Hacia Devils Pit...

El punto de encuentro de James y Harry fue una estación gasolinera donde la interestatal conecta con la 73, junto a la reserva forestal de Maine. Más adelante comienzan los poblados olvidados por dios, donde las costumbres y la vida misma se mantienen como a principios de siglo.

El valle Saratoga es el punto de unión con la cadena de montañas que abraza los acantilados conocidos como Devils Pit. Y más allá del accidente geográfico y las montañas se encuentra el lago Toluca.

Junto al lago Toluca se encuentra el incipiente pueblo de Silent Hill, cuna de los problemas de ambos hombres.

Es de madrugada y aun falta una hora para que salga el sol. Así lo decidieron ellos, para no quedar atrapados por la noche y poder utilizar el máximo de horas diurnas.

La estación gasolinera parece que durante la noche cierra sus puertas hasta las siete de la mañana.

Incluso en un sitio como este nadie circula durante la noche. Solo “los de afuera” se atreven a semejante atrevimiento…

Harry llegó el primero al punto donde habían quedado. Lúgubre se quedaba corto para describir aquel lugar, la verdad es que de acogedor, tenía poco.

El detective salió del coche, se estiró y bostezó. Entre el madrugar y los nervios había dormido poco. Aprovecho para estirar un poco las piernas y se acercó a echar un ojo a la gasolinera, que aún estaba cerrada. Despues de dar una vuelta alrededor de ella, volvió al coche, se sentó dentro y puso la radio, una emisora de Rock. Luego cogió el termo con café que se había preparado y se echó una taza.

Café más rock, una buena combinación para no dormirme.

Dio un largo sorbo al café, mientras esperaba la llegada de James.

James llegó algo tarde. Se había confundido en un desvío y tuvo que desandar camino.

Cuando llegó a la gasolinera, vio aparcado el coche de Harry y estacionó a su lado.

Una vez fuera del coche, miró a su alrededor observando el entorno. Todo parecía normal. La niebla le resultaba inquietante y no podía evitar pensar en Bar Harbour, pero a diferencia de aquel lugar, aquel lugar parecía vivo.

Sin más dilación entró en el interior de la estación de servicio, donde pudo ver a Harry disfrutando de su desayuno.

-¿Y los dónuts?-dijo James saludando a su amigo con una palmada en la espalda-Camarero...otro café para mí. Y tostadas.

Pasando un poco las siete de la mañana la estación gasolinera abrió sus puertas y permitió que Harry continuara allí dentro consumiendo su propio café. Al dueño de la estación no le importó.

Media hora después James llegó y pidió el desayuno al desaliñado hombre. – Esto no es un hotel cinco estrellas SEÑOR. Coja lo que necesite  de la góndola y use el microondas… ¡Pfff…! - respondió de mala gana el hombre entrado en años que aparentemente no se bañaba desde el siglo pasado.

El tipo dedicó su atención posterior a sintonizar la radio desde su sitio detrás del mostrador.

James levantó la mirada para clavar sus ojos sobre los del dependiente de la gasolinera. Su mirada transmitía odio y repulsión. Si bien la madurez le había otorgado a James serenidad y compostura, había algo que no soportaba y era a la gente como aquel tipejo. Esos palurdos innecesariamente groseros que parecían crecerse con cada estupidez que salía de su boca. En esos momentos, sentía la imperiosa necesidad de doblegar y humillar a aquel tipo, así que dejó aflorar al viejo James, el que se había perdido en el tiempo. Aquel que era capaz de doblegar a políticos y poderosos empresarios con un gesto o una frase.

-Café y tostadas, ahora-dijo modulando la voz que de pronto sonó más fuerte y autoritaria-.

Podría bajarse al nivel de su adversario y contestarle con una retaíla de insultos y comentarios humillantes, pero aquel tipo estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones, seguro. James sabía que a veces, no había nada como decir las palabras justas en el tono adecuado.

Harry seguía disfrutando de la buena música que salía de la emisora de rock, cuando el tipo de la gasolinera abrió. Con un gesto de cabeza le hizo señas de que podía entrar, así que el detective cogió su termo, apago la radio y entró.

Allí seguía disfrutando de su café, ensimismado en sus pensamientos, cuando unas palmadas en el hombre le devolvieron a la realidad.

-¿Donuts? Jajaja eso era cuando trabajaba de policía, pero ya no lo soy. Los donuts se cuelgan igual que la placa una vez dejas el cuerpo.

Iba a preguntarle que a que se debía su retraso, cuando el camarero le contestó de malas maneras, entonces James cambió su expresión facial, y utilizó un tono en sus palabras tan autoritario que el mismo Harry estuvo a punto de darle su propio termo.

El rostro del encargado de la gasolinera cambio de color por un tono rojo, y su cuello se hinchó al igual que sus venas. El tipejo apretó los dientes con fuerza y cerró los puños.

En realidad estuvo a punto de golpear al empresario, pero a último momento algo dentro de su obtusa cabeza dio un giro inesperado. Entonces respondió al aire, sin dirigirse a nadie en particular - ¡Citadinos! – dijo con enojo mientras dejaba una taza con café y un plato con tostadas.

Luego, refunfuñando, volvió a su silla detrás del mostrador para continuar hurgando el dial de la radio.

-Gracias. Muy amable-dijo James con ironía cuando el tipo le sirvió el desayuno-Bueno Harry, espero que hayas tenido un buen viaje. Nos espera un día duro, me temo. Supongo que aprovechando bien el día, no necesitaremos hacer noche aquí.

Hubo un silencio tenso mientras el hombre parecía que iba a explotar. Al ver sus facciones y su movimiento corporal, el detective se preparó para golpearle al menor movimiento. Parecía que por su cabeza pasaba la idea de agredir a James, y Harry no iba a permitirlo. Pero finalmente la autoridad de James se impuso y el hombre le trajo el desayuno.

Con una sonrisa, Harry se relajó.

-Yo no se si me tomaría eso amigo, a saber que le puede haber echado...-le dijo con una sonrisa burlona, luego le dio otro sorbo a su café.

-Pues sí, nos espera un día duro. Por eso me he traído un termo lleno hasta los topes de café, y he avisado a mi mujer de que quizá hoy dormía fuera si se me hacía tarde. Aunque espero que no.

Entonces miró al tipo que trasteaba con el dial de la radio.

-En el 94.5 hay un canal de rock muy bueno, si no sabe que poner...

Seguramente al tipo ese no le gustaba el rock, pero bueno, por probar...

-Sí el viaje bien, sin problemas. ¿Y el tuyo? Te has retrasado un poco ¿Algún problema?

James se encogió de hombros y le dio un sorbo al café.

-Nada, me equivoqué en el desvío al salir de la autovía. Nada grave, lo siento. Por lo demás, todo bien. Déjame acabareme el desayuno y salimos ¿te parece?

Entonces miró al tipo que trasteaba con el dial de la radio.

-En el 94.5 hay un canal de rock muy bueno, si no sabe que poner...

Seguramente al tipo ese no le gustaba el rock, pero bueno, por probar...

El encargado de la gasolinera miró de reojo a Harry y tras una mueca de desagrado escupió al suelo, junto a su pie para continuar buscando en el dial.

Finalmente dio con lo que buscaba. Al parecer alguna transmisión religiosa…

Y vi a un ángel fuerte que proclamaba con voz fuerte -¿Quién es digno de abrir el sello del Paraíso y desatar su castigo?- Pero ni en el cielo ni sobre la tierra ni debajo de la tierra había siquiera uno que pudiera abrir el sello o mirar en él.

Y vi de pie en medio del trono y de las cuatro criaturas vivientes, y en medio de los ancianos, un macho cabrío como si hubiera sido degollado, que tenía siete cuernos y siete ojos, los cuales significan los siete espíritus de Dios que han sido enviados por toda la tierra. Y él fue y en seguida tomó de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.  Y cuando tomó el Sello, las cuatro criaturas vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron delante del Macho cabrío.  

 El predicador recitaba el texto sagrado con notable énfasis a medida que avanzaba en la lectura, obligando al escucha a bajar levemente el volumen.

James sintió como se le congelaba la sangre al escuchar aquellas palabras. Sin duda, Devils Pit era el lugar adecuado para seguir su investigación.

Intentando serenarse, se atrevió a dirigirse de nuevo al dependiente.

-¿Qué tienen algún tipo de secta local, amigo?

La única respuesta del lugareño fue su mirada de odio y desprecio hacia James y su amigo. Luego, habiendo sintonizado con éxito su programa matutino, se aparto aun mas lejos de los clientes al ir a ordenar una estantería con mercancía polvorienta, dejando todo un local de distancia entre él y los dos hombres.

Harry casi escupe el café cuando James hace ese ultimo comentario al dueño de la gasolinera, este les mira con odio y se aleja más de ellos para ordenar una estantería.

-Jajaja tienes toda la razón amigo. ¿Te has dado cuenta de que en todos estos sitios siempre acabamos escuchando a algún predicador medio loco dando sermones? ¿Que les pasa a esta gente? Como si entendieran de lo que hablan...si hubieran visto lo que nosotros hemos visto... -La frase de Harry, que había empezado alegre, se fue apagando a medida que recordaba lo que les había sucedido. El detective se quedó uno momento en silencio. Finalmente se acabó el café de un trago y se levantó.

-Bueno ¿preparado para la visita turística James? Por cierto... ¿Qué es lo que hemos de buscar exactamente?

-Algo me dice que lo sabremos cuando lo veamos. Si aquí empezó todo, habrá que ver porqué. Sospecho que esa gente desenterró algo buscando mineral. Es tan solo una intuición.

James se encogió de hombros.

-Por lo de pronto, querría encontrar la construcción a la que pertenecía el ático de mi casa.

El chismorreo de la radio había acabado por sacarle de quicio así que sin más, se levantó de su silla, se pasó hasta detrás de la barra y apagó la radio.

-Así mejor.

Luego se volvió a su sitio.

El alba despunto rápidamente para dar paso a la plena mañana, algo nublado pero casi primaveral para la época del año. Eran los últimos coletazos de una estación pasada de época, siendo un aspecto positivo para la agria tarea que espera por James y Harry.

Los dos emprendieron la marcha al distanciarse de la estación gasolinera y estacionando un par de kilómetros camino adentro. Allí, lejos de la vista de cualquier curioso, dejaron uno de los vehículos para continuar solo en uno y de esa forma despistar a cualquier posible espía de La Orden.

A continuación viajaron una cuarenta minutos por la zigzagueante ruta, custodiada a ambos lados por sendos arboles de cientos de años de antigüedad y nubes bajas. Todo esto significaba que habían alcanzado el Valle Saratoga. Y muy pronto las montañas Saratoga, donde Devils Pit esconde sus secretos.

Todo el viaje sucedió sin inconvenientes ni otro encuentro en la ruta con excepción de un niño en bicicleta por el carril opuesto. Aparte de ese único ciclista la vía estaba completamente en desuso. Finalmente llegaron frente a una intersección.

Allí el sendero se divide en dos caminos. Uno de ellos parece entrar en las montañas por un túnel y el otro parece rodear el bosque circundante mediante un estrecho camino de tierra.