Partida Rol por web

Alberto no perdió un puto segundo. Como ella llevaba un bañador de los que van atados por un lado con un nudo, le quitó las bragas en tiempo record. El mismo tiempo que tardó en menearse de la forma que Dios le dió a entender para dejarla medio tumbada en el asiento del coche, con la espalda apoyada, ponerse el profiláctico en la polla (que la tenía por cierto de un tamaño razonablemente bueno) y metérsela de la A a la Z como si todo hubiera sido el mismo movimiento.

Afuera hacía un ruido de la leche, el chunda chunda que se escuchaba de la cercana piscina. Pronto se escuchó el plaf plaf de sus cuerpos chocando, como si estuvieran dando palmadas, y su respiración de toro mihura por el esfuerzo. Muchos músculos y poco cardio, como solía pasar. Pero la droga ayudaba y apenas se enteraba uno del esfuerzo o del dolor.

Le quiso dar un beso, pero jugó antes respirando sobre su cara. Había quienes no le gustaban los besitos en aquel tipo de encuentros de aquí te pillo y aquí te mato.

La mierda de la hierba del moro le estaba jugando malas pasadas por que flipaba. Eso le hacía reír. Caminaron hacia el córdoba cogidos de la mano y se cruzaron con otras parejas que habían tenido la misma idea. De hecho había una tía que estaba agachada sobre maromo tras unos matojos, y por la posición (era difícil verlo) se la estaba comiendo mientras él se quedaba en el suelo quieto mirando las estrellas.

Sea como fuere, llegaron al coche y se sentaron en el asiento, comenzando con el toqueteo y la tontería. Ella le enseñó sus tetillas pequeñas pero firmes y él las estuvo besando y chupando. Luego ella se animó e imitó a la chavala de fuera, por que agacharse sobre su nardo en llamas y metérselo en la boca fue todo uno. La madre que la parió. Que tranquillo tenía en aquello. Su boca era como napalm y su polla era como las selvas de Vietnam. Se derretía bajo ella.

Estaba claro que allí se había liado parda del todo. Pero del todo. Si había alguna más de aquellas cosas en kilómetros a la redonda, el ruido del accidente y el de los cerdos les habrían atraído. Así que tenían poco tiempo para hacer algo. La radio seguía en silencio en lo concerniente a su pregunta, así que el compañero tomó la iniciativa y bajó del todoterreno acercándose al hercúleo camionero que se había visto sorprendido por la presencia del cadáver. No estaba muy lejos, como a 4 o 5 metros.

-No grite, por Dios. Mantenga la calma, es esencial.

Miró de reojo al cuerpo y entonó una mentirijilla piadosa.

-Ha sido víctima de un atropello, pero no tiene por que preocuparse. Está avisado el SAMUR y protección civil para que vengan. Pero ahora tendremos que llamar a los bomberos.

El guardia parecía nervioso. Y no por que hubiera presenciado un accidente mortal. Estaba nervioso por su entorno, por la oscuridad. Aquello era raro de cojones.

Vaya si era un semental aquel mozo, su abuela se había equivocado y tenía que haber vivido dos pueblos más pallá para hacer conocido al tal ¿Roberto? antes. Los gritos de la Kimberly pugnaban por sobresalir por encima de aquella música machacona que había dejado poner el ayuntamiento por la ocasión de las fiestas. La Kimberly hubiera puesto algo más internacional, como el Guetta o el Tiesto, pero ahora tampoco estaba para quejarse ni mucho menos. Cual berrea de ciervo en celo, le hacía saber a su amante fugaz lo que le estaba pareciendo aquello.

Cuando ¿Abelardo? hace por besarle, ella le come la boca, violándole con su lengua. Su estado continuo de cachondismo, mezclado con la droga y el maromo que tenía encima no era para menos. Al mismo tiempo le clavó las uñas repintadas y bien afiladas a ¿Arturo? en sus nalgas, cual pantera salvaje, esperando por que no se le rompa una uña.

Los puercos vivos atrapados entre el montón de fiambres chillaban lastimosamente y por momentos costaba oirse hablar. Jose Luis estaba confuso, rascándose el cogote.

-¡Coño, pues llámelos! ¿Hay más vítimas? ¿Puedo hacer algo? ¿Quéstá haciendo su amigo?

Carnaza por todas partes y olor a gasolina, metal, sangre, purines y meados de cochino. Ascazo. Se ofrecía a ayudar pero lo que de verdad quería era salir de allí y darse una ducha y meterse unos lingotazos para bajar el susto. Pero el chip Aquí hay tomate se le había activado y, joder... morbazo de meter el hocico y curiosearlo todo. Que luego hay que contarlo, coño.

Por la virgen que no veía la hora de que llegaramos al coche. Debía ser la hierba que me subía, pero llevaba un contento...una risilla...O la hierba o la anticipación de pasarme por la piedra a semejante jamelga. Luego el asiento trasero de mi seat prendió en llamas. No tenía las tetas muy grandes, pero no era desagradable. Como dice el dicho: teta que mano no cubre...Las sobé y comí como si no hubiera mañana.

Cuando se anima y se baja al pilón, no puedo sino boquear como un pez. Mostraba una buena tecnica, de quien tiene práctica y gusto. En el proceso, entierro una mano en su melena, que sube y baja al ritmo del acontecimiento. No seré yo quien la pare hasta acabar. Tanto si me deja acabar como si no, al momento en que mi merienda y su boca dejan de ser uno, meto mano a la parte baja de su bikini como si no hubiera mañana. Mientras, con la otra mano echo mano a mi mochilla de perro flauta, ahí están los condones. La iba a poner fina filipina contra el asiento.

Miraba con poca ilusión a Vílchez (ante la expectativa de tener que salir oliéndose que esos perlas iban a arrancar en cuanto se acercaran, ya iban unas cuantas) cuando, visto y no visto, llegó el camión y los convirtió en sandwich de crema -¡JODER!- se le escapó con los ojos desorbitados ¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas, aquello parecía una puta peli de acción solo que en la realidad no te ríes tanto, menos cuando sabes que acabas de atraer a todo bicho “viviente” en kilómetros a la redonda ¿Se podía torcer más la cosa? En principio hubiera esperado a que se dispersaran los marranos, esos animales ya eran peligrosos de normal, histéricos como estaban era como si te pasara una apisonadora por encima, pero apareció un segundo camión. Por suerte tuvo pericia para evitar el choque, el problema vino cuando se bajó de la cabina y empezó a correr inconscientemente en la oscuridad hacia la zona siniestrada, directito al perímetro de la “muerta”.
Vílchez salió como si tuviera un muelle en el trasero –Ten cuidado- le dijo antes de salir. Por su parte Mari Cruz  informó del suceso –Menjíbar aquí U-33, ha habido un accidente en nuestra posición un camión ha embestido un turismo, transportaba cerdos, se han escapado por el cauce del río, me temo que no hay supervivientes. Hay un segundo camión esperando paso, cambio- 

La gimnasia pélvica prosiguió durante unos minutos. Aunque era difícil precisar el tiempo con el subidón del éxtasis. Cambiaron de postura y ella se puso encima, dominándolo como una valkiria choni hambrienta de sexo. Le cabalgó con energía, y cuando se sintió eufórica, bajó una mano y ella misma se tocó la tecla. ¿Para que esperar que el tío pusiera interés en que se corriera? Eso no solía pasar con aquella clase de maromos.

Pero de aquella manera ella si llegaba antes. Y vamos si llegaba. Chilló como si no hubiera un mañana, y quizá fue por la droga o vete tu a saber, pero por primera vez en mucho tiempo se corrió con aquellos chorretones de líquido transparente, como si fuera una de esas chavalas americanas que salían por internet. El famoso y esquivo "squirt". Eso puso perdido al Albertito, pero también le hizo correrse en plan Fonteovejuna. Todos a una. Sintió su tranca palpitar dentro y como finalmente gemía con una intensidad de decibelios parecido al de ella.

Aquella manera de correrse tenía sus pros y sus contras. Era la hostia de intensa, pero sufrías una serie de espasmos mucho más pronunciados que con un orgasmo clitoriano al uso. Tan fuertes que uno perdía el control de las piernas que comenzaban a temblar como si fueran un flan dhul.

Entonces escucharon unos gritos, no suyos, si no de fuera del coche. Del aparcamiento. Gritos de un tío y de una tía. Pero no eran gritos de follar. Eran gritos de terror.

Después de todo, la bella Yaiza quizá si era menor de edad. Cuanto le metió los dedos en el mismísimo toto, se dió cuenta de que todavía era vírgen. Por eso ella le sonrió un momento apartándole la mano, o más bien, poniéndola sobre su berberecho.

-Respétame el virgo, Seky. No ase falta, tu frota, yo quiero que te corras en mi boca Seky.

Dicho lo cual, volvió al tema con alegría y desenfado, mientras él tocaba la guitarra con un dedo. Resultó ser de las que se corrían pronto y varias veces seguidas, por que la sintió gemir contra la tranca varias veces y estremecerse. Al término del tercer o cuarto orgasmo, casi de seguido, apretó los labios y siguió con fuerza y potencia hasta que el porrero se corrió vivo dentro de su boca aullando como un lobo en la serranía de Ronda. La cabrona quizá era vírgen, pero seguro que no era la primera vez que se la comía a un pavo, por que succionaba como una profesional. El semen ni siquiera se desperdiciaba por que ella tragaba conforme lo disparaba con ansia en su boca. Cago en la vín, que momentazo. Algo pa contar a los nietos.

Como siempre pasa en éstas situaciones, a uno se le va un poco la pinza. Es como si te metieras belladona. Los ojos como platos y la respiración agitada, con ese mareo que llega fuerte y se va con las cosquillitas placenteras. Cuando abrió los ojos el momento de felicidad se vió truncado por una visión horrible. En la ventanilla, al otro lado, de pie en el aparcamiento, la tia de la mamada en los setos estiró la mano ensangrentada rascando el cristal del córdoba con las uñas. De su boca abierta comenzaron a emitirse unos gemidos animales, como de ansia, y al abrirla cayó de ella un pene parcialmente cercenado. Tenía la boca llena de sangre, la tez lívida como cadavérica y comenzó a aporrear el cristal.

El Zeky no atinó a otra cosa más que a gritar. Como acababa de correrse la polla le cosquilleaba cantidad y no controló la uretra, comenzando a mearse en lo alto. La pequeña Yaiza se incorporó para mirar, molesta por el chorro de pis que le había manchado el mentón. Ella se sumó a los gritos de terror por la situación kafkiana, con riesgo de desintegrarle los tímpanos al pollero.

Se encontraba peor que tras una clase de gimnasia del instituto allá cuando hacía la ESO, unos dos años atrás. Había merecido la pena seguir a ¿Aarón? a su coche, vaya si la había merecido. Estaba a punto de dejarse caer sobre él, rendida como el gorrino de matanza cuando le cortan el cuello, muy al uso debido a una pérdida similar de fluidos, cuando oyó aquel grito que no se parecía en nada a lo que había salido de ella hace escasos segundos.

-Hostia, Rigoberto, deberías ir a mirar... Me da que ha pasao algo mazo chungo ahí fuera...- se asomó a la ventanilla del coche para ver si por algo distinguiera quien era la desafortunada. -Suena de que le han petao el ojete a alguna que no quería...

La radio tardó dos minutos en dar una respuesta.

-Hemos avisado a protección civil y nos han dicho que han desviado la ambulancia que había en la feria para ayudar. No obstante hemos cursado la solicitud a la jefatura de tráfico y van a mandar otra unidad a ayudar y a los bomberos. Pero van a tardar, están atendiendo otra llamada. Cambio.

Dicen que cerdos y seres humanos son muy similares. Quizá tuvieran razón, por que lo que se vió cuando pusieron las largas fue la hostia. El camión había volcado y varios contenedores de cerdos estaban abiertos. Pero los cerdos no estaban solos. Había una especie de matrimonio viejo, vestidos en bata de hospital, ella con la quijada con el hueso al descubierto y él con un brazo roto. Se estaban comiendo a los cerdos que estaban atrapados dentro de sus cajas, pero sin cuchillo ni tenedor. Con las putas manos y con la boca.

Pero eso no era todo. Algunos cerdos habían enloquecido, dos o tres, y perseguían a sus congéneres por la vaguada chillando como unos condenados, como si quisieran comérselos. Hubo unos instantes de silencio e incomprensión. Nadie había hablado nunca de cerdos afectados por aquella enfermedad africana. Y los cabrones eran mucho más rápidos que la pareja de viejos, que de momento estaban concentrados zampándose a los cerdos que parecían sanos, en su contenedor.

Uno de los cerdos locos se vió atraído por las luces del todoterreno y, tras girarse a mirar, cargó colina arriba con un trote cochinero que, sin ser la hostia de rápido, se asemejaba al de un perro cojo. Chillaba con las fauces manchadas de sangre.

Alberto no era un héroe. A pesar de sus músculos no destacaba por ser un tío muy echado para alante. Cuando le dijo que saliera afuera parpadeó como indignado.

-Yo no zargo ahí.

No hizo falta. Ella se asomó y vió un seat córdoba traqueteando, y fuera una tia con un bikini mal puesto, desordenado, la ventanilla cerrada manchada de algo oscuro y la tía que intentaba morder el cristal. Había alguien dentro, uno o dos chavales, gritando como gorrinos en la matanza.

Pero no hizo falta calcularse mucho que coño estaba pasando. Unas manos intentaron agarrar a la Kim por el lado contrario. Cuando se dió la vuelta vió a un tío de aspecto lívido y cadavérico, ojos blancos, el  vientre abierto con el mondongo colgando y un agujero que chorreaba sangre donde debería estar su polla. Sangraba despacio y gemía despacio, intentando agarrarla. Ella no tenía la coordinación muy pallá, pero la adrenalina la reactivó rápidamente.

-¡Me cago en San Dios! -exclamó Alberto, saliendo por la otra puerta.

Todo un valiente. Se dejó la puerta abierta y corrió como un puto gamo a pesar de que estaba descalzo. Abandonándola como si le importara una polla. Pues así era.

Una señora en bata a bocaos con un cerdo crudo. Esto empieza a ponerse raro, Seluis. El cagaprisas no tenía mucha experiencia como observador de cerdos histéricos, así que verlos corretear con el morro sanguinolento devorándose unos a otros le parecía extraño. Si se les deja los cerdos comen de tó, pensó, intentando justificarlo. También es tener hambre ponerse a comer recién atropellaos, por otro lao. Pero lo otro, lo de esa gente embutiéndose jamones sin curar, a lo bravo, eso ya era otra cosa. Miró de reojo al agente que había salido del coche, esperando que ÉL hiciera algo antes de moverse. El agente haría algo y él podría subirse a su puto camión y encerrarse en su puta casa, en vez de tener que llevar la iniciativa, acercarse a la pareja y darles ánimos con palmaditas en el hombro. Sintió alivio de tener al lado a la autoridad, pero vamos, el picoleto tampoco parecía en su mejor día.

-Jefe ¿esos dos de dónde han salío? ¿Y porqué sestán comiendo al cochino?

En ese momento vio al puerco que corría renqueante en plan embestida. Peaso colmillos tiene el sijoputa. No pensó que hiciera falta pedir permiso para saltar encima del capó del todoterreno y quedarse fuera del alcance de los animales. No lo dudó.

No hacía falta ser muy listo para saber que coño estaba pasando allí. Lo que le dejó to flipao fue lo de los cerdos. Nadie le había hablado de eso. El camionero se subió al capó del coche y él dió unos pasos atrás para acercarse a la puerta del copiloto, efectuando un primer disparo. Era difícil acertar a la cabeza de un cerdo, por lo que el tiro le entró por la boca y le pasó de parte a parte con pocas consecuencias.

-¡Dios, Dios, Dios! -exclamó.

El cerdo, que más bien parecía un morlaco, grande y letal, trescientos kilos de carne con dientes hambrientos, seguía subiendo la cuesta. Afortunadamente, se quedó atorado un momento con el cadáver que estaba tirado en el suelo, dándoles unos momentos para reaccionar.

Igual de enterarme antes de su virginidad hubiera puesto reparos....No, que pollas...No hubiera puesto nada con tal de que ella se la dejara meter. Pero lo de menor ya era mas preocupante...¿No meten a gente en la carcel por eso? La madre que me parió. Pero el caso, la preocuación se disipó muchísimo por estar como estábamos. Con mi merienda en su boca yo no podía pensar mucho, yo ya estaba muy venido arriba, y la sangre estaba acumulada en una parte de mi cuerpo en particular. Por eso mis reparos se perdieron en algún lugar del limbo, mientras yo perdía mi mano en su bikini y le daba dos o tres alegrías.

Lo que no me esperaba al acabar aquel tipo escarceo sexual que no tenía desde los quince años, es que la pava de la mamada en matorral fuera estar en mi ventanilla, con esas pintas y con una polla en la boca. El terror que vino en consecuencia me hace tener una situación bastante embarazosa, pero tampoco hay cabida para caer en eso en un momento de pánico como aquel. Los chillidos de la canaria virgen no ayudan....

- !Ay La Víhen! La pava sapuesto loca...Una sicokiléh desah...!Que larrancao toa la polla!- con chorra fuera y todo, que no es momento para melindres, salto como un resorte del asiento trasero del coche hacia los asientos delanteros y el chásis, allí le doy al botón para que se cierre el seguro de todas las puertas del coche, que estaban previamente cerradas. Putero que no exhibicionista.

Hago por acceder al asiento del piloto desde los asientos traseros, para arrancar el coche y pirarme. Cojones...No vaya a ser que la tia esta me rompa la luna y nos la lie. Y que cojones, que tengo miedo. Es lo que me sale. Huir.

Notó aquellas manos tocarla y su primera reacción fue darle un manotazo. Se giró a ver quién era el gilipollas al que tenía que partir la cara por tocar sin permiso y dio un chillido que rompería cualquier tímpano cercano, si no se fumara su cajetilla diaria de tabaco. Tuvo que toser por el esfuerzo y se apartó como pudo. El jodío ¿Amancio? se fue sin ella, corriendo en bolas por el descampao. La Kimberly tomó su bolso, su bikini en la mano y corrió también para fuera.

¿Qué pijo era aquel tío con tanta sangre y esos gruñidos? Parecía como si le hubieran rajao o algo algún gitano de la zona, por meterse donde no debía sin duda. O lo mismo... Lo mismo estaba pasando lo que en esas películas americanas que tantas veces había medio visto antes de calzarse al ligue de turno. Sí, sí, esas donde hay un asesino suelto en una fiesta que va matando a tos. Si aquello era como en las películas, sería el mejor amigo el asesino... La puta de la Yoli, sabía que le tenía envidia cochina desde que había llegao y se lo callaba. Como intentara algo con ella, la cogería de los pelos y la arrastraría por tol erial.