió señalando la última butaca libre, justo enfrente de él.

Sobre el respaldo había una cazadora vaquera igual que la de los demás, pero sin distintivos ni marcas de ningún tipo. Una cazadora de novata, probablemente. Rayen llevaba bordada la insignia de presidente, y tanto él como todos los demás "Rosse Buurt" escrito en letras granates. Barrio Rojo, el nombre de la división de Ámsterdam.

Uno a uno, el presidente fue presentando a los demás miembros. Estos saludaban con un sencillo ademán de la mano, aunque algunos hacían algún gesto o expresión adicional. Parecía un ritual habitual ante los nuevos, presentando a la mesa rectangular de los caballeros.

- Gabriel, Vicepresidente- comenzó señalando al hombre a su derecha- y mi hijo. Me sustituye cuando estoy demasiado ocupado con la máscara de cara a los übercapullos.

Gabriel asintió despacio y dedicó un guiño de ojo a Niki levantando la ceja. Era rubio, con una melena espesa y el mismo color de ojos azules. Desprendía atractivo y carisma por cada poro. Parecía humano y afable, pero valeroso y tenaz a partes iguales. El tipo de hombre que, efectivamente, podría comandar a otros y ganarse a pulso su reconocimiento sin imponerlo. Parecía de mediana edad, ligeramente mayor que Niki, pero tampoco demasiado.

- Stille, la mano izquierda- añadió señalando, valga la redundancia, a su izquierda-. Mi consejero personal, el hombre de confianza y el encargado de los asuntos delicados- añadió sin más, dejando en aire cuales eran exactamente sus funciones, aunque claramente se encargaba de todo lo sucio.

El hombre se bajó las gafas y asintió ligeramente tras mirar a la chica de arriba abajo. Parecía un cuarentón, bastante manirroto por una vida de excesos. No parecía empático, ni vivo, sólo un hombre dedicado a su club y su trabajo. Un asesino y un hombre que no sentía piedad ni compasión. Ni siquiera parecía obsceno, y eso hubiese sido hasta mejor. Simplemente era sanguinario, frío y criminal.

- Ya conoces a Drike- siguió señalando al hombre al lado de Stille-. Un viejo activo fiel y firme, que ha tenido que superar varias pérdidas pero sigue manteniéndose al pie del cañón- perdió a su mujer, eso ya lo sabía Niki-. Es duro como el acero e implacable como la venganza.

El grandullón sonrió de forma afable y levantó un pulgar hacia la chica. Una forma muda de decirle que estaba con ella y que todo iba a salir bien, aunque claramente su cara por norma general era un reflejo de que nada iba bien. Nunca. En general. El vivo poema de un hombre roto y mal pegado.

- Liselot- prosiguió señalando al lado de Gabriel-. Su nombre se debe a su hermana- Liselote era nombre de mujer, y quitarle la E no lo hacía demasiado mejor-, actualmente escondida en Francia. Nos conecta con los Mercenarios, a partir de ahora para ti Mercs- abreviaturas, por supuesto-, pero se debe principalmente a nosotros. Está muy unido a Maggie, nuestra doctora- no presente en la sala por no ser un miembro de campo, sólo una anexa.

El hombre pegó un cabeceo y dijo algo parecido a "Ey". Era corpulento y parecía reservado, con cara de poker. Claramente estaba evaluando si Niki era algo más que una cara bonita en un cuerpo escultural.

- Ya conoces también a Jaivs- señaló al lado de Drike-. Se cepilla todo lo que se mueve sin importar que sea hombre o mujer. Está bastante unido a El Burdel, si sabes a lo que me refiero- que se había acostado con demasiada gente del Barrio Rojo, básicamente-. Nos echan un cable cuando hay que sacar a alguien del país. Lo hicieron con la hermana de Liselot.

El hombre asintió con suavidad y elegancia, con una mezcla de altivez y misericordia, como si pidiese perdón por lo de ayer pero a su vez quisiese dejar claro que estaba por encima en la jerarquía.

- Y esta es Leila- señalo a una mujer, joven no, lo siguiente, con el cabello morado y los ojos brillantes. Pálida e impoluta, delgada y de movimiento grácil-. Nuestra única mujer en activo. Tú serías la segunda, Niki, si en algún momento te incorporas como un miembro más- proceso que llevaba su tiempo, todo fuese dicho-. A Leila se le da particularmente bien inutilizar alemanes. Aún hay en la caja fuerte la foto de un tío con la gorra de las SS y en calzoncillos esposado al volante.

Le mujer pegó un cabeceo y saludó de forma efusiva. Era vivaracha y parecía, sin duda, la más entusiasmada con la idea de que llegase una mujer más al equipo. Lógico entre tanto tigre.

- Somos unos pocos más en el grupo- continuo Rayen mirando y centrándose sólo en Niki-, pero los únicos que disparamos armas somos nosotros- hizo una deferencia con la mano a la chica-. Es costumbre que te presentes, nos dediques unas palabras y nos digas tus impresiones y motivaciones. Sobre Ámsterdam, sobre Rosse Buurt, y sobre lo que estimes importante. Cuando termines- señaló el AK-47-, verás un puñado de botellas al fondo de la otra sala. Enséñanos que tal se te da. Esta noche vas a salir con nosotros. Si lo que he averiguado es cierto hay, además de un cargamento de armas, un puñado de crías orientales en un tren camino de los laboratorios.

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29/06/2013, 17:00
Rembrandt

Por un momento el hombre del pañuelo se detuvo. Millones de euros, por favor. ¿Quién no se detendría al oír una oferta así? Cualquiera interesado en los billetes. Y todo el mundo estaba interesado en eso. O casi todos, ya que Rembrandt endureció el semblante y lanzó una mirada feral al hombre del pañuelo.

- ¡DUÉRMELE!- ordenó en un tono de los más airado e impaciente ante la duda y concesión de su subalterno.

Su tono fue bajo por Liselote y los vecinos, pero aún así un volcán de ira.

Mientras tanto, el hombre se acerco a Novák y le puso el pañuelo sobre el rostro. Poco a poco fue sintiendo los efectos del sedante hipnótico. Sus músculos se fueron relajando, sus párpados caían y su mente poco a poco se abotargaba para sumirse en un gran letargo.

- Parecéis imbéciles- continuó Rembrandt dirigiéndose a sus hombres, hablándoles como si el Doctor ya no estuviese presente. Asumía que lo estaría del todo en segundos-. De verdad, no sé en qué demonios estabais pensando. ¿De verdad íbais a darle vuestro número de cuenta bancaria? ¿Por qué no le dais de paso vuestro carnet de identidad y las llaves de vuestra casa? poco a poco su tono de voz iba bajando, tornándose más distante y apagado conforme la visión de Eugenius se tornaba negra-. Sois como niños en el colegio. Llega un hombre, os promete caramelos, y cuando os deis cuenta estaréis muertos en una bañera. ¿No acabo de decir que Novák haría lo necesario por salvar el culo? Aquí nadie da nada gratis, estamos en guerra, ya lo...

Y hasta ahí. Novák perdió el conocimiento del todo, y su cuerpo quedó flácido en brazos del neerlandés con menos cerebro que una hormiga sin su familia. Lo había intentado, y muera Dios si no había visto el rostro de su voz cantante. Era bastante más que nada. Con acceso al registro digital de ciudadanos sólo tendría que decirle a la máquina que buscase su cara. Y por ahora la conexión cerebro-procesador sólo estaba al alcance de Novák, al menos sin intermediarios.

Por otro lado, había avisado a Eichmann y había averiguado más de aquellos tres secuestradores de pacotilla de lo que en un principio cabía esperarse. Ahora sólo faltaba entrar a valorar adónde iba, para qué y qué iba a ser de su hermana.

Dulces sueños, Eugen.

Novák sintió varias cosas. La primera de ellas era la sangre en la cabeza. Luego la falta de sangre en los pies. Los tobillos juntos, el cuerpo recto, las manos a la espalda. Poco a poco se dio cuenta de que el sudor le corría hacia arriba por la frente, pero que en realidad, como eso era un imposible, simplemente estaba poca abajo.

Tenía las manos atadas, como los pies, y sin lugar a duda estaba colgando desde arriba hacia algo. Algo, probablemente, caliente. Sea lo que fuere desprendía calor y un olor intenso que no supo identificar, pero que resultaba, si bien no nauseabundo o molesto, evocador de alarma y peligro. Fuese lo que fuese, el científico y su sentido del olfato lo asociaban con algo poco recomendable. O más bien, siendo correctos, el instinto de supervivencia de su cerebro lo hacía. Reconocía eso como algo letal aunque no supiese identificarlo de forma exacta por el olor. Un olor debido a su composición, claro.

- Bien, parece que ya se está despertando- dijo la voz de Rembrandt por lo bajo y en la distancia-. Avisa al Mesías, dile que ya puede hablar con él- pasos acercándose uno a uno. Sonaba hueco y repetitivo, como si fuese un estancia grande y vacía, con sus paredes y su techo para hacer eco-. Bueno, Novák, no sufra. En cuanto el Mesías acabe con usted todo habrá terminado.

Se dirigía ahora hacia él, claro. Consiguió quitarse la venda que tenía, mal atada para variar, sobre los ojos. Notaba el tacto de la atadura en las manos como algo rígido y apretado, fino. Quizás una de las esposas de plástico. Lo que tenía ante si parecía una nave de un polígono industrial abandonado. Dos pisos, palés en las paredes, y una gigantesca superficie lisa y vacía. Novák estaba, efectivamente, colgando hacia lo que parecía un tanque de ácido o, en su sustancia, una sustancia verde y burbujeante de aspecto líquido que no trasmitía la menor confianza.

Lo que le sujetaba por los pies era el gancho de un brazo hidráulico. Una pequeña grúa que transportaba los palés cogiéndolos por su argolla en lo más alto. El puesto de control estaba en una esquina, con cristales que refulgían con la luz lunar que se filtraba por las ventanas. No podía ver si había alguien dentro, pero a juzgar por las luces del brazo, estaba encendida. Probablemente cuando acabase con él pulsarían un botón y lo bajarían al tanque.

Una verdadera suerte que Novák pudiese manejar ese brazo hidráulico haciéndose con el panel del control. La mala suerte fue que su hermana Liselote colgaba del mismo modo en un tanque idéntico, a su lado, sobre un segundo brazo hidráulico unido a una segunda sala de control en la esquina de al lado. Ese brazo, al menos, no parecía estar encendido, ni la mujer despierta. Su melena rubia caía como una espiral hacia el ácido, suspendido a cinco metros.

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29/06/2013, 17:23
Administrador

Sawako serpenteó por los canales en busca de algún lugar seguro. Sólo huía principalmente de las balas y de la amenaza germana, en realidad. Por hacer botellón. El mundo se iba al garete con los ciudadanos dentro, y mientras la educación se hundía cual Titanic los alemanes decidían desviarse de su rumbo, fuese cual fuese, para arremeter contra los ciudadanos que no hacían sino evadirse. Aparecerían a la mañana siguiente en las pantallas de televisión vendidos como monstruos ante la lobotomizada población, claro. No habrían ejecuciones de Anarquistas, Mercenarios o rebeles de verdad. A esos no los conseguían atrapar. Ni a la pelirrosa ni a su acompañante con pintas de asesino.

Aún tenia en los dedos la tinta roja de su sangre, coagulada, cuando dejó su chaqueta sobre un hombro y se arrancó un trozo de camisa. La piel oscurecida por la penumbra, sólo iluminada con parcas luces de emergencia en el túnel, se abrió paso bajo la manga, revelando un brazo desnudo. Se ató aquella prenda sobre la pierna y apretó, comprimiendo por encima de la herida para que dejase de sangrar. Sólo esperaba que bastase y hubiese clamado las venas correctas sin llegar a que faltase el riego. Con un mechero y alcohol hubiese sido más traumático pero más seguro, desde luego.

Y siguió callejeando. No era la única en esos túneles. Había más suburbanos corriendo por ahí ad hoc de un lugar seguro. Se podían ver linternas de vez en cuando seguidas de sonidos de pasos, o incluso se oía el retumbar hueco de un disparo en algunas ocasiones antes de dar paso al silencio. Salvando eso y el infinitamente molesto sonido de las ratas chirriando sólo estaba el rumor del agua en los conductos.

Finalmente, tras seguir marcando su camino un rato y esperar, la joven paró un segundo para tomar aliento. Y pensó. Qué hacer como siguiente paso. No sabía con exactitud cuanta sangre estaba perdiendo, ni si con aquello conseguiría que remitiese hasta que la tratase con antibióticos, desinfectantes y una venda apropiada. Era posible que siguiese desangrándose, o que no. Sangrar seguía sangrando, por supuesto, pero no parecía que fuese una pérdida abundante y rápida, sino lenta y progresiva.

Por otro lado parte del destacamento germano estaba por aquellas sombras, buscando a prisioneros para alentar los hornos de la represión y el lavado de un cerebro de una vida distópica que cada vez se asemejaba más a 1984. Sólo faltaba que el Gran Hermano crease cuatro ministerios, pues la cartilla de racionamiento y la megafonía constante con propaganda ya eran proyectos en camino que se terminarían por instaurar más pronto que tarde.

El caso era determinar qué hacer. Podía seguir marcando su posición, dando un rastro que seguir. Tanto a Trevor y Anki como a los Alemanes. Era jugársela, y podía salir muy bien, siguiendo la estela de un billete de metro, o podía salir exasperantemente mal. Por otro lado, la idea de quedarse esperando, seguir moviéndose contracorriente, volver, salir a la superficie o esconderse estaba ahí. No era un ambiente en absoluto limpio, las cloacas de Ámsterdam, pero sin duda alguna la calle era más peligrosa, salvo que consiguiese orientarse para llegar a casa.

Buscar un hospital no era una opción. Controlados por el ejército si la chica se plantaba allí no recibiría precisamente una acogida amable. Si en los EEUU te daban una patada sin tener seguro, allí, en mitad del campamento nazi y sin documentación legal sería mucho más visceral el panorama.

Desde allí podía buscar las entradas de agua de los canales de la ciudad, que los había por decenas en aquella pequeña Venecia particular en ciernes. Pero también se podía llegar al metro, tan lleno de vagabundos como de líneas cortadas como de cosas que nadie quería saber. No dejaban de ser más caminos de tantos que había para sobrevivir.

Porque de eso se trataba, de no acabar en una fosa común. Siempre, desde el principio, ese había sido el objetivo.

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30/06/2013, 16:34
Padre Jürguen

Jurguen entró al despacho de Ambroos seguido de Irina, y tras dejar entrar gentilmente a la muchacha, cerró suavemente la puerta tras de sí.

Todo había pasado demasiado rápido allí abajo, en la zona del bar. Se había quedado bloqueado en una situación comprometida, sin saber qué contestar ni a las gemelas ni al anarquista. O quizás el bloqueo de Jurguen fuera causado por la aparición del comunicado de TV, que le había hecho recordar de nuevo situaciones de su pasado.

En realidad vi pocos fusilamientos. Eso al menos era una muerte rápida y honorable, propia de un soldado.
Yo he visto cosas peores...mucho peores.

Ahora que su cabeza empezaba a funcionar de nuevo, empezó a pensar que seguramente aquél anarquista quisiera que le ayudara con algunos compaños suyos. El tipo había insinuado claramente que en realidad Jurguen era médico, y Jurguen creyó recordar que Margaret y Caelum habían mencionado algúna amistad con anarquistas.

Ah, sí. Aquella vez que le insnué a Caellum algo sobre denunciar el caso de Irina y Ambroos a las autoridades si Jansen no se atenía a razones. Caelum se lo tomó bastante mal, desde luego.

Además ya les comenté que si tenían amigos que necesitaran a alguien que no hiciera pregunats contaran conmigo.

Jurguen se mostró confiado, casi seguro de que aquel tipo le había ido a buscar por el incidente de anoche. Puede que hubieran capturado y detenido a algunos, pero seguramente algún otro habría escapado herido, y necesitara ayuda.

O puede que quieran cargarse a un alemán como represalia. Un cura alemán colgado en la calle sería un buen ejemplo.
No me jodas...

Jurgen quiso pensar que eso no iba a ocurrir. Pero la idea no dejaba de marcharse de su mente. Lo peor es que me quedaría allí cual longaniza, incapaz de soltasre a la espera de que le bajaran...
Prefirió no seguir por esa linea de pensamiento. Solía acabar en un nicho, una cámara frigorífica o bajo tierra. Era jodido salir de allí, pero las incineradoras eran mucho peores...

No me jodas, no me jodas...

Miró a Irina, Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba allí. Se sintió algo culpable: - Siéntate, por favor. Aunque estés de poco tiempo, andar es bueno, pero permanecer demasiado tiempo en pié no te conviene...- Le mostró una silla del despacho a la vez que decía estas palabras. - Dime, cuéntame ¿qué tal te encuentras? ¿Nauseas? ¿Vómitos? ¿Algún otro problema relacionada no con tu estado, si no con tu enfermedad?- No quería recordarle directamente el SIDA, pero era un factor muy a tener en cuenta en su estado...

Jurguen le hizo unas cuantas preguntas de chequeo, sólo para saber que tal estaba. No insistió en examinarla físicamente. Recordó que Irina no se sentía cómoda con ello, y recordó que Margaret seguramente lo habría hecho ya.

De todos modos, quería ser cuidadoso, y se ofreció simplemente a tomarle el pulso y tocarle la frente con la mano., sólo por si acaso. El aspecto de la muchacha era el de la flor mustia, aparentemente a punto de quebrarse.

Tras ello hizo amago de sentarse, a la espera de Jurguen o que les avisaran. Pero entonces vió los montón de documentos y papeles que Ambroos coleccionaba a su alrededor. Y tuvo una idea.

-Parece que tienes un poco de fiebre....- Puede que fuera verdad o no, eso no importaba. Tenía la excusa perfecta. -...vamos a ver si tu jefe tiene alguna aspirina en su despacho.-

Ante los atónitos ojos de Irina, Jurguen empezó a hurgar entre los cajones y los papeles de Ambroos. En realidad quería saber qué demonios eran todos esos papeles o si había algún documento en los cajones que le diera una pista de quien era reálmente el tal Ambroos Janssen.

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30/06/2013, 22:12
Eugenius Novák

No sufra...

- A buenas horas. - respondió de forma ácida el genio. - Me estoy mareando, me ha subido demasiada sangre a la cabeza, no puedo pensar y me cuesta respirar... ¿Y encima me dice que no sufra? - bufó al líder de sus torpes secuestradores.

- Me he cansado de todo esto... ¿Dónde está ese retrasado mental que llamáis Mesías? - preguntó. El rostro de Eugenius se había vuelto rojo, en gran parte por la sangre que se agolpaba, y en parte por la ira. Había visto a su hermana colgar encima de un tanque de ácido y no le había hecho ni pizca de gracia. - ¿Es un tipo de verdad, o una invención vuestra? Normalmente los Mesías son seres imaginarios por si no lo sabíais. Los idiotas y los crédulos depositan  una confianza desmedida o inmotivada en estos supuestos salvadores... -

Los ojos de Eugenius examinaron los alrededores... sólo dos brazos hidráulicos... mala suerte. Si hubiera un tercero sin un faimiliar suyo colgando iba a preparar una escabechina destrozando esos tanques de ácidos con todos esos patanes abajo.

- Me gustaría ver qué puede hacer vuestro Mesías... ¿por qué creéis que él lo es, cuando no es más que un prestidigitador barato con trucos de salón? Si de verdad es el Mesías aceptaré de buen grado el destino que me tenga deparado... pero si os puedo demostrar que no es ningún salvador... entonces quizá deberíais replantearos para quién trabajáis. -

Miré a Rembrandt por un instante, aun sin saber su nombre sabía que de su decisión dependería lo que dijeran o hicieran el resto. - Sea lo que sea lo que el Mesías quiera hacer conmigo, quiero que soltéis a mi hermana. Ella no tiene nada que ver con esto, no puede ser de utilidad a los nazis, así que no debe estar aquí. Preguntadme lo que queráis, y luego si queréis matarme, soltadla a ella primero. - exigió.

La mirada de Eugenius era fría e implacable... a pesar de la sangre acumulada seguía teniendo cerebro para poner en jaque a aquellos patanes. - Si no la soltáis y devolvéis a su casa sin rozarle un solo pelo os mataré a todos. - prometió muy serio. Probablemente no tendría ninguna pinta amenazante ahí colgado como un jamón... pero en última instancia, si no podía escapar, acabaría con todos ellos... destruiría el tanque de ácido aunque él muriera... pero al menos alcanzaría a esos capullos retrasados.

La mente de Eugenius volaba buscando una salida... una salida que no veía. Sólo había dos brazos mecánicos, en  uno colgaba su hermana inconsciente, y en otro colgaba él. Desconocía si Eichmann podría rastrearle  hasta allí. No podía arriesgarse a intentar conseguir tiempo... debía pensar en un plan para escapar.

De momento decidió que hablaría primero con el tal Mesías. No le convencería pues tenía pinta de ser más fanático que sus seguidores, y claro, no hay mayor ciego que el que no quiere ver. Hablaría con el Mesías y trataría de ganar tiempo, pero mientras se iría preparando, iría acumulando energía para usar su don. Si el Mesías se decidía por acabar con él o Liselote, Eugenius estaría preparado para actuar en el último momento.


Eugenius Novák comienza a acumular energía.

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01/07/2013, 20:32
Ruth Karsten

La joven de pelo rubio y rosa entró en la casa observándolo todo con detenimiento y sin ningún tipo de reparos, obviamente, siguió a aquel tipo hasta donde le indicó, pero en el camino se dedicó a observar y a imaginar qué había pasado en un lugar como ese. Parecía una casa familiar a juzgar por su tamaño y por la decoración. Se encontró con las fotos de Arjen junto a una mujer que debía ser su esposa y un par de chicos que debían ser sus hijos... de vacaciones en la montaña y en la playa, enseñándoles a montar en bici... La pelirrosa comienza a imaginar cómo la niña montaba en bicicleta, al principio sujeta por su padre o su madre, incluso su hermano, después pedaleando ella sola. Otra escena que la chica inventó en un segundo fue la de las vacaciones en la playa, casi podía sentir el cálido sol rozando su piel mientras que esa familia reía junta. En esas fotos veía unión, algo de lo que ella nunca había podido disfrutar.

Escenas así había imaginado Ruth una y otra vez mientras vivía con su padre, entre carreras y golpes, gritos y discusiones. Le resultaba increíble cómo podía echar de menos algo que jamás había vivido. No pudo evitar mirar al hombre con tristeza, era evidente que esa gente no se encontraba en la casa y que por alguna razón que Ruth no alcanzaba a adivinar, él se había quedado solo; tal vez un divorcio, tal vez un accidente... quién sabe. Ella desde luego, no iba a preguntar, era un asunto que no iba con ella. 

Se sienta donde le indica y toma la taza de cacao con leche que le tiende, dedicándole una media sonrisa de gratitud antes de darle un sorbo; la bebida le supo a gloria después de estar toda la noche sin descanso alguno, yendo de una punta a otra de la ciudad. Ruth se permitió relajarse unos segundos mientras bebía. No pudo evitar soltar una pequeña risotada al escucharle preguntar por sus padres, mientras arqueaba la ceja. Era cierto que debido al tamaño y a los rasgos infantiles que tenía, sumado a la ropa holgada que solia usar, aparentase bastante menos edad de la que tenía, pero aún así le resultó algo curioso.

Levantó la mirada, sin ningún tipo de miedo o reparo, mirándole a los ojos. Ruth había pasado alguna que otra noche en comisaría, se había enfrentado a Axel y a su padre... ese "interrogatorio" no la iba a intimidar. Iba a contestar a su primera pregunta, pero entonces cayó en la cuenta de la ausencia de unas preguntas básicas... además de que su última frase la inquietó un poco. 

Frunce el ceño y lo mira.

-¿Cómo sabes que estaba en un lugar rodeado de nazis?-da un sorbo a la taza y la rodea con ambas manos mientras espera la respuesta. Era una chica de pocas palabras.

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01/07/2013, 21:51
Arjen Wolfzahn

Arjen soltó un bufido que no llegó a ser una risa porque parecía un hombre cuyo sentido del humor había sido enterrado hacía mucho tiempo. Miró a la joven con curiosidad. Parecía lo que hacía unos años se denominaba "chica problemática". Rebelde, despectiva, solitaria... la ropa de estilo alternativo y el curioso teñido de su pelo decían muchas cosas. A alguien con una pericia social elevada, con un grado de empatía bien desarrollado, quizá le pudiese sonar a infancia traumática o algo similar. Arjen era un tipo simple, que se enfrentaba a los problemas uno a uno y que prefería el ataque directo a los circunloquios lingüísticos. Eso saltaba a la vista.

-¿Y dónde ibas a estar, chica? -preguntó con tono irónico-. La noche es el dominio del lobo, pero también de la esvástica. En cuanto se esconde el sol, salen los eimer-kopf. Si no te has cruzado con ninguno de camino aquí es porque has tenido mucha suerte -entrecerró los ojos y ensanchó la sonrisa-. O te han guiado muy bien.

Cogió su taza acabada y la aclaró en el grifo del fregadero, la lleno de agua y bebió un largo sorbo. Después de dejarla boca abajo sobre el escurridor, se volvió de nuevo hacia Ruth. Su rostro estaba serio aunque en ningún modo quería resultar amenazador. Lo que sí estaba claro es que parecía un hombre poco dado a los juegos y que, en aquellos momentos, su paciencia para aguantar los tira-y-afloja se había acabado. Suspiró.

-¿Qué hacías por los túneles bajo la Torre de Comunicaciones, Ruth? -preguntó a bocajarro.