Partida Rol por web

Sherlock Holmes by Night.

London by Night - Toma de Contacto - Escena 1.

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16/10/2012, 22:29
Candice Bradley

Cuando acabó de vendar la herida de su padre Candice alzó de nuevo el teléfono móvil. Se sentía algo nerviosa, pero no quería preocupar más a su padre. Estaba segura de que había sospechado algo, siempre había sido muy avispado. Tenían que distraerse con algo mientras ella pensaba, tampoco podían quedarse sin hacer nada. 

- ¿Qué te parece si seguimos buscando las velas? - sonrió ampliamente para que su padre la viera tranquila - Pero esta vez tengamos más cuidado. 

Quería estar relajada, pero la posibilidad de que aquel hombre desconocido llamara a su puerta la incomodaba en sobremanera. ¡Parecía casi el argumento de una película de terror! Además había tenido esa terrible pesadilla. En esos momentos Candice deseaba con todas sus fuerzas que el tiempo pasase rápidamente para poder comenzar un nuevo día y olvidarse del miedo que estaba pasando. 

Asegurándose de que su padre no se separaba de ella se dispuso a bajar las escaleras, acercándose peligrosamente a la entrada durante el proceso. Estaba también atenta a cualquier mensaje que pudiera llegarle al móvil, en esos momentos era todo lo que podía hacer. Quizá cuando encontrasen las velas podrían alumbrar un poco más la casa, haciéndola un poco menos tenebrosa en aquella noche de fuerte lluvia.

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16/10/2012, 22:58
Iain McGrogan
Sólo para el director

Aquello había pasado de castaño oscuro... ¿Que se creía aquel tipo?

Iain colgó su teléfono y devolvió el gesto obsceno al hombre que estaba en la acera.

-¡Que te jodan a ti!

Por un momento Iain pensaba que estaba apunto de sufrir uno de aquellos ataques de ira... pero respiró hondo, cerró los puños con fuerza y dio media vuelta hacia su camión.

-Valiente cabrón...- murmuraba mientras se subía al camión.

Solo quería llegar a casa, tomarse una de esas pastillas y dormir hasta mediodía del día siguiente.

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18/10/2012, 03:23
Administrador

Todo tenía un precio y un límite, e Iain no parecía dispuesto a dejarse insultar por un desagraciado sin modales. Se subió a su vehículo y arrancó el motor, dispuesto a largarse de ahí de una maldita vez. Era lógico. Estaba cansado, empapado de agua, había soportado ya dos problemas parcialmente ajenos aquella noche, y su paciencia y saber estar tenían un límite.

Sus pastillas para el autocontrol susurraban dentro de su cartera, pero no era para tanto. Por supuesto que no. Sólo era un ignorante más que se creía el ombligo del mundo, poniendo a prueba a Iain.

Arrancó, haciendo girar las ruedas, despacio, mientras el agua se desplazaba, dejando paso a aquella mole de metal y combustible con otra mole de dos metros dentro, hecha músculo y tendón.

El chico se había puesto de pie en mitad de la calzada, y farfullaba algún tipo de grito incomprensible por culpa del motor y la lluvia. Ensordecían su voz.

Un chasquido metálico se escuchó cuando el vehículo de Iain pasaba por el lateral de aquel chaval. Por el retrovisor podía verse como el mismo, no sólo tenía algo afilado y brillante en la mano, probablemente una navaja o algún utensilio similar, sino que lo tenía apoyado contra el lateral del camión, rayándolo conforme este se desplazaba. Valiente hijo de la gran...

Era su modo de agradecerle al conductor lo que había hecho por él. Su propio regalo de vuelta por aquel dolor de costillas. Desde luego, para el que extendiese la factura de chapa y pintura también sería un regalazo. Pero para Iain era auténtica tocada de moral, por decirlo de forma suave.

Aún tenía puesta la primera marcha, y circulaba a treinta kilómetros por hora. Si no es que no lo contaba en millas, claro.

Ahora sólo quedaba por descubrir si Iain tendría la paciencia para volverse a su casa y tomarse un merecido descanso, o si por el contrario se lo tomaría ya a base de un par de guantazos con la mano abierta. Bien merecidos, por supuesto, si es que no se hacían con el puño cerrado. Aunque bueno, teniendo en cuenta que llevaba un arma, si bien estaba medio aturdido y no parecía muy avispado, seguía teniendo un arma blanca. En casa desde luego el riesgo de acabar con un cuchillazo entre las costillas no era tan elevado.

Y las pastillas seguían susurrando, aunque no eran necesarias. No eran necesarias. No eran necesarias. ¿Verdad?

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18/10/2012, 03:35
Administrador

Emma marcó el número de teléfono que le había dado Ellen. El teléfono de la señora Hudson. Uno que debiera contestar. Era tarde, pero si Ellen esta a segura de querer llamarla a esa hora, por algo sería. También es cierto que haber sido la casera de Sherlock era algo que quitaba el sueño, y que Watson, según su Blog, últimamente sufría de insomnio. Se le quedaba el piso grande, con aquellos agujeros de bala en la pared y el armario lleno de ropa que pertenecía a un muerto.

Primer tono.

Ellen miraba a Emma, interrogante, como si dudase de si la casera lo cogería o no.

Segundo tono.

Dio otro sorbo a su café y entrelazó las manos, ligeramente nerviosa. Otro cliente salió por la puerta. Quedaban cuatro. Y Matt seguía en la cocina.

Tercer tono.

Claire, la compañera de Emma, guardó un billete de diez libras en la caja registradora. Sonrió a su compañera, aparentemente ocupada con aquella cliente no demasiado habitual pero no por ello desconocida. Le había traído un café, así que ya le había quitado a la rubia parte de trabajo. Era de agradecer.

Cuarto tono.

- ¿Diga?- la voz de una mujer mayor, ligeramente dulzona y cascada, como si tuviese los pulmones secos, o la garganta, se escuchó al otro lado del interfono. La voz sonaba ligeramente apagada, como desconfiando. Normal si no reconocía el número de la llamada entrante. Pero lo había cogido, y sí que se parecía a la señora Hudson por el tono y la cadencia de la voz. Parecía algo adormilada, o descolocada, pero era una voz parecida a la que había salido en los medios de televisión varias semanas antes, hablando sobre un Sherlock que aún vivía y respiraba. Si no se reconocía totalmente la voz era por la distorsión típica que provocaban los teléfonos.

Y mientras, Ellen asintió con la cabeza, inclinando hacia adelante. No afirmaba, preguntaba. ¿Lo había cogido Mrs. Hudson o no? Tampoco hizo un claro ademán de querer ponerse al teléfono.

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18/10/2012, 03:44
Administrador

Un número de teléfono falso, un escote mojado, y una visible erección en la también húmeda entrepierna del portero de la izquierda bastaron. Bastaron en parte también gracias a la risa de niña bien con más cuerpo que alma y más cara que inteligencia. Fingir, vamos. Sin embargo, no le salió gratis.

Su billete veinte libras había desaparecido íntegro, sin cambio de vuelta. Era tarde, y las mujeres siempre tenían ventaja para entrar a una discoteca, más cuando el portero puede partir diamante a golpe de entrepierna y la chica en cuestión lleva la ropa completamente pegada al cuerpo. Pero eso también era una desventaja. Había tenido que dejar su cazadora en la entrada, se había desecho del ticket de invitación, y se había llevado un ofensivo cachete en la nalga izquierda al cruzar el umbral. Y el capullo aún soltó una risita a sus espaldas. Ya le acabarían cortando la mano al muy machista e irrespetuoso.

Pero estaba dentro. Entre el viaje en el vehículo y el conveniente paraguas del arrepentido anciano que esperaba en la puerta su estado era de, obviamente, haberse calado de agua hasta la ropa interior y no haberse cambiado de ropa, pero estaba seca y acartonada. Eso, lógicamente, volteaba dientes, dedos, garras, lenguas y ojos múltiples en su dirección. Tona llevaba una diana en varias partes del cuerpo que en rojo y blanco gritaba "Estoy mojada, acabo de entrar, y aún no me he integrado". Y eso era un problema bastante serio.

La discoteca parecía gigantesca. Su pista de baile se extendía durante una considerable cantidad de cuerpos que botaban en el sitio como ovejas, frotándose entre ellas al ritmo de un refrito de mil una canciones de moda entre las masas dormidas. A lo lejos el pinchadiscos no parecía estar esmerándose mucho. La música no ayudaba en absoluto a centrarse en la empresa de buscar a un conocido a punto de ser asesinado. Pero le pagaban igual al contado, eso por supuesto. Que se notase que era una discoteca de calidad con una barra de cien metros que ponía el cuarto de tubo lleno de hielo y un chorro de alcohol a diez libras. Lo abrumadora era la cantidad de reservados de la zona.

Uno visible tras la barra, lleno de sofás sumidos en penumbra parcial. Estaba lleno de víctimas, vencedores y vencidos dándose el lote y el lingote como si la cintura fuese una autovía libre y el cuello una estación pública de servicio. Venga, fiesta.

Luego estaban los reservados privados, al segundo piso. Esos tenían puerta, y una escalera para subir, pero si había entrado hasta ahí sin tener que recurrir a métodos más degradantes para la especie humana, fuesen cuales fuesen, podría llegar donde quisiese sin necesidad de avergonzase en exceso. ¿No?

Cómo llegase ya era otro asunto. Y averiguar dónde demonios se había metido el Inspector, también. Alguien tenía que saberlo, eso seguro. No podía haber entrado en una caja de madera con una cruz en el frente. No tendría sentido.

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18/10/2012, 04:08
Dawn Willow

- Ehhhhhhhhhhhhh....

La voz de Dawn, casi un susurro, más una exhalación de aliento que meditación de la respuesta en sí, afloró en los labios de la muchacha. Estaba bastante demacrada, sí. Y por supuesto, la música, fuera, no se detenía ante algo así. Ni por asomo. Con la puerta entreabierta para iluminar aquella oscuridad cuyas luces vete a saber dónde estaban, el ruido se filtraba al interior de la estancia, dándole un contrapunto bastante fuera de lugar.

La mujer se puso en pie, recolocándose como pudo la camisa, y se apoyó contra la pared más cercana, de espaldas. Necesitaba estar de pie para despejarse y no morir en el intento. Así al menos la sangre fluiría por donde tenía que fluir.

- No, parece que me acaben de enrollar en un papel gigante y se me hayan fumado viva- contestó con voz cascada, más propia de alguien que lleva años viviendo y tiene el filtro destrozado que de una joven atractiva que podía tener al hombre que quisiese-. Oye... no iba muy bien vestida así, que... ¿qué hemos hecho exactamente?- apoyó la palma de la mano sobre la frente. Tenía jaqueca. Y probablemente no fuese lo único que tuviese.

Estaba aún pasando por la fase que Edmund había experimentado hacía unos dos minutos, o cinco. Lo mismo daba, el manotazo seguía ardiendo como si se lo acabasen de dar. Esa mole le había pegado un buen sopapo al chico. Dawn, en cambio, salvo por el aspecto de Wraith recién levantada tras una sobredosis, parecía bastante más ilesa a nivel físico, si bien una rojez asomaba bajo la parte izquierda de la camiseta. De su chaqueta no se sabía nada. Ni de Greg. Ni de Lestrade. Pero el caso era que la mujer que tenía delante, al menos, estaba ahí, y tenía la ropa interior inferior en su sitio. ¿No?

- La próxima fiestecita- puso especial rintintín en esa palabra, mientras abría uno de sus océanos que tenía por ojos para mirar a Edmund. Tenía que acostumbrarse a la luz, entre otras cosas- En mi- cama- casa.

Casi. Ya fuese por el embotamiento o por moderación, Edmund no escuchó nada referente a la cama de matrimonio de Dawn. Claro, que en aquel momento la mujer no es que fuese la viva imagen de la lujuria, así que no era muy difícil superar esa necesidad física de todo ser humano.

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19/10/2012, 17:06
Emma Swan

Emma suspiró aliviada, pues pensaba que ya le tocaba colgar. Tardó unos segundos en responder.

¿Señora Hudson? Preguntó para asegurarse. Me llamo Emma Swan y trabajo aquí en el Clarence. Tengo aquí a la señora Crosby muy interesada en hablar con usted. ¿Le importaría venir? Es que parece que no se encuentra muy bien... Dijo a modo de argumento para que no pudiese negarse. La verdad, es que de ser ella la que había recibido la llamada, le sonaría todo un poco raro, y seguramente a la mujer no le apetecía venir a esas horas. Totalmente comprensible.

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20/10/2012, 00:28
Tona
Sólo para el director

Tona había visto grandes aglomeraciones en torno a los varios museos de la capital, pero nunca había visto esa condensación de gente. Lo cual decía mucho de la sociedad en la que vivía, y no decía nada bueno...Alcohol, jovenes en un estado mental y físico más bien precario y hormonas por todas partes. Era consciente de las miradas y gestos que iba despertando, pero no tenía tiempo de disimularlo. Y ¿quién sabe? Quizás acabase abriendole alguna otra puerta.

Escudriñó la discoteca con esfuerzo bajo las luces estroboscópicas del local, que no hacían más cambiar de color al ritmo de una música machacona y rayante. Masas y masas de gente, litros y litros de alcohol, decibelos de música y reservados. Muchos reservados.

Estaba claro que nada se le había perdido en el que estaba de detrás de la barra: bastante había tenido con el palmotazo en el culo para acabar magreada por accidente. Tampoco se podía imaginar al Inspector rodeado de adolescentes borrachas y cachondas en un reservado...Si tenían algo que "tratar" con él, sería en la parte superior: puertas cerradas, discrección, privacidad. Pudiendole dar un tiro a alguien camuflado entre los bajos de los altavoces sin que una pareja de borrachos se te quede mirando.

Sin embargo, también sería conveniente buscar la salida que daba al lateral de la discoteca. Con las facilidades que daba el lugar para el exceso serían pocos los que usarían la puerta para dar rienda suelta a sus deseos, y más en una noche de lluvía, pero seguro que no era una opción demasiado rara tampoco. Y con el poco tiempo que tenía, quizás lo único que pudiese conseguir era delatar a los asesinos del Comisario...Intentó eliminar ese pensamiento de su cabeza, acelerando el apso.

Comenzó a buscar las escaleras para dirigirse a los reservados, esquivando bailarines frenéticos. Con suerte desde allí, más alto, conseguiría avistar la puerta entre la marabunta de gente. Y quizás con un poco de suerte también conseguiría avistar a Greg Lestrade. Esperaba que aún con vida...

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21/10/2012, 21:11
Edmund Young

 

- No sé qué hemos hecho exactamente - admitió - De hecho llevo una camisa que no es mía... Me la quitaría pero los seguratas no estarían muy contentos. "Señor, vístase, está demasiado bueno para andar por ahí mostrando su torso, nos quedamos mirando y no hacemos bien nuestro trabajo" - dijo, poniendo el vozarrón mas grave que supo - Algo así.

Se encogió de hombros.  Estaba claro que la noche no había ido exactamente como esperaban, y a Edmund no le quedaban muchas ganas de fiesta. Se había quedado con la curiosidad de saber qué hacía aquel policía allí, pero no era más que ganas de cotillear. Ahora que poco a poco recuperaba la compostura, le preocupaban mas el paradero de su cartera y el de Greg. Y había olvidado del todo el asunto de las pizzas, por suerte. Le habría dolido bastante recordarlo más adelante cuando estuviese sobrio.

Poco podía hacer por la cartera ahora, preguntar a los matones de seguridad, pero no creo que le sirviesen de ninguna ayuda, y tampoco eran horas como para llamar al banco a que anulasen las tarjetas. Al día siguiente tendría que poner una denuncia y... le daba dolor de cabeza de solo pensarlo. Quizá viera al inspectorcillo por la mañana.

Lo importante, pues, era encontrar a Greg. No es que fuese un bebé, sabría volver a su casita solo, y probablemente no fuese solo sino muy bien acompañado con alguna damisela enloquecida por sus feromonas de gigante escocés. Demasiadas veces había contemplado eso Edmund como para dudarlo ahora. Pero de todas formas no era muy cortes no decirle nada al menos.

- Tengo vagos recuerdos de que hemos subido con una amiga de Greg... o una conocida, o algo así... - dijo al fin - ¿Qué te parece si le buscamos y damos el día por terminado? Creo que está por uno de los reservados... No sé cual, pero estoy seguro de en cual NO. Un señor me ha dado una galleta como premio de consolación - se pasó la mano por la dolorida cara - Si estás lo bastante bien, ¿Buscas tu por abajo y yo por aquí arriba? Y nos reunimos en la entrada en... ¿quince o veinte minutos? Si no vamos cogiditos de la mano. Como quieras.

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21/10/2012, 21:45
Iain McGrogan
Sólo para el director

Iain apretó las manos en el volante, y siguió adelante. Sabía que si  se bajaba del camión y se enfrentaba a aquel tipo no podría controlarse. Giró a la derecha al llegar a la calle Frith, de allí saldría a la avenida, donde siempre había gente, fuera la hora que fuera.

Puso la radio y subió el volumen, como si aquello pudiera hacer que se le olvidara todo el asunto del atropello. Esperaba que el seguro de su jefe cubriera aquello. Diría que le fallaron los frenos por la lluvia y se dio contra una farola. Diría que esa raya de la navaja la hizo algún saliente... no podía meterse en más problemas en el trabajo.

Se propuso llegar a casa tan pronto como fuera posible, "mañana será otro día", pensó...

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22/10/2012, 03:20
Mrs. Hudson

La voz de la señora Watson resonó desde el otro lado del teléfono, como un eco lejano.

- What?- preguntó la mujer con voz confusa y entrecortada, aunque esto último parecía producto del teléfono- Ye#, ye#, I'm M#s Hu#son- pequeños sonidos de interferencia apagaban parcialmente la voz del al otro lado del teléfono. Algo iba mal con la línea. Y el pub-restaurante Clarence no parecía tener de normal problemas con la compañía responsable. Debía ser algo relacionado con la lluvia- Claren##? Wha# is the#e, gir#? A bar? # did#'t heard about, i'm sorry- se escuchó el sonido sesgado de algo tapando el auricular durante unos segundos- Crosby? Wh# is M#s Crosby?- un segundo silencio- Oh, ye#, su#e, Ellen- su voz había sonado, de pronto, entusiasmada, como si aquello fuese una buena noticia- From the common council- añadió en voz baja, como si hablase con otra persona, o más bien, cotillease- What hap#ens? ¿Is impo#tant? Rains a lot, y is thundering. Y we#l, I don'# what neit#er so muc# leave in the middl# o# th# nigh# righ# no# wit# which# i# i# fal#in#, an# I'm no# talk#ng ab#ut ra#n.

- ¿Cómo?- preguntó la mujer con voz confusa y entrecortada, aunque esto último parecía producto del teléfono- Sí, s#, soy la se#ora Hu#son- pequeños sonidos de interferencia apagaban parcialmente la voz del al otro lado del teléfono. Algo iba mal con la línea. Y el pub-restaurante Clarence no parecía tener de normal problemas con la compañía responsable. Debía ser algo relacionado con la lluvia- ¿Claren##? ¿Es# qué #s, niñ#? ¿Un bar? No m# suena, lo siento- se escuchó el sonido sesgado de algo tapando el auricular durante unos segundos- ¿Crosby? ¿Quié# es la se#ora Crosby?- un segundo silencio- Oh, s#, cla#o, Ellen- su voz había sonado, de pronto, entusiasmada, como si aquello fuese una buena noticia- Del ayuntamiento- añadió en voz baja, como si hablase con otra persona, o más bien, cotillease- ¿Qué suc#de? ¿Es impo#tante? Llueve mucho, y está tronando. Y bue#o, tamp#co es #ue me a#etez#a much# salir en plen# noch# co# l# qu# #st# ca#en#o, y n# m# re#ie## a l# llu###.

Obviamente se refería a la delincuencia en alza, si bien había costado entender lo último, ¿no?. Cada vez costaba más entenderla, y las interferencias en la línea se abrían paso entre las palabras, como un río de roca secando el huerto.

Click.

La comunicación se cortó al tiempo que un nuevo trueno resonaba en el exterior del local. Ellen, expectante y con ceja levantaba, esperaba saber qué demonios había pasado ahí. Al otro lado del teléfono no se escuchaba a la señora Hudson, solamente el repetitivo sonido de constante del teléfono cuando la comunicación se ha perdido, como un corazón monitorizado sin pulso.

Pero, ¿por qué demonios iban mal las líneas telefónicas? ¿Para tanto era el temporal del exterior?

Definitivamente no era tarea fácil comunicarse vía telefónica con nadie, o al menos, eso parecía. Si ya de por sí se perdían un montón de matices y la voz sonaba alienada, hacerlo en aquellas circunstancias había sido un suplicio. A saber también lo que había entendido la señora Hudson, a lo mejor se había pensado que, vete a saber, le estaban preguntando qué tal el día.

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22/10/2012, 03:53
Administrador

Música, maestro.

Pero música los pies de Tona, y no eso que sonaba. Más que claro había quedado que no ayudaba a la causa de la vagabunda. Si fuese clásica, o al menos instrumental, todavía, pero aquella orgía de voces totalmente gratuita y sin concierto, orden o sentido aparente convertían la sala en una orgía de luces y sonidos siguiendo algún caótico patrón de hormonas.

Aún así, era imposible que la chica no localice su objetivo, al fondo de aquel local lleno de ruido y feromonas dispersas por el aire. Las escaleras de metal visto subían desde el fondo de la discoteca en sentido contrario, dando a una serie de reservados a puerta cerrado y varios pasillos laterales. Había gente apoyada en la barandilla, tanto en la escalera como en el piso superior, pero la mayoría de las puertas de los reservados estaban cerradas, y el pasillo parecía, dentro de lo que cabe, tranquilo y despejado.

Como buenamente pudo Tona se movió por el linde de la pista de baile, esquivando cuandos meneos ajenos podía. Imposible, sencillamente. Contra la esquina había gente acinada, aprovechando la oscuridad para hacer cosas de, probablemente, dudosa legalidad. Pero en el borde de la pista la chica avanzó entre caderazos, abollando las curvas de su carrocería, por así llamar de forma vulgar y sucia al literalmente mojado cuerpo de la chica. Pero no hubo magreos, afortunadamente. Al menos los machitos de allí dentro podían respetar en ese aspecto a una viajera de paso por la pista, mientras se mantuviese alejada de las masas en la medida de lo posible.

Subió las escaleras y se abrió paso entre la gente. Mientras ella subía, otros dos gorilas bajaban, pero estos, a diferencia de los de la puerta principal parecían no sólo más grandes y fuertes, sino más centrados en su trabajo. Lucían mirada de perro policía con drogas a la vista, si bien parecían volver a su puesto normal de vigilancia, patrulla, o lo que fuesen. La cuestión es que parecían cabreados y rabiosos, como si acabasen de negarles un plato de comida.

Mientras pasaba por la cadena de puertas grises cerradas a cal y canto, una de ellas se mostró entreabierta. Por el ruido de la música fue imposible adivinar qué decían dentro exactamente, pero no hablaban especialmente bajo, por lo que Tona pudo deducir que hablaban sobre buscar a alguien. Aún así, lo más probable es que fuese una maldita coincidencia. ¿Cuánta gente había ahí? ¿Cuántos grupos debían de haber entrado juntos y haberse separados? O bueno, vete a saber de qué hablaban, igual discutían sobre donde habían dejado los pantalones o la decencia.

Lestrade no parecía haber dejado un rastro de migitas de pan, pero alguien debía de saber donde demonios está. Era imposible que hubiese llegado a la discoteca atravesando las paredes como un fantasma. Alguien debía de haberlo reconocido, o al menos, ver a un hombre tapado hasta los ojos. Una de dos, probablemente lo primero.

Pero según el reloj eran las 23:46. En catorce minutos, si todo iba según el plan de la nota, Lestrade aparecía en la puerta trasera de aquel local hecho cadáver. Se agotaba el tiempo, maldita sea.

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22/10/2012, 04:22
Dawn Willow

Otra cancioncita fuera, inundando cada maldito rincón del local. La diminuta sala donde estaban Edmund y Dawn no iba ser menos. Bueno, habría que vivir con ello. Más que claro había quedado que no ayudaba a la causa del aspirante a bombero. Si fuese clásica, o al menos instrumental, todavía, pero aquella orgía de voces totalmente gratuita y sin concierto, orden o sentido aparente convertían la sala en una segunda orgía de luces y sonidos siguiendo algún caótico patrón de hormonas.

Ya quisiese Edmund buscar a Greg o mintiese para poder buscar a Lestrade, Dawn le creyó. Se acabó de recolocar la ropa, más o menos, y se revolvió el pelo, devolviéndolo a un aspecto salvaje pero sin duda más ordenado, menos condensado y apelmazado. Volvió a caer cual árbol amazónico por su espalda, al tiempo que sus labios esbozaban una sonrisa divertida.

- No te lo tengas tan creído, bomberucho- le comentó con voz infantil, zarandeando la cabeza mientras le propinaba un suave puñetazo en el hombro, juguetón. No era doloroso, ni un golpe de verdad, pero Dawn, medio descolocada por vete a saber qué sustancia ilegal y no siendo una mujer que midiese mucho su fuerza y controlase su energía, le había propinado un golpe que se había notado.

Y, ya fuese por eso o por otras razones, compuso una mueca de dolor al recoger el brazo como si fuese una palanca mecánica y extensible. Se aferró el hombro con la otra mano, frotándose. Algo debía dolerle, pero ignorándolo, echó a caminar hacia la puerta, sin llegar a salir.

- Las nenazas primero- sugirió conteniendo una carcajada mientras trazaba una reverencia exagerada y se arrancaba una sonrisa de los labios. Ella siempre tan... espontánea con las palabras. No podía dejarle plenamente a Edmund el papel de hombre en la relación. No, claro que no. Ella tenía que juguetear con la comida y tomarle el pelo con cariño a su querido.

Fuera del reservado las luces seguían centelleando en una desenfrenada fiesta romana, pero ahí dentro incidían sobre el relieve de Dawn, que, sin saber que Edmund tenía asuntos más importantes que pensar con el cerebro de arriba, estaba cerrando lentamente la puerta con el pie, contradiciendo sus propias palabras.

Su sonrisa se tornó más pícara y traviesa, juguetona como cuando estaba a punto de abalanzarse sobre un conejillo, o en su defecto, comportarse como tal. Aquello significaba, sin lugar a dudas, que Dawn, medio drogada y con ganas de pasárselo bien en una discoteca, ignorante de la situación, quería hacer precisamente eso, pasárselo bien.

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22/10/2012, 04:44
Administrador

Sweet Home.

Finalmente, Iain llegó a casa. Había tenido una noche de mierda, y sólo faltaba que fuese literalmente hablando. Bolsas de sangre, un atropello, un vehículo rayado y aboyado, y para colmo, un cabreo de tres pares de narices. Aparcó el camión en el primer sitio libre que pilló y caminó el resto de camino hasta casa a pie. Un par de manzanas, lo justo para encontrar aparcamiento en las cercanías y volverse.

Volvió al trote, sin paraguas. A la próxima conseguiría uno. Era la última vez que salía a trabajar sin un maldito paraguas bajo el asiento. Era una medida fácil, pero cualquiera encontraba el tiempo y se acordaba.

Sus pies resonaron por los charchos del agua, buscando calarse el mínimo posible. Al final no se había secado a duras penas, con tanto entrar y salir del vehículo, pero peor era volver caminando como si nada.

Conforme se fue acercando, notó que las únicas luces encendidas en la manzana eran las de emergencia, sobre las casas, y alguna que otra luz esporádica en el interior de los edificios, seguramente fruto de algún tipo de servicio de luz alternativo a lo normal, ya fuese por la instalación o por la fuente de la electricidad. Sea como fuere, el caso es que la luz se había ido en toda la manzana. Las farolas no funcionaban, y el agua era lo único que, junto con esas pequeñas luces bajo las casas, iluminaban algo con un tono plateado, onírico.

Así pues, no lo vio sumido en las sombras hasta que lo tuvo un palmo de distancia. Corriendo como iba no había prestado atención, pero teniéndolo sentado al borde de la escalera en plena noche era imposible no reparar en su presencia. Su mentor, aquel entrenador de boxeo de gimnasio, aguardaba sentado a la escalera con porte cansado. El agua resbalaba por su cuerpo como si nada, pues ya no podía mojarse más el pobre hombre. Con mirada de perro herido, levantó los ojos hasta cruzarlos con los de Iain.

Al parecer, él tampoco había tenido un buen día. Y de todas las personas a las que podía haber acudido, poder alguna razón, eligió a Iain como pecho y mente en los que depositar su confianza.

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22/10/2012, 04:53
Administrador

¿Las velas? ¿Las velas? A la porra las velas en aquel momento.

Lejos pero cerca, con un timbre nimio pero sonoro, algo suave comenzó a escucharse en medio de aquel silencio roto solo por el agua, los rayos, y el ocasional intercambio de palabras entre padre e hijo. Algo hacía un ruidito suave, abrumadamente parecido al que producía algo manipulando una cerradura.

Alguien, o algo, quizá, sí estuviese intentando entrar en casa de Candice, pero por el momento no parecía tener intención de llamar a la puerta. ¿Sería madre? ¿Su hermano? Por el amor de Dios, si no era uno de esos dos, o no era el gato de la vecina haciendo el tonto asustado en plena noche, el peligro se cernía sobre Candice, Arthur, y la casa.

No podían estar entrando en casa, no podían. Aquello era malo. Muy malo. Nunca habían robado en casa. Nunca habían entrado por la fuerza. Eso eran cosas que pasaban siempre a los demás. Siempre. Nunca a una misma. Era el típico fenómeno de telediario que se veía desde la barrera, como si no pudiese pasarte.

Y quizá, con suerte, no estuviese pasando. Pero era una posibilidad. Lo era, por desgracia, y había que ser realista.

Arthur, al parecer, también lo escuchó, pues se giró hacia su hija abriendo los ojos de par en par, entre el susto y el shock. Tras un instante de vacilación, olvidándose por completo de las velas, de la nimia herida de la mano y de todo, salió escopetado del cuarto de baño pasillo abajo en dirección a la puerta de casa, o vete a saber donde. ¿No tenían armas en casa, no? Al menos, Candice no tenía conocimiento de ello. Ni pistolas, ni nada. Sólo cuchillos en la cocina. Y la cocina, por desgracia, estaba justo en el otro extremo de la casa, al lado de la puerta de donde debían, si la impresión era correcta, estar procediendo aquellos ruiditos.

¿Y ahora qué? ¿Qué se hace en estos casos? ¿Acurrucarse en una esquina? Sophie no había contestado aún al mensaje de teléfono, maldita sea. No podía estar esperándola eternamente. La paranoia indicaba que había acercado.

¿Cuánto tiempo tenía antes de que entrase?

Muchas preguntas.

Pocas respuestas.

Pero algo debía hacer. Si se quedaba ahí vacilando... a lo mejor... mejor no pensar en los múltiples desenlaces de lo que estaba pasando. ¡Mejor no!

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22/10/2012, 23:22
Emma Swan

Emma colgó con un gran suspiro, como si así se fuese a quitar el peso de encima. Se quedó unos segundos con la mano en el teléfono y la cabeza baja, con los ojos cerrados pensando. Luego decidió que debía ponerse manos a la obra, pues el problema seguiría ahí cuando abriese los ojos. Ahí estaba la señora Crosby, la miró y se agachó junto a ella.

Mire, no parece habernos entendido. Se oía fatal, seguramente a causa de la tormenta. Pero si espera aquí hasta que cierre la acompañaré a su casa. Pero por ahora, no puedo hacer más, de verdad. Tengo que trabajar y ayudar a cerrar. ¿Lo entiende? Le dijo con todo el cariño del mundo y ternura. Seguía pensando que lo que necesitaba esa señora era descansar. Pero no podía dejarla ir sola con ese panorama. Si no quiere esperar, lo máximo que puedo hacer es pedirle un taxi. Dijo como última propuesta, aunque igualmente no le gustaba.

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23/10/2012, 22:56
Tona
Sólo para el director

Mañana se iba a levantar con un montón de moratones en la cadera de tanto chocarse con la gente para conseguir pasar. Aquello era como buscar una aguja en un pajar...Uno especialmente ruidoso y desquiciante. Para colmo los únicos que podrían atender a su pregunta y descripción de Lestrade serín los furibundos gorilas. Y no hacía falta ser muy listo para saber que era precisamente a quién no debía preguntar. Al menos si quería salir de allí con todos los huesos completos y en su sitio. Al menos había conseguido llegar arriba...

Lo que estaba claro es que si Lestrade había venido al local, estaba en los reservados. No se imaginaba al comisario dándolo todo en la pista de baile, ni mirando a su alrededor con cara de circunstancias rodeado de adolescentes hormonados. El problema es que si alguien le había visto, había unas altas posibilidades de que fuese quién quisiese matarlo...Se borró esa idea de la cabeza: no tenía tiempo para buscarlo por si misma, asi que no le quedaba más remedio que ariesgarse. No iba a entrar en los reservados en plan "uy, disculpe" solo para salir de allí en la misma bolsa que el comisario. Aún así...¿que le habrían dicho el hombre para atraerlo hasta aquí, tan lejos de sus aguas naturales? Lestrade estaba completamente fuera de su habitat, indefenso, por muy comisario que fuese. Aunque ella también estaba fuera de su habitat y ahí estaba como una idiota.

Tragando su orgullo y poniendo morritos junto con la cara más estúpida que pudo conseguir, se acercó a uno de los buitres que observaba providencialmente desde el piso superior. A uno no especialmente borracho, pero lo bastante tocado como para no preocuparse demasiado de con quién hablaba.

- Disculpa...Oye-se llevó la mano al pelo, azorada. La verdad, lo estaba. Entre el calor y la tensión, tenía ganas de arrearle una patada a alguien y salir corriendo...-verás, estoy buscando así un tipo de cincuenta años...así como...supiró. Hacer de tonta le resultaba desmasiado desesperante teniendo en cuenta las circunstancias en las que estaba-  canoso, y tal. Cara de asco continua...añadió buscando algún descriptivo más, aunque el resto empezaba a salirse del vocabulario simplista... Mucha mandíbula, nariz ancha. se colocó las manos en la cadera. ¡He venido solo para verle y nada! Me esta volviendo loca y no lo encuentro por ninguna parte. ¿Le has visto?

Si esto no funcionaba...solo le quedaba acercarse al reservado de los gritos. Probablemente acabase allí de todas formas...Corazonadas de vagabunda: no siempre hay gritos en los problemas, pero en los gritos siempre hay problemas.

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25/10/2012, 05:23
Edmund Young

 

- Hey hey tranquila leona - le dijo a Dawn, cuando esta se lanzó a sus labios. O más bien, quiso decir, porque ella le hizo callar con su beso. No es que él se opusiera demasiado, tampoco estaba del todo en sus cabales.

Dawn llevó el beso más allá, abrazándole con fuerza. ¿O fue él quien la cogió a ella primero? La apretó con fuerza y la besó no con pasión sino con lujuria. Llevó sus manos más abajo, más alla de donde la espalda pierde su noble nombre, pero no fue hasta que ella llevó sus manos a su cinturón que reaccionó.

No, no estaba bien, no entonces, no cuando no estaban en sus cabales, no en una discoteca.

- Dawn, ¡Dawn! - le dijo, apartándola, suavemente pero con firmeza. - Hey, no es el momento. Estamos en un sitio público, estamos drogados muy a mi pesar, y ahora mismo no eres tú. Y no es que no me guste tanta lívido, de hecho me gusta. Demasiado quizá. Guárdala, porque mañana, o pasado, cuando estés en tus cabales, cuando los dos lo estemos, me gustará retomar este pequeño asunto pendiente. Pequeño es un eufemismo ahora mismo. Pero bueno, guárdame ese "vale por una noche de sexo loco", lo usaré, tranquila. - Le dio un beso, mas rápido, menos... lujurioso. No vaya a ser que perdiera la poca fuerza de voluntad que se veía capaz de ejercer para resistirse a los salvajes encantos de su novia - Pero ahora, tenemos que buscar a Greg y salir de aquí. No, no vamos a hacer un trío, ni un cuarteto. Y está claro que NO vas a ir sola por ahí en una discoteca llena de ligones. Iremos de la mano como buenos niños.

Edmund, tirando entonces de Dawn, sin soltar nunca su mano, empezó a buscar a Greg.

Algo le hacía pensar que podía estar en los reservados, así que intentó recordar, con todas sus fuerzas, o al menos todas sus neuronas no intoxicadas, si eso era cierto. Y si lo era, ¿Donde estaba exactamente?

En cualquier caso, abrir puerta a puerta había resultado ser un poco violento, y esta vez la palabra no era un eufemismo. Así que no haría eso... Si no podía recordarlo, buscaría en el resto de la discoteca. Quería conservar sus piños. Quizá viese algo que le ayudase a recordar, o al propio Greg simplemente ligando por ahí.

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25/10/2012, 12:41
Administrador

Bueno, parecía que por fin estaba avanzando. Según el reloj de la pared el tiempo seguía corriendo y cada vez estaba más cerca el ansiado pero terrible momento en que tuviese que enfrentarse a la lluvia del exterior. Era lo que tenía Londres, que se convertía en un charcho viviente en medio de una tormenta cada vez que llovía. Y llovía día sí y día no, por lo que había que acostumbrarse rápido.

La señora o señorita Ellen, si es que no disponía de marido, decidió esperar a Emma. Era obvio que podía circular ella sola por la calzada y que sabía llegar hasta la casa de la señora Hudson, pero no quería ir sola. Al parecer, la mujer no hacía más que obedecer a los consejos de la camarera, ya fuese porque estaba en lo cierto o porque era una pusilánime. Bien es cierto que la personalidad de Ellen siempre había sido un poco floja e influenciable, pero no tanto. Ella solía ser, no sólo algo más viva, sino determinada. O eso parecía según las pocas veces que había ido al local.

Claire en cambio llevaba las cosas bastante bien. Tres clientes, sin contar Ellen, fuera del pub y habrían cerrado, magnífica labor. Si en unos minutos no se habían marchado por su propio pie se les invitaría, pero era preferible por educación y para el negocio que no fuese así. La rubia, notando la prolongada ausencia de Emma, la invitó a buscarle, pues no sabía cómo había terminado su escabechan con el pobre Trevor, aquel magnífico cocinero excéntrico con más plumas que un mochuelo.

Así pues, Emma, tras excusarse ante Ellen, volvió a la cocina y descubrió que ya no quedaba nadie. Iain había hecho su trabajo y se había marchado, si bien el charco de agua que había dejado tras de sí y su café habían desaparecido. O Trevor o Matt los habrían hecho desaparecer. Sólo quedaba por buscar en el almacén, una puerta lateral situada en la cocina, pues era un local relativamente pequeño.

Emma abrió la puerta, descubriendo un ignoto interior debido a la oscuridad. No podía estar ahí, pero aún así encendió la luz. Nada. Sólo cajas de suministros varios, desde botellas de alcohol hasta comida en lata.

Y entonces, a través del filtrado de la lluvia, la camarera pudo escucharlo. Un sonido sordo, seguido de uno metálico rodando por el suelo. ¿Un accidente de tráfico y un tapacubos?

Apagó la luz del almacén y cerró la puerta, abriendo la trasera y asomando la cabeza bajo el diminuto techado por mera curiosidad. Seguía teniendo todo el cuerpo dentro, salvo por la mano, aferrada al pomo.

En el exterior, bajo una inclemente lluvia, la visión de un Matt calado de agua hasta los huesos la sorprendió. Llevaba el cabello, salvaje, pegado al cráneo por la lluvia, liso y más limpio y brillante que nunca. Revoloteaba esporádicamente al viento cuando zarandeaba la cabeza. Su camiseta, negra y pegada al cuerpo, remarcaba una musculatura ligeramente atlética. Y cada vez que sus pies danzaban un nuevo charcho de agua se proyectaba en alguna dirección.

Los nudillos de Matt estaban desgastados, enrojecidos y en algunos bordes incluso magullados. Ante él, un armario de dos metros con forma de hombre se llevó una mano a la cintura profiriendo un gemido lastimero.

La tapa de un cubo de basura rodaba por suelo mientras un segundo hombre se levantaba, tres metros más allá, ayudándose con la mano sobre el contenedor. Un tercer hombre, tirado en el suelo y aparentemente inconsciente, descansaba al abrigo de la noche.

Parecían tres matones cualesquiera, a los que Matt, por alguna razón, estaba haciendo frente, al parecer, con sorprendente éxito a pesar de sus cansados rebuznos, que provocaban que un vaho blanco manase de sus pulmones a través de sus labios. Frío. Un frío lógico teniendo en cuenta las horas de la noche y el agua.

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25/10/2012, 13:00
Administrador

No por favor, música con letra ahora no. Era lo que faltaba, que además de una jauría de sonidos sin sentida le metiesen letra al problema. Por suerte pronto pasaba, convirtiéndose en un plato secundario puesto para demostrar que el mezclador tenía cuerdas vocales para algo.

Dawn, de mala gana, con una clara mirada afilada que venía a decir "dos semanas a pan y agua", fuese o no verdad, abandonó el reservado con su pareja. No habían ni dado un paso más allá de la puerta cuando lo escucharon.

Una mujer, con una cara bastante estúpida y unos morros de niña adinerada con más billetes que saber estar, se había plantado ante uno de aquellos espectadores desde arriba que, copa en mano se dedicaba a mirar la pista de baile. Si bien el chico en cuestión parecía relativamente sobrio, su sonrisa fue magnífica al ver como una mujer le hablaba. Se le borró rápido al escucharla hablar.

- Disculpa... oye- se llevó una mano al cabello, visiblemente azorada por la situación- verás, estoy buscando así un tipo de cincuenta años...así como...- suspiró- canoso, y tal. Cara de asco continua...- añadió, buscando las palabras adecuadas dentro de su simplón vocabulario poco cultivado- Mucha mandíbula, nariz ancha- se colocó las manos en la cadera- ¡He venido solo para verle y nada! Me esta volviendo loca y no lo encuentro por ninguna parte. ¿Le has visto?

Era una descripción que encajaba con la de Lestrade, no había duda. Cierto era que había muchos hombres así, pero, ¿quién busca a un hombre de cincuenta años con esa descripción en una discoteca? Aquella cría debía de tener... ¿veinte años? Y vaya veinte años. Si bien no era demasiado atractiva, parecía venir de la fiesta de la espuma. Estaba empapada de arriba a abajo, vete a saber por qué.

El hombre, por respuesta, visiblemente decepcionado al ver que no le buscaba a él para razones obvias, le señaló un pasillo lateral.

- Juraría que se fue por ahí- dijo ligeramente desanimado, intentando mantener la entereza sin mucho éxito-. Al fondo se bifurca, pero creo que entró por la puerta de la izquierda.

Y sin girarse para volver la mirada esperó a que la chica se moviese o que, por el amor de Dios, le diese su número de teléfono o algo. Soñadores...

Al menos era una buena noticia para Edmund. Muy buena a decir verdad, si bien aquella descripción no era en absoluto la de Greg. Dawn tenía ganas de marcha, pero a regañadientes aceptaba que los tres volviesen a casa. El tema era decirle que no sólo estaba buscando a Greg, siendo también a Lestrade. ¿O ya había dejado de buscarle y prefería volver simplemente a casa con su señora y su amigo? Oh, y la cartera, si es que quería recuperarla.