Partida Rol por web

Estoy hablando de más, lo siento a veces me dejo llevar demasiado por mi credo. - respondo, bajando la cabeza ante la semiorca, mientras me sumo en mis pensamientos.

En eso Powaqqatsi cargó en vilo a Finn, y lo aventó por los aires hacia el pozo.   ¡Lo siento yo también, Daisy!  ¡Lo siento!  ¡Es comoun odio que no puedo controlar!  ¡Aaahhhhrrr!  El pobre marinero fue lanzado sin poderlo evitar y voló un par de metros para caer derechito de cabeza, zumbulliéndose cuan largo era en el pozo y salpicando todo a su alrededor en la cocina con un gran splassshhhh. 

Aaaahrrg.  El druida estiró los brazos hacia Adía, como si la fuera a lanzar a ella también detrás del de Lyrandar, pero se contuvo.  Sus broncíneos brazos congelados, agarrotados.  Me...me controlo, si.  Me controlo.  Uf.  Yo, me, controlo.  Dejó salir una artificial exhalación de tranquilizarse pues realmente no necesitaban respirar pero tenían un fuelle que hacía las veces de impulso para la caja de resonancia vocal.

Me controlo.  

Lo siento Finn.  

Fue hacia él y lo ayudó a levantarse, secándolo un poco con un trapo amarillo de cocina que había por ahí al incorporarlo de nuevo al piso mojado.   

¿Viste algo abajo del pozo? ¿El agua sabe bien?  -preguntó todo inocente. 

La discusión entre los ideales del enano y el pragmatismo de la elfa podrían estar basados en cuestiones puramente raciales. O tal vez la semiorca esté en lo cierto y este lugar exaspere vuestra paciencia hasta lo insoportable. O tal vez no tenga nada que ver y simplemente se deba al cansancio y al estrés acumulado durante días juntos sin apenas descanso.

Adia recoge varios objetos, entre los que se cuentan varias de aquellas varas o amuletos que sirven para viajar en la esfera, y los guarda en su mochila. Mientras tanto la semiorca examina los cadáveres en busca de alguna pista que  le indique la causa probable de muerte ¿Envenenamiento? Daisy revisa sus encías y gargantas. Abre sus párpados e inspecciona los oídos. Huele sus manos y revuelve sus pelos en busca de costras. No hay nada.

Su instinto de investigadora le lleva siempre a buscar la presencia de lo anormal y la ausencia de lo normal. Y en aquel caso no encuentra ni lo uno ni lo otro. Tan sólo le queda achacar sus muertes al influjo de muerte que barrió esta tierra en  propio día del luto. 

Los cajones de la cocina atraen la atención de Daisy y de el propio Alfrik.  Parece ser algún tipo de ...

De repente Powaqqatsi alza en vilo a Finn y lo arroja al estanque de agua. Un sonoro "chof" resuena entre las paredes de la cocina. El druida lanza un grito y gesticula violentamente con los brazos. Atónitos observáis la escena sin llegar a discernir el motivo de tal conducta. Pero a la misma velocidad con la que ha parecido volverse loco recupera su estado normal, se disculpa ante el bardo y le ayuda a salir del estanque.

Tal vez la semiorca tenga razón lo cual no os deja de preocupar. Si a todos os afecta este lugar de muerte, ¿que no puede estar haciéndole a la artificial psique de un forjado amante de la naturaleza y la propia vida?

Como si aquí no hubiese sucedido nada, Powaqqatsi se acerca a examinar los cadáveres y el cajón con el sello de mithril. Sus conocimientos de artífice no son de aplicación cuando se trata de examinar personas, aunque estas estén fallecidas, por lo que no puede aportar mucho al respecto. Los cajones con el sello si deberían estar dentro de su campo de experiencia pero, sin embargo, no consigue descifrar los patrones de su fabricación para determinar las propiedades de los mismos. 

Finn, empapado, se aproxima. En su vida ha escuchado algo como lo que estáis viendo en este lugar. La extraña cocina, los cadáveres inmóviles como si de un cuadro se tratase, la extraña reacción del druida,...Todo es extrañamente excitante y desconcertante para su cultivada mente. Una cosa si tiene clara, el agua del pozo es extremadamente rica y fresca.

¿Y qué, mestizo? ¿La agua del pozo conectaiba con algún otro pasaje, o no probaste a bucear?

Era el marinero del equipo. Si alguien iba a explorar el fondo del pozo, y sus posibles canales subterráneos, ese era Finn... y en menor medida Skully, pero sobretodo Finn. Sin embargo, ni siquiera prestó atención al semielfo. Daisy Sue estaba demasiado ocupada abriendo los cajones del armario de ébano.

¡Argh, esto es disisperante! Supongo que a veces las cocinas normales solo son cocinas normales. ¿Probamos la llave color caca en la ranura que lleva al norte?

Si al final acabarían por romper el panel de tanto usarlo, y se quedarían atrapados para siempre allí abajo...

Muuy fresca.  Sonrió y se exprimió el agua de las barbas, aprovechando para peinarse un poco.  Pero no se si había algo abajo.  Regresó a mirar.  

De por si es milagroso que haya agua fresca acá.  Rellenó sus odres mientras miraba si había alguna compuerta secreta o algo.  De paso verificó el que los cajones tuvieran algún tipo de magia.

Probablemente limpien de manera instantánea o produzcan viandas.  Pero no lo sabremos a menos que nos quedemos más rato. 

Si no urge alimento, probemos la esfera de nuevo.  La ranura norte está bien Daisy. 

 Intentó acercar una llave azul y luego otra marrón a ver si pasaba algo a las cajoneras antes de pasar por "la última cena", cerrando los ojos de los comensales para que algo de paz simbólica hubiera.

Como ella ya había dicho, allí no había nada. Nada más que la gran cantidad de llaves que se había agenciado, junto a las monedas que ya que se había guardado*. Con eso en la mochila, y con el beneplácito –o al menos el cese de todas las quejas– de los allí presentes, aceptó con un gesto de la cabeza volver a la esfera, esta vez tomando ella la iniciativa para probar el plan de Ariete. 

Cuando estuvieron todos dentro, asintió. 

– Bueno, probemos la segunda teoría de nuestra maquina de guerra – dijo refiriéndose al forjado que llevaba el nombre de una. 

Con tranquilidad, y midiendo bien los tiempos, cogió dos de las llaves y, exactamente a la vez, las introdujo en dos ranuras diferentes. La marrón, en la ranura norte de su mismo color. La azul, junto a ella, en la ranura noroeste. Luego esperó un momento. Si aquello se empezaba a mover, es que el enorme bloque de adamantita tendría razón. Si no, bueno, lo habían intentado, y era hora de hacer caso a Daisy y dejar únicamente la marrón de arriba del todo en el panel.

Tras abandonar la cocina, me dirijo de nuvo a la condenada esfera.

Oye elfa, quiero decir Adia, siento lo de antes y cuando regresemos a la ciudad te voy a ayudar a devolver los efectos personales de tu gente a la Corte Eterna, como muestra de respeto por los caídos. Es lo menos que puedo hacer por tu gente. - digo tendiéndole la mano.

Una vez las llaves estuvieron puestas –o sólo una de ellas–, y eso empezó a moverse, asintió y aceptó el gesto del enano mientras todo empezaba a moverse, estrechándole la mano. 

– No hay nada que disculpar, en... Alfrik. Ni necesitaré ayuda para nada – dijo sin acritud, pero con firmeza –. Ahora preocupémonos de salir de esta con vida. 

Con una sonrisa torcida, miró hacia la nueva abertura abierta. Sigamos...

Finn se sumerge de nuevo en el pozo. Su suelo es de piedra  firme y no contiene ningún tipo de misterio. Mientras tanto debatís vuestras opciones y decidís probar suerte en el orificio marrón que hay situado al norte en el panel de la esfera.

Antes Adia intenta comprobar la teoría de Ariete e introduce dos amuletos en dos orificios y al mismo tiempo. Pero nada sucede. Al parecer la esfera debe funcionar únicamente con un sólo orificio y, claro está, usando el amuleto del color adecuado. 

Cuando ponéis el amuleto marrón en la ranura del mismo color que hay situada al norte sucede lo que esperabáis. La esfera cierra sus compuertas y empieza a girar. Al abrirse de nuevo aparece ante vuestra vista un pasillo que termina en una puerta metálica cerrada. Tras comprobar que no hay trampa alguna en los metros que os separan de ella os dais cuenta que está cerrada.

Powaqqatsi intenta ayudar a Daisy a buscar trampas en la puerta cerrada para abrir cerraduras pero realmente sólo la estorba.  Mejor se retira y la deja a la experta actuar.

¿Hay alguna ranura de algún color?  Nos falta una verde. 

El druida ya la estaba agobiando de ponérsele tan cerca y no dejarla trabajar.

Quitaaa... quiiiitaaaa... ¡SHHH! Que corra el aire, caradelata, que corra el aire. Tsk. Yo me voy a poner aquí, y Skully se va a poner aquí... ¿entendido? Ocupamos la anchez del pasillo, de lao a lao. Tú no cabes. ¿Entendío, Powaqqatsi?

¡Yo si cabo, Skully! ¡¿Cómo que he engordao?! Malnacía... Por lo menos yo no tengo tu papada de slaad gordo, glotona. ¡A que te devuelvo al cinto!

Daisy Sue no pensaba eso de verdad. Skully era su amiga, y no quería herir sus sentimientos, ni meterse con la papada de la calaverita. Solo lo dijo porque entre McBones y el druida la estaban sacando de quicio, y en esas ocasiones soltaba las palabras sin filtro. Demonfly sabía perfectamente que la papada de Skully era un problema hormonal, que le sobresalía el acero de la bola de la maza por debajo de la mandíbula, así, de siempre.

En cambio Skully decía muy en serio sus reproches: la cazarrecompensas, quizás por lo sedentario del viaje en barco, había cogido unas cuantas libras en las lorzas desde que se conocieron.

Sin ganas de seguir discutiendo, la semiorca guardó a Skully (dejando un hueco libre en el pasillo para que Powaqqatsi volviese a incordiarla), y se centró en abrir la puerta.

He estado procesando los datos... Este lugar adolece de un fallo de diseño grave. Si alguien mete la llave para ir al pasillo A, las personas en el resto de pasillos se quedan encerradas, sin posibilidad de ir a otro pasillo ni de acceder a mi antepasado para colocar la llave. Tal vez eso les ocurrió a los orgánicos del comedor, que quedaron encerrados y se pusieron a comer tranquilamente a la espera de que alguien volviese...

Es posible que esta esfera sea como Skully McBones... una cabeza sujeta a un mango. Si eso fuese así, cuando la esfera abandona un pasillo hace que desde ese pasillo se pueda arreglar y engrasar la máquina, el brazo que une el eje con la esfera. Incluso se podría acceder a todos los demás pasillos, salvo aquel en el que está la esfera. En definitiva, se trataría de una trampa para mantener ocupadas a las personas que tratasen de asaltar por la fuerza el complejo, mientras los guardias del recinto se arman.

Puede que todo sea una farsa. Puede que las llaves no activen nada. Puede que el último superviviente Cannith de este lugar nos esté vigilando con cámaras de tecnología ocular forjada. Y cuando nos ve poner una llave, acciona el mecanismo para llevarnos a pasillos en los que nunca podamos encontrarle. Ni a él, ni al esquema que hemos venido a buscar.

Una versión más compleja sería la de carrusel: existen varias esferas, cada una abierta a un pasillo, y cada una con su propio panel. De ese modo, no existe posibilidad de que los habitantes del complejo se queden encerrados. Cada vez que alguien usa la esfera, el carrusel gira y todas las esferas siguen dando a un pasillo distinto. Eso puede suponer un problema, porque puede que las otras esferas tengan paneles distintos, e incluso podrían existir llaves amarillas, rosas y blancas.

Otro fallo de diseño que tiene el complejo es la falta de ventilación. Los pasillos son compartimientos estanco. No estamos hablando de una galería minera, que aunque el aire se vicie, siempre da al exterior... Una posible causa de la muerte de los hombres del comedor podría ser la asfixia. Puede que vosotros os estéis quedando sin aire poco a poco, sin daros cuenta. Estad atentos y avisad si alguno se empieza a sentir fatigado o mareado, porque eso implica que no le está llegando suficiente oxígeno al cerebro.

Para compensar el fallo de la ventilación, debería haber una gigantesca turbina en el hueco por el que se mueve la esfera, de modo que renovase el aire de aquellos pasillos que la esfera deja abandonados. O, en el caso de la estructura en carrusel, puede que una de las esferas no esté equipada con un panel para las llaves, sino con un sistema de extracción de aire sucio y expulsión de aire fresco succionado del exterior. Cada vez que hacemos girar la esfera, el aire de uno de los pasillos se renueva.

De la ausencia de ruido de maquinaria se puede deducir que tanto el movimiento de la esfera como la renovación del aire tienen una base mágica, y no tecnológica. Como suele decir Demonfly, lo hizo un mago.

Me quedo mirando a Ariete con cara de que no entendí absolutamente nada de lo que dijo.

Podrías repetir todo ese galimatías en lengua común y muy despacio como para poder entenderte porque todo eso de turbinas, minas y magos me ha dejado bastante confuso. 

Sólo entendí que existía la posibilidad de asfixiarnos y nada más que eso.

Dejó que la esfera corriera, decepcionada por no haber descubierto algún secreto fascinante, y luego salió al pasillo, caminando tras la cazarrecompensas y el druida con cautela, atenta a posibles trampas que se les pudiera escapar a estos. No encontró nada, ni sería de ayuda con la puerta que resultó estar cerrada, pero desde su ventajosa, cerca de Ariete, escuchó con creciente interés todo lo que este decía. Cuando acabó, asintió, totalmente convencida y...

... Tal vez por primera vez, dio la razón al enano. 

– Yo tampoco me he enterado de nada. Pero si lo hubiera hecho... Y no quiero decir que lo haya hecho, ¿nos estás diciendo que pueden estar tomándonos el pelo? Porque si fuera así, no tendría sentido. ¿Para que van a dejarnos vagabundear por aquí si podrían simplemente no abrirnos ningún pasillo? ¿O para que hacer tanta llave con el único objetivo de perder el tiempo? – negó –. No, no, no. No me gusta esa idea, si es que la he entendido. Mejor no pensar en ello, ni cómo vamos a salir de esta si se nos cierra la esfera a nuestra espalda y no hay forma de llamarla. 

Esa, por supuesto, era la peor de las expectativas posibles. Sin comida ni agua más que para unos días, encerrada con aquél variopinto grupo, tenía claro que si eso sucedía, buscaría la manera de matarse rápida y definitivamente. Lo que la llevó a mirar a Daisy, y suspirar. 

– ¿Cómo vas con la puerta? – preguntó, metiendo prisa, inquieta por sus pensamientos y por las malditas y terroríficas ideas del forjado.

Ratas en un laberinto...-fue la única contestación de Ariete a Adia sobre los motivos de todo aquello.

Al fondo del pasillo, Daisy Sue hizo un aspaviento con la mano para que la dejasen trabajar en paz, tras lo cual prosiguió con su tarea.

Mientras Daisy intenta forzar la puerta Ariete, preocupado por las probabilidades de quedar atrapado si la esfera rotatoria se moviese, deambula por el pasillo arriba y abajo. No es su especialidad ni aquello que más le gusta hacer, pero tiene tiempo para poner a prueba su propia teoría.

¿Cómo podían regresar a alinear la esfera desde uno de los pasillos si esta se movía? Y entonces lo ve.

Apenas hay alguna diferencia con el entorno. Sin duda se trata de un excelente trabajo de artífice. En una de las paredes , concretamente la de derecha, ve algo que le llama la atención. Un panel del mismo color que el resto de la pared se disimula perfectamente. Sin embargo no consigue averiguar como funciona sin algo más de estudio.

De nuevo en la puerta la semiorca continúa intentando "sintonizar" con la cerradura. Intenta sentir cada mecanismo, cada diente del seguro del cierre...Pero la puerta se resiste a abrirse. 

Me cagüen... Maldita puerta de la maldita base de la maldita mina...

Demonfly siguió trabajándose la puerta. No podía ser tan díficil de abrir, pero si al final resultaba que no se podía abrir, la culpa sería de un mago, porque otra explicación no podía tener aquello.

Algún cadáver de algún pasillo tiene que tener llaves de esta cerridura. ¡¿Por qué tengo que pelearme con esta puñetera puerta cuando solo es cuestión de registrar bolsillos?!

Daisy Sue miró hacia abajo, hacia la maza en su cinto. Skully había dicho algo en lo que tenía razón: "tienes que hacerlo, porque eres la cazarrecompensas Daisy Sue Demonfly, y adoras los buenos desafíos".

Odio cuando tienes razón, cabecita loca...

– Brrr – respondió al aspaviento de la semiorca.

Luego se apoyó en la pared, justo al lado del mecanismo que buscaba Ariete y que ella ni se había preocupado en mirar –estaba perdiendo facultades, estar con aquella gente la estaba, definitivamente, atontando–, y esperó mientras chascaba la lengua de vez en cuando, intentando meter prisa mediante el siempre efectivo método de ser un incordio.

– ¡Tsk! – silencio –. ¡Tsk! – silencio –. ¡Tsk!

Y así. 

Condenada puerta, Daisy ¿Qué posibilidad tenemos de abrirla a pulso entre Ariete, tú y yo? Después de todo, sólo es una jodida puerta y no una bóveda Kundarak, lo que quiere decir que siempre existe la posibilidad de romper la cerradura sin que todo el jodido lugar se venga abajo. - digo mientras estiro los músculos y me preparo para intentar romper la cerrarura usando el viejo método de la palanca.

Daisy Sue lanzó una mirada por encima de su hombro. Habría pensado que Alfrik, por encima de todos los demás, sería el primer interesado en no resolver esto rápidamente y así tomarse un respiro entre viaje y viaje en la esfera.

Nano... no sabemos lo que hay detrás de la puerta. Si hay un elimental de fuego con bigote, agradecerás que la puerta pueda volver a cerrarse.

Por lo demás, por el ancho del pasillo, uno de los tres "arietes" sobraba: solo dos podrían cargar. Además, era una esclusa de metal, no una simple puerta de madera. Eso sí, sería la excusa perfecta para volver a sacar de palanqueta y hacer las cosas de un modo especial, con la sutileza de Daisy Sue Demonfly.