Partida Rol por web

Sujetó con fuerza su bastón al ver lo que estaba sucediendo, esperaba que Diego fuese capaz de ponerles en vereda, si no ¿Qué deberían hacer? Observó alrededor, ¿Cuántos hombres del marqués habían allí? sin duda estaban en desventaja y aquellos soldados estaban entrenados, pero... bueno, ellos contaban con la ayuda de Dios, aquellos hombres no parecían muy devotos. 

Esto parece que non llegará nunca a su fin. Pensó cansado de haber de enfrenterse al enemigo a cada paso y también compadeciéndose de la pobre muchacha.

El soldado se zafa de la presa de Diego sin problema. Por lo menos deja en paz a Jimena, a la que suelta para empujar débilmente a Diego, pero este apenas se mueve.

​-¿Mandrí? Tu si que ereh un mandrí-

​Dice a la par que se levantan sus tres compañeros y toman posiciones intentando rodear a Diego. Jimena, liberada está aparte, igual que Julian, que parece preparado con su palo.

Jimena busca su cuchillo, por si la situación empeora demasiado y hay que salir de ella a apuñaladas. También observa a su alrededor en busca de un arma contundente, en caso de que la pelea no se vaya tanto de madre.

Diego insta, quizás no de las mejores formas, al soldado a dejar a Jimena. Claro que con lo que estaban haciendo es lógico que el hombre no les pida por favor ni con voz melosa que dejen a la muchacha tranquila, todos saben cómo las gastan estos tipos, aunque no hace falta descubrir hasta dónde serían capaces de llegar.

El soldado deja a la curandera, pero a cambio parece fijar su objetivo en Diego. El alguacil es un hombre robusto y seguro que sabe defenderse, pero ¿tendrá alguna posibilidad contra cuatro guardias? Julián aprieta los dientes y frunce el ceño mientras piensa en todo esto. 

No pierdas la ventaja de la sorpresa, et nada más si face falta. El sacerdote agarra su bastón con fuerza, pero no lo alza todavía, mide las distancias, observa los soldados y trataba de pensar en algo que pudiese sacarles de aquel embrollo sin luchar. Apurado por que los acontecimientos se sucedan demasiado rápido alza la voz y, con tan solo una muy ligera idea de por dónde enfocar las cosas, improvisa con la esperanza de que aquellos hombres ebrios de vino e ira le escuchen.

- ¿Et qué dirá Don Juan de todos nosotros? ¿Qué le parecerá que sus hombres conviertan esta sala en un campo de batalla? Justamente en aquestos momentos en los que él precisa serenidad, justamente en aquestos días en que su hija está lejos et el dolor cerca, cuando puede precisar de sus hombres en cualquier momento, pero él esperará soldados dispuestos para cumplir sus ordenes, en cambio encontrará unos hombres que pelean contra cualquiera como si de borrachos de bar se tratasen...- Negó con la cabeza como si él mismo estuviese decepcionado - Ahora Sibiriana solo tiene al marqués ¿et quien tiene el marqués?- y miró a los hombres, pues allí es dónde esperaba que midiesen si en aquel momento darían la talla ante el noble si les llamase a su presencia. También era consciente de que entre sus palabras había dejado entrever que no veían con malos ojos a don Juan, aunque el sacerdote no mentía, pero personalmente lo veía de un modo muy distinto, la desgracia era precisamente que solo tenían a aquel noble, pero que sus soldados les viesen en el mismo bando podía ayudar, si es que eran capaces de discernir aquello.

Si no atendían a razones, si se abalanzaban contra Diego, Julian haría uso de su bastón para impactar de lleno y en la cabeza al segundo soldado, no el que tomó a Jimena y empujó a Diego, si no de los otros tres el que llegase primero para ayudar a agredir al alguacil. Trataría de darle un golpe tan fuerte que le dejase fuera de juego un buen rato, aunque sin pretender matarlo.

Diego se ve sobrepasado, y la adrenalina que había cegado su mente al ver como magreaban a Jimena da paso a un terror histérico, al ver que cuatro guardias del tiránico Don Juan se le echaban encima.

Los esfínteres del alguacil flojean por un segundo, pero el instinto de supervivencia saca fuerzas de debilidad y Digo levanta las manos en posición defensiva. Clamando a la paz y buscando una vía de escape con el rabillo del ojo. Su boca profiere una barata trola, con la esperanza de ablandar el pétreo corazón de aquellos solados.

-¡Haya paz! ¡Haya paz! No volía lastimarlo, pero al ver como cogía a mi mujer me jirvió la sangre. ¿Qué faría vusté si yo tocara así a su esposa? – Dice un sinceramente asustado Diego, mostrando las palmas de sus manos desarmadas.

Una vez se han ido los hombres, siento el cansancio en el cuerpo de la lucha con el bicho-Paco. No me gusta discutir con María pero esta claro que no ha entendido la siutacion asi que voy tras sus pasos a la habitación para explicarme. 

Tengo que lavarme la herida y visitar al curandero pero eso sera mañana. Ahora solo quiero descansar.

Entro en la habitacion

Maria. Dejame que me explique. No me has entendido. Estabamos buscando a Paco y las huellas desde donde lo encontramos cadaver llevaban hacia el burdel. Diego pensó que quizás habia pasado por allí y por eso fuimos a preguntar. No andaba muy descaminado Diego pues si que estuvo allí. Cuando fuimos nos atacaron y tuvimos que defendernos a mamporros. Entiendes? Por eso fuimos. 

Mañana iré a buscar a Diego y le contaré lo que me han dicho los hombres. Quiza ahi está el misterio de lo que le ha pasado a Paco. Tengo miedo por la herida Maria. Me habrá podido pegar algo Paco cuando me atacó?

El soldado mete un zurdazo en el vientre de Diego, pero este logra esquivarlo.

Los hombres del marqués paran en seco al oir mentar a su señor, que una cosa es hacer tropelías y otra que se entere el que manda. Y más conociendo su forma de castigar.

De modo que agarran a Diego y le dan unas palmaditas en la espalda de modo amistoso.

  Claro, no queremoh molestá a don Juan. Y tu, mandrí andate con ojo con esa boca y con tu mujé.....la mu descará me había mirao y uno no eh de piedra.

Arreglado el asunto salís del castillo sin más problemas. Fuera la noche de luna llena os espera.

Jimena tardo unos minutos en poder tranquilizarse. Tenía la respiración acelerada y el corazón le latía como una campana tocando a arrebato. No quisiera dormir yo sola hoy… me refiero que no quiero dormir sola en casa… no que quiera dormir con alguien en el mismo jergón… La curandera estaba tan nerviosa que no sabía lo que decía.

Ya tenía suficientes emociones por aquel día. Se sentía agotado por la falta de sueño y por tanta tensión acumulada. Era un alivio dejar el castillo atrás, aunque Don Pedro quedaba allí solo, tendido en la cama. Esperaba que sus guardias le protegiesen de aquella mujer malévola.

Mientras se encaminaban al pueblo Jimena comentó que prefería no dormir sola, era lógico, aquellos bestias capaces eran de presentarse en su casa antes del alba con la intención de a saber qué barbaridad. El párroco la miró un instante.

-Se entiende por completo maña. Faríamos bien todos en andarnos con cuidado, aquestos hombres forasteros son como lobos.- calló un momento como estudiando a Jimena un poco antes de soltar lo que necesitaba saber -Jimena... ¿es cierto que sois una hechicera?- No era muy amigo de la magia, pues era cosa de paganos, y aunque jamás la habría imaginado jugando con aquellas artes oscuras las palabras que ella había dedicado al soldado se repetían como un eco en la mente del sacerdote. De buena gana ofrecería un catre a la muchacha, mas no podría cobijarla en aquel lugar sagrado si era una hechicera, menos si era capaz de hacer daño a los demás con aquel poder del diablo.

Jimena se sorprendió ante la pregunta de clérigo, pero si alguien tenía que hacerle esa pregunta era él. Pues claro que no soy una hechicera. Solo soy una simple curandera. No hago magia, solo utilizo los conocimientos que tengo sobre las plantas para hacer el bien. Todo lo que se lo aprendí gracias a mi madre.

María primero está de morros. Poco a poco, a medida que hablas, va cambiando de actitud. Acaba abrazándote poniendo tu cabeza contra su pecho y meciéndote como si fueses un pequeño bebé. Poco a poco el sueño llega y os dormís abrazados el uno junto al otro. El bebé duerme tranquilo.

Cuando los soldados dan palmadas “amistosas” en la espalda del alguacil, Diego dibuja la sonrisa más falsa y nerviosa que hayan visto en su vida. Un nudo en la garganta le impide hablar, y su esfínter por poco deja escapar el aún etílico contenido de su estómago.

Solo cuando salen de aquel castillo, y es capaz de ver la luna llena alumbrando como un farol la oscura noche, es capaz de soltar un largo suspiro que llevaba aprisionado en sus pulmones desde que aquel guardia había intentado golpearle. La labia del párroco les había salvado una vez más.

Cuando Jimena menta que no quiere dormir sola, un rápido y lujurioso pensamiento cruza la mente del rudo hombre, pero la descarta en el momento. No está para tonterías. Se recompone un poco, y sus flácidas rodillas vuelven a templarse mientras vuelve a su rol de alguacil de Sibiriana.

…Necesito un trago… Piensa para sus adentros.

-Jimena, deberías usar esa sapiencia para ver de qué coño está hecho esto – Dice lanzándole el frasco con aquel somnífero brebaje – Y si no quieres dormir sola mi casa es tuya, aunque no tingo pensau dormir enacara. Debríamos cercarnos al velatorio, para ver cómo va. Y quiero ir a parlar con Telmo, tengo bella cosa que decirle–

Ni el mismo se cree la excusa que acababa de decir para ir a la taberna a echar un vino, pero se encoje de hombros para sí mismo, quitándole importancia, mientras mira al cielo intentando calcular que horas pueden ser.

Julián asintió aliviado ante la respuesta de Jimena. Realmente no la había imaginado nunca como una hechicera, así que directamente creyó sus palabras. 

-Yo llevo dos días sin a penas dormir nada. Iré a la parroquia para descansar un poco, mañana a primera hora debemos enterrar al pobre Paco et necesitaré estar despierto para llevarlo a buen término.- Dijo mirando más a Diego que a Jimena - si necesitasen algo de este sacerdote me econtrareis allí. - Ahora se volvió hacia la curandera - en la parroquia dispongo de un camastro de sobras, por si viene alguna visita, si quieres puedes descansar allí esta noche- Quizás a los hombres del marqués y al marqués mismo les diese más apuro asaltar la casa de Dios que la de la curandera, si es que entrase en sus planes ir a por ella.

Llegáis a la parroquia, la misma está con la puerta abierta y parece que han estado buscando algo o a alguien. Dado lo que ha ocurrido es posible que hayan sido los soldados del barón buscando a Julian.

Llegáis a vuestros catres y allí lográis descansar lo que queda de noche.

Notas de juego

Llegas al velatorio y te sorprende que la puerta esté cerrada. Picas la puerta y te abre José Luis con cara de circunstancia, parece que ha visto un fantasma.

  ¿Has visto...... al padre Julian? Ha ocurrido algo inimaginable. Mi padre se ha levantado y ha atacado alos presentes matando a mi mujer. Telmo y los viejos lo han matado de nuevo......pero ha muerto la Poncia, ¿qué voy a hacer yo ahora?

Finalmente llegaron a la parroquia. Para sorpresa del sacerdote la puerta estaba abierta. Era cierto que normalmente la iglesia estaba siempre disponible para los fieles, aquellas puertas no solían cerrarse mientra hubiese alguien dentro, bien fuese Julian o la Ramona, en quien él confiaba. Pero aquella noche era distinta, pues casi con toda seguridad la mujer debía estar en el velatorio o descansando en su casa. 

El sacerdote decidió entrar primero y vigilar qué podía ocurrir dentro, al no ver a nadie ambos pudieron relajarse. Primero pidió a Jimena que le acompañase a la cocina, allí les esperaba una sopa que hubieron de calentar un poco al fuego pero que no tardaría en estar servida en platos. Era una comida ligera, no demasiado sustanciosa, pero se dejaba comer bien. Julian era de los que creían en aquello de "De grandes cenas, las tumbas llenas" y así lo comprobaría la curandera. Acompañarían la sopa con un poco de pan moreno y una copita de vino, que después del día que habían llevado bien la merecían y de seguro les ayudaría a conciliar el sueño. 

Después de cenar Julian mostraría dónde estaba el cuarto en el que podría dormir y sin mucha demora él dirigiría sus pasos al suyo propio, pues ansiaba tumbarse y cerrar los ojos unas horas. 

Jimena permaneció taciturna durante toda la cena, abriendo la boca solo para contestar con monosílabos. El ataque sufrido en el castillo había sido un duro golpe para la curandera, nunca había estado tan cerca de una agresión de ese tipo. La joven sabía que era guapa y atraía las miradas de los chicos y viejos del pueblo pero siempre había quedado en un comentario grosero o una palmadita, nunca había llegado a ver ese nivel de lujuria.

Hasta mañana padre. Dijo con las palabras medio atragantadas. Su madre nunca le había enseñado a creer en dios y llamar “padre” a una persona que no era su padre le sonaba raro.  Pero el párroco le había ayudado mucho y se merecía un agradecimiento.