Partida Rol por web

—Buenas noches, Midori —saludó Orion alzando la voz—. Espero no molestarla en sus quehaceres maternales —no lograba explicarlo, pero logró decir esto sin un atisbo de burla—. Es una pena que no hayamos tenido la oportunidad de conocernos antes de que la mitad de la ciudad saltara por los aires. Le habría invitado a usted y a sus socios a mi local.

El vampiro se desgañitaba a pesar de que era consciente de que, abajo en la cripta, Midori le había oído desde el mismo momento en que se abrió la puerta de la iglesia. No le quitaba ojo a Craig ni a Claudia, pero no pensaba mover un dedo para impedir que la mujer tratara de apuñalar al vampiro.

—Le he traído un regalito a Alfie y otro a usted...

Sentía cómo los viejos músculos y tendones de Yakub se ponían tensos, crujiendo como el cuero de un sofá. No estaba seguro de lo que iba a pasar cuando el humano y la vampira se encontraran (tal vez Midori no sería capaz de reconocer a su marido en aquella momia); pero añadía un nuevo factor de caos a una situación que ya llevaba camino de descontrolarse por sí sola.

Una mujer asiática hermosa, joven y vestida con elegancia apareció en la puerta con una mano en la cadera.

-Craig, ¿quién coño...?

Clavó sus ojos en los recién llegados. Avanzó hacia ellos a grandes pasos. 

-Espera... yo te conozco. 

Se plantó delante de Orion mirándole a los ojos. Ni siquiera reparó en Yakub. 

-Tú eras el cacique del bar chungo aquel. Hasta que los hindúes lo tomaron por la fuerza, según dicen. 

El corazón de Yakub se estremeció: Midori estaba igual que la recordaba cuando desapareció hacía... ¿cuántos años?¿Cuarenta?¿Cincuenta? Sin embargo, aunque era como mirar a una mariposa conservada en una gota de ámbar, había algo distinto en ella. No parecía la mujer amable y dulce con la que se había casado: la movía una energía distinta, algo oscuro y feroz. Sus ojos... sus ojos eran diferentes.

Los ojos de Claudia estaban a punto de salirse de las órbitas bajo la presión de la mano de hierro de Craig. Su mano se congeló a meros milímetros de la navaja.

—¿Cacique? ¿Bar chungo? ¿Que lo tomaron los rakshasa? ¿Querida, quién te informa, la BBC?

Orion intentaba no perder de vista a Yakub. Entendía cómo debía sentirse el viejo cazador y por eso su "sentido arácnido" sonaba como las maracas de un epiléptico dentro de su cabeza. ¿Llevará una granada de fósforo escondida? ¡Joder, debí haberle registrado antes de bajar del coche!, se lamentó totalmente en serio.

Midori miró a Orion de pies a cabeza como una madre que examina al novio chungo de su hija mayor. A disgusto. 

-¿Y nos has traído regalos? Qué mono... Alfie estará encantado. Últimamente no hay quien lo tranquilice por la noche...

- Midori - Un susurro que acompañaba una lágrima que resbalaba por la mejilla del anciano mientras miraba al suelo. Solo le había hecho falta mirarla un segundo para no poder reconocer su alma. ¿Sería posible recuperarla? Esa mirada, esa ferocidad en sus palabras y sus movimientos, que aunque lentos eran claramente vampíricos. 

La lágrima caió al suelo al tiempo que el anciano se puso en pie haciendo crujir todos sus huesos. Tuvo un momento de flaqueza de la pierna mala que le falló, se reflejó el dolor en su rostro; pero también que no caería. 

- Midori - Repitió ahora de pie, haciendo caso omiso a Claudia y la realmente mala posición en la que se encontraba. - Estas... estas igual que hace cuanto. ¿Cuarenta y cinco años? - 

Yakub no sabía si sonreír o no. No había rastro del miedo que aquella situación debería de provocar en él. Orión desapareció, el vampiro que había mordido a Owain pasó a un segundo plano, difuminado en su mente. 

- ¿Es que ya no me reconoces? - 

La mujer clavó súbitamente en Yakub sus pupilas inhumanas. La sombra de una sonrisa aleteó en la comisura de sus labios. 

-Yakub...

Agarró la mano del viejo. La de Midori era blanca y perfecta en contraste con la desgastada por los años del anciano. Yakub sintió que ya no existía nada más que ellos dos. 

-Yakub, mi esposo, ha pasado tanto tiempo... Y has envejecido. Tengo tantas cosas que contarte y tenemos tan poco tiempo...

Midori empezó a llevarle suavemente hacia la puerta de la que había salido. Yakub ya no sentía la pierna ni el dolor en su corazón. Para él sólo existía Midori. Su larga búsqueda había terminado. 

Orion ,en cambio, tenía otro punto de vista. El veterano cazador había caído presa de los encantos sobrenaturales de la vampiresa. Yakub sabía de aquellas cosas, sin duda, pero el estrés y el dolor de las últimas semanas habían hecho mella en él. Había buscado a su mujer durante décadas y la había encontrado por fin.

Claudia dio los últimos estertores bajo la mano de Craig. La navaja había caído al suelo lejos de su alcance, sólo dedicaba sus últimas fuerzas a intentar tomar un último trago de aire. Faltaban meros segundos para que muriese.

-Ven, esposo mío, ven a conocer... a nuestro hijo. 

Orion comenzó a arder de rabia por dentro. ME ESTÁN IGNORANDO. ESTOS HIJOS DE PUTA ME TOMAN POR UN CHUPASANGRE DE TERCERA CATEGORÍA. CREEN QUE SOY SU NUEVO LAMECULOS...

La rabia amenazaba con nublar sus sentidos pero, de repente, recordó la técnica favorita de Yakub y una calma fría se apoderó de él: Orion, cuando la sangre nuble tu vista, abre muy bien tus ojos y analiza qué hay a tu alrededor; utiliza esa rabia para que no se te escape ningún detalle y canaliza la ira para impulsar el ki...

Orion se había burlado mil veces de aquella enseñanza: Yakub, cuando la mala hostia se me lleva, lo último que se me ocurre es jugar a Sherlock Holmes. Sin embargo aquella noche, lo comprendió todo.

Midori le había mirado por encima del hombro: para ella no era más que un estúpido recadero que Craig despacharía mientras ella se ocupaba de Yakub. Por su parte, el vampiro dopado estaba tan seguro de sí mismo que hacía un buen rato que se había olvidado de Orion. Estaba concentrado en asfixiar a Claudia lentamente hasta la muerte; jugaba con ella. Pero por mucha sangre de dragón que ahora mismo corriera por sus venas, Craig no dejaba de ser un macarra muerto de hambre malcriado en Port Talbot y convertido por una vampira con un instinto maternal pervertido.

No hay que desperdiciar la comida, ¿verdad, Craig? Mamá se enfadaría contigo, se burló Orion, que estaba completamente seguro de que mordería a Claudia antes de que su corazón se detuviera porque, de lo contrario, la sangre de la mujer valdría menos que la de una rata.

Se quedó muy quieto, dejando que Midori se llevará a Yakub. Incluso bajó un poco la vista en señal de sumisión; pero sus manos ya acariciaban las Glock y esperaba el momento en que Craig pusiera su boca en el cuello de Claudia.

Orion poco a poco desaparecía entre una fina niebla que poco a poco se expandía por la mente del viejo. Y junto con el vampiro lo hacía Bayhas, Cleo, Calep, Lewis, Gareth y Mayanin... todos eran ahora un mero recuerdo borroso ante la visión de su esposa. Aquel momento era quizá el más féliz del veterano en muchos años. El tacto de la suave aunque fría piel de Midori no lo sacó de su ensoñación, sus pasos eran seguros, sin dolor... decididos.

Las palabras de Orion rebotaban se querían hacer hueco en la mente del anciano de forma infructuosa, tan solo eran ruido. Por fin, después de tanto tiempo, de tantas vidas sacrificadas lo había conseguido.

-Ven, esposo mío, ven a conocer... a nuestro hijo.- 

Aquellas palabras. 

- ... a nuestro hijo. -

Aquellas palabras fueron una auténtica bofetada de realidad que transportaron de un empujón a Yakub a su pasado. A sus últimas semanas con Midori.

- ... No podemos traer un hijo a este mundo Yakub. No sabiendo como sabemos lo que le espera. En el mejor de los casos... una vida cazando monstruos, entre las sombras de una ciudad podrida, sumida en un caos de muerte y desesperación. En el peor... -  Los dos estaban totalmente de acuerdo.

Aquellas palabras... lo devolvieron a la realidad.; y eran ahora las de Orión las que volvían con fuerza. Una fuerza renovada. Un significado demoledor. Yakub se detuvo, soltando su mano de Midori, que siguió caminando, sin dejar de mirar a su esposo. El veterano puso todos sus sentidos alerta. Estaban metidos de mierda hasta el cuello. Claudia a punto de morir, Orión emitía una rabia contenida, una fuerza arrasadora encerrada y lista para ser disparada una vez bien encauzada. Estaban allí por él.

Orion había llevado la escopeta y la había dejado sobre una de las mesas cercanas. Solo eran un par de pasos. Pero, ¿Sería capaz de disparar a su mujer?.

Yakub respiró, con calma, con decisión. - En el peor de los casos, sería convertido, atraído a las filas de aquellos contra los que luchaban. Alejado de nuestro lado. -  Fue un susurro, una recordatorio para despejar su mente. Levantó la vista. Miró a Midorí... parpadeó y miró entonces aquella mujer de nuevo. Su tacto frío, su mirada y sobretodo la carencia de el más mínimo corazón.

Orión estaba a punto de saltar. Casi podía sentirlo, escucharlo. Era el momento. Esperaría a que el vampiro reaccionara y acudiría presto hacia su escopeta. Solo esperaba que Midori se fuera, que no saltara a por él...

- La respuesta es elemental querido. Hoy no. - 

Los apresurados pero irregulares pasos de Yakub se vieron acompañados de un juramento de Midori. Craig giró la cabeza para mirar al anciano cojear hacia su escopeta. Distraído, perdió de vista al otro  vampiro. 

-¡Traga plomo, cabrón!

Las manos de Orion se volvieron un borrón cuando desenfundó ambas pistolas, cruzó las muñecas y las vació sobre el calvo. Craig cayó hacia atrás con un gorgoteo al mismo tiempo que los cargadores vacíos de las pistolas. Con la misma velocidad inhumana, Orion recargó sus armas antes de que los cargadores vacíos tocaran el suelo.

Claudia cayó a un lado también gorgoteando mientras intentaba llenar sus pulmones de aire. 

Craig levantó la cabeza y mostró sus muchos colmillos. Se incorporó de un salto a pesar de estar lleno de agujeros que goteaban sangre verdosa. 

-Vamos a jugar tú y yo...

Las manos de Yakub se cerraron sobre su arma a la vez que las delicadas manos de Midori se cerraban en torno a su pecho. Fue muy agradable sentir su abrazo una vez más. 

Entonces notó los colmillos en su cuello.

Orion giró la cabeza como un rayo y vio a Midori mordiendo el cuello de Yakub. 

—JODER YAKUB, ¿NO TE PODÍAS ESTAR QUIETO UN SEGUNDO, YAYO DEL DEMONIO?

Decidió sacrificar la iniciativa que había ganado contra Craig para abrir fuego contra Midori y darle una mejor oportunidad a Yakub de zafarse de su abrazo. Un para de balas impactaron en la vampira. Orion rodó por el suelo intentando ganarle distancia a Craig, derribando los bancos de la iglesia a medida que derrapaba para adoptar una postura felina encarando al calvo.

Su boca también se había deformado en unas fauces de colmillos afilados.

Aquel mordisco debía ser doloroso, no era para alimentarse; con cariño y amor. Era para hacer daño. Yakub supo en ese preciso momento de forma definitiva que nada ya quedaba de Midori en aquel cuerpo frío y muerto. Aquel niño no solo se la había llevado hace cuarenta y cinco años. La había convertido en un demonio de colmillos afilados y frío corazón.

Los disparos de Orion fueron precisos, dieron a Yakub la oportunidad que necesitaba. Ahora estaba enfocado y motivado. Tenían que salir de allí. Escapar como fuera, a pesar de las heridas, del dolor y de todas las emociones. No creía que pudieran salir los tres de allí con vida... Pero no tenía duda de con quien salir de allí. 

Yakub llevó sus manos a la cabeza de Midori, la agarró con cariño, con ternura incluso y después apretó y la giró con fuerza. No le causaría daño. No siendo un vampiro... pero la dejaría aturdida el tiempo suficiente para poder escapar de allí. Agarró entonces ahora si su escopeta y disparó a la puerta de entrada. Craig ya parecía que se abalanzaba sobre Orión aprovechando la ayuda que le había prestado... mierda, al final todos terminarían heridos por su culpa.

- ¡¡ Salgamos de aquí !! - Dijo disparando a la puerta de entrada. Era el momento de correr hacia el coche. Era el momento de escapar de allí. 

Midori permaneció paralizada unos instantes antes de recolocarse la cabeza con un ruido desagradable. Orion frunció el ceño: aunque él mismo había hecho lo mismo en el pasado, no le gustaba recolocarse las tripas después de una pelea, se sentían frías y era un recordatorio de que ya no estaba vivo. Pero ahora tenía problemas más urgentes.

Craig corría hacia él con rictus desencajado apartando los bancos que Orion había tirado. A decir verdad, los bancos salían volando a su paso sin que los tocara. La sangre de Owain debía tener más octanaje que el queroseno. Vio por el rabillo del ojo que la puerta por la que había entrado Midori estaba abierta aunque no tenía ni idea de lo que había al otro lado.

La cerradura de la puerta principal desapareció junto con un buen trozo de madera. Yakub era de los que usaban proyectil sólido. Las postas, para matar mosquitos, solía decir.

El veterano se llevó la mano al cuello para intentar parar la hemorragia. Empezaba a verlo todo borroso. Demasiadas emociones fuertes en un sólo día. Estaba por derrumbarse cuando Claudia apareció de la nada para echarse su brazo por los hombros y arrastrarla afuera. Su pierna mala lo agradeció.

-¡Vamos!-en realidad, su voz era un susurro estrangulado. Su traquea estaba como un acordeón. Notó que Yakub intentaba tirar hacia atrás, hacia Orion-¡No, que le jodan! ¡Ha querido vendernos! ¡Ahora es su problema!

Le arrastró a duras penas por la calle dejando un rastro de sangre. Por suerte, el coche no estaba lejos. Claudia se detuvo delante del vehículo sujetando a Yakub. Resopló haciendo revolotear un mechón de pelo sobre su frente.

-¿Tienes las llaves del coche?

Yakub y Claudia habían salido. El coche no estaba lejos y Orion había dejado las llaves en la guantera*; pero si Craig y Midori decidían ir a por ellos estaban acabados. Tenía que neutralizar a Craig** y, si por un milagro lo lograba, ya pensaría qué hacer con Midori.

Dio un salto en vertical por encima del tren de mercancias que se le echaba encima y abrió fuego contra él mientras giraba en el aire. Cuando se terminaron las balas, Orion cayó sobre la espalda de Craig que se había llevado por delante la mesa del altar y se había frenado justo antes de comerse el retablo. Quizás estaba cometiendo el mayor de los errores pero, empleando todas sus fuerzas, Orion estiró hacia atrás la cabeza de su enemigo y de un mordisco trató de arrancarle la tráquea.

—NADIE ME JODE EN MI CIUDAD, ¿ENTIENDES, CRAIG? NADIE.

El grito de Craig se cortó a la vez que su tráquea. Parecía tener una fuerza sobrenatural incluso para un vampiro. Orion se aferró a su garganta como un lobo enfrentado a un tigre...

La sangre verdosa y espesa inundó las fauces de Orion y despertó su apetito. En cierto modo era como aquella vez que devoró al druida: una nueva experiencia, excitante y poderosa. Pero el sabor de este nuevo néctar distaba mucho de la sangre común. Por primera vez en treinta años, lograba paladear algo distinto al fluido vital humano. 

Yakub asintió a las palabras de Claudia mientras veía como Orión mordía a Craig. Las consecuencias de aquello serían totalmente imprevisibles. El viejo quería quedarse, pero tal y como estaba era cuestión de tiempo que acabara desfalleciendo.

- Vale - 

Dijo esperando realmente que Orion estuviera bien, que pudiera salir de aquella situación... y que siguiera siendo el mismo. 

- Guan... tera - Dijo conforme perdía poco a poco la visión y los oídos le pitaban. Recordaba que el vampiro las había dejado allí por si acaso tenían que escapar. Hasta un vampiro pasado de moda hacía mejores planes que él... era lamentable. Y para más inri era Claudia... a la que hubiera dejado vendida allí dentro a cambio de Orion quien lo estaba salvando. ¿Acaso no había fondo que tocar?

Orion notó como si se hubiera tomado un café con seis cucharadas de cocaína. Sus venas ardieron al notar fuego y hielo corriendo por ellas. 

Después del subidón, el mundo pareció perder algo de color. Miró a su alrededor y vio que Midori había desaparecido pero la puerta por la que vino en primer lugar estaba cerrada. 

Afuera, un coche arrancó y se alejó entre rugidos de motor y roces con otros coches. Reconoció el ruido del motor trucado. 

Orion no podía estarse quieto ni un segundo. La sangre de Craig, mezclada con la de Owain le impelía a actuar con celeridad, a poner en práctica todos sus planes.

Sabía que Midori se había escondido con Alfie y, seguramente con algún ghoul, porque no veía por ningún lado al lacayo canijo que les había abierto la puerta.

Comenzó a apilar bancos, sábanas, papeles y todo tipo de material combustible encima del cuerpo de Craig. Buscaba una forma de prender todo aquello. Los vampiros no necesitaban luz para ver en la oscuridad, de modo que no había ninguna lámpara de camping ni nada por el estilo. Finalmente recordó que le había quitado el arma a Claudia y la había dejado en el suelo, cerca de la puerta. Fue a por ella; podía emplear la pólvora de los cartuchos como detonante del fuego. Luego solamente necesitaba una chispa...

Pero antes, se acercó a la puerta que la vampira había cerrado tras ella y comenzó a golpearla con intención de echarla abajo.

—MIDORI, MIDOOOORIIII, ¿ESTÁS AHÍ? MIDORIIII, SAL RATITA QUE QUIERO VERTE LA COLITA... —bramó Orion mientras golpeaba la puerta.

No era una puerta convencional. Aquella estaba reforzada a conciencia con marco de seguridad, cerradura doble y plancha de metal. Era obvio que se había instalado para impedir la entrada de intrusos. O la salida de alguien al otro lado.

Orion estaba seguro de que podía echarla abajo pero le llevaría un tiempo. Tal vez mejor concentrarse en la pila de...

Ah, sí, joder. 

Se llevó la mano al bolsillo. No hacían falta macarradas de boy scout para hacer una barbacoa con aquel lugar cuando tenía su zippo de las ocasiones especiales. Era un recuerdo de cuando tocaba con su grupo. Se lo había dado Jack "Bitch" Brown después de un bolo particularmente exitoso. Ahora apenas podía encenderlo sin apretar lo dientes medio cagado de miedo pero aún así lo limpiaba y recargaba de vez en cuando. Dios, cómo añoraba aquellos tiempos.

La llama brilló en su mano casi sin darse cuenta. Por algún motivo (¿la sangre del dragón?) parecía casi atractiva. El fuego en pequeñas cantidades era una tontería. Su belleza y su poder se apreciaba en grandes cantidades.

* * *

-¡Aprieta esa herida, joder! ¡No te duermas!-gritaba Claudia todavía con voz afectada-¿Dónde coño vamos? ¡Normalmente eres tú el que parchea a la gente! ¿Vamos a Singleton? ¡Yakub, joder, mírame! ¡Abre los putos ojos!