Partida Rol por web

Curt avanzaba como podía con la armadura. Poco a poco iba entendiendo cómo funcionaba, pero hasta a sus impresionantes neuronas les costaba adecuarse a ese enorme cacharro.
En cuanto se hizo con él, su primera acción fue empujar suavemente a los demás para ir hacia la misión.

-Vamos, huevones. Que el asunto corre prisa.

Diox, que ganas de probar este juguete. SEguro que aquí dentro ni me disparan, ni achicharran, ni gaitas... Y el plan de meterse entre pecho y espalda unos pitxos y beber algo... Un batidito de fresa...

-¡Ahi vá la ostia! ¡¡¡Clonk!!! - golpeó con la mano de la armadura la cara de la misma. - qUe se me han acabado los suministros de fresa. ¿Alguien tiene algo por ahí pa' mí... pa' mi body?

Aunque la idea de quedarme flotando en medio de la ría con un amasijos de hierros en el cuerpo no era una idea especialmente atrayente, en vista de las circunstancias, poco puedo hacer. Sólo espero que esta cosa, al menos, pueda flotar...

-¡¿Pero que dise el ganorabako este de las fresas?! Exclamó Igor. Ale, arreando que ya vamos más tarde que las obras de limpiesa de la ría.

El informático del submarino empujó a todos los presentes en la cámara para apretujarlos y caber mejor, y en ese momento un errebelde de la tripulación vino corriendo por el pasillo a voz en grito.

-¡Igoooor! ¡Date prisa que se acaban! Gritaba. ¡Megawenriau, Igor! ¡QUE HAY OFERTAS DE STEAM Y TE VAS A QUEDAR SIN ELLAS LA HOSTIA!

La tapa del barril se levantó, y la cabeza del informático apareció por la abertura con los ojos como platos.

-¿Ofertas en Steam? Dijo. Y a continuación, salió de un salto del barril, y apretó la mano al Comandante Errebelde del Pestachu. Comandante. Dijo. Barkatu, pero se me queman los garbantzus de la olla, y tengo que salvar el Pestachu de una tragedia inflamable de esas, así que tengo que renunciar a la misión por el bien de una operasión mayor.

Dicho aquello y sin dejar al Comandante Errebelde del Pestachu decir ni pío, salió corriendo por el pasillo con todo el morro del mundo, al grito de:

-¡Cawenlahostiapues! ¡Asier, ve ensendiendome el ordenador que corro a por la txartela del banco!

El Comandante Errebelde del Pestachu no daba crédito a lo que veían sus ojos. De pura furia se le enrojeció la cara cual bote de ketchup, y le dió tal patadón al barril del informático que este salió rodando por el pasillo.

-¡Me voy a cagar en la Virgen de Begoña y en las pelotas de Clemente! ¡Putos informáticos la hostia! Comenzó a gritar. ¡Que se creen que por que trabajan con ordenagailus ya pueden darle al feisbuk y estar de tocata y fuga todo el puto día, pues! ¡Ocurrírsele desobedeser una órden directa del comandante! ¡Le voy a montar tal consejo de guerra que se va a ir por la patabajo!

El Comandante Errebelde del Pestachu se giró hacia los rebeldes enlatados.

-¡Y vosotros al lío también! ¡Que ya llegáis tarde, la hostia pues!

Dicho aquello, apretó un botón, y la compuerta se cerró con un sonoro golpe que los dejó encerrados en la cámara estanca.

Los rebeldes, encerrados en aquel cubículo metálico sin apenas tener sitio para tirarse un pedo dentro de aquellos horrores tecnológicos en los que íban metidos, vieron con pavor cómo la cámara comenzó a llenarse de agua cuando apenas comenzaban a asimilar todo lo acontecido,

El agua fué subiendo a una buena velocidad, pero pronto los invadió una sensación de seguridad (falsa o real todavía estaba por ver), cuando se percataron de que el líquido elemento no se filtraba al interior de sus armaduras, ni sentían la temperatura del mismo a través de ellas.

La cámara pronto estuvo complétamente llena de agua hasta arriba, y seguían pudiendo respirar dentro de los armatostes gracias a los sistemas de aire de los mismos, y la cosa comenzaba a ser hasta divertida.

Luego, una segunda compuerta que había pasado totálmente desapercibida se abrió, y los rebeldes fueron recibidos por la ría de Bilbado, oscura, turbia y sobre todo, sucia.

Poco a poco, las armaduras de combate fueron descendiendo hacia la profundidad acuosa que los rodeaba ayudadas por su propio peso metálico.

Ignorando el hecho del que el informático se había rajado justo antes de empezar (seguro que no era de Bilbado auténtico, sino que era de alguna barriada, como de Deusto, que seguramente fuese como Vallecas a Madrí); decidí que era el momento de hacer andar al armatoste que llevaba.

Porque era eso, o quedarme en el fondo del mar para siempre, y después de este viaje, lo último que me faltaba era encontrarme con una sirena vasca o alguna criatura similar.

Así, de nuevo, concentré todos mis esfuerzos en al menos, poner el trasto a funcionar. No obstante, algo, en forma de Espíritu Santo me decía que no iba a haber tu tía en que el chisme arrancase.

Alma estaba emocionada con tanta cosa nueva, con tanto trasto (aunque no entendiera para qué servía tanto botón y tanto cable) y, sobre todo, por el hecho de sentirse como la protagonista de un videojuego.
Una vez que la cámara esa se llenó de agua y, acto seguido, les echaron fuera del Pestachu, buscó algún botón que hiciera las veces de linterna para ver entre tanta mierda que tenía la Ría, y sin darse cuenta resulta que consiguió hacer andar (o bucear) el cacharro de marras.

- ¡¡Ya está, cóóó!! ¡¡Maños, ya lo tengo controlao!! - exclamó aunque no tenía muy claro si le iban a oír en aquel inhóspito paraje.- Si me hubieran dicho desde el principio que esto era "↑ ↑ ↓ ↓ ← → ← → B A" como en la NES otro gallo habría cantado.

- ¿¡Y ahora pá dónde mañicos!? - preguntó antes de perder de vista a sus compañeros, para saber hacia qué dirección debían dirigirse. No estaba muy orientada entre tanta oscuridad y guarrerida, que digamos.

Pues hala, sin fresas, a tomar por culo... Al primer Fanhunter que vea le reviento.

Encerrado en su lata de sardinas deluxe edition, protegido del frío y de todos los horribles problemas del mundo exterior, Curt se sentía como en el útero materno.

Vaya, mi madre no tenía botones por dentro. Y os aseguro que me acuerdo bien de ello. A ver, si pulos aquí...

¡BROOOOM! Y la armadura se echó a nadar.

La primera luz vino servida a cargo de Alma, quien fue la primera en encender los sistemas de iluminación de su armadura dando con ello algo de visibilidad entre tanta negrura a sus compañeros.

Patxi fue el siguiente en dar un poco de luz, y despues de Curt también arrancó los motores de su armadura sin problema alguno, y uniendo sus focos a los de Alma todos vieron cómo Triple P. hacía glu-glu-glu con su armadura, yendóse al fondo de la ría matarila, rila, rila.

-¡Aiba Dios! Exclamó Patxi. Y todos lo pudieron oir a través de los comunicadores del interior de sus armaduras. ¡Que el abate jauna se nos hunde más rápido que el atleti en la liga!

La armadura de Patxi se posicionó y fué tras Triple P., agarrándolo por la espalda y evitando que este acabara encallado en el fondo.

-¡Aupa pues! ¡Hemoiok gogor abate!* Le gritó Patxi a Triple P. tratando de darle ánimos para que pusiera la armadura en marcha.

—Sí sí, ya voy —digo al resto al ver que ellos avanzan y yo no—. Igual si me concentro, o si le doy a este botón de aquí...

No obstante, y pese a todo, me da que darle a ese botón no es buena idea.

Alma, que tenía ganas de practicar para pillarle bien el truquillo a aquel cacharro, siguió a Patxi cegando a todos en el proceso, a empujar el armatoste en el que estaba metido el cura.

- ¡Mozicooo, dígale a su dios que le ayude a mover esto para nuestra misión divina! - le dijo soltando una risotada.

-Tranquila pues, neskato. Le dijo Patxi a Alma. Que esto lo requetemeneo yo con una mano a la sorbalda la hostia. Mejor nos das lus ahí delante, que aquí se vé menos que en la cueva de Santimamiñe.

Dicho aquello, Patxi comenzó a empujar al Padre P. Piscinas, que continuaba tratanto de arrancar aquel armatoste tecnológico con ningún éxito.

-¡Ale! ¡Arreando! ¡Tó tieso pallá, que el puente no va a esperarse todo el día la hostia! Exclamó Patxi a través del comunicador al tiempo que enfilaba en una dirección.

La armadura del Padre P. Piscinas se negaba a arrancar, de modo que fue remolcada por Patxi a través de las oscuras y tóxicas profundidades abisales de la ría, más negras que el fondo de armario de un gótico.

Iluminados por la luz de Alma, y guiados por la orientación bilbaino-fluvial de Patxi, el grupo comenzó a avanzar a través del cementerio subacuatico que era el lecho de la Ría, formado por toda la basura que allí se había ido acumulando con el paso de las eras: restos de embarcaciones, coches oxidados, carritos de bebés, momias egipcias, naves alienígenas...

Alma iba por delante junto con Curtito, dando luz a Patxi y P.Piscinas que seguían tratando de arrancar el armatoste de este último sin mucho éxito.
- ¡Patxiii! ¡Yo tiro tó recto, pero cuando lleguemos al puente ese hazme frenar, cóóó! - le dijo gritando al vasco, que era el único que sabía para dónde tenían que tirar en busca del dichoso puente, provocando que todos se cagaran en la maña por pegar semejantes berridos cuando la oían perfectamente por los intercomunicadores de los trajes.

Dado el aviso ella siguió en línea recta enfocando con la linterna cada vez cosas más raras. Poco a poco se iba acojonando al pensar que aquello tenía toda la pinta de ser el lugar al que habían ido a parar las cosas que los retretes de Bilbado habían absorbido con sus puertas dimensionales. Qué mal rollo, có... susurró mientras le entraban las cagarrinas.

Poco a poco el grupo fue siendo guiado por Patxi, sin tener todos mucha idea de hacia dónde íban, de dónde venían, ni dónde quedaba la pizzería más cercana. Preguntas harto importantes dado el rockambolesco paraje en el que buceaban, en el que parecía haber de todo.

Finálmente Patxi se detuvo. Lo que venía a ser el casco o la cabeza, de su armatoste mecánico miró hacía donde debía de estar la superficie del agua y hablo por el comunicador.

-¡Aiba pues! ¡Pero si nadie nos dijo que teniamos fuegos artifisiales! ¡Pues anda que no queda lejos entodavía la Aste Nagusia!.

Un rápido vistazo reveló por encima de sus cabezas fogonazos y explosiones de todos los colores vágamente definidos a causa de las turbias aguas. Las luces se producían cláramente más allá de la superficie, fuera del líquido (y guarro) elemento, y gracias a ellas se recortaba lo que debía de ser la silueta del puente en el que tenían que emboscar a El Sombrío.

Patxi miraba hacia arriba embelesado con las luces de colores, cuyas explosiones eran más tremebundas a cada momento.

-¡Cawenzotz! Exclamó. ¡Esto nos pasa por ir berandu a tos laos! ¡Que los ganorabakos esos ya han empesau la fiesta sin nosotros!

El fornido vasco no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad de quitarle la tontería a los maleantes soltando alguna que otra hostia bien dada, por lo que viendo la indecisión de sus compañeros decidió ser él quien tomara cartas en el asunto. Sin soltar al Padre P. Piscinas, Patxi bajó hasta el lecho de la ría, y una vez allí hizo que su armadura flexionara las piernas para tomar impulso y propulsarse hacia el puente.

Patxi y Triple P. salieron despedidos hacia la superficie impulsados por la fuerza de las piernas de la armadura, dejando a sus dos compañeros mas solos que la una menos cuarto en aquellas mojadas profundidades.

El vasco y el cura realizaron una entrada en el puente digna de cualquier película de acción sobresaturada con efectos por ordenador.

Emergiendo de la ría a través de una explosión de agua, los dos rebeldes dejaron patitiesos del susto a los que en ese momento se encontraban en el puente, quienes se quedaron paralizados de la impresión de ver salir de las aguas lo que parecían dos mejillones cyberpunks.

Patxi y Triple P. aterrizaron en el puente con un sonoro y espectacular ¡KATOOOM! cuando la gravedad hizo su trabajo, dejando un cráter en el pavimento de esos tan chulos que dejan los protas en los dibujos japos cada vez que pegan un brinco, y que traen de cabeza al Servicio de Mantenimiento de Obras Públicas. Un rápido vistazo a su alrededor les reveló que en el puente habían dos personas más: un gorila de casi dos metros vestido como los matones de Tarantino, y un tipo bajito envuelto en una túnica negra al que lo rodeaba una chisporroteante esfera azulada como la que Curt usaba para protegerse.

Más allá, en los extremos de los puentes, estaba el origen de los fuegos artificiales que habían sorprendido a Patxi: Los comandos de errebeldes bilbainos estaban haciendo su trabajo, y entre tiros y explosiones, centraban la atención de un grueso de nazi-guls bilbaino que trataban de pasarlos por la piedra respondiendo con la misma efusividad pirotécnica.

La entrada había sido espectacular, y entre otras cosas, me había hecho plantearme si de verdad Patxi necesitaba de ese artilugio para dar ese salto. No obstante, habría sido aún más espectacular si no estuviese tendido en el suelo como una tortuga panza arriba, intentado arrancar el cacharro este.

Pero, no había manera. Parecía que si quería hacer algo con este chisme, lo mejor sería que buscase a unos gitanos y lo vendiese como chatarra.

-¡Vaya! ¡A esos malditos errebeldes ya no les vale con liarla en la calles, ahora también se dedican a incordiar a los percebes mutantes de la ría! ¡Se vé que tienen ganas de fastidiarme el teatro y hacer que llegue tarde a la obra de ensalzamiento de mi figura y porte! Gritó el tipo encapuchado, que parecía haber salido de una procesión de Semana Santa organizada por un club de jugadores de rol de Fanpiro.

-¡Braulio! ¡Encárgate de esos dos y deprisita! ¡Que a puerta cerrada no me dejan entrar ni a mí, y no me apetece convertir en geranios a las coristas en un irrefrenable arrebato de ira furibunda, que están requetebuenas!

-¡GRUNT! Respondió el tipo encorbatado. Y acto seguido sacó una uzi del sobaco y descerrajó toda su potencia de asar castañas encima del cura y el tío de la txapela.

Una lluvia de peladillas cayó sobre los dos errebeldes recién llegados al puente. Las armaduras reaccionaron a los pensamientos instintivos de sus portadores cubriendose con los brazos, y las balas rebotaron en la chapa de los armatostes en los que íban embutidos como el granizo sobre los coches.