Partida Rol por web

Tras saciar el estómago, recogiste tus cosas y marchaste a la nave, la cual esperaba en las afueras, lugar donde la dejaste. R2 se instaló en su puesto habitual, y tu en la única cabina. Fue entonces cuando comenzaste a meditar durante un rato. El androide sabía que cada día lo dedicabas a ciertas tareas de reflexión incomprensibles para él.

Cuando terminaste, volaste bajo, a unos treinta o cuarenta metros de altura, únicamente para divisar el terreno. Tarrestnom era un planeta verdoso (por los grandes enjambres de bosques selváticos) y plano en su mayor parte. A lo lejos, al norte del asentamiento, podías ver cómo una formación rocosa aguardaba como vigilante: la estribación montañosa dominaba todo el territorio en derredor, que era selvático y bajo. Y en una de sus partes más altas un par de chorros a modo de cascada a gran altura hacían caer naturalmente agua.

¿Qué estamos buscando, amo? ¿Preparo mis escáneres? -añadió el pequeño droide leyendo sus comentarios la pantalla del computador principal-.

 - Si, así es... - Le respondí al pequeño droide, tras terminar mi sesión de meditación.

 Mientras termino de meditar, espero a que R2 comience a escanear la zona, con la ayuda de los sensores de la nave, esperando que detecte cualquier cosa que se salga de lo normal, como una construcción o una forma de vida correspondiente a un ser inteligente...

Biii, biiip...Fahs, fahs... -oías los pitidos de tu unidad, y como sus mecanismos internos trabajaban en conjunto con los escáneres de tu nave-. Jefe, no hay formas de vida aparentes excepto el asentamiento donde hemos pasado esta noche. Claro que, los escáneres son en un radio de unos dos kilómetros a la redonda. Este planeta es muy extenso como para obviar formas de vidas o lugares de interés.

Y en verdad lo era, sólo había que mirar al horizonte: un planeta selvático y profundo en su casi totalidad.

¿Pongo rumbo a alguna coordenada o prefieres pilotar, amo?
 

 Tras pensar unos segundos, e pedí a mi amigo droide:

 - R2, quiero que busques en los bancos de datos de información locales información gráfica de todos los montes con cuevas que hay en la región. Quiero que me pases imágenes de esos montes a la pantalla...

 Esperaba que la imagen de uno de esos montes se correspondiera con mi visión. Puede que tardase un poco, pero era mejor que dar vueltas sin saber a donde ir.

R2-B2 comenzó a explorar los datos que el escáner lograba darle en base a tu petición. En pocos segundos te mostró una imagen en pantalla.

Jefe, Al norte, a varios kilómetros de aquí, se alza una estribación montañosa, la cual puedes ver en pantalla. Parece ser un monte aislado en la marisma selvática propia de Tarrestnom. En su interior parece albergar cuevas y pasadizos, cuyo acceso sólo es posible por su cara rocosa. Carente de lugares de aterrizaje junto a los accesos.

 Asentí, complacido, satisfecho de que hubiera encontrado el lugar que buscábamos:

 - Buen trabajo, colega. Busca el lugar de aterrizaje más cercano y seguro para la nave y traza una ruta desde ahí hasta el monte...

 Bien, al parecer íbamos progresando. Esperaba que pudiéramos encontrarnos con quien habíamos venirnos a reunirnos muy pronto.

El droide astromecánico asintió mostrando su afirmación en pantalla, y vísteis cómo los cálculos se sucedían en tu nave, ya que el software del cómputo de las rutas estaba activo y funcionando. Cuando todo estuvo previsto, viste en la pantalla del computador que el mejor lugar para estacionarse una vez cerca del monte era en una parte de su falda, en un pequeño claro rocoso pero libre de boscosidad y jungla. Sin dilación alguna, estando orbitando sobre el asentamiento, pusísteis rumbo hacia el norte.

* * *

Decidiste volar despacio, por si encontrabas algo no detectable par el radar y, porqué no, disfrutar de aquel bello paisaje verde. Aún no sabías porqué la Fuerza te había guiado hasta ese lugar, y si ese lugar y planeta era el correcto. Había que averiguarlo.

Al acercarte al emplazamiento marcado, vísteis una enorme mole de piedra y musgo que se alzaba en todo un mar de jungla situada sobre planicie. Sus chorros de cataratas caían a un pequeño lago que provocaba una densa niebla. No estabas aún allí, sino sobrevolando y vislumbrando aquel maravillos lugar.

¡¡JEFE!! ¡¡JEFE!! -R2 comenzó a avisarte a través de la pantalla. Estaba muy nervioso-. Formas de vida han aparecido tras el muro. Es una bandada de seres alados, ¡fauna nativa!

Efectivamente, un conjunto de largartos de piel verdosa y rugosa apareció en el horizonte, justo detrás de la estampa del monte. Era una gran bandada, que venía hasta aquí. Quizá la presencia (aunque aún lejana) de tu nave los había alterado, haciéndolos volvar en grupo. Su dirección era la misma que la tuya y el sentido era inverso al que llevábais... ¡¡En breves impactarían sobre la nave como asteriscos que recaen sobre un carguero!!

 - ¡R2, traza una ruta de evasión...!. - Le dije a mi amigo, mientras trataba de evitar que chocáramos contra los seres alados que amenazaban con embestirnos.

Giraste bruscamente la palanca de mandos, y R2 comenzo a pitar como si gritase. La bandada de lagartos alados pasaron rozando como interminablemente tu caza Delta, quedando diversas marcas sobre su metálico exterior. Una pirueta continua y descendente, que finalizó en dos y en hasta tres, hicieron falta para no entrar de lleno en la bandada de seres voladores. Tras unos segundos infinitos, la gran amalgaba negra se alejó de aquel paraje, y estabilizaste la nave. Oiste "maldecir" a tu droide, que era como llamabas a esa serie de recuento de datos continuo tras un suceso inesperado que R2 solía trazar en sus circuitos (lo cual te recordaba a alguien maldiciendo).

Finalmente llegásteis a la falda del monte, descendísteis en el claro rocoso y apreciaste que lo que tenías alrededor no era sino selva y más selva. La nave estaba en perfecto estado interno, pero su mitad izquierda estaba totalmente llenad de pequeñas abolladuras y arañazos... al menos estabas vivo. Ahora el color verde lo inundaba todo, y sin decirle nada tu amigo de servomecánicas patas se desprendió de su puesto naval para afrontar la inestabilidad del terreno húmedo y arcilloso.

 Preocupado, miré el terreno húmedo y arcilloso, y luego a R2-B2:

 - ¿Crees que podrás rodar por este terreno?. No quiero que corras riesgos innecesarios por mí, puedes quedarte en la nave y cuidarla, para asegurarnos de que no le pase nada...

 En caso de apuro, R2 podría pilotar la nave y escapar, sin contar con que, con los sensores del caza, vería venir cualquier peligro desde lejos. No quería que al pequeño le pasara nada malo, pero tampoco quería ordenarle, ya que era más que un objeto para mí, era mi amigo...

R2 se giró haciendo trabajar sus visagras y oteó brevemente el terreno.

Mis sensores indican que el terreno es viable para mis rodamientos, aunque temo que las células de termoenergía de los mismos queden dañadas y o se humedezcan y no pueda avanzar... -respondió el droide-. Le esperaré aquí, jefe.

Tu unidad, dado tu visto bueno, se colocó en su cabina de nuevo manteniéndo el caza y a sí mismo en un modo de ahorro de energía. Te despediste de ellos y avanzaste hacia el monte, caminando por la selvática falda del mismo. El terreno era húmedo, llevabas tan sólo un pequeño botellín de agua y hojas alargadas y arbustos de tronco grueso no hacían más que estorbarte en el camino. A veces sacabas tu espada láser para cortar una maraña de la flora que entorpecía el paso para poder atravesar en el sentido de tu ruta. Finalmente ascendiste un poco hasta que encontraste una pared rocosa totalmente vertical. Según tu amigo de servomecánicas piezas, en dicha pared y a cierta altura había escaneado posibles entradas subterráneas que podrían ser los accesos a galerías interiores. Algo te decía que allí había algo. Del otro lado del monte (no justo el contrario, sino lateralmente) oías el rumor de la caída de varios grandes chorros de agua que se fundían tras su caída en un lago que ahora podías ver. Era hermoso y provocaba la niebla que antes vislumbraste.

 Con cuidado, traté de escalar la pared rocosa...

Subías poco a poco. El sol de la mañana golpeaba en tu cuerpo y en el enorme muro de roca. El ascenso en los primeros tramos era bastante sencillo, pero luego se complicaba considerablemente. No estabas demasiado habituado a escaladas; pese a tener buena forma física, la vida en las ciudades de Csilla la componían en gran medida los elevadores, los transportes públicos para ascender y descender profundidades y alturas. Aquí no había nada de eso. Finalmente, estando a media altura (y sin mirar abajo...) buscaste desesperadamente uno de aquellos accesos, pero al apoyar un pie en una roca con musgo resbalaste... Luego caíste, perdiendo el control y tu consciencia.

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La siguiente imágen que viste fue un techo ennegrecido; tu cuerpo reposaba sobre algo blando, como unas mantas, y había un agradable frescor en el ambiente. La luz entraba por algunas aberturas de la roca. Sentías un terrible dolor en la cabeza, y al tocarte la frente notaste que tenías una venda sobre ella, taponando algún tipo de herida. En aquella habitación que era una cueva, había una mesita con un vaso y un recipiente lleno de un líquido aromático, junto a un plato con unos extraños y negruzcos frutos. La entrada no tenía compuerta, sino una fina cortina de cuerdas.

Entonces, una voz proveniente tras ella te invitó a beber.

Adelante. Te reconfortará -decía la voz-. Se refería al líquido aromático. Entonces recordaste que aquella se trataba de la misma voz que la del sueño, que la del anciano con el que soñaste.

Miré a mi alrededor, tratando de identificar la fuente de la voz, mientras sostenía el recipiente con el líquido aromático, aunque dudando de si debía de beberlo, hasta saber más de quien lo había preparado:

 - ¿Quien eres?. ¿Donde estoy?.

La voz no contestó. Sin embargo, ésta respondió a los pocos segundos, pero sólo en tu cabeza.

No tengas miedo. Ese líquido no es más peligroso que la caída... de la que te he salvado -añadió el eco en tu cabeza-.