Partida Rol por web

Mordred se mantenía nervioso tamborileando con sus dedos sobre la madera de una mesa del establecimiento. Estaba deseoso de que el comerciante acabara de realizar sus cuentas. La noche no había sido para nada buena, pero una nueva perspectiva se abría para su hermano gemelo y él.

Finalmente, el hombre dio la cifra de la transacción. Era mejor que en cualquier otro garito de mala muerte. Puertoenigma estaba repleto de usureros rancios y vendidos, que trabajaban para los Señores del Crimen, con lo que hallar a una persona razonable y ciertamente honesta no era ni fácil ni habitual.

- Ese precio me parece bien. Pon todas las monedas en una bolsa. Mi hermano y yo tenemos prisa.- instó a que el comerciante se apresurara. El resto de compañeros esperaban fuera y seguramente estaban deseosos de recibir su parte.

Salió de la tienda con una bolsa de piel repleta de monedas de oro y la sonrisa de un niño que se come un barquillo de nata.

- ¡¡Ciento ochenta y dos piezas de oro!!- exclamó el tiefling mientras enseñaba la bolsa que contenía el botín. - ¡¡No está nada mal!! 

Cuando los hermanos tieflings salieron del establecimiento hallaron a Mirn, Bodhi y Zendr observando la negruzca nube negra algo ensimismados. El mediano se había subido a un viejo barril que había en la salida del comercio y se había sacado su sombrero de ala ancha para observarlo mejor. 

- Es extraño.... juraría que esa mancha negra que ensucia el cielo no estaba ahí la última vez que la vi. Tengo la sensación que se mueve.... - comentó hacia sus compañeros. Cuando se percató de la presencia de los gemelos, les inquirió al respecto - Vosotros que sois de aquí, ¿os habiais dado cuenta? - 

Zendr esperaba extrayéndose la suciedad de debajo de las uñas con un cuchillo cuando el mediano comentó que la extraña mancha parecía estar moviéndose. Ahora que lo mencionaba, quizá sí que la nube ocupaba un lugar distinto, pero no podía asegurarlo.
Un momento después Mordred salió al exterior esgrimiendo una amplia sonrisa. Dijo que habían conseguido más de ciento ochenta piezas de oro a cambio de todo lo que pudieron rapiñar. El varisio abrió de par en par los ojos al tiempo que se le hacía un nudo en la garganta.
- ¡Joder! Colega, me caes bien.
Se rascó detrás de la oreja mientras hacía cuentas. - Eso son... a ver... somos cuatro y medio... mmm. - al final desistió: - Bueno, total, que tocamos a bastante por barba.

- ¡Esto hay que celebrarlo! Maldita sea, debo estar a punto de morir. - soltó una carcajada - Demasiada suerte en muy poco tiempo.

¡¿Del qué?!... ¡¡Ah!! La jodida mancha...- exclamó el semiinfernal mientras negaba con su cabeza como dando a entender de que aquel asunto tenía poca relevancia. - Puede ser que se mueva... ¡¡O tal vez no!! ¡¡Pero de eso el que más sabe es mi hermano!!- dijo mientras sacaba el dinero y comenzaba a darle su parte al guerrero varisio tatuado.

Salieron de la tienda muy ufanos de sí mismos. Le habían sacado el mejor precio a aquel comerciante, en el futuro volverían por allí. Mordred le dio su parte y ni siquiera lo contó antes de guardarselo. Y no era porque confiara en su hermano, que era un chorizo, sino porque aunque necesario, el dinero no ocupaba un puesto importante en su lista de prioridades. Si tenía alguna necesidad acuciante siempre podía recurrir a su encanto natural para conseguirlo.

Los que se habían quedado fuera estaban divagando sobre la negra nube que adornaba el cielo de Riddleport. La extraña nube se había movido de su estática posición y a saber porqué. Dredmor tenía claro qué significaba aquello.

Por lo que a mi respecta, esa nube es la clara señal del advenimiento de los gemelos tieflings. Volvemos al ruedo y la advertencia para nuestros enemigos no se ha hecho esperar. ¡Temblad, malditos bastardos! Pues vuestras artimañas no nos engañan. ¡¡Hemos vuelto y esta vez triunfaremos!!!

Soltaba el discurso mientras hacia girar la capa alrededor del cuerpo, en el característico movimiento del tiefling hechicero. Se movía de un lado a otro ante los atónitos compañeros de trabajo gesticulando y declamando como si de una obra de teatro se tratase. Anda que les iba a decir a esos payasos lo que sabía de la nube, una mierda como el negro de negra.

Mientras intentabas poner un poco de interés en el extraño fenónemo atmosfér¡co, de forma bastante lamentable por eso, ya que los hermanos oriundos de Riddleport mostraban poco o nulo interés, en un giro de cabeza observas una escena que está pasando en el callejón justo enfrente de vosotros. Cuatro ladrones están desvalijando, con algún que otro mamporro ante la pequeña resistencia que intenta hacer, a un pobre viejo a plena luz del día.

Mientras Dredmor hacía gala de su particular bravuconería haciendo danzar su capa y todos le observaban, como si de un espectáculo se tratara, Mirn, que seguía subido en el barril, miró de forma súbita en dirección a un callejón cercano porque algo había llamado su atención.

- ¡Pardiez! ¡Pero si estan atracando a un pobre anciano en plena calle, este lugar es definitivamente HORRIBLE! - dijo aumentando el volumen de su fina voz melódica para resaltar el último adjetivo al tiempo que bajaba de un salto del barril y extraía su pequeña ballesta ligera. - ¡Ayudemosle! - añadió imperativo el clérigo de la Rosa Eterna.

Zendr comenzó a guardar con una amplia sonrisa el dinero que Mordred le tendía. A lo largo de sus largos años de caminar de pueblo en pueblo había aprendido que no era buena idea mostrar nada de valor en la calle. Sin embargo, desde que llegó a la ciudad, ya había cometido esa imprudencia en dos ocasiones.
Para su sorpresa, descubrió que poco le importaba, últimamente comenzaba a sentirse muy seguro de sí mismo, y eso era muy peligroso.

De repente, el mediano habló; algo había visto. Zendr sintió cómo el vello de su nuca comenzaba a erizarse. Por norma general, le era indiferente lo que le ocurriese a los demás. Con dos claras excepciones: el género femenino y la gente de avanzada edad.
Mirn hizo mención a un anciano siendo atracado. ¿Es que la gente había perdido el honor? Él había robado en multitud de ocasiones, pero JAMÁS de ese modo.
El varisio soltó un bufido al tiempo que preguntaba: - Dime, muchacho. ¿Dónde?- El joven buscaba con la vista siguiendo la direccioón de la mirada del compañero.
Una mueca que mezclaba asco, furia y satisfacción apareció en su rostro.
- ¡Un día redondo! Dinero y sangre...sólo me falta una mujer.

Mordred miró por el rabillo del ojo... nadie se había percatado de su treta, con lo cual, se iba a embolsar una interesante suma de dinero. Cualquier otra persona de bien, se hubiera sentido incómodo o con remordimientos por lo que acababa de hacer, pero al tiefling esas cuestiones se le venían al pairo. Sonrió abiertamente mientras tendía las bolsitas de monedas a sus compañeros. Antes había pasado un buen rato dentro de la tienda haciendo los montones, mientras su hermano hablaba y volteaba los vuelos de su túnica. A veces pensaba que hubiera sido mejor vender a Dredmor a una compañía teatral. Le hubieran hecho un buen precio...

Sin dilación, comenzó el deseado reparto: una para el varisio tatuado, otra para el minihombre educado y perfumado, otra para su hermano "el tocapelotas"  y finalmente, otra para el negro de los cojones... ¡¡Bueno!! Éste no parecía necesitar las monedas para nada, o eso había estado proclamando hacía no más de unas horas...

Decidió que lo mejor sería que él mismo, paladín de nobles causas, se las guardara hasta que cambiara de opinión o... o él se las gastara en putas. - Jajajaja... ¡¡Los negros no necesitan oro!! jajajaja...- se repetía en su cabeza algo enfermiza.

De repente el lindo mediano, llamó la atención de los que allí se hallaban. Su hermano estaba en mitad de una de sus "escenitas histriónicas" mientras el mendrugo del varisio miraba las monedas embobado. Según las palabras de Minsc, o Mirc, o Milf...- ¡¡O como coño se llamara!!- a un pobre desgraciado le estaban dando "el palo". Nada nuevo bajo el sol.

Vio como Zendr iba hacia allí con sus dagas prestas. Sería mejor que él lo acompañara. Podía meterse en un lío muy gordo.!

Estaba a punto de realizar un final sublime a su perfecta actuación cuando el mediano comemierdas le interrumpió. ¿Que estaban dándole lo suyo a un anciano? ¿Que le estaban robando? ¿Y? Si tuvieran que salir corriendo cada vez que alguien robaba en aquella ciudad se pasarían la vida corriendo. Y lo cierto era que le importaba una soberana mierda lo que pudiera pasarle a aquel individuo. Así que mientras el varisio borracho y el pequeño “coronel” salían en tropel seguidos por su hermano (otro salvapatrias de los huevos) se colocó la capucha de la capa convenientemente y se dirigió tras ellos con paso lento, sin prisas, dejando atrás a un circunspecto negro, que lo mismo le daba un ajo que una cebolla.

Ese no está bien de la cabeza…

No pudo evitar lanzarle un susurro a su gemelo usando el cauce habitual y empezó en tono burlesco:

Ayudémosle, ayudémosle…. Que poco va a durar el mediohombre en Riddleport… Ah! Y no te lo gastes todo en putas, asqueroso….

Vuestras andanzas os fueron a llevar a una calle secundaria, en la que se estaba produciendo el hurto. Al fondo de esta, con el cruce con otra calle, cuatro rufianes estaban cometiendo una escena nada extraña en Riddleport, pero quizá más propia de horas nocturnas.

En cuanto los rufianes se percataron de las palabras de Mirn, dos de estos se adelantaron al resto y con voz de pocos amigos comentaron:

- ¡Largaos! Nadie os ha dado vela en este entierro.

- Shelyn, la diosa del arte y el amor, una de las deidades procuradoras del bien en el mundo es quien nos da vela en este entierro...pues soy uno de sus clérigos, y  aunque no se entierre a nadie parecéis dispuestos a que tengan que enterrar a este pobre anciano - pronunció el rubio mediano al que a penas se le veía claramente el rostro debido a la anchura de su decorado sombrero de ala ancha. 

- Deponed las armas y marchar de aquí. No queremos problemas pero tampoco queremos que se los causéis a este anciano. - continuó con su verbalización melódica y de tono ciertamente más conciliador que justiciero. 

!!Menudos cantamañanas!!- Pensó el pícaro cuando vio al "cuarteto de cámara" tocar lo que no suena. - ¡¿Qué tramáis... ganado?!- exclamó en un tono inquisitivo e irritante el tiefling que mantenía su condición infernal oculta bajo la capucha. Ganado era la palabra designada para referirse a los varisios. Era una expresión despectiva a más no poder, pero es que en Puertoenigma se entendía que dentro de la jerna, los varisios eran la peor calaña.

Tras sus palabras, Mordrer intentó aprovechar las sombras de la calle para hacer lo que mejor se le daba: ESCONDERSE. Además, para héroes ya estaba el paladín de Desna y el minihombre perfumado. Él era un guerrero taimado y letal, pero siempre mientras la sorpresa estuviera de su lado...

- ¡¡Zendr!! ¡¡Ves tirando tú si eso!!... ¡¡Qué ya voy yo!!- le dijo al guerrero tatuado, mientras buscaba el abrazo de la oscuridad.

Los compañeros se aproximaron rápidamente a la callejuela dónde estaban atacando al anciano.
Zendr, mientras corría iba soltando improperios mezclados con saliva: - ¡Eh, vosotros! ¡Sacos de mierda! Marcháos ahora mismo o juro por mi santa madre que os pateo el hígado.