Partida Rol por web

Adam se acercó a Jonathan al tiempo que este hablaba. Pudo entonces ver el coche estrellado a la perfección. Se acercó a él y pudo comprobar, para su hondo pesar, que Jonathan estaba en lo cierto. Cruzó la mirada apenas un segundo con Duffy y la sangre se le heló. Cerró los ojos un momento, como si pudiera así borrar aquella imagen, pero no pudo. Sintió un ataque de ira y le dio una patada al neumático del coche mientras dejaba escapar un grito de frustración. Podía oír la voz de Sandy mientras hablaba, pero no fue capaz de prestar atención. Fue mirando a su alrededor para intentar comprender qué demonios había pasado y se quedó un rato absorto.

- Jonathan, coge el trozo de espejo. -dijo de pronto.

Y tal como había hablado, con la misma urgencia salió corriendo siguiendo las huellas. En su cabeza vio que ya habían perdido demasiado tiempo, y si Adam era bueno en algo era correr. Hacha en mano, aceleró todo lo que la nieve y los árboles le permitieron. Por un momento incluso olvidó que Jonathan y Sandy estaban allí, sólo pensaba en correr.

Tras mirar en el interior del coche, Jonathan negó con la cabeza a la pregunta sobre el estado de salud de Duffy, aunque la reacción de Adam ya era más que reveladora. El ayudante del sheriff salió corriendo tras las huellas que se internaban en el bosque, pudo diferenciar cuatro juegos distintos: tres de ellas salían del vehículo y un cuarto venía del otro lado de la carretera, como si hubiera estado colocado justo frente al vehículo antes de que éste perdiera el control y se estrellara.

-¿Espejo? -Jonathan miró dentro del vehículo y se sorprendió. -¿Por qué no está el espejo retrovisor? ¿Qué coño pasa con los espejos? - Preguntó siguiendo a Adam.

Quería hacerlo, pero era imposible. No tenía manera de escapar de aquél monstruo, cuya fuerza sobrehumana parecía haber aumentado en la muerte, por si no era suficiente la que tenía en vida. No, él estaba atrapado, Santa volvía a tener su hacha, y ya no había nada que hacer, estaba claro lo que iba a ocurrir. Miró a Linda, que gritaba que huyeran, aún sabiendo que no podía. Te quiero. Su mirada, esperaba, transmitía todo aquello que no tenía tiempo de decir.

La amaba, ella le había salvado, sacado del pozo en el que estaba, y habría sido feliz a su lado. Era un bonito sueño que se había tornado en pesadilla con el regreso de aquél psicópata, uno que ya no iba a poder disfrutar. Pero si los demás, tal vez encontraran una forma de librarse de ese loco para siempre, y entonces seguirían con sus vidas.

—Charlie, corre, no hagas el tonto. Por favor... Llévatela. —Era resignación, rendido a la evidencia, a la dura realidad, sabiendo que era su fin. Lo había sido en el mismo momento en el que aquella criatura se había regenerado por arte de magia y le había agarrado, todo en un instante, sin que pudiera hacer nada. Eran sus últimos minutos de vida, pero si que podía darles una utilidad, un último esfuerzo.

Furioso, dejó de intentar zafarse y, en su lugar, abrazó a Stark. No iba a aguantar mucho, estaba claro, pero sería suficiente para que el otro no lanzara el hacha contra quienes escapaban, y tuviera que centrarse. No sería mucho, pero puede que bastara.

Stark era inmortal y mucho más fuerte que ellos. vCuando Charlie perdió el hacha, se dio cuenta de que no tenían escapatoria posible, y la acción de Kurt no le dejó más opciones.

Agarró la mano de Linda y tiró de ella hacia el bosque, intentando alejarse y rezando porque Kurt pudiera sobrevivir a aquello.

-¡Vamos, vamos! ¡DEPRISA! -le gritó a Linda, mientras empezaba a correr.

Lo normal era huir, pero en aquel caso, no le gustaba hacerlo porque significaba dejar a Kurt a su suerte, pero él lo hacía por Linda y en esos momentos, comprendía aquella manera de pensar. Lo que no podía comprender era cómo se librarían, si podían, de aquel ser, demonio o lo que fuera.

Sin que Sandy se lo esperase, Adam salió corriendo detrás de las huellas y lo que era peor: Jonathan hizo lo mismo. Sandy alumbró de nuevo el suelo, algo habían visto ellos que ella no había sabido deducir o leer... pero normal, ese era su trabajo.

Pero las preguntas sobre el espejo y la extraña desaparición de los del coche le hicieron pensar a Sandy en algo más. Corrió hacia el coche de Jonathan y cuando fue a coger el espejo, miró el volante y la carretera. - Imposible Sandy. Si no eres capaz de conducir por una carretera por donde ha pasado la quitanieves, menos aún por esta. Olvida la idea de ir al hospital y alcanza a Adam ya, antes de que entres en crisis. - Se dijo a sí misma.

Cogió el espejo que Adam había sacado de la caja y trató de arrancar el del interior del coche. Dos mejor que uno. Tras aquella pequeña pérdida de tiempo, alumbró de nuevo el suelo y buscó corriendo las pisadas de sus compañeros. Ella era buena corriendo, así que les daría alcance pronto.

El problema era que Santa era inmune al frío y al cansancio y ellos no, así que sería más rápido e imposible de alcanzar. Pero quedarse sola junto a los coches era un suicidio y no quería dejar a Adam solo a su suerte, pues aunque fuese con Jonathan, no era lo mismo lo que sentía su amigo por él que ella y llegado el caso...

- Corre y calla o no les alcanzarás nunca. - Se dijo a sí misma, obligándose a dejar de pensar y a correr sobre la crujiente nieve, siguiendo las huellas hacia donde fuese su destino, el cual no auguraba nada bueno para nadie si corrían separados. Y no iba a gritar... no iba a delatar su posición al loco del hacha con ganas de sangre.

Linda se había quedado de piedra contemplando la escena con el miedo, la sorpresa y el terror atenazando sus músculos y manteniéndola inmóvil frente a lo que ocurría frente a ella. Kurt y Charlie forcejeaban con el monstruoso Santa Claus, y Kurt trataba de sujetarlo mientras el cadáver resucitado de Stark recuperaba su hacha, vaticinando un final terrible. Charlie la sacó de su ensimismamiento tirando de su mano para continuar la huida, pero Linda trató de resistirse al ver que Kurt se quedaba allí, sacrificando su vida por ellas con total seguridad.

-¡¡No!! ¡¡Kurt!! - Alcanzó a gritar mientras miraba con desaparición al mecánico y trataba de librarse de la mano de Charlie que tiraba de ella en el sentido contrario.

Con una pasmosa facilidad, Santa logró liberarse del abrazo de oso que Kurt intentaba para evitar que el asesino se pusiera en pie y fuera tras las chicas. Kurt era fuerte, y aún herido tenía fuerza suficiente como para detener a uno de los duros y fornidos defensas del equipo de fútbol, pero Santa se desembarazó de él como quien se sacude a una hormiga que trepa por la pernera del pantalón. De un empujón, se liberó del agarre de Kurt y lo lanzó contra uno de los árboles.

Después, con paso firme, avanzó hacia Kurt alzando el recuperada hacha para rematar el trabajo.

Adam y Jonathan se internaban en el bosque de nuevo a la carrera tras las huellas de Stark en la nieve y de las posibles victimas de su hacha, que habían logrado sobrevivir al accidente del coche patrulla en el que había muerto Duffy. Entre tanto, Sandy volvía al coche en el que iban para arrancar el espejo retrovisor del interior del vehículo. Tal como había hecho notar Jonathan, el coche estrellado de Duffy carecía también del espejo interior.

El grupo se movió rápido entre los árboles, a pesar del frio y del estorbo de la nieve que en algunos puntos se acumulaba en una capa bastante grande. Sin embargo, el paso de las anteriores personas y del Santa Claus, había apartado la nieve lo suficiente para avanzar bastante rápido. No tardaron en escuchar un grito, la voz de una mujer que reconocieron de inmediato, y que pronunciaba un nombre que también conocían.

-¡¡No!! ¡¡Kurt!! - Gritó la voz de Linda.

Apretaron el paso hasta atravesar unos pocos árboles más y se encontraron una escena dantesca en la que Charlie tiraba del brazo de una inmóvil Linda mientras Kurt, tirado en el suelo junto a Stark, abrazaba con todas sus fuerzas el cadáver de Santa Claus para evitar que se moviera. Sin embargo, Stark lograba zafarse de su abrazo con suma facilidad y lo lanzaba contra uno de los árboles. Poniéndose en pie y alzando el hacha para descargarla contra Kurt.

Linda no hacía más que tirar de Charlie en sentido opuesto, y lo entendía, porque si su enamorada hubiera estado a punto de morir, ella no correría para salvarse, sino para hacer lo que pudiera y quitarle de encima a Stark.

Así que Charlie se detuvo súbitamente y le dio una orden muy clara a Linda.

-¡Linda, empieza a tirarle piedras! -le dijo, mientras buscaba una bien gorda, la cogía y se la lanzaba a Stark, con el fin no de herirle, porque era evidente que eso no serviría de nada, sino para al menos distraerlo y que Kurt pudiese escapar.

- Tú coge el trozo de espejo que te di. -contestó a Jonathan sin parar de correr.- Los espejos le afectan de algún modo, por eso estaban todos rotos en casa del doctor.

Siguió corriendo como alma que lleva el Diablo. Si perdían el rastro, habrían desaprovechado una gran oportunidad, y a saber qué otros daños podría causar Stark de seguir a sus anchas. Además, el asesino no estaba solo. Con suerte podrían evitar otra desgracia, y por ello debía seguir corriendo. Fue entonces cuando un grito le indicó no sólo que estaba cerca, sino que estaba en lo cierto.

Aceleró aun más hasta llegar a la fuente del grito y allí vio a sus amigos. Se quedó un segundo parado, observando, casi como si todo aquello fuese una película ajena a la realidad, pero en cuanto vio a Santa apunto de atacar volvió a estar presente en el momento.

- ¡Stark! -gritó con todo el aliento que le quedaba tras la carrera. 

Adam sujetó el hacha con ambas manos. A partir de ahí había muy poco plan. Tan sólo esperaba que el espejo hiciera el efecto que esperaban. Comenzó hacia caminar hacia sus amigos y el asesino.

Se sentía mareado, además de los ya constantes dolores que le subían desde la cadera y la muñeca. No solo eran los golpes —el accidente, la carga contra Stark, la caída, el impacto contra el árbol—, también la pérdida de sangre por culpa del hachazo recibido en la casa. Desfallecía y eran pocas las fuerzas que podía sacar. Tampoco importaba, le bastaba con saber que Charlie se iba a llevar a Linda de allí, que las dos estarían a salvo. Un poco más, al menos. Luego se reunirían con Adam y Sandy, porque no lo dejarían, por supuesto, y encontrarían la manera de acabar con aquél zombie, estaba seguro. Siendo así, aceptaba morir.

Pero no lo fue. En lugar de correr, las dos chicas se detuvieron a tirar piedras contra aquél psicópata. Si las balas no habían tenido efecto, si ni siquiera cortarle la cabeza había valido. ¿Qué creían que iban a conseguir así? ¡Maldita sea! Se había concienciado, se había rendido a la evidencia, a una resolución definitiva e inevitable, pero no podía hacerlo, ya no.

Sabía que lanzarse otra vez contra el Santa sería inútil; ahora estaba preparado y había demostrado que podía desprenderse de él como si fuera un mosquito insignificante. Era imparable, un puto terminator navideño, y no Schwarzenegger precisamente, sino el cabrón líquido de la segunda, ese que no había forma de acabar con él. Si quería dar una oportunidad a las chicas, tenía que pensar en otra cosa. En la película habían huido, no era un mal plan, aunque tampoco tenía sitio a donde ir, y aquél asesino podía simplemente dejarle para después, consciente de que no iría muy lejos. Así que no, tenía que hacerlo de otra manera, evitarle, pero sin salir de su rango de visión. Por suerte, estaba en un bosque, y eso era más fácil.

Justo en ese momento escuchó a su amigo. Más problemas, más a quienes proteger, con la diferencia de que el maldito Townsend se creía el héroe de la historia, para eso se había hecho poli, y se iba a dejar. Al contrario, atraería la atención sobre si mismo, exactamente como él pretendía. Joder, a lo mejor hasta le mareamos. En cualquier caso, no tenía tiempo de pensar en ello, estaba a punto de convertirse en picadillo.

Sin saber que más hacer, o sin tener más opciones en verdad, se limitó a hacer un nuevo esfuerzo y jugar un pilla pilla mortal. Medio en pie medio gateando, se apartó de donde estaba y se cubrió tras el tronco, esperando que aquellos árboles centenarios lograran aguantar y fueran suficiente para poder dar vueltas alrededor sin que su cazador tuviera margen para descargar el hacha, y rogando porque él fuera lo suficientemente ágil y una presa en la que el otro no perdiera las ganas de atrapar.

Adam acertó en el trozo del espejo, pero no en quien lo llevaba. Sandy no tardó en darles alcance, con aquel pedazo de espejo en sus manos y el del retrovisor del coche de Jonathan sobre el. La escena que se encontró no se la esperaba. Creía que iban de camino al hospital. Era lo que debían haber hecho todos. Allí en el bosque no tenían nada que hacer contra él. En el pueblo al menos tenía alguna posibilidad.

Sandy quiso pensar, pero al escuchar a Adam llamar a Stark se dio cuenta de que no había tiempo para eso. Con una mano alzó el espejo, dejando caer el del retrovisor sobre la nieve, al tiempo que avanzaba hacia aquel maniaco, sacó la linterna del bolsillo y trató de llamar su atención sobre ella con el haz de luz.

Sabía que era una locura, que no iba a funcionar. Lo más probable era que el hacha volase hacia ella y con suerte solo perdiese un brazo, pero estaba segura de que perdería la vida. Pero no iba a dejar que el hombre que amaba se suicidase sin hacer nada. Quizás ese segundo en el cual la linterna y su visión en el espejo fuesen lo suficiente como para que Adam lograse decapitarle...

Al menos el despojo humano que era la porrera, acabaría su vida de otra forma. Demostrando que era más que simplemente la colgada que se colocaba cada vez que podía. - ¡Eso Stark! ¡Mira que bien se te ve hoy! - Exclamó una temblorosa y asustada Sandy. En el fondo no quería morir. ¿Quién en su sano juicio quería hacerlo? Pero tampoco quería ver morir a Adam, porque ya nunca dejaría de ser la porrera de Birchmond y su culo acabaría entre rejas...

Si es que salía de esta.

Linda miró a Charlie ante su grito, y al verla coger una piedra y lanzarla reaccionó y rebuscó entre la nieve la piedra más grande que pudo encontrar y la lanzó contra el Santa Claus que estaba a punto de golpear a Kurt con su hacha. Tal vez no sirviera de mucho, pero se aferró a ello como su última esperanza de salvar a Kurt. Lanzó la piedra con todas sus fuerzas recuperando un ánimo hacía poco perdido. No iba a dejar morir a Kurt, no iba a huir. Y finalmente iba a reaccionar.

-¡Toma, cabrón!

Ni siquiera se percató de la llegada de Adam, Sandy y Jonathan, quienes aparecían siguiendo el camino que ellos acaban de dejar atrás, siguiendo sus huellas en la nieve.

Las piedras que lanzaban Charlie y Linda lograron acertar en Santa Claus y molestarle lo suficiente como para entorpecer su ataque contra Kurt. Pero aquel monstruo era imparable, a pesar de recibir una pedrada en la cabeza por parte de Charlie capaz de dejar inconsciente una semana a un hombre normal y de que Linda también conectara un buen lanzamiento a su torso, Stark solo se vio ralentizado levemente. Desafortunadamente, a pesar de acertar en la cabeza de su objetivo en una ocasión, varias de las piedras que Charlie lanzó pasaron demasiado cerca de Kurt, entorpeciendo su huía y evitando que lograra esquivar con acierto el hacha de Santa que finalmente cayó sobre su hombro dolorosamente.

Sandy, Adam y Jonathan aparecieron entre los árboles gritando y gesticulando con los espejos. Al parecer habían visto el coche patrulla accidentado en la carretera y habían seguido tras las huellas de los supervivientes y del maníaco armado con el hacha que les daba caza. Los tres llamaron a gritos a Stark alzando los espejos, pero el asesino tenía frente a él a otra victima con la que hacer una muesca en su cinturón, una que además ya se le había escapado en su primera masacre y que le había placado y derribado dos veces.

Estaba claro que no iba a ceder, pero ahora había una diferencia que antes quizás no estaba tan clara. Charlie se fijó en que eran seis, y ninguno de ellos estaba dispuesto a huir.

Vio con horror como hería ligeramente a Kurt y fruto de la desesperación, pero también la seguridad que le daba el no saberse sola, lanzó un grito y se abalanzó contra Stark, saltando directamente a su cuello para ahogarle, tirarle hacia atrás, retener su ataque o lo que pudiera, dándole así tiempo a los demás para que actuaran.

Puede que Charlie no fuese fuerte, ni tampoco demasiado valiente, pero al menos sí que había vencido un poco sus miedos y estaba llena de determinación. Ninguno de ellos moriría solo y si Stark quería vencerles, tendría que acabar con todos ellos.

- ¡Vamos Stark! ¡No te hagas de rogar! ¿No me recuerdas? ¡Me escapé delante tuya de ti y de tu hacha en el baile de invierno de hace 6 años! ¿Vas a dejar que me escape de nuevo? - Le gritó Sandy casi a la desesperada viendo que aquel cabrón no la hacía ni caso al tiempo que Charlie saltaba sobre él.

Aquello era una locura hasta para ella. Ni fumada se hubiese imaginado jamás algo como aquello.

Su temblorosa mano buscaba le rostro de aquel maniaco para que se viese bien en el espejo que sostenía en la otra mano, alejado de su cuerpo. Los odiaba tanto que estaba segura de que trataría de lanzar su hacha contra él si lograba llamar su atención, solo por no verse. Y aún hecho añicos, si sobrevivía a aquello, el espejo podría usarse como arma. A ver como veía con cristales clavados en los ojos... eso si no llegaba Adam a tiempo y le decapitaba con el hacha.

Esa era única esperanza ahora.

De reojo miró al ayudante del sheriff y su mirada y su gesto parecieron más un último adios que otra cosa. - Si se centra en mí, aprovecha la oportunidad, Adam. No dudes. - Le dijo al fin. - Yo seguiré a tu lado esté donde esté.

Otro hachazo le encontró. No dolió tanto como el de la cadera, pero aún así, ¡joder! No había forma de escapar de esa máquina. La desesperación estaba llegando a un punto culminante, y la locura se había apoderado de ellos, él el primero, pero Charlie no se quedaba atrás. ¿Pero qué...? Sin duda aquella chica los tenía bien puestos, pero su acción era un suicidio. Y mientras tanto, Sandy y Adam habían empezado a gritar a Stark, llamando su atención; el ayudante del sheriff aún con el hacha arrebatada en la casa entre las manos, tenía una clara intención en los ojos. Pero él sabía que no serviría de nada.

—¡Largaos! —gritó, mientras seguía intentando escapar del asesino, rodeando el árbol, moviéndose entre corriendo renqueante y arrastrándose por la nieve—. ¡No podéis pararle así! —¡Maldita sea! ¿Por qué no hacían caso? Tenía que avisarles, decirles que era inútil—. Ya lo hemos hecho, le hemos decapitado, ¡corred! —Por favor... Llevaos a Linda. Salvaos vosotros y buscad la forma de acabar con este cabrón.

La situación era bastante caótica, y no tener un buen plan tenía a Adam algo fuera de sí, pero debía mostrarse tranquilo e intentar seguir adelante. No se dio cuenta, pero agarraba el hacha tan fuerte que las manos empezaban a dolerle. Escuchó a Sandy y se paró para mirarla.

- Si se centra en ti, plántale el espejo en la cara e intentaré hacer lo que pueda.

No supo qué más decir. Parecía que estaban corriendo hacia su muerte voluntariamente, y aquella era una sensación muy extraña. Entonces el grito de Charlie hizo que se girara. "Mierda", fue todo lo que pensó.

- ¡Charlie! ¡No!

Adam echó a correr. Ella no sería capaz de inmovilizarlo, Stark era un animal y destrozaría a la pobre chica si le ponía las manos encima. Pero la advertencia de Kurt sobre la inefectividad del hacha le cogió por sorpresa. ¿No serían capaces de encontrar nada que le dañara? Aun y así siguió corriendo, no podía dejar a Charlie sola. Fue entonces cuando tuvo una idea.

- ¡Hay que inmovilizarlo! ¡Ayúdame, Jonathan! -anunció para que todos lo oyeran, al tiempo que descargaba su hacha contra la mano de Stark para intentar desarmarlo. No podría matarlo, pero quizás sí conseguir que no hiriera más con ella.

La escena que se vivió a continuación fue bastante caótica y tuvo un desenlace completamente inesperado. Jonathan, Adam y Sandy acababan de llegar al lugar a tiempo para ver como Stark hería nuevamente a Kurt con su hacha. Aquel monstruo parecía imparable, con una fuerza sobrehumana y una sed de sangre tan demencial que ni siquiera la película más sádica y sanguinaria podría imaginar. Pero de pronto ocurrió algo sorprendente. Charlie saltó sobre el Santa Claus por su espalda, y se aferró a su cuello con todas sus fuerzas. De ser mortal y respirar aire como una persona normal, probablemente hubiera quedado inconsciente en el momento debido a la llave de la chica, ejecutada de forma magistral. Pero Stark no era mortal, ni necesitaba respirar aire, porque ya estaba muerto. Aún así, Charlie consiguió apresarle y retenerlo por unos momentos, lo justo para evitar que Stark golpeara de nuevo a Kurt con su hacha. Sorprendentemente, la idea loca de Charlie había funcionado. Pero todos sabían que era cuestión de segundos que Stark la agarrara bien y se la quitara de encima como quien se sacude una hormiga del hombro.

Sandy consiguió llamar la atención del Santa Claus gritándole y alzando el espejo hacia su cara. Adam y Jonathan saltaron a la vez a por él. Adam golpeó el hacha que Stark llevaba en las manos con el hacha que él mismo llevaba y logró arrebatársela. Jonathan le agarró, intentando sujetar uno de sus brazos para entorpecer sus movimientos y evitar que se recuperara rápidamente. Entre tanto Kurt se movía cojeando entre los árboles siguiendo la estrategia anterior y Linda se quedaba expectante con una piedra en la mano, no queriendo lanzarla por si le daba a Charlie o a los demás.

Agarrado por el cuello y el brazo, y privado de su hacha, los ojos de Stark se dirigieron irremediablemente hacia Sandy, que colocó el espejo frente a ella lo más cerca que pudo de su rostro. Tal y como estaba, Stark no pudo romper el espejo en esta ocasión, y no le quedó más remedio que enfrentarse a su reflejo. El rostro del Santa Claus cambió de expresión en cuanto sus ojos se encontraron con los que había en el espejo. Se percató enseguida de en qué se había convertido. Algo que aborrecía. Algo que su mujer aborrecería. 

-Yo... Hannah, per... perdoname. - Dijo con una voz lúgubre pero a la vez triste.

Por un segundo sus ojos se volvieron humanos. Sandy, que estaba frente a él, hubiera jurado que incluso había lágrimas en ellos. El Santa Claus dejó de resistirse a ellos, pronto se dieron cuenta de que ya no forcejeaba y de que su fuerza sobrehumana había desaparecido. Se quedó paralizado, quieto, frío como el cadáver que era. Los escasos rastros de vida que había en él se esfumaron, y cuando lo soltaron cayó al suelo rígido y pétreo, con la expresión apenada congelada en su rostro.

No sabía cómo ni de qué manera, pero la locura había dominado a Charlie y también a todos los demás, para sorpresa de la muchacha, y al ver cómo finalmente caía el condenado Stark, fue algo que ni siquiera ella, a pesar de ser eso precisamente lo que buscaba, esperaba que ocurriera.

Charlie se soltó de Stark justo a tiempo de ver cómo éste se derrumbaba, tras oír aquellas crípticas palabras que sin duda alguna, parecían provenir de lo que alguna vez había sido aquel ser, un demonio que sin duda, había contenido un alma humana, por mucho que ahora ya no quedase casi nada de ella. De hecho, fue gracias a lo que todavía retenía que habían conseguido vencerle. No había sido solo el ver su rostro horrorizado, sin lugar a dudas, sino ver su alma completamente retorcida y transformada en lo que era en aquel momento.

Mientras el cuerpo de Stark caía, Charlie se preguntaba quién sería aquella Hannah, cuyo nombre había dicho de una manera tan triste, como si fuese un largo lamento retenido y soltado de repente.

Pero al oir el golpe seco de su cuerpo tocando el suelo, se dio cuenta de que no le importaba tanto como para darle muchas más vueltas. Sonrió, nerviosamente, y miró a los demás.

-¿Está... muerto? ¿Por fin está muerto?