Partida Rol por web

Sherlock Holmes by Night.

London by Night - Toma de Contacto - Escena 1.

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25/09/2012, 18:19
Tona
Sólo para el director

Una sonrisa de victoria se dibujó en la cara de Tona al ver como conseguía, poco a poco, recortar la distancia entre ella y su perseguidor. Pero la suerte es una mujer de muchos hombres y abandonó a la pobre vagabunda a su suerte justo cuando un coche pasaba por allí, arrollandola. Aunque quizás no la había abandonado del todo, pues el golpe del coche había sido más susto que desgracia.

Algo aturdida desde el asfalto pudo oir como el conductor del coche se bajaba, mientras veía a su perseguidor desaparecer triunfal entre el ajetro londinense. No sabía que la dolía más ahora mismo: si la cadera o el orgullo. Bueno, en realidad tenía muy claro que era el orgullo.

Al menos el conductor parecía preocupado y no le había dado por hacer un hit and run. Algo de agradecer.

- Si...no se preocupe respondió Tona de forma escueta, mientras se levantaba con esfuerzo todavía algo atontonada por el golpe. Sere una niña pero soy bastante dura... se acercó al hombre y echó una mirada a ver si el coche había recibido daños, antes de añadir con aire algo derrotista. No iba a ganar nada enfrentando al anciano por muy enfadada que estuviese. Y la verdad, tampoco era su culpa: Londres lloviendo era un infierno para coches. Y aunque no lo fuera y hubiese sido aposta (que sabía bien que no), nadie se pone nunca de parte del vagabundo...se llevó la mano dolorida a la cadera, antes de estirarse un poco y subir a la acera. Debería volver dentro, se esta mojando los pantalones y los coches de detrás no van aguantar mucho sin empezar a pitarle, señor...

Prefería no pensar cuantas libras había perdido hoy...le tocaría ir a cenar a la beneficiencia, seguramente.

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26/09/2012, 11:02
Administrador

Lo cierto es que la música no servía de mucho al propósito de Edmund. Aquella música tecno, electrónica, o como se llamase, era apropiada para los fiesteros que únicamente querían deshinibirse y divertirse, ya fuese bailando o con algo menos cristiano. El problema es que cuando llevas un par de copas en el cuerpo y puedes decir que tienes cuerpo de bombero, no hace falta más tarjeta de presentación que esa, por lo que las relaciones sociales no suelen ser un problema. Ventajas de ser atractivo, atlético, fuerte, duro, y en definitiva, el arquetipo de cachorrillo que una quiere a su lado al salir del local para que la acompañe a casa.

Pero ese no era el verdadero problema. La mayoría de la gente estaba ahí por una cuestión de necesidad corporal muy primitiva, pero otros, no. Había gente como Dawn que sólo quería divertirse, aunque fuese aparentemente de una forma bastante indecente. Y otros como Edmund sólo estaban complaciendo a sus amigos y estaban ahí por compromiso.

Tampoco es que bebas mucho alcohol negro si no quieres ser el alma de la fiesta, y más teniendo en cuenta que las copas se cobraban precio de oro líquido, como en todos los locales nocturnos. Eso era en Europa, América, Asia, y Marte.

El supuesto inspector Lestrade había desaparecido por una puerta, ocultándose a plena vista y dispuesto a hacer lo que fuese que debía hacer. Edmund, solo en la barra, obligado a escuchar aquella música zarandea-neuronas, intentaba encontrar a su compañero, Greg.

En la pista era imposible encontrarlo. Dawn cantaba a diez quilómetros como la atractiva rubia que se contoneaba entre una masa de hombres, pero el sexo de Greg no le ayudaba a distinguirse de entre las masas. En la pista había demasiada gente, apretujada, obligándose a golpearse unas con otras al ritmo de la música, a falta de decir que algunos más que golpearse por accidente se frotaban, y no todos por accidente. La cuestión era que distinguir los rasgos de alguien en aquel embotado ambiente lleno de luces y gente apretada era una misión prácticamente imposible. En la pista no lo vería ni por asomo.

Buscó en la barra. Aquella hilera de taburetes y vasos de chupito o tubos se prolongaban a ambos lados de Edmund. En un lado acababa golpeando una pared de un caderazo, pero en el otro giraba, accediendo a algo parecido a un reservado en la planta baja. No era propiamente un reservado, pues no había muros y todo el mundo podía acceder, pero las luces eran constantes y oscuras, dando un ambiente más íntimo y apto para algo que no fuese zarandear la melena en círculos al ritmo de la música.

Seguía escuchándose aquel infernal sonido, obviamente, pero menos, pues allí no había altavoces y sólo llegaba el ruido de la pista. Seguía siendo fuerte, pero al menos podías hablar con alguien sin tener que gritar a pleno pulmón. Y estaba lleno de sofás y mesas bajas donde dejar las copas, y en algunos casos, los pies. Ahí era donde la gente iba a mirar o darse el lote tras una caza exitosa, y la gente de la barra allí no estaba tan apretujada, si bien seguían habiendo más de diez y más de veinte listillos que habían decidido hacer "cola" allí en lugar de en el lado orientado a la pista. Lógicamente, la cola seguía siendo gente desperdigada a lo largo y ancho de la barra.

Allí, encaramado sobre la negra superficie donde se dejaban los vasos, había un chico pelirrojo, con el cabello y la barba parecidos a los de Greg. Además, tenía su constitución ósea. Estaban en Londres, y escoceses podía haber demasiados, por lo que quizás no fuese él, pero se le daba un aire. Lástima que estuviese oscuro y rodeado de más clientes.

Fuese o no su compañero, estaba hablando con la camarera mientras le servía algo de beber de color alquitrán. El chico hablaba con una sonrisa, haciendo gestos. Parecía que estaba flirteando. Si era Greg, ¿por qué haría algo así? No tenía sentido, las camareras estaban hartas de espantar a moscas cuando trabajaban. ¿Era un nuevo reto? Greg no solía intentar superarse a la hora de ligar. Eso restaba puntos para que fuese él, pero nunca se sabe.

Mientras tanto, en la pista, Dawn le había arreado un garrazo a un ario. Malo.

Edmund, cual caballero andante, intentó nadar entre masas de cuerpos para alcanzar el lugar en cuestión. Por el camino, mientras a duras penas caminaba con la copa pegada al pecho, notó como algo le tocaba el trasero, concretamente la nalga derecha. Al girarse, no pareció que fuese nadie. Le habrían golpeado por accidente seguramente. Obviamente, recibió multitud de pequeños empujones, pero ese fue el único que dio en un sitio poco accesible de normal.

Finalmente alcanzó a la chica. El hombre, claramente ofendido, pues creía merecedor de un "trofeo" como Dawn, farfullaba algo, pero era absurdamente difícil escucharle con la música tan alta. El resto de chiquillos se había dispersado cual enjambre de hienas ante un rival superior, dejando solos en aquel triángulo a la tigresa, el ario y el bombero. Estaban rodeados, pero juntos, y era casi imposible moverse para ganar espacio. Estaban condenados a estar juntos a no ser que se fuesen por su lado, y no parecía ser el caso.

Dawn, visiblemente molesta, te hizo una señal confusa con un movimiento brusco de la mano y gritó algo, pero no se escuchó nada entre la música. El chico te miró, arrugando el entrecejo. Seguramente no tenía ni idea de quien "cojones" eras, y no parecía tener intención de tener a otro "moscardón" rondando mientras parecía fracasar en su conquista.

Aquello podía acabar en un ojo morado y la expulsión al asfalto de la calle a manos de un gorila de dos metros de alto por dos de ancho.

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26/09/2012, 21:24
Candice Bradley

El inconfundible sonido de la voz de su padre tranquilizó enormemente a Candice. Era como un bálsamo que aliviaba sus heridas psíquicas y le hacía sentirse segura, como si un manto protector la rodease y la apartase de todo aquello que temía. 

Sonrió mientras una nueva lágrima corría por su rostro, oculta por las sombras de la noche. Se apartó un mechón de pelo que le tapaba la cara, dejándolo detrás de su oreja, y se acercó a su padre. 

Al principio no habló, simplemente lo rodeó con sus brazos y apoyó la cabeza sobre su pecho. Aquel era uno de los momentos que la transportaban a su infancia. Candice volvía a ser una niña que se protegía en los mayores. Sólo la presencia de su padre podía sumirla en ese estado. Se aferró a su faro de tranquilidad hasta que se decidió a hablar.

- He tenido una pesadilla - dijo, medio llorosa. Sabía que su padre le había hecho una pregunta directa, pero Candice necesitaba sentirse protegida durante un rato. En la oscuridad de aquella noche cerrada, después de una pesadilla, no le apetecía aventurarse sola por los oscuros recovecos de su casa - Podemos ir juntos a por las velas, seguro que tenemos por ahí.

Sonrió un poco, más animada por la cálida presencia de su padre. Y entonces trató de desviar un poco el tema, ya había tenido suficiente atención de su padre.

- ¿Cómo ha ido el trabajo?

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26/09/2012, 22:33
Arthur

El hombre rodeó a la niña con sus brazos, besándola en la frente. Tendría más de veinte años, pero seguía siendo su hija, y lo sería siempre. Para él, era una mujer, pero siempre seguiría siendo una niña en algunos aspectos. No en vano la había visto crecer.

- Ya está- susurró con voz dulzona, como si eso sirviese de algo a la hora de ahuyentar sus quimeras mentales. Siguió abrazándola un rato más, hasta que consideró que la chica ya estaba mejor. Entonces la cogió sumamente de la mano y tiró de ella hacia el salón del edificio a dos alturas.

- Vamos a buscar las velas, hoy me da que podré dormir poco- informó, si bien la segunda parte de la frase sonaba algo quejumbrosa. Arthur también llevaba unos cuantos días durmiendo mal, hasta el punto de que la noche anterior amaneció el sofá, alegando que en la cama tenía demasiado calor. Esta noche volvería a intentarlo, pero sino quizás cambiaría el colchón o ponía aire acondicionado. ¡Aire acondicionado en Londres! ¡En invierno!

Las velas, según Arthur, debían estar en el salón, pero desde luego el padre no parecía poder encontrarlas. Alumbraba con el teléfono móvil, que tenía función de linterna, pero la luz era tan insignificante que apenas servía de nada. Con las ventanas abiertas seguía entrando algo de luz lunar, pero no servía del todo.

El padre de Candice siempre había sido muy ordenado, pero de tan ordenado que era había veces en que no recordaba donde había puesto las cosas. No era un hombre estúpido, ni mucho menos, sencillamente, para el la localización de las velas era algo superfluo que no tenía por qué recordar. A lo mejor ni siquiera tenían velas.

- El trabajo ha ido bien- fue comentando el padre mientras buscaban por separado en la estancia, separándose cada vez más. Era una forma de hablar y llenar el silencio, pero si la chica había preguntado le haría ilusión, y desde luego, había algo que contar-, había bastante público, y a juzgar por los aplausos del final les gustó la actuación. De hecho- comentó más animado, pues la noticia de la pesadilla de Sophie le había desanimado- estaba Mycroft entre la audiencia. ¿Sabes quien es Mycroft, no? El hermano de Holmes. La cuestión es que se me acercó al final de la actuación. Me ofreció actuar en el Palacio de Buckingham, ¿te lo puedes cree...

El sonido de la porcelana contra el suelo interrumpió a Arthur, el cual pegó un pequeño gemido de dolor. Candice, de espaldas y a oscuras, no vio exactamente lo que había pasado, pero sí lo escuchó. Perfectamente.

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27/09/2012, 08:59
Iain McGrogan

-Hola Emma- dijo el grandullón, que intentó poner una sonrisa amable que no le salió muy bien. Emma ya sabía que Iain no era un tipo de los que expresan sus sentimientos, pero en aquel momento parecía especialmente preocupado.- Un café estaría bien, estoy calado hasta los huesos.

Después se dirigió de nuevo a Matt.

-Sí, ven conmigo por favor, tengo algunas dudas sobre el pedido...

Fue con Matt hasta el fondo de la cocina, y levantando la tapa del congelador le dijo algo en voz baja de manera que el resto no pudieran oirlo.

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27/09/2012, 09:03
Iain McGrogan
Sólo para el director

Abrió la tapa del congelador y dirigió la mirada a las bolsas. Después le dijo en voz baja.

-¿Que hace eso ahí Matt? Sabes que te aprecio, y no me gustaría que te metieras en un lío por eso. O lo que es peor, que todos acabáramos metidos en un lío. He creído que deberías saberlo.

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27/09/2012, 11:14
Emma Swan

Emma asintió sonriendo. No le importaba que a la gente le costase ser más abierta y social, siempre y cuando lo intentaran, y por eso le caía bien Iain. Ahora te lo traigo. Y salió de la cocina para entrar minutos después con un humeante café.

Te lo dejo aquí. Le dijo dejándoselo a un lado, algo alejado, para no entrometerse en la conversación y volvió a salir.

Y tú Trevor... ¡vete ya hombre! ¡Que me pones los dientes largos! Dijo riendo divertida y volvió a salir de la cocina, para ayudar a Claire con los clientes ahí fuera.

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27/09/2012, 11:32
Thomas Campbell

El anciano, visiblemente preocupado, traqueteó bajo la lluvia y sin paraguas hasta arrodillarse en el suelo, cerca de donde había aterrizado la vagabunda minutos antes. Si el hombre sentía algo por la condición de la chica o la había notado, no lo demostró. Recogió algo del asfalto y se acercó a la chica.

- Se le ha caído esto- comenzó mientras se lo tendía sujeto entre los dedos índice y corazón de la mano derecha. Una mano ligeramente arrugada, pero que todavía mantenía el color y la energía. El objeto en cuestión era la tarjeta verde con una nota amarilla pegada gracias a un clip de metal. Debía habérsele caído al ladronzuelo en su huida. Sin embargo, el anciano no hizo amago de leerla, seguramente para respetar la intimidad de la chica.

El hombre miró a la chica a los ojos, visiblemente nervioso. No sabía muy bien qué decirle. La chica no parecía haberse tomado a mal el incidente, y no parecía herida, pero igualmente la había atropellado. Había sido imprudente cruzando de noche la calzada a la carrera, pero no le dio importancia. Él también había sido joven y había cometido imprudencias, y suponía que no le hubiese gustado que el hombre que le atropelló le sermonease en aquel momento.

- ¿Quiere que la lleve a alguna parte?- se ofreció- No parece tener paraguas, y es lo mínimo que puedo ofrecerle.

El hombre quería hacer algo para aliviar su conciencia. Atropellar a la chica había sido un acto que le carcomía por dentro. Todo había salido bien, pero podía haberla matado con un poco menos de suerte. Y a su edad, ver que sus habilidades al volante y sus reflejos habían disminuido le hacía sentirse viejo e inútil, algo que detestaba.

La calle era de doble dirección, y a esas horas no había mucho tráfico. Los pocos vehículos que circulaban pasaban por el lateral del vehículo. La mayoría ignoraban a los accidentados, suponiendo que aún no habían tenido tiempo para apearse a un lado de la calzada por algún motivo, pero alguno que otro pitaba o decía algo.

En las manos de Tona estaba decidir si viajaba sola o se dejaba llevar por aquel hombre desconocido pero afable.

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27/09/2012, 11:49
Administrador

No se supo nada más del posible accidente, al menos por el momento. El sonido de los pasos de Sophie y el desconocido, junto con algún papel que surcaba la noche revoloteando y alguna alimaña eran lo único que llenaba el silencio. Las farolas, dispuestas a lo largo de la alargada calle, iluminaban mínimamente la estancia, aunque la visibilidad no era ni de lejos la de día.

El desconocido pareció girarse, curioso, cuando la chica marcó el número de la policía, pero al ver que simplemente informaba de algo que él desconocía no le dio importancia. Los chicos se pegaban, era un hecho. Volvió a mirar al frente, ignorando los actos de humanidad de la chica. Era cuestión de tiempo que la chica comprendiese que en la realidad esas cosas estaban fuera de lugar, y que el más fuerte no era el más bondadoso.

La operadora, por su parte, atendió la llamada de auxilio e indicó que mandarían a una unidad, para luego despedirse. Posiblemente lo hiciesen, pero cuando llegaría era otra cosa. No es que la policía fuese ineficaz, ni mucho menos, pero con la tasa de delincuencia subiendo había que contratar a más oficiales o acabarían desbordados. Cuanto daño había hecho la desaparición de Sherlock, aunque mirado eso valdría como lección para el futuro. No se podía depender de una persona para mantener el orden de una ciudad, había sido una locura.

El hombre miró de reojo a la chica cuando le habló. Y suspiró, ligeramente molesto. Atando cabos supuso fácilmente que estaba condenado a estar a su lado para que la mocosa no acabase hecha papilla a manos de una panda de matones adolescentes, y que probablemente alguien, quizá un conocido suyo, no hubiese tenido tanta... suerte, por decirlo así, pues su compañía no era motivo de alegría.

- No- comenzó respondiendo con voz fría y clínica, cual forense-. Voy a trabajar. Turno de noche. Sanidad- se limitó a decir, pues no podía ni quería hablar sobre aquel tema. Si era un secreto para la Camarilla y el Sabbath, más lo iba a ser para un simple recipiente.

Pero Sophie, inteligente, intentó descubrir algo más allá de la superficie del enigmático hombre. Ataviado con esas ropas de pies a cuello y con un porte glaciar y distante era difícil adivinar nada sobre él.

Sobre el precio de su ropa, nada se sabía. Podía tener veinte años y haberse adquirido de un contenedor de la basura o podía haberla comprado ayer en una tienda de lujo. Parecía atemporal, falta de rasgos distintivos. No estaba sucia, pero no parecía ostentosa. Sobre su calidad, era difícil adivinarla. Podía ser resistente y duradera o frágil y perecedera. Sea como fuere, los guantes, la gabardina y los zapatos no daban demasiada información de si mismos. Podría decirse que no eran muy extrovertidos.

Pero llevaba un teléfono móvil en el bolsillo de la cazadora, y una cartera. El relieve marcado suavemente sobre la ropa era claro. Además, del bolsillo superior, cerca del pecho, asomaba una tarjeta de visita y un bolígrafo negro. Algo parecido a las llaves de una casa sobresalían del pantalón, brillando cuando la gabardina tenía a bien apartarse un segundo. Eran unas llaves grandes, y metálicas, más propias de un caserón con verja y jardín que de un pequeño piso en el centro.

Aquella información era útil, aunque no tanto como la pistola con silenciador que llevaba escondida en un bolsillo interior, bajo el pecho. Su calibre y tamaño no estaba muy claro, pero cuando el hombre se abrochó la gabardina para ocultar el manojo de llaves, por un segundo aquel arma se grabó en el relieve antes de que la ropa se ajustase repartiendo la superficie. Podía ser un objeto parecido, pero esa lo primero en que se pensaba al ver algo de esas dimensiones. Si era veterinario aquello podía contener inyecciones, pero aún así debía haberlo llevado dentro del maletín.

Por último, algo parecido a un juego de bolígrafos se ocultaba bajo la presunta pistola. Estaban unidos por algo, seguramente su contenedor o un separador, pero seguían juntitos como hermanos o novios. Eran pequeños, y del tamaño de un lápiz o un bolígrafo, así que debía ser eso último.

Sophie, no satisfecha, bajó más la vista, a los zapatos. Aquel hombre apestaba a tierra recién removida, pero no parecía tener tierra en la suela ni en los laterales. Bueno, ni en ninguna parte. De hecho, los zapatos estaban limpios como si se hubiesen pulido hace relativamente poco. Era difícil saberlo con seguridad, pues el traje era largo, casi hasta los zapatos, y al caminar el ángulo de visión, variaba, lo cual unido al defecto visual de Sophie hacía las cosas más difíciles, pero desde luego, si tenía tierra no estaba en un lugar visible desde ahí y no debía ser suficiente para hacerle oler de esa manera. Por la ropa no debía ser, siempre y cuando por dentro no estuviese cubierta por una capa marrón.

Y entonces sonó un mensaje de texto en el sonido que Sophie guardaba en el bolsillo. ¿A aquellas horas un nuevo mensaje? Su padre preocupado, o su amiga Candice, o vete a saber si era simple publicidad.

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27/09/2012, 12:01
Tona
Sólo para el director

Tona cogió la tarjeta con curiosidad, antes de echarla un vistazo rápido para identificarla. Sabía bien que no era suya, pero si podía llevarla hasta su dinero -o al menos hasta su agresor- iba a usarla sin impunidad. Al fin y al cabo, aquel hombre de pelo fosco no parecía haber tenido muchos remordimientos robandola su sueldo. Ya que estaba iba a culparle del dolor de su cadera: ¡ni siquiera se había parado a ver si estaba muerta! ¿Y todo por qué? ¿Por 30 libras? Ya podían ser más, pero la indignaba que hubiese gente que considerase que una vida valía tan poco, por muy indigente que fuese.

Jugueteó con la tarjeta en las manos, visiblemente pensativa. Lo cierto es que estaba más que dispuesta de aceptar la ayuda de aquel hombre pero ¿adonde debía ir? ¿a la policía? Podría ir a informar, pero nadie iba a devolverle su dinero y desde la muerte de Sherlock Lestrade seguramente tenía mejores cosas en las que pensar. Suspiró, algo desanimada. Se conformaría con buscar algo caliente y algún vagabundo al preguntar sobre su pequeña desgracia personal.

- Muchísimas gracias. Se lo agradezco. Sonrió al hombre con toda la ambilidad que pudo, intentado olvidar la amargura y el odio hacia le ladrón. Se paró un par de segundos a mirar a los pocos coches que pasaban por la calle mientras buscaba mentalmente la ruta para llegar al comedor. ¿Sabe donde está el comedor de la beneficiencia? Me da la sensación de que va a ser el único sitio donde voy a poder permitirme cenar hoy...

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27/09/2012, 22:51
Administrador

Trevor dedicó a la chica un último gesto que quería decir claramente; whatever you say, bitch.

Obviamente, esa no era la traducción literal, pero sí las palabras que el chico hubiese utilizado de haberse expresado con palabras. El hombre simplemente se expresaba así, aunque no lo hacía con malicia alguna.

Pero ya fuera de la cocina, Emma vio que su compañera, Claire, se las estaba apañando bastante bien para atender a los clientes. Ya no había mucho trabajo a esas horas, y todo era cuestión de poner alguna copa y quitarla, muy poco más. Debían haber unos diez clientes, y parecían ultimando sus cosas, ya fuese trabajar en un ordenador portátil o manipular su teléfono móvil a tecla viva hablando con quien fuese. Sólo parecía haber un par de parejas.

Sin embargo, la rubia le indicó con un gesto de la mano a una chica morena, de mediana edad, sobre la treintena, que estaba sentada en un taburete de la barra. Tenía cara de perrillo magullado, aunque físicamente parecía encontrarse perfectamente. Era simple laconismo. La mujer, al ver a la camarera, intentó sonreír forzadamente para intentar proyectar una imagen que suavizase su estado.

No estaba mojada, por lo que su paraguas debía estar junto a todos los demás, en la entrada. Y acababa de llegar, pues Emma no recordaba haberla visto antes.

- Disculpe- le dijo con voz rota a la chiquilla-. ¿Puedo hacer una llamada de teléfono?- arrugó el entrecejo, como si dudase si dar o no más datos. Finalmente, creyó que aquello parecía simplemente querer ahorrar dinero y hacérselo gastar al local, por lo que añadió-, es para hablar con la policía.

Y aún así, no parecía tener prisa por ello.

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28/09/2012, 13:39
Administrador

Trevor dedicó a la chica un último gesto que quería decir; whatever you say, bitch.

Obviamente, esa no era la traducción literal, pero sí las palabras que el chico hubiese utilizado de haberse expresado con palabras. El hombre simplemente se expresaba así, aunque no lo hacía con malicia alguna. Sin embargo, Iain apenas le conocía, pues la cocina no es una parte del negocio que suela relacionarse con la clientela de forma habitual. Podía interpretarse como un gesto bastante afeminado y borde.

El café del repartidor reposaba tranquilamente sobre el congelador contiguo, humeante. Si Matt pensaba cobrarlo no lo dijo, así que probablemente invitase la casa. No era un gran gesto, pero en aquel local nadie del personal tenía el suficiente interés en lucrarse como para cobrarle un triste café a un repartidor calado de agua hasta los huesos.

Lo que sí hizo Matt fue poner los ojos como platos al ver aquellas dos bolsas de sangre en el congelador. Por un instante se quedó congelado. Lentamente, giró la cabeza hacia Iain, con el horror reflejado en el rostro. Abrió los labios, pero no dijo nada hasta pasados unos segundos.

- Sí, definitivamente debería saberlo- comenzó tenso. Hizo otra pausa, procesándolo- Gracias por la discreción, chico- le puso una mano en hombro izquierdo, intentando empalizar con él, aunque quizá se sintiese molesto. Al camarero y dueño del local le temblaba el pulso, lo cual era algo raro, pues siempre había sido un hombre muy confiado y seguro de si mismo. Definivamente, ese no era su día en cuanto a nervios se trataba-. Por descarte, diría que alguien quiere que no pasemos el control de sanidad rutinario de mañana. Pero no sé quien demonios podría querer algo así.

Miró el café, y pensó en bebérselo, pero entonces decidió que sería mejor no robárselo al grandullón. Y mientras tanto, el cocinero se había metido en el cuartito de empleados, seguramente para cambiarse de ropa y largarse de una vez a su casa.

Matt agarró las bolsas de sangre con una mano, y las levantó mirándolas con expresión inescrutable, nervioso.

- Yo me desharé de ellas, ¿te parece?- le preguntó a Iain. En teoría no debía preguntarle, pues el local era suyo, pero aquel brote de nuera junto con la ilegalidad de aquella situación le ponían en un membrete bastante apretado de tuercas.

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28/09/2012, 13:53
Emma Swan

Emma la miró preocupada y se empezó a montar su película sobre qué podía ocurrirle. Cuando se dió cuenta de que no le había respondido. Pegó un ligero salto y asintió con la cabeza.

Por supuesto, señora. Está en la pared al lado de la barra. Se lo señaló. Pero... ¿se encuentra bien? ¿Por qué quería llamar a la policía con esa tranquilidad. Era todo un poco misterioso y la curiosidad que sentía Emma en aquel momento era demasiada. No sería maleducada y oiría la conversación, pero de buena gana lo haría.

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29/09/2012, 09:08
Candice Bradley

Mientras Candice tanteaba en la oscuridad para buscar las velas, trataba de recordar el lugar donde creía que su padre las había guardado. La voz de éste llenaba el espacio que los separaba y la reconfortaba. Cuando él comenzó a hablar de su trabajo ella asintió, sonriente. Lo usual era que todo el mundo aplaudiese emocionado cuando su padre acababa una actuación. 

Cuando su padre mencionó lo de Mycroft ella comenzó a emocionarse. ¡Claro que sabía quien era! ¡Y le había pedido a su padre que hiciese una interpretación en el palacio! 

- Eso es... - comenzó a decir mientras se agachaba un momento para registrar unos cajones. Entonces escuchó un ruido. Aquel estruendo sumado al gemido de dolor hizo que saltaran todas sus alertas. 

- ¡Papá! - exclamó automáticamente mientras se alzaba - ¿Estás bien? 

Trató de avanzar por la oscuridad buscando la luz del móvil de su padre. 

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29/09/2012, 10:04
Iain McGrogan
Sólo para el director

El grandullón tomó su café de encima del congelador, y dando un reconfortante sorbo a líquido caliente se encogió de hombros. Llevaba mucho tiempo repartiendo carne, y había visto cocinas que daban literalmente ganas de vomitar. No sabía como se las arreglaban para pasar las inspecciones... bueno, se lo imaginaba. El bar de Matt, sin embargo, estaba impoluto. Realmente no era justo que alguien le hiciera alguna jugarreta y se lo cerraran temporalmente. Un asunto así podía acabar con la buena reputación de cualquiera.

-Claro, es tu local. Tranquilo, yo  no he visto nada.- le dijo, y acto seguido tomo otro largo trago del café, apurando la taza. El calor le recorrió el cuerpo por dentro, pero no se podía hacer mucho por el exterior, que estaba calado hasta los huesos.- Tengo que seguir con mi ruta, o no terminaré a tiempo. 

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01/10/2012, 02:12
Edmund Young

Se formó una especie de "cordón de seguridad" alrededor de Dawn y al tío al que bruscamente se había quitado de encima.

Edmund se dio prisa en viajar desde la barra hasta aquella zona, pero mantener el vaso en posición vertical, mientras uno se escurre entre los cuerpos de otras personas que están saltando y moviéndose en extrañas danzas alcohólicas era una tarea complicada.

La repentina ausencia de cuerpos en las inmediaciones cuando llegó a la zona le provocó una sensación de libertad abrumadora. Odiaba nadar entre gente. Una cosa era estar en un sitio más o menos fijo, haciendo el payaso y digamos que "dominando" tu medio metro cuadrado personal, y otra muy distinta moverse entre la marabunta de gente.

Dawn gesticuló hacia él y gritó algo, pero como era obvio Edmund no entendió absolutamente nada. El tipejo le miró con desdén, pensando que era otro cualquiera que iba a robarle la presa.

- Me pregunto porque esta gente no entiende el significado de la palabra "No" - pensó - Es una palabra muy fácil, la mayoría de los perros la comprende. Si no entiende eso no creo que entienda el sutil significado de un zarpazo en la cara.

Soltando un suspiro que no oyó casi ni él mismo, debido a la música, se dirigió hacia Dawn sin perder de vista al otro, por si acaso, y le plantó un beso en los labios. Ella estaba enfadada y al principio no colaboró mucho, pero pareció entender la idea enseguida. Mientras se besaban Edmund rodeó a su chica con un brazo, en un gesto protector. Cuando el beso acabó, Edmund miró al rubiales enarcando las cejas y con una sonrisa en la boca. Levantó el vaso como si estuviese brindando, pero lo sacudió una vez arriba... como si estuviese espantando una mosca.

Edmund le pasó el vaso a Dawn.

- Venga tio, - pensó - coge la indirecta. Ella está conmigo, no vale la pena pelearse por esto.

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01/10/2012, 19:48
Sophie Campbell
Sólo para el director

Habían sido apenas un puñado de palabras, pero aquella insistencia en no mirarla a los ojos mientras las pronunciaba bastó para ponerla en tensión: ya le había parecido sospechoso que alguien, a quien le importaba tan poco empaparse bajo la lluvia -y pasar frío- que rechazaba un paraguas, llevase unos guantes y una bufanda que le cubría el rostro, pero ¿por qué le mentiría en algo tan inofensivo como su trabajo?

Y por supuesto, estaba la silueta de aquella pistola. Si no la hubiese visto, podría haber llegado a pensar que aquel hombre se había inventado su oficio para impresionarla o ganarse su respeto, pero lo había hecho. Y si él se enteraba, seguramente la mataría, la descuartizaría, y después la arrojaría al Támesis.

Parece algo importante -le respondió con voz ligeramente temblorosa ¡Contrólate! Fingir delante de los demás no se le daba muy bien -y de hecho le disgustaba tener que hacerlo- pero aquella vez había mucho más en juego que en otras ocasiones.

En aquel ambiente, el simple sonido de su móvil restalló como un trueno en su bolsillo, y Sophie no pudo evitar una ligera convulsión de sorpresa- Lo siento... eh, ¿puedo...? -Idiota, no le pidas permiso para contestar se reprendió a sí misma al segundo siguiente. Ni siquiera le había dedicado una mirada antes de llamar a la policía; seguramente resultase muy sospechoso que le preguntase ahora... ¿o no?

Con las manos algo sudorosas, la joven sacó el teléfono y lo abrió para leer el nuevo mensaje, al tiempo que intentaba con todas sus fuerzas no lanzarle ninguna mirada de reojo a su acompañante.

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01/10/2012, 21:49
Administrador

La canción cambió. Música coreana, posiblemente. Esta gente con dar de dar botes escuchaba cualquier cosa. El DJ desde luego no se molestaba demasiado en hacer mezclas, si bien justo cuando la pequeña aventura de Edmund empezó había sonado una aceptable. Y no sería porque no habían. Las había a montones, y sin derechos de autor. O le pagan poco al mezclador de turno o estaban tirando a base de material mal enlatado. Sea como fuere, era de esperar. El precio de entrada a la discoteca variaba según el pinchadiscos, y en aquella ocasión había costado el mínimo. Quince libras. Barato siendo ese lugar, aunque para apuñalar ya estaban las copas.

Dawn al principio pareció apartarse, pues estaba molesta. Sin embargo, en el tiempo que se tarda en establecer una unión sinóptica en el cerebro, una sonrisa apareció en los labios de la chica. Una sonrisa, por supuesto, mal compuesta por culpa de Edmund.

Y la mujer, cual mantis religiosa, aferró el cuello de Edmund, devorándole con una pasión considerablemente exagerada, probablemente para encelar al ario que observaba la escena atónito.

Al final Edmund se había llevado un mordisco en el labio, e incluso le pareció notar el sabor de la sangre en los labios. Esa rubia tenía peligro, y no poco. Su forma de besar tan sólo era comparable a su capacidad para romper corazones. Y todo por culpa de su personalidad ligeramente infantil. Ser una persona vital y alegre tenía su pago, como todo en esta vida... y en las otras. Que se lo digan a los colmilleros.

El ario negó con la cabeza mientras se desinflaba cual balón de playa o matón de discoteca frente a una banda de gitanos armados. Aquello no se lo esperaba, para nada. ¿Aquel mosquito moreno? No se merecía a tal mujer, pero la tenía. ¿Qué podía hacer? Nada. Sonrió intentando parecer irónico y le enseñó el dedo corazón a Edmund, pero no parecía muy convincente. Más bien tenía pinta de querer conservar la poca hombría que le quedaba entre las piernas. Se dio la vuelta y se fue por donde había venido. Con aquel estado de ánimo necesitaría un par de lingotazos más para intentar ligarse a otra. Y desde luego, a alguna que no fuese rubia.

El vaso de Edmund se le escapó de las manos, o más bien, se lo arrebataron. Dawn, con una sonrisa infantil cual hija caprichosa, agarró el vaso y comenzó a beber a lo que le daba de sí la garganta, inclinándose hacia atrás. Cual traga-traga de universitaria. Su mano izquierda aferraba el vaso, y su mano derecha, la hábil, el hombro de Edmund para que supiese que no se olvidaba de que estaba ahí... y para asegurarse de que no se fuese y estuviese pendiente.

No pudo con todo el vaso, pero sí con la mitad. Se lo tendió de vuelta al chico, y se acercó ligeramente para gritarle algo que pudiese oír.

- ¡Gracias! ¡Pensaba que iba a tener que proclamarme lesbiana o algo así!- rió enseñando su hilera de blancos y perfectos dientes. De pequeña había llevado aparato, y se había tenido que blanquear la dentadura un par de veces. No es que fuese muy constante a la hora de cepillarse, y eso que era muy buena "cepillando", pues, por decirlo de alguna forma suave, le ponía energía y garras al asunto- ¡Oye! ¿¡Y Greg!?

Gritaba a pleno pulmón pero se la escuchaba amortiguada. Maldita música. Aunque tenía razón, el chico llevaba mucho tiempo desaparecido. ¿Lo había visto Edmund en la barra o era su doble? El de la camarera. Bueno, y estaba el asunto del Inspector, pero eso Dawn no parecía saberlo.

La chica puso los brazos a los lados, con las palmas de las manos hacia arriba. Mientras tanto, negaba con la cabeza, manteniendo el entrecejo arrugado. Venía a decir que ella no tenía ni idea, y que realmente se lo estaba preguntando, aunque no por ello dejaba de pasárselo bien.

Sea como fuere, no se excusó por haberse rodeado de hobbits.

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01/10/2012, 22:13
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El grandullón había vuelto a su camión, y viajaba, por fin, de camino a su casa. Una canción aleatoria, en una emisora cualquiera, sonaba a través del equipo de música incorporado en el vehículo. Para combatir el incesante sonido de la lluvia y el sueño que provocaba el motor del vehículo. El café le había ayudado a mantenerse despierto, y los ojos no parecían querer cerrarse, pero esa nube de gas que se instauraba en el cerebro después de comer estaba ahí, invitando a Iain a llegar a casa y arropar a las sábanas de su cama cual fieles amantes.

Matt se había quedado las bolsas de sangre, e Iain le había dicho, acertadamente o no, que se haría el ciego, sordo y mudo. El camarero, aliviado, escondió las bolsas de sangre de nuevo en el congelador, amparándose en que así el cocinero no tendría que verlas. Así pues, Trevor se marchó, Iain acabó su reparto, y le siguió. Matt aseguró que las bolsas ya no estarían allí mañana, y así sería. Otra cosa era donde acabasen. Sólo el lo sabía.

Pero no todo eran malas noticias. Había salvado al chico de un apuro bastante serio con el inspector de sanidad, pues la multa hubiese sido más que considerable, si es que no le llevaban a juicio. ¿Tener bolsas de sangre en un pub-restaurante? Ni que fuese un club que atendiese a las parafilias de cada uno, ¿no?

El asiento de Iain estaba mojado. La próxima vez se traería una toalla, o un chubasquero, o un algo. No parecía que fuese a llover, pero lo había hecho. La lluvia aún era soportable cuando Iain estaba trabajando, pero ahora, a la vuelta, se había convertido en algo insufrible. Llovía a cántaros. Sólo faltaba granizo, pues algún rayo esporádico ya sonaba. La ventaja era que había poco tráfico, aunque las ruedas del camión amenazaban con seguir bailando todo el viaje.

Quizá fuese buena idea ducharse al llegar a casa, y poner a tender la ropa, o lavarla. Eso ya dependía de si Iain la consideraba lo suficientemente sucia, o de cuanto valorase ir impecable. Desde luego, si la dejaba como estaba iba a reducirse a un amasijo de dobleces con la consistencia del cartón.

¡¡¡¡¡!!!!!!

Surgido de una esquina, una sombra borrosa echó a correr hacia la calzada. Si Iain no hacía algo con toda seguridad lo arrollaría. Ese descerebrado no parecía haber mirado por donde iba ni quien había. Corría como un poseso, como si le fuese la vida en ello. Pero no podía verse mucho más. Agua, lunas empañadas, velocidad de reacción, oscuridad, un accidente de tráfico inminente.

Joder. ¿Cuantas cosas más podían pasarle en una sola noche? Eso era tener mala suerte. Le habría mirado un tuerto o algo.

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01/10/2012, 22:33
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La lluvia se intensificó, y no poco. Si ya persiguiendo a ese sinvergüenza la pobre Tona se había salpicado a sí misma con más de un charco al pisar, lo que era una lluvia se convirtió en una auténtica noche Londinense. Nadie en su sano juicio abandonaría el calor y la calefacción de su hogar por una lluvia así. Se oían truenos incluso, y no uno ni dos. A lo lejos, un par de rayos golpearon antenas de repetición, o tomas de tierra, o vete a saber qué. La cuestión es que las luces de los edificios afectados se apagaron como luciérnagas demasiado viejas para seguir respirando.

Y en sus manos, Tona pudo ver lo que se le había caído a su agresor. Era la entrada de una discoteca. Ministry of Sound, la discoteca más famosa de todo Londres. El precio para entrar, según JO, solía valer quince libras, aunque variaba según el DJ que tocase aquella noche. Por qué el irreverente vagabundo asiático sabía eso era un misterio, pero era JO. ¿Qué no sabía el de Londres? Se conocía cada esquina cada local y cada gato. Esto último, si hubiese sido verdad, hubiese sido, siguiendo el tópico, las delicias de los restaurantes orientales.

El papel, verde oscuro, era un ticket de descuento para aquella noche. No era difícil hacerse con uno de esos. Cualquier "relaciones públicas" que trabaje directa o indirectamente para el local podía proporcionar uno, y no eran para nada exclusivos. Hasta un vagabundo matado y sinvergüenza podía conseguirlas con facilidad. Así que eso no le decía nada.

Pero la nota adjunta sí. Era un papel amarillo, adjuntado a la entrada de la discoteca con un clip de metal. Al ser de papel y no de plástico como la entrada, estaba casi desecha, con la tinta negra corrida cual adolescente, pero aún podía leerse a duras penas.

"Pick up the corpse of Lestrade at midnight. Back door"

Recoge el cadáver de Lestrade a medianoche. Puerta trasera. Eso decía justo antes de que se hiciese añicos en los dedos de la vagabunda. A la mierda la nota, a la mierda las huellas, si es que las había, y a la mierda todo. Sólo le quedaba la entrada a esa discoteca. Y Tona no es que soliese ir mucho de fiesta a locales así.

Mientras tanto, el amable anciano con la conciencia herida le había dicho a la vagabunda que, para no interrumpir el tráfico, se apearía a la parada de autobuses. Y así lo hizo. Ya no pasaba ningún bus de esa línea a tales horas, por lo que los Taxis serían el único problema. Aun así lo lógico es que fuesen comprensivos con el ancianito, que el pobre acababa de atropellar a una chiquilla.

Y allí se plantó nuevamente, al lado de Tona. No tenía las llaves del vehículo en la mano, y las luces del mismo seguían encendidas, si bien las puertas estaban cerradas con las ventanillas subidas. El motor estaba en marcha.

- ¿Comedor de la beneficiencia, me dijo señorita...?- dejó la frase en el aire, pues no sabía el nombre de la chica. Quizás se lo hubiese dicho, pero nervioso como estaba, ni recordaba si lo había hecho o no. Se frotaba las manos, buscando calor, mientras sostenía un paraguas negro bajo el hombro. Era considerablemente grande, y había pasado a cubrir también a Tona. Ambos estaban empapados, pero a Tona el agua parecía llegarle hasta el corazón. Su cabello se pegaba a la piel y la ropa como los pulpos a las mujeres atractivas- Si quiere, puedo ofrecerle... ofrecerla- rectificó creando un laísmo por cuestiones de... ¿igualdad de género?- algo de cenar. Vivo aquí cerca- señaló algún lugar a través de los edificios, por lo que sólo se identificaba la dirección-, con mi hija, madre soltera, y mi nieta.

Los ancianos siempre dando información de más sobre su vida. Pero bueno, al menos ofrecía un plato de comida, y no parecía ningún psicópata. Al contrario, parecía ser exactamente eso, un simple anciano encantador más. Enérgico y con buen corazón, que buscaba aplacar una conciencia herida.

Pero es que, por otro lado, si la información de la nota era cierta Lestrade estaba a punto de morir, si es que no lo había hecho ya. ¿Qué hora sería? Hace poco eran las once, y la nota rezaba las doce.