Partida Rol por web

Jesús bajó con una hoja de papel ,que había arrancado de un libro,en la mano.La máquina de escribir la había dejado arriba en la biblioteca.Al llegar abajo vio como Judith estaba quitando las cosas de la mesa.-Bueno,yo he probado la máquina de escribir,de momento escribe-dijo mientras extendía el brazo y le daba la hoja de papel al Sr Cabezón,al dársela dejo que todos vieran lo escrito:"Salvador Cabezón"-Tome un recuerdo,¡¡Saimon,baja que vamos a intentar subir la mesa!!

Salvador pululaba por el gran salón sin hacerle demasiado caso a los demás, la joven seguía reclamando el anillo. Salvador pensaba que tal vez aquel anillo tuviese el don de hacer caer rendida a sus pies a la joven del vestido verde, pero ni por asomo. Así que visto la falta de utilidad de las alianzas, decidió dárselo a Guido y recuperar sus 250€, que para el caso le serían de más utilidad para unas cuantas noches de paseos por la casa de campo.

Salvador se llevó la mano a la chaqueta para sacar de nuevo el mapa de carreteras y mirar si encontraba algo nuevo, que le pudiera ser de utilidad, en ese momento se acercó Jesús para darle un papel que en teoría había escrito con la máquina de escribir. Al verlo, las alarmas de Salvador sonaron y rechazó de forma tajante el papel que el gitano le ofrecía.

- !Y un Jamón! Exclamó. ¡Vete tú a saber que coño es lo que hace la "maquinita" de los cojones!. Salvador era un tipo peculiar, cauto en ocasiones hasta el absurdo. No tenía muy claro si aquella máquina escondía algún tipo de poder maléfico, pero piensa mal y acertarás. ¿Porqué no has escrito con la maquina el nombre de tu mamá? le contestó a Jesús.

Satur disfrutaba de la nicotina mientras los demás discutían y así hubiera seguido hasta que giro la cabeza tan rápido que su arreglada barba tarda en seguir la cara y recolocarse.

-Chicos, amigos. Al fondo parece haber movimiento. Juraría que han abierto una puerta. -Comento antes de darse cuenta de la presencia de Jesus. -Si amigo, vamos abajo. -Dijo cogiendo el brazo al gitano para dar mas énfasis en sus palabras y empezar a bajar las escaleras, con Jesus, si este no ofrecía resistencia

¿abierto la puerta? ¿estaba de broma? La mujer a diferencia de los que bajaban, empezó a dar zancadas para arriba, ni de broma iba a dejar a esos ladrones o lo que fueran, que se escaparan. ¿fastidiarle su día libre e irse de rositas? Eso si que no.

Emilia miró curiosa al papel que el gitanillo le pasaba a Cabezón. No parecía nada del otro mundo, pero algo tenía que hacer la máquina, ¿no? En ese momento, escuchó a Saimon desde la puerta y vio cómo Judith, a su vez, se marchaba hacia arriba. ¡Ahora que parecía que se habían librado de esos malhechores, volvía a enfrentarse a ellos!-. ¡Dónde vas, loca! -No entendía a esa jovenzuela. Primero está obsesionada con la subasta, luego con los criminales; otra vez con la subasta, y otra vez con los criminales. ¡A ver si se decide!

- Pero ¿cree usted que vienen hacia aquí o se van a otro lado? -preguntó la mujer a Saimon, que no tenía muchas ganas de enfrentarse con los asesinos. Se santiguó dos veces-. Ay, ay, que no vengan hacia aquí.

- Bueno, al menos tengo mi botella de vino -dijo, agarrándola.

Ahora que la tenía en su poder, no sabía si usarla. ¿Se arriesgaba a pegarle un trago y ver sus efectos? ¿Y si no era lo que ella había venido a buscar y ese líquido acababa matándola? Aunque luego pensó que, vista la acción que estaba teniendo, disparos y un amago de infarto incluidos, no parecía que fuera a vivir mucho, así que se decidió: Sacó el corcho de la botella y pegó un trago directamente del morro, con la mayor dignidad y elegancia que le fue posible, dadas las circunstancias.

-Ya podían haberla abierto cinco minutos antes-penso a la par que giraba y subía a la carrera tras Judith.

Dejo paso a los valientes mientras el se quedaba a mitad de camino para contestar a la anciana mujer.

-No sabría decirle, ni siquiera que puerta se ha abierto, solo que escuche el abrirse de una puerta y contando que estamos todos aquí, quien lo haya abierto no lo conocemos.

Saimon decidió bajar junto al resto de los invitados, pero cuando escuchó aquello Judith, decidió subir por las escaleras para ver qué estaba pasando. Aunque Emilia la gritó para que parase y esperase un momento. Y tras aquellas palabras, Emilia quitó el corcho de la botella, que parecía como si empezase a brillar y le dio un fuerte trago. 

Número de objeto	Objeto	Imagen	Puja
1	Las llaves		La tiene Judith Ha dejado 50 euros a cambio.
2	La jarrita de té		Ha pujado Judith 500 €
3	La botella de vino	La tela está manchada de mocos por culpa de Salvador.	La tiene Emilia Ha pujado Emilia ​100 € Emilia quita el corcho y se la bebe.  La botella parece que no se vacía.
4	Los anillos		Los tiene Guido Coge uno Salvador y deja 250 €. Salvador recupera sus 250 € y le da el anillo a Guido. Guido puja por ellos: 600 €
5	La Máquina de escribir		Ha pujado Jesús ​100 €
6	La figura, una mano de metal con cuatro dedos estirados y solo uno encogido.		La tiene Saimon. En su lugar ha dejado 5.000 euros.
7	La taza		Ha pujado Judith ​150 €
8	El teléfono antiguo		Está tirado en el pasillo. En su lugar ha dejado 10 euros
9	Mapa de carretera		Lo tiene Salvador. En su lugar ha dejado 5 euros
10	Reloj de cuco		Ha pujado Judith 200 €

En cuanto Salvador abrió el mapa, pudo ver como le señalaba:

Le indicaba donde se encontraba, la tenía Saimon y el mapa indicaba la posición del hombre. Si estaba buscando "algo que le resultara de utilidad" parecía que la mano podría cumplir dicha necesidad.

Salvador observó con detenimiento el mapa, lo cerró y lo volvió a guardar en el bolsillo. Recapacitó sobre lo que había visto y por mucho que se esforzaba no acababa de encontrarle ningún sentido, tal vez a un lector de J.K.Rowling le hubiera resultado hasta lógico pero Salvador al único J.K.Rowling del que había oído hablar era el que se cargó un tal Oswald en Dallas.

Aún así Salvador era un culo inquieto, y aquella pantomima le estaba empezando a poner nervioso. El contaba con llegar, pujar, sacar algo valioso y marcharse por donde había venido. Para nada contaba con quedarse encerrado con una serie de extraños en una mansión en la que pasaban cosas "raras".

Salvador miró a la mesa y observó lo que allí había estado, aún tenía en su mano los 250 Euros, cogió 15 y los depositó en la bandeja donde había estado el teléfono, luego se dirigió a Doña Emilia y con los 10 euros en la mano se los ofreció a la mujer.

Doña Emilia, permítame que le devuelva estos 10 euros que le pertenecen. Me gustaría hacer uso del teléfono que usted dejó en el pasillo. Espero que ello no le resulte un inconveniente. Dijo Salvador con la mejor de sus sonrisas "profiden".

Ante la respuesta de Judith, Daniel sacó 250 € del bolsillo de su chaqueta, con una sonrisa satisfecha en la cara.
-Muy bien, pues con esto creo que puedo quedarme con el reloj.-Depositó el dinero en el lado de la mesa más cercano al reloj.-Gracias por llevar la puja de una manera civilizada.-Seguía haciéndole gracia la impulsividad de aquella mujer al mover las agujas con su propia mano.

Este trasto es más grande de lo que me imaginaba*, pero si es cierto lo que puede hacer, el tamaño es algo secundario.

Justo tras aquello, Simon llegaba con noticias de que había más movimiento por la planta superior. Judith y Jesús salieron disparados escaleras arriba y Daniel decidió subir también, pero con más calma.
-Entonces, nos olvidamos del tema de subir la mesa, ¿no?-Comentó a Jesús una vez se encontraba a la altura de Simon.

A Emilia la habían educado para ser refinada. Por eso no escupió el vino al suelo. Pero ganas no le faltaron. Ella estaba acostumbrada a vinos suaves y este de aquí estaba muy fuerte. Tal vez esa botella llevaba años abierta y se había picado. ¡Qué valor para poner un producto en mal estado en una subasta! 

Tragó, a pesar de todo. Y mientras seguía saboreando en su paladar la desagradable bebida, se miraba las manos, para ver si sus arrugas se iban. Nada. Seguía siendo la misma. Los Rocks cada vez le caían peor. Ya casi le daba igual que los maleantes los hubieran matado a todos.

Con desánimo y cara de asco por el regusto del vino -¿o tal vez por la sonrisa "profident" de Cabezón?- miró al hombre que se le acercó. Cogió los diez euros y, con voz áspera, respondió-. Con mucho gusto le dejaré ese teléfono. Pero le advierto, señor mío, que no se puede llamar con él. De tener alguna función, es la de provocar infartos a la gente inocente.

Se metió los diez euros en el escote mientras sacaba dos billetes de cincuenta y los dejaba encima de la mesa. Los 100 euros peor gastados de su vida.

¿O no?

Emilia miró la botella con más detenimiento. Ya no prestaba atención a los que subían las escaleras. Había pegado un buen trago al vino, pero seguía la misma cantidad dentro. ¿Sería ese su poder? ¿Rellenarse infinitamente? El objeto deseado para borrachines. Fue a ponerle el corcho y una idea extraña se le pasó por la cabeza al mirarlo. Interesante, pensó. ¿Pero qué hay que hacer? Ay, ay... Si estuviera aquí mi Nati ya lo habríamos descubierto. Es más lista que el hambre, esa.

Se acercó el corcho a la nariz y lo olisqueó. Luego pegó un lametón a la parte manchada de vino.

Salvador agradeció a Doña Emilia que no pusiera pegas a la transacción. Muchas Gracias, Doña Emilia, no se preocupe, no es mi intención llamar por él, pero le agradezco el aviso.

Salvador acompañó a Jesus, Judith y Daniel escaleras arriba dispuesto a recoger el teléfono que Doña Emilia había dejado en el pasillo.

Guido recibió los dos anillos de mano de Judith y del Señor Cabezón, los observó durante un rato antes de ponerse uno y guardar el otro en un sitio donde no pudieran encontrarlo en caso de que les registraran. Visto que el reloj o la maquina de escribir, por ahora, no eran de utilidad.
Quizás esto pueda ayudarnos en un futuro.
Todos habían subido al piso de arriba al escuchar como se había abierto una puerta. Guido también sentía curiosidad de lo que sucedía allí y siguió a los demás escaleras arriba.

La mujer se acercó sigilosa a la puerta, ligeramente arqueada, y procurando afinar sus oídos, le molestaba un poco no saber que ocurría.

Finalmente los más valientes decidieron subir, Judith era la primera, la que comenzaba la marcha, seguida de Jesús, Daniel, Salvador y Guido. Emilia y Saimon prefirieron quedarse abajo, allí parecían estar más seguros.

Entonces, la jovencita se asomó por la puerta que daba del hall al pasillo, la primera puerta que había estado cerrada y que gracias a su llave mágica había podido abrir. Y cuando miró tras ella vio a un hombre que, escondido tras la esquina del otro pasillo disparaba algo, no alcanzó a ver qué era. 

Judith pudo esquivarlo de milagro, pero lo que fuera que había disparado parecía que hubiera quemado gran parte de la pared. Había sonado como una pistola, pero no había rastro de la bala por ninguna parte.

Número de objeto	Objeto	Imagen	Puja
1	Las llaves		La tiene Judith Ha dejado 50 euros a cambio.
2	La jarrita de té		Ha pujado Judith 500 €
3	La botella de vino	La tela está manchada de mocos por culpa de Salvador.	La tiene Emilia Ha pujado Emilia ​100 € Emilia quita el corcho y se la bebe.  La botella parece que no se vacía.
4	Los anillos		Los tiene Guido Coge uno Salvador y deja 250 €. Salvador recupera sus 250 € y le da el anillo a Guido. Guido puja por ellos: 600 € Guido tiene un anillo puesto y el otro guardado.
5	La Máquina de escribir		Ha pujado Jesús ​100 €
6	La figura, una mano de metal con cuatro dedos estirados y solo uno encogido.		La tiene Saimon. En su lugar ha dejado 5.000 euros.
7	La taza		Ha pujado Judith ​150 €
8	El teléfono antiguo		Está tirado en el pasillo. En su lugar ha dejado 10 euros Salvador dejó 15 € Tiende 10 € a Emilia
9	Mapa de carretera		Lo tiene Salvador. En su lugar ha dejado 5 euros
10	Reloj de cuco		Ha pujado Judith 200 € Ha pujado Daniel 250 €

Judith sin asomarse habló - ¿quien es y que quiere? ¿que les ha hecho a los Rocks? - ¿ella de negociadora? Casi le parecía un maldito chiste. Pero necesitaba a los Rocks de vuelta, quería su objeto especial y saber su funcionamiento, no es que le importase especialmente lo que les ocurriera a esos ricachones,pero sólo ellos podían darle bloque ansiaba. Contaba cinco que ya lo tenían, porque el cabezónpodía decir misa, claramente ya disponía de su objeto,... esperaba que el teléfono no fuera el de ella, tal vez en su llamada a la señora le ofrecieron envejecer y lo eso le dijo a Salvador que provocaba infartos.

El hombre armado con algo desconocido contestó desde detrás de la esquina del pasillo y sin asomarse. ¡La pregunta es quiénes son ustedes y qué quieren! ¡Esto es una mansión privada y nosotros no les hemos hecho nada a los Rocks! Por favor lárguense de aquí. ¡Este no es lugar para ustedes! Gritó par que todos pudieran oírle.