Partida Rol por web

Los movimientos de un felino cazando rozan siempre la perfección, especialmente en plena noche, cuando solo la brillante luz de su diosa Selene puede mostrarlos. Pasos lentos, arrastrando el cuerpo casi al nivel del suelo para evitar ser detectados. Zarpas acolchadas para no causar sonido alguno... y finalmente un salto poderoso que lleve al depredador directamente hasta su presa con tiempo suficiente para que, con suerte, ésta no tenga tiempo para reaccionar.

Así sucede con la poderosa forma Chatro que surge de las sombras. Habika, tras adoptar la postura correcta, en el lugar correcto, salta con toda la fuerza de sus cuartos traseros, brotando de entre las rocas con un rugido en dirección al guardia que estaba hace pocos instantes hablando por la emisora. Lejos de reaccionar con presteza, trata aturrulladamente de coger su fusil por donde debe, entre temblores provocados por las prisas mal controladas, mientras intenta apartarse del camino del depredador. Para cuando consigue sujetar el fusil ya es tarde, y no alcanza siquiera a disparar, pues una enorme masa de músculo y fuerza incontenible le arrastra al suelo, cargando su peso sobre él. El guardia choca contra el suelo soltando su arma, quedando con una rugiente bestia felina sobre su pecho.

Su compañero, al oir el rugido, gira su linterna velozmente para comprobar lo que sucede. Ve el destello de la bestia avalanzándose sobre su compañero, pero no llega a girar su arma hacia él para protegerle. Una nueva sombra surge a su costado y, cuando se gira hacia ella con el fusil en la mano, se ve arrastrado por un impacto súbito que le hace caer. El enorme arma no se ve arrebatada de sus manos, pero queda prensada entre su pecho y el suelo, mientras dos enormes zarpas se apoyan sobre su espalda manteniéndole aprisionado contra la roca.

A lo lejos se ve ya la ciudad. Tucson, una urbe más, un nuevo laberinto antinatural creado por el hombre y su pacto con la Tejedora. Cemento, cristal y luces se amontonan en la noche, el reino en que Selene debería ser la única luz sobre la faz de Gaia. Si bien tú mismo procedes de un mundo de hombres civilizados, y no de indígenas o animales como la mayoría de los orgullosos miembros de tu tribu, sabes reconocer la monstruosidad que supone una ciudad para el mundo natural que debes defender.

Sin embargo, conoces la diferencia entre un mal menor y la incipiente destrucción que suponen ciertas acciones alejadas de las ciudades. Al contrario que muchos de tus hermanos, en el fondo aún crees que la civilización puede convivir con su entorno natural. Son los actos desproporcionados como el que te ha traído hasta este remoto lugar, los que realmente suponen un desequilibrio.

Y es que las tierras de tu patria natural están siendo esquilmadas por empresas madereras más allá de todo control. Y por encima de todas ellas, una empresa ha cometido auténticas atrocidades en la selva. Muchos parientes, hombres y animales, y muchos guerreros de la tribu, han muerto enfrentándose a las tropas de asalto que esa empresa infernal ha enviado a proteger sus acciones destructivas. Llegado el momento, hubo un miembro de tu tribu que decidió acudir a la mismísima cabeza de la serpiente, a las oficinas centrales de la PSE, la PSE Archery Plant, en Tucson, Arizona, en los Estados Unidos de Norteamérica. Su nombre es Urikey "Corazón de Trueno", y casi puedes afirmar que le consideras tu amigo.

Desgraciadamente, no te esperó. Impulsivo como solo él puede llagar a ser, cuando tomó la decisión partió de inmediato, y tú no te enteraste hasta hace bien poco, cuando regresaste de una misión humanitaria en la selva profunda. No tardaste en tomar un avión, sabedor de que tu amigo tomaría el más largo camino de recorrer la distancia que le separaba de Tucson a cuatro patas. Es posible incluso que hayas llegado a Estados Unidos antes que él.

Y ahí está ante tí, la brillante urbe. Tucson, Arizona, hogar de la PSE Archery Plant. Aún te queda un buen rato para llegar, pues has venido andando por la carretera desde el aeropuerto, recorriendo la carretera interestatal 10 con tu macuto a cuestas. Una mochila de montaña, la única con suficiente capacidad para albergar el escudo Baratija que siempre llevas contigo.

De repente, detienes tu lento caminar al sentir un temblor bajo tus pies. Ligero, pero real y perfectamente perceptible incluso en tu forma homínida, menos sensitiva. ¿Un terremoto? Es posible, pero entonces te fijas en que la cordillera de colinas que se aposta a tu derecha está sufriendo efectos mucho más devastadores que el simple temblor que sientes donde te encuentras. Ves bajo la luminosidad que te brinda la luna grandes rocas desprenderse, amplias superficies derrumbarse y resquebrajarse, surgir pozos donde había riscos, y surgir grandes nubes de polvo.

Un terremoto concentrado en una zona demasiado pequeña. No tiene sentido.

Las dos hembras se lanzan cada una sobre su objetivo, yo me acerco lentamente observando alrededor por si llegan refuerzos para esos humanos sin salir a una zona abierta. Si llegan refuerzos para esos humanos yo me encargaré de cubrirlas ya que ellas parece que lo tienen todo controlado.

Muestro mis colmillos mientras me acerco al hombre que esta a mis pies. Arthur esta un poco alejado, deberia haber vuelto con nosotras para ser nuestro  traductor pero no me importa.

Con un rapido golpe de mi mano-garra aparto el arma lo mas lejos posible antes de pasar a otra forma en la que poder hablarle o al menos me entienda, pero aun tengo la fuerza para sujetarle.

¿Quienes sois? mi vos es fuerte gutural, mis cuerdas aun estan a medio camino entre humano y animal pero se me entiende. ¿Quienes son vuestros jefes y donde esta vuestra base? Si no hablais os dejare para que mi amiga os devore a todos y no deje nada a vuestros compañeros.

Atónito ante la brutal escena de devastación, Bruno se queda paralizado unos instantes. Parece que ha llegado justo en el momento de encontrarse con algo insólito, que esconde un poderoso misterio. Hay algo dentro de su naturaleza que le impulsa a ir hacia allá.

Sin embargo, piensa, que ese impulso que siente es también común entre los humanos, que enviarán a su autoridad para explorar la cordillera y dar una explicación, que no tiene porqué ser cierta, sino tan sólo tranquilizadora. Ir hacia allá es un acto de imprudencia y quizá de temeridad. Se pregunta si será normal que las montañas retumben de ésta forma en los EEUU, quién sabe si sus devoradoras empresas no esquilman las entrañas de la tierra con poderosas explosiones, como quien mina en busca de oro. Le vienen de repente malos recuerdos, pero se esfuman al poco de seguir la caída de una gran roca.

Quién dice que no se está desarrollando una gran batalla allá a lo lejos. Acaso no cuentan a todos los bastet historias sobre los grandes poderes destructivos que pueden llamar a Gaia para que sepulte en una tumba de piedra a las criaturas más abyectas.

En ese momento nota que ya ha caminado unos cincuenta metros en aquella dirección. Mira hacia atrás preguntándose si todos sus razonamientos serían capaces de detener sus pasos. Para qué engañarse más, allí hay un misterio, o una batalla épica, sea lo que sea, valioso para un bastet.

Así que mejor que dudar es acelerar la marcha, pues retrasarse supone perderse lo mejor, o ser interceptado por las autoridades humanas y liarse con los papeleos. La forma humana tiene ahora esas desventajas que no la felina, por lo que mejor ampararse en la oscuridad y correr a cuatro patas.

Además, en forma felina el macuto no pesa...

Una vez el soldado yace bajo mis patas, presiono sus brazos contra el suelo y acerco más el morro a su rostro, gruñéndole de forma amenazante, haciéndole notar mi pesado e incómodo aliento mientars de vez en cuando se distinguen los alargados y afilados colmillos que encierra mi boca y podrían despedazarle con la misma facilidad que la mantequilla.

Mi cola se mantiene rígida, en actitud tensa y atenta, sin embargo mis orejas se mueven ligeramente al distinguir como Alma empieza a hablar y exigir algunas respuestas. Es lo que queríamos, aunque por desgracia no estoy nada convencida de que vayan a cooperar justo después de haber pedido refuerzos.
Aún así, si no son demasiados, tal vez podríamos con ellos... o limitarnos a correr bajo el amparo de la noche. Era un riesgo que teníamos que correr quisiéramos o no.

El soldado que se encuentra bajo las zarpas de Alma no responde nada, solo permanece unos instantes en silencio, mirando a la bestia felina que se encuentra sobre él con una mezcla de temor y fascinación. Sin embargo, ambas emociones no tardan en desaparecer, sumergidas en un mar de rabia incontenida. Su mano vuela a un costado del chaleco antibalas que lleva, sujetando con fuerza un mango que parece pertenecer a... ¡¡Un cuchillo de combate!!

Sin embargo, en el preciso instante en que va a extraer el arma, los nervios pueden con él. Alma se mueve sobre su pecho, su brazo se dobla más de la cuenta en su incómoda postura, y el cuchillo se resbala de sus dedos, escapando de su alcance en un vuelo singular, en que el brillo de Selene parpadea sobre su hoja ¿plateada?

Al mismo tiempo, el otro soldado decide que ya ha soportado el peso de Habika demasiado tiempo. Se revuelve, soportando estóicamente el peso de la bestia felina que le sujeta con sus zarpas. Ésta, no logra comprender tamaña reacción, pues su peso se ve convertido en algo demasiado liviano ante la fuerza de que hace gala el soldado. Se escucha el inconfundible sonido del tejido rasgándose, las costuras soltándose, y eso es solo la antesala del inmenso vuelco que da la situación. El brazo del soldado lanza una sacudida brutal, y todo su cuerpo gira, lanzando a la Swara a varios metros de distancia.

Habika aterriza sin problema ni daño alguno, pero desconcertada, no obstante. El soldado parecía fornido, pero la fuerza de que ha hecho gala es desproporcionada. Inhumana. Ningún humano se libraría así del peso de una Bastet en esa forma. El soldado se pone en pie, las ropas que cubrían su parte superior se han desgarrado, convertidas en girones de tejido negro que va cayendo al suelo con cada movimiento. Incluído el chaleco antibalas. Su torso es enorme, musculoso, desproporcionado, con la piel tensa y surcada por multitud de remarcadas venas. Sus hombros y brazos muestran una constitución similar. Parece un culturista recién salido de una competición. Con el brillo de la locura en los ojos.

Arthur asiste a la escena como un perturbado espectador. No se le pasa por alto el brillo plateado del cuchillo que salta por los aires, así como lo desproporcionado del soldado que se rebela a Habika. Sin embargo, ninguna de esas cosas logra atraer su atención tanto como las luces que cree vislumbrar a lo lejos.

Luces en movimiento, acercándose por las montañas.

Vehículos.

En una orilla apartada, te agazapas para extraer el escudo que siempre te acompaña del macuto en que acostumbras a ocultarlo. Lo sitúas cerca de tu cuerpo, y solo entonces comienzas a centrarte en esa parte tan primaria de tu esencia que te recuerda qué eres, y de donde vienes. El felino de tu interior cobra forma, y en poco tiempo dejas de ser hombre para verte convertido en jaguar.

Toda tu ropa, y tu macuto incluso, se ven convertidos en parte de tu misma piel, una parte de tí mismo. Sus formas, colores y diseños, se ven fundidos en las mismas manchas de tu pelaje, en cicatrices y rayas que alteran su forma natural.

Corres ya como un veloz animal por la rocosa montaña, buscando información, una pista, algo. Lo que sea. Y no tardas en descubrir que no estás solo en ese desolado lugar. Desplazándose por caminos tortuosos, varios vehículos de poco peso y bastante maniobrabilidad avanzan con hombres armados a bordo. En cierto sentido te recuerdan a los soldados que patrullan las selvas cercanas a las plantas industriales que destruyen a la madre naturaleza. Cada uno de los vehículos, boogies pintados de negro mate, transporta a dos hombres fuertemente armados, y vestidos con trajes tácticos.

Los boogies pasan de largo, y alcanzas a verlos desde cierta distancia, segura pero apartada. Sin embargo, parece claro a donde se dirigen. Echas una mirada a lo lejos, aprovechando que tu inestimable vista no se ve afectada por la falta de luminosidad nocturna, y te parece ver a lo lejos otro vehículo, siniestrado a una distancia considerable. A su lado hay gente, un par de personas. Y alrededor de ellos...

Varios enormes felinos poco amistosos.

Parece que las cosas no van a ser tan sencillas como parecían a primera vista la fuerza de esos soldados parece desproporcionada y por encima sus armas parecen "excesivamente" plateadas. Voy a ir a ayudarlas cuando dislumbro una luz a lo lejos... tienen que ser los refuerzos y no podía ser en peor momento.

¡Os ganaré tiempo! Rujo antes de salir disparado hacia donde vi las luces, tiene que haber algo que pueda hacer, algun puente que tirar, bloquear el camino con troncos... los retrasaré todo lo que pueda sin delatar mi posición y antes de que lleguen me adelantare para darles el aviso.

Solo gruño mientras mi manos enormes se aprietan contra su cuello y veo como el otro se convierte ne no se bien que. Hago un esfuerzo para romperle el cuello al que tengo debajo, si no parecen humanos, no son humanos. Algo me dice que han sido tocados por el Wyrm.

Señalo el cuchillo para que lo aleje de donde esta, eso nos puede hacer mucho daño. Mas vehiculos que se acercan, no tenemos tiempo, hay que acabar con ellos aqui y ahora. Matale gruño mientras sigo haciendo fuerza y le golpeo en le rostro mientras lo digo.

Arthur va a hacerse el heroe y no puede ser asi, no puede desaparecer asi como asi. La furia de Selene, hierve en mis venas, la rabia mi puede y mis ojos se inyectan en sangre mientras fuerzo un poco mas para...

(Reescribo el post)

Curioso, piensa Bruno al contemplar los vehículos ligeros, diseñados al parecer para moverse sobre la montaña con agilidad. Con ese tipo de transporte podrían darle caza, pero también es cierto que les protege muy poco ante un asalto.

Una situación complicada piensa, varios de esos vehículos desplazándose hacia unos bastet, pero no sabe si éstos preveen entrar en combate o si quieren irse. Bruno cree tener dos opciones, una es seguir oculto, tras los boogies, para atacar por la espalda cuando lleguen hasta los bastet, pero eso no les permitiría escapar si es lo que prefieren, por lo que la otra idea sería darles tiempo...

Bruno opta por los segundo, hinchando de aire sus pulmones emite un alto rugido que resuena por el vasto desierto carente de humedad. "¡Se os acercan soldados enemigos!".

Después sigue corriendo hacia la zona donde se va a producir el encuentro, tratando de mantenerse lo suficientemente oculto para evitar su detección.

Es una pena, piensa, que esos trastos no estuvieran más cerca y en un lugar menos cálido o habría intentado algo distinto...

Me sorprende la fuerza y la relativa facilidad con la que el soldado se desprende de mí a pesar de que creía estar bastante bien posicionada sobre él, pero cuando sacudo la cabeza y me incorporo a un par de metros de distancia compruebo el motivo: parece ser otro engendro del Deshacedor o al menos uno de sus lacayos, lo cuál confirma la teoría de que pueden tener algo que ver con todo lo sucedido aquí e incluso tal vez con la muerte de Urikey.

Gruño entonces mostrando mis afilados y grandes dientes de forma amenazante, un gesto habitual e instintivo en cualquier animal para infundir temor, aunque me parece que en este caso no servirá de mucho.
Dudo un segundo si empezar a alejarnos del lugar o lanzarme sobre él, lo cierto es que la lucha no es mi especialidad ni lo que más disfruto pero por desgracia he tenido que defenderme varias veces, sobretodo esta noche, así que cuando Alma me incita a ello me lanzo nuevamente sobre el soldado, esta vez con intenciones mucho más letales.

Arthur sale corriendo como una exhalación, adentrándose en la oscuridad  con la confianza que da conocerla como amiga de todos los felinos. Sin embargo, en ocasiones la misma oscuridad oculta enemigos temibles, peligros a los que un gato debe plantar cara... o de los que debe huir.

En medio de esa oscuridad, un rugido hiende el aire y se superpone a cualquier otra consideración. Es lejano, poderoso, pero ante todo, familiar. No porque reconozcáis el tono, pues se trata de un completo desconocido, sino porque comprendéis perfectamente su significado. Es el rugido de un felino, de un hijo de Selene, y os advierte de que el enemigo se acerca a vosotros.

Alma lo oye, ve a Arthur alejarse y, preocupada, se ve asediada por la rabia. No es el momento de separarse, y demasiados se han separado en esta noche para no volverse a saber de ellos. En el mejor de los casos. La raza no puede permitirse perder tantos miembros en una sola noche. Pero Arthur no atiende a razones de tal índole, de modo que detenerle es ya inútil. Las garras de la Pumonca destrozan el cuello del soldado sin esfuerzo, antes de girarse en dirección al camino que ha tomado su compañero. Aún queda el soldado del que se ocupaba Habika, pero no debería ser problema, a menos que guarde alguna sorpresa. Alma se limita a ordenar a su compañera que acabe con él, antes de salir corriendo tras el Bagheera.

Mientras sus compañeros corren en la oscuridad, en pos de las luces que se acercan, Habika gruñe a su pesa, a su enemigo, a un soldado que oculta algo oscuro y siniestro...

La marca de Cahlash...

Te abalanzas contra el soldado con la fiereza que te otorga, ahora sí, saber que no se trata de un simple humano. Ves el toque del Deshacedor en él, en cada músculo sobresaliente, en cada vena mostrada en exagerado relieve, en las desproporcionada proporciones del hombre que se planta ante ti, echando arrestos poco normales ante la bestia que está dispuesta a extinguir su vida.

Pero los arrestos no bastan. Eres más rápida, más ágil, y al parecer también más diestra. Todo tu cuerpo se convierte en un relámpago que surca el aire a gran velocidad, demasiada para que un hombre tan voluminoso, a pesar des fuerza, logre esquivarlo. Lo intenta, y no demasiado torpemente, pero no lo logra. Tus inmensos colmillos, herencia de la Primera Tribu, se clavan en su antebrazo, atravesándolo de un lado al otro, desgarrando carne y hueso a su paso. No mantienes la presa, no obstante, como hacen multitud de depredadores. En lugar de ello, sueltas a tu presa y recuperas la posición, dejando que la herida derrame gran cantidad de sangre en el proceso. Era el sistema de caza de la Primera Tribu: causar grandes heridas y esperar que el desangramiento hiciera el resto.

Sin embargo, no tienes demasiado tiempo.

Tus compañeros se han marchado, hay más peligros en esta noche.

Al separarte de él, puedes ver cómo su brazo herido cae por su propio peso en una posición inusual, antinatural. El hueso está roto, eso es seguro, y la sangre chorrea por las heridas a gran velocidad. El dolor se impone en el rostro del soldado, quien no grita, no obstante. Solo te mira, con los ojos encendidos en odio y locura.

Dispuesto a matar o morir, a pesar de todo.

Corréis entre las rocas, dándoos cuenta de que, si antes había algo parecido a un camino por este lugar, ha desaparecido durante los derrumbes. Cañadas naturales podrían permitir el paso de los vehículos, no sin dificultad, debido a su extremada maniobrabilidad. Y no os cuesta descubrir cuál sería el camino más idóneo para llegar hasta el boogie accidentado, asumiendo que los demás vehículos opten por él y no se extravíen por senderos peores.

En este camino, como por obra y gracia de una entidad superior que se encuentre de vuestra parte, llegáis a ver un árbol de pequeñas proporciones ladeado en la orilla del sendero. Sus raíces, medio fuera de la tierra debido a los derrumbes de roca, no están demasiado dispuestas a sostener el peso del tronco y las ramas por mucho más tiempo y en según qué condiciones.

Tras emitir tu rugido de advertencia, una práctica habitual en zonas de guerra como aquella de la que procedes, comienzas a correr apresurado. No es sencillo, pues el camino es accidentado y pedregoso, y además debes atender a dos necesidades: la velocidad y el sigilo. Bien es cierto que en la oscuridad es bastante complicado detectarte, como a todo buen felino, pero realmente perderías una importante ventaja si ellos descubrieran que les sigues.

De modo que saltas entre las rocas, apartado del camino que toman los vehículos, saltando de pico a pico, reptando entre los cascotes, aprovechando la oscuridad con toda la premura de que eres capaz.

Desconoces si los demás Bastet han atendido a tu llamado, aunque asumes que al menos debería haber llegado a ellos. En un instante en que adoptas una posición elevada, logras ver en la distancia que el grupo se separa. Uno de ellos permanece en su lugar, enfrentándose a un humano, mientras otros dos salen a la carrera en dirección a los vehículos que se les acercan.

Coraje, piensas, demuestran coraje.

Sin embargo, también percibes sabiduría. No corren hacia los boogies, sino que se detienen junto a un árbol medio derrumbado que se inclina sobe el camino que presumiblemente deberían tomar los vehículos para llegar al lugar donde se encontraban.

¿Una emboscada?

"Bien por ellos" piensa el felino para sí mientras se fija un momento en los alrededores para asegurarse de que él mismo está seguro.

"Dudo que pueda llegar a tiempo para dar la sorpresa a esos humanos, pero quizá pueda aportar algo atacando después por detrás, o saltando sobre algún vehículo que trate de sacar ventaja de su velocidad"

Continua su acercamiento en las mismas condiciones, atento a sus pasos, ojos y oídos. Debe saber en qué momento va a alcanzarlos, si tiene tiempo, podrá activar su poderoso escudo, que les dará una buena ventaja.

El mordisco resulta brutal, instintivo y letal. Al menos lo hubiera sido para cualquiera "normal" aunque mucho me temo que este miembro del Cahlash no será mortal.
Observo como su brazo cae en un ángulo imposible y soy consciente de que a pesar de estar entrenado para no quejarse estará sufriendo bastante interiormente. Supongo que con eso basta para retenerlo un rato, no tengo porque matarle y tampoco tengo tiempo para ello.

Todos mis hermanos ya se han amrchado así que tras un último gruñido yo también emprendo la marcha, corriendo en la misma dirección que el resto nada convencida de que sea buena idea.
Mis patas son unas de las más rápidas y mejor adaptadas de todas las Tribus así que espero alcanzarles en la oscuridad aunque deberíamos intentar escondernos por ahora.

Alzo la cabeza al escuchar el rugido y asiento para mi. Tal vez sea Chuck...no, no es su rugido, reconoceria el rugido de un puma y no lo es.
Agradezco su ayuda desde luego para que nos avise.

Consigo darle alcance y veo que y sonrio mostranddo mis colmillos en mi forma antes de dirgirme hacia el arbol.

Tiremosle gruño en un mal idioma mientras me apoyo en el la espalda para hacerlo. Pies afianzados para ayudarme, mientras comienzo a hacer fuerza. Bloquear el camino, nos dara tiempo para volver con Habika y marcharnos de alli a un lugar seguro o al menos escondernos hasta que encontremos a nuestro extraño amigo.
Mi mente recuerda que...el cuchillo brillaba podria ser plata, tal vez con un poco de ayuda podriamos usarlo para nosotros o tenerlo como intercambio.