Partida Rol por web

Con la mano izquierda, torpemente, rebuscó un kleenex. Se sonó los mocos mirando mohína a la doctora. Era buena, menuda mano izquierda, hasta la seta tenía que estar de aguantar gilichorreces todo el santo día (que en el pueblo otra cosa no, pero personajes… un rato) y ahí estaba arrimando el hombro con ella, sin faltarle un ápice de razón, aunque le jodiera. Junto con su hermana y sor Virtudes las únicas mujeres cabales e inteligentes del castillo, algún día tenían que juntarse y beber algo, iba a ser divertido lo que podía salir de ahí… pero si tenía que meterse tanta pastilla… mejor que bebiera agua, suspiró interiormente. Amigos… algo que no tenía hace tiempo y que debían de recetar junto con el sexo.
- Con los contactos que tiene seguro que consigue todo eso….- eso ya no le sonó tan bien ¿Estaba insinuando que había estraperlo y trapicheos en Baños? Pues sí que estamos bien, otra preocupación más… de escuchar tanta cosa le daba empacho y se aturullaba, le pidió a Vílchez, con dulzura, que lo apuntara todo en la libreta–tiene gracia, el mundo se va a pique y yo a dieta…- rio moviendo los hombros, se quejó un poquito… suspiró, además tenía que cocinarse ella y comer aparte, y con una mano ¿Y que más? ¿Hacer el pino? Como si no tuviera lío, pero en fin... si había que hacerlo tendría que encontrar el modo, a la fuerza ahorcan "Imaginate si te caes redonda delante del general Mari", ya le daba apuro suficiente haberse desmayado cual damisela, negó con la cabeza ¿Serían los relajantes que le había dado? –Muchas gracias doctora, ha sido usted muy amable. Ya se habrá dado cuenta que soy una enferma horrible. Le voy a tomar la palabra con eso de venir y echar un rato... a veces una necesita que alguien "de fuera" te recuerde las cosas- apretó la mano de Vílchez, cuando la doctora contó eso del sueño la enterneció, ciertamente con Jorge dormía mucho mejor, envidiaba su capacidad para estar tranquilo - gracias, de verdad- le sonrió.
Pasado el trance, puesta la férula y recogidos los medicamentos recordó algo –Oiga… perdone no se si puede decirme algo o no pero… ¿Doña Fulgencia está bien? 

Miró al novio y la miró a ella. Madre mía. Al final le tendría que recetar los trankimazines. Ésta era de las que se rallaba enseguida, seguro. No obstante, se mostró simpática y ella sonrió. En el pueblo había de todo. Unos te trataban con condescendencia, otros no se fiaban, otros se fiaban demasiado tomándose confianzas, y otros no iban al médico ni atados.

-Bueno, "dieta, dieta". No es tan así. Solo que hay que comer de todo, como siempre. Y cuando uno se olvida de comer lo que hace falta, el cuerpo lo pide.

Estaba anotando en su carpetilla de pacientes. Tenía un registro de todos ellos, y así se iba fabricando su "historial médico". Esas cosas eran importantes. La enfermera llegó con las pastillas que había pedido. Cuando le preguntó por la señora Fulgencia puso un gesto de preocupación.

-Veremos como evoluciona, pero su caso en particular me preocupa. Tiene el hígado mal. En su familia al parecer hay historial de fallos renales con edad avanzada, y la Hepatitis A no ayuda. Tal vez aguante como un jabato o comience a tener fallos renales y la tengamos que tratar con interferón -guardó silencio por aquello, pues no era un medicamento que abundara en aquellas circunstancias- Tengo que hablar con su tío sobre eso. Se ha contagiado por que no se han tomado unas medidas higiénicas muy elementales, relativas a los que manipulan cadáveres. Una mera ducha no es suficiente si luego la ropa de trabajo no se lava cada dos por tres. Además, hay partículas que se adhieren bien en el cabello, y a veces uno cuando se ducha no se acuerda de las cejas, por ejemplo. Parecen chorradas pero es importante.

Previno su comedura de cabeza con el tema.

-No se preocupe. Yo me encargo de discutirlo con el alcalde, y de que se tomen las medidas. Las hermanas también pueden ayudar. No lo tiene que hacer todo usted, ¿Mmm? Además, me ha dicho un pajarito que puede que se vaya de viaje. Así que se lo va a tener que plantear como unas vacaciones. Le diría que se comiera un cochinillo pero hemos dicho que de momento carne no. Así que busqué por ahí un plato de potaje con judiones de la Granja y un ponche segoviano de postre. Y a vivir, que son dos días.

-Vaya, lamento oír eso, es una gran mujer- se refería a lo de Fulgen. Sin saber mucho de medicina sabía que ese invierno supondría otra criba de población –crucemos los dedos para que sea un caso aislado. Por suerte la tenemos a usted- se le vio el plumero y al final la trató como una cría “vaaaale ya lo piiiiillo, melasudina en capsulas”, ay que ver la psicología que tenía la tía. –Las noticias vuelan, jeje. Échele un ojo a mi tío también, que somos de la misma cofradía- hizo gesto de tragar –bueno, no le entretengo más, nos vemos ahora después- (en el partido).
Venga y ahora tocaba pasearse con el brazo pocho “No te comas la cabeeeeeeeza” se decía a sí misma “no pienses en lo de la hepatiiiiitis”, Vílchez sugirió que comiera algo pero en el cuarto no tenía nada más que las maritoñis, que estaban ricas de cojones pero no alimentaban una mierda. Se paró a pensar un momento, que por cierto si tenía que llevar la dieta… tendría que hacerse con un infiernillo, era la solución más cómoda. Cuando bajaran al pueblo cogería uno de la ferretería.
Carrillo pasó por delante y lo llamó de un chiflido, viéndola con el brazo así y la cara pálida salió de él encargarse del tema del alojamiento del general y acompañantes.
No quedaba mucho para la salida al polideportivo pero si les quedaba un rato para una meriendilla –Vente- le dijo echando a andar hacia la casa de sus padres. Fijo que tenían algo para picar.

Miré el reloj de pulsera, ceñudo. Hora y cuarto. Hora y cuarto. El calentón de las duchas, la consideración de que había echao polvos mas breves...A tomar por culo. Tiro mi toalla por ahí, a lo salvaje. Como el puto espartaco rodeao de leones en el circo romano, o donde estuviera el hombre. Pero sonaba fiero. A caliqueño fast and furious.

- Yaisa, si tu quiereh echamoh uno rapidito...Hora y cuarto pa er partido. Cuartito de hora, veinte minuticoh...¿Que me dise? - con la concentración adecuada podía ser bastante menos.

Le miró con una sonrisa y pensó en lo divertido que sería que él fuera al partido medio derrengado por haber estado follando hasta hace un rato. Casi se rió por la maldad de pensar en eso. Así se que como estaba en la cama, que es donde la había dejado por el tema del pie, se quitó la toalla que llevaba puesta y se quedó en pelota picada. Aquel cuerpecillo glorioso...

-Ven aquí Seky. Mójame -siseó.

¿La Naty pa que? No le hacía falta.

Su madre había terminado el turno de cocinas y estaba medio KO tumbada en la cama. Su padre estaba sentado en una silla con un palillo en los dientes y la camiseta quitada, por que allí dentro hacía un poco de calor. Una escena super hogareña, de las que veía de niña. Pero obviamente Vílchez no las había visto, claro.

-Ooopa -dijo, cogiendo la camiseta con la mano- ¿Que te ha pasao, hija? Que vienes con el brazo asín.

Le sorprendió la petición de su yaya, pero no se negó. Rebuscó en su maleta y sacó lo poco que le quedaba para liarse un par de porros, lo había atesorado para una ocasión especial, como que se muriera la japuta de la Toñi, pero por su yaya haría una excepción.

Su yaya valía esos dos porros, así que se puso a liar uno de inmediato. Sacó su grinder, su papel y un cigarro que espizco su interior en la mano pa mezclarlo con la hierba. Con sus superuñas se encargo de dejarlo finico y de forma homogénea, liar porros era como montar en bici, no se olvida. Una vez listo, pego el papel y se lo enseñó a la yaya liao.

-Quien lo lía lo peta- le dijo poniéndoselo en los labios, encendiéndolo y tras un par de caladas se lo pasó a la yaya. -Ahora te va a entrar un hambre del copón yaya, pero tos los dolores se van a ir, más bien que ná. No fumes mucho a ver si te va a dar un amarillo, un par de calás y lo guardas, que eso no se gasta... Luego lo vuelves a encender y ya- le dejó el mechero al lao.

-A suh órdene, jefa -le dijo sonriente.

Algo le pasaba a la Toñi. Quizá estuviera nerviosa por la visita y ya. Pero en cualquier caso él no estaba pa sus neuras en ese momento. A pesar de que vaciar las pelotas le daba lucidez, tenía otras cosas en las que pensar que las chuminás de siempre de la Toñi.

Y si tu me dices ven, lo dejo todo. O eso decía una canción popular, de esas que cantaba la mama mientras cocineaba, y luego el papa iba a la zaga. No, mejor no seguir por esos derroteros.

- Si, señora - y le hice el saludo militar muy a la coña.

Después me fui pa la Yaiza, dispuesto a cumplir con lo que pedía. No conocía mejor forma de poner como un flan a una chica que una comida de bajos previa  al caliqueño. Y en ello me puse, con cuidado de su pie. Esto, de alguna forma, tenía su morbo. Como lo hubiera tenido un polvete con intenciones de silencioso, en un cagadero limpio, en la intimidad mientras que la vieja se duchaba al otro lado. Pero en este caso era el riesgo del partido a la vuelta de la esquina.

-Hola!... uy…- bajó el tono al ver que su madre estaba durmiendo –hola papá. Pasa, pasa- le dijo a Vílchez que se quedó un poco parado en la puerta –Pues ná, ya sabes queste brazo lo tengo un poco pallá y en Segura me lo he terminado de jorobar, así que ajo y agua, me toca ir así 15 días- se acercó a darle un beso cariñoso y sonoro. Era curioso, por que en familia a Mari Cruz le salía el acento de “Graná” –perdón por no venir anoche, caí muerta en la cama na mas llegar- le abrazó con el brazo izquierdo y buscó asiento –¿Papá, teneis algo de comer? Se me´a pasao el almuerzo y estoy que me caigo… lavín que calóh hace aquí – se abanicó con la mano y miró a Jorge, palmeó la silla a su lado indicando al compañero que se sentara, estaba tenso el chaval –Ven siéntate, no te quedes ahí…-  entonces cayó en la cuenta de algo –espera…- le dirigió una mirada sintomática –o... os... he presentado?- 

El Cagaprisas bajó desde casa como Pedro por su casa. Era extraño pasear así por el pueblo, a pie, como en los viejos tiempos. Él era un bicho raro, de esos que no cogían el coche para ir a la panadería. Se ejercitaba caminando, hasta con tol calor en el verano, si había que bajar al Covirán en el pueblo, a la farmacia a comprarle el anillo vaginal a la Toñi o por el pan, se daba un paseillo. Total, cuando no estaba con el camión le gustaba disfrutar del pueblo, volver sudaillo, tirarse a la piscina y hacer unos largos. Y luego si podía meterle mano a la Toñi, se la metía. Y si no, su cervecita.

La vieja y buena vida, a la que aquel paseillo le recordaba. Saludó a algunos del somatén que estaban vigilando en las esquinas de las calles principales, asomados a ventanas y balcones, o a pie de calle. Había gente que ya iba bajando tranquilamente para el polideportivo, por que no tenían ninguna prisa de volver a ponerse a currar. El partido era la excusa perfecta para pasar por sus antiguas casas y llevarse alguna chorrada que ellos creían super importante, y que en realidad era un mamotreto al que le habían cogido cariño.

No había duda de que el pueblo era un lugar mejor debido a lo que estaban haciendo en el castillo. Aunque todavía olía cierta peste de la sangre de los apollardaos, y había algunas evidencias del apocalipsis si te fijabas, el pueblo estaba igual. Solo un poco más sucio, o lleno de polvo. Y ya está.

Caminó con cierta nostalgia, viendo la reja cerrada de lo que había sido la panadería, el restaurante o el barecillo. Y al final llegó a donde tenía que llegar. El polideportivo del Descansadero del Santo Cristo, con su pista cubierta y su campo de tierra para los partidos grandes de fútbol, con sus gradas y toda la polla, que iban a utilizar hoy. El lugar estaba rodeado por una tapia y solo tenía dos accesos: un portón con puerta peatonal que daba a una calle y la puerta pequeña que comunicaba con el pabellón.

Ya había gente por allí cuando llegó, sobre todo del equipo. Estaba el chino, los negratas y Paco el del somatén, entre otros, cambiándose en los vestuarios mientras hablaban de tías y chominadas.

Cuando llegó le dió la mano en plan gangsta broda ouh yeah.

-¿Que pasa, capitán?

La Yaiza se puso como una moto no tardando mucho. Cuando su niño le hacía esas cosas con la lengua ella se retorcía como una sierpe. Afortunadamente para él era de la clase de mujeres que tienen "el puntillo", las que se corren sin tener que estar ahí veinte minutos chup y requetechup. Por eso el primer orgasmo la pilló por sorpresa y chilló como un animalillo asustado, haciéndole reir.

Luego se puso el condón y se iba a poner encima. Pero ella hizo el esfuerzo, a pesar de las piernas temblorosas, de probar a cuatro patas. Sería más descansado para él, que tenía que ir al partido. Ya podía doblar un poco el pie sin que le molestara, así que no fue problema. A él tampoco le pareció mal, por que comenzó a darle sartenazos en culo con bravura y casi olvidándose de lo pequeña que era. No es que le estuviera haciendo daño, por que ella era de esas que tu le preguntas "¿Como te gusta, suave o fuertecito?", y la respuesta es jodidamente obvia.

No tardó mucho, en realidad. Cinco, diez minutos de pim pam pum, y se corrió vivo con grandes gemidos. Era un poco exagerao a veces. Se quedó un poco asín, belladónico, respirando fuerte. Por eso cuando salió se tumbó un rato, tras perder el tiempo justo de quitarse el condón. Ella apoyó la cabeza en su pecho, y cerraron los ojos un momento, acompasando la respiración.

Plas. Abrió los ojos, de repente, cuando alguien picó a la puerta. Miró la hora y faltaban veinte minutos para el partido. Se había quedado frítisimo. Aunque era normal, por que polvillo después de comer y modorra de la tarde, dos más dos, suman cuatro.

La abuela dió un par de caladas sin toser. Cuando ella había sido enfermera en sección femenina había fumado mucho. Pero luego se quitó por que era una costumbre "fea" e impropia de una mujer de bien, según la mentalidad super retrógrada y fascista del Jaén de los años 60.

-Ay, ya me siento mejó. Si. Gracia híja.

Se echó en la cama, apagando el peta para que no se le gastara. Y en menos de lo que cantaba un gallo se quedó frita, fritísima.

El legionario sonrió. La escena tenía su gracia. La abuela cuando se quedaba roque, podías bailar una danza zulú al lado que ni se empanaba. Bueno, excepto si te tirabas un pedo, le ibas a robar algo o hacer alguna indignidad. Entonces se despertaba por era como una abuelaseñal. Como un atentado gordísimo a la paz y el orden que requería del superpoder de la alpargata.

-Tengo que bajar al pueblo a lo del partido. Pero tengo potra, me toca hacer guardia allí mismo, en el campo de fútbol. ¿Te vienes? Ésta no se va a ir a ningún sitio.

¿Os he presentado? Eso la hizo incorporarse como un resorte. Parecía el Drácula de Bela Lugosi cuando se levantaba del ataúd con las manos cruzadas. Que capacidad de respuesta. Que radar de madre, o más bien ya de abuela, para aquellas cosas.

-Pues no, hija, pues no -le hizo un terminator a Vílchez- Éste mozo tan guapete que siempre va contigo. ¿Como se llama?

Miró con intriga a su yaya mientras fumaba, esperando alguna reacción graciosa... Pero le dio sueño. Así que cuando la yaya apagó el porro, la Kimberly se levantó, cogiendo la mano de su Paco pa que le siguiera fuera y dejar descansar a la yaya. Cerró la puerta tras ambos.

-Tié pa un par de horas durmiendo, luego se despertará con hambre...- le dijo al Paco. -¿Quién te ha dicho lo de la yaya? Porque la japuta la Toñi quería que trabajara pa dar de comer a tos, conforme está y que si no lo hacía ella, fuera yo... Sí vía a trabajar estando mi yaya mala, yo me quedo a cuidarla. Menuda zorra es...- se desahogó con su estrenado novio y asintió cuando dijo lo del partido. -Los vi jugar el otro día, parecen patos mareaos tras el balón...

Comenzaba el interrogatorio. En realidad si le hubiera dicho que querían que le cocinaran algo él mismo se hubiera puesto con ello. Pero ahora no había marcha atrás. Así que pensó. "Bueno, he perdido a mi familia, pero puedo ganar una nueva". Así que se puso en modo super simpático y con una sonrisa amplia.

-Me llamo Jorge, señora. Jorge Vílchez. Soy de Mengíbar, de aquí al lado. Encantado de conocerla.

Ya se había puesto la camisa y sonreía bajo su bigote cano, bonachón. Esperó a que le diera dos besos a su mujer y luego le estrechó la mano apretando un poco. La prueba inicial para saber si estaba ante un tío con dos cojones o un meapilas como su el marido de su pequeña Angustias. Pero lo que veía de momento le resultaba agradable. El chaval bien formao, peinaico, afeitao como Dios manda, y no como esos rojeras que llevaban barba de guarro, y educado.

-Encantado de concerle, joven -dijo con una pequeña sonrisa. A diferencia de su mujer, que no podía evitar la curiosidad de la leche, él trató de salir del paso- Vaya por Dios. Si es que ya te dijo el médico que tenías propensión al codo de tenista ese, como tu aguela, que en gloria esté. Ara a descansar como está mandao.

Se giró a mirar a su mujer.

-¿No ibais a cocinar ahora cosas para el partío?

Su madre no le quitaba ojo de encima al ejemplar. A su cruce de miradas, a los gestos. No era tonta, sabía que estaban enrollados. Se notaba mucho. La pregunta le cogió a contrapié en otros pensamientos, y como siempre reaccionó en plan matrimoniadas.

-No seas pesao, Paco. Si, vamos a cocinarr ahora -procuraba hablar un poco más fino- Vamos a hacer papas bravas para repartir a la gente, y sacarr frutos secos y esas cosass.