Partida Rol por web

Gracias por todo Rorsa, espero que volvamos a vernos en mejores circunstancias. - digo a modo de despedida mientras me dispongo a echar andar tras de Daisy Sue.

Muy bien Daisy, tu abre la marcha que yo te sigo.

Ya sea por las dudas que siembra en vosotros Rorsa o por el empuje que os da la ansiedad de sentiros encerrados en aquel lugar, finalmente decidís encaminaros hacia el sureste tal y como os había indicado el lobo terrible. Abandonáis el territorio de Rorsa en dirección sureste. Con el amuleto verde , en la primera esfera , accedéis a un pasillo oscuro. 

Powaqqatsi os pide un momento para examinar los últimos objetos que habéis encontrado. Sus habilidades de artífice le otorgan la capacidad de examinar los patrones de construcción de objetos y materiales hasta el punto de descubrir restos de extrañas lineas variables que no responden a las rígidas formas de la materia. Esas lineas cambiantes, casi coloridas, responden a algo con lo que la materia puede imbuirse, magia. Por suerte o por desgracia estos objetos no contienen ninguna magia. No obstante el parón os ha dado algo de tiempo para comer algunas raciones. 

Llegáis a una nueva cámara rotatoria. En su interior, atemporalmente limpio, encontráis otro cuadro de códigos de colores.

-¡Eh! ¡Espera, jodida!¡Que estoy hablando con ese de ahí...

Te parece que Scully Mcbones se refiere al pobre cadáver que está siendo zarandeado por los lobos de Rorsa.

-Ajá...Muy bien...si,si...Ya, el enano da asco,si...Bueno, un saludo...-El tono de scully parece hacer creíeble el que esté manteniendo una conversación con los restos ensangrentados de aquel humano.- Me dice que tiene una cosa que nos hará falta. Pero que no sabe muy bien cómo...¡Y que no seas nenaza y que entres a cogerlo corcho...!

Ssssh... Tranquila, Skully. Todo en su momento. Pacienza. Pacienza, querida amiga...-palmeó la coronilla de McBones, y por supuesto se clavó una de las púas de la estrella de la mañana en la palma de la mano-¡Auch!

Típico de Skully. Daisy Sue apartó la mano y la agitó para sacudir el dolor. También lanzó a McBones una mirada de odio homicida.

Maldita perra desagradecía...

Demonfly rasgó la parte más baja de la túnica limpia que había cogido, y con ella se vendó la mano. La mano sana la usó justo después para sacar de la mochila la llave naranja rescatada del montón de mugre. La tendió a Adia.

Ten, flacucha. Haz los honores.

El druida forjado y Finn se acomodaron en la cámara rotatoria.  Este último comenzó a cantar: "Naranja dulce, limón partido, dame un abrazo, que yo te pido..."  Sonaba bonito resonando en el metal remachado de los Cannith.  

Esto es lo que yo llamaría "música de cámara" -dijo, a manera de reflexión. 

Adia, aleja las imágenes que han quedado grabadas en su mente cuando los lobos devoraban a aquel cadáver.Toma el amuleto naranja de manos de la semiorca. Lo introduce en su posición, dirección noreste, y lo sujeta con firmeza.

La cámara empieza a rotar...

Algo va mal...

Apenas tenéis tiempo de daros cuenta de lo que sucede. Tan sólo un instinto os avisa de que algo va realmente mal. Tras cerrarse la puerta las linternas siempre brillantes se apagan y os quedáis a oscuras. La cámara  rota. Pero no lo hace hacia el nororeste. Las compuertas rotan hacia abajo. De repente os encontráis luchando por no resbalar por la esfera. Las compuertas se abren y revelan una caída hacia un pozo aún más oscuro que la esfera en la que os encontráis. 

Sin duda habéis activado una trampa que ha convertido la cámara rotatoria en una máquina que intenta que intenta escupir a los intrusos. 

Típico. Si el instinto de Daisy Sue Demonfly no le hace sospechar que allí había una trampa, entonces con toda seguridad, allí había una trampa.

Pooozopozopozopozopozopzzzz...-trató de advertir a sus compañeros, ella que sí veía la magnitud de la caída, mientras braceaba tratando de agarrarse a cualquier cosa.

A veces ver lo que te espera es lo peor. Y la cocina de enano. La cocina de enano también es lo peor. Pero Alfrik nunca se había ofrecido a hacer la comida, y en Sharn Demonfly siempre fue de comer en según qué tabernas, así que la cocina de enano no era el problema en este momento. El problema era el pozo. Y en menor medida Skully McBones con sus "ya te lo dije", pero sobretodo era el pozo.

Es un diseño elegante... Los Cannith son muy ingeniosos.

Ariete era muy pesado, así que cuando se empezó a escurrir lo hizo muy poquito a poco. Pero casi era peor, porque a cada pulgada empezaba a ganar más aceleración, mientras la fricción de las suelas de sus pies hacían saltar chispas contra el suelo.

¡AAAAAaaaaaah...!

Dos forjados resbalan más rápidamente que uno, parecían decir las leyes de la física en este lugar de los Cannith.   Powaqqatsi no podía dejar de admirar el ingenio de la Casa que lo vio nacer.  

Dejar varios pasos sin trampas para que uno se confíe, y luego poner una justo en un lugar cualquiera es la mejor forma de atrapar a intrusos poco sofisticados, o profesionales, o resbala-di-di-zzzos.

Vio la negrura del pozo que sólo McFly y Demonbones veían con claridad.  El druida sólo esperaba que, lo que fuera que hubiera abajo, no fuera letal.  

¡Y en eso se le ocurrió!  

Un hechizo de entangle, si es que había tierra allá abajo, podría hacer una maraña de raíces y vainas que les sirviera para amortiguar algo la caída.  Scriinch, skrriee, sonaban sus dedos metálicos inútilmente tratando de agarrarse de las paredes de la esfera, o de las pantorrillas de adamantina de Ariete, o de cualquier parte de los tornillos de los remaches de la puerta que ahorita acababa de abrirse y amenazaba con engullirles en segundos, hacia a un destino desconocido. 

¡Plantas a mí!  -invocaba el druida. 

Finn era bueno para guardar el equilibrio. 

O eso creía.  

Trató de no resbalar, muy cortésmente poniendo sus pies sobre los hombros gigantescos de Ariete, luego sobre la cabeza del azorado druida que gesticulaba quien sabe que cosas de raíces y así; no se atrevió a hacerlo sobre el arma despertada de Daisy por miedo a acabar como la mano envendolada de dicha humanorca.  

No, no parecía que fuera a lograrlo.  Sus finas ropas resbalaban como en una de esas condenadas máquinas mágicas lava ropa de los Cannith.  En ciclos regulares desmanchadores, que dejan todo limpio y listo para asistir a tu reunión en las torres de Sharn...

Así que Finn se disponía mejor a cantar*, algo que inspirara habilidades de equilibrio en alguno de sus compañeros, para que al menos alguno quedara dentro y les ayudara.  Algo como Itsi Bitsi Araña, por aquello de que se sube de nuevo a la water spout. 

Pensó en echar el hechizo de grasa, luego sacudió su cabeza.  ¿Eran pensamientos suicidas, o sólo perfección de bardo pues, este hechizo puesto en una trampa así, hubiera aumentada su efectividad en un 99%?    ¡Deja de pensar en cómo hacer una mejor trampa y piensa algo más!

Quizá echar luces danzantes para iluminar la caída.  Pero bueno ahorita estaba cantando y no pensaba detenerse:

Itsi bitsi araña subió a su telaraña,

vino la lluvia y se la llevó.
Salió el sol, la lluvia se secó,
y Itsi bitsi araña otra vez subió.

Pues bien luego de ayudar a Rorsa, regresamos yodos a la trituradora de enanos, la misma que empezo a funcionar como de costumbre, almenos hasta que intento matarnos.

¡Por la santísima luz de la flama! - rezongo malhumorado mientras intento mantener el equilibrio.

Sabía que esta cosa iba a intentar matarnos. - me quejo mientras apoyo el mango de la alabarda en alguna saliente rocosa a modo de bastón.

Estaba en shock, un poco, pero lo estaba. Lo estaba, aunque no sabía muy bien si era por culpa de ver aquél cadáver medio devorado por los lobos –algo a lo que no se acostumbraría jamás, ni aunque viviera otros cien años en el bosque– o por el extraño cambio de actitud que aquél lugar estaba obrando sobre Daisy, que no dejaba de mirarla últimamente como si pudiera ser hasta una amiga. Hasta la forma de decir 'novata' había cambiado ligeramente, con un tono algo menos agresivo, y un poco más amable. ¿Se estaría enamorando? No tenía una flor para, como todos sabían, arrancar pétalos y que el destino le diera la respuesta, pero de haberla tenido tampoco habría podido hacer nada: aquella sala empezó a girar, como siempre, pero hacia abajo, cosa que no le gustó en absoluto. Tenía una mala sensación... 

...Que al cabo de unos segundos se vio recompensada con un agujero en el suelo.

Primero se agarró, como pudo, a Ariete, o al menos lo intentó, porque el enorme forjado se fue con todo su peso para abajo tirado por eso que llamaban gravedad y que tan difícil hacía el mundo en momentos como aquellos. Así que soltó al grandullón, y se intentó agarrar a la consola dónde había metido la maldita llave, todo mientras arqueaba el cuerpo de forma que, llegado el momento, pudiera girar sobre sí misma para caer de mejor manera que no fuera de cabeza. 

Cuando la cámara llega a su posición final os encontráis en la peor de la situaciones. La superficie de la esfera apenas ofrece adherencia por lo que lucháis con terror por mantener los pies pegados al acero que forma la cara interna de la esfera. Sabéis que si deslizáis aunque sean unos centímetros será muy difícil no terminar cayendo…

Adia es la mejor posicionada ya que ha quedado suspendida de la propia vara naranja y del propio panel.

No puede decirse lo mismo de Ariete; sus pies de adamantina son auténticos patines en esta superficie. Aunque lucha con brazos y piernas con más fuerza que equilibrio no puede evitar resbalar y ganar velocidad. Le veis dirigirse hacia la compuerta y hacia la caída…

Pero de repente sucede algo maravilloso. Una luz verde surge de la boca de caída de la esfera. Es una luz que os recuerda a los rayos de sol cuando atraviesan el follaje de un espeso bosque. Tras la luz se forman decenas de cientos de pequeños zarcillos, enredaderas y pequeñas ramas. Crecen a rápida velocidad en una escena de naturaleza desembocada. Casi instantáneamente convierten la salida de la esfera en una maraña de vegetación densa. Allí va a parar Ariete. Sus cuerpo de auténtico tonelaje atraviesa un palmo y medio de esta maraña pero los zarcillos que sobreviven se aferran a su cuerpo atrapándolo y aferrándolo.  Su caída se detiene, aunque su peso amenaza con terminar de arrancar aquella maraña y de llevársela consigo en una caída a lo desconocido… 

Genial... hemos encontrao el vertidero de la basura...

Se reajustó a McBones en el cinto, porque con lo loca que estaba era capaz de saltar al vacío en plan suicida. Demonfly lo llevaba mejor: la emoción, el nerviosismo de vivir al límite, el subidón de adrenalina...

Estoy empitoná... digooo... tengo cuatro pitones de escalada en la mochila, po si acaso dos de vusotros quiere asegurarse un punto de apoyo en el suelo inclinao. Están en el bulsillo izquierdo supirior, el lao de la mano con la que te suenas los mocos.

También era buen momento de sacar una cuerda. Daisy Sue aseguró la polea portátil que llevaba en el lateral de la mochila al soporte del panel de control de la esfera, he hizo un gesto al marinero semielfo para que manipulase él las cuerdas. El gancho lo encajaron en una de las ranuras de la carcasa metálica de Ariete... una especie de salida de ventilación, equivalente a la entrepierna en los orgánicos.

Lo tenemos. ¡Novata! ¡Quita la llave naranja y pon la verde pa volver patrás!

¡Aida date prisa! - grito mientras lucho contra la gravedad y el peso de mi propia armadura.

Ariete no muevas ni un perno, al menos hasta que tengas como sujetarte adecuadamente. - digo al tiempo que busco una forma de anclar al forjado sin que su peso termine por llevarnos a ambos a las entrañas de la tierra.

– Es Adia, Adia. No Aida. ¡¿Quién es Aida?! ¿Qué te has creído? ¿Acaso te llamo Alfred? ¡Ja! – exclamó ofendida, aún sujeta al panel, antes de darse cuenta de que la situación no era la mejor para ponerse a discutir con el enano y que cada segundo contaba, al menos para Ariete –. ¿Eh? Si, si, ¡voy! – respondió a Daisy al final.

Y siguiendo las órdenes, soltó una de sus manos, la llevó hasta el cinturón, sacó la llave verde, se la colocó en la boca, volvió a sujetarse, quitó la varilla naranja, y metió la anterior palanca.

– ¡Hecho! – gritó cuando acabó – Agarraaaaaaos.

¡Yey, lo de las plantas funcionó! -pensó el druida, alegre de haber evitado que su hermano forjado hubiera sufrido alguna abolladura, por más que aquel hueco encerrara algún tesoro en el fondo de sus tenebrosidades.  

Una vez que lo hubieran subido, cual contenedor de mercancías descargado con grúa mágica en el puerto de Sharn, le dió las gracias a las plantas y raíces, y les pidió retraerse, para que no las machucara la esfera giratoria en su regreso a la horizontalidad. 

¡Upa Ariete!  Ya, ya estamos.  

Listos, Aidía.  

- el nombre de la elfa seguro provenía de la antigua palabra valenar que significa "cosa que se te ocurre en la cabeza".  

Adia se dispone a dar un ejemplo de su gran agilidad. Se prepara para cambiar el amuleto naranja e introducir el verde. Ariete intenta detener su paso a través de la maleza. Su peso demoledor es inconmovible. Daisy se afianza sobre la esfera con la intención de sujetar con un juego de poleas a Ariete antes de que Ariete se pierda para siempre.

“¡Ahora!” os avisa Adia con un grito.

Adia suelta una de sus manos, sujetándose al panel, extrae el amuleto naranja y lo coloca entre sus dientes como si de un cuchillo de pirata se tratase. Rebusca rápidamente , con la mano libre, el amuleto verde. “Tiene que funcionar…” reza la exploradora al introducir el amuleto verde. Si esto no da resultado y pierden a Ariete… será un golpe muy grande para la moral del grupo.

La cámara vibra sonoramente. Unas fuertes sacudidas os hacen temer que la esfera se ha roto. Pero de repente la compuerta se cierra con un fuerte golpe. La esfera comienza a rotar…y lo hace en la dirección deseada. El pasillo por el que vinisteis se abre ante vosotros. Continuáis aferrados a la esfera unos instantes, aún sin creeros vuestra suerte…

Ariete rueda como una inmensa bola de adamantita y va a parar entre vosotros, recubierto de hojas y pequeñas ramas…

Auch...-soltó, cuando sintió la mano de Demonfly desengancharle su caña gigante de la entrepierna.

Ariete se puso lentamente en pie. Asintió con un movimiento robótico de la barbilla a modo de agradecimiento. Lo habían salvado entre todos, pero especialmente su hermano Q y sus zarcillos vegetales.

Gracias. Aún no puedo creer que mi antepasado-el panel de funcionamiento de la esfera-haya intentado matarnos. Supongo que es víctima de su programación.

Aún podríamos revisar...

El pasillo oeste, que se abre con una llave azul.

Las habitaciones del noroeste de la manada de Rorsa, también con llave azul. Aunque todavía no habrán terminado de comer.

El pasillo suroeste... Pero se abre con llave naranja. Puede que todas las rutas a las que se acceda con llave naranja sean trampas-conjeturó, terminando su análisis.