Partida Rol por web

Se relajó y limpió su arma en los pantalones. Aun no se daba vuelta para mirar a Suzie. El alcance de su poder era inmenso y se preguntaba si algún día podría llegar a su nivel. 

—eso fue… wow —

La última exclamación vino acompañada de un quejido. Se apoyó en las rodillas pues no sé atrevía a acercarse a las paredes. Le dolía todo.

—¿Liel no es de esos ángeles que pueden curarte? ¿Verdad? Cómo Mercy… —dijo mientras se erguía y se volteaba a mirarla. Su vista cayó inevitablemente en el arma de Suzie, libre por fin de su disfraz.

[B]—wow.

Quedé deslumbrada por el brillo de mi propia arma, Liel lo había conseguido, pero algo se había roto en su conexión conmigo. Hasta entonces había vislumbrado porciones o el perfil real de nuestra arma divina, siempre oculta bajo la 'inofensiva' apariencia de mi antiguo bate (uno de los pocos regalos de mi padre, que, aparte, había recibido directamente del armario de mi hermana cuando esté no encontró ningún otro recuerdo parai 13 cumpleaños, hasta tenía su nombre escrito con rotulador permanente, ahora me alegraba de no haber intentado borrarlo en algún berrinche), pero una vez que pude recobrar mi sentido de la visión, justo para ver cómo Ènone remataba a nuestro asqueroso rival, me descubrí teniendo que sostener con dos manos aquella monstruosidad dorada. Y hay quien describe a los ángeles como figuras sutiles. Mis ovarios.

Creo que nunca había estado tan herida, tan machacada ¿Tan feliz? Pero era consciente de que aquel era solo un cancervezo (o como coño se llamase) de la tal Carmilla.

- ¿Estás bien, oh, elegido?- Allí, más muerta que viva, no me quedaba más que reír, pero dolía. - Si... Si nos vamos ahora... La bicha esa está más que sobre aviso, puede que huya y nunca demos con ella, aún jurándote que nunca cejaré en mi empeño hasta tener su puto sistema reproductor, disecado, encima de mi sofá. No... No sé si Liel es capaz de tal proeza ¿Quieres que lo intente o prefieres que te lleve a un hospital?

—Oh no... No me digas así, por favor —el fervor vengativo que se había apoderado de el después de no haber podido salvar a Laura comenzaba a disiparse al fin. Quizás era efecto del poder de Liel, quizás era porque habían logrado algo convirtiendo en cenizas a aquel matón del Inframundo, pero poco a poco volvía a ser el mismo chico que iba a la saga de Suzie, el cono de tránsito de Cuddie, el... De Aidan...  ¿Compañero?—Eso es enorme ¿Verdad?

Comenzó a caminar hacia ella sin dejar de mirar aquel martillo dorado que más parecía la pieza de un museo que un arma real. Afirmó cuando Suzie mencionó que debíamos seguir, era verdad, no podían dejar que Carmilla se escapase... Aunque ahora que lo pensaba por alguna razón seguía allá abajo y no había buscado nuevos cotos de caza a medida que el tiempo pasaba. Desecho la idea mientras se descolgaba su eterno bolso y comenzaba a rebuscar dentro.

—No, no podemos ir al hospital. No sé, ¿será seguro pedírselo a Liel? Si dice que sí, vale la pena arriesgarse —sacó un frasco de analgésicos de un neceser rosa que le había tomado prestado a su madre para llevar los medicamentos, le tendió un par de píldoras a su compañera—, si dice que no, habrá que aguantarse. 

Sacó un frasco de alcohol pequeño y buscó por una Gaza, más al no encontrar ninguna tuvo que echar mano de una camiseta.

—Deja que al menos te desinfecte esa herida. 

Nunca sabía qué podía pedir a Liel, cuáles eran sus limites, en aquel momento yo poco más me importaba, pero si podía ayudar a Ènone... Esperaba tener energías para un último salto, porque estaba convencida de que no iba a llegar al final de aquella aventura, pero al menos esperaba poder llevarme por delante a Carmilla, o hacerle el suficiente daño como para que el chico pudiese rematarla con facilidad, cumpliendo con una más de las pruebas que lo llevarían a salvar el mundo, en laguna visión que todavía estaba por llegar. 

Y parecía que funcionaba, mientras Liel poseía mis órganos sensoriales, emitiendo un cántico quedo en una lengua muerta, mis manos expulsaban un brillo azulado que, al aplicar a las heridas de Ènone parecía acelerar su curación. No lo dejaría como nuevo, pero algo es algo.

Le dejé hacer a su vez, aun pensando que aquello del botiquín era más una pantomima que algo que realmente fuese a curar mi muy destrozado cuerpo. 

Quizás las alcantarillas no son el mejor sitio para curar a nadie, pero Énone pone todo su empeño en curar las heridas de su amiga, al tiempo que el ángel que habita en ella, logra hacer una pequeña curación sobre el chico egipcio, quien se siente algo mejor. Pero la duda de Énone sobre lograr salir victoriosos empieza a hacer mella en él. Y es que se da cuenta de que, entre tantas sombras, pueden estar aquellas que le persiguen.

En ese momento se abre la tapa de la alcantarilla que tenéis sobre la cabeza y veis que alguien, armado hasta los dientes, comienza a descender, apuntando con un rifle con luz UV a todos lados. Por la luz que entra, os dais cuenta de que lleva un chaleco anticortes, al igual que sus guantes y que viste de oscuro. No es un tipo normal, desde luego.

La luz del arma os apunta directamente.

- ¡Ahí estáis par de liantes hijos de puta! ¡Justo donde Scarlett dijo! ¡Es la hostia esta mujer! - A pesar del eco de la alcantarilla, reconocisteis la voz... - Baje, doctor, es seguro. - Dijo al tomar tierra.

Peterson os sonrió casi divertido con la escena. - Estáis bien jodidos, ¿eh? - Os dijo al llegar a vuestra altura y veros a ambos. - Al menos me hicisteis ganar 50$. Scarlett apostó a que vendríais a la casa de Anacleto a pedirnos ayuda o algún arma y yo dije que no lo haríais. Joder, os dejasteis allí un lanzallamas de la hostia. No os entiendo, sabéis que Scarlett es cazadora... y policía, no sé porqué no acudisteis a ella y no a esa estúpida reportera entrometida.

Alumbró al suelo y se encontró con las cenizas de los hijos de Camilla y al alumbrar más allá, un enorme bulto, el cual empezó a arder levemente con la luz de la linterna.

- Vaya, sí que habéis tenido una buena fiesta aquí. Me jode habérmela perdido. Vaya par de cabroncetes que estáis hechos. - Rompió a reír. - Bueno, no vengo a hacer amigos... por lo que a mí respecta ambos sois delincuentes y debería encerraros como a vuestros amigos.

El hombre que está detrás de Peterson carraspea y este se gira un momento. - Es cierto, el doctor... pase... creo que ambos necesitan unos parches. Ni se os ocurra pasaros con él. Es un... amigo de Scarlett y yo vengo de guía y a protegerle. Dudo que os gustase enfrentaros a mí en ese estado. - Dijo bastante crecido de sí mismo, pero a saber que ocultaba ese hombre.

El hombre se movía con bastón, pero se manejaba bien. Era alto, de pelo canoso, mirada triste y ojos azules. Llevaba una mochila en la espalda bastante grande.

- Hola. - Dijo secamente. - Entiendo que sois los protegidos de Scarlett. - Os miró a ambos. - No necesitáis saber mi nombre, ni lo que estudié en medicina ni donde trabajo si quiera para esto. Solo necesitáis saber que soy el mejor médico de la ciudad, del país diría yo. Pero este lugar no es precisamente el mejor para que os mire esas heridas, salvo que queráis que os cure aquí, claro. Arriba no es buena idea, demasiada gente... - Tampoco es que se le viese muy contento por estar allí abajo. Se notaba que era por algo personal por lo que estaba allí, no por placer alguno ni altruísmo.

El doctor miró el martillo de Suzie. - Bonita arma. Espero que sepas contra quien usarla y que ese no sea yo. Dudo que a Scarlett le haga gracia que me jodáis vivo. Y nunca mejor dicho. - Dijo apuntando el arma con su bastón. - Así que... nada de preguntas. - Aclaró y miró a la joven y su arma. - A todo esto, ¿de dónde has sacado ese martillo? Y a parte de heriros, ¿qué hacéis aquí abajo? - Preguntó con descaro el hombre mientras le indicabais donde acabaríais siendo curados.

Mientras espera saca un frasco naranja y de él un par de pastillas. Se las mete en la boca y se las traga del tirón. Os mira a ambos. - Vicodina, ideal para el dolor y colocarse. ¿Queréis? - Os ofreció como si fuesen caramelos. Sabíais de esas pastillas. Eran muy fuertes y, efectivamente, colocaban salvo que estuvieses acostumbrado. Viendo como se las tomaba o bien le gustaba ir pedo todo el día o debía tener mucho dolor.

Los poderes de Suzie parecían haber hecho en efecto en Énone quien sentía que algo del dolor, sobretodo el de la espalda cuando Enoch los lanzó contra una de las paredes, comenzaba a remitir. 

Mientras ella lo hacía el limpiaba el mordisco de la criatura. 

—Esto está bien feo y podría arder un poco. 

Empapó la camiseta con alcohol y fue limpiando con ella el desgarro que tenía en el cuello. No quizo decir nada, pero la sensación de amenaza de cuando las sombras estaban por salir había empezado a molestarle de nuevo. Miró de reojo alrededore, si lo atacan ahora no sería bueno para ninguno de los dos . Estaba en eso cuando una repentina luna se dibujo sobre sus cabezas, Luna que fue creciendo y cambiando de fases hasta que se convirtió en un agujero por dónde la luz entraba a raudales. Énone se tapó los ojos con una mano y vio que no era lo único que entraba por el agujero.

La luz fue reduciéndose hasta convertirse en un haz que salia de la punta del arma que llevaba el recién llegado. Énone reconoció al policía emde la otra mañana. 

—¿Pedirles ayuda? —Énone se levantó de su lugar apoyándose en su espada—, ustedes literalmente nos echaron de la casa de Anacleto... ¡¿por qué iríamos a regresar?!

Retrocedió junto a Suzie y comenzó a guardar sus cosas. Lo que más le molestaba era que Peterson tenía razón. Hablan hecho lo posible por mejorarse, pero en ese estado no estaba seguro que pudieran plantarle cara. 

—¿Puede verle la herida a Suzie? —le preguntó al autodenominado doctor a la vez que rechazaba las pastillas que le ofrecía, lo que menos necesitaba era perder de vista el mundo real en estos momentos. Se volvió hacía Peterson y agregó —El problema es que si nos vamos ahora, Carmilla podría huir. 

Puede que me estuviese desangrando peor la determinación estaba ahí y lo que había dicho a Ènone antes de que nos interrumpiesen seguía estado en pie, hasta él se daba cuenta del peligro que habíamos corrido, más ahora...

- Como dice mi compañero, corremos el peligro de que nuestra presa huya... No quiero salir de aquí y tener a la puñetera Scarlett dejándome el trasero en carne viva con su lengua claveteada recordándome una vez más todos los puntos en que la hemos cagado cuando usted y ella lo tienen todo claro como el agua y fácil como escupir en la cara de los nuestros, si es necesario. Puede que nos siga considerando unos puñeteros delincuentes pero, si sabe para qué estamos aquí, ¿Por qué no nos ayudan a terminar el trabajito? Puede invitar a su novia y que ella lleve la voz cantante, nos podemos quedar de fondo vigilando, bien calladitos, para no levantarles migraña, y ya, si les viene bien que tratemos de cortar el paso a la bestia de Carmilla antes de seguir liándola y matando en otro lugar, pues no hace falta que nos den las gracias...- No, estando como estaba y con las continuas broncas de los expertos profesionales, no tenía ni buenas palabras ni una cara maja para aquellos tocapelotas.

- O si no, pueden dejarnos morir aquí y recordar de vez en cuando que no hicieorn nada al respecto, cuando lean la noticia del hallazgo de nuestros esqueletos dentro de veinte o treinta años en una limpieza del alcantarillado, si llegan a viejos.- Miré a Peterson. - Perdón, quería decir a MUCO MÁS VIEJOS.

Miré otra vez al peculiar doctoro que había bajado a chutarse mientras miraba como nos desangrábamos y Èrnone me desinfectaba las heridas con un pañuelo usado y escupitajos. - No sé si hay algún juramento que le impida dejar a un moribundo tirado sin ponerle un par de tiritas, si lo hay se lo agradecería, doc.

- Delante de la policía, de todos aquellos policías que entraron en casa de Anacleto no íbamos a deciros nada. Hay que tener cabeza. - Se señaló la misma Peterson al decir aquellas palabras a Énone con respecto a sacarles de allí "a patadas". Si hubiese sido por él, se las hubiese dado de verdad. No estaba dentro de su papel como detective el ser precisamente amable con la gente. Para eso estaba el detective Foster y salió escaldado con Cuddy. - ¿O acaso pensáis que vamos pregonando lo que somos a los demás? ¿Eh? Por eso estáis dañados. Sigo sin entender porqué Scarlett se preocupa por vosotros dos.

Peterson miró muy mal a Suzie cuando le habló así. No sabía de que iba esa cría, pero no pasaría de los veinticinco con esa actitud. Seguramente en la orden de cazadores se les diese la misión de acabar con ella antes de que terminase de levantar el velo que protegía a unos y a otros del resto de los mortales.

- Porque vosotros lo pedisteis, en el callejón, la primera noche que os cruzasteis con Scarlett, par de mierdecillas. Quizás deberíais recordar un poco lo que vuestros amigos pidieron y Scarlett se hizo a un lado. Dios, además eres tan inútil como detective que no te has dado cuenta de que su novio no soy yo... es él. - Dijo mirando al médico. - Simplemente eres patética, una niña malcriada que ahora suplica por la ayuda que rechazó varias veces. Porque a Scarlett la habéis tenido ahí más de una vez y todas la habéis rechazado porque no os gusta que os digan la verdad a la cara. Y si no fuese porque me lo ha ordenado, yo no estaría aquí ahora o puede que sí, para rematar la faena que ese cabrón no completó. - Dijo bastante enojado Peterson, señalando al final los restos de Enoch.

- Lo de dejaros morir no depende de mí, depende de él. Tocarle mucho las pelotas y veremos que pasa. No seríais los primeros que se meten en las alcantarillas, se pierden y mueren en manos de yonkis o sin techo. Así que con eso no me intimidas tampoco, niñata de mierda. Te daría una bofetada para que respetases a los mayores, porque se nota que no te han educado en nada y que te la mereces, pero me temo que si te la doy ya no te levantes nunca más. - Se contenía. Se notaba que contenía su rabia y la liberaba cada vez que soltaba un insulto, una mala palabra. Era su forma de mantener esa rabia estable en él. Y cuanto más se cabrease, peor malhablado sería... hasta que la rabia se apoderase de él y todo acabase allí.

- Y sí, créeme que todos llegaremos a mucho más viejos que tú, quien dudo mucho que llegue a tener un hijo si quiera. Tu jodida mala educación, tu mierda de amargura por la muerte de tu hermana, tu puta forma de tratar a los demás e ir dejando el rastro de lo que eres, todo eso acabará contigo. Se lo dije a Scarlett y os lo digo a los dos, estáis dañados... la mercancía dañada no vale para nada y eso os pasa a los dos. Tenéis suerte de que ella os proteja y os envíe ayuda. - Peterson se hizo a un lado, estaba viendo venir lo que iba a pasar. - Doc, haz tu trabajo y vámonos de aquí. No quiero tener que explicarle a Scarlett como murieron los dos antes de cumplir con el trabajo que eligieron ellos.

El médico miraba divertido la situación entre Peterson y Suzie, donde le salpicaba a Énone. - ¿Estás seguro de que no quieres que empiece contigo? Creo que ella me dará más trabajo y dejaré al poli como un santo. - Susurró el médico al egipcio mientras Peterson contestaba y soltaba por la boca todo lo que tenía en su cabeza sobre ellos. Parecía que no se iba a guardar nada de nada. Durante ese tiempo el médico se puso unos guantes de latex para ir acelerando el proceso.

Cuando Peterson dijo que Scarlett era la novia del médico, este hinchó el pecho orgulloso de ello. No es que le gustase tener pareja, pero tener a una mujer como ella a su lado, era para sentirse orgulloso. Seguramente no durasen demasiado, lo justo para divertirse y sanar heridas. Pero, al menos se divertían. Por eso quizás el doctor estuviese de mejor humor que el oficial de policía. Era curioso escucharle decir que Scarlett le  había mandado allí, cuando él era su superior en la rama policial. Allí había más de lo que no se hablaba.

- Me refería a ir a algún sitio cerca de aquí. Vosotros sois los que os habéis metido por aquí... pero da igual. Creo que estáis perdiendo demasiado tiempo discutiendo con quien viene a ayudar. Os deberíais mirar eso. - Dijo bajando la mochila al suelo, para luego abrirla y ver si tenía todo, alumbrando con una pequeña linterna que sacó de su bolsillo.

Se acercó a Suzie para hacerle las curas y escuchó las bonitas palabras que le dedicó. - Hice un juramento para curar o intentar curar a cualquier herido o enfermo, pero si no queréis ayuda médica gratuita y preferís ir a un hospital o que te siga curando con eso que tiene en la mano, solo tienes que pedírmelo bien y me marcharé sin tocarte ni un solo pelo. Ni a uno ni a otro. No estoy aquí por placer, ese es el pago que me dará Scarlett por venir hasta aquí y tratar de curar vuestras heridas.

» Ya he venido, he cumplido con mi parte del trato, si no queréis ayuda, recojo y me marcho. No he venido a discutir con críos que se creen dioses porque pueden hacer cosas que yo no puedo con sus martillos y sus espadas... pero yo puedo curar, ese es mi don y si lo rechazáis es que sois más idiotas de lo que pensaba. ¿Y que hay de tu martillo? Tanto hablar y aún no me respondiste sobre él.

El médico se cruzó de brazos mientras os alumbraba con la linterna. - ¿Y bien? ¿Recojo y nos vamos o vais a joderme y hacer que os cure esas heridas tan feas?

- No, hombre, si es lo que te estaba pidiendo, por favor. Estáñame lo que puedas. Muchas gracias.- Le respondí al buen doctor, mientras le hacía un okey con la mano dejándole muy claro que me parecía un señor campeón por meter lo que no era su dedo en lo que no era el ombligo de Scarlett. - Dale las gracias a tu novia, pues, y espero que te lo pague en carne.

—No, yo no tengo más que una que otra herida superficial —se excuso torpemente —, Suzie llevo la mayor parte de la pelea, ella....

Escuchó entonces a Peterson soltar mierda como un culo distendido, pero cuando empezó a tratar a Suzie de patética dejo de prestar atención al doctor y comenzó a avanzar de a poco a medida que sentía la rabia nacer otra vez en el fondo de su estómago. Pero cuando Peterson amenazó con golpearla no aguanto más y se plantó frente a él.

—¿Estas más tranquilo ahora? ¿Te sientes satisfecho contigo mismo? ¿O te faltó gritarle algo más? —visto desde atrás, a contraluz, podía notarse el rubor que ascendía por sus oídos, denotando el esfuerzo que hacía por hacerle frente a quien debería haber considerado una figura de autoridad.. Cuando peleaba contra los monstruos era fácil dejarse llevar y sacar toda la ira. Pero contra una persona le resultaba mucho más difícil, aunque Peterson ponía mucho su parte en hacer difícil contenerse—, ¡Respóndeme, ¿te sientes orgulloso?! Vienes y nos ninguneas porque no crees poca cosa, persona la vez te escudas en que "se los pedimos". ¡Pues yo no le pedí a nadie que nos dejara pelear sólo con una bicha que te chupa las gónadas de desayuno!

Le dió un empujón en el pecho a Peterson, movimiento que probablemente ni siquiera le haría vacilar. 

—Cuando me eligieron como el "iuun em nenou en hedjou" —era primera vez que utilizaba su título oficial y primera ve que lo nombrar a sin sentirse incómodo al respecto—, se supone que debía erguirme solo frente a los esbirros de Set. La orden jamás peleó conmigo, pero era porque no podían. Porque las sombras los habrían destrozados vivos. ¿Cuál es tu excusa? Ahhhh verdad, es que los niños me dijeron que la dejara enfrentarse solo a la pura Carmilla así que me fui a comer unas rosquillas con los colegas. Nunca he querido enfrentarme solo a las bestias, pero hay que hacerlo cuando la gente como tú nos usa de escudos y es esconde detrás de su supuesta avuena voluntad.  Y volvereis a hacer lo mismo. 

»Oh Scarlett, los niños, es que me hablaron feo, pero eso me fui. Buaaaa... Buaaaa... Mi corazoncito....

Guardó silencio, se sentía sucio por haberse burlado, por haber caído al mismo nivel que él cuando su intención era solo hacerle ver si parecer y demostrarle lo mal que se estaba comportando. Tomó aire... 

—Haz lo que quieras, pero no te mientas diciendo que es porque un par de niños te obligaron. Nosotros nunca renegamos de la ayuda de Scarlett. Creo que algo conversaron ella y Cuddy, pero no lo sé. Lo único que sé es que cuando los chacales sombra me rodearon, Cuddy no me preguntó si necesitaba ayuda, se metió entre todos y trató de volarles la cabeza. Y cuando los mismos nos habían arrinconado contras la pared Suzie y Liel no preguntaron si podían intervenir. Nos cogieron y nos sacaron de ahí. ¿Entiende lo que quiero decir? Puede gritarnos lo que quiera, pero nosotros vamos a hacer nuestro trabajo. ¿Tu vas a hacer el tuyo?

- Tú no, mequetrefe, pero alguno de os tuyos sí y eso os quitó la ayuda del medio. A fin de cuentas erais un grupo y Scarlett sabe que la palabra de uno es la de todo el grupo al igual que cuando nos reunimos con ella. Lo que diga uno, salvo que otro en el momento lo contradiga, va por todos. Y nadie le pidió que se quedase a investigar también o ayudar, sino que la dejasteis ir sin más. - Replicó el hombre a Énone, perdiendo la paciencia poco a poco.

El empujón en el pecho fue la gota que colmó el vaso. Miró al doctor y este negó con la cabeza. Peterson se intentó controlar escuchando la pataleta de aquel crío al que cada vez tenía más ganas de arrancarle la cabeza.

Cuando Énone dejó de hablar y se tomó esa pausa, Peterson apagó la luz de su arma y unos ojos amarillos brillaron en la oscuridad, justo donde él estaba. - Dime, "elegido". ¿Te duele aquí? - Le tocó con el dedo en una de sus heridas abiertas, algo que le hizo a Énone quejarse de dolor. - Puede que aquí también, ¿verdad? - Sonreía, era un sádico que sonreía en aquel momento sabiendo que el chico sufría de dolor pues no fallaba cuando le tocaba. - Puedo oler tu sangre y más aún, puedo oler de donde sale... o donde está la herida por la cantidad de sangre acumulada y seca... ¿Quieres que siga? Porque no veo a tus sombras acercarse a por mí...

Peterson se detuvo, encendió la luz de su arma y sus ojos eran normales. ¿Pudo ser una alucinación? Entonces Énone trató de exculparse.

- Suficiente para Scarlett, incluso para mí. Si un miembro del grupo rechaza la ayuda y sabiendo como es Cuddy, encima trata de ofender a quien se la ofrece y nadie lo para, adiós a esa ayuda. Vuelvo a repetir que no sé porqué cojones aún os está ayudando Scarlett metiéndome a mí en esta mierda también, sabiendo que ni Doc ni yo tenemos paciencia para estas tonterías. Y la mía se ha terminado. - Tras esto un gruñido que hizo que sus manos rompiesen el rifle que llevaba en ellas, solo se salvó la luz que no os protegió de la transformación que ocurrió delante vuestro.

Peterson no solo creció de tamaño, sino que le salió pelo donde antes no tenía y a saber donde más. Sus manos se convirtieron en garras, sus ojos se volvieron amarillos y un enorme hocico con afilados colmillos dio la bienvenida a Énone con un poderoso rugido con un aliento a café bastante fuerte. Su voz había cambiado a una más profunda, donde se notaba que le costaba hablar.

- Set, el dios perro. ¿Así son las sombras que te persiguen? ¿Cómo yo? ¿Y si no es por tus amiguitas no sabrías que hacer? - Logró decir con dificultad. Se notaba que aquella forma estaba hecha para gruñir y aullar no para hablar. Luego se dirigió a ambos. - ¿Estáis seguros de que queréis jugar conmigo en vuestra situación? ¿O realmente os vais a dejar ayudar y cumplir con lo que vuestros amigos eligieron por vosotros?

El doctor sabía lo que iba a pasar al ver a Énone ponerse así. - Joder, no podía estarse quietecito... no sabe lo que ha hecho. - Susurró a Suzie y dejó de mirar las heridas para empezar a curarla. - Lo siento, mientras no se pare esto ni se aclare nada, no puedo curarte. Ni a ti ni a él. Yo seré el que se acuesta con Scarlett, pero ellos son uña y carne... si algo le pasa a Peterson... Scarlett lo sabrá y evidentemente, yo no voy a traicionar a mi grupo, aunque no sea un cazador como ellos.

El doctor se alejó de Suzie. - Chaval, eres más idiota aún de lo que creía metiéndote con él. - Le dijo al chico antes de mirar a Peterson y negarle con la cabeza lo que sabía que iba a hacer. Tarde o temprano perdería la paciencia y ocurriría. De hecho, hasta le tocó Énone las pelotas al médico cuando se metió así con Scarlett. Aquel chaval no sabía lo que se jugaba.

El médico resopló tras el juego a oscuras de Peterson y volvió a negar con la cabeza cuando vio que se convertía en un hombre-lobo. - Ahora si que estáis jodidos. - Avisó el médico, el cual buscó rápidamente una jeringuilla y la cargó con algo, para luego controlar a Peterson con la mirada.

- Si veo que se desmadra, le puedo dejar K.O. con esto... pero no le durará mucho, lo suficiente como para curaros a los dos y que os larguéis, pero debes prometerme que os iréis y que no le haréis nada mientras está inconsciente después de curaros, porque de lo contrario, esa Carmilla será el menor de vuestros problemas. - Susurró el médico a Suzie, esperando su respuesta y la reacción de Énone al cual se dirigió esta vez.

- No le toques más las pelotas o te quedarás sin ellas, chico. En vuestra mano está que se calme o... que me retire a ver como acaba todo lleno de carne, sangre y vísceras que os aseguro que no serán suyas.

Énone se incorporó de nuevo. El jugueteo de Peterson con sus heridas lo había hecho ovillarse aún en contra de su voluntad. Sin siquiera haber podido intentar resistir aquel enfermo toqueteo. Quizás era porque jamás habría esperado que él, un adulto entre los adultos, comenzase a excusarse usando burlitas de un crío de... Bueno de su propia edad. O quizás porque no recordaba que tenía esas heridas en primer lugar. 

El jueguito de luces no le amilanó, Aiden había cosas peores cuando se apagaban las luces. No sabía que pero algo tenía ese policía que le había mucho recordar a Aiden. Escuchaba detrás suyo al doctor y a Suzie hablar, le pareció que lo había insultado o le había dado un consejo —aunque estaba seguro que por su forma de ser no hacía distinción alguna al respecto— pero en ese momento toda su atención estaba puesta en Peterson. 

Entonces el hombre se transformó, su tamaño de duplicó y Énone dió un par de instintivos pasos hacía atrás. Pero no había miedo en su mirada sino asco. No podía ver a Peterson como una amenaza sino como un incordio, un pobre monstruo que por alguna  razón trataba de justificar su inacción trasladando la responsabilidad de sus actos a un par de niñatos insolentes, porque estaba bien conciente de que lo eran, quizás Suzie un poco más que él... Aunque era él quien se había aburrido de la prepotencia del policía.

Y aún así seguían haciendo su trabajo. Aún así era él el que perdía el control de sus actos y se revelaba. 

—Jodete tú y las reglas que te sacas del culo.

No había agresión en su voz, solo una mezcla de asco y decepción. Ahora entendía por qué Peterson le recordaba tanto a Aiden, era uno más de ellos. Y él no tenía su espada a mano. Se había equivocado en pensar en hacer entrar razón a... Un monstruo.

—No le voy a hinchar más las pelotas que no tiene. Doc. Gracias. 

Énone retrocedió hasta llegar a su bolso, el hombre lobo no lo habia atacado nada más transformarse por lo que creía que algo de conciencia debería quedarle para contenerse. Se agachó lentamente y cogió la correa. La espada seguía dentro.

—Si puede terminar de curar a Suzie se lo agradecería. Yo me iré curando solo, la orden dijo que me curaba rápido... Y no se preocupe apenas termine con ella nos vamos. No quiero que vaya a sufrir usted algún daño por culpa nuestra, aunque si dice que puede inyectarle eso mientras está así, igual debe tener sus recursos. En fin si el no quiere ayudar, que no ayude. Si quiere hacer su trabajo y proteger a la gente de arriba...

—No se había olvidado que Peterson no le había respondido en vez de preferir transformarse—, Carmilla seguirá al fondo del camino. Pueden ir cuando vayamos nosotros o ir después. Ya no es mi problema. Que nos culpe todo lo que quiera. Ya está harto grande para tomar sus propias decisiones.

Se colgó el bolso y miró hacia arriba a los ojos brillantes y dorados de Peterson. 

Liel nunca me podía informar de aquellas cosas, ¿Verdad? Ella tenía que saber aquellas cosas, era un ser angélico, seguro que leía el aura de la gente antes de tan siquiera saber cuál era el timbre de su voz, pero no me podía haber dejado ver desde el principio que el eunuco de Scarlett era un puñetero cambiaformas del tamaño de un armario ropero...

Y aparte de eso, no me gustaba una mierda cómo había tocado a Ènone por nada, por decir que ya estábamos hasta los ovarios de que cada vez que dábamos un paso, para bién o para mal, ahí estaban los Chipendales de Aquella-a-la-Que-Cuddy-Había-Repudiado-por-todos-nosotros.

En serio, sonaba a que se iban los fines de semana a algún bosque a inventarse reglas estúpidas de boy scouts y mear en los troncos levantando la patita. Imaginaba que el perrazo y la pelirroja se turnaban llevando la cadena del otro... Me habría reído y me habrían dolido las costillas, posiblemente volviendo a escupir rojo sólido, pero Ènone le había hinchado sus (inexistentes) pelotas de actor de serie b canadiense de característica alopecia performántica (antes de convertirse en Tobby, el furry Scarlatta), y era muy consciente de que aquel coso lupino nos podía arrancar las caras y mearse en el hueco de nuestras narices con o sin necesidad de que Scarlett le tuviese que tirar de la cadena, silbando entre dientes, como se hace con los caballos de carreras para los análisis de dopaje.

- Doc, me ponga o no me ponga las tiritas, si tiene a bien chutar a la colosal mascota del Equipo Scarlett para que podamos ir a mirar una cosa al fondo del pasillo, se lo agradeceré mucho. Verá, semos jóvenes trastornados que lo hacemos todo mal y nunca preguntamos las reglas antes de ponernos a jugar, así que nos merecemos lo que nos vaya a pasar. No deje que eso le obligue a tomar más píldoras azules para poder cumplir con la parienta cuando descubran nuestros cadáveres, pero aquí el muchacho es un elegido, puede que para morir hoy, y yo soy la montura de un ángel, que es la que me ha dado este mazo tan guay por el que preguntaba, y hemos venido aquí a jugar. Que los dados caen en nuestra contra... Qué se le va a hacer.- No sé ni si fuí capaz de sonreír correctamente tras tamaña perorata, pero me dolían los músculos de la cara, así que cuando menos lo había intentado.

También me escocían los ojos, así que puede que hubiese hablado sin parpadear, y con los ojos muy abiertos. 

Peterson no cambió de forma. Se mantuvo en esa todo el tiempo escuchando los lamentos de los dos críos. Básicamente le pasó la pelota al médico para que se mojase un poco.

- Él ya está haciendo su trabajo para los de arriba. Precisamente que no sepáis nada sobre él, salvo por lo que os ha mostrado, es que lo hace como debe. Sin llamar la atención. - Miró a Peterson cuando el chico acabó de hablar. - No irá. Esas no son las órdenes que le dio Scarlett.

Entonces irrumpió el torbellino que era Suzie y con su berborrea, terminó ofendiendo incluso al doctor cuando soltó lo de las pastillas azules. Pero tenía por donde empezar y sonrió a la joven.

- Hay un proverbio oriental que dice así: pregunta es un tonto por cinco minutos, pero el que no pregunta permanece tonto por siempre. Creo que ya he respondido a tu duda sobre el juego, las reglas y no preguntar sobre ellas. - Felicidades por lo que has aprendido hoy. - Dijo con cinismo, para que, en ese momento de pequeña confianza que no duraría mucho, el doctor pinchase a la joven inyectándole poco más de medio contenido de la jeringuilla. Con un movimiento con su cabeza, Peterson, convertido en ese enorme ser, agarró a Énone.

- Reza porque ella no tenga ninguna enfermedad que te pueda contagiar por la vía sanguínea, como el VIH, porque os voy a convertir en hermanos de sangre. Y es que sois tal para cual. - Dijo claramente cabreado ya con todo aquello. - Peterson tiene razón, no sé que ha visto Scarlett en vosotros para que os quiera ayudar con tanta insistencia. - Añadió mientras pinchaba a Énone. - Idiotas. Hubieseis tenido más ayuda de no ser tan engreídos.

- Tendrás que llevarles a los dos a la guarida de Carmilla. Les dejaremos allí. Si no fuesen tan tocapelotas, me darían pena y todo. Vamos, no perdamos más tiempo, no les he puesto anestesia como para que estén horas así... por cierto, ya veo porqué Scarlett te dejó. - Dijo el médico mientras sentíais como os levantaban sin esfuerzo. - Debías dejarle la cama y el sofá lleno de pelos.

En ese estado de sueño inducido por la anestesia, tuviste una visión. Un hombre encapuchado, de aspecto sin duda Egipcio, se acercó a ti con un mensaje. Hablaba en Egipcio Antiguo, pero podías entenderle perfectamente.

- Iuun em nenou en hedjou, la hora para cumplir tu destino se acerca. Acaba con el mal que aterroriza este lugar y abre bien los ojos, pues aquí se oculta tu presente y futuro.

Tras esas palabras el enigmático hombre desapareció y todo se quedó negro.

Despertáis en un lugar ajeno y desconocido, sin saber el tiempo que habéis estado con los ojos cerrados. Todo está más o menos limpio y colocado en su sitio. Es un lugar habitado y usado con mayor o menor frecuencia. Ambos estáis vendados y con puntos en algunas zonas de vuestro cuerpo, pero os podéis mover sin dificultad. Seguramente el médico aquel os metió anestesia local para que os doliese todo menos. Pero esa anestesia no duraría siempre.

Una puerta a vuestra espalda cerrada y otra al frente con un extraño cartel para Suzie, pero no para Énone.

Es Egipcio Antiguo, el mismo con el que había soñado. En él el joven podía leer claramente "sigue tú destino". Pero, ¿cómo había llegado eso ahí? Otra nota se deslizó por el cuerpo de Suzie cuando se fue a incorporar. Esa si podía entenderla cualquiera.

Suerte. La vais a necesitar.

H.

Estabais solos en ese cuarto. Una puerta daba a la salida, seguramente a las alcantarillas de nuevo, la otra os adentraría más en lo que intuíais que era la guarida de Carmilla. ¿Qué camino ibais a tomar?