Partida Rol por web

-¿Sokolov?- Cleo parpadeó, poniéndose de pie. -¿El Sokolov? ¿El Carnicero del Puerto?-

Mierda. Estaba de acuerdo con Bayhas, aquello podía acabar muy bien o muy mal. Aunque...

-Si te soy sincera... Necesito hablar con él.- Carraspeó. -Sokolov pudo haber visto a alguien el día que me pasé con las drogas. ¿Recuerdas que mencioné a alguien que conozco como BioKane? Parece que se acercó a Andy y a mi, y no puedo recordarlo...- Sonrió apenada. -También puede que no intente nada en tu contra si ve que estás acompañado, ¿no? Testigos y eso...- Dijo, sabiendo que más bien eso podía tener un final peor para ella.

Asintió gravemente. Era ese Sokolov.

Cabeceó al escuchar lo de que el hombre lobo podía cortarse por haber testigos. - No creo que le importe mucho no dejar testigos. Pero quédate si quieres. Si vas a vivir en este mundo, tienes que aprender a moverte en él. Y, de todas formas, puestos a encontrarnos con Sokolov, creo que este es el lugar más seguro para hacerlo.

- Bueno. - dijo, sonriendo. - Vamos a ver qué tenemos en la cocina.

Cenaron pronto y deprisa.

Sokolov apareció a las ocho y media en la puerta. De alguna manera había cruzado el jardín totalmente indemne. Tal vez había visto pasar a Cleo antes y había seguido sus pasos. O tal vez había tenido mucha suerte.

 Se le veía más grande e imponente que nunca pero no abiertamente agresivo.

-Hola-miró a Cleo con media sonrisa-A ti no esperaba verte aquí.

 Resultaba extraño verlo comportarse de manera casi educada. Miraba con cautela a su alrededor, como si esperase una emboscada. 

Cogió una silla y se sentó poniendo el respaldo hacia adelante. Cruzó sus truculentos brazos sobre el respaldo. 

-Al grano, mago: quiero liderar mi propia manada. Estoy harto de ser un matón a sueldo. 

Cleo le devolvió la media sonrisa al lobo, parecía menos seco que por el móvil. Mentalmente, la chica agradeció a Andy, posiblemente el hada le había dado una mano en eso... A saber también qué exactamente le había dicho.

-Un alegre golpe de suerte. Después de todo, el incidente nos cambió los planes esta semana.- No dijo más, quedándose levemente aparte mientras dejaba que tanto el mago como el invitado hablaran de negocios.

-Qué movida, ¿eh? ¿Dónde te pilló a ti?

-Lo suficientemente cerca para pillar escombros y perder mi scooter.- Con una mueca le mostró su brazo izquierdo, aún entablillado. -¿Y a ti?-

- Qué loable aspiración. - dijo Bayhas, sentado en su sillón, antes de que Sokolov respondiera a la pregunta de Cleo. - Está muy bien que tengas la aspiración de dejar de ser peón y ascender a rey. - Asintió. En la cumbre se está muy solo, pero si puedes pisar cabezas, la soledad se atenúa. - El espíritu emprendedor es muy importante en estos tiempos que corren. En aras de la cooperación, yo también iré al grano, ¿por qué me lo cuentas? ¿Qué necesitas que haga por ti?

En realidad, era agradable pensar que, al menos, no venía directamente a matarlo. Y que estaba tan nervioso como él por la posibilidad de una traición.

La sonrisa de Sokolov era una de hermosos y blancos dientes. 

-Verás... hay mucha gente que te quiere muerto. Pero no muerto de tirarte por las escaleras y todos contentos: todos quieren un trozo. Tal y como suena. 

Señaló a Bayhas de pies a cabeza con un gesto de la mano. 

-Pero no hay mago para todos. A mí me han pagado los rakshasas y la Von Sacher-Masoch por tu cabeza. Cada uno. Viva o muerta, depende del día. Pero no quieren mancharse las manos. Así que pensé, "Piotr, tío, si todo depende de ti, ¿por qué no sacar tajada en condiciones?".

Sonrió. 

-¿Conoces el создание волков? Es el ritual mágico para crear hombres y mujeres lobo. Es una maldición que se pasa de padres a hijos pero hasta ahora no he tenido suerte con las mujeres (guiñó un ojo a Cleo) así que toca cocinarlos. Tú eres un mago, tú puedes hacer esas cosas: créame una manada y yo daré largas a mis patrones. Una vez esté al mando, me aseguraré de que te dejen tranquilo. Un tiempo, al menos. 

Hizo crujir los nudillos. 

-Tú conservas la vida, yo tengo mi manada... todos contentos. 

- ¿La cabeza, eh? - Se quedó reflexionando sobre ello. Con la cabeza de un mago se podía crear un baphomet, un busto parlante que podía profetizar, lanzar magia para sus amos y servir como alarma mágica. Uno de los encantamientos más antiguos de los Templarios. Pero era extraño que tanto los rakshasas como la vampira quisieran su cabeza ambos al mismo tiempo y justo ahora. Podía haber otras razones.

Cruzó sus manos frente a su cara, reflexionando. Después, se dio cuenta de que Sokolov le estaba mirando y que podía estar esperando una respuesta. - Ah, disculpa. El ritual. Sí, aunque yo lo conozco como el khalaq aldhiyaab. Es una variante muy similar, las diferencias son mínimas. Creo que te serviría. - Se quedó callado otro momento más. Luego sonrió - Vaya, es bonito, Sokolov, no pensé que fueras un hombre familiar. Crear una nueva manada es un poco... como dar a luz cachorritos. Es una gran responsabilidad. - El mago se inclinó en su asiento, mirando al hombre lobo, con un brillo divertido en la mirada - ¿Tienes ya elegidos a los voluntarios? ¿Cuántos son? ¿Dos, tres?

La sonrisa de Sokolov se acentuó. 

-¿Me tomas por idiota? No voy a jugármela a que me eches un maleficio. Quiero el ritual mágico que se emplea en la Madre Rusia. El de devorar un lobo entre seis (*).

De repente, con una velocidad difícil de imaginar, Sokolov se levantó de la silla y se situó tras Cleo. Le tapó la boca con una mano peluda con garras. Con la otra mano le agarró el brazo herido y apretó. 

Cleo gritó tras los dedos de Sokolov. 

-Quiero que recuerdes dos cosas: lo malo que soy y la poca paciencia que tengo. Quiero una manada. Si no me la puedes dar, mueres aquí y ahora. 

De forma instintiva, Cleo llevó su mano derecha a la muñeca de Sokolov sobre su boca, como si creyera realmente ser capaz de quitárselo de encima. Sin embargo, no intentó pelear. No era idiota, y sabía que no podría hacerle ni cosquillas al tipo.

Estaba enfadada, y rehuía la mirada a Bayhas, sabiéndose culpable de estar en esa situación. Cleo, Cleo, ¿qué harás? Pensó en Andy...

... Vaya estupidez.

Cleo cerró los ojos y se apoyó más a Sokolov, finguiendo un gemido. Sokolov podía ser un lobo con mala hostia, pero (Cleo esperaba) seguía siendo hombre. No creía que sirviera para liberarla en ese momento, pero quizás, sólo quizás, ayudaría a que no quisiera matarla.

La expresión del mago se endureció cuando el hombre lobo inmovilizó a Cleo y cogió su brazo herido. Mantuvo su posición en el sofá durante un interminable segundo, mientras Cleo se retorcía en el abrazo mortal de Sokolov (*). 

Pensando.

En realidad, no había mucho que pensar.

- Está bien. Tu ritual, como se hace en la Madre Rusia. Tendrás tu manada, te doy mi palabra. - Tendría que estudiar las diferencias, pero realmente era una cuestión de enfoque. Se sorprendió a sí mismo pensando, solo por un instante, en el reto intelectual que le supondría realizar la adaptación del mismo. - Ahora, suelta a Cleo.

Tendrás tu manada, pero no la disfrutarás mucho tiempo.

- No, Cleo se viene conmigo. Nos veremos a medianoche  dentro de tres días en el Parque de Atracciones abandonado. Hay luna llena y yo traeré a los candidatos. Tú pones el resto. 

Sin esfuerzo aparente, se echó a Cleo encima del hombro. 

-Cuando yo tenga a mi manada, te devolveré a la chica sana y salva y mantendré a los rakis y a la Von Sacher-Masoch alejados de ti. Pero si intentas algo raro...

-¿¡Pero tienes que ser tan cavernícola!? ¡Bájame, joder!- Logró exclamar la chica, pero estaba aterrada. Cruzó una última vez su mirada con el mago...

Minutos más tarde, ella y el lobo ya no estaban.

El mago se levantó de su sillón. La atmósfera estaba cargada. 

​​​​​​Su expresión era mortalmente seria. Por dentro, hervía de rabia de un modo que hacía mucho tiempo que no sentía. Media ciudad lo quería muerto. Entraban en su laboratorio a robar. ¡Secuestraban a una invitada en su propia casa!

Tenía que empezar a poner un poco de orden en su vida. 

Dos horas más tarde, Lorna le puso una taza de té delante. Se sentó en la silla de enfrente con los ojos muy abiertos:

-¿Sokolov el Carnicero? ¿Has tenido a ese tío en casa?-resopló-Pues no lo diría: las paredes están bastante limpias y, créeme, con ese tío no basta con limpiarlas. ¡Hay que pintar otra vez!

Se tapó la boca con la mano, preocupada.

-Joder, a mí me busca un dragón pero a ti... tío, ¿qué has hecho para cabrear a tanta gente? Empiezo a pensar que más que esconderme tú a mí, tú necesitas que te esconda yo.

Miró el trozo de papel donde entre garabatos variados Bayhas había apuntado una lista de componentes que necesitaba. La mayoría estaban marcados pero había dos que todavía estaban sin tocar.

-Pieles de lobo curtidas. Un lobo vivo. ¿Qué quieres hacer con todo esto?

- No estoy seguro de lo que he hecho. - dijo Bayhas, mientras cogía la taza de té. - Gracias. - Le dio un sorbo antes de continuar hablando. - Por lo general soy una persona bastante discreta y no salgo demasiado de casa. Pero al parecer tanto ciertos vampiros como unos cuantos rakshasas están interesados en mi cabeza, pegada o no a mis hombros. Sokolov solo es un matón a sueldo, no es nada personal. Y te aseguro que no les he hecho nada a ninguno de ellos. - Se encogió de hombros. - Que yo recuerde. - Cabeceó, negando suavemente. - Creo que soy un peón más en la creciente lucha de poder de Swansea. Cosa que empieza a molestarme mucho.

Tamborileó con los dedos sobre el brazo del sillón en el que estaba sentado. - Sokolov ha secuestrado a una amiga. Quiere que use un ritual para transformar a media docena de sus secuaces en hombres lobo. Desea tener su propia manada. Me devolverá a la chica si lo hago (*), pero para ello necesito un lobo vivo y unas cuantas pieles de lobo. Hay más ingredientes para el ritual, pero esos los tengo. Hay lobos en un zoo de Bristol. - Bayhas le enseñó la web del zoo en su móvil. - No está muy lejos, hora y media en coche. Pero tendría que encontrar una pistola de dardos, un caja para llevarlo... guardarlo aquí varios días... - El mago soltó un pequeño bufido de fastidio - Bien, en última instancia, lo intentaré. Pero creo que es mejor que busque a una especialista en el tema: Gabrielle Kovac. Es una wikkana: magia natural, bestias y lugares salvajes. Si alguien puede tener pieles de lobo, aunque sean apolilladas y usadas en rituales suyos desde los tiempos de los druidas, tiene que ser ella o alguna de sus amigas. - Le dio otro sorbo al té. Estaba bueno. Lorna tenía mano para prepararlo - Gabrielle tiene el libro de gaélico que necesitamos para romper tu atadura. Mataré dos pájaros de un tiro yendo a visitarla (**). 

Lorna cogió su gabardina. Descubrió con disgusto que se había quedado sin cigarrillos.

-Voy contigo. No quiero estar aquí la próxima vez que aparezca un monstruo.

- De acuerdo. - dijo Bayhas, levantándose del sillón. - Tendremos que ir en tu coche. Igual tenemos que dar un par de vueltas por la ciudad. Espera un momento. - Se dirigió a la cocina, donde aún estaban los platos y cubiertos sucios que habían usado en la cena. El mago sacó un par de bolsas para congelados de un cajón y metió cuidadosamente en ellas el vaso, el tenedor y el cuchillo que había usado Cleo. Dejó las bolsas con los objetos en un cajón antes de salir al recibidor y ponerse una gabardina sobre su traje. Cogió también su pistola y se la guardó en una sobaquera, mientras Lorna hacía lo mismo con su propia arma. - En marcha.

******

Era una noche oscura, con una luna creciente que asomaba de cuando en cuando su pálida faz entre un sudario de nubes que la cubrían como un velo desgarrado. La noche en Swansea siempre tenía un sabor ligeramente inhóspito y esta en concreto olía a tabaco, humedad y sueños rotos. Lorna y Bayhas se dirigieron hacia el coche de policía en silencio, sus pasos repicando en los adoquines del suelo. 

La detective se puso al volante y el sonido del motor al arrancar se asemejó al gruñido sordo de una jauría de perros listos para la cacería. La luz de los faros les precedió cuando se adentraron en las calles de Swansea. Bayhas le dio a la detective una primera dirección: un club nocturno donde algunos de los wikkanos mas jóvenes solían parar en sus rutas nocturnas. Hicieron ese primer trayecto sin apenas hablar, mientras una fina y breve llovizna caía sobre el coche, como una sutil promesa de lágrimas futuras. El mago miraba a través de la ventana a los transeúntes que vagaban perdidos, cada uno de ellos atrapado en sus propios pensamientos.

No dieron con ella en el primer local. La música electrónica se combinaba con las drogas de diseño para formar un muro de cuerpos alucinados que se aplastaban los unos contra los otros, pero que se apartaron rápidamente de la pareja, que se abría paso por el local con caras de pocos amigos. No había rastro de Gabrielle, pero un par de preguntas del mago, dirigidas a las personas apropiadas, les dieron su siguiente pista: Kovac y unos amigos habían pensado ir esa noche al Sin City. 

Después de un breve trayecto hacia el centro de la ciudad, el mago y la detective dejaron el coche aparcado en una calle lateral cercana al establecimiento. Mientras se dirigían al local, Lorna le indicó a Bayhas que se echara a un lado. Se ocultaron discretamente en un callejón, el uno junto al otro, protegidos por las sombras, mientras un grupo de jóvenes pasaba sin verlos. Tenían pinta de estar patrullando la zona y de tener muchas ganas de meterse en líos. Una vez se marcharon, Van Cliff hizo un gesto con la cabeza y Bayhas la siguió, cruzando la calle y entrando en el Sin City.

Un saxofonista tocaba una balada melancólica que sumía el local en una atmósfera lánguida que se derramaba sobre el espíritu como una promesa de otoño. Por suerte, al fondo de la sala, sentada y disfrutando de la música junto a un chico joven con pinta de estudiante de arte, encontraron a Gabrielle Kovac.

Bayhas se acercó a ella y se quedó de pie junto a la mesa que ocupaban, mientras Lorna, un par de pasos por detrás de él, examinaba la sala con discreta atención, atenta a cualquier amenaza. - Hola, Gabrielle. - dijo Bayhas, mirando a la wikkana y fingiendo ignorar al chaval que la acompañaba. Sonrió - Qué casualidad, encontrarte aquí. He estado pensando mucho en ti últimamente...