Partida Rol por web

Kovacs: - Ya que antes se ha hablado de experiencias propias, Capitán, ¿Quién es esa mujer que le hizo perder la cabeza? 

No miro al rufián con cara de niño bueno mientras me hace la pregunta, solo sonrío y cojo las cartas para comenzar a barajarlas de nuevo, con cierta habilidad y juego de manos.

 Contesto sin dar la menor importancia a sus palabras y sin mirar a los ojos. - ¿quién va a ser si no, señor Kovacs? Por supuesto que mi esposa. Se la presentaría con sumo gusto... si no fuese porque la última vez que la vi intentó matarme.

Mis palabras sonaron huecas, carentes de emociones, como quien hace un comentario trivial sobre el clima o sobre el estado de suciedad del pasillo. Luego comienzo a repartir las cartas sin dar más información.

Faraday hizo una mueca, mientras terminaba de hacerle el Te a Jun.
Si, “tenemos”. dijo el piloto. Ya sea por la bondad de su corazón, la conveniencia de sus intereses, o por su seguridad, usted se interesa en el bienestar de la gente de esta nave. En mi caso, sin importar el motivo que sea, también es el mismo.
Sirvió te de hojas negras, denso. Fuerte. Alguna hojuela se había escapado en el agua, al filtrado de tela. Le paso la miel. Se sirvió el café y se sentó en la mesa, no en una silla.
-Vi su expresión, que disimulo muy bien, al segundo, cuando Kovacs prácticamente manifestó su deseo de suicidio. Sé que noto el cambio de Russel. O el Temblor en las manos del Capitán y su necesidad de emborracharse para desmayarse y dormir sin recuerdos. No dire que Bill, o Stark no sean autodestructivos, pero mientras puedan disparar, creo que no son un problema inmediato. Lo que nos deja a usted, con su… “tema”. Y yo, con mis problemas no resueltos. No puedo hablar con otros. De modo que le pregunto a usted… ¿Cuales son los pasos a seguir?

Parpadeo cuando Faraday comienza con su inteligente perorata. Una vez comenté en broma que parecía que le hubiesen entrenado como Acompañante, pero después de todo este discurso, después de demostrarme su increíble capacidad de observación, casi lo creería en serio.

¿Cuales son los pasos a seguir?

Suspiro pesadamente ante su pregunta, y antes de responder trato de escoger con cuidado mis palabras, observando fijamente la taza de té que el piloto ha puesto frente a mí, como si pudiera hallar en ella la respuesta adecuada para esta situación.

-Mi "tema" -resuelvo, para comenzar-, no es tan acuciante como el resto. Como bien ha dicho respecto a Spencer, mientras pueda ejercer mi trabajo, no es un problema inmediato.

Aún pensativa, me llevo la taza a los labios. ¿Los pasos a seguir? Ojalá los supiera, ojalá tuviera los medios para resolver los problemas de toda la tripulación, pero ni siquiera puedo con los míos propios.

-Creo que lo principal es hacerles saber que no están solos. Ni el señor Kaine, ni Aria, ni Kovacs. No están solos. No seremos una familia al uso, pero mientras la deuda nos ate a esta nave, tendremos que cuidar unos de otros. Y estoy segura de que, con el tiempo, acabaremos tomándonos verdadero aprecio. Por lo tanto -miro finalmente a Faraday, esperando que esté de acuerdo conmigo-, creo que los problemas de los tres comenzarían a resolverse en cuanto supieran que tienen en quién apoyarse. A quién contarles sus pesares.

Vuelvo a resoplar por la nariz.

-Kovacs y Aria se abrirán más fácilmente. El Capitán... es un hueso duro de roer. Dudo mucho que nos diga la verdad respecto a absolutamente nada de su vida. Pero es cierto que tiene problemas, y me gustaría ayudarle.

Acepto los bollos y que se quede, con una condición. Si usted además hace una función para nosotros una vez a la Semana. Podríamos arreglar Jueves de cartas y Viernes de teatro o baile a cargo de Jun. ¿Qué dice? Usted podría quedarse y aprovechar para analizar nuestras conductas, como hace el Capitán subterfugiamente bajo la excusa de adicto a las cartas.

-¿Viernes de teatro? -No puedo evitar soltar una suave carcajada- De acuerdo, pero sólo si me dejan repartir los papeles.

Después de comprobar que mi propuesta ha sido aceptada, sonrío y vuelvo a tomar asiento junto al Capitán, esperando las interesantes preguntas de Kovacs.

Kovacs: De modo que, Bill, ¿Como mataste a ese pez gordo que hizo que te pintaran una diana en la espalda?

Tenso los labios, recordando la primera charla que tuvimos Spencer y yo. En aquel momento no le gustó que mentara el tema, y dudo mucho que le entusiasme tener que relatar los hechos delante de todos. Sin embargo, y para mi sorpresa, lo hace con relativa soltura.

Spencer: Fue instantáneo. No sufrió. 

Me gustaría decirle que hubiese sufrido menos de no haber sabido que iba a morir, y que probablemente estaría aterrado en el momento en el que se volvió y vio a un desconocido apuntándole con una pistola. El miedo puede ser mucho más doloroso que cualquier golpe. Pero me abstengo de comentar nada; si alguien está pagando por sus pecados, esos somos nosotros. 

Señor Faraday, ¿Porqué no le cuenta al resto de la tripulación el motivo de que dejara la Alianza?

Jugueteo con una carta entre los dedos, observando al piloto de soslayo. Se me ocurren muchas preguntas más interesantes para hacerle, aunque no creo que respondiera la verdad en ninguna de ellas, así que supongo que con esa basta. El piloto, por su parte, pierde su habitual jovialidad mientras comienza a servir unos pocos chupitos para todos. 

Faraday: asi que estoy aquí por un puñetazo

Como cualquier humano vivo, había escuchado hablar de la batalla del valle Serenity, que duró alrededor de siete semanas y en la que la matanza fue brutal, en ambos bandos, pero especialmente entre los casacas marrones. Fue la batalla que terminó la guerra de la Unificación, pero ¿a qué precio? 
No puedo evitar dibujar una mueca de desprecio cuando escucho las técnicas deleznables de la Alianza, aunque, ¿de qué me sorprendo? 

-Al menos se libró de un consejo de guerra -murmuro, en un tono que pretende ser de consuelo.

Kovacs: Ya que antes se ha hablado de experiencias propias, Capitán, ¿Quién es esa mujer que le hizo perder la cabeza?

No puedo evitar dar un respingo ante esta pregunta. Vaya con el señor Kovacs, y parecía que iban a ser todo preguntas relacionadas con el trabajo, y de pronto ataca directamente hacia el corazoncito de nuestro Capitán. Con interés, apoyo los codos sobre el tablero de la mesa, y le miro directamente, esperando su desapasionada respuesta.

Kaine: ¿quién va a ser si no, señor Kovacs? Por supuesto que mi esposa. Se la presentaría con sumo gusto... si no fuese porque la última vez que la vi intentó matarme. 

 Mi mandíbula se descuelga durante unos breves segundos, antes de sonreír trémulamente, esperando que aclare que se trate de una broma. Como no lo hace, sino que vuelve a repartir cartas, miro a un lado y a otro, aguardando por las reacciones del resto.

-Pero... ¿está usted casado, Capitán? -Titubeo unos segundos- ¿Quiere matarle de verdad o es una de esas exageraciones que hacen los hombres cuando enfadan mucho a sus esposas?

Su historia se desmorona por momentos. ¿Qué clase de mujer querría matarle sólo por prevaricación? Cada vez estoy más convencida de que mintió descaradamente en su historia, y pienso averiguar más.

Sin embargo, antes de que comience un juego nuevo, queda una respuesta pendiente. La señorita Stark. La miro, entonces, a ella, aguardando.

Nikita observa a cada persona que habla, como si estuviese analizando algo. Como ya se esperaba, sus cartas no la habían hecho ganadora, pero no le importó. Las preguntas de Kovacs fueron a dar dónde más dolía. Vaya con el carita de santo... se las tenía bien escondidas. La suya especialmente le dolió. ¿Cómo se atrevía a airear así su pasado y además indagando más delante de los demás? Su expresión fue claramente de matar con la mirada. Se lo pasó bastante bien oyendo los secretitos y pasados de cada uno de los tripulantes, pero cuando llegó su turno, no se lo pensó demasiado.

Dejó las cartas sobre la mesa y se cruzó de brazos. Quizá a vosotros la princesita os ha comprado con unos estúpidos pastelitos que a mi, ni me van ni me vienen. Pero yo no suelto ni un secreto más, hasta que todos nos pringuemos por igual. Dice con bastante lógica y mirando especialmente con una sonrisa divertida y una mueca a su Alteza Real. A ver si aquí por su cara bonita, y unos dulces que a ella le repugnaban, iba a acabar haciéndose la reina de los secretos. Ni hablar. Eso que se lo hiciera a sus clientes si quería, aquí: o se mojaba o se iba por donde había venido. Ella había dicho desde el principio, que no le importaba que se quedasen siempre que también respondieran a preguntas.

Era una de esas noches, en la que su vida pasada no le permitía conciliar el sueño, y los recuerdos agolpaban en su mente como un boxeador su defensa derrotada. Entre la transpiración, a pesar de tener un cuarto para sí, se movía una y otra vez en la cama. Nikita busco con el brazo, la botella de agua, pues a veces el termostato del soporte vital se averiaba, y calentaba de mas. No hubo remedio, y debido a la sed recalcitrante, debía ir a buscar más agua con la que calmar la hoguera que tenia por garganta y su boca reseca.

Agarro entonces, con desgana, su botella de metal, y se dirigió a la cocina de la nave. La hora indicaba las 3:57. No podía ser de otra forma, estaba todos durmiendo. Se deslizo descalza por el pasillo de la nave, y encontró sin sonido, que la cabina de la nave había movimiento, aunque estaba entornada la puerta hasta casi cerrarse.

¿Seguiría hasta la cocina, o investigaría la extraña situación?

Faraday agarro su café y, disimulando que le quemaba la mano, porque era un tema serio, lo paso de lado a lado, mientras intentaba no quejarse del extremo calor que le transmitia la tasa de metal, y soplar para hacer que se enfriara un poco mas rápido.
- No diría que es suficiente. Negó con la cabeza No se si será suficiente. No al menos con el Señor Kovacs. Cuando uno grita suicidio tan abiertamente, pues hay que cumplir con ese llamado de atención. Pero no tengo forma de entrar a su mente, que no sea invasiva. Quizas un aproximamiento mas femenino seria lo indicado. Tal vez no soy lo suficientemente directo. Puede ocuparse usted de esa charla. ¿No lo cree? ¿No tienen ustedes las acompañantes un curso de psicología? No cree que con unas palabras al Capitan podría convencer que es para el bien de la nave hacer alguna sesión “obligatoria” a los tripulantes, para garantizar resultados? Recuerdo que teníamos una en la unidad, y eso salvo varias vidas.

No le costó mucho decidirse. Nikita no le temía a nada y se preguntaba quién y qué estarían haciendo ahí a esas horas. Bueno, quizá el quién podía imaginárselo, pero la otra duda seguía presente. Y ya que sabía poco o más bien nada de él, averiguar qué podía mantenerle despierto a esas horas, sería interesante. También cabía la posibilidad de que fueran algún otro tripulante, hasta incluso podría ser la bola de pelo que rondaba por la nave, pero no podría volver a dormir si no lo averiguaba.

Con la botella aún en la mano, decidió acercarse a la puerta, ojeando por la parte que había abierta y abriéndola un poco más si no era suficiente. No temía las represalias o posibles consecuencias. Es lo que tenía que le importase poco o más bien nada lo que le dijeran o pensaran de ella. ¿Qué era lo peor que podía pasar? ¿Que pillara a alguien in fraganti haciendo algo personal? Que hubiera cerrado la puerta. Igual con un poco de suerte, le podría servir de chantaje. Con este pensamiento se le dibujó una sonrisa traviesa en la boca.

Debió abrir la puerta, si quería saber lo que pasaba detrás de ella, no había dudas sobre su culpabilidad. La abrió conscientemente, y ahí obtuvo su premio:
Era el piloto, y estaba húmedo. No solo podía servirle para chantaje, si no que lo pesco completamente con la guardia baja. Una toalla cubría su cintura, pero después de eso, estaba completamente desnudo. Podía verse la espalda del mismo, amplia y con algunas pecas, estar llena de cicatrices, que ella podía conocer, algunas de bala, otras de arma blanca, incluso, había una marca de una mordida. El brazo izquierdo del piloto era visible por tener varias marcas de tatuajes militares en el mismo. Y movía las caderas, seguramente con algún ritmo que, inaudible para ella por que el llevaba puestos los auriculares que amortiguaban el sonido, bailaba con mas actitud que habilidad real. Se giro, de improviso, de tal forma que no había posibilidad de ser descubierta, pero, para sorpresa de Nikita, tenía los ojos cerrados, completamente concentrados en la canción que sonaba solo para el. Sostenía con sus manos un micrófono invisible, y le cantaba haciendo la mímica de los labios.
Su cadera empezó a hacer un movimiento pélvico bastante preciso, como el del acto de follar, y la cabeza del piloto se movia con cadencia.

Estaba a punto de retirarse impune, y podía hacerlo, pero de pronto, el salto, señalo con un brazo a la pared mientras la otra mano se apoyaba en las caderas, y abrió los ojos, al tiempo que la toalla se desprendía, y empezaba a aflojarse.
Debia elegir, irse con suficiente material para reírse por una semana, o tener verdadero material para chantaje y ser descubierta.

-Mostrarles apoyo es el primer paso, señor Faraday -asiento, segura de mis palabras-, las personas con tendencias suicidas tienen tendencia a sentirse solas. Necesitan sentir una pertenencia a algo, y eso se consigue con un gran apoyo emocional. 

Me mantengo en silencio unos segundos, desempolvando mentalmente partes de mi entrenamiento que me hubiese gustado no tener que utilizar nunca.

-No hay que entrar nunca en la mente de la otra persona, sino dejar que esta se exprese con libertad. Y es lo que voy a hacer. Obligarles a hacer sesiones de "terapia", o algo así, sólo les pondrá a la defensiva. Creo que podría crear un ambiente más distendido si las charlas fueran de carácter voluntario. Al fin y al cabo, Kovacs y yo ya hemos tenido alguna agradable charla.

Acaricio mi mentón, todavía pensativa.

-¿A qué se debe toda esta preocupación, señor Faraday? 

Oh, sí. Y una vez más, la realidad supera las expectativas. Esto era mucho mejor que haberle pillado dándose amor o dándoselo a alguien de la tripulación. ¿Irse? No se le pasó ni por un segundo por la cabeza. Al contrario, se apoyó en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, una sonrisa divertida en la boca y una ceja levantada bastante entretenida.

Deseaba que llegara el momento en que él se percatase de su presencia. Precisamente quería ser descubierta. Probablemente con lo gallito que era, se vendría arriba y querría cobrarle por mirar. Pero le daba igual. Ella se estaba divirtiendo y gratis. Era tarde para cobrarle. Parecía que la toalla se le iba a resbalar. ¡Y la cosa mejoraba por momentos! Torció levemente la cabeza y su sonrisa se ensanchó aún más.

Concentrado en el baile, en su movimiento pélvico y sobre todo, a seguir el ritmo, Faraday tardo unos segundos más, en darse cuenta de que había alguien más que el allí. Quizás era el ligero viento que venía de la sala de motores a la cabina en la piel húmeda, quizás un sexto sentido, lo cierto es que abrió los ojos y se encontró quizás a la última persona que quería ver allí. Bueno, a la anteúltima.
La sorpresa tuvo dos efectos inmediatos. El primero fue que abrió grandes los ojos, casi como si no tuviera parpados. El segundo es que su rostro retrocedió un segundo, como si alguien le hubiera dado un jab corto en plena nariz. Luego, la toalla se aflojo, cayendo al suelo y lo único que atino a hacer el Piloto fue a agarrarse su anatomía, con un microsegundo de demora, con ambas manos, quedando algo incomodo, sudoroso y miro a ambos lados, como buscando algo con lo que ocultarse o recuperar su dignidad. No había ninguno, así que perdido por perdido, observo a la sonriente muchacha.
- Mmm – murmuro, mordiéndose el labio para ganar tiempo para inventar algo.- ¿Disfrutando la vista, Srta Stark?

Nikita no cambió su postura. La reacción del piloto había sido la esperada y ella lo había disfrutafo del primer segundo al último. Le había preguntado si disfrutaba de las vistas. Parecía que su expresión de felicidad no había sido suficientemente, así que tuvo que acompañarlo con palabras.

Por supuesto que sí. ¿O tú no disfrutarías viéndome a mi en esa situación? Pregunta encogiendose de hombros. No puede evitar ver que se siente incómodo ya que corrió a taparse. Así que no alarga más su sufrimiento y le acerca una toalla en son de paz.

Faraday casi le saco la toalla, y se dio vuelta, dándole una imagen clara de la espalda del piloto y de todo lo demás. Se encajo rápido en sus pantalones, y uso la toalla que le habían dado, para secarse la cabeza, y el pecho, dejándola por unos segundos en su cuello, y sujetándola con ambas manos, volvió, ya con un tercio más de dignidad al estar parcialmente vestido. No se molesto en ponerse una camiseta.
- Normalmente me invitan un par de tragos antes de verme en ese estado, pero creo que lo podemos hacer al revés. – dijo sonriente. – O puedes quedarte y bailar conmigo un tema. ¿Que prefieres? hizo el ademan de quitar el cable que unia los auriculares con la cabina.

Era, creía, la primera vez que veía al piloto de tan mal humor. Sin contar la desastrosa idea de entrenar juntos. Apretó los labios y torció la cabeza mientras Nathan se vestía. Parecía un hombre muy seguro de si mismo como para avergonzarse de si alguien le veía desnudo. Le pareció un comportamiento... raro. Después de todo, la camiseta no se la puso y que intentase ocultar las cicatrices de su espalda lo habría visto más lógico. Pero no fue así. Tampoco le dió más vueltas.

Le propuso bailar y esta vez Nikita sí que apartó la mirada, aunque más bien la bajó y se quedó mirando la botella vacía que tenía entre las manos. No sé bailar. Admitió finalmente, bastante bajito y con algo de ¿vergüenza?. No le había sido fácil admitirlo y seguramente no volvería a hacerlo.

El Piloto se acerco hasta ella, y paso un brazo por encima de su cabeza, como si fuera a hablarle de algo en privado, y mientras ella confesaba que no sabia bailar, el apretó un botón y la puerta de la cabina se cerro con el ruido del deslizamiento.
- Nadie pone a Baby en la esquina.- le dijo en un susurro.
El piloto la tomo de la muñecas muñecas y miro hacia abajo, para que ella hiciera lo mismo, mostrándole sus pies, una y otra vez. – Si sabes matar, sabes bailar.- dijo, sonriéndole.
Repitio una y otra vez el movimiento, hasta que ella lo siguió, luego, dio dos pasos hacia atrás, y apretó un botón.
- Empecemos con algo sencillo. Siente el ritmo. –

Faraday pensó en escapar, con algún chiste, o frase graciosa | sarcástica, pero en vez de eso, le respondió con sencillez y un encogimiento de hombros.
- me preocupa el bienestar de la tripulación. – dijo. – ¿Esta mal?
Se encogió de hombros. – Puedo prepararle unas tostadas a la Faraday, si quiere. – se dio vuelta, y le sonrio. - O darle clases de pilotaje. Se que quiere algunas. -

Al principio Nikita se le queda mirando incrédula. ¿En serio? ¿Aquí y ahora? Por suerte no había nadie más. Se fijó en los pasos. Eso se le daba bien, toda su vida había aprendido a pelear así, imitando movimientos. No parecía tan difícil. El comentario de que si sabía matar sabía bailar la hizo reír y quizá relajarse lo suficiente para, por lo menos, seguirle los pasos.

Va a resultar que también eres buen profesor... Le dice subiendo fugazmente la mirada para verle la cara, pero enseguida volviendo a bajarla para no perderse ni un paso. No parece muy diferente de luchar... Añade como observación. Al fin y al cabo, era leer los movimientos del adversario y fluir y contacto.

Si pisas mis pies con los tuyos resultara aun mas fácil. dijo el piloto, guiándola a través de diferentes pasos, luego, le subió los brazos para que apoyara ambas manos en los hombros de el, y le ciño el talle, con sus manos grandes, y la atrajo un poco más hacia si. Luego, entre el uno dos, la hizo hacer un movimiento de cadera hacia un lado, luego, del 3-4, hacia el otro. Minutos después ya habían encajado el ritmo, aunque fuera eso básico, por lo que la tomo de la muñeca, y la hizo girar, alejándola de el, y luego, con el movimiento contrario, la atrajo hacia si, de forma que su espalda encajo con el pecho del piloto, y repetían los movimientos, pero ahora los dos de frente en vez de enfrentados. Fue cuando la música cambio…

¿Pisarle? Jamás lo habría dicho, pero funcionaba. Cuando la acerca un poco a él, vuelve a mirarle con una ceja levantada y... desconfiada. Pero como él sigue a lo suyo y le marca pasos y algún movimiento más no le da importancia. Seguidamente, cuando ya se sentía cómoda así, vuelve a hacer con ella lo que quiso y esta vez la pone delante suyo, pegando la espalda con su pecho. De nuevo, levanta una ceja y le mira de reojo, aunque sigue haciendo los pasos.

¿Siempre encandilas así a las pobres damiselas? Pregunta con una pequeña sonrisa divertida. Él ya debía haberse dado cuenta, de que ella no se incluía en ese grupo.