Partida Rol por web

Levantó el brazo, poniéndolo frente a la pistola de Lorna. - No, no, espera, puedes darle a ella. - Se unió a Yakub en la súplica. - Orion, suelta a Cleo. Somos tus amigos. Tienes que resistir el ansia. Por favor...

Orion levanto las fauces del hombro herido de Cleo, como si despertara de un trance. No recordaba en qué momento había comenzado a morder a la chica. Estaba herida, en el suelo y él la tomó en sus brazos y le pidió a Bayhas una cama... ¿Qué había sucedido después...

Estaba subido encima de un gran armario, agazapado allí, abrazando a Cleo que gemía de dolor semi inconsciente y peligrosamente pálida. ¿Cómo había subido allí arriba? 

El Ansia... No debiste ayudar a la chica, estúpido... ¿O lo hiciste a propósito? Síiiii... Ella estaba allí, tirada, tan hermosa, dormida y ensangrentada... Como una ofrenda... Síiiii... Tenía tanta hambre...

—Tenía tanta hambre... —gruñó con voz grave mirando a Cleo y acariciando su cabello—. Pero ya no... Ya no voy a hacerte más daño, preciosa... Ya no... Shhhhh... Tranquila, soy yo, Orion, tu amigo...

Pero su aspecto y su comportamiento eran cualquier cosa menos tranquilizadores.

Las palabras no le llegaban por completo, como si estuvieran sonando en una radio mal sintinizado. Pero logró fijar su vista en Orion, entendiendo lo que intentaba decirle, y asintió muy debilmente, antes de detenerse al darse cuenta que mover la cabeza era muy mala idea. Estaba muy mareada, sólo quería que la habitación dejara de dar vuelta, y que su hombro ya no doliera...

El cañón de la pistola bajó lentamente mientras la mirada de Lorna vagaba de unos a otros. 

-Entonces... ¿vampiros también? Por no mencionar un dragón borracho... no, espera, EL DRAGÓN borracho del que intentaba escapar... tirado en la cama de invitados (espero que la mesilla de noche no fuera un recuerdo de familia valioso)...

Enfundó la pistola y recogió los vendajes. Se arrodilló junto a Yakub con sonrisa de zorro viejo que da tregua a las gallinas. 

-Dime, Bayhas, ¿en qué pensabas exactamente cuando me ofreciste tu casa como escondite?

—Joder, ¿qué he hecho? —se lamentó una vez más el vampiro al contemplar el estado de su compañera—. Bayhas,  por favor, ayudadme a bajarla. Está muy débil.

Aunque se había subido a ese viejo aparador de un salto, ahora parecía un gato con miedo a las alturas. Entre los tres bajaron a la chica y, durante unos momentos, cualquier espectador que hubiera observado la escena habría descubierto cierto paralelismo con el descendimiento de Cristo tantas veces representado en el arte.

Cuando Cleo pasó a las manos de Bayhas y de Lorna, Orion bajó de aquel mueble y, sin mirar a nadie, se escabulló a la habitación contigua que estaba completamente a oscuras.

Yakub miró a Van Cliff y sonrío.

— Agente —

Estaba demasiado cansado para meterse en nada, aunque si que miró a Orion después de escuchar sus palabras y su comportamiento.

— Orion, me temo que aquí no tengo nada para ayudarte. Quizá sería mejor que salieras a... tomar un poco el aire y despejarte. ¿Que opinas amigo? — Sonrío, no esperaba que tomara el aire, un humano necesita respirar, un vampiro necesita alimentarse... son necesidades básicas y como tales han de ser cubiertas.

— Solo, procura que no te vean. —

Miró a Bayhas.

— ¿Cuanto tiempo crees que tardarán en venir a por nosotros? Estoy seguro que la orden, Eva, los Rakshasas... básicamente todo el mundo sabe donde vives. Mi tienda seguramente será pasto de las llamas esta noche o mañana por la mañana. —

Le dolía la pierna, pero también le empezaba a doler la cabeza por el cansancio. 

— Creo que deberías ir pensando en empaquetar todo lo que quieras llevarte de aquí Bayhas, quizá tengamos que salir corriendo. — Fue entonces cuando le vino a la cabeza el viejo Gareh. Fue el anterior ocupante de la casa y sabía alguna cosilla que quizá incluso Bayhas podía desconocer...^[1]

— Esta casa tiene una entrada secreta ubicada a un par de kilómetros de aquí. Es un un túnel estrecho, pero dudo que nadie sepa de su existencia y nos podría servir para escapar cuando llegue el momento. Que llegará.— Miró a Bayhas, no sabía si la había descubierto o no... tampoco le había dicho nunca la existencia de aquella entrada o a quien perteneció la casa antes...

-Orion...- La voz de Cleo se escuchó muy bajo, viendo entre motas negras cómo se alejaba. Quería decirle alguna cosa viendo su expresión torturada, pero no podía pensar. Intentó centrarse de nuevo, sabía que tenía que hacer algo, algo importante...

-Bi-Billy...- Murmuró. Y con movimientos dolorosamente lentos, pareció buscar su móvil, que estaba ahora en el suelo donde hacía unos momentos había estado ella.

Suspiró antes de responder a Lorna - La verdad es que normalmente no tengo tantas visitas. - Tenía que poner cepos para osos más grandes.

Observó un instante cómo Orion se escondía entre las sombras, y luego miró a Cleo, mientras tapaba su herida de bala con unas vendas. Ojalá llegara la ayuda médica lo antes posible. Miró a Yakub. - ¿Empaquetar y huir? - Negó con la cabeza. - No hay lugares seguros a los que huir. Puestos a elegir, aquí jugamos en casa. - Y tampoco estaba dispuesto a abandonar la Puerta de Plata. No sin luchar. 

- Ayúdame a dejar a Cleo ahí. - Entre Lorna y él dejaron a la investigadora de lo oculto tumbada en un sofá, tapada con un par de mantas y lo más cómoda posible.

Después, miró a Yakub. Se pasó la mano por la cabeza y resopló. - Tenemos que descansar. Estamos hechos polvo; Cleo está mal, tú no puedes ni moverte, Yakub. - Él tampoco se sentía genial. Miró hacia el lugar por donde se había escabullido Orion. Sabía que el vampiro les podía oír perfectamente. - Hay que recuperarse, recobrar fuerzas. No podemos seguir adelante a trompicones, esta vez ha estado demasiado cerca. Esperemos a que llegue el médico. Descansemos. Yo repasaré las alarmas y las trampas mágicas, para que no nos pillen desprevenidos si alguien intenta colarse. - Cerró los ojos y se echó el pelo para atrás. - Quizá mañana lo veamos todo más claro.

Yakub miró a Bayhas y asintió con la cabeza. Sin duda tenían que descansar.

- En cualquier caso Bayhas... Solo por si se no podemos defender la casa. — Suspiró, le costaba hablar por el dolor.

— Esta casa tiene una entrada secreta ubicada a un par de kilómetros de aquí. Es un un túnel estrecho, pero dudo que nadie sepa de su existencia y nos podría servir para escapar. — No sabía si el mago conocía la existencia o no de la misma, así que simplemente se recostó del todo y cerró los ojos.

— Si os parece cuando nos recuperemos os la enseño... — 

Asintió. El anciano nunca dejaría de sorprenderlo. - De acuerdo, Yakub. Lo buscaremos cuando estés mejor. Ahora estate un poco quieto. - La pierna del viejo cazador estaba hecha polvo. Taponó como pudo la pérdida de sangre y lo inmovilizó lo mejor que supo. Finalmente, se levantó. - Voy al jardín, a repasar que todo esté en orden y funcionando. Acompañaré al médico cuando llegue, ¿ok?

Orion se encontró con la enfermera en el baño de la planta baja. La mujer estaba allí terminando de lavarse las manos y el vampiro se había acercado disimulando un encuentro casual. Ella pegó un respingo al verle de pronto tras ella; consecuencia de no haber podido verle en el espejo y de que aquel caserón le ponía los vellos de punta a cualquiera.

—Siento haberte asustado —se disculpó—. Simplemente quería darte las gracias personalmente por venir a estas horas y sin hacer preguntas.

—Oh, no es nada, ¿sabes? Le debía un par de favores a Lowri y... Oh, joder, tu cuello. Déjame escharle un vistazo...

Orion dejó que le limpiara la herida, apoyado en el lavabo ya que la enfermera era igual de alta que él. Estaban muy cerca y la atenta mirada del joven pasó de ser algo incómoda a provocarle cierto interés. No podía evitar bajar los ojos cada vez que se encontraban con los de él pero, al mismo tiempo, regresaba una y otra vez a comprobar si seguían fijos en ella.

La siguiente vez que se inclinó sobre su cuello para pasar la gasa impregnada en antiséptico se le erizó el vello de la nuca. Sintió como un susurro que acariciaba su oreja y dejó escapar un leve gemido de asombro. No se atrevió a moverse porque temía que esa sensación tan sutil se desvaneciera y apoyó la mano que llevaba el apósito en el hombro de él. 

—Lo siento —dijo en voz muy baja—. Me he mareado un poco. Ha sido un día largo y estoy algo cansada.

Se obligó a mirarle a los ojos una vez más: le estaba sonriendo maliciosamente. Sin saber muy bien por qué le abofeteó la cara y luego le abrió con fuerza la camisa que ya estaba hecha jirones y empapada de agua y de sangre.

Orion le dio una patada a la puerta y la cerró.

Nina estaba tirada en la cama boca abajo como si le hubiesen disparado. Iba vestida con una camiseta universitaria de Bayhas y sus pantalones de lacrosse. Lorna se había molestado en cambiar sus ropas manchadas (estaban en una bolsa negra en la esquina) pero el cuarto hedía a vómitos en ebullición mezclados con madera quemada: aquella mesilla de noche era irrecuperable.

No estaba tapada y su respiración era pesada y ominosa, como si perteneciera a un ser mucho más grande. Era la primera vez que Bayhas le veía las piernas (*): de piel blanca pero cubiertas de delicadas escamas. El mago no pudo dejar de notar que tenía una pequeña herida cicatrizada donde le faltaba una. 

Sólo tenía que llegar hasta el escenario. Pero por más que Cleo corría, no lograba alcanzarlo. Tenía terror de mirar hacia atrás, porque sabía lo que iba a ver. Vería a Mishka convertida en serpiente, riendo endemoniadamente. Vería a los monstruos negros que ya lanzaban dentelladas a sus piernas y rodillas, sacándole gritos de dolor y terror, pero no se detenía. Detenerse era morir, era quedar enterrada entre los pequeños demonios y ser devorada en vida.

El zumbido de los insectos de Yurga taladraba sus oídos. Estaban demasiado cerca. No iba a lograrlo. Pero no podía parar. Veía las balas pasar demasiado cerca, sabiendo que sólo una de ellas acabaría con todo. Pero no, no la dejarían que muriera tan rápido. Estaba segura de eso. La torturarían, corte a corte, gota a gota, la harían suplicar para que la dejaran morir... La convertirían en parte del mobiliario. Ella había visto las fotos.

Tenía que correr. Por fin sus pies alcanzaron el escenario. Por fin atravesó la puerta escondida. Allí alguien la esparaba.

-Orion.- Cleo había sonreido, y había corrido a sus brazos. Escuchó su voz.

-Shhhhh... Tranquila, soy yo, Orion, tu amigo...-

Una risa. Por encima del hombro del vampiro, la fotógrafo vio la imagen de Eva. Vio como estaba rodeada, la habían alcanzado. Los habían alcanzado. Miró a Orion, y vio su rostro transformarse, mostrando sus colmillos...

Cleo gritó, llevándose la mano al hombro con dolor, incorporándose en el sofá.

Yakub no se durmió bien después de la curación. Su pierna le dolía horrores y no podía dejar de pensar en como arreglar todo aquello. El sueño le llegó mientras pensaba en rakshasas, vampiros, magos... 

Yakub se despertó por un fuerte golpe. Frente a él se encontraba Yurga con Bayhas en una de sus manos como una muñeca de trapo. El cuello le hacía un feo gesto y fue cuando lo dejó caer al suelo que era porque estaba partido. Detrás de él, Eva y Alún miraban al viejo con una sonrisa diabólica. Señalaron a la pared. Allí estaban clavados a la misma Orion y Cleo. La sangre bajaba por la pared de la mansión y se hundía en el suelo, que crujía como tomando vida propia.

— Ayúdanos Yakub, te necesitamos. Nos nos dejes ahora —
— Me prometiste que podría ser poderoso... pero mírame, me mentiste... eres un fraude viejo —

La voz de Cleo y Orion sonaba a su alrededor, como si miles de pequeñas moscas las transportaran y las dejaran a su alrededor. Unas tremendas y cortas risotadas hicieron que todo quedara en silencio. Silencio que se rompió cuando dos manos atravesaron el pecho de Cleo y Orión.

— Yaaakuuuuub —

Cada una de las manos sostenía el corazón de sus amigos, mientras ellos gritaban de dolor, grito que no era capaz de escuchar. El de Cleo todavía latiendo, el de Orion negro y seco como una pasa. Una cabeza ensangrentada apareció entre ambos, tomando forma desde la propia madera de la pared. El pelo le caía por el rostro cubriéndolo, debajo de toda la sangre era de color negro. Poco a poco el cuerpo se formó de la misma forma y los brazos terminaron por romper el pecho de sus amigos, que finalmente quedaron inconscientes. 

Aquella mujer se llevó los dos corazones a la boca y se los comió, fue en ese momento cuando pudo ver quien era... Midori.

— Dejaste mi collar, no volviste a por él amor mío. Así que ahora es Yurga a quien amo — 

Midori se acercó al rakshasa y le besó, largo, intenso. Finalmente se giró y se acercó a Yakub, casi a un centímetro de distancia.

— Vamos a por ti... Ya estamos aquí — 

La boca de Midori se abrió como la de una serpiente, mostrando cientos de dientes desagradabdles.

Yakub se despertó, lleno de sudor, con el corazón acelerado y un sabor a hierro en la boca...

Bayhas estaba sentado en un sofá de una plaza que habían arrastrado hasta la habitación en la que estaba roncando Nina. Nunca había visto las escamas de sus piernas y se descubrió pensando si serían suaves.

- Ahí fuera la cosa está tensa. 

No le hablaba a la dragona dormida, sino a Orion. El vampiro estaba sentado en otro sofá, y ambos estaban velando a su invitada más peligrosa. 

- He repasado todas las alarmas y he comprobado que las trampas estén operativas. Pero no descarto que alguien intente entrar esta misma noche. 

Se acarició las sienes. Le dolía la cabeza del sueño y del cansancio. Igual hasta tenía fiebre.

- Creo que Eva lo intentará, tarde o temprano. - Miró al vampiro y dejó que el silencio flotara entre ambos unos segundos. - ¿Qué haremos cuando lo haga? - La última vez que había salido el tema, Orion se había negado en redondo a hacer daño a su sire.