-Creo que el señor Tovar tiene razón, al menos esta vez -comentó el caballero británico, mesándose el bigotón-. También yo bebí antes de la jarra y me sentí completamente renovado, como si todo el cansancio del día desapareciera de un instante al otro.
Era importante distinguir entre jarra y taza. Cuando Pipe fue a hacer la demostración de cómo se usaba la taza, ésta desapareció delante de todo el mundo. Había ocurrido lo mismo con el abrecartas y la llave. También habían desaparecido. Así que, Dwayne no tuvo tiempo de tomar la taza y comprobar sus efectos.
Felipe se acercó a abrir la puerta, y a pesar de que el pomo giraba, no había forma de abrirla. Era como si estuviese atrancada por dentro, o como si alguien estuviese haciendo presión para no dejarles pasar.
Mientras adoraba la taza, tras que el noble la cediera, formuló su deseo. Algo que añoraba desde hacía años.
Entonces bebió un profundo y largo trago. Ajeno a todo bebió con avidez. Deseoso de lo que había querido desde niño y deseado desde mayor.
Tened cuidado con lo que narráis, porque que yo sepa Pipe en ningún momento narró que te daba la taza.
¡Mierda! ¡Ha vuelto a desaparecer! Esto es que ya hemos averiguado como funcionaba. Nos hemos quedado sin la taza-abrepuertas.
-Caballeros -se dirigió el británico a sus tres compañeros-. Ahora que la taza abre-puertas ha desaparecido, ¿cómo vamos a avanzar? Nos quedan aún el reloj de cuco, el mapa, el teléfono, la jarra y la máquina de escribir, que nos la dejamos abajo. Uno de los objetos sirve para abrir esa puerta. La pregunta es, ¿cuál?
El luchador y actor se empezaba a desesperar. Miró a todos con odio y se dirigió a la puerta a la cual propinó una patada percutora con todo el peso de su cuerpo, que si fuera a una persona, la tendrían que recoger unos metros más allá. Su paciencia se estaba agotando, y el pegarle semejante golpe, servía para descargar parte de la frustración de estar allí perdiendo el tiempo.
A pesar del golpazo que le dio Dwayle a la puerta, ésta seguía atascada y sin poderse abrir...
-Caballeros, espérenme aquí un momento. Voy a probar la máquina de escribir. Den un grito si hay una novedad con esa puerta -les pidió Sir Robert a sus compañeros y, con esas palabras, retrocedió sobre sus pasos a través del pasillo y bajó hasta la primera planta.
¿Y no será que se abre hacia afuera?
Dice Pipe mientras prueba a girar el pomo y tirar de la puerta en vez de empujar.
Al ver que no funciona les dice a los otros tres
Vale, vamos a organizarnos un poco ¿Qué os parece si empujamos todos a la vez? A ver, todos contra la puerta y a la de tres empujamos ¿de acuerdo?
Dice mientras da un par de pasos hacia atrás para dejar a los dos que quedaban allí acercarse a la puerta y se sitúa detrás de ellos.
Una vez que llegó a la sala en la que se habían expuesto los objetos de la subata, Sir Robert introdujo en la máquina de escribir las hojas de papel que había arrancado de uno de los libros de la otra habitación. Una vez que los papeles estuvieron dentro de la máquina de escribir, comenzó a golpear las teclas para formar un nuevo mensaje:
Q-U-E S-E A-B-R-A L-A P-U-E-R-T-A
El gigantón estaba cada vez más cabreado, y tenían que solucionar aquello. Estaba a puntito de empezar a gritar o lanzar a alguien por la ventana.
Miró a los ojos al muchacho y con esas levantó el dedo pulgar en sentido afirmativo a su propuesta. Estaba dispuesto y quería hacerlo.
- Y si no, siguiente paso, por la ventana. Comentó al noble autóctono.
Tras las palabras escritas en la máquina de escribir, salió una nueva frase.
Q-U-E-P-U-E-R-T-A
A la de una, a la de dos y a la de tres!!
La puerta no era lo suficientemente ancha para que los tres la golpearan a la vez, y aún así, el cuerpo de Dwayne era mucho mayor que el de Pipe o el señor Tovar como para que su empujón fuese despreciable.
Aunque tras el golpe que propinaron, se escuchó un grito no demasiado horrible, más de alguien que parecía haberse asustado tras el golpe. Después de eso, se escuchó otra voz que parecía decir:
SSSSHHHHH!! ¡Cállate, puta!
Muy bien. Se acabó. Voy a ver si encontramos algo que pueda servir de ayuda.
Dicho lo cual me meto en la biblioteca desordenada y busco algún objeto con el que hacer palanca o algo.
Al llegar a la biblioteca y quedarme solo, saco de su escondite el cuchillo y la taza, que relleno hasta arriba de vino.
No me va a dar tiempo a abrir un hueco del todo en una sola bebida de la taza, pero tendré que intentarlo.
Mi plan es el siguiente. Beber de la taza tanto como pueda, para paralizar el tiempo lo más posible y volver a guardar la taza. Después, con el cuchillo que todo lo corta, abrir una nueva puerta en la pared cortando un rectángulo de unos 2 metros de altura por 1 metro de ancho.
Eso serán 4 tajos: Uno a la altura del suelo horizontal. Dos verticales uno a cada lado y otro horizontal a una altura de dos metros apriximadamente.
Después, idealmente, guardar todo de nuevo, pero no creo que me de tiempo a tanto.
Me pongo a ello.
Al usar el abrecartas con el tiempo paralizado, este en lugar de cortar hace a modo de bazooka.
-Esto sí que es inaudito -comentó el británico, incapaz de creer que, al final, hubiera obtenido respuesta por parte de la máquina de escribir.
Respirando hondo y tras enviar un mensaje mental al joven Borbón, procedió a escribir un nuevo mensaje:
L-A P-U-E-R-T-A D-E-L P-A-S-I-L-L-O D-E L-A P-L-A-N-T-A S-U-P-E-R-I-O-R
L-A P-U-E-R-T-A A-L F-I-N-A-L D-E-L P-A-S-I-L-L-O D-O-N-D-E E-S-T-Á E-L D-E-S-P-A-C-H-O C-O-N L-I-B-R-O-S
Os dejo. Me voy a ver qué hace el bigotudo.
Tovar cogió un libro de los del suelo y se lo llevó junto al mapa y el teléfono, que los llevaba consigo desde que salió de la habitación. Su intención no era salvar a nadie, sino descubrir qué hacían los malditos objetos y ver si podía llevarse alguno, arramplado o comprado. Aunque visto lo visto, seguramente sólo podría ser mediante la segunda opción.
Milord, le traigo el periódico. Dijo al caballero inglés cuando entró en la habitación, soltando el libro por ahí. ¿Alguna novedad?
-¿Novedad? -preguntó el caballero inglés, pensativo-. Sí, pensé que el joven Pipe ya les habría puesto al tanto. He logrado establecer contacto con la persona, entidad, cosa o lo que sea que controla la máquina de escribir. Le he pedido que abra la puerta y me ha preguntado, ¿qué puerta? Acabo de responderle que abra la puerta del pasillo donde estábamos. Contemplemos qué sucede.
Ah sí? A ver...
Felipe miró la máquina de escribir de arriba a abajo.
¿Y esto no será peligroso? No es que tenga reparo en usarlo, pero a mí me parece que algo que habla y no sabes dónde tiene el cerebro... como que no es de fiar. Vamos a probarlo.
Así que Felipe Tovar se chascó los dedos, puso papel del libro que trajo y escribió: QUIEN ERES?
Y-O-C-R-E-O-Q-U-E-N-O-N-E-C-E-S-I-T-A-I-S-A-B-R-I-R-L-A-
Y-A-H-A-N-E-N-C-O-N-T-R-A-D-O-L-A-F-O-R-M-A-D-E-E-N-T-R-A-R-E-N-L-A-H-A-B-I-T-A-C-I-O-N
Después contestó a la siguiente pregunta formulada por el Señor Tovar.
Y-O